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Τρίτη 28 Μαΐου 2013

El paralítico y los paralíticos Παράλυτος καὶ παράλυτοι

Κυριακὴ του Παραλύτου
El paralítico y los paralíticos Παράλυτος καὶ παράλυτοι.
(+Μητροπολίτου Φλωρίνης Αυγουστίνου Καντιώτου)
«Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8)
¡Queridos míos, han escuchado el evangelio! El evangelista Juan nos narra un milagro: Cómo el Señor ha curado un paralítico que estaba 38 años enfermo. El milagro es conocido.
Muchos escuchan el Evangelio con indiferencia. Los acontecimientos que narra no les emocionan. Algunos incluso dicen irónicamente: Estas cosas pasaban en aquellos tiempos… Es decir, consideran las cosas que describe el Evangelio no sólo son increíbles sino que no tienen nada que ver con la vida actual de hoy en día. Pero estas cosas que escribe el evangelista, queridos míos, son también para nosotros que hoy vivimos aquí y para aquellos que vivirán después por muchos siglos. Para todos los hombres son interesantes y relevantes.

El paralítico que hemos visto hoy es la fotografía de la sociedad actual y de todos nosotros. Me dirán: gracias a Dios nadie de nosotros es paralítico o en una silla de ruedas. Si te dirigieras a los paralíticos, el caso del evangelio de hoy sería consolador. Podrías decirlos: “Os traigo un saludo y junto con esto os aconsejo el fármaco de él, que es la paciencia…” Este milagro consuela a los paralíticos. Ves y dígaselo a ellos no ha nosotros… Lo digo porque nosotros tenemos necesidad de esta enseñanza. Porque nosotros también somos paralíticos. Paralíticos no tanto al cuerpo, como en la parte más noble de nuestra existencia, nuestra psique-alma. Y a causa de nuestra parálisis psíquica, queda paralizado también nuestro cuerpo. El hombre de hoy día mientras satisface todos sus apetitos carnales, está en inquietud continua, pero en esencia está paralítico -psíquica y físicamente- para lo grande y lo alto. El hombre entero debe estar moviéndose hacia el bien, hacia la realización de la voluntad de Dios. Pero no se mueve. Por eso os digo que hay paralíticos más de lo que os imagináis. Os presentaré algunos.
¿Qué día es hoy? Domingo, es decir, el día dedicado al Señor. Hoy el primer trabajo y deber alto que tenemos, como seres lógicos y como Cristianos, es al escuchar la campana, inmediatamente debemos correr todos al templo, para agradecer a Dios. ¿Os pregunto: lo hacen todos? En cada parroquia hay personas muy saludables, que pueden y caminan kilómetros, y a pesar de eso la Iglesia no los ha visto, no los conoce. La presencia de ellos durante el Domingo al templo es desconocida. ¿Por qué? Porque son paralíticos. Tienen pies para otros movimientos, actividades y tareas, pero pies para la Iglesia no tienen; como son paralíticos espiritualmente, se han convertido físicamente también en paralíticos. Y no sólo ellos, hay también otros.
Hay personas que tienen dinero, personas que podrían ofrecer mucho y ayudar enormemente. Pero la mano de estas personas está paralítica para este tipo de cosas. No la meten al bolsillo, no abren su cartera, ni desbloquean la caja fuerte para dar algo en algún pobre. Manos que están solamente para tomar; tomar aún de allí donde no está permitido, incluso toman hasta las ofertas del diablo. Otras manos para dar no tienen. La avaricia, el excesivo amor al dinero ha paralizado sus psiques-almas y también sus manos, y no dan nada.
Paralíticos pues, los que no van a la Iglesia y también los que no dan caridad. Pero hay también otros paralíticos. Algunos tienen orejas sólo para oír a todas horas las cosas mundanas, los sonidos y los mensajes de la corrupción y perversión; orejas pegadas en los auriculares, discos, radios y televisiones. Pero estos Cristianos no tienen orejas para escuchar un himno, un tropario, un asma eclesiástico. Así que tienen orejas y no tienen.
Y digo que no tienen orejas porque no las utilizan para el propósito que las ha dado el Dios; hasta las creaciones inanimadas obedecen a sus mandatos, los animales, las plantas, las piedras, las aguas, los planetas y las estrellas, todos escuchan, a su manera, y hacen la voluntad de Dios. Sólo el hombre es paralítico al oído.
Pero no quiero terminar sin mostraros un paralítico más. Existen hombres que tienen una lengua que verborrea como una cotorra. Todo el día hablan. Hablan y hablan varias cosas, pocas veces necesarias y la mayoría de las veces vanas y superfluas. Pero dentro de millares de palabras que dicen no se oye la palabra más grande e importante, la palabra: DIOS. Es desconocida al vocabulario de ellos. Pero me parece que me equivoco. Pronuncian la palabra Dios muchas veces. ¿Pero cuándo? Cuando blasfeman. Entonces tienen lengua. Cuando deben agradecer a Dios y alabarle por sus donaciones y grandezas, la lengua de ellos queda paralítica. Espiritualmente paralíticos. Paralíticos como personas, como familias, paralíticos como sociedad y como países. ¡Si existieran hombres vitales, Cristianos ardientes, cuántas cosas se harían! ¡Cuantos males serían prevenidos! Ahora los paralíticos espirituales están viendo el mal que avanza y no mueven un dedo para frenarlo. Están viendo al diablo y sus instrumentos quemar y destruir, pero nadie se mueve para apagar el fuego. Parece que no son paralíticos sino muertos. ¿Queréis más ejemplos?
En lugares públicos se oye una blasfemia terrible. Muchos la oyen, pero nadie protesta. Nadie abre la boca para decir algo. Parece que aquel ha blasfemado en un cementerio ante los cadáveres. ¡Es una sociedad paralítica, escuchan el nombre de Dios que sea blasfemado y todos son indiferentes!
Otro caso. Ves que se editan impresos asquerosos que los leen los niños, pero tú permaneces paralítico no los arrebatas y quemarlos, porque estos prenderán fuego a tu casa. ¿Qué indica esto? Que estamos muertos, sólo el nombre de vivos tenemos (Apoc 3,1).
¿Queridos míos! Hay muchos paralíticos. Potencias enormes, que podrían cambiar al mundo en un paraíso, no se movilizan, sino que permanecen en quietud. Pero no basta sólo con encontrar la afirmación triste del mal. Es necesario también encontrar la manera de terapia del mal. Es decir, cómo se moverá la mano para hacer el bien; cómo el pie correrá hacia la Iglesia; cómo los oídos y los ojos se abrirán a las voluntades y los mandatos divinos; cómo el hombre entero se convertirá en un instrumento bien movido hacia la voluntad divina dentro en la sociedad, en pocas palabras, cómo los paralíticos serán revividos. El motor y la fuerza vivificante para el paralítico del Evangelio fue la orden omnipotente de Cristo. Por lo tanto, necesitamos la corriente de la energía increada Jaris (gracia). Si venimos en contacto con el Cristo y tocamos esta corriente vivificante, nosotros también veremos el milagro. Sí. El Cristo, con una orden curó al paralítico de Bitscesdá, él también hoy puede hacer el milagro en todos nosotros. Es el mismo. No ha perdido no un electrono de su infinita potencia. El sol que ilumina al mundo y se ve que permanece el mismo por miles de años, cada día algo pierde. Pero esta pérdida es imperceptible; pero llegará el día que él también se apagará como una vela. Pero el sol Cristo permanece “el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb 13,8). Por encima del alumbramiento del sol y las estrellas está el Señor. El Señor vive y reina por los siglos. Con cuanta facilidad dijo al paralítico. “Levántate y camina” (Jn 5,8), con la misma facilidad hará otra vez el milagro, resucitará a cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestros pueblos en una vida nueva. Por eso escuchemos la voz de los ángeles: ¡Acercaos al Señor y creed firmemente el él! Y entonces amanecerá en nuestro interior una vida nueva, una vida eterna en doxa=gloria de Dios. Amín.
+Obispo Agustín, homilía grabada en 12-5-1057 Fuente: ΑΚΤΙΝΕΣ
Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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