ΓΕΡΟΝΤΑΣ
ΑΘΑΝΑΣΙΟΣ ΜΥΤΙΛΗΝΑΙΟΣ (1927-2006)
YÉRONTAS ATANASIO
MITILINEOS (1927-2006)
2ª Bienaventuranza de
la Montaña: el luto según Dios
Bienaventurados y felices los que
están en luto, lipi (tristeza, sufrimiento), afligidos y lloran por
sus pecados y del mal que domina el mundo, porque ellos serán
consolados por Dios.
Por el gran léxico
ortodoxo heleno-español:
Πένθος
(penzos)
luto: en los textos
patrísticos, es “la lipi tristeza o luto según Dios, sufrimiento
del que nace la metania”.
El luto por Dios
no se identifica con el luto
cósmico mundano, el que sienten los hombres cuando por ejemplo,
pierden seres queridos, sino que es resultado de su concienciación
del pecado y la creación de sanas vivencias y experiencias de la
metania y el regreso al Señor. Se trata de un luto con originalidad
propia, que con la increada energía divina Jaris, combina la alegría
y la tristeza del luto (“luto alegre, pena-alegre”). No causa
conflictos ni perturbaciones psíquicas, todo lo contrario trae paz y
serenidad a la psique y disposición para cumplir los divinos
mandamientos, logos y esperanza en Dios.
Λύπη
(lipi): dolor, sufrimiento,
pena, tristeza, pesar, depresión, aflicción interior psíquica, es
uno de los ocho pecados capitales. Existe la lipi “según Dios y la
lipi “según el cosmos-mundo”. La primera se identifica con la
metania y el luto que nace de la esperanza a Dios y empuja al hombre
hacia la lucha y el ejercicio espiritual. La segunda todo lo
contrario, desanima al hombre y le conduce en la desesperación,
melancolía, en un parálisis psicosomático y la depresión. La lipi
por la pobreza o faltas materiales conduce a la muerte de la psique,
según Apóstolos Pablo (2Cor 7,10). San Gregorio Palamás escribe:
si investigas la lipi mundana, encontrarás que está inmersa en los
pazos y proviene de ellos y el materialismo, en cambio, la lipi según
Dios te conduce a la metania y sin duda a la “psicoterapia”
sanación y salvación de la psique.
La vez anterior nos habíamos referido
a la primera bienaventuranza y hoy con la ayuda de Dios hablaremos
sobre la segunda que dice: “Bienaventurados y felices los que
están en luto, lipi (tristeza, sufrimiento), afligidos y lloran por
sus pecados y del mal que domina el mundo, porque ellos serán
consolados por Dios” (Mt 5,4).
Es cierto que en el logos de Dios
existen expresiones paradójicas. Dice que son felices aquellos que
están en luto, sufrimiento, aflicción y lloran. Es un logos
contradictorio. ¿Cómo puede uno estar feliz puesto que está de
luto? El sufrimiento, la pena y el dolor son elementos que son
contrarios a la bienaventuranza o felicidad. Además, ¿por qué el
Señor bendice o bienaventuriza el luto- cuando él mismo ha sembrado
en la psique humana la búsqueda de la felicidad? El hombre por su
naturaleza busca la felicidad, porque justamente esta búsqueda está
sembrada en su interior. No olvidemos que el antiguo Paraíso no era
otra cosa que un lugar de felicidad. Por lo tanto, aquí el Señor
insiste y exactamente esto veremos, por qué resiste.
Igual que la primera bienaventuranza se
ha malentendido –“bienaventurados los pobres de espíritu”- lo
mismo también aquí en esta. ¿Cómo es posible uno estar feliz
mientras esté de luto, lipi y llorar? Esto lo veremos a
continuación.
Aquí tenemos dos categorías de
tristeza o luto. Una categoría es la pena, tristeza o luto según el
mundo y la otra es querida según el Dios. Para estas dos contesta el
Apóstol Pablo: “Porque la tristeza
que es querida según Dios produce arrepentimiento para la sanación
y la salvación, de la que no hay que lamentarse; pero la tristeza
del mundo produce muerte” (2Cor 7,10),
la desgracia y la desdicha.
Pero para entender
estas dos cosas que son esenciales para mayores y menores, tenemos
que ver cómo son las dos; y primero vamos a ver “lipi, la
tristeza, pena o luto según el mundo”.
La tristeza, pena o
luto según el mundo es aquella que está separada de nuestra
esperanza a Dios y de la paciencia. Es la tristeza o sufrimiento que
conduce a la depresión, desesperación y la pérdida de la
esperanza. Es aquella que es provocada por varias dificultades de
nuestra vida. Es la pena o tristeza que proviene de dificultades
económicas, pobreza y distintos fracasos. Pena o tristeza tenemos
por la frustración o anulación de esperanzas, sueños, anhelos y
deseos incumplidos que tuvimos en nuestra vida y no los hemos
realizado.
La tristeza según
el mundo-cosmos nace también del egoísmo herido, a causa de una
ofensa de los otros. Aún puede que tengamos tristeza o pena,
-mundana siempre-, también de la envidia o una posible enemistad que
nos mostrarán los demás humanos.
Compañera de esta
tristeza o sufrimiento es la desesperanza, depresión, y, no raras
veces el suicidio. Por lo tanto la tristeza o pena según el
cosmos-mundo es totalmente de dimensiones mundanas.
Por costumbre en los
últimos años, -antiguamente esto no pasaba- vemos que se suiciden
alumnos por el fracaso escolar. Desgraciadamente tenemos este
fenómeno en nuestros hijos. Debemos, pues, aprender a discernir la
tristeza o sufrimiento según el mundo de la de “según Dios”.
Además, la lipi
(tristeza, pena) cósmica o mundana destruye también nuestra salud
psicosomática. Esto es un elemento muy importante y debemos tener
mucho cuidado. Por ejemplo, una de las causas del cáncer es la
insuperable lipi (tristeza, pena o sufrimiento), tal y como nos lo
dice hoy la ciencia médica.
La lipi (tristeza,
pena) según el mundo crea también las neurosis al estómago. Muchas
veces sin haber ninguna causa, el estómago funciona mal, no puede
digerir la comida, tiene dolores y el médico nos dice que es
neurosis. La causa de la neurosis principalmente es psicológica, y
por costumbre es una lipi (tristeza, pena), un problema sin salida
que uno pueda tener. Incluso puede ser que tengamos mal
funcionamiento del corazón, pero esto es debido a la secreción de
las glándulas.
Un mal
funcionamiento muy conocido es el de las glándulas de saliva en
nuestra boca. Cuando vemos una comida buena, esto produce
automáticamente en nuestras glándulas saliva. La saliva es un
líquido digestivo. La digestión empieza a la boca con la saliva,
continúa al estómago y termina al intestino delgado, con la ayuda
de los otros líquidos pépticos. Así cuando estamos tristes,
disgustados, lo habréis observado, no tenemos secreción de las
glándulas de la saliva; y así decimos que se me ha secado la boca
por la tristeza o el disgusto.
¿Habéis visto que
se interrumpe la secreción de las glándulas por la tristeza o
disgusto? Esto lo digo porque tenemos también otras glándulas en
nuestro organismo que por supuesto no podemos controlarlas. Dentro al
estómago se segregan varios líquidos pépticos para se realice la
digestión. Pero esto ocurre cuando por una tristeza, un disgusto,
sufrimiento o pena estos líquidos, las secreciones no se producen.
Entonces cae como una piedra la comida en nuestro interior.
La lipi (pena,
tristeza) es también muchas veces la responsable de episodios
cerebrales (o encefálicos).
Todo, pues, indica
que la lipi (tristeza, pena) según el mundo conduce en cosas
indeseables, y por supuesto que de esto se ocupa también el logos de
Dios. Por eso en la Sabiduría Sirac leemos: “No
entregues tu psique a la tristeza y no te abandones a las
cavilaciones… y echa de ti la tristeza, porque la tristeza ha
perdido a muchos y no ganas nada con ella” (Sir 30, 21-23).
Digamos que estás en luto, por una persona querida y estás muy
entristecido y apenado; y tienes en presencia continua al difunto.
¿Qué has ganado? ¿Le has vuelto atrás, en la vida? No, sino todo
lo contrario, más bien has abierto el camino para que vayas también
tu a donde está él.
Aún continúa en
otro capítulo la Sabiduría Sirac: “Porque
de la tristeza viene la muerte y la tristeza del corazón consume el
vigor. Después de los funerales pase la pena; pues una vida de
tristeza, aflicción es dañosa para el corazón” (Sir 38, 18-19).
En cambio en el
capítulo 30º dice: “La vida del
hombre es el gozo del corazón, y su alegría alarga los días”
(Sir 30,22).
Los que tienen la
lipi (tristeza, pena) según el mundo, viven como si el Dios no
existiese. Por eso al Apóstol Pablo escribe: “Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (los
difuntos), para que no os entristezcáis como los otros que no tienen
esperanza” (1Tes 4,13). No queremos,
hermanos, que vosotros tengáis ignorancia para los difuntos para que
no os apenéis como aquellos que no tienen la esperanza en la
resurrección de los muertos, los que están fuera del Cristianismo.
Así que nuestra fe en la resurrección de los muertos nos consuela.
La resurrección de los muertos no es un mito que podemos simplemente
proyectarlo para consolarnos y consolar a nuestro semejante, sino una
realidad. El Cristo ha resucitado y también resucitarán los
muertos.
Debemos de saber aún
que, como la lipi (pena, tristeza, aflicción) según el mundo,
conduce a la muerte biológica y la espiritual –lo subrayo esto- es
de esperar que esto sea un pecado mortal. Realmente los Padres, la
lipi según el mundo, la han clasificado entre los siete pecados
mortales! Esta es la lipi según el mundo, que especialmente es
catastrófica espiritualmente y somáticamente (físicamente).
Vamos a ver ahora la
lipi (luto, pena, tristeza, sufrimiento, aflicción) según el Dios,
que aquí es bendecida y considerada como felicidad.
La lipi según el
Dios, pues, está conectada siempre con la primera bienaventuranza.
Es decir, la percepción, sensación y sentimiento de nuestra
pecaminosidad crea en la psique una lipi (tristeza, pena). Los
“pobres de espíritu”, los
que están pobres por su propia voluntad, los que son humildes y los
que ven y conocen su propio sí mismo, se entristecen.
Por eso os dije que la segunda
bienaventuranza está conectada con la primera. Pero esta lipi que
aquí se bendice es creadora y fértil.
Tomaré un ejemplo
que utiliza el mismo Señor: ¿Cuándo la mujer se prepara para dar a
luz no se entristece? pero esta tristeza es “para
vida”, porque después del parto
vendrá la alegría. Así es la lipi que trae la alegría.
El Señor este
ejemplo lo dijo a sus discípulos porque no ocurría también lo
mismo a ellos: “Vosotros tendréis
lipi porque seré crucificado; pero cuando yo resucite y me volveréis
a ver, entonces tendréis alegría, en cambio el mundo que se
alegraba antes por vuestra lipi (tristeza, pena) porque ha conseguido
crucificarme, ahora estará en lipi-tristeza” (Jn 16,21).
La lipi (tristeza,
pena) según Dios, pues, es una tristeza que conduce a la alegría.
Así es también el nacimiento espiritual, que especialmente está
analizado de los Padres de nuestra Iglesia Ortodoxa. Un análisis muy
bueno hace san Nicodemo el Aghiorita en su libro “Eortodromio,
camino festivo”; pero también en la Santa Escritura en la oda de
Isaías se refiere de la siguiente manera: “Por
tu temor, Señor, concebimos, tuvimos dolores de parto y dimos a luz,
y hemos creado espíritu de salvación sobre la tierra” (Is
26.27-18).
¡Esto es grandioso,
es el llamado parto espiritual; es muy importante! Uno que capta y
concibe el temor a Dios tiene grandes dolores como de parto… Todo
esto que siente no es agradable, tiene luto, tiene tristeza… ¡Pero
al final genera el espíritu de sanación y salvación que es
admirable!
Recordemos también
al hijo pródigo. Se entristeció y con gran pena dijo: “!Cuántos
trabajadores de mi padre tienen para comer y yo estoy muerto de
hambre!” (Lc 15,17). Se apenó,
lloró, y esta tristeza, pena le condujo otra vez a su padre, es
decir, le provocó el retorno.
La lipi según Dios,
genera también lágrimas del corazón, pero son lágrimas de gozo,
de sanación y salvación. El Salmo 125º se refiere muy bellamente:
“Los que siembran en lágrimas,
segarán sentimientos de alegría” (Sal 125,5). ¡Siembran!
Imaginaos el saco con siembra sembrando el terreno, esto es una
imagen antigua. Y es una imagen metafórica para aquellos que se
esfuerzan por cualquier cosa, y de su cansancio tienen luto y
tristeza en su corazón; pero cuando alcancen el objetivo entonces
recogerán frutos con mucho goce y alegría.
Y el apóstol Pedro
se entristeció y “lloró amargamente”
(Mt 26,75 y Lc 22,62), y con el llanto
y las lágrimas se salvó.
Incluso la lipi
según Dios ayuda al hombre retornar al Paraíso que ha perdido.
Un bello tropario
del Domingo de Quesos dice que Adán se sentó frente del Paraíso y
lloraba clamando: “¡Paraíso te he perdido, te he perdido!”.
Estas lágrimas de Adán han retornado al mismo y sus descendientes
al Paraíso, pero en un Paraíso superior y mejor que el antiguo,
porque ha venido aquí el Hijo de Dios con Su naturaleza humana.
La lipi según Dios
es también el preámbulo de la metania,
la sanación y salvación.
Además, la lipi
según Dios conduce también a la adquisición de la virtud y la
especial gnosis teológica (conocimiento increado), pero también en
la gnosis general, es decir, de la ciencia y las letras. El libro de
proverbios dice que la raíz del árbol de las virtudes es amarga,
pero sus frutos son dulces. Cuando pongo como objetivo adquirir una
virtud, por supuesto esta ascesis es cansada y amarga, pero después
sus frutos son realmente dulces.
Aún, el Dios ama el
luto, principalmente cuando el hombre está en luto para los demás,
principalmente cuando los hombres pecan. Escribe el Apóstol Pedro
sobre este punto que Lot estaba “dolorido
y su psique sufría” (2Ped 2,7-8).
Atención, sufría porque veía esta ciudad y sus habitantes pecar.
Veía en su alrededor aquella degeneración esparcida, y esto hoy ha
quedado como un dicho, decimos: “Sodoma y Gomorra”. Pero todas
las ciudades, según la época, se convierten en Sodoma y Gomorra.
Hoy podemos llorar y sufrir por los hombres de nuestra época.
Podemos estar en luto sobre todo hoy que el mundo, con exactitud
matemática, está conducido a la catástrofe y perdición, y sobre
todo las nuevas generaciones. Lo digo esto porque me dirijo a hombres
jóvenes. ¡Saben cuántos jóvenes son los que han tomado el camino
equivocado de la perdición! ¡Uno puede llorar y estar de luto por
ellos! Puede estar en luto el corazón y no es raro que caigan
lágrimas de los ojos.
Dice aquí, pues,
que bienaventurado es aquel que está en luto por el mal que están
sufriendo los demás hombres y también en general toda la creación.
Esto lo dice muy bien san Isaac el Sirio, especialmente para la
creación. ¡Uno cuando ve la catástrofe de la naturaleza, por
ejemplo, que se están talando los árboles y se está destruyendo el
medio ambiente, sufre y se entristece! Cuando ve que se revuelque el
equilibrio de la creación y se destruya tanto el reino vegetal como
el animal y no menos también el hombre, uno tiene luto, se
entristece. Esto es el luto-lipi según Dios.
Esto el Señor lo
bienaventuriza, bendice y dice: “Bienaventurados
los que están en luto”, simplemente
porque esto indica que los hombres tienen sensibilidad; no son
insensibles, no se burlan, quizás veréis a hombres que cuando ven
un entierro o una catástrofe estén riendo o burlando. Son hombres
insensibles ante el mal que se está haciendo. Pero cuando uno puede
estar en luto y triste, muestra una sensibilidad emocional y lógica,
muestra la sensibilidad de su psique.
En todo esto por
supuesto que hay también algunos extremos peligrosos que en resumen
nos referiremos a continuación.
Si nos fijamos con
atención el Señor dice: “Bienaventurados
los que están en luto”, no dice “los
que han estado en luto”. Esto muestra
duración, es en tiempo Presente, que manifiesta la duración; es
decir, es algo que debe existir en toda nuestra vida.
Pero aquí hay un
extremo peligroso, es la lipi (tristeza, pena) exagerada. Esta es una
extremidad, diríamos que es el siguiente escalón del luto. Esto
manifiesta que uno no tiene en cuenta la jaris (gracia, energía
increada) y la providencia de Dios, sino que tiene quizás algo de
poca fe, como si se tratara de levantar el peso del mal el mismo
hombre. Estaremos en luto, pero no sin la presencia de Dios. Es como
si actuáramos sin la agapi (amor, energía increada) y la sabiduría
de Dios.
Esto por regla
general se hace en las relaciones personales, es entonces cuando nada
ni nadie nos puede consolar. Cuando por ejemplo, decimos: ¡Yo
caer!... en el fondo hay un egoísmo y se ha picado, ofendido nuestro
orgullo.
El Apóstol Pablo a
uno de Corinto que había pecado, le puso sanciones, pero después
aconsejó a los Cristianos el cese de estas sanciones, porque pensó
“que no vaya a ser que sea añadida
más tristeza y le destruya a este hombre” (2Cor 2,7).
Como sabéis, Judas
llegó al suicidio, porque su tristeza o pena esencialmente estaba
sin esperanza. Al contrario el apóstol Pablo, por un lado perseguía
la Iglesia, pero más tarde se arrepintió, no se desesperó y se
salvó, su tristeza fue consolada.
En el fondo la lipi
según Dios existe una alegría. Por eso lo Padres han creado una
palabra compuesta χαρμολύπη
(jarmolipi
alegre-pena o penalegre), la que al final trae alegría.
Finalmente los
frutos de la lipi según Dios son los siguientes:
El primer fruto que
trae es la paz. Un corazón que está consolado por el Dios tiene
paz, la irreducible paz de Dios que nada la puede quitar.
El segundo fruto es
la alegría, la irreducible alegría de Cristo que nada ni nadie la
puede quitar.
El tercer fruto es
la esperanza. Sí, es verdad, el luto según Dios está pleno de
esperanza.
Este luto también
afina la psique, la emoción y el pensamiento. Reúne las fuerzas de
la psique y rompe aquella extroversión que la destruye.
Pero los que han
estado en luto, también al cielo tienen súplica, es decir,
consuelo. El evangelista Juan dice en el libro del Apocalipsis que
había visto uno hombres excelentes con túnicas blancas y para ellos
fue informado que eran “aquellos que
provenían de la gran tristeza” (Apoc 7,14).
Y el mismo san
Crisóstomo dice: “que estos serán consolados aquí en la tierra y
en el Cielo”.
Queridos amigos míos, junto con la
primera bienaventuranza adquiramos también la segunda, que es luto
según Dios, para tener el verdadero consuelo y sanación.
Domingo 26 Noviembre 1995,
Yérontas Atanasio Mitilineos
San Juan de Cronstandt: la segunda
bienaventuranza.
“Sobre los ríos de Babilón, allí
nos hemos sentado y hemos llorado al recordarnos a Sión”. Los
hebreos que fueron cautivados por el rey Nabucodonosor, simbolizan a
nosotros que estamos cautivados por el diablo,
el espiritual Nabucodonosor.
Los ríos de Babilón simbolizan nuestras tendencias y estudios del
pecado, como también los ríos de pazos que se derraman
impetuosamente de las mandíbulas del Satanás, el dragón espiritual
y nos conducen hacia el abismo del infierno. El llanto amargo de los
hijos de Israel simboliza el llanto y el luto de los verdaderos
cristianos, los hijos del nuevo Israel, por la cautividad espiritual
de ellos a causa del pecado. Nuestra Iglesia y la Escritura quieren
con esto convencernos que tenemos necesidad de derramar lágrimas y
estar en luto por nuestros pecados. Por eso aceptad con
agradecimiento este recordatorio de nuestra madre Iglesia y con la
ayuda de Dios empezad la obra de la metania interior…
Los pazos y las
tentaciones son como ríos, tal y como dijo el Señor: “y
descendió lluvia, y vinieron ríos… y dieron con ímpetu contra
aquella casa; y cayó...” (Mt 7,27).
Los pazos atacan contra los hombres. David dice: “Dios
mío sálvame, porque han entrado aguas hasta mi psique” (Sal
68,1). Estos ríos arrecian en nuestro
interior, por eso debemos dejar que se derramen de nuestros ojos ríos
de lágrimas. Entonces no nos estará atrayendo y arrastrando el
pecado, porque será expulsado de nuestra psique junto con nuestras
lágrimas. Y en el lugar del pecado brotarán “ríos
de agua viva” (Jn 7,38), ríos de
jaris (gracia, energía increada) de Dios que purifica, sana,
ilumina, santifica, refuerza y consuela la psique que está en luto y
lagrimea. Es cierto que en nuestro interior tenemos un abismo de
pecados, por eso no podemos en una hora expulsarlos. Debemos llorar
mucho y con ardor. No debemos buscar nuestra salvación en las
lágrimas, sino en la agapi (amor, energía increada) de Dios por
nosotros, en la jaris increada de Jesús Cristo que llora y lagrimea
junto con nosotros por nuestros pecados, y que ha prometido a
aquellos que están en luto, les regalará la absolución de los
pecados y también la consolación, la provisional y la eterna.
Bienaventurados los que están en luto, porque ellos serán
perdonados y consolados.
Nuestro Señor dice
bienaventurados los que están en luto, lloran y sufren. ¿Pero el
cosmos-mundo qué dice? ¿Qué decís algunos de vosotros? Seguro que
estarán diciendo: “Bienaventurados y felices son aquellos que
están alegres y riendo. Pero el Señor dijo: “¡Ay
de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis”
(Lc 6,25). El Cristo mientras vivía en
la tierra, los hombres no Le han visto reír nunca. Pero Le han visto
muchas veces llorar. Cómo podemos reír y alegrarnos cuándo
provocamos la ira de Dios, cuándo estamos en una lucha desesperada
entre la vida y la muerte; cuándo en todas partes encontramos
desgracia y problemas; cuándo el pecado destructor destruye las
psiques de los hombres que han sido redimidos con la sangre del Hijo
de Dios; cuándo el Satanás nos amenaza cada momento a echarnos en
la gehena (infierno) candente que está dispuesta a tragarnos. ¿Es
tiempo de risas y alegrías cuándo las tentaciones, la maldad y las
caídas nos rodean por todas partes? Cuándo algunos de nuestros
hermanos sufren por enfermedades, hambre y todo tipo de privaciones y
calamidades; cuándo están oprimidos y reciben ofensas de hombres
duros de corazón y por otro lado otros roban sin escrúpulos a sus
semejantes o se hunden en el hedonismo, la opulencia y en todo tipo
de pecado.
¡Pobres pecadores!
La risa y la alegría no tienen sitio en estas condiciones
espirituales naturales y lamentables. Para nosotros no ha llegado aún
el tiempo para fiestas y risas. Vendrá después de muchas lágrimas
y llantos por nuestros pecados en esta vida, vendrá después de
nuestra victoria contra el pecado. “Bienaventurados
los que ahora lloráis, porque reiréis (Lc 6,21).
Bienaventurados y felices realmente son aquellos que están de luto
pragmáticamente. Alguno de vosotros tenéis el carisma de lágrimas
por vuestros pecados, conocéis empíricamente que felicidad y
bienaventuranza es que uno se lamente y llore por los pecados suyos o
de los demás. No puedes separar la bienaventuranza del llanto de la
metania. Aquel que se lamenta y llora es normal que reciba como
recompensa perdón, súplica y consuelo…
Debes llorar y estar
en luto por tus pecados, porque con tus pecados has profanado en tu
interior y sigues haciéndolo la imagen de Dios. Piensa por favor: el
Dios se refleja en tu interior como el sol es reflejado en una gota
de agua. En la tierra estás hecho de una manera como una especie de
dios, como dice el Salmista: “Yo dije
que todos vosotros sois dioses; hijos del Altísimo” (Sal 81.82,
6). Y tú cada día pisoteas esta
imagen y la arrastras al barro. La ensucias con los pazos del mundo,
con tu apego a las cosas terrenales, el orgullo, el odio, la
incredulidad, la embriaguez y otros muchos pazos. Con todo esto
exasperas a Dios y agotas Su tolerancia y magnanimidad.
Debes llorar y estar
en luto porque, a pesar de llevar el nombre de cristiano, no cumples
las promesas y obligaciones que has tomado después del Bautismo…
El Cristo ha habitado en tu interior y te has convertido en nueva
creación, nuevo hombre. Te has
revestido a Cristo como dice el apóstol Pabllo: “porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos” (Gal 3,27)...
Debes llorar y estar
en luto cuando la soberbia, el desprecio, la codicia, la avaricia y
la envidia te alejan de Dios. Porque el Cristo dijo: “Amad
a vuestros enemigos, bendecid a los que os calumnian y maldicen y
haced el bien a los que os odian” (Mt 5,44). Llorar
y estar de luto ante el Dios cuando te ensucian los pazos de la
embriaguez (alcoholismo y drogas), la ambición y la avaricia; y
cuando la desobediencia y la reacción hacia tus padres y tus
superiores te alejan de Dios…
Debes llorar y estar
en luto, cuando pueblos enteros aún no han conocido al verdadero
Dios, a nuestro Señor Jesús Cristo, sino que se encuentran en la
oscuridad de la idolatría y alaban a las creaciones y no al creador.
Debes llorar y estar en luto cuando la fe cristiana en los estados
ateos está perseguida y muchos de tus hermanos están gimiendo bajo
el yugo de sus tiranos. Debes llorar y estar en luto cuando los
poderosos y los ricos de este mundo persiguen y oprimen a los pobres
y sin ayuda… Debes estar de luto y llorar, porque muchos cristianos
decaen de las alturas espirituales de la redención y no respetan la
Iglesia, ni sus misterios, tampoco su enseñanza…
Quizás alguno diga:
¿en qué me beneficiarán mis lágrimas y el luto?
Pues, con tu luto
cumplirás y aplicarás el mandamiento del apóstol: “Llora
con los que están llorando” (Rom 12,15); y
también el mandamiento de la agapi hacia tu semejante, “puesto
que la agapi es la plenitud de la ley”
(Rom 13,10).
Muchos de los santos
de Dios estaban en luto y lloraban en toda su vida día y noche, con
el pensamiento en el día terrible del juicio y los castigos eternos
que esperan a los pecadores. Y nosotros como si fuéramos justos y
santos somos indiferentes sobre este juicio final y la decisión
definitiva del Justo Juez, incluso algunos niegan la verdad del
juicio final y la gehena (infierno). Hermanos, todo a su tiempo.
Tiempo para llorar, estar en luto y tiempos para alegrías y fiestas.
Ahora estamos en tiempo de llanto y luto por nuestros pecados».
Amín. San Juan de Cronstandt.
© Monasterio
Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio”
40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου