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Τρίτη 29 Μαρτίου 2016

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita SEGUNDA PARTE,Capítulo B. 25

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo B. 25 Las tentaciones se han dado de Dios para nuestro beneficio.
Y generalmente, para que entendamos que todas las tentaciones nos fueron dadas de Dios para nuestro propio beneficio (118), debemos pensar que el hombre a causa de la mala inclinación de su naturaleza corrupta es orgulloso, ambicioso y vanaglorioso, se cree extremadamente sabio y defensor empedernido de su propia opinión, siempre quiere que los demás le tengan en cuenta más de lo que en realidad es. Pero esta reputación es tan peligrosa para el progreso espiritual, de modo que sólo el olor de ella sea bastante para impedir al hombre llegar a la verdadera perfección.
Por eso el Dios como Padre caritativo que tiene un interés amoroso para cada uno y sobre todo para aquellos que se entregaron a su servicio, siempre permite que nos ocurran las tentaciones y de esta manera se cuida a ponernos en tal posición para que podamos salir de este peligro terrible de semejante reputación; y casi con violencia venimos a la humilde gnosis (conocimiento) de nosotros mismos, tal como hizo a apóstol Pedro, al cual permitió que le negase tres veces, para que pueda conocer su debilidad y no tener ánimo y confianza en sí mismo; lo mismo hizo con el apóstol Pablo, al cual una vez haberlo subido al tercer cielo apocaliptándole-revelándole los misterios divinos y ocultos, le dio una tentación para que conozca su flojera, su debilidad natural y su enfermedad; y así haciéndose humilde se jacte de sus enfermedades y no ensoberbecerse por la magnitud de las apocalipsis-revelaciones que recibió de Dios, como el mismo dice: “Y para que la grandeza de las apocalipsis-revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca y me convierta en un soberbio” (2Cor 12,7).
118. Muchas y distintas son las causas por la que el Dios permite las tentaciones, tanto en los pecadores como también en los santos y virtuosos. San Crisóstomo apunta once causas por las que el Dios permite que sean tentados los santos. San Isaac el Sirio en sus logos 5 y 48 apunta muchas otras causas por las que están tentados los hombres. Pero en su logos 48 en general dice: “la tentación beneficia a todo hombre… los luchadores son tentados para añadir más riqueza en la riqueza. A los flojos para que se protejan de las cosas que les hacen daño; a los dormidos para que se despierten y a los que estás alejados de Dios para se acerquen a Él; en cambio a los amigos de Dios los tienta para que tengan mayor franqueza”. Por eso también san Juan el Damasceno en su capítulo 45 sobre la Fe Ortodoxa, una vez que haya dicho que las tentaciones vienen a los justos y a los pecadores por perdón, por concesión o por abandono económico y espiritual, al final añade: “Debemos conocer que todas las cosas desagradables a los que las aceptan con agrado sin perturbarse, de cualquier manera producen mucho beneficio”.
El Dios pues, siendo caritativo con nuestra inclinación perversa y miserable, permite que nos visiten las tentaciones, que algunas veces son tan horrorosas y terribles, que con distintas maneras nos hacen humildes y conocedores de nosotros mismos; a pesar que nos parece de que no nos benefician en nada. Y en este punto simultáneamente muestra también su caridad, bondad y sabiduría, porque aquello que nosotros consideramos como más dañino y perjudicial, con aquello nos beneficia, porque nos hacemos más humildes, cosa que es lo más imprescindible de todo lo demás para nuestra psique.
Así que, si en general todas las tentaciones provocan humildad, debe humillarse también el siervo de Dios que siente, como antes hemos dicho, en su corazón las tentaciones, los loyismí, la impiedad y la falta de alegría y dulzura espiritual; y pensar que estas cosas suceden por nuestros pecados y que no puede haber alguien que sea tan deficiente su psique y servir a Dios con tanta tibieza; y que este tipo de loyismí no suceden en otros, sino sólo en aquellos que están abandonados de Dios y por esta razón también los mismos son dignos de ser abandonados.
He aquí, pues, qué beneficio proviene de estos humildes pensamientos y reflexiones (loyismí): aquel que antes creía que no tiene ningún mal, ahora se cree el hombre más ilegal del mundo y que aún no es digno ni siquiera del nombre de llamarse cristiano. Por supuesto que nunca podría pensar tan bajo para sí mismo, ni llegar a tan profunda humildad, si no le obligaba aquella gran aflicción y sufrimiento y aquellas aisladas tentaciones y amarguras del corazón, que son una benevolencia que da el Dios a la vida de aquella psique que se dedica a Él, para sanarla con estos medicamentos, y que sólo Él conoce bien que son imprescindibles para la salud y el buen estado.
Aparte de los frutos que provocan en nuestras psiques semejantes tentaciones y la falta de piedad, existen también otros muchos frutos. Porque aquel que está afligido de estas tentaciones interiores, casi está obligado a acercarse a Dios, e intenta hacer lo que es correcto para la terapia de la aflicción, de la depresión y de la amargura del corazón y así poder liberarse rápidamente de un martirio de este tipo. Va examinando su corazón, evitando todo pecado y todo defecto hasta el más pequeño que de cualquier manera le aleja de Dios. Y así aquella tribulación (tristeza, depresión y sufrimiento), que él creía tan contraria, dañina y perjudicial, después se convierte en un centro por el que comienza y busca más a Dios, con más fervor, y se aleja aún más de aquello que cree que no es según la voluntad de Dios. Y hablando en brevedad, diría que todas las tribulaciones (sufrimientos, depresiones, angustias y fatigas) que padece la psique con estas tentaciones interiores y las privaciones de las alegrías y los placeres espirituales, no son otra cosa que un amistoso purgatorio con el que el Dios “psicoterapia”, purga y sana la psique si las aguanta con humildad y paciencia; y estas pueden hacernos recibir al cielo aquella corona que se logra solo mediante estas tribulaciones. Y cuanto mayores son las tribulaciones, tanto más glorioso será también el cielo.
De esto es evidente que nosotros no debemos confundirnos, perturbarnos y afligirnos tanto de las demás tentaciones exteriores que nos vienen, como de las interiores que antes dijimos; tal y como hacen aquellos que tienen poca experiencia en cosas similares y que cualquier cosa que les suceda lo atribuyen de que les viene del diablo o de sus pecados e imperfecciones, y las señales de la agapi de Dios las consideran como señales de odio, y las benevolencias y donaciones las consideran como pruebas y golpes que salen de un corazón iracundo y hagan lo que hagan está perdidos, sin recompensa y que este daño no tiene terapia. Porque si creyeran que de semejantes tentaciones no deriva ningún daño, sino gran adquisición de virtudes, si la psique de estos las utiliza y las recibe con agrado, y si creyeran que estas sólo son un recuerdo de la agapi cariñosa de Dios hacia nosotros, no podrían ser perturbados y perder la paz de sus corazones, pero ellos se afligen y se entristecen por muchas tentaciones y extraños loyismí blasfemos y se encuentran en sequedad y tibios, sin piedad y sin fervor en la oración y en otros ejercicios espirituales que hacen.
Entonces con una persistencia renovada les gustaría humillar sus psiques ante el Dios y deciden de cualquier manera en cada caso cumplir la voluntad divina, servir a Dios en este mundo y cuidarse en ser vistos como pacíficos y serenos, creyendo que toda cosa la reciben de la mano del Padre celeste, en la mano del cual se encuentra esta copa amarga que se les es dada. Porque esta molestia y tentación que están sufriendo sea del diablo, sea de los hombres, sea por sus pecados o por cualquier otra razón, siempre y en todo es el Dios que concede con distintos medios, como él crea correcto, para que no llegues a otro mal, sino sólo en aquel del castigo, el cual Dios permite siempre que venga para tu beneficio. Y si el pecado que se hace, por ejemplo, de tu prójimo, es contrario a su voluntad, esto también el Dios lo utiliza para beneficio tuyo y sanación tuya, si tú lo soportas sin perturbación ni tormento o trastorno. Así en vez que te entristezcas e inquietes, debes estar agradeciéndole con alegría interior y deleite, haciendo lo que puedas con perseverancia y persistencia; pero sin perder el tiempo y junto con esto perder también muchos y grandes salarios y recompensas que quiere el Dios que adquieras por el motivo que él permite venir.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (Blog en español)

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