Introducción, parte a´
«Tribulación»,
«paciencia»
y « realeza
increada»
La lucha del Cristiano que anhela al
Juez.
Con la ayuda de Dios, amigos míos,
entramos al tema principal del libro del Apocalipsis.
9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe en
vuestra tribulación1, en la realeza increada y en la
paciencia de Jesús Cristo, estaba en la isla llamada Patmos, por
causa del logos de Dios y el testimonio de Jesús Cristo.
9 Ἐγὼ Ἰωάννης,
ὁ ἀδελφὸς ὑμῶν καὶ συγκοινωνὸς ἐν
τῇ θλίψει καὶ βασιλείᾳ καὶ ὑπομονῇ
ἐν Ἰησοῦ Χριστῷ, ἐγενόμην ἐν τῇ νήσῳ
τῇ καλουμένῃ Πάτμῳ διὰ τὸν λόγον τοῦ
Θεοῦ καὶ διὰ τὴν μαρτυρίαν Ἰησοῦ
Χριστοῦ.
9. Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe
en la tribulación1 (tristeza, calamidad y
sufrimiento) que estáis pasando a causa de las persecuciones en el
nombre de Jesús Cristo, pero también copartícipe en la gloriosa
realeza increada, que disfrutaremos gracias a nuestra paciencia por
Jesús Cristo, he venido en la isla de Patmos exiliado a causa del
logos de Dios y el testimonio que doy para Jesús Cristo.
9 Εγώ ο
Ιωάννης, ο αδελφός σας και συμμέτοχος
εις την θλίψιν, που δοκιμάζετε εξ αιτίας
των διωγμών δια το όνομα του Χριστού,
συμμέτοχος όμως και εις την ένδοξον
βασιλείαν, που θα απολαύσωμεν χάρις εις
την υπομονήν μας δια του Ιησού Χριστού,
ήλθα εις την νήσον, που λέγεται Πατμος,
εξόριστος εξ αιτίας του λόγου του Θεού
και της μαρτυρίας, που δίδω και διαλαλώ
δια τον Ιησούν Χριστόν.
Amigos míos, ¡la consolidación de un
libro es una cosa grandiosa! El santo Evangelista tratando de
consolidar la historicidad del libro profético –sigue el ejemplo
de los Profetas del Antiguo Testamento, como el de Jeremías (1,1-3),
Ezequiel (1,1-2), Isaías (1,1· 6,1) y muchos otros Profetas. Así
pues, en el presente versículo, que es el primero del tema
principal, pone el lugar que se apocaliptó-reveló la profecía, que
es la isla Patmos. Patmos como todos sabréis pertenece a un conjunto
de doce islas pequeñas en el mar Egeo. Incluso pone la razón de su
permanencia en Patmos, pero también el tiempo de la
apocálipsis-revelación, que se hizo día Domingo, como nos dirá al
versículo 10 del mismo capítulo.
Pues, cuando nos habla sobre el lugar,
sobre el motivo de su estancia allí y sobre el tiempo, nos posiciona
cronológicamente; porque precisamente estas cosas constituyen los
elementos que dan una dimensión histórica. Es decir, que el
Apocalipsis no es un mito. Diríamos que: en Patmos, en aquella isla
sucedió esto; es decir, tenemos la historicidad del libro.
Insisto mucho en estas cosas, porque si
vais por ahí oiréis que os digan que estas cosas son cuentos… y
para resistirlos, yo os ayudo a entender que no nos encontramos ante
cuentos, sino delante de verdades históricamente consolidadas.
Realmente, según la antigua tradición,
san Juan fue exiliado por el emperador Domiciano a Patmos durante la
persecución contra los cristianos, “a causa del logos de Dios y el
testimonio a Jesús Cristo” (Apo 1,9), tal y como nos salvaguarda
el mismo Apóstol en el libro del Apocalipsis, es decir, “que he
venido aquí en Patmos, exactamente porque hacía el kerigma para
Cristo y daba testimonio sobre Él”. Es cierto que no se dice el
verbo exiliar, pero se entiende de la palabra θλίψη zlipsi
(tribulación, tristeza, pena y sufrimiento). Dice que es copartícipe
en la θλίψη tribulación. Porque si tuviese que hacer un
viaje a Patmos, supongamos que tuviera muchos habitantes, y fue allí
para predicar, y exactamente allí recibió el Apocalipsis, no diría
“copartícipe en la θλίψη tribulación”. Por lo
tanto detrás de la palabra “θλίψη tribulación” se
encuentra la realidad de su exilio.
Realmente san Irineo, el cual ha vivido
apenas el 2º siglo, nos dice lo siguiente: “El libro del
Apocalipsis no hace mucho tiempo que se ha visto a la luz pública,
sino casi en nuestra generación, hacia el final de Domiciano”
(Contra herejías, 555, 26, 5-6 TLG)
Por otro lado, Clemente de Alejandría
nos apunta lo siguiente: “Cuando murió Domiciano, Juan se marchó
de Patmos y vino en Éfeso”, (“Qué rico se salva”, t. 8, pag
372,13).
Pero también san Andrés de Kesarea
nos dice: “Fue condenado a vivir en la isla de Patmos; es decir,
fue exiliado, condenado al exilio” (Apocalipsis, Ming P.G Tomo 106,
logos A).
Pero también Eusebio de Kesarea, en su
Crónica, posiciona este exilio al año 14º del reinado de
Dometiano, que corresponde al año 94 - 95 d. C. (Historia
Eclesiástica, tomo 3, TLG 18,5,5 Paris 1952). Por tanto el
Apocalipsis se escribió entonces.
Pero no se escribió en Éfeso sino en
Patmos. Porque, ¿cómo sería posible que el Cristo le dijera:
“Escribe epístola al ángel de Éfeso, al obispo y mándasela”
(Apo 2,1), si se supone que Juan se encuentra en Éfeso? Por lo
tanto, no está en Éfeso cuando escribe el Apocalipsis. Así pues,
bajo el poder de estas impresiones y de estas experiencias muy
fuertes, escribe el libro del Apocalipsis, allí en Patmos. De hecho,
debemos tener en cuenta que también hasta hoy, según la tradición,
la cueva del Apocalipsis en Patmos se
indica como el lugar que se ha escrito el libro. Esto sobre todo es
también un testimonio interior en el mismo libro, porque dice:
“Escribe y manda la epístola al obispo de Éfeso…”. Sobre todo
si tenemos en cuenta que hasta hoy en día, según la tradición, la
cueva de la Apocalipsis en Patmos es indicada como el lugar donde se
ha escrito el libro.
Todas estas cosas, con los testimonios
que me he referido, indican que el libro del Apocalipsis fue escrito
en la isla de Patmos por el Evangelista Juan, cuando estaba exiliado
en ella.
Es característico que pone delante de
su nombre el pronombre yo, dice: “Yo Juan”. Esto para recalcar el
nombre: “Yo Juan”. Igual que decimos yo Atanasio; además para
que sea confirmada su identidad; era necesario que se pusiera su
nombre, porque como veis, se trata de un libro profético, y por
supuesto que se debería confirmar y certificar su procedencia. Algo
parecido hace también el santo Evangelista en su Evangelio, pero se
esconde muy gráficamente detrás de aquello: “…a quien Cristo
amaba especialmente, (Jn 13, 23. 19, 26. 21, 7· 20), tal y como
entonces que se había recostado al lado y le había dicho: ¿Señor
quién es el que te va a entregar? (Jn 21,20). Pero aquí la cosa es
muy seria, el contenido del libro es profético, y el Evangelista
debe manifestar su nombre.
Pero tanto el nombre, como el
pronombre, vienen a recordarnos el libro de Daniel, donde aquel para
confirmar históricamente y que es el mismo testigo auténtico de las
cosas, pone los dos, el nombre y el pronombre.
Dice Daniel, en el capítulo 8º: “En
el año tercero del reinado del rey Baltasar me apareció una visión
a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes“(Dan
8,1). Habéis visto, dice: “a mí, Daniel”.
El versículo que analizamos comienza
con una familiaridad muy tierna: “Yo Juan, vuestro hermano y
copartícipe en la tristeza y el sufrimiento que estáis pasando a
causa de las persecuciones en el nombre de Jesús Cristo, pero
también copartícipe en la gloriosa realeza increada, que
disfrutaremos gracias a nuestra paciencia por Jesús Cristo, he
venido en la isla de Patmos exiliado a causa del logos de Dios”.
¡Yo… vuestro hermano!
Aquí vemos que el Escritor sagrado no
utiliza el título de Apóstol: “apóstol o enviado de Jesús
Cristo” (Α΄ καί Β΄ Cor 1,1. Ef. 1,1. Col. 1,1. Tim 1,1. Α΄
καί Β΄ Ped 1,1) ni siquiera: “siervo de Jesús Cristo” (2
Ped 1,1), nada de todo esto, pone directamente el nombre: “Yo
Juan”. ¿Por qué esto?
Quizás a causa de la situación por la
tribulación y la persecución que predominaba y que era común para
todos los Cristianos. Y por un lado es expulsado, ya exiliado a
Patmos, por otro lado, los Cristianos hacia los que se envía su
libro ellos también sufren persecuciones.
Amigos míos, como vemos
san Juan el Teólogo aquí en el libro del Apocalipsis (1,9) toca
tres temas y puntos grandiosos. ¿Qué dice? Dice que: “Soy
copartícipe en vuestra tribulación, en la paciencia
y en la realeza increada”. ¡Son temas grandiosos!
Vamos a verlos.
Primer tema: «ἡ
θλίψη zlipsi tribulación»
¿Qué
es «θλίψη zlipsi tribulación1»?
Es la compresión, opresión, estrechez, agobio, congoja y a la
vez también la pena que proviene de esta adversidad de aflicción
moral y tormento.
1Tribulación
por la RAE.: Del latín tribulatio, -ōnis.
1.
f. Congoja, pena, tormento o aflicción moral.
2.
f. Persecución o adversidad que padece una persona.
(Aquí utilizaremos el
término tribulación)
Como vemos aquí en el
texto, hay comúnmente θλίψη zlipsi
tribulación1 y al ser común siempre hace
hermanar.
Si la alegría, la
alegría en Cristo es el fruto de la cualidad cristiana, por
favor poned atención a esto, entonces la «θλίψη zlipsi
tribulación1» es la cáscara del
fruto. En el exterior está la «θλίψη zlipsi tribulación1»,
y en el interior está la alegría; exteriormente rodea la
cáscara y dentro está la almendra. La almendra no está sola, tiene
también la cáscara, porque debe protegerse. ¡La «θλίψη
zlipsi tribulación1»
protege la alegría! Atención, esto a primera vista parece tonto!
¿Lo habéis imaginado alguna vez? Pero estas cosas son posibles sólo
dentro de la vida y experiencia cristiana. Si no las vivimos así,
debemos dudar de nuestra cualidad cristiana. Es decir, si falta la
«θλίψη zlipsi tribulación1», no
se puede desarrollar y salvaguardar la alegría y la espiritualidad.
Pero la «θλίψη
zlipsi tribulación1 en Señor»,
no es algo que proviene desde el interior sino desde el exterior,
puesto que la alegría es el fruto y la «θλίψη zlipsi
tribulación1» es la cáscara. Esto
anotadlo bien. La «θλίψη zlipsi tribulación1»
es la situación o estado de ánimo que se crea en los creyentes a
través de las reacciones exteriores del mundo y del diablo.
El Señor, ya lo sabéis,
nos ha avisado en relación: “Entonces os entregarán a
tribulación…” (Mt 24,9). Por tanto, la cosa está y viene desde
el exterior, nos producirán «θλίψη zlipsi tribulación1».
¿Qué es la «θλίψη zlipsi tribulación1»?
¡Son las persecuciones, las calamidades, las cárceles, las
privaciones, la muerte, el martirio…! Pero todo esto es exterior,
no es desde el interior. Esta situación es llamada por el Señor “la
puerta estrecha” (Mt 7, 13-14 y Lc 13,24), por la que nos ha
hablado con más precisión cuando dijo: “en el mundo tendréis
tribulaciones, penas y aflicciones; pero confiad y tened ánimo, yo
he vencido al mundo. 33…Puesto que estáis en el mundo tendréis
tribulaciones, aflicciones; pero tened ánimo y confiad en mí, yo he
vencido al mundo y con esta victoria he asegurado también vuestra
victoria y la doxa (gloria, luz increada) para vosotros» (Jn
16,33).
Sin embargo, esta «θλίψη
zlipsi tribulación1» da alegría
inefable y sobreabundada. Demasiada
alegría, tanta que el apóstol Pablo escriba a los Corintios:
“…lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en todas
nuestras tribulaciones y penas” (2 Co 7,4). ¡Cosa extraña… muy
extraña! ¡Está desbordante de alegría, a pesar de toda aquella
«θλίψη zlipsi tribulación1»!...
oh san Pablo…!
He aquí porque el fruto
es la alegría y la cáscara es la «θλίψη zlipsi
tribulación1». Si quitas la «θλίψη
zlipsi tribulación1» perderás la
alegría; si quitas la cáscara perderás la almendra.
Pero atención, la
«θλίψη zlipsi tribulación1»
es atributo de aquellos que heredarán el reinado de la realeza
increada de Dios. En los Hechos otra vez dijo Pablo, después de su
apedreamiento en Listra, la célebre frase: “Es necesario que a
través de muchas tribulaciones y penas entremos en el reinado y
tengamos la realeza increada de Dios” (He 14,22). ¡Esto “es
necesario” es exactamente lo que conecta y une lo interior con lo
exterior, la alegría con la «θλίψη zlipsi tribulación1».
Estas cosas no se pueden separar; por eso dice que es necesario
entrar en el reinado y obtener la realeza increada de Dios no con
tribulaciones y tristezas simplemente sino con muchas!
Pero aquí amigos míos
me gustaría apuntar algo que debemos tener cuidado. Nuestra época
intenta crear un Cristianismo lleno de conciliaciones y comodidades,
sin tribulaciones, ni aflicciones. No queremos ser presionados
absolutamente por nada. Se trata de uno de los dos peligros que
amenazan a nuestra Iglesia en el “siglo presente” (Mt 12, 32.1
Tim 6,17. 2Tim 4,10. Tit 2,12) en nuestra época. Uno de los peligros
se llama secularización o mundificación y el otro se llama
ecumenismo, es decir, el contemporáneo y nuevo sincretismo
religioso. Estos dos peligros grandiosos amenazan nuestra Iglesia en
este momento. Lo repito: el ecumenismo y la secularización.
No es la renovación o modernización, porque no es exactamente lo
mismo, sino la secularización de la Iglesia, la mundificación de la
moral y del carácter. En la parábola del “rico insensato” el
Señor dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, codicia; porque
la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que
posee” (Lc 12,14) y a esto se refiere. “No debéis tener
diferencias. Yo resolveré vuestras diferencias. ¿Pero Señor, soy
perjudicado, me tratan injustamente! No, en el fondo hay codicia y a
ti también al hermano pequeño que crees que el hermano mayor te es
injusto”.
Esto nos lo dice el
apóstol Pablo: «¿No sabéis que los
injustos no heredarán el reinado de la
realeza increada de Dios?» (1
Cor 6,9). Sobre todo, «¿no
os da vergüenza? ¿No hay entre vosotros algún hombre prudente,
capaz de hacer justicia entre sus hermanos? Al contrario, el hermano
pleitea con el hermano, ¡y encima ante jueces paganos! ¡Ya es una
desgracia para vosotros andar pleiteando unos con otros! ¿Por qué
más bien no sufrís el agravio? ¿Por qué más bien no aguantáis
ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio,
y defraudáis, y esto a los hermanos» (1
Cor 6. 6-8). ¡Esto si se dice hoy en día, la gente se reirá y se
burlará del que lo dice!
Por eso os he dicho este
ejemplo, para que veáis que la secularización es comenzar las
conciliaciones (empezar los pactos) y colocar el Evangelio en las
fórmulas de nuestra época. Éste es el peligro. Pero nosotros
diremos la verdad, lo que dice el Evangelio, tanto si los hombres lo
escuchan y hacen caso como no, eso es lo correcto. Por tanto, éste
es el gran peligro: el de la secularización o mundificación.
Es decir, comenzar haciendo el Evangelio cosa mundana o secularizada;
anteponer nuestro racionalismo, pensar y hablar racionalmente: ¿Por
qué esto es así o asá? ¡Es un peligro terrible!
Voy a aclarar esto; el
cristiano contemporáneo exige una fe sin perjuicio, una fe sin la
cruz y una espiritualidad contraria a la cruz o anti-cruciforme, y
como os he dicho tantas veces, la espiritualidad deja ya de ser una
espiritualidad en el sentido de la presencia del Espíritu Santo y se
convierte en un sucedáneo de ella. Este tipo de espiritualidad
requiere una fe ya sin la presencia del Espíritu Santo, sino una
espiritualidad con el sentido de los escritos de la segunda página
de los periódicos que hablan sobre la vida espiritual, y por
espiritualidad entienden redacciones de un libro, presentaciones de
un Conservatorio, poemas y no sé cuántas cosas más por el estilo.
¡Y todas estas se llaman vida espiritual!... Con este sentido
entienden la espiritualidad hoy en día, ya no con la presencia del
Espíritu Santo. ¡Ya se ha fugado el Espíritu Santo!...
El libro del Apocalipsis,
amigos míos, nos avisa y nos dice que: “Y se le permitió hacer
guerra contra los santos, y vencerlos” (Apo 13,7). ¿Habéis oído?
¡Fue concedido por el Dios que los creyentes sean vencidos por la
bestia!... “y que ninguno pudiese comprar ni vender,
sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número
de su nombre *χξς 666”; ¡Veis el aislamiento y el
bloqueo económico! La “marca o sello”, es decir, si eres masón,
laions, rótary, o cualquier otra cosa de las que hay… no lo sé,
hay muchas. Esta es la marca o sello del Anticristo: toda operación,
acción y actitud anticristo, vivencia, colocación, plano y figura;
esto es la marca o sello. Por tanto si uno está así, entonces todas
las puertas se le abren; pero si no está así, entonces estará
aislado y bloqueado por la vida; no podrá comprar ni vender. “¡Aquí
está la paciencia y la fe de los santos!” (Apo 13,10).
(*χξς
666 Xριστός ξε-σταυρωμενος
X=600=Cristo, ξ=60=no,
des y ς=6=crucificado y las tres letras en
la numerología helénica dan el 666)
Como vemos, esperamos
guerra y persecuciones contra los cristianos y aislamiento o bloqueo
económico, que significa, con cualquier manera exterminio y
aniquilación de ellos. Todas estas cosas constituyen la «θλίψη
zlipsi tribulación1», la cáscara de la
alegría, la condición de la Realeza increada de Dios. Aquí el
texto sagrado no habla de confort ni de pactos y acuerdos,
sino que recalca: “¡aquí está la paciencia y la fe de los
santos!” (Apo 13,10). Queridos míos, no sabemos lo que amanecerá
mañana, por eso vayamos preparándonos.
“Yo Juan, vuestro
hermano, y copartícipe vuestra en la tribulación,
tristeza, pena y aflicción en la realeza
(increada) y en la paciencia de Jesús Cristo”
(Apo 1,9). Aquí vemos las tres características, las que
el apóstol Juan utiliza para indicar la Iglesia que se encuentra en
el camino.
Amigos míos, sea como
sea la cosa, estos tres elementos «tribulación1,
paciencia y realeza increada» existirán siempre dentro a la
Iglesia, incluso en los tiempos más pacíficos. Pero tengamos
cuidado, porque aquí no se trata de la paciencia común, ni de las
tribulaciones diarias que posiblemente puedan tener también los
hombres mundanos, como veremos a continuación sobre la paciencia y
la Realeza increada.
Segundo tema: la paciencia
Ya que nos hemos referido a la θλίψη
zlipsi tribulación1, ahora queda hablar sobre
la paciencia y después sobre la realeza increada. La
paciencia es el segundo tema del Apocalipsis, que éticamente es
inseparable del primero, es decir, de la θλίψη zlipsi
tribulación1.
Muchas veces cuando un hermano padece y
no podemos ofrecerle nada, le decimos ten paciencia. Cuando no
podemos curar su enfermedad, cuando no podemos ayudarle
económicamente o cuando se encuentra en una situación muy agobiante
y no podemos ofrecerle nada, le decimos ten paciencia. Pero tanto
para nosotros que lo decimos como para el que lo oye, parece que sean
sólo palabras, porque para nosotros en nuestra perplejidad es un
callejón sin salida, puesto que de hecho no le podemos ofrecer
nuestra ayuda, en él se oye como un consejo sin contenido que cae al
vacío.
Cuántas veces decimos a alguien: “Ten
paciencia”, y él mueve la cabeza y responde: “Paciencia…”,
¿qué es esto? No sale nada con esto. ¡Y a pesar de esto, queridos
míos, lo decimos al otro como consejo, es decir, que la paciencia es
el mejor consejo más que cualquier otro!
Nuestra época está privada del
elemento de la paciencia. Quizás hoy en día la paciencia sea
considerada como inconcebible. Más bien no se considera como virtud,
sino una cualidad patética del hombre. Si la paciencia es una
situación patética, ¿por qué se tiene que considerar como una
virtud? Por tanto si un hombre es paciente, esto de muchos se
considera como defecto.
No sé qué decir; los hombres hoy en
día son terriblemente impacientes. En ninguna parte y para nada
pueden esperar o tolerar algo. No sé, quizás la cultura y la
ciencia son las que nos obligan continuamente estar corriendo. ¡Los
hombres contemporáneos siempre estamos corriendo, siempre con
prisas! ¿Todos, yo y vosotros corremos, corremos…! Ya que corremos
y tenemos prisa, es normal que no exista el elemento de la paciencia,
es decir, no poder aguantar absolutamente nada de las cosas que nos
ocurren en la vida.
Os lo repito, la paciencia constituye
el mejor antídoto contra la tribulación, la angustia, la
calamidad, la penumbra y la depresión. Con esta paciencia llevamos
la cruz de la tribulación y finalmente vencemos. El mismo Señor nos
dice: “el que tenga paciencia y persevera hasta el final, éste se
sanará y se salvará” (Mt 10,22).
Pero debo deciros que toda θλίψη
zlipsi tribulación que hay en la vida y toda posible paciencia
que la acompaña, si no está acompañada con el Cristo, está sin
valor, sin contenido y no aguanta en la Eternidad.
Quizás uno, en esta vida presente,
pueda también lograr algunos bienes con su paciencia en las
tribulaciones y calamidades. Y lo primero, que
no es de poca importancia, es que no acabe en una clínica
neurológica. ¡Es poco esto! Sabéis amigos míos, ¡me santifico y
ruego a Dios que me guarde a que no acabe en alguna clínica
neurológica! Nuestra época es terrible. Muchas veces las
tribulaciones y las calamidades que nos vienen no sabemos dónde
pueden acabar. Por tanto, algo que podemos conseguir en esta vida
teniendo paciencia es no llegar en esta puerta; es un gran beneficio.
Pero tanto la tribulación1 que se
produce en nuestra vida, como también la paciencia que es la camilla
que levanta y soporta la tribulación, si no están conectadas con el
Cristo no aguantan en la Eternidad.
Fijaos qué dice Juan el evangelista:
«en la tribulación, en la paciencia y en la realeza increada en
Jesús Cristo! ἐν τῇ θλίψει καὶ βασιλείᾳ
καὶ ὑπομονῇ ἐν Ἰησοῦ Χριστῷ!».
Esto “en Jesús Cristo” quiere decir que el móvil y el
resultado de la tribulación deberá ser el Cristo. ¿Por qué tengo
tribulación y calamidad? Porque sufro y persevero al Evangelio.
Decidme por favor: ¿qué valor tiene
la tribulación si se supone que he perdido jugando a cartas... que
fui un derrochador y enfermé, y ahora me apeno y deprimo por esta
situación... cuando fui un insensato y perdí mi fortuna o perdí
unas oportunidades de la vida y estoy deprimido y triste? ¿Esas
tribulaciones aguantan en la Eternidad? Pues, no aguantan. Al
contrario, seré regañado de Cristo porque fui hombre derrochador,
pródigo, insensato y tonto. ¡Mis tribulaciones y sufrimientos deben
ser por la gracia del Evangelio y la vida espiritual! Por ejemplo,
cuando hoy acepte una ironía porque soy cristiano o mañana tenga un
bloqueo económico –y esto vendrá- y que el otro me dirá: “tú
no puedes comprar de mi tienda, no te vendo mi mercancía”. También
hoy existe este bloqueo y aislamiento económico, pero de otras
maneras. Cuando no progreso en posiciones altas y superiores
laborales o políticas sólo porque no soy masón, ¿esto no es
bloqueo o aislamiento económico? Por supuesto que es, pero con la
diferencia que no está en el grado de llegar hasta morir de hambre.
Pero vendrá el día que esto empeorará y será evidente. Ahora no
se ve, está fuera de la escena.
Así pues, cuando me aflijo y me
entristezco porque fui impedido en mi vida solamente y exclusivamente
porque soy cristiano, esta tribulación aguanta en la Eternidad
porque es tribulación1 “en Jesús Cristo”.
Igual que la paciencia que haré por llevar esta tribulación1
esta también es “en Jesús Cristo” Y el ladrón como
sabéis también tiene mucha paciencia; porque acecha horas
interminables para ver cuándo se irá el dueño para robar. Pero
esta paciencia del ladrón ¿es elogiable?
Tercer tema: «la realeza
increada βασιλεία vasilía».
Hemos visto la
«tribulación θλίψη zlipsi»
y «la paciencia ὑπομονή».
Ahora vamos a ver «la realeza
increada βασιλεία vasilía», siempre en Cristo
¿Pero qué es la realeza o el reinado
de la realeza increada? Es la participación mística de los fieles
de todos los siglos en los padecimientos, pasiones de Jesús Cristo,
(Col 1,24. Rom 6, 8. Β΄ Tim 2, 11. etc.).
Estas tres cualidades son las
cualidades del verdadero Cristiano, del Cristiano que tiene
consecuencia ética, y constituyen una cadena:
tribulación-paciencia-realeza. La tribulación para que sea
soportada necesita de la paciencia y las dos, por la jaris
(gracia, energía increada) de Jesús Cristo conducen a la Realeza
increada de Dios (Rom 5, 3-5. Β΄ Tim 2,12. etc.).
Cuando aconsejamos a alguien para que
tenga paciencia, como antes os decía, nuestro consejo por regla
general cae al vacío. ¿Por qué será, lo habéis pensado? Porque
por costumbre la paciencia la ofrecemos y la sugerimos
independientemente sin el fruto que es el reinado de la Realeza
increada.
Preguntaos a vosotros mismos, pero yo
también a mí mismo, porque os aseguro que yo me inspecciono sobre
este punto: ¿cuándo decimos a alguien que tenga paciencia en las
tribulaciones y calamidades que sufre, le decimos también que le
espera la Realeza increada de Dios? Veréis que por regla general
esto no lo decimos. Ya que recortamos la Realeza que es el fin, el
propósito y el fruto de la paciencia en las tribulaciones, entonces
el otro reacciona con desestimar nuestro consejo. Dirá: “¡Paciencia…
para qué!” Mientras que la paciencia debe tener el sentido de:
¡haré y tendré paciencia porque me espera la Realeza increada de
Dios!
Es la segunda vez que se refiere en el
mismo capítulo hasta ahora el término «realeza βασιλεία
vasilía». Todo el Nuevo Testamento
está lleno de este término «realeza βασιλεία
vasilía», «realeza de Dios
βασιλεία τοῦ Θεοῦ». Por
tanto, amigos míos, el Cristianismo es realmente un “reinado de la
realeza increada”, donde reina la energía increada y no una
religión. El tipo o modelo del Cristianismo no es un estado
teocrático del antiguo reino de Israel.
Como sabréis, los hebreos cuando
habitaron en la tierra prometida no tenían jefe. No había rey ni
presidente de la república, no, nada de esto; simplemente había los
Jueces, hombres que operaban por mandamiento de Dios, y el Dios les
revelaba Sus voluntades. ¡Por tanto, el Dios era el señor de ellos,
Él era el rey de Israel verdaderamente!
Hoy hemos escuchado el versículo de
Nataniel que dice al Señor: “Rabí, tú eres el hijo de Dios, tú
eres el rey de Israel” (Jn 1,50). Esto de “rey de Israel”,
amigos míos, es algo que resuena el espíritu del Antiguo
Testamento, es decir, cómo veían exactamente los judíos su rey.
Pera ellos era el Dios. Por eso Natanael primero dijo “hijo de
Dios”, e inmediatamente “rey de Israel”; estas dos cosas
estaban conectadas. Esto por supuesto que lo había predicho el Dios,
es decir, dijo a Moisés que se predijera y se escribiera esto.
Más tarde los hebreos pidieron de los
Jueces un rey, y en concreto a Samuel el último Juez. ¿Sabéis por
qué? ¡Porque los pueblos de alrededor tenían reyes y ellos los
envidiaron y querían rey! Dijeron: “Queremos rey”. Samuel los
responde: “¿Nos os gusta el Dios?”. Y el Dios les dijo esto:
“¿En qué os he afligido y qué os he privado y queréis rey? Bien
os daré rey” –pero permitidme decirlo no con palabras que se han
dicho sino con el espíritu- “¡el rey os arruinará! ¡Os daré
rey pero después no os quejéis!”.
Y realmente vino el rey Saúl, después
David y después Salomón. Pero el Salomón fue llamado rey pacífico
porque reinó cuarenta años en paz sin guerra, puso fuertes
impuestos que los hebreos se enojaron mucho. Pero el Dios ya les
había avisado. Pues esto, hasta aquí.
De todas formas lo que aquí nos
interesa en este momento no es el Israel histórico en sus detalles,
sino el Israel histórico que tenía como rey a Dios. Pero también
con la condición de que cada rey que entraría no haría nada si
antes no preguntaba a Dios mediante al pontífice. ¡No podía hacer
absolutamente nada! Si hiciese algo por su cuenta sería castigado.
Por eso Saul cayó, porque actuaba sin el mandamiento de Dios. Por lo
tanto, ¿qué era el rey al Israel? Era un representante de Dios-Rey.
¡Amigos míos, todas estas cosas son
pre-tipificaciones o prototipos de que el Cristianismo es reinado de
la «realeza βασιλεία vasilía increada» y el Rey
es el Cristo!
Como os he dicho el Cristianismo no es
una religión; religión es culto a lo Divino para aplacar,
apaciguar o satisfacer las peticiones y las necesidades, pero sin que
esto signifique también participación del hombre en la vida de
Dios. ¿Lo habéis entendido? Es decir, religión quiere decir,
presento a Dios mis peticiones, mis necesidades para eventualmente
satisfacérmelas o no, pero sin participar en la vida de Cristo. Con
este sentido existen todas las religiones en la tierra, todas. Pero,
¿qué significa “realeza increada βασιλεία vasilía»?
Significa que el Dios por su energía increada gobierna todos los
aspectos y facetas de la vida del Cristiano, no hay ni lo más mínimo
de lo que el Dios es ausente, pero también el Cristiano disfruta de
todos los bienes de Dios.
Por ejemplo, los antiguos helenos
cuando hacían sacrificios a los dioses, sus conciencias estaban
conformes. Se supone que sus dioses simplemente querían un
sacrificio: pero cuál sería la vida personal de los que ofrecían
sacrificios no les importaba a los dioses. ¡Haz lo que quieras! Por
eso vemos en los antiguos griegos que podían ofrecer sacrificios
ricos, hecatombes (cien bueyes), toda una fortuna, a pesar de que
sean adúlteros, lujuriosos, asesinos, inmorales, mezquinos y
miserables. Esto a los dioses no les importa. Se supone que sólo una
cosa les interesaba, bastaba que les hicieran sacrificios; así se
imaginaban por lo menos los antiguos helenos. Y de esta manera
aplacaban y apaciguaban a los dioses y daban a los hombres lo que
pedían.
Así que esto quiere decir religión y
esto «realeza increada βασιλεία vasilía». Pero
el Cristianismo ortodoxo qué es: ¿religión o «realeza increada
βασιλεία vasilía»? Cuando decimos que me convierto y
me hago divino, deificado como el Cristo, me cristifico etc., ¿qué
significa esto? Significa que entro en la vida de Dios; precisamente
esto quiere el Dios. Veis pues, que hay diferencia entre el
Cristianismo ortodoxo y las religiones.
Incluso hoy en día el que vivamos al
Cristianismo como una religión y no como una «realeza increada
βασιλεία vasilía», esto principalmente tiene dos
consecuencias malas.
La primera es que hemos separado el
dogma de la ética; es decir, la fe separada de la manera de vivir, y
hemos caído a la doctrina del moralismo impositivo u obligatoriedad
de deberes. ¡El colmo de esta consecuencia es que existan hombres de
cualquier otra fe extranjera –que sean budistas, masones,
teosofistas, espiritistas y cualquier otra cosa- y te apelan la ética
del Evangelio! ¿Pero cuando uno apela la ética del Evangelio y no
es Cristiano, en qué se basa? Simplemente en el que considera al
Cristianismo como una religión, y cree que el principal punto es su
ética; mientras que no es esto. Así pues llegamos a separar la fe,
es decir, el dogma de la ética.
Y si lo queréis, en una forma muy
extendida, es aquello que escucha la esposa de su marido cuando le
dice que vaya a la Iglesia. Venga vamos a la Iglesia y el marido
contesta: Vete tú, yo soy mejor cristiano que tú que vas a la
Iglesia; ¡yo cumplo los mandamientos mejor que tú! Y la esposa que
por supuesto no conoce muchas cosas viene y me dice: ¡Páter,
realmente mi marido me habla así, es mejor persona que yo!
Pero la cuestión, amigos míos, no
está allí, si es mejor o no. Es decir, en este caso no hay
salvación, porque el Cristianismo simplemente no es una religión, o
sea, hacer nuestra ofrenda y sacrificio y no nos interese nada más
abajo, igual que los antiguos helenos.
Por tanto, la separación de nuestra
vida del dogma de la fe nos ha traído este mal; ver al Cristianismo
como una doctrina de imposición de obligaciones y deberes. Hasta un
punto tienen razón aquellos que rechazan al cristianismo, porque se
lo presentamos como una doctrina de imposición de obligaciones y
deberes. Y el hombre, como sabéis, sobre todo el hombre
contemporáneo, odia y detesta esta doctrina y sólo por escuchar
este moralismo de debes, tienes obligación, debes, debes…, esta
doctrina de imposiciones de obligaciones le suena mal y extraño en
sus oídos.
Incluso la separación del culto de la
vida se ve también de esto que te dicen: Voy a la Iglesia, alabo a
Dios; pero por la tarde y la noche hago lo que me da la gana; si voy
a los cabarés, etc., no importa es otra cosa. Así, pues, hemos
separado el culto y la vida con el resultado de caer en un una
tipolatría.
Es cierto que el culto se ofrece con
algunos tipos; pero en el corazón de los tipos se encuentra la
esencia. Si yo, pues, no descubro la esencia, porque mi vida está
separada de la esencia, ¿entonces dónde quedo? Quedaré en la
cáscara, en el tipo. Y cuando digo: “debo ir a la Iglesia, debo,
debo…”, entonces acabo de convertirme un tipólatra.
El segundo mal, es consecuencia de que
hemos rebajado al Cristianismo ortodoxo en religión, mientras que es
“realeza increada βασιλεία vasilía», y que
llegamos a la comparación del Cristianismo ortodoxo con otras
religiones, aunque consideremos al Cristianismo ortodoxo la religión
superior y mejor. Y si tomáis cualquier manual religioso del colegio
o libro religioso que se refiere sobre este tema, veréis que
contiene este error fundamental, el error de comparación o
sincretismo.
Cuando algún cristiano nuestro, por un
momento gira sus ojos hacia el budismo, le decimos: ¿No es el
Cristianismo buena religión? Y sobre todo añadimos: ¡Te demostraré
que es mejor religión que el budismo! Desde el momento que diré que
el Cristianismo es mejor religión, ya he cometido el error. La cosa
no está allí, no hay comparación, el Cristianismo ortodoxo no se
compara con otras cosas. Todas estas cosas que se ofrecen por las
demás religiones no redimen, ni sanan, tampoco salvan; son
“cosmos-mundo”, simplemente porque son por invención del ser
humano, es decir, creación del cerebro humano.
Así que, amigos míos, démonos cuenta
alguna vez que el Cristianismo no vino a confrontarse con las demás
religiones. El tema es muy importante y actual, porque nuestra pobre
Grecia y en toda Europa cristiana se han introducido varias
corrientes de religiones, principalmente del lejano Oriente. Por lo
tanto, es un tema muy interesante y de mucha actualidad y debemos
tenerlo muy en cuenta. El Cristianismo no ha venido a confrontarse
con las otras religiones, ni mucho menos anular las demás religiones
y neutralizarlas totalmente. No viene a decir: ¡“mirad, en aquella
religión encontramos algo bueno y en aquella otra también”,
conociendo que todas las religiones del mundo son obras y días del
diablo!
¡No me digan que el budismo no es obra
del diablo! ¡Incluso no me digan que el Buda que ha vivido antes de
Cristo, tenía una disposición y éxtasis espiritual, etc.! El Buda
está justificado, puesto que ha vivido antes de Cristo; pero ahora
que ha venido la Luz increada (Is 9,2. Sal 106, 4. Mt 4, 16), ¿se
permite que exista el budismo?... Y lo peor de todo: ¡en la Europa
Cristiana y en Grecia ortodoxa, lo bautizados cristianos se permite
que se conviertan en budistas, dejar la espiritualidad Ortodoxa, la
del Espíritu Santo y caer en la meditación budista…! ¿Se permite
o no esto? El Cristo pues vino a neutralizar y abolir todas estas
cosas.
Dice el Señor en el Evangelio de Juan,
-un logos duro y fuerte pero real y verdadero: “Todos que han
venido antes de mí son ladrones y salteadores” (Jn 10,8). Todos,
globalmente sin excepción alguna. No hizo alguna distinción y
decir: ¡qué bella es la filosofía de Platón tiene una ética
buena; no dice qué cosas bellas tiene el Budismo, Confucio, etc.!
Escuchad lo que dijo Cristo: “Todos que han venido antes de mí son
ladrones y salteadores” (Jn 10,8). ¡Todos... globalmente! ¿Qué
han robado? La psique-alma humana, que es patrimonio del Dios vivo y
su sitio está en la Realeza increada de Dios.
Acordaos del sueño de Nabucodonosor,
vio aquella estatua con frisos de varios materiales, oro, plata,
cobre, hierro y ostra, que simbolizan los reinados de la tierra o
incluso las religiones de la tierra. Y vio Nabucodonosor “la piedra
de la montaña sin manos” que no la arrancó ni recortó mano
humana sino que se recortó sola. “Salve o alégrate montaña no
desbastada…” (Versículo del Acatisto). La Virgen Santísima es
la montaña no desbastada porque de ella ha nacido el Hijo de Dios.
¡El Cristo es la piedra (espiritual) que se desprendió! ¡Es Él!
Además así lo interpretó Daniel a Nabucodonosor. Por supuesto que
no dijo la palabra Cristo, sino que habló en general de un rey
celeste, sobre una realeza celeste (Dan 2,44). ¡Vino pues y cayó
encima de la estatua y la hizo polvo! ¡Este polvo fue arrebatado y
esparcido por el viento y no se encontró lugar para la estatua!
¡Esto es el Cristianismo! ¡No vino a co-caminar ni co-complacer con
las otras religiones; vino a neutralizarlas! ¿Decidme, pues, según
estas tesis o posiciones por las que el Cristianismo es reinado de
“realeza increada βασιλεία vasilía», cómo podemos
ya comparar al Cristianismo con las otras religiones falsas?
¿Pero qué es el Cristianismo? Es el
reinado “realeza increada βασιλεία vasilía», es
κληρονομία clironomía
herencia (Deut 12,9. Num 18, 20. Hec 20,32. Ef 1,14· 18. Col 3,
24. Heb 9, 16. Α΄ Ped. 1,4, y otros). De aquí viene la palabra
clero, es decir, herencia divina. El Cristiano no es el religioso, es
decir, aquel que permanece en un culto típico, sino el que “está
invocando al Señor” (Hec 7,59. Rom 10,12. Α΄ Cor 1,2 y otros),
como se llama en el Nuevo Testamento; es el “discípulo” (Hec 6,
1· 7. 9, 1· 10· 25· 26· 36. 11, 29 y otros); es el “cristiano”
(Hec 11, 26. 26, 28); es el “santo” (Hec 9, 10· 19. 11, 26. 26,
28. Α΄ Ped 4, 16 y otros).
Esto de “copartícipe”, que dice
Juan en su Apocalipsis: “copartícipe en vuestra tribulación, en
la paciencia y en la realeza increada de Jesús Cristo”, muestra
que esta participación y comunión no existe sólo entre los fieles,
sino entre los fieles y el Cristo, porque el Cristo es el que ha
padecido.
Muy bien el apóstol Pablo recapitula:
“Logos fiel es este: si somos muertos con él, también
viviremos con él; si sufrimos, también co-reinaremos con él; si le
negáremos, él también nos negará” (2Tim 2,11-12).
Aquí vemos que “moriremos con él”
se refiere en la tribulación, el “sufriremos” en la paciencia y
el co-reinaremos en la realeza increada, es decir, se refiere a éste
tríptico que dice san Juan el Evangelista en su Apocalipsis.
***********
Ahora el Evangelista Juan en el libro
del Apocalipsis continúa describiendo lo relacionado con él, es
decir, aquellas cosas que le hicieron escribir este libro.
Escribe, pues, a los fieles que los llama “hermanos,
copartícipes en la tribulación, en la paciencia y en la realeza
increada”, lo siguiente: “Caí en éxtasis o estaba en
espíritu el Domingo día del Señor” (Apo 1,10).
Con una finura el Evangelista califica
las descripciones auténticas de las apocalipsis-revelaciones
sobrenaturales y apunta que cayó en estado de éxtasis (extensión o
dimensión espiritual). Esta situación “en espíritu” es un
aislamiento del mundo espiritual del hombre, del conocido ambiente
exterior, con el propósito de que él venga en conexión y contacto
con el mundo sobrenatural.
Dos son las tesis o posiciones en las
que puede caer el sujeto hombre en éxtasis: la energética o activa
y la pasiva. Esta segunda, la pasiva que toma el hombre cuando se
encuentra en éxtasis, es decir, en aislamiento de su ambiente
exterior con el propósito de unirse con unas fuerzas, es demoníaca.
¿Así que el diablo crea éxtasis?... ¡Por supuesto que sí!
Atención amigos míos: ¡el Diablo crea éxtasis!
La palabra éxtasi ἔκσταση
proviene de ἐκ ek e ἵσταμαι
ístame; es decir, voy más allá de donde me encuentro,
me encuentro en otro lugar, y por costumbre no siento mi ambiente
exterior. Uno puede que esté hablándome y yo no perciba nada, no
saber dónde me encuentro, en mi casa, en la montaña, no sé, de una
manera “estoy arrebatado” (2 Cor 12,2), vivo este éxtasis.
Me diréis: ¿el diablo hace esto? Sí,
lo hace. ¿Y el Dios? Sí también el Dios. Pero el caso del éxtasis
pasivo es demoníaco. ¿Cuándo es demoníaco? Cuando el hombre se
aísla y su subconsciente no trabaja, la conciencia no trabaja y no
puede percibir u operar en nada; ¡alguna vez ni siquiera existe su
memoria
Me diréis: Entonces si no existe la
conciencia y la memoria en uno que se extasía, ¿cuál sería su
valor?
Por supuesto que existe algún valor;
son los conocidos médium; los médium son los intermediarios, que
quiere decir medio o intermediario. ¡Por lo tanto, es el
intermediario, es la persona aquella que está detenida o presente
entre el mundo espiritual-el mundo de los demonios- y del ambiente
real de los hombres. Y el médium informa y nos dice cosas
sorprendentes. Y el médium cuando vuelve del éxtasis en sí mismo y
en su forma natural, no conoce ni se acuerda nada absolutamente de lo
que ha dicho. ¿Por qué? Porque en el éxtasis demoníaco tenemos
aislamiento o delimitación de la conciencia; la conciencia se aísla
se va totalmente de lado.
Al contrario, en el éxtasis divino
tenemos pleno mantenimiento de todas las fuerzas de la psique-alma.
Es característico el caso de san Juan, el cual se encuentra en
éxtasis, recibe la Apocálipsis-Revelación y participa en ella; es
decir, ve, escucha y conversa. Pero además de este caso, os diré
uno más, que igualmente lo conocéis; es la visión del apóstol
Pedro.
Cuando el Apóstol ve aquella pantalla
con varios animales que bajan del cielo, no sólo conoce, ve y siente
sino reacciona también. “Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero
mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y
vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran
lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el
cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves
del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda
he comido jamás” (Hec 10, 10-16). ¿Habéis visto cómo reacciona?
Tiene plena conciencia, conoce la ley; no tiene pérdida de memoria
de su vida aquella que tiene fuera de el éxtasis. Éste es el
éxtasis divino.
Así pues el evangelista Juan “estaba
en espíritu”, como el mismo nos dice aquí; es decir, que las
fuerzas del cuerpo quedaron de una manera inoperativas. Lo mismo
cuando tenemos fijado nuestro cerebro en alguna parte y no percibimos
los ruidos, ni el hambre y ningún peligro. Incluso si una serpiente
pasa de al lado nuestro no la percibimos porque nuestro cerebro está
fijado atentamente en algo. Esto quiere decir “me hice en
espíritu”.
¿Y cuándo se hizo esto? “En
el día del Señor o Domingo” (Apo 1,10).
Es la única vez que se nombra el día
Domingo en el Nuevo Testamento.
Los santos Evangelistas, como sabréis
muy bien, tratando de referirse al acontecimiento de la Resurrección
del Señor, que se hizo en Domingo, le llama “uno de los Sábados o
primer día de la semana”, (Mt 28, 1. Mrc 16, 2. Lc 24, 1. Jn 20,
1· 19. Hec 20, 7. Α΄ Cor 16, 2). ¿Pero qué significa “uno de
los Sábados”. Significa que es el primer día de la semana, porque
Sábado quiere decir semana, y por consiguiente es la que después se
llamará Domingo. Realmente es la primera vez que en el Nuevo
Testamento se refiere la palabra Domingo.
El Sábado en el Antiguo Testamento,
como sabréis, se llamaba “el día del Señor” (Jo 1, 15. 2, 1·
11. 4, 14. Abd 15. Mal 4, 1. Is 13, 6· 9 y otros). Por tanto,
Domingo quiere decir “día del Señor”.
Durante el primer día de la semana, es
decir, “primer o uno de los Sábados” o el Domingo como decimos
hoy en día, se ha resucitado de los muertos el Señor. El primer día
también fue creada la luz (Gén 1, 3-5). Pero también Su Espíritu
Santo lo envío el día Domingo para que se insufle en los Apóstoles
y en la Iglesia (Hechos 2).
En consecuencia de esto, diríamos que
en vez de Sábado que representa la primera creación, porque todo el
mundo creado fue completado en los seis primeros días creativos,
ahora se establece desde el primer siglo cristiano el día Domingo;
que es el primer día de la semana. No el séptimo sino el primer
día. Pero como es el primer día después del séptimo, se llama
octavo día, y se establece ya como de la segunda creación o la
recreación de la creación, porque la creación envejeció dentro en
la corrupción y en la muerte.
Así que éste día tenemos la
Resurrección de Cristo, y también el descenso del Espíritu Santo;
pero existe también la convicción que la Segunda Presencia de
Cristo se hará en día Domingo.
Tal vez duden y me digan que el Señor
nos dijo que: “Sobre este día y hora nadie conoce” (Mt 24,36.
Hec ,7). Sí, pero nadie sabe cuál será este Domingo. Por lo tanto
la fe de la Iglesia de que la Segunda Presencia de Cristo será
Domingo, igual que la Resurrección y el Pentecostés, no contradice
para nada el logos del Señor de que nadie conoce el día que el
Cristo volverá aquí en la tierra.
¿Pero no os llama la atención que la
entrega del Apocalipsis a Juan se hizo el día Domingo? He aquí un
elemento más. Por tanto, Resurrección, Pentecostés y entrega del
Apocalipsis y quizás la Segunda Presencia de Cristo será en día
Domingo.
Además amigos míos, la Iglesia
festeja cada semana el día del Domingo, es decir, el día de la
Resurrección de Cristo. ¡El Domingo es una fiesta con un
significado fino de la palabra! De hecho las vísperas son de una
tonalidad resurrectiva o pascual. De todas formas el día Domingo es
un gran día.
La epístola de Bernabé nos dice lo
siguiente: “Por eso vamos y celebramos el deleite el día octavo,
en la que el Jesús también resucitó de los muertos”, veis que
dice el octavo día (Barnabae
epistula 15.9.1-2, Cerf,
Paris 1971).
También el libro de Didajés de los
Apóstoles nos informa de lo siguiente: “Durante el Domingo del
Señor reuníos y partir y repartir el pan”, es decir, celebrar el
Misterio de la Divina Efjaristía y hacer la Divina Liturgia durante
el Domingo.
De hecho aquí uno diría que la
percepción que hay en algunos Cristianos de no comulgar el Domingo,
puesto que no ayunamos el Sábado, es equivocada, es herética. ¿Pero
cómo vamos a ayunar el Sábado puesto que existe el canon del Sínodo
que prohíbe ayunar el Sábado? Veis que es absurdo...
Por tanto, el Domingo que es día
resurrectivo, pascual y festivo de nuestra Iglesia, se consolida como
día de descanso, sosiego, gozo y Culto divino, y también día de
obras bondadosas.
Y continua el Evangelista diciendo:
“Yo estaba en Espíritu en el día del Señor o Domingo, y oí
detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía” (Apo
1,10).
Esto de “oí detrás de mí” revela
algo repentino. Es conocido que cuando uno viene hacia nosotros y
está en el campo visual, para nosotros no es algo repentino porque
lo vemos, pero cuando viene de detrás nuestro sin haberlo visto y
nos toca en la espalda entonces para nosotros es repentino. Por lo
tanto esta aparición fue repentina.
Aún dice que era “una voz grande
como de trompeta”, fuerte y tronante. En otro lugar nos dirá que
“su voz era como estruendo de muchas aguas” (Apo 1,15). Si alguna
vez habéis estado en una catarata que cae el agua con ímpetu desde
la altura, se habrán enterado con qué ruido cae. Se asimila la voz
de Dios con las aguas que caen de gran altura.
Pero una voz así se volverá a oír,
se abrirán todas las tumbas y resucitarán los muertos. “Sonará”
como dice el Apóstol Pablo: “y en un momento, en un abrir y cerrar
de ojos, al final del último toque de trompeta; porque sonará la
trompeta (por el ángel), y los muertos serán resucitados
incorruptibles” (1Cor 15,52. 1Tes 4,6). ¡Cosas curiosas…
“sonará”! Y quién sonará? El Ángel- ¿Qué sonará? La orden
de Dios.
Generalmente la voz de la trompeta es
siempre la voz de Dios. Acordaos en Sinaí. El Dios habló con voz de
trompeta y con voz de trueno. Y el pueblo tiempla al oír este tipo
de voz (Ex 19, 16. 20, 18. Apo 6, 1. 14, 2 y otros).
¿Y qué escuchó el evangelista Juan?
¿Qué le decía la voz? “Escribe en libro lo que ves y mándalo en
las siete Iglesias” (Apo 1,11).
Permitidme aquí preguntar: ¿Cómo se
mandará el libro en las siete Iglesias? Deberíamos tener copias. Ya
que estas Iglesias distan entre sí, ¿no deberíamos tener siete
copias? La conclusión es que el logos de Dios se puede imprimir y
repartir. ¿Lo habéis entendido? No es posible que haya sólo un
libro y de éste oír todos.
Antiguamente así se hacía; había un
libro y teníamos que ir todos a escuchar de este. Ninguno tenía en
su casa una copia del logos de Dios. En el Antiguo Testamento no
había copias en las casas, iban en la Sinagoga a escuchar el logos
de Dios. Pero aquí dice: “Escribe este libro para las siete
Iglesias”; es decir, saca siete copias y envíalas a las siete
Iglesias; es como si dijera: ¡imprima al logos de Dios, la Santa
Escritura y libros y mándalos en todas partes; manda mi logos en
papel escrito hasta los confines de la tierra!
Aquí veréis cómo se intercambia el
ver con el escuchar. Dice el Evangelista: ¡“Escuché una voz;
escriba lo que ves” y más abajo: “he visto… he oído…”! Es
decir, tenemos una irritación y estimulación de los sentidos oído
y vista. Así que estos dos, vista y oído se intercambian.
Dice san Andrés de Kesarea: “es la
misma cosa si hablamos de vista espiritual u oído espiritual, son lo
mismo. La vista y el oído indican la dinámica de las imágenes
reveladas. Cuando decimos a alguien, he visto como mis ojos o he oído
con mis oídos, esto indica una dinámica de los elementos, las
imágenes y los temas que se revelan. Por lo tanto el Evangelista
sobre lo que va a escribir es testigo presente, con sus ojos ha visto
y con sus oídos ha escuchado.
“Escribe en libro”. Por
mandamiento divino lo que veía debería ser escrito al libro. Pero
las cosas que se deberían escribir, esto presupone también
lectores. Por tanto la orden divina no es sólo escribir el libro y
repartir en los confines de la tierra, sino también su lectura, o
sea, su estudio. ¡Amigos míos, estudiemos el logos de Dios, día y
noche si hace falta!
Pero sobre esto: “Escribe en libro”,
permitidme compartir unos pensamientos más para cerrar nuestro tema.
Me pregunto, si acaso de aquel libro
original que escribió el Evangelista se salvaguardó algo. Las siete
reproducciones por supuesto que las ha escrito él. De hecho, según
la tradición, el que escribía era Prócoro, uno de los siete
Diáconos (servidores) (Hec 6, 1-7). Por eso en los iconos del
Apocalipsis tenemos a Juan que recibe el Apocalipsis en una cueva y a
lado de él san Prócoro escribir dictado de Juan. Reproductor pues,
no es Juan sino Prócoro. ¿Si acaso el libro original que fue
escrito allí, se ha salvado? No lo sé si alguna vez lo habéis
pensado esto. ¿Quizás allí en Patmos o en alguna biblioteca de la
Santa Montaña Athos donde tienen muchos códigos y libros
antiquísimos esté el libro original del Apocalipsis?
Pero no tiene importancia esto. Lo
mismo sucede también con la virtud de la caridad. Damos a uno un
vaso de agua o un plato de comida pero volverá a tener sed y hambre.
Sin embargo el Señor dijo: ”Y cualquiera que dé a uno de estos
pequeñitos un vaso de agua solamente refrescante, por cuanto es
discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa. Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber;
fui forastero, y me recogisteis, (Mt 10, 42. 25, 35). Y cualquiera
que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de
cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mrc 9,41). Esta
praxis como espíritu y energía tiene valor; la virtud quedará en
la Eternidad, porque fue conectada con la voluntad de Dios. La virtud
quedará, no la cosa material, el portador. Lo mismo ocurre aquí, no
tiene importancia si se ha salvaguardado el portador material… ¡Lo
que tiene importancia es que el logos de Dios no se vincula ni se
encierra por la materia. ¡Tenemos el logos de Dios en millones de
reproducciones!
Pero sobre esto me gustaría deciros
una cosa más. Muchas cosas en nuestra vida las hacemos para que
aguanten en la eternidad. Construimos una casa, una Iglesia,
compramos algo… Decimos: Compra esta ropa con tal tejido te
aguantará eternamente…! Es una tentación que queremos hacer algo
para permanecer eterno. Hacer un monasterio o una Iglesia para que
permanezcan hasta el final de la historia.
Pero el Dios no queda atado y
comprometido de portadores materiales- os lo dije, esto es una
tentación. Aunque se derrumben por alguna causa. Por supuesto que
nosotros debemos construir, para servir en un momento histórico, de
nuestra época y nuestra generación; la siguiente generación, pues,
que construya ella. Una cosa tiene valor; ¡el espíritu! El espíritu
no se ata, éste es el que debemos mantener. ¿Y los portadores?
Pues,… no interesan. Es cierto que muchas veces por cuestiones
sentimentales nos interesamos; pero tomadlo como queráis, pues, no
nos interesan.
Es verdad que del antiguo mundo
ascético de Egipto y Oriente, Siria, Palestina, etc., no se ha
salvaguardado nada. Pero se ha salvado el espíritu ascético y
existe dentro en la Iglesia. Por lo tanto, no nos quedemos en los
portadores materiales, como si fuera todo, sino al espíritu debemos
permanecer.
Y nosotros aquí tenemos el Apocalipsis
de Dios. No tiene importancia si este libro que tenemos en nuestras
manos es el primero o el último de un billón de libros. Lo
importante es que tenemos el libro con la Apocálipsis-Revelación de
Dios para redimirnos, sanarnos y salvarnos.
Yérontas Atanasio Mitilineos
Copyright: Monasterio Komnineon de
“Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion,
Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por Jristos Jrisoulas
www.logosortodoxo.com
(en español)
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