ΓΕΡΟΝΤΑΣ
ΑΘΑΝΑΣΙΟΣ ΜΥΤΙΛΗΝΑΙΟΣ (1927-2006)
YÉRONTAS ATANASIO
MITILINEOS (1927-2006)
Y SAN JUAN DE CRONSTAND
(1829 - 1908)
6ª Bienaventuranza de
la Montaña: catarsis y pureza del corazón
Bienaventurados
los sanos, puros del corazón, los que han hecho la catarsis, la
sanación y limpieza de su corazón de cada mancha del pecado, porque
ellos contemplarán y verán a Dios (Mt 5,8)
Queridos
míos, las cinco bienaventuranzas anteriores, que ya hemos
desarrollado, definen más bien una situación o estado que se
expresa exteriormente; la sexta bienaventuranza es totalmente
interior y manifiesta el principio de todas las manifestaciones
exteriores.
¿Pero cuál es este
corazón limpio, puro, y cuál es la pureza, limpieza o claridad?
Tenemos, pues, que ver dos temas que son: el corazón que debe
permanecer puro, limpio y sano, y cuál es la καθαρότης
(kazarótis)
pureza, limpieza, claridad o catarsis que debe hacer el corazón para
ser sano y limpio.
Todos sabemos que
nuestro corazón, si ponemos nuestra mano a la izquierda del pecho
sentimos que allí está latiendo. El corazón es un músculo, no
tiene huesos, pero es un órgano importantísimo y si se detiene un
poco morimos.
Este músculo blande
rítmicamente y es como una bomba que canaliza la sangre hasta la
última célula de nuestro cuerpo. Con este empuje, la sangre va con
las arterias hasta las últimas moléculas, transportando oxígeno y
sustancias nutritivas. Después, como toma de las moléculas las
sustancias inservibles, se ensucia; por eso primero debe pasar por
los riñones para limpiarse y después por los plumones para dejar el
dióxido de ántrax y tomar el oxígeno, y retorna al corazón que
vuelve hacer el mismo proceso en nuestro organismo.
Los latidos rítmicos
de este corazón carnal se mueven un poco más rápido cuando la
psique siente alegría. Cuando la psique siente culpa, odio, envidia,
resentimiento o agonía, éste corazón late también algo más
rápido. Así, nuestro corazón se hace el espejo de nuestra
psique-alma, porque expresa en nuestra cara nuestra forma, las
distintas situaciones y reacciones. Si estamos alegres o tristes se
refleja inmediatamente en nuestra cara. Así como es la cara que ve
uno al otro, así también el corazón es la cara de la psique-alma
que siente la psique, (la cara es el espejo del alma, como dice el
dicho).
Por eso la Santa
Escritura muchas veces identifica la psique con el corazón. En vez
de decir la palabra psique-alma, dice la palabra corazón, tal y como
aquí en la bienaventuranza que dice “bienaventurados y felices los
puros de corazón”, mientras que podría decir “bienaventurados
los puros de la psique”.
Pero la psique tiene
tres facetas: la comprensión, la emoción y la voluntad. Esto
tenemos que acordarnos siempre. Por eso el corazón unas veces
expresa compresión, otras emoción y otras voluntad, puesto que es
la cara de la psique.
Así, por ejemplo,
sobre la emoción la Santa Escritura escribe:
“Amarás a Dios con todo tu corazón” (Deut 6,5 Lc 10,27 Mrc
12,30). Aquí la palabra corazón, si
la tomamos con su principal significado, es decir, como emoción, es
como esto que a veces decimos: “te tengo en mi corazón”.
Sobre la diania
(mente, intelecto) dice el Señor: “¿Por
qué vosotros os recordáis de las cosas malignas de vuestros
corazones?” (Mt 8,4). El verbo
recordar expresa una cualidad de nuestra mente. También el Señor
pregunta: “¿Por qué estáis
turbados, y bajan a vuestro corazón estos pensamientos?” (Lc
24,38). Aquí presenta el corazón como
unido con diania
(mente, intelecto), se expresa la faceta de la energía de la mente
unida al corazón. Esto también es muy importante.
Y sobre la voluntad
leemos: “Amarás al Señor con toda la
fuerza y energía de tu voluntad” (Mrc 12, 30).
Aquí se expresa el corazón como voluntad la voluntad (y como muy
finamente la dice san Máximo el Confesor la voluntad es potencia y
energía).
Y estas tres
cualidades o energías, están resumidas en el primer mandamiento,
que dice: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu psique, con toda la fuerza de tu
voluntad y con toda tu diania-mente” (Lc 10,27). Las
pone todas. Aquí se cubre todo el campo de las fuerzas y energías
de la psique humana. Precisamente debe cubrir también el cuerpo, no
sólo la pureza del corazón. Lo veremos esto.
Corazón pues,
significa lo interior del hombre: la comprensión o entendimiento, la
emoción y la voluntad. Estas cosas deben estar limpias, sanas, por
supuesto con el cuerpo.
¿Ahora cuál es
esta pureza, limpieza o catarsis del corazón, puesto que el corazón
reúne todas las facetas de la psique? Su limpieza, catarsis o
sanación es espiritual e interior. Es pureza y claridad de la
psique, que disuelve y destruye la suciedad y la porquería que ha
creado el pecado. Es el hombre íntegro, el correcto, el hombre sin
maldad. Una vez el Señor, cuando vio a Nathanael, después de la
invitación que le hizo Felipe, había dicho: “he
aquí un hombre sin malicia” (Jn ,48).
¡Esto es un gran título de honor! ¡Qué magnífico es que nos diga
el Señor que soy un hombre sin malicia!… El hombre sin maldad es
recto, sincero en sus praxis e intenciones, es decir, es puro y
claro; es un hombre bello, tal y como salió de las manos de su
Creador, como era el primero en ser creado Adán antes de pecar. Los
antiguos helenos decían: “hombre gratificado, bello”. Es cierto
que tenemos hombres y mujeres, chicos y chicas que viven en este
estado, y uno los ama mucho, demasiado… ¡Uno realmente se revela
ante ellos!
Pero vamos a ver
ahora las cosas parcialmente.
En principio sobre
la pureza de la comprensión, entendemos los pensamientos y recuerdos
limpios y las fantasías e impresiones limpias, puras, no sucias.
¿Podemos imaginar,
queridos míos, cuál era realmente la Zeotocos? ¿Si pidiésemos
decir gratificados, bellos algunos hombres que tienen pureza del
corazón, entonces la pureza del corazón de la Zeotocos cuál
sería?... ¡No podemos captarlo esto con nuestra mente, no podemos
percibir la magnitud de la pureza de nuestra Panayía (santísima)!...
¡Es imperceptible e inconcebible! Y para que se crea que yo lo
entiendo así, os recuerdo que también ¡el mundo angelical se
revela ante ella! Estas expresiones de que “es la más honrada que
los Querubín y la más glorificada incomparablemente que los Serafín
y más amplia que los cielos” y es… y es… no son expresiones
poéticas, son realidad. ¿Decidme, pues, cuán pura sería la mente
de nuestra Panayía?.. ¡Reamente es inconcebible!
Es decir, la diania
(mente, intelecto) está liberada de falsas ideas, engaños,
supersticiones, o planes pecadores, criminales y malos pensamientos
en cómo vamos hacer el mal al otro.
La falta de
ocultación de los pensamientos manifiesta mente pura y clara. Cierto
que nuestra Panayía no decía nada sobre su Anunciación, ni
siquiera de su padrino José. Pero allí estaba el plan de Dios, no
debía decir nada. Era un misterio de Dios, era el misterio de los
misterios en el sentido místico. Pero el hombre generalmente oculta
sus malos pensamientos; uno no sabe qué cree uno y cuáles son sus
intenciones. Tenemos personas de este tipo, y decimos: “Cómo voy a
confiar a este hombre… Si no sé qué cree y cuáles son sus
ideas”...
Pureza, claridad en
su mente tampoco tiene el hombre orgulloso, este que es altanero. La
Santa Escritura dice: “El sucio para
el Dios es todo aquel de corazón altanero, orgulloso” (Prov
16,5). Por
consiguiente un hombre de este tipo no tiene pureza ni claridad.
Vamos a ver ahora la
pureza en el espacio de la emoción. Aquí entendemos los
sentimientos y las emociones puras de la agapi-amor, la
filoxenía-hospitalidad y la magnanimidad. El interés o provecho
propio en el espacio de la emoción es infundado. No debemos mover el
recelo o sospecha de los demás, de modo que digan: ¿por qué esta
persona es tan magnánima, quizá tenga algo en su mente, quizá
piensa por su propio interés? No, simplemente queremos ser
magnánimos.
El pundonor (buena
intención), esta bella virtud prevalece al hombre con pura emoción,
prevalece sin egoísmos. La buena intención prevalece en todo y
reina la santidad.
Finalmente, ahora
vamos al espacio de la voluntad. Por supuesto que la voluntad es
libre y siempre se mueve al espacio de la voluntad de Dios. El hombre
no se presiona, si quiere acepta y si no quiere no acepta la voluntad
de Dios. Así que la pureza de la voluntad es que podamos identificar
nuestra voluntad con la voluntad de Dios. El Cristo en Su oración
sacerdotal decía: “…además no como
yo quiero sino como tú” (Mt 26,39 Lc 22,42).
Es decir, el hombre con voluntad pura, clara hace lo que el Dios
quiere por muy difícil que sea esto. No tiene voluntad propia; por
eso sacrifica todos sus derechos y comodidades, no le importan sus
esfuerzos, aún da hasta su sangre y su vida. Tiene una voluntad
libre de consentimientos, comodidades y decisiones pecadoras, es
realmente una voluntad limpia, pura y clara.
Y todo esto, en este
breve análisis que hemos hecho sobre las tres partes de la psique,
está resumido sin agotarse en aquello que dice el apóstol Pablo a
los Filipenses: “Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad… y haced.
(Fil 4, 8-9). Es decir, en otras
palabras, el apóstol Pablo aquí quiere recalcar el valor de esta
bienaventuranza. “Bienaventurados los
sanados, puros, limpios y claros del corazón, ellos contemplarán a
Dios”.
Pero tenemos también
una pureza especial del corazón. San Juan el Crisóstomo sobre esto
escribe: “Puros aquí se dicen aquellos que han adquirido la virtud
completa –por la que hablaremos más abajo- y que no piensan nada
vilmente con mala astucia y viven con pureza en la psique y el
cuerpo. Atención a esto, debo decir que aquí hay una percepción
curiosa.
Una vez hablaba con
un médico. Yo era aún laico y muy joven, y me decía que no tiene
ninguna relación la pureza de la psique con la del cuerpo; y me dijo
como ejemplo María Magdalena, diciendo que no tenía el cuerpo puro.
Decía que era pura en la psique, porque siguió al Señor, pero no
al cuerpo, y sostenía que son dos cosas distintas. En principio
cometía un error, porque María Magdalena nunca fue inmoral, nunca
fue prostituta.
Pero no nos
engañemos, si uno no tiene el fondo de la pureza somática no puede
desarrollar ninguna virtud, y sobre todo la pureza de la psique. De
ninguna manera. Y la pureza es un elemento importante, tanto para la
psique como para el cuerpo. Atención a esto, psique y cuerpo.
El hombre tiene de
Dios dos tesoros: la fe y la pureza. Si uno pierde la pureza entonces
la fe se pierde por sí sola. Atención aquí algo muy importante. Un
sabio decía que cada vez que tocaba el tema de la pureza tenía
dudas sobre los dogmas de la Iglesia y la Fe. Esto es muy verdadero.
Nunca escucharéis a un o una joven puros de corazón, pureza
verdadera –porque no caen en pecados- que os proyecten temas de
dudas sobre la fe, ni de ateísmo que es peor. Aquel que ha perdido
la pureza, éste tiene dudas sobre la Fe.
Pero aquí hay un
mecanismo que comenta san Juan el evangelista: “Porque
todo hombre que obra mal odia y detesta la luz y no viene a la luz
para que no sean reveladas y juzgadas sus obras malas” (Jn 3,20).
Este es el mecanismo. Desde el momento que quieres y cedes a la
inmoralidad, empezarás a proyectar dudas: ¿Existe el Infierno?
¿Seremos juzgados? ¿El Dios es Justo? ¿Resucitaremos?... esto es
un proceso, un mecanismo de praxis y loyismí (pensamientos,
reflexiones e ideas).
Por eso tenía razón aquel que decía
que desde el momento que se culpó en el tema de la pureza entró en
dudas sobre temas de Fe. ¡Hace falta pues, tener mucho cuidado! La
pureza del cuerpo es condición básica para la santidad. Si uno no
es puro al cuerpo tampoco puede convertirse en santo. No, no se puede
sino sólo si se arrepiente y hace la metania.
Por eso la pureza del cuerpo es el
aspecto negativo de la santidad. El Apóstol Pablo dice: “pues
la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de
fornicación” (1Thes 4,3).
Pero debemos ver
también sobre una pureza del corazón general. San Crisóstomo nos
habló de una virtud general, una santidad íntegra, pero también de
una especial, que se refiere al tema del cuerpo. La totalidad de la
virtud crea una pureza, y sobre todo de la parte positiva. La
relación de la pureza del corazón y la contemplación a Dios, nos
será explicado por un texto del siglo III, que es del Teófilo de
Antioquía. Es la primera de las tres epístolas que había mandado
aun tal llamado Aftolikos. Escuchad lo que dice: “Si
me dices: muéstrame tu dios; yo te diré que me muestres quién
eres, y entonces te mostraré mi Dios. Porque el Dios se manifiesta
sólo en aquellos que pueden verle y tienen los ojos de su psique
abiertos, y no a los que sus ojos se han inundado por las praxis del
pecado y la mala astucia. Tal y como es un espejo lustrado, así
también el hombre debe tener el corazón”.
Si un espejo no está bien lustrado o abrillantado los rayos no se
reflejan.
Apuntad que todas
las energías increadas de Dios vienen a nosotros y las recibimos y
aceptamos reflejándolas hacia el Dios. Por ejemplo. Si me manda la
energía increada de la fe, y yo la acepto, si mi espejo está
limpio, la reflejo en retorno a Dios. Reflejo hacia Dios quiere decir
acepto, hablo y creo. Así también la pureza. Por eso aquí el
Teófilo de Antioquía dice que depende en qué estado está todo tu
corazón respecto a los pecados. “Muéstrame qué hombre eres y te
mostraré mi Dios”. Es una respuesta fundamental: primero muéstrame
qué hombre eres y después te mostraré mi Dios.
Aún tenemos un
texto admirable de san Isaac el Sirio que nos habla sobre esta
pureza: “En pocas palabras, ¿qué es pureza? Es el corazón
misericordioso por toda la creación; es el corazón que arde en su
interior por toda la creación, para los hombres, los pájaros, los
animales, aún hasta los demonios… Y sólo porque uno recuerda todo
esto y sólo porque lo ve, corren lágrimas de sus ojos… asimilando
a Dios”. Veis, pues, que es pureza del corazón.
Este ardor del
corazón sintieron también los dos discípulos en el camino a Emaús,
cuando escuchaban las palabras de Jesús y dijeron: “¿No
ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el
camino, y cuando nos abría el nus y la mente para entender las
Escrituras?” (Lc 24, 13-35). Pero
estos hombres, los dos discípulos de Cristo, vivieron la presencia
de Cristo y sintieron esto porque tenían una pureza del corazón;
¿pero si uno fuera Caifás y algún Anás, sentirían lo mismo?
¡Capturarían otra vez a Jesús y Le volverían a crucificar!
Y la recompensa de
los que tienen el corazón puro, limpio y claro es que verán a Dios;
“ellos contemplarán a Dios”.
Hemos visto que san
Isaac identifica la pureza con la agapi (amor desinteresado). Y como
“el Dios es agapi”, por eso contemplarán, verán la cara, el
rostro de Dios, es decir, la doxa (gloria, luz increada) de Dios,
aquí en la tierra y también en el cielo. Aquí “como
en espejo en enigma” y allí al Cielo
“cara a cara” (1Cor 13,12).
Lo siento que no tengo mucho tiempo para hacer un análisis más
extendido.
Nos
dice san Juan: “2 Queridos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún
no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando se
manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos,
contemplaremos tal y como Él es.
(2
Queridos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha
manifestado qué seremos al futuro. Pero conocemos que cuando Cristo
se manifieste con toda su doxa-gloria y jaris-gracia, nosotros
también nos convertiremos y seremos semejantes a él en doxa y jaris
increadas. Entonces lo veremos y contemplaremos tal y como es con su
doxa y jaris que también será nuestra doxa y jaris increadas.)
3
Y todo el que tiene esta esperanza en Cristo hace su catarsis y se
purifica de cualquier pecado convirtiéndose puro tal y como él es,
y sólo ellos lo contemplarán, verán. (1Jn 3,2-3).
Y en su Apocalipsis 22,4 san Juan dice
que veremos Su rostro.
¿Pero cómo se ve el Dios aquí? Eso
se hace internamente, desde el fondo – siempre discerniendo la
esencia de la doxa (gloria, luz increada), claro está si podemos
discernir estas dos. Uno da su vida por un martirio; pero si no viera
a Dios no la daría a favor de Él y sobre todo en forma de martirio.
Aún el Dios se ve con Sus
intervenciones en la historia, como en el mar rojo. Moisés se llama
θεόπτης (zeóptis)
visionario de Dios. El protomártir Esteban se dice que vio la doxa
de Dios (Hec 7,55).Todos los Santos tienen experiencia de la
contemplación de la doxa increada de Dios, y generalmente de Sus
energías increadas.
Queridos míos con absoluta convicción
y sentimiento oremos por aquello que oraba también David: “Oh
Dios crea en mí un corazón puro, implanta en mis entrañas un
espíritu nuevo” (Sal 50,12). Amín.
Domingo 14 Enero 1996
Yérontas Atanasio Mitilineos
San Juan de Cronstandt:
6ª Bienaventuranza
Con este mandamiento el Señor bendice
y beatifica aquellos que tiene el corazón sin maldad y limpio y nos
recuerda que debemos nosotros también pretender tener sencillez
cordial. Tal y como nos asegura la Santa Escritura, el corazón es el
instrumento de la vida. “Sobre todas las cosas, vigila tu
corazón, porque de él brotan fuentes de vida” (Prov 4,23).
Nuestras alegrías y penas de allí dependen, como la felicidad y la
tristeza.
¿Existe hombre encima de la tierra que
tenga corazón limpio, puro y sin maldad? En el Nuevo Testamento, en
el reino de las bienaventuranzas, el Señor seguro que conoce hombres
con corazón puro. Dice el apóstol Pablo: “Conoce
el Señor a los que son suyos” (2Tim 2,19).
Algunos de ellos los conocen los demás hombres. Semejantes eran los
santos que el Dios los ha glorificado con los carismas de
perspicacia, prever y milagrosos, pero también todos los hombres
apacibles, humildes y sencillos. Puesto que el Señor bendice y
beatifica aquellos que tienen el corazón limpio y sin maldad,
significa que realmente existen este tipo de hombres. Pero esta
pureza se encuentra raramente en los hombres, como es difícil
encontrar oro puro y piedras preciosas. Este tipo de hombres es
difícil encontrarlos hoy, pero más difícil aún era en el Antiguo
Testamento, entonces cuando el pueblo de Israel vivía bajo la ley y
no bajo la jaris (gracia, energía increada). Entonces en el mundo la
mayoría de la humanidad estaba hundida a la idolatría. Todos los
hombres fueron concebidos “en
ilegalidad” y todos nacidos “en
pecado”. Solamente la jaris de Dios
puede limpiar las ilegalidades y convertir algunos de ellos dignos de
ser instrumentos escogidos, mientras antes les hace la catarsis de
sus corazones y psiques. “He aquí que
esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”
(Is 6,7), dijo el candente Serafín al
escogido Isaías mientras tocó el ántrax en sus labios. El hombre
de Dios después de aquel roce del ántrax se le hizo la catarsis de
su pecadora suciedad. “¿Quién puede
hacer limpio a lo inmundo o sucio? Nadie” (Job 14,4),
clamará Job.
¿De dónde proviene
la suciedad del corazón y el pecado del hombre; puesto que se ha
creado “a imagen y semejanza de Dios”, y el Dios es todo santo y
puro! Pues, hermanos míos proviene del diablo. Del diablo a quien la
Santa Escritura y las oraciones de la Iglesia le llaman espíritu
sucio… Es aquel espíritu sucio que después de la caída del
hombre y su alejamiento de Dios, el hombre se hizo recipiente lleno
de suciedad pecadora. Es aquello que ha pervertido los corazones de
los primeros en ser creados con su soplo mal oliente. Y mientras
había contaminado toda la existencia de ellos y con la oposición
contra el Dios, transporta esta suciedad hereditaria en todas las
generaciones aún hasta nosotros. Y continuará manchando a los
hombres, principalmente los indiferentes, negligentes e infieles
hasta el fin del mundo, tal y como ha dicho el ángel al evangelista
Juan: “No selles las palabras de la
profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es
injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo
todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que
es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi
galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”
(Apoc 22,10-12).
Por lo tanto la
suciedad del corazón proviene del diablo o de la caída de los
primeros en ser creados, que tuvo como resultado que se conviertan
esclavos del pecado todos los hombres que siguieron. Esta suciedad
pecadora es tan grande que ha contaminado profundamente los corazones
de los hombres de modo que ya sea difícil liberarse de esto. Aún
los santos de Dios que estaban en vigilia y vigilancia de cada
movimiento y loyismós del corazón, muchas veces sentían que fueran
inundados de loyismí malos, malignos y blasfemos y oraban al Señor
y Su santísima Madre para someter estas terribles olas sucias y
apaciguar este tormento demoníaco. Es tan grande la fuerza del mal,
de manera que algunos hombres santos que habían llegado en grandes
alturas de pureza y santidad, de repente cayeron en pecado y
perdieron su pureza. Es tan potente el pecado que continuará
acompañándonos hasta la tumba. Es una vergüenza para los hombres,
pero algunas veces la suciedad del corazón se revela apenas antes
del final de sus vidas y sobre todo con gran descaro.
El hombre no limpio,
sucio, lo ve todo con su ojo sucio, porque su nus (energía o
espíritu del corazón psíquico) y su conciencia están corrompidos.
El Señor que conoce los corazones, dice: “…que
lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro,
del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los
adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las
avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la
maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de
dentro salen, y contaminan al hombre” (Mrc 7,21-23).
¡Esta es la suciedad del corazón! Es una espina muy complicada que
pincha al hombre desde dentro y no lo deja en paz. Es una nube oscura
que en la psique esconde la verdad de Dios y el camino salvador que
deben seguir los hombres para llegar a su destino.
Para hacer la
catarsis, limpiar y sanar al corazón hace falta mucha y grande
lucha. Tenemos necesidad de lágrimas, oración del corazón
incesante y contrición. Más bien, debemos estudiar el logos de Dios
y los textos y vidas de los santos. Pero más que nada tenemos
necesidad de metania permanente, Divina Comunión o Efjaristía
frecuente y auto-examen diario. Debemos reflexionar cuánto puros
fueron los primeros en ser creados y cómo la mala astucia del pecado
entró al mundo. Meditar en nuestro interior el “como imagen y
semejanza a Dios” y la obligación que tenemos asimilarnos a
nuestro prototipo, a santísimo Dios. Debemos reflexionar la
redención que hemos recibido por la inestimable sangre del Hijo de
Dios, nuestra divina adopción en Cristo Jesús y el mandamiento que
se nos fue dado para convertirnos y hacernos santos: “sed
también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1Ped
1,15). Debemos estar pensando en la
muerte, el juicio y el terrible infierno.
También debemos
sufrir con paciencia muchos sufrimientos porque estos sanan las
heridas y queman las espinas de los pazos. “Es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en la
realeza (increada) de Dios” (Hec 14,22),
dice el apóstol Pablo. Todos los santos han pasado por muchas
tribulaciones y sufrimientos para adquirir la catarsis, la pureza del
corazón. Sin sufrimientos nadie de ellos fue coronado. Muchos han
sufrido mucho de sus perseguidores, otros voluntariamente se agotaron
con ayunos, vigilias, ascesis y prosternaciones. Estaban en vigilia,
en oración y con su dulzura rechazaban cada ataque pecador.
Participaban regularmente al misterio de la Divina Efjaristía,
porque la divina comunión es un arma potente y un medio para la
catarsis, la santificación y la renovación de la psique y el
cuerpo. Estudiaban mucho y profundamente el logos de Dios, y el nus
de ellos estaba entregado al Señor. También durante el ascesis de
los ojos de algunos de estos benditos salían lágrimas imparables,
como san Efrén el Sirio. Las lágrimas las necesitamos mucho porque
sanan y limpian nuestros corazones…
Aquellos que lloran
por sus pecados, saben cómo las lágrimas ayudan para que logremos
la pureza y catarsis, la paz y la bienaventuranza de nuestro corazón.
Porque tal y como salen las lágrimas de nuestros ojos, juntos con
ellos se van también los pecados de nuestra psique. Con las lágrimas
se serena y pacifica nuestra psique y corazón y sentimos en nuestro
interior una especie de dulzura espiritual, “aroma espiritual”.
Entonces nuestros ojos espirituales ven a nuestro interior a Dios
limpiar y sanar todas nuestra ilegalidades y suciedades y nos regala
Su inexpresable increada misericordia. Sólo entonces podemos
entender empíricamente cuánto bienaventurados y felices, pacíficos
y alegres, son aquellos que tienen corazón puro y sin maldad. La
conciencia ya no los tortura. Los pecados han sido perdonados de la
infinita increada misericordia de Dios. Tienen el sentido y
sentimiento que descansan cerca de Dios, la fuente de la
bienaventuranza y el Dios descansa con ellos.
Bienaventurados los puros, sanos y claros del corazón.
El corazón limpio
es fuente rica de paz y alegría estable; cualquier cosa buena que
ellos vean se alegran en sus interiores. En cada creatura ven el
sello de la bondad de Dios, Su sabiduría y omnipotencia. Pero se
sienten felices consigo mismos. La pureza cordial y la increada
misericordia de Dios los hace felices como también los bienes
futuros “que ojos no ha visto, oído
no ha escuchado y corazón no ha sentido”,
la existencia de todo esto la sienten con certeza y claridad en sus
corazones.
Por otro lado, qué
deplorables son los hombres que tienen el corazón manchado y con
maldad. El corazón de ellos es fuente de sufrimiento y pena. Miedo y
temblor los contiene, a pesar de que tienen pretextos y se muestran
alegres. ¿Por qué esto? Porque los pecados y los pazos se mueven
como gusanos en sus corazones y la secan. La conciencia de ellos
protesta, no les deja en paz. El juicio de Dios los aterroriza.
Bienaventurados los puros, sanos y
claros del corazón. Bienaventurados y
mil veces felices son aquellos que tienen el corazón limpio y sin
maldad, porque ellos cara a cara verán a Dios en la vida futura. Es
natural que los limpios y puros vean al Puro, igual que es
característica del ojo limpio y saludable ver la luz.
Si hemos abandonado
todo lo mundano y nos sentimos bienaventurados y felices aún desde
esta vida, nos entregamos con dedicación a la oración. Entonces
hablamos con Él, como los hijos a sus padres, a pesar que no le
vemos con nuestros ojos sino “en
espejo, oscuramente, en enigma” (1Cor 13,12).
Por supuesto, basta con tener muy intenso sentido de Su presencia. Y
si nosotros nos hacemos dignos tener este tipo de bendiciones, ¡qué
diremos sobre los santos y los justos y los “puros del corazón”,
qué sentirán aquellos que verán a Dios cara a cara en la vida
futura, Aquel que es la fuente de la eterna luz increada y la
bienaventuranza! ¡Qué diremos sobre las órdenes de los ángeles,
los profetas, los apóstoles, los jerarcas, los mártires, los
monjes/as y todos los santos con los que vive y deleita cada criatura
al cielo y la tierra! ¡En efecto! Esta será la felicidad y
bienaventuranza pragmática, infinito placer, allí está la
inenarrable alegría de los que contemplan la inenarrable belleza de
Su imagen.
Procuremos, pues,
todos en adquirir corazón puro y limpio con lágrimas de metania,
con vigilias y oraciones, con contrición y continuo estudio del
logos de Dios. Apresurémonos en desarraigar y expulsar de nuestros
corazones la ceguera de los pazos, para poder ver a Cristo, nuestro
Dios, el Sanador y Salvador de nuestras psiques.
“Cristo la
verdadera luz increada, ilumina y santifica a todo hombre que viene
al mundo; sea marcada en nosotros la luz de tu rostro, para que
contemplemos la inefable luz increada; y dirija nuestros pasos hacia
el trabajo de tus mandamientos; por la intercesión de Tu inmaculada
madre y todos Tus santos”. Amín.
© Monasterio
Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio”
40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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