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Κυριακή 2 Αυγούστου 2015

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita PRIMERA PARTE Capítulo 20.

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

PRIMERA PARTE

Capítulo 20.
Cómo uno debe luchar contra la negligencia.
Para que no caigas en la deplorable maldad de la negligencia, la que te impide el camino de la perfección y te entrega en las manos de los enemigos, debes evitar toda curiosidad, todo apego terrenal y todo tipo de comentarios y ocupaciones que no convienen a tu situación. Después debes esforzarte a ti mismo en obedecer rápidamente a todo buen consejo de tus superiores y tus guías espirituales, haciendo cada cosa en el tiempo y la manera que les guste. En cada obra que tienes que hacer no tardes mucho en hacerla; porque aquella pequeña demora trae consigo la segunda, la tercera y el resto, en las cuales el sentido se desvía más fácil que en la primera. Porque fue absorbida y cautivada más por el placer que probó de la segunda, la tercera y las demás demoras. Por eso la praxis o comienza muy tarde o es abandonada totalmente muchas veces como molestosa; y así poco a poco se hace el hábito de la negligencia, la que después de todo esto llega a tal punto que no se reconoce de otra manera sino sólo si nosotros nos hartemos ya de ella y nos entregamos totalmente en obras importantes y cuidadosamente.
Porque de esta última ocupación nuestra nos hemos enterado que hasta entonces hemos sido muy descuidados, negligentes y perjudicándonos y tenemos vergüenza por tantas buenas obras que podríamos haber hecho.
Esta la negligencia corre por todas partes con su veneno; envenena la voluntad y la hace apartarse de todo trabajo, espiritual, manual y de cualquier servicio, y no sólo la voluntad sino también oscurece al nus para que no se dé cuenta y considere en qué logismós insensato se sostiene esta voluntad; y también por esta consideración y observación no promueva la voluntad a ocuparse en hacer rápidamente todos los servicios requeridos y demorarlos para otro tiempo. Porque no basta sólo hacer la obra que debes rápidamente, sino hacerla también en tiempo justo que requiere la calidad de aquella obra, con todo el esmero y cuidado que merece para que se perfecta. Porque está escrito: “Maldito aquel que hace las obras del Señor con negligencia” (Jer 48,10). Y todo este mal sucede porque no piensas la fuerza que tiene aquella obra buena si la haces en su debido tiempo y con decisión firme, para vencer la dificultad y el cansancio que trae la negligencia, sobre todo a los soldados principiantes.
Pues, tú debes pensar muchas veces que sólo con una elevación del nus a Dios y con una reverencia de arrepentimiento hacia la tierra que se hace en el nombre y el honor de Dios, vale más que todos los tesoros del mundo. Cada vez que dejamos la negligencia y nos ponemos a nosotros mismos en obras diligentes y esmeradas, los Ángeles traen de la realeza increada de los cielos una corona de la gloriosa victoria; y por el contrario, a los negligentes no sólo el Dios no da coronas, sino que poco a poco quita también las alegrías y favores que les había dado, dejándoles privados de su realeza increada por sus negligencias. Porque se ha escrito: “Los llamados para las bodas celestes permanecieron indiferentes y fueron unos en sus terrenos y otros en sus negocios” (Mt 22,5).
Sin embargo aumenta estos favores a los diligentes, cuidadosos y forjadores de sí mismo haciéndolos con esto entrar a su realeza increada celeste; “La realeza increada de los cielos se gana con esfuerzo y la ganan aquellos que luchan” (Mt 11,12).
Pero si el mal loyismós, lucha y pelea para tirarte a la negligencia, te trae en el nus el pensamiento de que te cansarás mucho y por muchos días para poder obtener la virtud que deseas, y que tus enemigos son fuertes y muchos, mientras que tú eres un hombre débil y necesitas esforzarte mucho y hacer muchas praxis para conseguirla. Te aconsejo que si estas cosas te las trae en el nus el loyismós de la negligencia no le hagas caso ni le escuches. Pero comienza a traer en tu nus praxis como si fueran pocas, como que te cansarías lo mínimo y durarán pocos días, pensando que tienes que luchar sólo con un enemigo y que con la esperanza y la ayuda de Dios eres más fuerte que ellos. Porque si actúas así, empezará a debilitarse de ti la negligencia y así después tendrás la disposición para que poco a poco entre en tu psique la virtud contraria que es la diligencia o cuidado con esmero.
Lo mismo haz también para la oración; por ejemplo, si el tiempo requiere hacer una hora de oración y eso parece duro en tu negligencia, empieza la oración como si tuvieras que orar la mitad de un cuarto de hora y después fácilmente pasará el siguiente cuarto y el siguiente etc. Y si alguna vez en este espacio tienes alguna dificultad y resistencia muy fuerte, deja de momento la oración para que no te caiga antipática y después de un rato vuelve hacer la oración que querías hacer antes. Lo mismo y de la misma manera debes hacer también para tu trabajo manual y tu servicio, cuando ocurre que tengas que hacer cosas que a causa de tu negligencia parecen muchas y difíciles, mientras tú te perturbas entero. Por eso con tu corazón tranquilo empieza de una cosa como si no tuvieras que hacer otra cosa. Y así actuando con diligencia, esmero y cuidado harás todas las cosas con mucho menos esfuerzo y dificultad que aquello que te parece difícil en tu negligencia. Por eso, si no haces así y no piensas luchar contra el esfuerzo y la dificultad que se te muestra por el enemigo para cada virtud, para que predomine en tu interior la negligencia, y así no sólo cuando está presente el esfuerzo y la dificultad sino aún cuando está lejos te hará desesperarte y estar asustado de que siempre tendrás cansancios y dificultades y que tus enemigos siempre te estarán tentando. También cuando estés en descanso y reposo siempre tendrás molestias de tus loyismí.
Conozca hijo mío que el pazos de la negligencia con su veneno oculto, poco a poco pudre no sólo las primeras y pequeñas raíces, las que trataban de brotar los hábitos de las virtudes, sino que pudre también las raíces de los buenos hábitos que anteriormente se habían adquirido. Y tal como el gusano carcome la madera, así también este pazos carcomiendo progresa imperceptiblemente y desgasta la vida espiritual del nus. Y con este medio, el diablo conoce poner las trampas y los lazos en cada hombre, pero especialmente en las psiques espirituales, conociendo que fácilmente cae en los deseos todo aquel que es descuidado, perezoso y negligente, como está escrito: “Todo perezoso, desocupado y parado se encuentra en deseos e ilusiones”(Prov 13,4).
Así pues, tú estate en vigilia, siempre orando y vigilándote bien como un luchador valiente; “Las manos de los hombres trabajadores trabajan con dinámica, valentía y diligencia” (Prov 13,4). Y no esperes a tejer tu prenda nupcial cuando vas allí para encontrar al Novio Cristo. Y acuérdate cada día que el hoy es tuyo y el mañana está en la mano de Dios; y que aquel que te ha dado la mañana no te promete que te dará también la tarde. Por eso no escuches al diablo que te dice que le des el hoy y el mañana darlo a Dios, no; sino que gasta todos los momentos de las horas de tu vida tal y como gusta a Dios. Piensa como si se tratara que no te vaya a dar otro tiempo. Y calcula que para cada momento darás cuentas exactas porque el tiempo que tienes en tus manos de verdad es oro, precioso y vendrá el tiempo que lo estarás buscando pero no lo encontrarás.
Piensa también este día como perdido, (aunque hayas hecho muchas otras obras), en la que no has obtenido muchas victorias contra tus malas tendencias y voluntades, y que durante este día no has agradecido tanto a Dios, no sólo por las donaciones que te ha hecho, y sobre todo sobre el tormentoso padecimiento que ha sufrido para ti; y también por la dulce instrucción paternal por las aflicciones que algunas veces te envía. Terminando te pido: “Luchar siempre el buen combate” (1Tim 6,12), porque muchas veces sólo una hora de diligencia se ha ganado el paraíso y por una hora de negligencia se ha perdido. Y hazte diligente y cuidadoso si quieres tener segura la esperanza de tu salvación en Dios. “Aquel que confía a Dios lo tiene todo” Prov 28,25). (37) Porque dos son las esperanzas, según Isaac el Sirio, una es verdadera y muy sabia y la otra tonta y falsa. Y los que se han dedicado enteramente a sí mismos a Dios no se preocupan de ninguna cosa mundana por estar enteramente dados a la diligencia y al trabajo por las virtudes; estos realmente tienen esperanza en Dios de que los redimirá y salvará de cada mal, tanto en la vida presente como en la futura; pero todos que pasan con negligencia sus vidas y no se ocupan con las virtudes, aunque dicen que tienen esperanza en Dios, es falsa y tonta la esperanza de ellos. Es como si dijera que uno debe cansarse para sembrar virtudes y obras buenas y después tener la esperanza que tiene que segar para recibir su salario de la sotiría (sanación, redención y salvación) de su psique.
San Nicodemo el Aghiorita
Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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