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Κυριακή 4 Οκτωβρίου 2015

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita



ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

PRIMERA PARTE

Capítulo A. 34: Algunas gnosis-conocimientos que son útiles para que venzamos los pazos y logremos nuevas virtudes.
Capítulo A. 35: Las virtudes deben ser adquiridas gradualmente, primero debemos ocuparnos de una y después con la otra.
Capítulo A. 36: Con qué medios se adquieren las virtudes y cómo debemos gobernarnos para que estemos ejercitándonos por algún tiempo sólo en una virtud.
Capítulo A. 37: Debemos progresar siempre con esmero y cuidado al ejercicio de la virtud.
Capítulo A. 38: Teniendo obligación a luchar siempre por las virtudes, no debemos evitar aquellas cosas que nos son motivos y causas para adquirirlas.
Capítulo A. 39: Debemos amar todos los motivos que provocan la adquisición de las virtudes y más aquellos que traen más dificultades.
Capítulo A. 40: Cómo podemos en distintas cuestiones y motivos utilizar el ejercicio de la una y misma virtud.
Capítulo A. 41: El tiempo que debemos poner para el ejercicio de cada virtud; y sobre los puntos de nuestro progreso.


Capítulo 34
Algunas gnosis-conocimientos que son útiles para que venzamos los pazos y logremos nuevas virtudes.
Aunque hasta ahora te he dicho muchas cosas, mostrándote el método para vencer el sí mismo y armarte de las virtudes, sin embargo es necesario anunciarte y pedirte todavía algunas otras cosas demás.
1) Hermano mío, si quieres obtener las virtudes, no sigas el orden que algunos utilizan y hacen ejercicios los siete días de la semana, un ejercicio para una virtud y otro para otra, no; sino que el orden tuyo de ejercicio que sea hacer la guerra contra los pazos que son contrarios a las virtudes, y que siempre te molestan y perjudican y continuarán molestando, sino lo máximo que puedas, que estés adornándote de las virtudes opuestas a tus pazos. Porque cuando logres estas virtudes, las que son contrarias a los pazos que te molestan, por supuesto que todas las demás virtudes las realizarás con facilidad y las obtendrás con pocas praxis-acciones, cada una en su debido tiempo y su acostumbrada causa; porque siempre las virtudes están juntas y conectadas y el que ha logrado una totalmente, todas las demás las tiene fácilmente a mano en la puerta de su corazón.
2) No aplaces nunca el tiempo para la adquisición de las virtudes, ni días, ni semanas, ni años. Pero casi siempre que luches como si entonces te hayas nacido; y como soldado nuevo, guerrea continuamente y camina a la altura del perfeccionamiento de las virtudes sin parar ni un momento. Porque si en el camino de las virtudes y del perfeccionamiento paras, no es como cuando respiras y tomas fuerza, sino para retroceder atrás o debilitarte más.
Lo de parar, yo creo, es creerte que has logrado totalmente la virtud y que busques las pequeñas faltas que aún quedan, o las causas y motivos que te llaman en praxis para otra virtud nueva. Por lo tanto, que seas siempre gnóstico (conocedor), ardiente y hábil para no perder ni la más mínima causa y motivo de virtud. Ama todos los motivos y causas que te incitan a la virtud, sobre todo aquellas causas que te son más difíciles para vencerlas. Porque también las praxis que se hacen para vencer las dificultades para las virtudes, crean más rápido las costumbres de las virtudes y con raíz más profunda. Pero aquellas causas que te pueden incitar a la tentación carnal, con toda diligencia y rapidez evítalas, como antes te dije.
3) Que seas prudente, sereno y distintivo en aquellas virtudes exteriores que pueden producir perjuicio y enfermedad al cuerpo, como son el castigar exageradamente el cuerpo con ayunos, vigilias, estudios y otras cosas parecidas; porque las virtudes, como te dije, se adquieren poco a poco y con sus grados, como diré más abajo. Porque las otras virtudes que son totalmente interiores y psíquicas, como son, el amar a Dios, despreciar al mundo, lo de hacerte humilde ante tus ojos, lo de odiar a los pazos y el pecado, el que tengas paciencia, apacibilidad y perseverancia, el amar a todos y al que te perjudica y todas las cosas similares, esta virtudes, te digo que no te hace falta que las adquieras poco a poco, ni subir a la perfección de ellas en grados y escalones, sino que apresúrate hacer para ellas todas praxis y a medida de lo posible, lo más rápido que puedas.
4) Todo tu pensamiento, corazón y deseo que no piense otra cosa sino sólo cómo vencerás aquel pazos que combates y te combate y que logres la virtud que es contraria al pazos; esto que sea para ti todo tu mundo, el cielo y la tierra; esto que sea tu tesoro y propósito, para con esto seas gustado a Dios; cuando comes, cuando bebes, cuando estás en ayuno, todo lo que haces cuando estás en casa y cuando estás fuera, ten cuidado de las piedades, devociones y trabajos manuales, todos estos pues, que se dirijan y tengan como resultado a dominar y vencer aquel pazos y lograr la correspondiente virtud.
5) Que seas enemigo común de todos los placeres y gozos terrenales. Porque de esta manera serás menos atacado de las demás maldades, las que tienen como raíz el hedonismo. Cuando el hedonismo es cortado con el aborrecimiento a nosotros mismos, entonces las maldades pierden su fuerza. Porque si por un lado quisieras luchar contra alguna maldad, digamos de un placer parcial, y por otro lado vigilar los otros placeres terrenales, aunque no sean mortales sino ligeros y perdonables, tu guerra será dura, sangrienta y muy incierta y a continuación tu victoria será muy difícil. Por eso debes acordarte siempre de aquellas divinas decisiones y decretos: “25 El que ama su psique (vida) la perderá; y el que aborrece su psique (vida) en este mundo la conservará para la vida eterna. 25. El que ama su psique (alma o vida) y evita sacrificarla cuando el deber se lo exige, éste perderá la eternidad de la realeza increada. Y aquel que gracias a su deber no le importa su psique-vida en este mundo, éste conservará y disfrutará la realeza increada aquí y en la vida eterna” (Jn 12,25). Y “así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne y sus deseos; porque si vivís conforme a la carne y sus deseos, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne y sus deseos, viviréis“ (Rom 8,12).
6) Y por último te pido que lo mejor y quizá necesario para la adquisición de las virtudes es hacer primero una confesión general con todas las maneras que es debido, para que te asegures más que te cubre la jaris (gracia, energía increada) de tu Dios, del cual esperas todos los carismas, todas las virtudes y las victorias.

Capítulo 35

Las virtudes deben ser adquiridas gradualmente, primero debemos ocuparnos de una y después con la otra.
Aunque el verdadero soldado de Cristo, el que ama llegar a la plenitud del perfeccionamiento, no tratará de poner nunca su progreso en algún período del tiempo, pero con un poco de discernimiento deben ser sujetados aquellos calores exagerados del espíritu, los cuales se encienden sobre todo al principio con un gran deseo, pero después de esto se apagan y nos dejan a la mitad del camino. Por lo tanto, no sólo las virtudes exteriores y corporales deben ser adquiridas poco a poco, como en grados y escalones, como hemos dicho, sino también las virtudes interiores y psíquicas deben ser adquiridas de esta manera. Porque de esta manera, lo poco, rápidamente se hace mucho y permanece. Por ejemplo, para lograr la virtud interior de la paciencia, no puedes inmediatamente alegrarte o desear los insultos, desprecios y las demás cosas contrarias que uno te provocará, porque la alegría de estas y el deseo, son grados de paciencia altos, superiores. En estos grados no deberás subir, si antes quizá no pases primero de los grados y escalones inferiores de esta virtud. Estos escalones son: que tú primero te desprecies y desestimes a ti mismo; el que no te consientas a tomar venganza y similares (ver capítulo 13).
Aún te aconsejo que no te ejercites principalmente en todas las virtudes, ni en muchas, sino primero sólo en una y después de todo esto en la otra. Porque así más fácil se siembra la costumbre virtuosa en la psique y se hace más estable. Porque con el incesante ejercicio para una virtud corre también más fácilmente la memoria y tu nus se afina siempre más para encontrar nuevas maneras y causas para adquirirla; y tu voluntad se declina más fácilmente y con mayor disposición hacia ella. Todo esto, por supuesto, no te resultará ni sucederá si te ocupas de muchas virtudes.
Además, las praxis de una sola virtud, siendo realmente las virtudes similares entre ellas, se hacen lo mismo con similar ejercicio y con menos esfuerzo y cansancio. Porque la una llama y ayuda la otra, su similar y a causa de esta similitud se imprimen aún mejor en nosotros, al encontrar el trono de nuestro corazón ya preparado y dispuesto a recibir aquellas nuevas praxis, acciones que volveremos hacer, puesto que ya de antes ha recibido y aceptado también las otras, sus similares.
Estos métodos, que hemos dicho, tienen tanta fuerza y verdad, que por supuesto conocemos con certeza que aquel que se ejercita bien en una virtud, aprende junto con lo demás también el método para ejercitarse en la otra virtud y así con el aumento de una se aumentan todas juntas, por la inseparable unión que tienen entre ellas; porque todas las virtudes son rayos que provienen de la una y misma divina luz increada.

Capítulo 36
Con qué medios se adquieren las virtudes y cómo debemos gobernarnos para que estemos ejercitándonos por algún tiempo sólo en una virtud.
Para la adquisición de las virtudes hace falta que haya una psique valiente y grande y una voluntad no enferma ni blanda, sino decisiva y fuerte, con segura presuposición de que tenemos que pasar por muchas cosas contrarias y duras, aún tenemos que tener especial tendencia y amor hacia ellas; si reflexionamos lo que podemos adquirir es cuánto gustan a Dios estas virtudes y cuánto afables y excepcionales son por sí mismas y cuánto necesarias y beneficiosas son. Porque cada perfección y progreso nuestro, de ellas tiene el principio y fin.
Por lo tanto, cada mañana nosotros que tomemos decisiones drásticas e intenciones para estar ejercitándonos en cuantas causas de virtud posiblemente nos puedan ocurrir en aquel día; por la noche debemos examinarlas si las hemos utilizado bien; y la mañana siguiente renovar otra vez las mismas decisiones y deseos con más vigor, sobre todo en ejercitar aquella virtud que tenemos en nuestras manos. Similarmente también los ejemplos de los Santos, nuestras oraciones y los estudios de la vida y del Pazos de Cristo, todo esto que es tan necesario en cada ejercicio por las virtudes espirituales; pero principalmente que se hagan por aquella virtud que queremos practicar; pero por muchos motivos y causas que nos ocurren aquel día, aunque sean distintos entre sí, sin embargo todos deben ser tratados, a medida de lo posible, para la adquisición de aquella virtud que deseamos (ver capítulo 40).
De esta manera debemos esforzarnos a acostumbrarnos hacer las praxis-acciones virtuosas, interiores y exteriores, con el mismo y mucho ánimo y facilidad que antes hacíamos las contrarias maldades, o mejor dicho con la facilidad que se hacen los deseos naturales de nuestro corazón; tanta costumbre debemos conseguir en las virtudes, que deberán ser incorporadas y activas como naturales. Cuando más dificultades encontramos en ellas, como dijimos, antes, tanto más rápido y más profundo pondrán y sembrarán la buena costumbre en nuestra psique.
Los lemas adecuados de la Divina Escritura, cuando se dicen por nosotros con voz o con el nus, tienen una fuerza admirable para ayudar al ejercicio de la buscada virtud, porque dice Salomón: “¿Qué vas a cumplir y aplicar, hijo mío? Pues, los logos de Dios” (Prov 31,2). Por eso, tengamos a mano y en nuestra memoria muchos lemas para la virtud que nos estamos ejercitando, los cuales se hacen praxis y que se digan durante el día, sobre todo si por casualidad el pazos contrario de aquella virtud nos ataca.
Por ejemplo, si nos ocupamos para la adquisición de la virtud de la paciencia, podemos decir los siguientes lemas y otros similares: “El hombre tolerante tiene paciencia y prudencia; el hombre tolerante, paciente y magnánimo es superior que el poderoso; y aquel que detiene y domina su ira es superior de aquel que conquista una ciudad” (Proverbios). “La paciencia de los pobres no desaparecerá” (Sal 9,19). “Ay de los que han perdido la paciencia” (Sab Sir 2,15). “Con vuestra paciencia sanaréis y salvaréis vuestras psiques” (Lc 21,19). “Con la paciencia recorremos el camino de la lucha que tenemos ante nosotros” (Heb 12,1). “Tened por bienaventurados y felices los que muestran paciencia” (Sant 5,11). “Bienaventurado y feliz el que acepta con paciencia las pruebas” (Sant 1,12). “Vuestra paciencia debe durar hasta el final” (Sant 1,4). “Tenéis necesidad de paciencia” (Heb 10,36). Igualmente podemos decir también estas pequeñas oraciones: “Oh Dios mío, cuándo será armado mi corazón con el arma de la paciencia; cuándo superaré cada prueba con corazón sereno y reposado para dar alegría a mi Dios”. “¡Oh queridísimas pruebas que me habéis hecho similar a mi Señor Jesús Cristo que sufrió para mí; oh Jesús Cristo la única vida de mi psique, ¿quizás yo viviré alguna vez sosegado y tranquilo dentro de las miles de torturas y fatigas para la gloria tuya?” “¡Bienaventurado yo que, aunque estoy en medio del fuego de los sufrimientos me encienda del deseo de sufrir para ti mayores fatigas!”
Estas pequeñas oraciones utilicémoslas para progresar en las virtudes, incluso otras adecuadas para cada virtud que estamos practicando, cuantas nos inspire el espíritu de devoción y piedad. Estas pequeñas oraciones se llaman lanzas y flechas, porque son como lanzas y flechas que atraen el cielo y tienen gran fuerza para elevarnos a la virtud y llegar hasta los oídos de Dios, aunque están acompañadas de dos cosas, como de dos alas; un ala es la verdadera gnosis (conocimiento) de la alegría de nuestro Dios, de la que recibimos para el ejercicio que hacemos en las virtudes; y el otro ala es un ardiente deseo para adquirirlas y gustan a Su divina majestuosidad (75). El divino Agustino, no sólo el mismo amaba mucho en componer oraciones lanzadoras y atractivas, sino que aconsejaba a su hija espiritual Proba, a que lea y estudie semejantes oraciones.

Capítulo 37
Debemos progresar siempre con esmero y cuidado al ejercicio de la virtud.
Entre aquellas cosas que son necesarias y contribuyen en la adquisición de las virtudes, además de las que hemos dicho anteriormente, son las siguientes; es decir, para estar yendo siempre en adelante, si queremos llegar al propósito que queremos aquí. Porque de otra manera si paramos, regresamos hacia atrás; o sea que si paramos las praxis virtuosas, obligatoriamente ocurre que mediante violentas caídas y declinaciones de la disposición estética y de las demás cosas que nos mueven exteriormente, sucede, digo, que nazcan en nosotros muchos pazos desordenados, los cuales corrompen las virtudes o por lo menos las disminuyen y así nos privan de muchas alegrías y favores que progresando podríamos conseguir de Dios.
Por eso el camino espiritual es distinto que el camino que hace el caminante en la tierra. Porque el caminante de la tierra, cuando se detiene, no pierde nada de la trayectoria que ha realizado; en cambio, en el camino espiritual, si el caminante para la virtud se detiene, pierde cuantas virtudes ha adquirido anteriormente; además, el caminante de la tierra cuando más camina más se cansa, pero en el camino espiritual cuando uno más camina más descanso, valor, fuerza y poder adquiere.
Porque con el ejercicio virtuoso, por un lado, la parte inferior, es decir, el cuerpo que con la guerra que hizo lo ha endurecido y esforzado en el camino de la virtud, por otro lado, la parte superior en la que permanece la virtud, es decir, la psique, se sostiene y se fortifica siempre más y más. Por lo tanto, cuanto progresamos a la virtud y al bien, tanto disminuye y empequeñece aquella prueba que sentimos al principio de la virtud; y aún, una dulzura mística, la que proviene de Dios, se une con nosotros y en cada hora se hace más grande. Y así caminando siempre de virtud en virtud con más facilidad y fuerza, llegamos en la última cima de la montaña, allí donde la psique se hace perfecta y opera ya no con desgana sino con alegría y deleite especial. Porque, ya que ha vencido y domado los pazos y ha sometido toda la creación mediante la sumisión del cuerpo, vive feliz en Dios; y allí esforzándose agradablemente, recibe reposo y sosiego.

Capítulo 38
Teniendo obligación a luchar siempre por las virtudes, no debemos evitar aquellas cosas que nos son motivos y causas para adquirirlas.
Si quieres estar caminando siempre delante del camino de las virtudes sin parar, debes tener cuidado a que no se escape de tus manos aquello que puede ser la causa y motivo para adquirir la virtud. Por tanto, piensan malamente aquellos que, mientras puedan, evitan aquellas cosas contrarias que pueden ayudarles para la adquisición de la virtud; por ejemplo, si deseas adquirir el hábito de la paciencia, no es bueno evitar aquellas cuestiones, praxis y loyismí que te promueven a la impaciencia; por eso no debes evitar en participar en algunas praxis que te son molestas. Pero relacionándote y conversando con cualquiera que te produce rechazo y sufrimiento, que tengas siempre tu voluntad preparada y dispuesta a sufrir cualquier cosa repugnante que pueda ocurrir. Porque si operas de otra manera no te acostumbrarás nunca a la paciencia.
Así similarmente debes hacer en cualquier praxis que te produce repugnancia, sea por sí sola o a causa de aquel que te ha provocado esta o a causa de aquel que te impide de la otra que te gusta más; es decir, debes utilizar y seguir aquella obra y praxis que te molesta y te perturba y que podrías descansar si la dejas. Porque si no aprendes a sufrir, nunca podrá ser verdadero el descanso y sosiego que buscas, cuando no proviene de la psique sanada, psicoterapiada y purificada del pazos de la filaftía (excesivo amor a sí mismo y al cuerpo, egolatría) y adornada de la virtud.
Lo mismo te digo hacer también para aquellos loyismí que algunas veces molestan, perturban y confunden tu nus y tu mente. Estos no debes expulsarlos solo, porque con la prueba que te dan a la vez te hacen acostumbrarte a aguantar con paciencia las cosas contrarias. Y el que te dice lo contrario de todo esto, y te aconseja evitar la prueba, por supuesto que se equivoca.
Es cierto que, el soldado principiante debe luchar con diligencia, cuidado y habilidad contrariamente con los enemigos motivos que hemos dicho; y unas veces más y otras menos despreciarlos y dejarlos según el progreso y la fuerza que adquiere a la virtud. Pero no debe por esto doblegarse totalmente y retroceder hasta el punto de abandonar por todo motivo de contrariedad que le hubiera ocurrido. Porque si durante el pasado queríamos salvarnos del peligro de la recaída mediante esta huída, sin embargo al futuro estaremos peligrando más a ser vencidos de los ataques y golpes de la impaciencia, puesto que no estaremos armados de antes con el uso de la virtud contraria; es decir, la paciencia. Pero estos silogismos, no tienen lugar en los pazos carnales, como hemos dicho anteriormente sobre estos. Porque los causantes de estos siempre y con perfección debemos evitarlos.

Capítulo 39
Debemos amar todos los motivos que provocan la adquisición de las virtudes y más aquellos que traen más dificultades.
No debes, amigo mío, de ninguna manera evitar aquellas cosas que te son motivos para adquirir las virtudes; al contrario, debes aceptarlos siempre con alegría, inmediatamente que se te presenten y que consideres ya honestas aquellas cosas que se presentan en tu sentido como más repugnantes e indeseables. Y esto lo conseguirás con la ayuda de Dios, si imprimes bien en tu nus los siguientes pensamientos.
Primero debes pensar que los motivos son instrumentos necesarios y análogos para adquirir las virtudes. Por lo tanto, si tú pides de Dios virtudes, es normal que pidas también sus instrumentos y sus motivos; de otra manera, tu oración será vana y sólo se hace para molestar o tomar el pelo a Dios. Porque el Dios no acostumbra nunca dar la virtud de la paciencia sin sufrimientos, los cuales son motivos e instrumentos de la paciencia; ni da humildad, sin desprecios y deshonras; lo mismo también para todas las demás virtudes.
Por eso, cuando más duros y fatigosos son los instrumentos y los motivos de las virtudes, tanto más gustados son. Porque las praxis que hacemos cuando nos ocurren estos motivos son más valientes y fuertes y además mucho más fácil y rápido nos abren el camino de la virtud. Pero no debemos ejercitarnos sólo a los grandes motivos y contrariedades que nos ocurren sino también a las pequeñas; por ejemplo, no debemos soportar y tener paciencia sólo de los golpes e insultos que nos ocurren, sino también aguantar una forma y mirada mala que alguien nos hará o una palabra fea y dura que nos digan (76). Porque las praxis que se hacen por estos pequeños motivos ocurren más a menudo y a continuación nos acostumbran a soportar más fácil también los grandes. 76 Por eso el apóstol Santiago nos pide que nuestra paciencia no sea imperfecta e incompleta, teniendo paciencia para unas cosas y para otras no: ”Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Sant 1.4-5).
Segundo, pensar que todas aquellas cosas que nos ocurren, provienen de Dios para beneficio nuestro y para que saquemos fruto de estas. Aunque algunas de estas cosas, a pesar de ser faltas nuestras o de otros, no puede uno decir que provienen de Dios, el cual no quiere el pecado; sin embargo, se dice que son de Dios, pese a que él concedió que sucedan y aunque podía impedirlas no las impide. Además todos los sufrimientos, tristezas y fatigas, cuando vienen por falta nuestra o por la maldad de otros, se dice que son de Dios y del Dios; porque quiere que nos sucedan y nos fatiguemos para el bien de la virtud que podemos ganar de estas cosas y para otras razones de Dios que por supuesto nos son incomprensibles, pero justos y benditos, como dice el divino Agustino; (Ver capítulo 41).
Por tanto, nosotros estando realmente seguros que el Dios quiere que soportemos voluntariamente todo tipo de molestias que provienen de nuestras obras injustas o de otros, el decir, (con excusa de su desesperación muchos dicen), que el Dios no quiere y sobre todo se repugna por los males que se hacen, no es otra cosa que estamos cubriendo y excusando nuestras faltas con un vano pretexto, evitando la cruz de los sufrimientos, lo cual no podemos negar que es gustado a Dios y que el mismo manda que soportemos nuestra cruz. De hecho yo digo que el Dios ama mucho más que soportemos con paciencia aquellas pruebas que provienen de la vileza y mala astucia de los hombres y sobre todo de aquellos que han sido beneficiados por nosotros, que de las fatigas y tormentos que vienen por otros acontecimientos tristes y desagradables. Porque de estas cosas naturalmente nuestra naturaleza orgullosa se hace más humilde y recogida; además sufriendo estas cosas voluntariamente, nos sanamos, psicoterapiamos y alabamos más a nuestro Dios, al estar colaborando con él en una obra admirable, en la que brilla su omnipotencia e inenarrable bondad. Y esto es, el estar sacando del veneno del pecado, fruto y miel de virtud y belleza.
Por eso, el Dios, apenas vea que tenemos verdaderamente el deseo vivo y ardiente y que le rogamos como es debido, para una gloriosa adquisición del bien de este tipo, nos prepara el cáliz de las tentaciones más feroces y los más duros motivos, para recibirlos y aceptarlos en su debido tiempo adecuado.
Por tanto, nosotros conociendo su agapi-amor hacia nosotros y nuestro propio interés, debemos con los ojos cerrados este cáliz aceptarlo y beberlo todo hasta el fondo, con buen ánimo y seguridad; porque es medicinal y terapéutico, que se ha dado de una mano que no se equivoca y está constituido de hierbas tan beneficiosas para la psique, por muy amargas que sean por sí mismas.

Capítulo 40
Cómo podemos en distintas cuestiones y motivos utilizar el ejercicio de la una y misma virtud.
Como hemos dicho más arriba, el ejercicio, para la una y única virtud el que se hace en poco tiempo, es más fructífero y beneficioso que el ejercicio que se hace para muchas virtudes. Y que de acuerdo con esto serán gobernados también los motivos que nos ocurren, aunque sean distintos entre sí, por eso ahora estate atento en aprender el método o manera que se puede hacer esto muy fácilmente.
Muchas veces sucede que en uno y mismo día u hora, que alguien nos controle sin motivo por una praxis-acción que es buena, o que no nos haga el favor que hemos pedido o cualquier otra cosa que nos suceda, que sin causa da una supuesta imagen mala para nosotros, o que se nos produzca algún dolor de nuestro cuerpo, o que un superior nos mande alguna cosa que no nos gusta, o que nos sucedan cosas difíciles y duras de soportar de las cuales la vida tormentosa del hombre está llena. En esta gran variedad, digo, de similares u otros acontecimientos, podemos proyectar varias praxis de virtud; pero para mantener la regla que se ha definido, debemos ejercitarnos con praxis que todas son del mismo tipo y similares con la virtud que entonces tenemos en nuestras manos.
Por ejemplo, si en tiempo desigual vienen los motivos que se han dicho, nos estamos ejercitando en la paciencia, haremos operaciones y actos para soportar todos estos motivos voluntariamente y con placer de nuestra psique; si nuestro ejercicio está en la humildad, hará de nuestro sí mismo conocer que es digno de cada mal de todas estas cosas contrarias que nos han venido; si nuestra lucha está en la obediencia, se someterá con buen ánimo a la muy fuerte mano de Dios; y también para la propia terapia, nos someteremos hasta en las creaciones lógicas, e incluso en las que no tienen psique, de las que nos vienen estas fatigas y sufrimientos.
Si por otro lado, nos ejercitamos en la pobreza, debemos estar pacientes y agradecidos de todo consuelo de este mundo, sea grande o pequeño. Si nuestro ejercicio está en la agapi (amor desinteresado, energía increada), proyectaremos las praxis de la agapi también hacia el prójimo, ya que él se nos ha convertido en instrumento del bien que podemos adquirir, y también hacia Dios puesto que es la primera y amada causa por la que se permiten o provienen estos sufrimientos para nuestro ejercicio y progreso espiritual. De todo esto que hemos dicho, está claro que con un solo motivo de una enfermedad posible u otro sufrimiento que pueda acompañarnos mucho tiempo, podemos hacer actos-praxis de aquella virtud que estamos ejercitando.

Capítulo 41
El tiempo que debemos poner para el ejercicio de cada virtud; y sobre los puntos de nuestro progreso.
A lo que concierne la duración y espacio del tiempo que debemos disponer para el ejercicio de cada virtud, esto no lo debemos determinar nosotros. Por eso, uno debe regular según su posición, el progreso que tiene en su vida espiritual y de acuerdo con el discernimiento del Yérontas o Guía Espiritual que nos conduce en esta vida. Pero si mostramos la dirigencia real y utilizamos los métodos que hemos dicho, no hay ninguna duda que en pocas semanas se produce un gran progreso. El punto de que hemos tenido un progreso en la virtud es la continuación permanente del ejercicio por la virtud. Y eso deberá estar ocurriendo también en momento de enajenación, oscurecimiento y tristeza de la psique, incluso durante el tiempo que por divina economía o concesión, serán reducidos de nosotros los consuelos y alegrías espirituales. (77) San Isaak el Sirio en su logos 12, quiere que pongamos señales en cada paso que hacemos para conocer nuestro progreso o el engaño del enemigo. De hecho dice también los siguientes puntos; cuando ves que tu nus sin ninguna violencia sino libremente corre a los bondadosos loyismí, esto es un punto que progresas. Similarmente cuando estás parado a la oración y tu nus no corre por aquí y por allá, sino que se corta, se detiene la lengua en el versículo de tu salmo o frase y te viene silencio y admiración sin que tú lo quieras. También cuando ves que en cada recuerdo, cada loyismós y cada estudio y contemplación que tienes, tus ojos se llenan de lágrimas, sin violencia. Similarmente cuando ves que en algunos espacios del tiempo todo tu nus se sumerge en tu corazón, y allí permanece por un rato y después de esto ves todos tus miembros agotados y reina paz en tus loyismí, todas estas cosas dice el santo, son señales de nuestro progreso.
Un punto muy claro de nuestro progreso es también la guerra que nos hace la carne para que proyectemos las obras de la virtud. Porque, mientras y cuanto se debilita la guerra carnal, debemos saber que hemos progresado en la virtud.
Así lo mismo, cuando no sentimos la guerra de la parte estética o física e inferior, o cuando de repente suceden posibles motivos y ataques (78), esto es un punto de que hemos progresado en la virtud. Pero también cuando nuestras praxis están acompañadas de mayor gana y deseo que antes para hacerlas y también cuando hay alegría espiritual, entonces podemos calcular que hemos progresado a la virtud.
78. Pero cuando nos suceden de repente las causas de los pazos, ni entonces debemos confiarnos si no hemos sido perturbados. Porque supongamos que no hemos sido perturbados por una o dos veces del día, realmente estando en buen estado, pero es posible que con la cuarta o quinta vez seamos perturbados de los pazos. Y hablando más simple, como el hombre por naturaleza es alterable y puede en un momento a otro cambiar, y por un momento encontrarse al paraíso y por otro al hades, por eso debe siempre estar en alerta y tener temor en su corazón, tal como nos pide san Pablo: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2,12) y así en toda su vida nunca podrá tener confianza.
Pero a pesar de todo esto, nunca debemos tener la certeza de que hemos adquirido las virtudes o hemos vencido totalmente algún pazos, aunque después de largo tiempo y muchas guerras no hemos sentido ya sus movimientos, porque aquí puede ser que esté escondida la astucia y la energía del diablo y nuestra naturaleza que nos engaña. Así algunas veces esta maldad que por algún orgullo escondido se presenta como virtud y además de esto, si pensamos en la perfección en la que nos está llamando el Dios, incluso aunque hubiésemos progresado mucho en la virtud, otra vez no podemos pensar que hemos entrado al principio y en las primeras fronteras (79).
79. Por eso también los Padres y sobre todo san Juan el Clímaco, esta perfección de los perfectos, la llamaron interminable, imperfecta y deficiente: “el interminable perfeccionamiento de los perfectos”, dicen los santos Padres. Y Pablo define esta perfección como correr siempre hacia adelante y no volver hacia atrás, y en creer que no hemos logrado nada: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios” (Fil 3, 12-15). 79. Es decir, la perfección es creer que nunca hemos llegado a la perfección. Y esta es la posición y actitud de la virtud, en no detenernos sino que corramos siempre hacia ella, cosa que parece algo raro cuando se dice.
Además, en la profundidad de nuestro corazón se encuentran tantos pazos finos y ocultos, que ni siquiera conocemos que son pazos. Entonces pues, ¿cómo podemos tener confianza en nosotros mismos de que nos hemos “psicoterapiado” sanado y purificado de los pazos? Y si aquellos ojos muy fuertes y proféticos de David, no podían conocer estas cosas, ¿cómo nosotros podemos conocerlas? Por eso él rogaba a Dios que le sanara y limpiara de estas: “Señor, sáname y purifícame de los pazos ocultos de mi corazón”(Sal 18,13), así lo mismo también estamos obligados siempre a rogar para la catarsis de semejantes pazos ocultos y finos. Porque nosotros conocemos sólo las energías y los ramos de los pazos, pero no podemos conocer sus fuerzas y sus raíces sin la iluminación del Espíritu Santo. Por eso sólo cuando los pazos operan, entonces comprendemos que tenemos pazos. Pero cuando estos están tranquilos y quietos (80) creemos que hemos llegado a la perfección.
80. ¿De dónde comprenderemos que estos pazos se tranquilizan en nuestro corazón? Del siguiente signo; cuando hayamos encontrado algún motivo y sobre todo si de repente promueve los pazos, entonces entendemos también nosotros que los pazos nos perturban y nos remueven y nos sorprendemos cómo estaban escondidos y han surgido. Por eso, es bonito el ejemplo que pone san Isaak el Sirio, dice: “Cuando es invierno las hierbas desaparecen de la capa de la tierra, sin embargo sus raíces quedan escondidas al fondo de la tierra, e inmediatamente apenas huelan lluvias primaverales, surgen y llenan la capa de la tierra, así ocurre también con los pazos. Y para decirlo con otra manera más inteligente; igual que aquella tierra maldita que saca cardos y espinas, así también nuestra naturaleza, ya que es corrupta, cuando se siembra y concibe con el pecado, naturalmente de una manera genera y nacen los pazos, por eso uno nunca debe confiar.
Por eso, tú como principiante en la guerra, y como un bebé que acaba de nacer para luchar y guerrear, estate ejercitándote siempre con buen ánimo y ganas, como si aún no hubieras comenzado a la virtud. Y mejor que te ocupes en progresar en las virtudes en vez de examinar, buscar y pedir señales de tu progreso espiritual.
Porque nuestro Señor, el verdadero Dios y único controlador y examinador de nuestros corazones, algunos les ilumina para que conozcan su progreso y algunos no les ilumina, tal y como conoce que a causa de esta gnosis (conocimiento) puede venir humildad u orgullo, y por un lado como Padre caritativo, impide el peligro, y por otro lado, les da motivos para que aumenten la virtud. Pero también aquel que no conoce su progreso, pues, que continúe el ejercicio de sus virtudes y lo conocerá cuando le parecerá bien a Dios; y eso para mayor bien suyo.

San Nicodemo el Aghiorita

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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