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Δευτέρα 28 Μαρτίου 2016

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita SEGUNDA PARTE,Capítulo B. 22-24

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo B. 22 El esclavo o siervo de Dios no debe inquietarse incluso cuando siente en su interior alguna resistencia para la paz que hemos mencionado.
Capítulo B. 23 Cuál es el cuidado que tiene el diablo para molestar esta paz espiritual de nuestra psique. Nosotros debemos evitar sus malas astucias, engaños y artimañas.
Capítulo B. 24 La psique no debe confundirse por las tentaciones interiores y los loyismí.
Capítulo B. 22 El esclavo o siervo de Dios no debe inquietarse incluso cuando siente en su interior alguna resistencia para la paz que hemos mencionado.

Debes conocer que muchas veces te sentirás a ti mismo ser molestado y faltar de tu interior esta paz divina y dulce y la amada libertad; y algunas veces puede ser que por los movimientos de tu corazón sea levantado un polvo que te estará molestando en el camino que tratarás de realizar. Y esto te lo concede el Dios para tu bien mayor. Acuérdate que esta es la guerra de la que los santos han recibido las coronas y los grandes salarios. En todo aquello que te confunde y te marea, debes decir: “Señor mío, aquí ves a tu siervo, hágase tu voluntad. Conozco y confieso que la verdad de tus logos permanece siempre firme y estable y tus promesas son reales y en estas tengo esperanza. Yo estoy sólo para ti”. En efecto, la psique-alma que se ofrece con esta manera a su Señor, está feliz cada vez que es molestada o confundida. Y si esta guerra permanece y no puedes unir tu voluntad rápidamente como quieres con la voluntad de Dios, no te asustes, ni te acobardes y te aflijas por eso. Pero continúa ofreciéndote a ti mismo, y reverenciando así vencerás. Echa una ojeada también al jardín donde estaba el Cristo cuando la humanidad le giraba la espalda y le aborrecía, cuando dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”; pero inmediatamente mandó a poner su psique en la soledad y con una voluntad simple y libre, dijo con profunda humildad: “pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mt 26,39).
Cuando te encuentras en alguna dificultad, no cedas para nada, si antes no has elevado tus ojos a Cristo encima de la cruz, y allí verás marcado con letras grandes de que tú serás conducido en aquella aflicción y sufrimiento. Y este tipo, forma o modelo, cópialo en ti mismo con obras, y cuando alguna vez seas molestado por tu egolatría o amor a ti mismo, no te acobardes ni te separes de la cruz, sino vete rápido a la oración y muestra paciencia en tu humildad hasta que venzas tu voluntad y quieras que se haga en ti la voluntad de Dios. Y una vez hayas salido de la oración, reuniendo sólo este fruto, debes estar alegre. Pero si tu psique no ha llegado aún en esto, quiere decir que aún está hambrienta y sin su alimento. Lucha de manera que habite sólo el Dios en tu psique y ninguna otra cosa, ni siquiera por poco tiempo. No te apenes ni te amargues para ninguna cosa, ni observes las malas astucias, malicias y malos ejemplos de los otros, sino que seas como un niño que no sufre de ninguna de estas amarguras y todo lo supera sin ninguna avería.

Capítulo B. 23 Cuál es el cuidado que tiene el diablo para molestar esta paz espiritual de nuestra psique. Nosotros debemos evitar sus malas astucias, engaños y fraudes.
Nuestro enemigo, el diablo, se alegra por cualquier confusión y perturbación de nuestro corazón, tal y como se alegra el lobo durante el invierno y de los vientos fuertes. Por esta razón él intenta absorber nuestras psiques y a medida que pueda, alejarlas de la humildad y la sencillez; incluso atribuir a nosotros mismos la preocupación de alguna reputación y así no vemos la obra preliminar de la llamada divina jaris (gracia, energía increada), sin la cual uno no puede decir al Señor Jesús Cristo, como dice el apóstol Pablo: “y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Podemos con nuestra libre voluntad recibir esta jaris, pero si no podemos recibirla, la causa somos nosotros mismos; pero si logramos recibirla, entonces no podemos hacer ninguna obra sin esta jaris que en principio se da a todos los hombres.
El enemigo, pues, intenta hacernos juzgar y creer que uno muestra más diligencia que el otro y pone mejor predisposición para recibir los carismas de Dios; y después intenta que el hombre haga obras buenas con soberbia, sin pensar en su debilidad, y de esta manera aceptar el pensamiento de despreciar a los otros. Por eso tú también si no muestras mucha atención y cuidado y no cambias rápidamente, de modo que te avergüences, humilles a tu egoísmo y desprecies a ti mismo, tal como dijimos, te hará caer a la soberbia y al orgullo como el Fariseo que dice el Evangelio, el cual presumía de sus obras buenas y condenaba las obras malas de los demás.
Y cuando el enemigo una vez domine tu voluntad, seguro que después te dominará muchas veces, y te derrumbará en todo tipo de maldad. Así sufrirás daño grande y peligrarás mucho. Por eso el Señor nos pidió que estemos en alerta y oración: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,41).
Por tanto, es imprescindible que tengas mucho cuidado, lo más que puedas con todo detalle, para que el enemigo no te haga perder un tesoro tan grande, como es la hisijía la paz y la serenidad de la psique. Porque el enemigo con toda su fuerza intenta expulsar de tu interior este reposo y sosiego y la paz de la psique y hacerla vivir en inquietud y confusión, puesto que él conoce que en esto se encuentra todo el daño y el desastre de la psique. Porque cuando una psique está en paz, entonces cada cosa suya la hace con facilidad, y también hace muchas obras y todas buenas, persiste con su voluntad y fácilmente resiste a cualquier cosa que le suceda. Al contrario, si está confundida, inquieta y mareada, hace pocas obras y estas en un grado grande imperfectas, se cansa fácilmente y finalmente vive un martirio sin beneficio.
Por eso tú, si quieres vencer y que el enemigo no estropee tu mercancía, debes tener cuidado más que cualquier otra cosa en no permitir que sea perturbada tu psique y no aceptar que permanezca perturbada ni un momento. Y para que conozcas a cuidarte y protegerte mejor de los fraudes, engaños y artimañas de este evento, guarda como regla lo siguiente: cada pensamiento-loyismós que te separa y te aleja de la agapi de Dios y generalmente de toda tu esperanza en Dios, es un demonio terrible del hades (infierno) y como tal debes alejarlo, ni siquiera escucharlo. Porque la obra del Espíritu Santo no es otra cosa que en cada caso y por cualquier motivo unir las psiques con Dios, calentándolas y fortaleciéndolas en su dulce agapi (amor, energía increada), poniendo en sus interiores nueva convicción y agapi hacia el Dios; mientras que la obra del diablo es totalmente contraria.
Como él utiliza todos los medios, métodos y maneras que puede para este propósito, es decir, pone al corazón miedo más de lo normal, aumenta la acostumbrada debilidad de la psique, no la deja que esté con buen ánimo ni endulzarse como es debido, ni en la confesión, ni en la divina comunión o efjaristía, ni tampoco en la oración, sino que la empuja a tratar todas estas cosas sin ánimo, ni agapi-amor y con confusión y miedo. La falta de piedad sensible y la privación de la dulzura interior, que muchas veces ocurre en la oración y en otros ejercicios, hace que la psique acepte estos ejercicios con una tristeza impaciente, dándola a entender que esto se hace de Dios, no para probarla, sino porque sus obras están perdidas y que es mejor abandonar los ejercicios o las ascesis espirituales. Y al final la trae en tan grande confusión y desesperación de manera que piense que cualquier cosa que haga es totalmente inútil y sin fruto. Así aumenta en el interior de la psique el miedo, la tristeza y la depresión, y cree que el Dios la ha abandonado. Pero la verdad no es esta. Porque la psique puede ser que pruebe la sequedad y la falta de dulzura espiritual, sin embargo siempre puede hacer incontables obras buenas, siguiendo sólo la fe sencilla, teniendo paciencia y perseverancia en hacer el bien como pueda.
Por tanto, para que tú esto lo entiendas mejor y no te cause daño, aquel bien y beneficio que te va a dar el Dios con la privación de la piedad y de la dulzura, te pondré en el siguiente capítulo los bienes que provienen de la humilde paciencia y perseverancia que uno mostrará durante la sequedad de la piedad; para que tú también aprendas y no pierdas la paz espiritual por esta razón; por si acaso alguna vez te sucede y te encuentres en una similar sequedad del nus (espíritu) y tristeza del corazón, tanto por la privación del fervor de la piedad y de la dulzura espiritual que tenías, como por la amargura que saboreas de cada tentación interior y de los malignos loyismí (pensamientos y reflexiones).

Capítulo B. 24 La psique no debe confundirse por las tentaciones interiores y los loyismí.
Aunque anteriormente en el capítulo 7, hemos hablado sobre la amargura y la sequedad interior de la piedad, ahora diremos las cosas que hemos omitido allí; es decir, que son muchos los bienes que produce en la psique esta amargura y sequedad espiritual; o sea, la privación de la alegría espiritual y de la dulzura, si las aceptamos con humildad y paciencia, cosas que si el hombre las entendiera, sin ninguna duda esto no le molestaría mucho y no se entristecería tanto cuando le sucediesen; porque recibiría y aceptaría esta amargura y privación que le muestra el Dios no como señal de odio, sino como una señal de gran agapi excepcional y un favor excelente que le hace el Dios.
Porque estas situaciones similares no suceden a todos, sino en aquellos hombres que quieren entregarse totalmente al servicio de Dios y alejarse de aquellas cosas que pueden dañarlos. Y en general estas cosas no suceden al principio del regreso de los hombres a Dios, sino cuando hayan servido a Dios por algún período de tiempo y una vez que se hayan sanado, limpiado moderadamente en sus corazones con la santa oración y la compunción y han sentido en sus corazones alguna dulzura espiritual, calor y alegría, y cuando ya han comenzado la obra decidan a dedicarse por completo a Dios y servirle con mayor perfección. Porque nunca vemos a quejarse por semejantes tentaciones los pecadores y aquellos que están entregados a las cosas del mundo. Así se ve claramente que esta amargura es una comida honorífica y cara, con la que el Dios invita aquellos que ama a convidar. Y si en nuestro sabor no es delicioso, a pesar de esto, nos beneficia sin entonces conocer lo que saboreamos. Porque la psique que se encuentra en esta clase de sequedad y sabor amargo y tiene este tipo de tentaciones y loyismí, que sólo si los pensamos nos perturban, aunque amargan el corazón y casi paralizan todo el hombre interior, sin embargo de esta manera la psique adquiere temor, odio y aborrecimiento de sí misma y obtiene aquella humildad que nos pide el Dios; además adquiere agapi más ferviente hacia el Dios, atención más exacta a los loyismí y estómago más fuerte para digerir las tentaciones sin daño y tiene sentidos espirituales ejercitados en el discernimiento fácil del bien y del mal, como dijo Pablo (Heb 5,14). Pero la psique que entonces no entiende estos motivos misteriosos, se asquea y evita la amargura que se ha dicho, como si no quisiese nunca permanecer sin sabor del placer espiritual y cualquier otro ejercicio lo considera como tiempo perdido y esfuerzo sin progreso ni fruto.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (Blog en español)


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