ΚΥΡΙΑΚΗ ΤΩΝ
ΜΥΡΟΦΟΡΩΝ
Domingo
de las Mirroforas
«José de Arimatea… vino y entró
osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús» (Mrc 15,43).
Una de las personas del
evangelio del Domingo de las Mirroforas es José de Arimatea, quien
es proyectado con su principal rasgo de la valentía, audacia por la
que en aquella época logró algo inalcanzable: ir a Pilato y pedirle
el cuerpo muerto de Jesús, que por supuesto después con la ayuda de
otros lo enterró. Para nuestra época principalmente su valentía,
atrevimiento se constituye en un modelo y ejemplo a seguir; puesto
que, por regla general, desgraciadamente comprobamos en la mayoría
de nosotros o por lo menos una gran parte de nuestra población,
existe una cobardía y timidez, que son frutos, como lo vamos a ver a
continuación, de la falta de la presencia del Santo Espíritu en
nuestra vidas. En otras
palabras la falta
de valentía
coraje y
atrevimiento revela
la poca fe
y aún
la incredulidad,
incluso de muchos
de nosotros los
Cristianos; y por
consiguiente esta
situación hace
más necesaria
nuestra referencia
a la valentía
de san José.
Primero:
qué es la valentía.
Podríamos definirla como
aquella fuerza y disposición psíquica que mueve al hombre a vencer
sus soportes y seguridades, incluso hasta el punto de desafiar su
propia vida. Por supuesto, esta fuerza psíquica la vemos muy a
menudo en distintos tipos de personas y en muchos niveles de vida,
como el nacional, profesional y social, pero a nosotros aquí nos
interesa aquella valentía que es relacionada con el Dios y por
consiguiente con la sanación y salvación del hombre. Hablamos pues,
sobre la valentía del cristiano, que emana de esta fe en Cristo y la
esperanza de Su Realeza increada (estado de unión con la energía
increada), como la de José “quien también había creído a
Cristo y esperaba la realeza (increada) de Dios” (Mrc 15,43).
Es decir, el Cristiano dependiendo su existencia no de la “seguridad”
de los sentidos y la creación material, sino del
invisible y no medido Dios, por lo tanto,
del Dios que no ofrece “seguridad” según
los criterios
mundanos, entonces esto manifiesta
que la
característica
de su vida
debe ser la
valentía, el
atrevimiento y el
coraje.
¿Qué
es pues, aquello que le hace tener esta valentía y manifestarla como
elemento imprescindible de todos los hombres? Tal y como apuntamos al
principio: la presencia del Espíritu Santo en la psique del hombre,
que le hace estar no simplemente apoyado a Dios, sino que esté
preparado y entero para sacrificarse a Él. Porque ciertamente el
santo Espíritu como Dios omnipresente proporciona valentía y fuerza
al hombre y por consiguiente le aleja de la esclavitud de la
cobardía. Recalca Pablo: “Porque
no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y
de dominio propio”, (2Tim 1,7).
Y
realmente toda la
historia de la
Iglesia es una
confirmación de la verdad anterior. Recordemos
por ejemplo los apóstoles antes y después del Pentecostés. Antes
del Pentecostés vivían asustados y encerrados en sus casas “por
miedo a los judíos”, algo que proyecta aún más intensamente el
coraje y la valentía de José y las mujeres mirroforas (portadoras
de mirra). Pero después con la bajada del santo Espíritu el día
del Pentecostés, son metamorfoseados, transformados en valientes
predicadores del Evangelio, confirmando con sus testimonios sobre la
Resurrección del Señor con sus martirios. “Porque
no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hec
4,20). Pero esto se hizo porque “fueron
investidos con la fuerza y energía increada de lo alto”
(Lc 24,49) y no porque se apoyaron en sus propias fuerzas. Lo
mismo vemos
también en
el períordo
de las
persecuciones y
hostigamientos, en
la época de
los Padres, pero
también en
cada época,
donde hay
cristianos, clérigos y
laicos serios. Así que el cristiano es un hombre atrevido, audaz y
valiente, que está inspirado de conducta y espíritu con fortaleza y
coraje.
¡Pero
cuál es
el campo que
expresa esta
valentía? ¿Cómo
se manifiesta en concreto?
1. En
principio, al mismo acontecimiento de la fe. Para que el hombre pueda
llegar al punto de “saborear” a Dios, de la presencia sentida del
santo Espíritu en su interior, hará falta también que el mismo
hombre corresponda a la llamada de Dios y seguirle. Porque en la fe
cristiana prevalece la llamada de Dios, que llama al hombre hacia a
Jesús Cristo y sigue Su invitación. “Nadie
puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo atrae (con su
jaris-gracia energía increada.) Y yo lo resucitaré en el
ésjato-último gran día del juicio”(Jn
6,44). La aceptación de esta invitación se ve que es un “salto al
vacío”, puesto que, como hemos observado antes, el hombre no está
sostenido en la seguridad de sus sentidos, sino solamente a la
llamada de Dios. Pero este “salto” valiente es lo que produce la
mayor sorpresa al hombre: cae en el calor de los brazos de Dios. Así
que la valentía
de la fe,
trae también
la mayor
seguridad posible
que existe al
mundo: la
seguridad del
omnipotente Dios.
«Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Rom
8,31).
2. Además,
la valentía del cristiano se manifiesta en la vivencia de la vida
espiritual, es decir, del camino hacia el crecimiento de su relación
con el Dios y adquiriendo más santo Espíritu. Y esto, porque en
este camino suyo se ponen en contra las malignas y mal astutas
fuerzas espirituales, los elementos de este mundo. “Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes” (Ef 6,12). Así que, sin valentía
no se puede llevar esta lucha espiritual, que consiste en la
resistencia del creyente contra los ataques del diablo y su apertura
a la existencia de Dios. En esta lucha por supuesto co-participa
también la misma jaris (gracia, energía increada) de Dios, como
también el bondadoso mundo de los ángeles. Debido a que el
Cristiano sólo por su
cuenta no puede hacer nada para su sanación y salvación, “Porque
sin mí no podéis hacer nada.
(Separados de mí, sin mi jaris que es
mi energía increada, vivificadora, sanadora y salvadora no podéis
hacer nada bondadoso.)” (Jn 15,5). Es
imprescindible también su propia
co-participación. Nuestros Padres espirituales nos explican sobre
todo que cuando el diablo ve la psique combatir contra él con
valentía, se aleja de ella; en cambio cuando la ve tener miedo y
acobardarse, ya el camino está abierto para pisotearla. Son
muy características las
palabras del padre del monaquismo san Antonio, tal y como nos las
escribe san Atanasio en su biografía: “Si la psique permanece por
mucho al miedo, entonces allí están presentes los enemigos. Porque
los demonios no sacan el miedo de los hombre… Más bien cuando ven
que los hombres que tienen miedo, aumentan sus fantasías, de modo
que les aterrorizan más. Y después
de haberlos conquistado,
juegan con ellos
diciéndoles:
- Ahora arrodillaos a venerarnos… Que no nos engañemos, pues, de
esta manera y no seamos cobardes… Al contrario debemos ser siempre
valientes y alegres, como si estuviéramos salvados, pensando que el
Señor está con nosotros”.
3. La
valentía del cristiano se manifiesta también en sus propias caídas.
El cristiano que lucha en el camino de su progreso espiritual, es muy
posible que tendrá también momentos de debilidad y caídas. Pero el
santo, en nuestra fe, nos es el impecable, sino el luchador que está
en el camino de la metania
(introspección, arrepentimiento y confesión). En estos momentos se
requiere valentía para permanecer en sus pies y no desesperarse.
Poder girar su vista hacia el Cielo, implorando la jaris (gracia,
energía increada) de Dios para la metania.
Como el joven monje en el libro “Gerontikón”, que desesperado
por algunas de sus caídas fue conducido a un gran Yérontas que
tenía el don del discernimiento. Y cuando le contó su caída al
pecado, aquel con su característica sencillez le dijo que se
levantara. –Pero he vuelto a caer, susurró otra vez el joven
monje. –Otra vez
levantarte, le
insta el
Yérontas. Y
esto tienes que hacer, poner siempre el comienzo o principio de la
metania hasta el final de tu vida. Sólo ruega que la muerte te
encuentre en metania y no en caída. Por lo tanto, se requiere
valentía también en la metania, para que pueda tener esperanza en
la infinita filantropía de Dios, que es mayor que todas mis caídas
y pecados.
4.
Finalmente hace falta valentía también para nuestra confesión y
testimonio como cristianos. Especialmente en nuestra época que el
mal se ha desparramado y se presenta como algo normal y regular, se
requiere valentía y coraje para que uno sea cristiano consecuente,
dando testimonio de esta fe suya. Y este testimonio es de logos, pero
sobre todo debe ser de modo de vida. Es necesario que los cristianos
concienciemos que la tibiez en nuestra fe es la peor situación para
nosotros, pero también para las personas que se encuentran en
nuestro alrededor. Yo diría que es más preferible que el hombre sea
ateo militante que indiferente y tibio, puesto que hay mayor
posibilidad de cambiar para el primero que el segundo. El Espíritu
de Dios en el libro del Apocalipsis nos dice: «¡Ojalá
fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc 3, 15-16).
ΑΚΟΛΟΥΘΕΙΝ
παπα
Γιώργης
Δορμπαράκης
Padre Jorge
Dorbarakis
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