YERONTAS
ATANASIO MITILINEOS (1927-2006)
Novena
bienaventuranza
Bienaventurados
y felices seréis los que os habéis convertido en mis discípulos
cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros todo tipo de
calumnias, difamaciones y mentiras por causa mía. Alegraos
y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e
incalculable. Porque también persiguieron a los profetas que ha
mandado Dios antes que vosotros.
Queridos
amigos míos desde entonces que ha venido el Señor en la tierra, el
mundo se ha separado en dos campos: en aquellos que han creído y se
hicieron Sus discípulos y en aquellos que Le han negado como Dios y
han tomado una actitud enemiga hacia Él.
Toda
esta situación la atribuye con la profecía san Simeón el Receptor
de Dios – su onomástica la celebramos el día 3 de febrero- que
recibió en sus brazos el recién nacido Jesús. Le llamó “signo
contradictorio” (Lc 2,34). Signo
quiere decir milagro y también elemento de referencia. Aquí mejor
considerado es como milagro; un milagro que los hombres tomarán
posición y actitud distinta ante Él; es decir, estará produciendo
fe y también contradicción, infidelidad. Es muy natural, pues, que
los que han creído en Jesús Cristo ellos también se conviertan en
signos
contradictorios
en la Historia. Atención a esto, tenemos que concienciarlo.
El
Cristo dijo lo siguiente: Acordaos siempre del logos que yo
os he dicho: no es el siervo mayor que su señor. Si los hombres del
mundo me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si
guardaren mi logos, también guardarán el logos vuestro. Todas estas
cosas las harán con vosotros por causa de mi nombre, porque no
conocen al que me ha enviado. (Pero todas estas cosas las
harán con vosotros a causa de la fe que tenéis por confesar y
predicar en mi nombre, porque no conocen ni quieren conocer aquel que
me ha enviado) (Jn 15, 20-21). Todas estas cosas sea
aceptándolas, sea rechazándolas os las harán a vosotros por mi
nombre, -el signo contradictorio.
Esto
debemos conocerlo, sino de otra manera estaremos viviendo en un tipo
de crisis en nuestra vida que muchas veces puede ser que no nos
resulte en buen camino.
Así
que la octava bienaventuranza, que hemos hablado la vez anterior,
bendice y considera felices aquellos que están perseguidos por su
firmeza y estabilidad en la santidad; la novena bienaventuranza
bendice y considera felices aquellos que están perseguidos,
difamados, burlados y calumniados a causa de la confesión a la
persona divino-humana de Jesús Cristo.
Y
ahora la novena bienaventuranza que es la última, nos dice:
“Bienaventurados y felices seréis los que os habéis convertido
en mis discípulos cuando os injurien, os persigan y digan contra
vosotros todo tipo de calumnias y mentiras por causa mía. Alegraos y
deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e
incalculable. Porque también persiguieron a los profetas que ha
mandado Dios antes que vosotros” (Mt 5,11-12).
Aquí
tenemos una confesión exterior con palabras y hechos. Esta misma
actitud del hombre con sus palabras puede provocar. Es decir, aquello
que os he leído la otra vez de que el creyente y piadoso “está
visto como pesado, molesto”, aún hasta verlo, porque su presencia
provoca control, inspección al ambiente. Por supuesto que esto es la
mejor confesión de Cristo, es decir, vivir vida espiritual ortodoxa;
y naturalmente en aquellos que caemos mal nos convertimos en
escándalo para ellos.
Como
ejemplo os digo así improvisadamente, ahora que es el Gran Cuaresma;
si vamos a una cena por un difunto veremos que nos ponen carne.
Existe esta costumbre mundana que debemos dar carne este día, aunque
sea Gran Cuaresma. Si no lo hacemos esto es considerado por algunos
como tacañería, que hemos invitado a los parientes y no queremos
gastar en carne… y cosas así parecidas. Entonces caemos y comemos
carne. Cierto que los parientes están llamados para orar a Dios por
la psique del muerto. Pero exactamente de esta manera le entristecen.
Si nosotros decimos que no comemos carne, aunque fue puesta en la
mesa, dirán que les escandalizamos. Pero pregunto: ¿Señores, en
qué os escandalizamos, en qué?
Como
comprendéis el mundo es curioso. ¡Y el “mundo” está
constituido de Cristianos bautizados! Hubo una vez que el
cosmos-mundo no eran los bautizados Cristianos, y hablábamos de
bautizados y no. Hoy la posición del mundo, en el sentido
espiritual, lo contienen los hombres bautizados. ¡Es trágico!
Sin
embargo, la novena bienaventuranza nos dice que nuestra confesión
debe ser con obras y palabras. El mundo, a los que confiesan al
Señor, se opone con las tres maneras que nos ha expuesto el Señor
en la novena bienaventuranza.
La
primera manera es la burla, es decir, “se burlarán, se mofarán
o se reirán de vosotros”.
La
burla es ironía, es decir, un arma muy fina en las manos de los
hombres mundanos, un arma maligna, vil, artística, psicológica y
efectiva. Dicen una ironía que es como si te dieran un navajazo y se
van. Uno te tira un logos despectivo y ridículo, un insulto, una
burla, un comentario socarrón que te pica y que muchas veces te
afecta al centro de tu personalidad, de tu hombría o de tu dignidad
en general. Toca las cuerdas finas de tu pundonor; en el fondo pica
las cuerdas más finas de nuestro egoísmo, y esto vigilémoslo bien,
porque es el punto principal.
Pero,
si ocurre que tenemos egoísmo, es decir, que no nos hayamos limpiado
o hecho la catarsis de nuestro corazón, entonces por supuesto que no
tendrá buen término la confesión de Cristo; en alguna parte
caeremos. Si no hemos hecho la catarsis de nuestro corazón, de modo
que tengamos humildad, de modo que no proyectemos nuestro egoísmo,
cuando el otro se burla y se ríe de nosotros, entonces lo tiramos
todo. En este punto tened mucho cuidado. Generalmente en el ambiente
de cada uno, en la escuela, en el ejército, en el trabajo…, cuando
el otro nos dice algo nos picamos, e inmediatamente para que no
parecer que somos inferiores ante los demás nos retiramos de la
confesión de Cristo, olvidamos la novena bienaventuranza, porque la
burla o la ironía de los demás ya nos ha segado, dominado y ganado.
Por
eso diría que la burla es un arma muy bien psicologado y pensado por
los hombres mundanos, y es muy vil, maligno y efectivo. Tengamos
cuidado, no podemos empezar hacer de apologetas (confesores) de
Cristo sin una elemental catarsis de la psique, de nuestro corazón.
Tengamos cuidado pues. Necesitamos humildad y fuerza de la psique. Y
todo esto única y exclusivamente porque somos cristianos ortodoxos,
no hay otra razón.
En
el palatino de Roma se encontró debajo del suelo –yo he visto la
foto- una caricatura marcada que presenta un burro encima de la cruz,
y abajo está la siguiente epígrafe: “Alexamenos respeta a Dios”.
Obviamente el origen es de los soldados del Palatino, querían
burlarse de algún compañero suyo cristiano. Marcaron pues, a Jesús
Cristo como burro encima de la cruz, diciendo que el Alexamenos
respeta a Dios, y este Dios no es otra cosa que el burro.
¡Imaginaos!...
Pero
dentro de la cotidianidad tenemos incontables casos de este tipo,
incluso hasta en nuestra casa. Por eso para nuestra casa el Señor
dijo: “…y los enemigos del hombre sus familiares” (Mt
10,36).
Veis,
pues, que esto es un punto especialmente importante. Uno habla con
prudencia para el Cristo y los demás le consideran un fanático, un
santurrón, un desajustado y un hombre oxidado con ideas antiguas.
¡Habla sobre la moral evangélica, que son dos cosas: la fe
cristiana y la ética evangélica, es decir, ortodoxia y ortopraxía,
habla sobre el modo que uno va a vivir y es considerado como un
hombre anómalo y raro!
Hace
muchos años, una madre decía sobre su hija que en el colegio sólo
iba en compañía con chicos y cuando la preguntó porque no con
chicas, la contestó: “¿Qué quieres, que me consideren como
anómala?... Os digo que esta chica se casó y tuvo hijos, pero está
a las puertas de la separación, lo está pasando muy mal,
simplemente porque no ha abrazado la vida espiritual, en cambio su
marido parece que esto lo quería.
La
segunda manera después de la burla que aplican los que quieren
tentar al Cristiano, es algo más dinámico: es la persecución.
Privan la libertad, maltratan –cuando han avanzado en situaciones,
sobre todo en un estado ateo- privan al hombre de los bienes sociales
o cualquier otra cosa…
¡El
confesor socialmente es considerado peligroso! ¡Cuántas veces, en
regímenes análogos, estos hombres no han sido encerrados en
psiquiátricos como socialmente peligrosos! Sí es verdad. Todas
estas cosas por supuesto que son un martirio.
Es
característico que nuestra Iglesia tiene una clase especial de
Santos que se llaman Omologetas-Confesores. Tenemos Confesores y
Mártires. Confesor es el Santo que ha sufrido persecuciones porque
ha confesado con franqueza su fe a Cristo. Ejemplo tenemos a san
Atanasio que luchó con valentía contra los heréticos,
especialmente a los seguidores de Arriano. El Mártir es el Confesor
que a causa de su confesión de fe a Cristo ha llegado a la muerte
por martirio.
En
realidad no tenemos gran diferencia, puesto que el Mártir con su
martirio confiesa a Cristo, pero también el Confesor por la misma
razón tiene persecuciones y humillaciones. Por eso, desde entonces
que ha aparecido el Cristo encima de la tierra, tenemos una nube
interminable de Mártires, y sobre todo, todos ellos han confesado a
Cristo con logos y obras.
Se
calcula que solamente en los primeros tres siglos los Mártires son
once millones más o menos y el resto de los siglos se calculan hasta
cuarenta millones. Y sólo el Dios sabe cuántos más se añadirán
hasta el final de la Historia, sobre todo los días del Anticristo.
San Cirilo de Jerusalén dice que entonces el martirio será mucho
mayor en el fondo y ancho de este que fue en los primeros siglos; es
decir, ¡será un martirio que no puede imaginar el hombre, si
pensamos que hoy tenemos martirios de forma científica! Sólo esto
dice mucho. Es decir, ¡cambian la personalidad del creyente! No hay
peor martirio que esto. Le inyectan, digamos insulina. ¡Le meten una
gran dosis de insulina, porque con la insulina uno pierde su
personalidad, y puede estar diciendo cosas que no las creería ni
diría nunca en su estado natural, y después este hombre le meten al
psiquiátrico por supuesto sosteniendo que está enfermo! ¿Es una
cosa terrible! Tenemos y circulan muchos libros en relación
contemporáneos, leedlos y veréis cosas que os horrorizaréis.
De
todos modos, el caso es que en nuestra época estamos en una profunda
recesión y degeneración a todos los niveles, hombres que no pueden
aceptar el Cristianismo, llámense masones, ateos, materialistas en
general... llamadlos como queráis. El caso es que hoy la persecución
continúa y como os he explicado antes se hace científicamente.
Hay
una tercera manera y son las calificaciones viles, malignas o mal
astutas. Atención a esto. Los contrarios se meten en muy viles,
malignas y calumniadoras calificaciones. Calumnia es la acusación
falsa. “Sí yo le he visto con mis ojos a tal sitio al Padre
Atanasio”. Esto se llama calumnia. En cambio la acusación es que
comento simplemente el mal que hizo el otro, pero no lo falseo, no
añado informaciones inexistentes, porque si lo hago entonces avanzo
en la calumnia.
Es
muy mala la calumnia. Por eso el Psalmista dice: “Señor,
sálvame de las calumnias de los hombres y guardaré tus
mandamientos” (Sal 118,134). Diríamos que es un contrapeso, un
contra-reembolso del Psalmista hacia el Dios, cumplirá Su ley pero
le pide que le salve de sus calumniadores. ¡Es una cosa terrible la
calumnia!
Así,
pues, cuando el Señor dice “que mintiendo, dirán de todo tipo
de logos falsos y malignos contra vosotros”, da a entender la
calumnia. El que hablen maliciosamente contra ti y mintiendo es
calumnia cien por cien.
Además
de los martirios somáticos (corporales) que uno puede sufrir están
también los martirios psíquicos como es la difamación. Finalmente
han quedado en la Historia estas calumnias y difamaciones para
hombres inocentes.
Cierto
que hay otra cosa muy fea que desgraciadamente lo aplican los
hombres, si se pueden considerar así y son espirituales. Pero cuánto
espirituales pueden ser dejadlo; os aseguro que me asombro. Uno dice
una cosa para el otro en voz baja y tú le dices que no le has
entendido bien y quieres una explicación repetida más clara. Pero
éste se niega a repetir, dejando insinuaciones para aquel que quiere
calumniar. Esto me ha ocurrido muchas veces. Es trágico. Estos
hombres se llaman susurradores, calumniadores. San Pablo dice sobre
ellos: “estando atestados de toda
injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de
envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos,
soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia”
(Rom 1, 29-30).
El
evangelista Luca sobre el mismo tema se refiere en el 6º capítulo:
“Y os pondrán nombres viles y malignos”. ¡Diríamos que
acusarán a los santos como cerdos, sucios! ¡Es decir, los sátiros
y payasos acusarán a los hombres puros como inmorales, degenerados y
falsos, no normales, esto que decíamos antes!
Es
conocido y ha quedado en la historia que a los Cristianos primitivos
los calumniaban de que celebraban cenas antropófagas (comer carne
humana) y orgias tipo Edipo (orgias de hijos con madres, etc.). ¡Y
qué no han dicho, y seguirán diciendo para los santos hombres de
Dios los hombres pervertidos y degenerados, estos instrumentos del
Satanás!
Por
ejemplo, san Atanasio el grande fue calumniado como criminal.
Desgraciadamente no tengo tiempo de contarlo. Aún le han calumniado
que había cortado el dedo de un monje, etc. ¡También le difamaron
de inmoral! En un Sínodo presentaron una mujer que sacaba salivas
diciendo: ¡Sí, sí…Atanasio era mi amigo! Pero se demostró que
esta mujer ni siguiera había visto y conocido alguna vez a san
Atanasio.
Algo
parecido le ocurrió también a san Gregorio el Teólogo que se
encontraba en Alejandría. Le llamaron puto. Unos para calumniarle y
difamarle pusieron una mujer que decía: “Dame el dinero que me
debes…” No te conozco, respondía san Gregorio. “Eh no te hagas
el loco como si no me conocieras”. ¡Es horrible! Y como esta mujer
prostituta gritaba y hacía ruido, san Gregorio dijo a un amigo suyo:
“Por favor dale el dinero que pide para que me deje tranquilo”.
Pero al darla el dinero significa que aceptaba aquello por lo que le
calumniaba. Apenas tomó el dinero, por la divina Providencia, ésta
mujer saltó tres metros más allá, cayó al suelo y sacaba espumas
de la boca, se endemonió y gritaba: “¡No, no… Gregorio es
inocente!
Y a
san Nektario nuestro santo contemporáneo decían que era inmoral.
¿Quién? ¡Pues, sí, san Nectario inmoral!...
Incluso
calumnias muy malas vertieron contra san Nicodemo el Aghiorita, y
sobre todo recientemente, ¡Aún hasta hoy! Aquel que le
súper-calumnió era uno de estos llamados neo-ortodoxos. Le calumnió
porque apoyaba la pronunciación de las bendiciones en la Divina
Liturgia, como también tomar la Divina Efjaristía frecuentemente.
¡Imaginaos si escribiese un libro sobre la frecuente toma de la
Divina Efjaristía, le quitarían el pellejo! Escribió anónimamente
el libro “sobre la frecuente, continua Divina Efjaristía”.
También le alteraron algunas posiciones de su libro “el Pedalion”,
para convertirle en herético. Y lo peor es que han hecho desaparecer
un libro con comentarios sobre san Gregorio Palamás, porque los
libros entonces se editaban en Europa, y san Nicodemo el Aghiorita
decía que le han destruido su mejor libro. ¿Qué más queréis que
os diga?
Como
entenderán, todo esto tiene como causa la envidia del diablo, y
también la envidia y la maldad de hombres viles y malignos, aunque
estos hombres se hayan bautizado, pero por supuesto no tienen el
Espíritu de Dios.
Pero
como el tiempo ha pasado, si el Dios quiere continuaremos en la
próxima homilía. (4 febrero 1996).
2ª
parte sobre la 9ª Bienaventuranza. La vez anterior hablamos
sobre la 9ª bienaventuranza, os la recuerdo: “Bienaventurados y
felices seréis los que os habéis convertido en mis discípulos
cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros todo tipo de
calumnias y mentiras por causa mía. Alegraos y deleitaos porque
vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable. Porque
también persiguieron a los profetas que ha mandado Dios antes que a
vosotros”. Aquí como os prometí hablaremos sobre el valor de
la Antigua Grecia; casualmente he encontrado y trozo característico
del filósofo Epícteto. Epícteto nació en el año 55 en Hierápolis
de Frigia. Era un hombre admirable, lo siento que no tengo tiempo de
contaros muchas cosas sobre él. Os leeré una parte del libro que es
una aportación positiva: “Si quieres hacerte filósofo, prepárate
a escuchar muchas burlas y ser despreciado de muchos que dirán: «¿De
dónde nos ha salido otra vez éste filósofo y de dónde nos ha
salido esta soberbia?». Pero tú no tengas
soberbia u orgullo, sino sólo intenta mantenerte estable en aquellos
principios que te parecen los mejores, como si fuera que esta es la
posición que te ha puesto el Dios. Piensa que si permaneces firme en
tus principios, aquellos que antes se burlaban de ti, más tarde te
admirarán; pero si fueres vencido por ellos se reirán y burlarán
lo doble”.
Imaginaos
que Epícteto era idólatra, no Cristiano. ¡Y si estas cosas ocurren
con el filósofo que debe permanecer firme por cualquier cosa que le
digan, tanto más para un cristiano confesor! Por eso cuando encontré
este trozo del texto me ha impresionado y dije: Lo voy a contar a mis
amigos.
Pues,
continuamos nuestro tema sobre la bienaventuranza. Tenemos la
siguiente pregunta: “¿Qué calificación podemos dar a este tipo
de persecución de los fieles, que se refiere aquí la novena
bienaventuranza? El Señor dijo: “Si
el mal astuto y maligno mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí
antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como
cosa suya; pero como no sois del mundo, antes yo os elegí y os saqué
del mundo, por eso el mundo os odia. (Si fueseis del mundo
pecaminoso y tuviereis vida pecaminosa, entonces el mundo os amaría,
porque os consideraría como suyos. Pero como yo os he escogido del
mundo, por eso el mal astuto o el maligno y la gente del mundo sin
metania os odia) (Jn 15.18-19).
Mirad aquí se ve el fondo teológico del fenómeno de la persecución
y del rechazo.
Así
que el fiel permanece forastero del mundo, y el mundo le odia y le
persigue porque no se asemeja a este. La persecución por el nombre
de Cristo tiene un fondo interpretativo teológico. De la parte
positiva a los confesores les hace partícipes de los padecimientos
de Cristo. Esto nos importa mucho si logramos a entenderlo.
Como
dice el Apóstol Pedro en su primera epístola: “Tened
alegría porque participáis en los padecimientos de Cristo” (1Ped
4,13).
Aquel
que acepta la persecución continúa el padecimiento de Cristo. El
Cristo -honradamente para los fieles y deshonradamente para los
infieles- se encontró encima de la cruz, el fiel continúa Su
pazos-padecimiento, pasión crucificante. ¡Cada fiel continúa el
pazos-padecimiento de Cristo en sí mismo!
Escuchad
como lo dice esto el Apóstol Pablo en un precioso pasaje, que
muestra, permitidme decirlo así, el misticismo del Cristianismo.
Misticismo quiere decir que uno entre en el espíritu del
Cristianismo, es decir, instruirse y entender el significado más
profundo. Esto se llama misticismo. Escuchadlo: “Ahora
me gozo en lo que padezco por vosotros, y suplo, sustituyo en mi
carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es
la Iglesia” (Col 1,24).
Sustituye
a alguien en su lugar que se ha marchado. Por lo tanto, el Cristo fue
crucificado una vez, se acabó, resucitó y se marchó. Ahora
nosotros continuamos la crucifixión de Cristo, porque el Cristo es
crucificado continuamente en la Historia, el mundo sin parar
crucifica a Cristo en la Historia. Atentos a este punto místico.
Así, ahora que el Cristo ha resucitado, Su sitio encima de la cruz
lo toma el Cristiano.
“Las
privaciones de los pazos de Cristo” son aquellas que el Cristo no
le ha dado tiempo padecer encima de la cruz. Pero el apóstol Pablo
habla de privaciones “en la carne”; no dice “en su psique”.
Se refiere a la carne humana, esta que ven los perseguidores, los
enemigos que persiguen al fiel. Y esta sustitución se hace “por el
cuerpo de él”, a cuenta del cuerpo de Cristo. “El
cuerpo de Cristo” por supuesto es la
Iglesia.
Pensad
que los padecimientos de Pablo para la Iglesia eran a favor del
Cuerpo de Cristo; por eso exactamente toma esta posición y actitud.
Particularmente esto es muy importante. Sólo una cosa merece la
pena: que pueda el creyente concienciar el por qué padece.
Atención:
no interesa si eres estudiante, trabajador, soldado, ministro…
cualquier cosa que seas. Los otros se burlan única y exclusivamente
porque eres creyente. Puedes concienciar la posición negativa de la
persecución –porque no te pareces al mundo, si te parecieras al
mundo no se burlarían ni perseguirían- pero también en su posición
y actitud positiva, es decir, que eres crucificado junto con Cristo y
continúas Su crucifixión en el mundo presente. ¡Si esto logras
conciéncialo, entonces manifiestamente eres μακάριος
(macarios feliz, dichoso y
bienaventurado)!
Y
añade el apóstol Pablo: “Ahora me
alegro de sufrir por vosotros” (Col 1,24), por
la Iglesia de los Colosenses.
En
los padecimientos, sufrimientos de Cristo se hace una identificación
con los padecimientos del creyente, para que se haga identificación
y resurrección del creyente con la Resurrección de Cristo. Todo
esto constituye el misticismo cristiano.
Por
eso exactamente los padecimientos por Cristo son considerados por
apóstol Pablo como regalo divino: “Porque
a vosotros os es regalado a causa de Cristo, no sólo que creáis en
él, sino también que padezcáis por él” (Fil 1,29).
Veis lo que dice: ¡que ha sido un regalo! No se regaló la fe sólo
a los elegidos, -porque la fe también es un regalo; en otra parte
dice “porque no es de todos la fe”
(2Thes 3,2),
porque hay hombres que son infieles- sino que se les fue regalado
también el regalo de los padecimientos, sufrimientos. ¡Gran
regalo!...
Si
uno, queridos míos, llega a entender bien y moverse en este espacio,
podríamos decir que ha entrado a lo más interior del Cristianismo
ortodoxo. Sí. Después de aquí provendrán las demás cosas que
tendrán que ver con su vida.
¿La
retribución de los que confiesan a Cristo cuál será?
El
Señor dijo: “alegraos y gozaos”. Es la χαρά
(jará, alegría),
la de este mundo y del otro allí en el Cielo.
¡Sabéis
que esto es curioso! Es muy extraño padecer y alegrarse. ¡Por eso
si preguntáis ¿existe la alegría? Por supuesto que sí. La alegría
es una realidad, lo único que no es un objeto que podamos adquirir,
como es el dinero, la gloria y la riqueza. La alegría es el fruto,
es fruto de la unión del fiel con el Cristo y además es fruto del
Espíritu Santo. El apóstol Pablo refiriéndose a los nueve frutos
entre ellos habla también de la alegría. (Gal 5,22). Fuera de esta
unión de Cristo con el fiel no hay alegría. Toda la alegría que
disfrutamos en nuestra vida es una forma de alegría superficial no
es real.
Ayer
por ejemplo hemos festejado en memoria de san Jaralambus, en su honor
está este templo que nos encontramos. ¿Saben lo que es que te hagan
desuello y te quiten la piel y estés alegre? ¡Es asombroso! ¿Pero
no tienes dolor? Por supuesto como hombre tienes dolor, pero en un
punto el dolor es borrado dentro a la agapi (amor, energía increada)
y a la alegría de Cristo. ¡Es asombroso! Todos los Mártires
estaban alegres. No hubo ningún Mártir que no tenía alegría. Si
el Cristo padeció, entonces también para el fiel la alegría saldrá
de los padecimientos, de la persecución, de la burla y de la
difamación que pueden hacerle los otros.
¿Y
lo admirable, sabéis cuál es? Leemos en el capítulo 5º de los
Hechos que los Discípulos de Cristo los capturaron y los metieron en
la cárcel, porque predicaban en el patio del templo de Salomón; ¡y
cuando los pegaron despiadadamente los sacaron de la cárcel y los
pidieron que no predicaran en el nombre de Jesús Cristo! Pero como
escribe el libro de los Hechos: “Y
ellos salieron del tribunal, gozosos de haber sido tenidos por dignos
de padecer afrenta por causa del Nombre”
(Hec 5,41).
¡Esta alegría fueron dignísimos de recibir – fueron ultrajados y
deshonrados para la gracia del nombre de Cristo!
Hoy,
si se supone que uno nos ultraja y deshonra, es cierto que para nada
nos alegramos. Por supuesto que no debemos de tener alegría, si nos
deshonran por algo. Pero si esto se hace porque estamos cerca de
Cristo y lo hacemos por la gracia de Cristo, entonces debemos tener
esta alegría. ¡Y el Cristo da alegría completa, no la mitad! El
mismo dice: “…para que
tengan la plenitud de mi alegría” (Jn 17,13).
Me
preguntaréis: ¿Por qué ahora muchos de nuestros cristianos no
tienen alegría?
La
mayoría no la tiene porque dudan y tienen miedo participar a los
padecimientos de Cristo; porque son cristianos inconsecuentes, se han
cansado antes de trabajar y se desviaron antes de correr. En cada
momento con el primer impedimento que encuentran traicionan a Cristo,
porque con un pie se prosternan a Cristo y con el otro pie a sus
propios egoísmos, al mundo y a la inseguridad.
Esta
recompensa, queridos míos, existe también en el Cielo. La
bienaventuranza dice que “vuestra recompensa en el Cielo es mucha”.
Vamos
a ver ahora la forma que tendrá esta recompensa en el Cielo.
En
primer lugar, será la declaración pública de los confesores ante
el Dios, los ángeles y los Santos. El Cristo dijo: “A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también
le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt
10,32). Una forma, pues es que el
confesor vale y ha permanecido firme y correcto en su vida.
Después
será aquella gran doxa (gloria, luz increada) como compensación de
la sin gloria o desgracia que han sufrido estos aquí en la tierra,
porque el Señor también dice: “Entonces
los justos resplandecerán como el sol en la realeza de su Padre”
(Mt 13,43). Es la luz increada por la
que serán colmados los confesores.
Y
finalmente junto con la doxa=gloria viene también la alegría y la
felicidad o bienaventuranza. San Juan el Evangelista dice en el libro
del Apocalipsis: “Y ellos le han
vencido por medio de la sangre del Cordero y del logos del testimonio
de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual
alegraos, cielos, y los que moráis en ellos” (Apoc 12,11-12).
Y continúa en otro pasaje san Juan: “¡Aleluya,
porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y
alegrémonos y démosle gloria” (Apoc 19, 6-7).
¿Y
nosotros qué hacemos? ¿Qué hacemos con las pruebas diarias y las
tentaciones, puesto que hemos asumido, diríamos, la gran obra de
confesar con obras y logos, con toda nuestra vida el santo nombre de
Cristo?
Mientras
nos encontramos en el mundo presente, escuchemos qué nos aconseja el
apóstol Pablo en la Epístola a los Romanos y los Corintios, para
que nos animemos: “Pues tengo por
cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con
la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom 8,18).
Y “Porque esta leve tribulación
momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las
que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que
no se ven son eternas (2Cor 4, 17-18).
Por
eso diríamos que seamos estables, firmes y consecuentes confesores
de Cristo en toda nuestra vida.
San
Juan de Crostanda (añadido por el
traductor) en su libro “Interpretación
de las Bienaventuranzas del Señor”, nos dice: “Queridos
hermanos, nuestra fe ortodoxa realmente es un milagro continuo e
impresionante. Es un milagro de la fuerza de Dios “…porque
mi poder se perfecciona en la debilidad” (2Cor 12,9).
La fe ortodoxa nos guarda y prepara grandes milagros en aquellos que
creen realmente…
¿Dónde
está pues, la descarada impiedad que niega los milagros que hace la
fe ortodoxa y todo lo explica con las leyes de la naturaleza?
Nosotros clamemos: “¿Qué dios es
grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas;
Hiciste notorio en los pueblos tu poder” (Sal 86 14-15).
“Admirable es el Dios en sus santos”
(Sal 68, 36).
Amigos
míos, amar la verdad y odiar todo tipo de mentira pecadora. Confesar
la santa verdad con apacibilidad y paciencia. Así reinará la
verdad, así como se lo merece y la mentira desaparecerá y
oprobiará. No volverá a levantar cabeza el descaro y desfachatez.
“Que se aparte de la injusticia el que
pronuncia el nombre del Señor” (2Tim 2,19).
Quizás los hombres se sentirán atacados por tus logos y al futuro
no te amarán ni apreciarán. ¿Y qué? No pasa nada. Quizás te
conviertas en desagradable a los hombres, como un pincho que se ha
metido en sus costillas, pero tú serás la boca de Dios, Su ojo. Aún
en esta vida los hombres justos y honrados te estarán respetando, en
cambio los ángeles y todos los santos te glorificarán. Tomarán tu
psique y la conducirán en residencias celestes.
Los
ciudadanos, habitantes del cielo no observan indiferentes nuestras
praxis virtuosas y las luchas contra el pecado y la injusticia aquí
en la tierra. Nos observan con gran interés y simpatía, puesto que
todos somos miembros del mismo Cuerpo de Cristo. Esto lo confirmó el
mismo Señor que: “es grande la
alegría en el cielo por un pecador que está en metania” (Lc
15,7). Y el Apóstol Pablo:
“si un miembro es glorificado, todos los miembros se alegran”
(1Cor 12,26). ¡Cuán serena está
nuestra conciencia y qué satisfechos nos sentimos cuando confesamos
la santa verdad! ¡Y al contrario cuantos remordimientos de
conciencia tenemos cuando nos acobardamos o tenemos miedo a confesar
la verdad cuando es debido! ¡Qué es aquello que hace que la mentira
y la injusticia levanten descaradamente cabeza, sino el hecho que las
dejamos circular libremente y las negamos!
Alegraos
y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e
incalculable. Al grado que los hombres
justos y confesores sufran persecuciones, burlas y privaciones en el
mundo, la recompensa de ellos será mucha en los cielos. Aquí muchas
veces están privados de todo, paro allí recibirán todo y en
abundancia, por ejemplo, doxa (gloria) increada, continuo gozo y una
interminable realeza increada.
Al
que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como
yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis
3,21.
San
Juan de Crostanda
Aquí
queridos míos acabamos con las nueve bienaventuranzas de Cristo. Las
bienaventuranzas constituyen una cadena de vida espiritual y de
perfeccionamiento cristiano. Es un resumen de la ley evangélica,
tanto hacia la fe como para la moral. Es un espejo de nuestra vida
que muestra qué hemos tocado, acertado y dónde cojeamos.
Las
nueve bienaventuranzas son un criterio de nuestra cualidad de
cristianos. Y en concreto:
La
primera bienaventuranza indica el grado de la humildad intelectual,
mental y ética y de nuestro autoconocimiento físico y psíquico y
también la voluntariosa pobreza para la Realeza increada de Dios.
La
segunda bienaventuranza se refiere al luto por Dios, que es sustrato
de la metania que nace la pena-alegre. En el luto por el Dios habita
fijamente la alegría y la paz de Dios.
La
tercera bienaventuranza se refiere a los apacibles, a los que no
tienen ira, enojarse sin enfadarse y a los que no guerrean contra
todos los demás hombres.
La
cuarta bienaventuranza se refiere al hambre y la sed por la santidad.
¡Permitidme aquí decir que existen hermanos nuestros y niños, sí
niños, que tienen hambre y sed para la santidad; os lo aseguro!
La
quinta bienaventuranza se refiere a los misericordiosos, que se
parecen al misericordioso Dios. Son hijos de Dios, misericordioso el
Dios y misericordiosos ellos también.
La
sexta bienaventuranza se refiere a la pureza, limpieza y nipsis del
corazón, como condición básica de la contemplación a Dios. ¡Los
que han hecho la catarsis, sanación de su corazón verán a Dios
desde el mundo presente!
La
séptima bienaventuranza bendice a los pacificadores, los que luchan
por ayudar a los hombres que pelean entre ellos.
La
octava bienaventuranza se refiere a los que están perseguidos por
ser espirituales y cristianos.
Y
finalmente la novena bienaventuranza se refiere a los que sufren
burlas, desprecios y difamaciones por Cristo porque son confesores.
Por eso escribe el apóstol Pablo en su epístola a los Hebreos:
“Salgamos, pues, a él, fuera del
campamento, llevando su vituperio” (Heb 13,13).
Es decir, salgamos, pues, nosotros hacia el Cristo, fuera de la
ciudad, afuera del cuartel –porque el Cristo fue crucificado fuera
de la ciudad, a Gólgota –cargados con los vituperios de Cristo.
¡Es asombroso!
Así,
pues, deseemos y bendigamos que nos encontremos dentro a este espacio
espiritual denso de las nueve bienaventuranzas de Cristo, para que
vivamos toda la bienaventuranza o felicidad de la Realeza increada de
Dios. Amín.
Domingo,
11 Febrero 1996.
Yérontas
Athanasio Mitilineos. © Monasterio
Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio”
40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
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