ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ
ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo B. 25 Las tentaciones se
han dado de Dios para nuestro beneficio.
Y generalmente, para que entendamos que
todas las tentaciones nos fueron dadas de Dios para nuestro propio
beneficio (118), debemos pensar que el
hombre a causa de la mala inclinación de su naturaleza corrupta es
orgulloso, ambicioso y vanaglorioso, se
cree extremadamente sabio y defensor empedernido de su propia
opinión, siempre quiere que los demás le tengan en cuenta más de
lo que en realidad es. Pero esta reputación es tan peligrosa para el
progreso espiritual, de modo que sólo el olor de ella sea bastante
para impedir al hombre llegar a la verdadera perfección.
Por eso el
Dios como Padre caritativo que tiene un interés amoroso para cada
uno y sobre todo para aquellos que se entregaron a su servicio,
siempre permite que nos ocurran las tentaciones y de esta manera se
cuida a ponernos en tal posición para que podamos salir de este
peligro terrible de semejante reputación; y casi con violencia
venimos a la humilde gnosis (conocimiento) de nosotros mismos, tal
como hizo a apóstol Pedro, al cual permitió que le negase tres
veces, para que pueda conocer su debilidad y no tener ánimo y
confianza en sí mismo; lo mismo hizo con el apóstol Pablo, al cual
una vez haberlo subido al tercer cielo apocaliptándole-revelándole
los misterios divinos y ocultos, le dio una tentación para que
conozca su flojera, su debilidad natural y su enfermedad; y así
haciéndose humilde se jacte de sus enfermedades y no ensoberbecerse
por la magnitud de las apocalipsis-revelaciones que recibió
de Dios, como el mismo dice: “Y para que la grandeza de las
apocalipsis-revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue
dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me
abofetee, para que no me enaltezca y me convierta en un soberbio”
(2Cor 12,7).
118.
Muchas y distintas son las causas por la que el
Dios permite las tentaciones, tanto en los pecadores como también en
los santos y virtuosos. San Crisóstomo apunta once causas por las
que el Dios permite que sean tentados los santos. San Isaac el Sirio
en sus logos 5 y 48 apunta muchas otras causas por las que están
tentados los hombres. Pero en su logos 48 en general dice: “la
tentación beneficia a todo hombre… los luchadores son tentados
para añadir más riqueza en la riqueza. A los flojos para que se
protejan de las cosas que les hacen daño; a los dormidos para que se
despierten y a los que estás alejados de Dios para se acerquen a Él;
en cambio a los amigos de Dios los tienta para que tengan mayor
franqueza”. Por eso también san Juan el Damasceno en su capítulo
45 sobre la Fe Ortodoxa, una vez que haya dicho que las tentaciones
vienen a los justos y a los pecadores por perdón, por concesión o
por abandono económico y espiritual, al final añade: “Debemos
conocer que todas las cosas desagradables a los que las aceptan con
agrado sin perturbarse, de cualquier manera producen mucho
beneficio”.
El Dios pues, siendo caritativo con
nuestra inclinación perversa y miserable, permite que nos visiten
las tentaciones, que algunas veces son tan horrorosas y terribles,
que con distintas maneras nos hacen humildes y conocedores de
nosotros mismos; a pesar que nos parece de que no nos benefician en
nada. Y en este punto simultáneamente muestra también su caridad,
bondad y sabiduría, porque aquello que nosotros consideramos como
más dañino y perjudicial, con aquello nos beneficia, porque nos
hacemos más humildes, cosa que es lo más imprescindible de todo lo
demás para nuestra psique.
Así que, si en general todas las
tentaciones provocan humildad, debe humillarse también el siervo de
Dios que siente, como antes hemos dicho, en su corazón las
tentaciones, los loyismí, la impiedad y la falta de alegría
y dulzura espiritual; y pensar que estas cosas suceden por nuestros
pecados y que no puede haber alguien que sea tan deficiente su psique
y servir a Dios con tanta tibieza; y que este tipo de loyismí no
suceden en otros, sino sólo en aquellos que están abandonados de
Dios y por esta razón también los mismos son dignos de ser
abandonados.
He aquí, pues, qué beneficio proviene
de estos humildes pensamientos y reflexiones (loyismí): aquel
que antes creía que no tiene ningún mal, ahora se cree el hombre
más ilegal del mundo y que aún no es digno ni siquiera del nombre
de llamarse cristiano. Por supuesto que nunca podría pensar tan bajo
para sí mismo, ni llegar a tan profunda humildad, si no le obligaba
aquella gran aflicción y sufrimiento y aquellas aisladas tentaciones
y amarguras del corazón, que son una benevolencia que da el Dios a
la vida de aquella psique que se dedica a Él, para sanarla con estos
medicamentos, y que sólo Él conoce bien que son imprescindibles
para la salud y el buen estado.
Aparte de los frutos que provocan en
nuestras psiques semejantes tentaciones y la falta de piedad, existen
también otros muchos frutos. Porque aquel que está afligido de
estas tentaciones interiores, casi está obligado a acercarse a Dios,
e intenta hacer lo que es correcto para la terapia de la aflicción,
de la depresión y de la amargura del corazón y así poder liberarse
rápidamente de un martirio de este tipo. Va examinando su corazón,
evitando todo pecado y todo defecto hasta el más pequeño que de
cualquier manera le aleja de Dios. Y así aquella tribulación
(tristeza, depresión y sufrimiento), que él creía tan contraria,
dañina y perjudicial, después se convierte en un centro por el que
comienza y busca más a Dios, con más fervor, y se aleja aún más
de aquello que cree que no es según la voluntad de Dios. Y hablando
en brevedad, diría que todas las tribulaciones (sufrimientos,
depresiones, angustias y fatigas) que padece la psique con estas
tentaciones interiores y las privaciones de las alegrías y los
placeres espirituales, no son otra cosa que un amistoso purgatorio
con el que el Dios “psicoterapia”, purga y sana la psique si las
aguanta con humildad y paciencia; y estas pueden hacernos recibir al
cielo aquella corona que se logra solo mediante estas tribulaciones.
Y cuanto mayores son las tribulaciones, tanto más glorioso será
también el cielo.
De esto es evidente que nosotros no
debemos confundirnos, perturbarnos y afligirnos tanto de las demás
tentaciones exteriores que nos vienen, como de las interiores que
antes dijimos; tal y como hacen aquellos que tienen poca experiencia
en cosas similares y que cualquier cosa que les suceda lo atribuyen
de que les viene del diablo o de sus pecados e imperfecciones, y las
señales de la agapi de Dios las consideran como señales de
odio, y las benevolencias y donaciones las consideran como pruebas y
golpes que salen de un corazón iracundo y hagan lo que hagan está
perdidos, sin recompensa y que este daño no tiene terapia. Porque
si creyeran que de semejantes tentaciones no deriva ningún daño,
sino gran adquisición de virtudes, si la psique de estos las utiliza
y las recibe con agrado, y si creyeran que estas sólo son un
recuerdo de la agapi cariñosa de Dios hacia nosotros, no
podrían ser perturbados y perder la paz de sus corazones, pero ellos
se afligen y se entristecen por muchas tentaciones y extraños
loyismí blasfemos y se encuentran en sequedad y tibios, sin
piedad y sin fervor en la oración y en otros ejercicios espirituales
que hacen.
Entonces con una persistencia renovada
les gustaría humillar sus psiques ante el Dios y deciden de
cualquier manera en cada caso cumplir la voluntad divina, servir a
Dios en este mundo y cuidarse en ser vistos como pacíficos y
serenos, creyendo que toda cosa la reciben de la mano del Padre
celeste, en la mano del cual se encuentra esta copa amarga que se les
es dada. Porque esta molestia y tentación que están sufriendo sea
del diablo, sea de los hombres, sea por sus pecados o por cualquier
otra razón, siempre y en todo es el Dios que concede con distintos
medios, como él crea correcto, para que no llegues a otro mal, sino
sólo en aquel del castigo, el cual Dios permite siempre que venga
para tu beneficio. Y si el pecado que se hace, por ejemplo, de tu
prójimo, es contrario a su voluntad, esto también el Dios lo
utiliza para beneficio tuyo y sanación tuya, si tú lo soportas sin
perturbación ni tormento o trastorno. Así en vez que te
entristezcas e inquietes, debes estar agradeciéndole con alegría
interior y deleite, haciendo lo que puedas con perseverancia y
persistencia; pero sin perder el tiempo y junto con esto perder
también muchos y grandes salarios y recompensas que quiere el Dios
que adquieras por el motivo que él permite venir.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de
la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas
www.logosortodoxo.com
(Blog en español)
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