ΓΕΡΟΝΤΑΣ
ΑΘΑΝΑΣΙΟΣ ΜΥΤΙΛΗΝΑΙΟΣ (1927-2006)
YÉRONTAS ATANASIO
MITILINEOS (1927-2006)
Y SAN JUAN DE
CRONSTANDT (1829 - 1908)
5ª Bienaventuranza de
la Montaña: La misericordia
Bienaventurados y felices los
misericordiosos y caritativos, más los que se compadecen por las
desgracias del prójimo, porque ellos el día del juicio alcanzarán
la misericordia increada de Dios (Mt 5,7)
El que uno sea justo es importante,
pero no es la única cualidad del buen Cristiano. Por eso el Señor
después de la bienaventuranza de la justicia, que hablábamos la vez
anterior, se refiere a la quinta que es la bienaventuranza de la
misericordia: “Bienaventurados
y felices los misericordiosos y caritativos, más los que se
compadecen por las desgracias del prójimo, porque ellos el día del
juicio alcanzarán la misericordia increada de Dios” (Mt 5,7).
La misericordia
junto con la justicia de la bienaventuranza anterior que hemos
analizado, convierte y hace al hombre encima de la tierra verdadera
imagen de Dios; porque el Dios es justo y misericordioso, y así
también el hombre misericordioso, como imagen de Dios da una imagen
de muy buena presencia en su ambiente. En todo el antiguo Testamento
observamos que el Dios aparece como justo y misericordioso; nunca
sólo como justo o misericordioso, sino ambos junto.
Por ejemplo dice el
Salmista: “El Señor es justo y misericordioso” (Sal 114,5). Y el
profeta Nehemías dice: “y tú, el Dios justo y misericordioso,
caritativo y magnánimo” (Nee 9,17).
En primera vista uno
cree que la virtud de la justicia y la misericordia se contradicen.
¿Cómo es posible que sea hombre que da misericordia y querer
justicia? Atención, misericordia o caridad no es dar uno una moneda.
El tema de la misericordia o caridad es un campo muy amplio. Desde el
principio os digo esto para que lo sepáis, pero a continuación
veremos el tema. Para que no lo mal interpretéis, misericordia o
caridad no es simplemente dar una moneda a un hombre que está
sentado en las escaleras de la Iglesia después de la Divina
Liturgia, esto que por costumbre hacemos.
Aquí pues parece
que se contradicen la justicia y la misericordia. Si tomo el ejemplo
anterior y digo: “este hombre viejo pide limosna. Eso quiere decir
que en su vida era un vago no ha trabajado, era un derrochador.
Entonces juzgo justamente y no le doy caridad o misericordia, no le
doy nada”. Así se ve que no es posible que coexistan la
misericordia y la justicia, y que una con la otra se contradice.
A pesar de esto no
se contradicen. Además la verdadera justicia es aquella que emana de
la misericordia. Esta es la justicia real.
Hay un dicho latino
que dice: “Summum jus, summa injuria.
Altísima justicia es altísima injusticia”. Es decir, si ves las
cosas como se hicieron y dices: “nada, se ha acabado, las cosas son
así”; y no ves nada más allá, esto al final resulta en una gran
injusticia. “No juzguéis según las
apariencias, sino juzgad con justo y sano juicio” (Jn 7,24).
Aquellos vais o iréis a una escuela de derecho civil, esto lo
tendréis en cuenta, es muy importante. (Aquí el Yérontas está
hablando a unos jóvenes estudiantes). Cuando quieren legislar una
ley siempre se pone la ley ante el legislador y los jueces que la
aplicarán. Esto la persona jurídica debe tenerlo siempre en cuenta.
Veis que el Dios ha
castigado a los primeros en ser creados; es Su justicia. “Os dije
que no probéis de este fruto. Entonces pasará lo que os dije: por
la muerte moriréis”. Pero viene Su misericordia para salvaguardar
las cosas, y vosotros lo habéis probado.
Por eso os expliqué
que en Dios existe la justicia y la misericordia, es decir, la
caridad en un grado altísimo; independientemente si el Dios actúa
en la historia de una manera que parece que ha dejado el sitio a
otro. Sí, porque estas cosas están dentro de nuestro espacio-tiempo
y parecen que son así, pero sobre lo demás en Dios hay justicia y
misericordia en un grado altísimo.
Además, el Dios
cuando da misericordia quiere allí dentro esconder la justicia, y
cuando aplica la justicia quiere allí dentro esconder la
misericordia. Dice por ejemplo en Isaías: “…y
la justicia por nivel” (Is 28,17).
Atención a este pasaje, es muy importante y de aplicación amplia.
Niveles son las pesas. Y cuando hablamos de pesas hablamos de balanza
y cuando hablamos de balanza hablamos de justicia. Por lo tanto, la
justicia y la misericordia en Dios están atadas. Esto es grandioso.
Os diré un ejemplo
muy bueno que se refiere san Nicolás Cabásilas en su
“Interpretación a la Divina Liturgia“. ¿Qué es la Divina
Liturgia? Es el ofrecimiento del Cuerpo y la Sangre de Cristo para
sanarnos y salvarnos. Pero no es sólo oferta y misericordia de Dios,
el Dios pedirá también de ti; diríamos que es cuestión de
intercambio, cuestión de justicia. Te dirá: “Te daré mi Cuerpo y
mi Sangre, pero tú me traerás el pan y el vino”. Y como dice san
Nicolás Cabásilas, dentro del pan y el vino ha entrado el trabajo
del hombre; porque el Dios no pide uvas, ni espigas, sino pan y vino.
Esto significa que allí has puesto tu trabajo, tu esfuerzo para
moler el trigo, amasar… y los demás. Esto significa los niveles o
las pesas, significan justicia, es un intercambio; me darás y te
daré.
Pero nosotros no
damos casi nada a Dios y Él nos da algo grandísimo, nos da Su
Cuerpo y Su Sangre, Sus Regalos Celestes que nos hacen incorruptos e
inmortales. ¡Esto es enorme!
Diré otro ejemplo
que es lo contrario. Decimos educación, estudios gratis. Irá a
estudiar el alumno gratis sin pagar nada. Y como no paga nada no
respeta el libro que le entrega el Estado gratis, y al final del
curso lo rompe y lo tira en la basura. Pero si paga algo respetará
el regalo que se le dará.
¿Veis pues, lo
primero? Por eso san Agustín dice: “Cuando vayas a tomar la Divina
Comunión lleva también un prósforo en la Iglesia (pan especial
para la celebración del Misterio).
Lo diré otra vez:
“y mi misericordia en pesas”. Eso se aplica también aquí y
también en todas partes y para siempre. La justicia y la
misericordia no se contradicen.
En el Monasterio de
Dafne, en la cúpula está la imagen del Pantocrator. Si observan un
ojo del Pantocrator es severo, su ceja hacia arriba y ojo duro,
enfurecido. Es la justicia, el Juez. ¿Habéis visto alguna vez en un
tribunal que entren los jueces riéndose y haciendo bromas? No, es
hosco. La justicia requiere seriedad. Ahora si observáis el otro ojo
de la imagen del Pantocrator, allí la ceja no está hacia arriba
sino recta, normal y el ojo sereno, blando. Esto significa que en la
misma cara de la persona existe la combinación de la justicia y la
misericordia, del justo y del misericordioso.
Lo captáis esto, es
muy importante; es un tema grandioso sobre la coexistencia de la
agapi y la justicia. Desgraciadamente en círculos teológicos
subyace una herejía –yo lo llamo herejía esto- ¡que el Dios es
sólo agapi, y no es justicia! Esto lo considero herejía y creo que
vosotros también entendéis que esto es herejía. El Dios es las
dos.
Después nos
olvidamos de Su juicio. Vino a sanarnos y salvarnos, pero a la vez a
juzgarnos, si rechazamos Su oferta de salvación.
Así pues, el hombre
también debe ser justo y misericordioso. Por eso “son
bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia” que es la
anterior bienaventuranza y ahora “bienaventurados los
misericordiosos”. El hombre misericordioso es verdadero hombre,
simpático y social, es una bella persona; es esto que decimos: qué
bella psique-alma. Por eso el libro de los Proverbios dice: “grande
es el hombre misericordioso y honesto” (Pro 20,6).
El hombre que es misericordioso es una gran creación e importante.
¡Cuál es el
concepto esencial de la misericordia?
La misericordia es
diligente, transmisión caritativa de cada bien y bondad, sea
material o espiritual que nosotros tenemos y el nuestro prójimo está
privado. Hacerle partícipe de aquello que tenemos cualquiera que sea
esto.
Misericordia no es
decir simplemente palabras que no cuestan nada, sino, como vemos,
también praxis. Misericordia es agapi aplicada.
El Evangelista Juan
dice: “Hijitos míos, no amemos de
palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1Jn 3,18).
Y san Juan el Crisóstomo apunta: “El Señor aquí cuando dice
“bienaventurados los misericordiosos”,
no quiere decir sólo aquellos que por regla general dan dinero,
porque el modo de misericordia es variado”, y como os he dicho al
principio, este mandamiento tiene un campo muy amplio y multilateral.
La misericordia
pues, es oferta, no sólo de dinero, sino también de cada carisma,
talento, virtud, bien y todo conocimiento bueno. Y esto porque si la
misericordia fuera sólo cuestión de dinero, sería muy delimitada y
concerniría sólo a los ricos, porque sólo ellos podrían
ejercitarla. Pero no es así. Además no es sólo el dinero que
satisface las necesidades materiales y espirituales del hombre, sino
muchas cosas más.
Y si quieren me
referiré así indicativamente en algunos ejemplos.
Si eres un técnico
debes transmitir tu arte a tu aprendiz, no dejarlo en la ignorancia.
Decirle los secretos que conoces de tu trabajo.
Si eres científico,
médico, maestro, jurista, mecánico, farmacéutico puedes desde tu
puesto ayudar de distintas maneras, dar facilidades a cualquiera que
lo necesite. Si estás en una posición privilegiada de una manera u
otra también puedes ayudar.
Aún puedes ayudar
en algún servicio a tu parroquia, como por ejemplo la catequesis,
por supuesto si tienes facultad y capacidad. Puedes si quieres
participar a los comedores sociales que quizá organiza tu parroquia
o participar a la construcción de un templo… aún podemos dar
alimentos de nuestra casa o ropa.
Permitidme contaros
una historia que me ha ocurrido antiguamente y que me ha conmovido:
“Me acuerdo que había una tarde soleada cuando con un familiar mío
bajaba una calle de Atenas. Hacía mucho frío, tenía puesto mi
abrigo. En un momento bastante lejos vi una persona caerse al suelo.
Entonces nos acercamos y vimos que era un hombre joven pero
epiléptico. Los epilépticos por regla general se caen sin darse
cuenta. Esta persona vestía sólo una camisa blanca, no vestía
chaqueta ni abrigo. En esta calle no había edificios sólo habían
casas de una planta. En un momento de la casa de al lado saltó una
mujer y se acercaron algunos viandantes para ayudar. Este joven se
recuperó, pero al caer se había roto su camisa y pidió una aguja
para coserla. Pasaba el tiempo y se había juntado allí unas diez
personas alrededor de él. Pero ninguno de nosotros pensó que este
joven no tenía chaqueta ni abrigo. En aquel momento pasaba el chaval
del colmado que repartía con su bicicleta alimentos en las casas.
Entonces teníamos pequeños colmados, hoy tenemos los súper market.
El jovencito bajó de su bicicleta para ver qué había pasado, -por
regla general se forman corrillos cuando pasa algo curioso- y sin
perder el tiempo este jovencito repartidor con la bicicleta, se quitó
su chaqueta y la entregó al joven caído, diciéndole: “Amigo
mío, toma esto hace mucho frío” ,
para vergüenza de todos nosotros que estábamos allí. ¡Nadie de
nosotros no se había quitado la chaqueta ni el abrigo para vestir a
este joven enfermo! ¡Lo veis, lo escucháis esto! Me acuerdo del
nombre porque se lo pregunté, se llamaba Sidirópulos”.
Podemos, pues, como
os dije, siempre hacer y dar algo.
Y algo de la
Historia Eclesiástica. San Juan, patriarca de Alejandría, que le
dieron el sobrenombre de Misericordioso, cuando le daban cosas, él
las repartía inmediatamente. Era infinitamente misericordioso.
Una un vez un
colchonero pensó en mandarle un colchón caliente para su cama.
Apareció pues, una mujer pobre y se lo entregó a ella diciéndola:
“Toma este colchón para que os calentéis en casa o si quieres
véndelo te darán mucho dinero para comprar otra cosa que te haga
más falta”. Por casualidad aquella mujer fue y vendió el colchón
al colchonero que lo había regalado a san Juan el Misericordioso.
Cuando el colchonero lo vio lo compró y lo volvió a mandarlo otra
vez a san Juan. Pero Aquel volvió a darlo en otra parte. Entonces le
dice san Juan: “Vamos a ver quien se cansará y aburrirá primero,
¡el que manda o el que regala!”.
Veis cómo podemos
dar tantas cosas, como os he dicho, y también conocimientos, arte,
técnica y un montón de cosas más.
Vamos ahora en otra
categoría de misericordia, cuando no tenemos bienes materiales para
ofrecer. Es aquello que el Apóstol Pedro y Juan cuando fueron a
venerar al templo de Salomón y encontraron un cojo que pedía ayuda
allí a la entrada del templo. El apóstol Pedro le dijo: “No
tengo dinero ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesús
Cristo de Nazaret, levántate y anda” (Hec 3,6); y
él saltó sanado. La misericordia, pues, no es sólo cuestión de
dinero.
Es característico
que cuando el Señor nos juzgará durante el Día del Juicio, y
utilizará como criterio el mandamiento de la misericordia, no nos
dirá “estaba en la cárcel y no me habéis liberado pagando los
gastos”, “ni que estaba enfermo y no habéis pagado el médico y
los fármacos para sanarme”. No, no dirá estas cosas, sino: “no
me habéis visitado”. Toma lo más sencillo, lo que no tiene ningún
gasto. Pagar los gastos del médico y los fármacos para que uno se
sane es muy bueno, pero no todos pueden pagar. Se queja de algo muy
sencillo: “No me habéis visitado, no vinisteis a verme”. Por
supuesto que dar dinero es aún mejor.
La misericordia,
como manifestación, cubre todo el campo, desde la praxis y el logos
hasta la disposición. Puede ser que no tengas nada para dar, nada,
pero al corazón tener la disposición de dar.
Y por encima de todo
es preocuparse para la sanación y salvación de las psiques. Liberar
al otro de la mortal ignorancia, mostrarle como llevar y cómo
estudiar el Evangelio: “Hermanos, si
alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le
hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su
camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”
(San 5,20); al que duda hacerle volver
a la fe, al hombre pródigo retornarle al camino de Dios, decirle un
par de palabras de agapi y edificación. Dice la Sabiduría de Sirac:
“¿Es que el rocío no templa el ardor
del sol? Así una buena palabra es mejor que un regalo. Mira, ¿no
vale más un logos que un rico presente? Pues, el hombre
misericordioso o caritativo sabe unir las dos cosas” (Sir
18,17-18). ¿El logos bueno no es más
bueno que el no dar algo? Pero las dos cosas el logos y el regalo,
coexisten al hombre que está gratificado o pleno de jaris (energía
increada).
Finalmente,
misericordia aún es perdonar a los que nos han perjudicado. Parece
raro, pero cuando hacemos esto damos misericordia al de al lado, a
nuestro prójimo.
Acordaos de la
parábola del siervo deudor: “Entonces, llamándole su señor, le
dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me
rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu
consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mt 28, 32-33). El
señor perdonó la miríada de tálantos que debía el siervo, pero
aquel no perdonó la mínima de su deudor. La deuda de uno diríamos
que era de dos dólares y la del otro era de dos mil dólares. ¿No
podía este ser filántropo y misericordioso? Bien, podía no
perdonárselos pero por lo menos podía esperar un tiempo para que el
otro le devolviera su deuda.
Ahora viene también
la recompensa de la misericordia. Los misericordiosos tendrán
misericordia de Dios o serán misericordiados”.
San Crisóstomo
comenta que: Ellos dan misericordia al otro pero como personas son
misericordiados de Dios. Pero la misericordia que muestra el Dios a
ellos es incomparablemente superior de la que ellos mostraban.
El apóstol Pablo
compara la misericordia con la siembra: “Pero esto digo: El que
siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra
generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como
propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en
vosotros toda jaris (gracia energía increada), a fin de que,
teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis
para toda buena obra (2Cor 6-8). Has dado abundantemente, en
abundancia serás bendecido. Con este ejemplo, por supuesto que se
refiere también a las cosas materiales, porque en estas también hay
bendición.
Recordemos aún a
Abraham (Heb 13, 6-8), como también al profeta Elías aquella viuda
que le dio el trozo de pan que le quedaba (3Re 17, 8-16). Recordemos
también aquella admirable mujer Dorcada que era el sostén de los
pobres (Hec 9, 36-41). También recordemos a Cornilio, que vino el
ángel y le dijo que no sólo sus oraciones fueron escuchadas sino
también su misericordias llegaron al Cielo (Hec 10,1-4). Como dicen
los Proverbios: “Aquel que da a los
pobres -de cualquier manera aún hasta
a los que están pobres de conocimiento- no
quedará nunca pobre” (Prov 28,27).
Pero la recompensa
está principalmente en las cosas espirituales. Es la misericordia de
Dios, aquel “Kirie eleison” que invocamos continuamente, que
cubre pequeños y grandes, y que es indescriptible.
Hoy pues, en el
camino de nuestra vida también podemos encontrar al pobre Lázaro de
la parábola. La viuda de Naín, el que nos ha insultado, a nuestro
enemigo… y darle misericordia. Mostremos pues, nuestra misericordia
a todos. Todos estos nos proporcionan de distintas maneras la ocasión
de ser misericordiosos. Y la misericordia increada (energía) de Dios
vendrá a nosotros como recompensa, y escucharemos durante el día
del Juicio: “¡Venid, benditos de mi
Padre, heredad la realeza increada preparada para vosotros!” (Mt
25,34).
Domingo 17 Diciembre 1995
Yérontas Atanasio Mitilineos
San Juan de Cronstandt: 5ª
Bienaventuranza
Bienaventurados y felices aquellos que
son compasivos, piadosos y dan misericordia a los pobres, porque
ellos tendrán la misericordia de Dios. ¿Qué es lo que más
necesitan los pecadores? Ἒλεος (eleos) misericordia, caridad de
Dios, de manera que no los juzgue de acuerdo con sus pecados. Tienen
necesidad de la tolerancia de Dios, para así tener bastante tiempo
delante para hacer la metania (introspección, arrepentimiento y
confesión). Debe sentir el corazón de ellos un empuje interior para
la metania, les hace falta la absolución de sus pecados y finalmente
ἔλεος (eleos) la misericordia de Dios al terrible criterio.
Esta es la razón por la que la Iglesia psalmodia tan frecuentemente
y para nosotros el “Κύριε ἐλέησον
Kirie eléison”.*
- Κύριος kirios Señor y «Κύριε ελέησον Kirie eleison»: Κύριος kirios Señor con mayúscula Dios, Señor, Don o Cristo y con minúscula: dueño, propietario, amo, lo más importante, principal, esencial. De Kirios viene Kiriakí Domingo.
Eléison
ἐλέησον significa ten
compasión, caridad, misericordia, clemencia, sanación, ayuda,
alivio, consuelo, socorro... No tiene nada que ver con piedad que
muchos lo traducen en castellano. Piedad en griego es ευσέβια
(efsevia) de aquí viene el nombre Eusebio, piadoso en español.
«Κύριε,
ἐλέησον» “Kirie
eleison” es la oración más corta, condesada y concisa que lo
dice todo. El “Kirie eleison” hace milagros. «Κύριε,
ἐλέησον»
“Kirie eleison” es una calificación, petición
general de cada necesidad mía, de cada caso mío, de lo que me pasa
y de lo que quiero y como no sé lo que voy a pedir, entonces digo a
Dios, eleisón me” o “kirie eléison”, y Él sabe lo que me va
a dar. (Gran
léxico ortodoxo heleno-español).
El mismo Señor nos
recuerda algunas de nuestras praxis de misericordia: “Cuando
el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles
con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán
reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de
los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá
las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el
Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad
la realeza (increada) preparado para vosotros antes de la fundación
del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y
me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis
a mí, (Mt 25, 31-36).
Las obras
espirituales de misericordia son los siguientes:
1) convertir con tus
consejos un pecador y sacarlo del camino del pecado. Esto se puede
hacer a un infiel, un heterodoxo cristiano, cismático, alcohólico,
adúltero, derrochador, etc.
2) enseñar a los
ignorantes y conducirlos al bien y la verdad. Esto quiere decir, que
enseñes alguien a orar o enseñarle los mandamientos de Dios y cómo
aplicarlos y cumplirlos a uno que no los conoce.
3) dar a tu prójimo
un buen consejo en el momento adecuado, sea porque está pasando por
un momento difícil, sea porque se encuentra en peligro y no lo sabe;
como por ejemplo, si está enfermo, o piensa privarse de su vida o la
fortuna de alguien.
4) orar a Dios para
todos: “Confesaos vuestras ofensas
unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Sant
5,16).
5) consolar a los
deprimidos y afligidos, como dice el apóstol Pablo: “…que
alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que
seáis pacientes para con todos (1Tes 5,14).
6) no vengarse y no
buscar represalia por el mal que te han hecho los hombres: “No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los
hombres” (Rom 12,17), o “finalmente, sed todos de un mismo
sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos,
amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición,
sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición y bienaventuranza, (1Ped 3, 9). “No
os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira
de Dios” (Rom 12,19).
7) el perdonar los
pecados de los otros desde el fondo de tu corazón, conociendo que
aquel que perjudica al otro, primero se perjudica a sí mismo, porque
atrae encima de él la ira de Dios. Recuerda que el otro peca
mediante la incitación del enemigo, o quizás nos son merecidas las
heridas por culpa de nuestros pecados; y así el Dios con Su grandeza
perdona nuestros pecados, ofensas y ataques que Le hacemos.
Finalmente, acordaos
de estos mandamientos e intentar aplicarlos y cumplirlos: “Aquel
siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni
hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes, (Lc 12,47).
Ahora, hermanos
míos, hablaremos sobre los motivos que nos provocan a dar
misericordia; sobre el espíritu y la manera que debemos tener cuando
mostramos misericordia y para las personas que daremos caridad.
No hay nada superior
que pueda caracterizar al verdadero cristiano que la misericordia o
caridad que da al prójimo. ¿Por qué? Porque la fe cristiana y
nuestra Iglesia nos recuerdan continuamente ἔλεος (eleos)
misericordia o caridad del Señor y Dios hacia los hombres. A pesar
que lo vemos continuamente en nuestra vida, más se revela en el
hecho que el Dios Padre ha mandado a Su Hijo Unigénito al mundo para
sanarlos y salvarlo del desastre y la desgracia eterna. Lo ἔλεος
(eleos) misericordia o caridad de Dios se revela también por la
creación de la Iglesia de Cristo para los hombres; es decir,
comunión de los hombres salvados, como también con los siete Santos
Misterios. Lo ἔλεος (eleos) la
misericordia de Dios es testimoniado especialmente con el bautismo a
través del cual nos convertimos en Sus hijo; y con la divina
Comunión o Efjaristía donde tomamos el mismo Cuerpo y Sangre del
Señor Jesús Cristo, Quien nos regala también la vida eterna…
El mismo Señor nos
anima a ser caritativos hacia al prójimo exactamente Él es
caritativo hacia nosotros: “Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lc
6,36). En todo el Nuevo Testamento de
nuestro Señor, nos anima hacia una caridad y agapi mutua. Esto nos
lo enseña con varias parábolas como el “Buen Samaritano” (Lc
10,30-37), “la diez vírgenes” (Mt 25), el “siervo ingrato”
que debía mil talantos (euros) (Mt 18, 24-35), etc. Otras veces nos
lo enseña directamente: “Misericordia quiero, y no sacrificio…”
(Mt 12, 7 y 8,13), “Sed, pues,
misericordiosos…” (Lc 6,36), “Vended lo que poseéis, y dad
limosna” (Lc 12,33), etc. Pero principalmente el Nuevo Testamento
nos enseña la caridad y la misericordia con el comportamiento de
Jesús Cristo hacia los hombres, que no era otra cosa que obra de Sus
manos, de Su ἔλεος (eleos)
misericordia o caridad…
Pero por encima y
más que todo, la misericordia debe ser la característica del
cristiano, porque este es miembro del cuerpo de la Iglesia de Cristo
y juntos todos los miembros componen un cuerpo… El Apóstol Pablo
recalca: “Porque así como el cuerpo
es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos
o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un
mismo Espíritu… De manera que si un miembro padece, todos los
miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los
miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo,
y miembros cada uno en particular” (1Cor 12, 12-14 y 26-27).
Muchas son las cosas
que pueden motivar para aplicar el mandamiento de la misericordia.
Existe la infinita agapi (amor, energía increada) y el infinito
ἔλεος (eleos) de Dios hacia los hombres en general y
principalmente hacia los cristianos. Existe el claro mandamiento
evangélico. Existe el ejemplo de nuestro Señor Jesús Cristo.
Existe el nombre del cristiano que lo llevamos todos, es decir, que
somos miembros de Cristo, de Su cuerpo… Cuando pedimos de los demás
que sean cariñosos y simpáticos para nosotros y que nos ayuden
cuando estamos sufriendo de enfermedades o distintas necesidades,
entonces es justo que esperen también los demás lo mismo de
nosotros. “Así que, todas las cosas
que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos” (Mt 7,12). El
Dios ha repartido Sus talentos para cada uno de nosotros para el bien
común. ¿Estos talentos no nos motivan para ayudar a nuestros
hermanos y hermanas en sus dificultades?
¿Veis cuántos
pocos hay que nos inciten para hacer caridades? El Señor Jesús
Cristo y los santos del Antiguo y Nuevo Testamento en ninguna otra
cosa no incitan y animan más que en la obra de la misericordia. El
Mismo Señor dijo: “Amad, pues, a
vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello
nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo;
porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará;
medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro
regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a
medir” (Lc 6,35).
Ninguna virtud es
tan agradable a Dios como la misericordia. Porque esta está más
cerca al misericordioso y justo Dios, a Quien como sacrificio debemos
ofrecerle misericordia en vez de juicio…
San Gregorio el
Teólogo señala nuestra unión con la de los pobres y nos incita a
la agapi y caridad diciendo: Ellos también tienen la misma
naturaleza que tú. Están creados del mismo material que tú o
quizás mejor que el tuyo. Pero lo más importante es que ellos
también son imágenes de Dios… El Cristo el que “levanta el
pecado del mundo”, ha muerto y resucitado también para ellos como
para nosotros. Son herederos de la celeste realeza increada, aunque
se encuentren aún lejos de este punto; también para ellos mueren
con Cristo para encontrarse con Él, co-padecen con Cristo para
co-glorificarse con Él.
No desprecies a tu
hermano, no tengas prisa adelantarle, no le evites como si fuera una
cosa sucia y contaminante… Mediante él se te da la ocasión de
demostrar tu agapi hacia los hombres, pero el enemigo intenta
desviarte de tu verdadera felicidad. Que seas enseñado por las
desgracias de los demás… Si no tienes mucho para dar, da cariño y
agapi. ¿No tienes nada? Consuela al hombre desgraciado llorando
junto a él. Para el hombre desgraciado es una cosa grandiosa cuando
uno co-participa en su sufrimiento. La desgracia se supera más
fácilmente cuando uno siente a lado suyo verdadero cariño y
simpatía. Esto nos lo enseña la lógica, nuestra experiencia y
todos los hombres santos…
Dice san Basilio el
Grande: «Cuando repartes los frutos de tus buenas obras es
como si recogieras para ti mismo. Porque el beneficio que proviene de
las obras buenas regresa otra vez en aquel que reparte. ¿Has dado a
un hambriento? Entonces lo que has dado no simplemente se hace
fortuna tuya sino que vuelve a ti con intereses. Igual que el grano
de arena que cae en la tierra es multiplicado para aquel que ha
sembrado, así también el pan que has dado al pobre volverá a ti
multiplicado por cien. El Dios te aceptará. Todos los hombres que
han vivido en la tierra desde el principio del mundo te glorificarán.
Gloria eterna, corona de justicia y realeza increada de los cielos
será tu recompensa si has hecho buen uso de los bienes materiales y
corruptibles». San Basilio.
San Gregorio el
Teólogo escribe: «Prudentes y sensatos son aquellos que no
confían en bienes provisionales sino que reúnen tesoros para la
vida futura; aquellos que ven la inconsecuencia e inestabilidad de la
riqueza humana, aman la misericordia que no los traicionará nunca»
(Homilía sobre amor a los pobres).
Ahora, ¿cómo
debemos dar misericordia y de qué manera? Jesús Cristo dice: “Todo
el que te pida, dad”. Esto significa que debemos donar y dar
caridad sin distinguir los hombres de su situación, su pasado social
o su religión; a cualquiera que realmente tiene necesidad. San
Gregorio el Teólogo dice debemos de ser caritativos hacia los pobres
y los que son desgraciados por cualquier causa… Todos tienen
derecho de nuestra simpatía. Miran con espera tus manos, como todos
miramos las manos de Dios cuando pedimos algo. Es mejor que uno abra
su mano para alguien indigno, que privar la caridad de aquel que la
necesita, por miedo a ser engañado.
Debemos ayudar a los
hombres no por vanagloria o exaltación y arrogancia, no por nuestro
deseo de ser alabados o para recibir recompensa, sino altruistamente,
para agradar a Dios y también por agapi (amor desinteresado) a
nuestro prójimo. San Juan el Crisóstomo dice que la misericordia o
caridad que se ha manchado por la vanagloria ya no es misericordia o
caridad, sino jactancia, fanfarronería y corazón duro crueldad.
Porque cuando das con orgullo es como si infamaras a tu hermano
públicamente. La misericordia no es solamente dar dinero, sino
entregar el sentimiento del cariño y de la simpatía cristiana. No
debe contenernos ningún sentimiento de desprecio, indignación, ira
o enfado. “Cada uno dé como propuso
en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre” (2Cor 9,7). “Repartir
tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al
que veas desnudo y no eludir al que es tu propia carne” (Is 58,7).
Y todo esto uno debe hacerlo con su corazón como dice san Gregorio
el Teólogo. El apóstol Pablo nos da la medida, cómo debemos actuar
en estos casos: “…el que exhorta, en
la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con
solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin
fingimiento (Rom 12,8).
Cuando te comportas
así, con buena disposición doblarás el valor de tu praxis buena.
Pero cuando la praxis se hace con pena o por necesidad, no puede
traer alegría. Cuando haces el bien debes tener alegría no pena.
Dice san Juan el Crisóstomo: “Misericordia no significa
simplemente dar dinero, sino lo que haces hacerlo con alegría, con
celo y un sentimiento de agradecimiento hacia la persona que recibe
tu donación. Si uno no da con esta disposición, mejor sería que no
diera nada, porque entonces esto que da como caridad es un gasto
inútil y estéril… El bien debes hacerlo utilizando fortuna propia
y no de algún otro. La fortuna debe ser adquirida con medios
honrados y no de robos, engaños y mentiras. Reduciendo nuestros
gastos, más misericordia daremos… Tu fe y tu misericordia que no
se reduzcan. No hacer el bien una vez, dos, tres…cien, esta obra no
debes abandonarla. (Homilía a la 1ª epístola a los Filipenses).
Cuando das
misericordia es bueno que distingas entre los realmente pobres y en
aquellos que lo parecen. Debes dar preferencia a los más pobres, en
tus parientes más cercanos y después a los extranjeros. Como no es
fácil conocer con exactitud estas cosas, algunos santos padres nos
aconsejan que nos confiemos en aquellos que son experimentados y nos
dirán adónde hay que dar. Pero esto no debe ser para nosotros un
problema. No debemos rebuscar mucho el tema de los pobres, porque así
podemos privar de nuestra ayuda aquellas personas que realmente
tienen necesidad...
Finalmente quería
decir que no debemos tener mucho en cuenta de que hacemos algo
importante cuando damos caridad o misericordia, más bien debemos
pensar que somos administradores de los bienes de Dios.
Pues:
Bienaventurados y felices los
misericordiosos y caritativos, más los que se compadecen por las
desgracias del prójimo, porque ellos el día del juicio alcanzarán
la misericordia increada de Dios (Mt 5,7). ¡Ay
si supieras qué felices son aquellos que son caritativos y
misericordiosos, qué gran recompensa los espera por la caridad que
dan a los pobres! El Dios durante el día del juicio ante los ángeles
y los hombres te mostrará misericordia y heredarás la realeza
increada de los cielos que se ha preparado antes de la creación del
mundo. Amín. San Juan de Cronstandt.
© Monasterio
Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio”
40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por: χΧ jJ
www.logosortodoxo.com
(en español)
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