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Τρίτη 14 Ιουλίου 2015

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

PRIMERA PARTE

Capítulo 17: Con qué orden debemos luchar contra nuestros pazos.
Capítulo 18: Cómo debe guerrear uno contra los inesperados movimientos de los pazos.
Capítulo 19: Cómo uno debe luchar contra los pazos carnales.

Capítulo 17.
Con qué orden debemos luchar contra nuestros pazos.
(Pazos la terminología patrística se llama así a todo movimiento anormal, en el sentido de no natural, de las fuerzas y energías de la psique; padecimiento, pasión, emoción, hábito, mala costumbre, vicio, patología también fervor, manía u obsesión según el contexto).
Mucho te interesa, hermano mío, conocer también el orden que debes mantener para luchar como es debido, no simplemente por azar como hacen muchos y son perjudicados. En la guerra contra los enemigos y tus malos deseos, el orden es esto; entrar en tu corazón e investigar con esmero de cuáles loyismí, deseos e tentativas está rodeado tu corazón y de qué pazos está dominado y castigado. Y primero tienes que tomar las armas contra aquel pazos y luchar; pero si sucede que te tienten también otros pazos, tú siempre tienes que luchar contra el pazos más cercano que entonces te ataca y guerrea contra ti y otra vez dirigir la guerra hacia aquel pazos que más te domina y te somete.


Capítulo 18

Cómo debe guerrear uno contra los inesperados movimientos de los pazos.
Si aún amigo mío, no estás acostumbrado a luchar contra los inesperados golpes y ataques de los asaltos o de algunas otras cosas adversarias que te suceden, te aconsejo que hagas lo siguiente:
Acostúmbrate siempre sentado en tu casa antes investigar que te van a suceder muchos asaltos, ataques y deshonras, muchas veces también heridas y otras cosas contrarias. Así estate preparado de manera que no seas atormentado, sino que los soportes con paciencia y gratitud, sin perturbación, ni trastorno. De hecho esta preparación debes hacerla cuando estás listo para salir de casa y vas a ir en otro lugar, sobre todo cuando vas a conversar con personas que se enfadan fácilmente. Porque dice el Salmo: “Me preparé y no fui perturbado” (Sal 118, 60); con una preparación y ejercicio de este tipo uno cree que son bien despreciables hasta los más terribles e inesperados acontecimientos y también el pazos de la ira. (30). Muy sabiamente y verdaderamente aprendemos esto, que la premeditación y la preparación, es el mayor arma y el más efectivo para la protección de los movimientos repentinos de los pazos, porque como un tornado, como también todas estas cosas que se llaman borrascas, cuando caen de repente en el mar, revuelcan los barcos y hacen a los experimentados marineros desesperarse, así de la misma manera y de repente estos encuentros y movimientos de los pazos hacen perder el discernimiento hasta en los perfectos en la virtud.
Junto con la premeditación y la preparación, utiliza también esta manera. Cuando en algún caso, alguien inesperadamente sin esperarlo comienza a insultarte y provocarte cualquier otra deshonra, detente por un momento y cuando ya has recogido y reunido tus pensamientos en el corazón, pon tu nus en atención, vigilancia y guardia para no ser perturbado y molestado en tu corazón por el pazos de la ira del otro; porque dice el Salmo: “en mi interior se perturba mi corazón” (Sal 14); pero si le ha dado tiempo y te ha molestado no dejes que el pazos salga fuera y te arrastre a insultar y a vengarte; (31) Es decir, no salió hacia fuera este pazos y esta perturbación; sino igual que la ola del mar salvaje no sale hacia la costa, sino que queda destruida en pedazos y se serena dentro en el mar; de la misma manera la ira o el enfado; así interpreta esto san Basilio el Magno (Logos contra los iracundos).
A continuación esfuérzate a elevar tu nus a Dios, pensando y reflexionando en Su infinita agapi (amor, energía increada) que te tiene, por la que te ha enviado esta tentación y prueba inesperada para limpiarte y purgarte más y para unirte mejor junto con él. Así pensando estas cosas gira hacia ti mismo, contrólate y dite en tu interior: “eh desgraciado y miserable, ¿por qué tú no quieres abrazar esta cruz y esta prueba que te ha enviado, nadie más que el mismo Padre celeste tuyo?, y después gira hacia la cruz y abrázala espiritualmente con la máxima alegría que puedas, diciendo: ¡oh cruz que fuiste creada por la providencia de Dios, antes que yo naciera! ¡Oh cruz que fuiste endulzada por la dulce agapi del crucificado, clávame y conságrame en ti para que pueda unirme totalmente con aquel que me ha redimido muriendo encima tuyo. Pero si el pazos de la ira le ha dado tiempo para moverse en tu interior y no te deja desde el principio elevar tu nus a Dios, de nuevo piensa a elevarle lo antes posible como si no te hubieras perturbado para nada; porque así serás ayudado.
Pero la mejor terapia y más eficaz para los pazos, para que no se muevan inesperadamente, es que se alejen y expulsen las causas por las que proviene este movimiento. Estas causas son dos: la agapi-amor y el odio. Así que, si tú amigo mío, has llegado a tener amor apasionado en alguna persona, o en cualquier otra cosa grande o pequeña e inmediatamente cuando veas que te la arrebatan o la molestan, de repente te perturbas y se escandaliza la simpatía o el ánimo de tu corazón, entonces debes estar luchando para quitar de tu corazón aquel amor malo que tienes en esta cosa mayor o menor, cuanto mayor o menor es también el movimiento repentino del pazos.
Al contrario, si tienes odio a alguien o cualquier otra cosa, y de esto eres perturbado improvisadamente y te repugna cuando ves o escuchas alguna acción elogiable hacia ellos, debes presionar tu voluntad hasta que los ames; porque este también es una criatura de Dios, es como tú, creada a imagen y semejanza de la mano sublime de Dios; porque este también como tú está renacido con la preciosa sangre de Cristo, y no sólo porque es hermano y miembro tuyo no debes odiarlo, incluso ni siquiera con tu pensamiento y tu loyismós, como se ha escrito: “No guardes maldad y rencor contra tu prójimo” (Lev 19,37). Y el amado Juan dice: «15 Todo aquel que odia a su hermano es homicida. 14 Pero aquel que no ama al hermano permanece en estado de muerte espiritual» (1Jn 3:15,14). Pero si aquella persona es mala y digna de odio, tú cuando la amas te asemejas a Dios, el cual ama a todas sus creaciones y nunca se repugna de ellas, como dice Salomón: “Señor tú que amas la vida, todo es tuyo por eso te preocupas” (S. Sal 11). Y sobre todo porque el Dios perdona las maldades de los hombres y “que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45).

Capítulo 19

Cómo uno debe luchar contra los pazos carnales.
Contra los pazos carnales, hermano mío, lucharás de modo distinto que los otros. Para conocer a luchar en orden, debes pensar que existen tres guerras antes de cada tentación: antes, durante y después cuando ha pasado la tentación.
La guerra antes de la tentación será contra las causas, que por regla general se convierten en motivos de esta tentación; es decir, tú primero debes luchar contra este pazos; no resistiendo a este, tal como te dije que hagas para los demás pazos, sino que tienes que evitarlo con toda tu fuerza de todo tipo de motivos y de personas que te provocan la tentación en la carne o cuerpo. Y si alguna vez es necesario hablar con alguien que es de este tipo, pues, háblale en breve y con cara seria y dignamente, tus palabras que sean más bien duras que blandas o dulces.
“Nunca confíes en tu enemigo”, dice Sirac (12,11). Y tú nunca confíes en ti mismo. Porque, igual que el cobre por sí solo genera el óxido u orín, así también tu naturaleza corrupta genera por sí sola la maldad; “Igual que el cobre se oxida, así también tu maldad” (Idem). Otra vez te digo, no confíes en ti mismo, aunque lleves mucho tiempo que no sientes los pinzamientos y las indirectas de la carne; porque esta maldita maldad, aquello que no ha hecho en muchos años, lo hace en una hora y muchas veces hace sus preparaciones ocultamente y cuando más se hace ver como amigo, dando menor sospecha sobre ella, tanto más perjudica e hierre incurablemente. (33) Aquel gran Nilos el Asceta dijo: “Y si crees que estás con el Dios, protégete del demonio de la lujuria, porque es un gran estafador, envidioso y quiere ser más rápido que el movimiento y la atención de tu nus” (Filocalía C.3). La causa por la que el deseo carnal siempre nos tienta y molesta es la egolatría, el excesivo amor al cuerpo y a sí mismo. Igual que la vanagloria siempre nos engaña, así también del deseo carnal difícilmente nos protegemos.
Por eso, como la experiencia ha demostrado y lo demuestra, uno muchas veces debe tener miedo más de aquellas personas con las que cree que es bueno que esté en compañía, sea porque son parientes suyos o porque son virtuosos y piadosos o porque ha sido beneficiado de ellas y tiene como obligación a saludarlos a menudo (34). Porque con esta compañía imprudente se enreda el sentido y sentimiento con el agrado venenoso, de modo que imperceptiblemente traspasa poco a poco también al nus de la psique y oscurece tanto la lógica de manera que después empiezan a no tener en cuenta para nada las causas peligrosas del pecado; es decir, las miradas eróticas, las palabras dulces del uno al otro, después los gestos y tocamientos con las manos, y acaban cayendo en el pecado total o en otros pazos diabólicos, de los cuales difícilmente se pueden liberar. (34) Muchos muchas veces fueron engañados de similares personas virtuosas y devotas, sea mujeres u hombres y cohabitaron entre sí, o se relacionaron sin tener cuidado y cayeron en pazos de vergüenza, siendo engañados por la derecha; es decir, de la virtud, de la devoción y de la modestia; pero nosotros aquí añadimos que uno no sólo se ocupa con fuerte deseo y eros carnal con estas personas, sino que si se supone que estos son hijos de padres ricos, nobles, con lenguaje educado o con órganos musicales y con imagen y cara bella o astucia intelectual o hábiles en las artes y trabajos manuales o si tienen cualquier tipo virtudes adquiridas; porque todas estas cosas aumentan fuertemente el deseo y el amor, por eso debemos tener mucho cuidado y protegernos de semejantes cosas.
Por eso, hermano mío, debes evitar el fuego, porque eres como una tela y no debes confiarte nunca como si fueras una esponja llena de agua de buena y fuerte voluntad; no. Debes pensar que eres como una esponja seca que inmediatamente que se acerca al fuego se prende en llamas. Según con lo que se ha escrito sobre Sansón: “rompió los nervios como una cuerda fina que se acerca al fuego” (Jue 16,9). Tampoco pensar que tienes tu decisión y deseo firme de que mejor morir que afligir a Dios con el pecado. Porque si suponemos que eres una esponja mojada, pero con la continua compañía y expectación, el fuego con el calor poco a poco seca el agua de tu buena voluntad y sin esperarlo te apegarás tanto al eros diabólico, de modo que no tengas vergüenza a los hombres, ni respetarás el parentesco o la amistad, ni la vida, ni todos los castigos del infierno, y cometerás el pecado. Por eso vete, aléjate lo más que puedas:
A´ De las compañías de las personas que escandalizan, si verdaderamente no quieres ser capturado por el pecado y morirte (espiritualmente). (35) Por eso también Salomón llama por una parte sabio aquel que teme y evita las causas de los males, y por otro lado, insensato aquel que confía en sí mismo y no evita las causas (18,16). El sabio José el bueno, también mientras dejó su prenda, evitó la causa del pecado y evitó también el pecado; porque si no lo evitara seguro que pecaría con su señora, como opinan muchos maestros. Por eso el apóstol Pablo decía: “evitad, huid de la lujuria” (1Cor 6,18).
B´ Evita la inactividad y la pereza, mantente vigilante y sobrio con tus loyismí y con las obras que convienen con tu actitud.
C´ No desobedezcas nunca, sino obedece y sométete fácilmente a tus superiores y Padres Espirituales, haciendo con presteza, diligencia y rapidez aquellas cosas que te mandan y sobre todo aquellas que te hacen humilde y son contrarias a tu voluntad y tu tendencia natural.
D´ No juzgues nunca arrogantemente a tu prójimo; es decir, criticarle malamente y sobre todo por el pecado carnal por el que estamos hablando, aunque está claramente caído en ello, sino que le trates con simpatía y no burlarte de él, y que con su ejemplo, hazte humilde tú y conócete a ti mismo de que eres enfermo, polvo y ceniza, diciendo: él ha caído hoy, yo caeré mañana. Porque si fácilmente juzgas a los demás y los desprecias, el Dios ejemplarmente te instruirá concediendo que caigas tú también al mismo defecto. “No juzguen para que no sean juzgados”, dice Cristo Dios en el Evangelio de Mateo; para que conozcas tu orgullo y te hagas humilde y así pedirás terapia para los dos, para tu orgullo y para tu prostitución o lujuria. Pero si el Dios te ha protegido y no caes, no cambies de loyismós, tampoco te confíes en ti mismo, sino ten siempre miedo y duda sobre tu actitud.
E´ Ten mucho cuidado, si has obtenido algún c-jarisma divino o te encuentras en una situación buena, no pongas al loyismós alguna idea y fantasía superflua e innecesaria de que eres alguien y que tus enemigos ya no lucharán contra ti, y aparecer que de momento los odias y los apartas. Porque si no estás protegido contra esto, fácilmente caerás.
Estas son las cosas que debes vigilar antes de la tentación del pazos carnal.
Pero en el tiempo de la tentación, debes pensar de dónde proviene esta guerra, de una causa interior o exterior. La causa exterior es la curiosidad de los ojos, palabras dulces de audición y canciones; suavidad y adorno de ropas, olor de perfumes para el olfato, conversaciones, gestos y tocamientos que promueven al pecado; la terapia de todos estas cosas es la modestia y la humildad en las prendas de ropa, no querer escuchar ni ver, ni oler, ni tocar todas aquellas cosas que promueven a esta maldad y sobre todo apartarte de las malas compañías, como hemos dicho antes. La causa interior proviene del bienestar de la carne o de los loyismí del nus que provienen de nuestros malos hábitos, de los pazos o por la incitación de los demonios.
Y por una parte, el bienestar de la carne, cuerpo, se debe endurecer con ayunos, vigilias y sobre todo con prosternaciones y otros ejercicios similares; tal y como explica el discernimiento y la enseñanza de los divinos Padres; por otra parte, las terapias de los loyismí, por donde sea que provengan, son las siguientes; ocuparte con varios ejercicios adecuados a tu situación, que son el estudio, la oración y la lectura de los libros sagrados, y sobre todo de san Efrén, de Juan de la Escalera, de los libros Filocalía, de Evergetinós y los similares; pues, que así sea. Cuando comienzan a molestarte estos loyismí de la lujuria, inmediatamente acuérdate con tu nus al crucificado y desde el fondo de tu psique, di esto: “Jesús, dulce Jesús, ayúdame rápido para no ser cautivado de este enemigo”. Y unas veces abrazando (espiritualmente, como si estuviera presente), la cruz que está colgado tu Señor, abraza sus heridas muchas veces, diciendo con agapi-amor: “bellísimas heridas, heridas santísimas y purísimas, herir a este corazón sucio e indecente e impedidme que os perjudique”.
Por otro lado, tu terapia durante el período que se multiplican los loyismí de los placeres carnales, que no sea directamente contra ellos, (cosa que algunos libros así lo escriben; como es, pensar el mal olor y el asco del placer carnal; el examen de la conciencia que te provocará, las amarguras que siguen, los peligros, el gasto, corrupción de tu fortuna y tu pureza, la acusación de tu honor y otros similares); te digo que tu estudio no sea sobre estos, porque cuidarse de estos no es siempre el medio seguro para que venzas la tentación de la carne; sobre todo si puede provocar algún daño. Porque con similar estudio aunque el nus expulse los loyismí provisionalmente, pero como está débil y habituado maliciosamente, cuando estudia estas cosas marca mejor el agrado, se deleita y condesciende en estos. Por lo tanto, la verdadera terapia de los placeres carnales son: evitar siempre no sólo estos, sino cualquier otra cosa que nos los recuerda. Por eso el estudio tuyo que sea en otras cosas; es decir, sobre la vida y el pazos-pasión del crucificado Jesús, la memoria de su terrible muerte, el terrible Juicio Final y los distintos tipos del infierno.
Pero si estos loyismí carnales te atacan más de lo acostumbrado, (y esto ocurre), no te acobardes ni te asustes, ni dejes el estudio de las anteriores girando hacia ellos para resistirlos, no, sino sigue lo más sinópticamente que puedas este estudio y no te preocupes para nada sobre estos loyismí, como si no fueran tuyos. Porque, aunque continuamente te atacan, no hay mejor manera para resistir de ellos que despreciarlos y no quieras para nada acordarte de ellos; después de todo esto terminarás tu ocupación con esta súplica o similar a esta:
“Creador y redentor mío, libérame de mis enemigos, en honor a tu pazos-pasión y tu inenarrable bondad”. Y no gires tu nus y atención en esta maldad carnal. Porque sólo un simple recuerdo no está sin peligro. Pero tampoco te detengas y converses con esta tentación y te descubres a ti mismo si has condescendido en ella o no. Porque aunque este examen parezca que sea bueno, en realidad es un engaño del diablo, para molestarte, decepcionarte y desanimarte o para mantenerte siempre liado en estos loyismí y de estos hacerte caer también en este u otro pecado.
Por eso, para esta tentación (cuando el consentimiento no está claro) es suficiente que la confieses en brevedad a tu guía espiritual, habiendo tranquilizado tu opinión, sin que pienses ya nada. Y manifiéstale claramente cada loyismós tuyo en relación con esto sin que te detenga ninguna vergüenza o contracción. Porque si con todos nuestros enemigos necesitamos la fuerza de la humildad para vencerlos, cómo no la vamos a necesitar en esta guerra carnal más que cualquier otra cosa. Porque esta maldad es producto y resultado del orgullo o soberbia y casi siempre es un castigo. (36) Por eso san Juan el de la Escalera dice que aquel que ha caído en la lujuria u otro pecado carnal, éste antes tenía orgullo, por eso el Dios ha permitido caer para que se haga humilde. Después cuando pase la tentación, aquello que debes hacer es lo siguiente; por mucho que te parezca que estés liberado de esta guerra de la carne y seguro por todo, sin embargo debes estar con el nus alejado de estas cuestiones y de las personas que fueron la causa de la tentación; y no pienses que debes estar en compañía con ellas, aunque sean parientes o virtuosos o tus benefactores; porque también esto es un engaño de la mala naturaleza y una trampa del enemigo diablo que fácilmente se metamorfosea, transforma en ángel de luz para meternos a la oscuridad o a las tinieblas como dijo san Pablo (2Cor 11,14).

San Nicodemo el Aghiorita

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)


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