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Σάββατο 10 Μαΐου 2014

YÉRONTAS ATANASIO MITILINEOS (1927-2006) Y SAN JUAN DE CRONSTANDT (1829 - 1908) 5ª Bienaventuranza de la Montaña: La misericordia

ΓΕΡΟΝΤΑΣ ΑΘΑΝΑΣΙΟΣ ΜΥΤΙΛΗΝΑΙΟΣ (1927-2006)
YÉRONTAS ATANASIO MITILINEOS (1927-2006)
Y SAN JUAN DE CRONSTANDT (1829 - 1908)

5ª Bienaventuranza de la Montaña: La misericordia
Bienaventurados y felices los misericordiosos y caritativos, más los que se compadecen por las desgracias del prójimo, porque ellos el día del juicio alcanzarán la misericordia increada de Dios (Mt 5,7)
El que uno sea justo es importante, pero no es la única cualidad del buen Cristiano. Por eso el Señor después de la bienaventuranza de la justicia, que hablábamos la vez anterior, se refiere a la quinta que es la bienaventuranza de la misericordia: “Bienaventurados y felices los misericordiosos y caritativos, más los que se compadecen por las desgracias del prójimo, porque ellos el día del juicio alcanzarán la misericordia increada de Dios” (Mt 5,7).

La misericordia junto con la justicia de la bienaventuranza anterior que hemos analizado, convierte y hace al hombre encima de la tierra verdadera imagen de Dios; porque el Dios es justo y misericordioso, y así también el hombre misericordioso, como imagen de Dios da una imagen de muy buena presencia en su ambiente. En todo el antiguo Testamento observamos que el Dios aparece como justo y misericordioso; nunca sólo como justo o misericordioso, sino ambos junto.
Por ejemplo dice el Salmista: “El Señor es justo y misericordioso” (Sal 114,5). Y el profeta Nehemías dice: “y tú, el Dios justo y misericordioso, caritativo y magnánimo” (Nee 9,17).
En primera vista uno cree que la virtud de la justicia y la misericordia se contradicen. ¿Cómo es posible que sea hombre que da misericordia y querer justicia? Atención, misericordia o caridad no es dar uno una moneda. El tema de la misericordia o caridad es un campo muy amplio. Desde el principio os digo esto para que lo sepáis, pero a continuación veremos el tema. Para que no lo mal interpretéis, misericordia o caridad no es simplemente dar una moneda a un hombre que está sentado en las escaleras de la Iglesia después de la Divina Liturgia, esto que por costumbre hacemos.
Aquí pues parece que se contradicen la justicia y la misericordia. Si tomo el ejemplo anterior y digo: “este hombre viejo pide limosna. Eso quiere decir que en su vida era un vago no ha trabajado, era un derrochador. Entonces juzgo justamente y no le doy caridad o misericordia, no le doy nada”. Así se ve que no es posible que coexistan la misericordia y la justicia, y que una con la otra se contradice.
A pesar de esto no se contradicen. Además la verdadera justicia es aquella que emana de la misericordia. Esta es la justicia real.
Hay un dicho latino que dice: “Summum jus, summa injuria. Altísima justicia es altísima injusticia”. Es decir, si ves las cosas como se hicieron y dices: “nada, se ha acabado, las cosas son así”; y no ves nada más allá, esto al final resulta en una gran injusticia. “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo y sano juicio” (Jn 7,24). Aquellos vais o iréis a una escuela de derecho civil, esto lo tendréis en cuenta, es muy importante. (Aquí el Yérontas está hablando a unos jóvenes estudiantes). Cuando quieren legislar una ley siempre se pone la ley ante el legislador y los jueces que la aplicarán. Esto la persona jurídica debe tenerlo siempre en cuenta.
Veis que el Dios ha castigado a los primeros en ser creados; es Su justicia. “Os dije que no probéis de este fruto. Entonces pasará lo que os dije: por la muerte moriréis”. Pero viene Su misericordia para salvaguardar las cosas, y vosotros lo habéis probado.
Por eso os expliqué que en Dios existe la justicia y la misericordia, es decir, la caridad en un grado altísimo; independientemente si el Dios actúa en la historia de una manera que parece que ha dejado el sitio a otro. Sí, porque estas cosas están dentro de nuestro espacio-tiempo y parecen que son así, pero sobre lo demás en Dios hay justicia y misericordia en un grado altísimo.
Además, el Dios cuando da misericordia quiere allí dentro esconder la justicia, y cuando aplica la justicia quiere allí dentro esconder la misericordia. Dice por ejemplo en Isaías: “…y la justicia por nivel” (Is 28,17). Atención a este pasaje, es muy importante y de aplicación amplia. Niveles son las pesas. Y cuando hablamos de pesas hablamos de balanza y cuando hablamos de balanza hablamos de justicia. Por lo tanto, la justicia y la misericordia en Dios están atadas. Esto es grandioso.
Os diré un ejemplo muy bueno que se refiere san Nicolás Cabásilas en su “Interpretación a la Divina Liturgia“. ¿Qué es la Divina Liturgia? Es el ofrecimiento del Cuerpo y la Sangre de Cristo para sanarnos y salvarnos. Pero no es sólo oferta y misericordia de Dios, el Dios pedirá también de ti; diríamos que es cuestión de intercambio, cuestión de justicia. Te dirá: “Te daré mi Cuerpo y mi Sangre, pero tú me traerás el pan y el vino”. Y como dice san Nicolás Cabásilas, dentro del pan y el vino ha entrado el trabajo del hombre; porque el Dios no pide uvas, ni espigas, sino pan y vino. Esto significa que allí has puesto tu trabajo, tu esfuerzo para moler el trigo, amasar… y los demás. Esto significa los niveles o las pesas, significan justicia, es un intercambio; me darás y te daré.
Pero nosotros no damos casi nada a Dios y Él nos da algo grandísimo, nos da Su Cuerpo y Su Sangre, Sus Regalos Celestes que nos hacen incorruptos e inmortales. ¡Esto es enorme!
Diré otro ejemplo que es lo contrario. Decimos educación, estudios gratis. Irá a estudiar el alumno gratis sin pagar nada. Y como no paga nada no respeta el libro que le entrega el Estado gratis, y al final del curso lo rompe y lo tira en la basura. Pero si paga algo respetará el regalo que se le dará.
¿Veis pues, lo primero? Por eso san Agustín dice: “Cuando vayas a tomar la Divina Comunión lleva también un prósforo en la Iglesia (pan especial para la celebración del Misterio).
Lo diré otra vez: “y mi misericordia en pesas”. Eso se aplica también aquí y también en todas partes y para siempre. La justicia y la misericordia no se contradicen.
En el Monasterio de Dafne, en la cúpula está la imagen del Pantocrator. Si observan un ojo del Pantocrator es severo, su ceja hacia arriba y ojo duro, enfurecido. Es la justicia, el Juez. ¿Habéis visto alguna vez en un tribunal que entren los jueces riéndose y haciendo bromas? No, es hosco. La justicia requiere seriedad. Ahora si observáis el otro ojo de la imagen del Pantocrator, allí la ceja no está hacia arriba sino recta, normal y el ojo sereno, blando. Esto significa que en la misma cara de la persona existe la combinación de la justicia y la misericordia, del justo y del misericordioso.
Lo captáis esto, es muy importante; es un tema grandioso sobre la coexistencia de la agapi y la justicia. Desgraciadamente en círculos teológicos subyace una herejía –yo lo llamo herejía esto- ¡que el Dios es sólo agapi, y no es justicia! Esto lo considero herejía y creo que vosotros también entendéis que esto es herejía. El Dios es las dos.
Después nos olvidamos de Su juicio. Vino a sanarnos y salvarnos, pero a la vez a juzgarnos, si rechazamos Su oferta de salvación.
Así pues, el hombre también debe ser justo y misericordioso. Por eso “son bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia” que es la anterior bienaventuranza y ahora “bienaventurados los misericordiosos”. El hombre misericordioso es verdadero hombre, simpático y social, es una bella persona; es esto que decimos: qué bella psique-alma. Por eso el libro de los Proverbios dice: “grande es el hombre misericordioso y honesto” (Pro 20,6). El hombre que es misericordioso es una gran creación e importante.
¡Cuál es el concepto esencial de la misericordia?
La misericordia es diligente, transmisión caritativa de cada bien y bondad, sea material o espiritual que nosotros tenemos y el nuestro prójimo está privado. Hacerle partícipe de aquello que tenemos cualquiera que sea esto.
Misericordia no es decir simplemente palabras que no cuestan nada, sino, como vemos, también praxis. Misericordia es agapi aplicada.
El Evangelista Juan dice: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1Jn 3,18). Y san Juan el Crisóstomo apunta: “El Señor aquí cuando dice “bienaventurados los misericordiosos”, no quiere decir sólo aquellos que por regla general dan dinero, porque el modo de misericordia es variado”, y como os he dicho al principio, este mandamiento tiene un campo muy amplio y multilateral.
La misericordia pues, es oferta, no sólo de dinero, sino también de cada carisma, talento, virtud, bien y todo conocimiento bueno. Y esto porque si la misericordia fuera sólo cuestión de dinero, sería muy delimitada y concerniría sólo a los ricos, porque sólo ellos podrían ejercitarla. Pero no es así. Además no es sólo el dinero que satisface las necesidades materiales y espirituales del hombre, sino muchas cosas más.
Y si quieren me referiré así indicativamente en algunos ejemplos.
Si eres un técnico debes transmitir tu arte a tu aprendiz, no dejarlo en la ignorancia. Decirle los secretos que conoces de tu trabajo.
Si eres científico, médico, maestro, jurista, mecánico, farmacéutico puedes desde tu puesto ayudar de distintas maneras, dar facilidades a cualquiera que lo necesite. Si estás en una posición privilegiada de una manera u otra también puedes ayudar.
Aún puedes ayudar en algún servicio a tu parroquia, como por ejemplo la catequesis, por supuesto si tienes facultad y capacidad. Puedes si quieres participar a los comedores sociales que quizá organiza tu parroquia o participar a la construcción de un templo… aún podemos dar alimentos de nuestra casa o ropa.
Permitidme contaros una historia que me ha ocurrido antiguamente y que me ha conmovido: “Me acuerdo que había una tarde soleada cuando con un familiar mío bajaba una calle de Atenas. Hacía mucho frío, tenía puesto mi abrigo. En un momento bastante lejos vi una persona caerse al suelo. Entonces nos acercamos y vimos que era un hombre joven pero epiléptico. Los epilépticos por regla general se caen sin darse cuenta. Esta persona vestía sólo una camisa blanca, no vestía chaqueta ni abrigo. En esta calle no había edificios sólo habían casas de una planta. En un momento de la casa de al lado saltó una mujer y se acercaron algunos viandantes para ayudar. Este joven se recuperó, pero al caer se había roto su camisa y pidió una aguja para coserla. Pasaba el tiempo y se había juntado allí unas diez personas alrededor de él. Pero ninguno de nosotros pensó que este joven no tenía chaqueta ni abrigo. En aquel momento pasaba el chaval del colmado que repartía con su bicicleta alimentos en las casas. Entonces teníamos pequeños colmados, hoy tenemos los súper market. El jovencito bajó de su bicicleta para ver qué había pasado, -por regla general se forman corrillos cuando pasa algo curioso- y sin perder el tiempo este jovencito repartidor con la bicicleta, se quitó su chaqueta y la entregó al joven caído, diciéndole: “Amigo mío, toma esto hace mucho frío” , para vergüenza de todos nosotros que estábamos allí. ¡Nadie de nosotros no se había quitado la chaqueta ni el abrigo para vestir a este joven enfermo! ¡Lo veis, lo escucháis esto! Me acuerdo del nombre porque se lo pregunté, se llamaba Sidirópulos”.
Podemos, pues, como os dije, siempre hacer y dar algo.
Y algo de la Historia Eclesiástica. San Juan, patriarca de Alejandría, que le dieron el sobrenombre de Misericordioso, cuando le daban cosas, él las repartía inmediatamente. Era infinitamente misericordioso.
Una un vez un colchonero pensó en mandarle un colchón caliente para su cama. Apareció pues, una mujer pobre y se lo entregó a ella diciéndola: “Toma este colchón para que os calentéis en casa o si quieres véndelo te darán mucho dinero para comprar otra cosa que te haga más falta”. Por casualidad aquella mujer fue y vendió el colchón al colchonero que lo había regalado a san Juan el Misericordioso. Cuando el colchonero lo vio lo compró y lo volvió a mandarlo otra vez a san Juan. Pero Aquel volvió a darlo en otra parte. Entonces le dice san Juan: “Vamos a ver quien se cansará y aburrirá primero, ¡el que manda o el que regala!”.
Veis cómo podemos dar tantas cosas, como os he dicho, y también conocimientos, arte, técnica y un montón de cosas más.
Vamos ahora en otra categoría de misericordia, cuando no tenemos bienes materiales para ofrecer. Es aquello que el Apóstol Pedro y Juan cuando fueron a venerar al templo de Salomón y encontraron un cojo que pedía ayuda allí a la entrada del templo. El apóstol Pedro le dijo: “No tengo dinero ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesús Cristo de Nazaret, levántate y anda” (Hec 3,6); y él saltó sanado. La misericordia, pues, no es sólo cuestión de dinero.
Es característico que cuando el Señor nos juzgará durante el Día del Juicio, y utilizará como criterio el mandamiento de la misericordia, no nos dirá “estaba en la cárcel y no me habéis liberado pagando los gastos”, “ni que estaba enfermo y no habéis pagado el médico y los fármacos para sanarme”. No, no dirá estas cosas, sino: “no me habéis visitado”. Toma lo más sencillo, lo que no tiene ningún gasto. Pagar los gastos del médico y los fármacos para que uno se sane es muy bueno, pero no todos pueden pagar. Se queja de algo muy sencillo: “No me habéis visitado, no vinisteis a verme”. Por supuesto que dar dinero es aún mejor.
La misericordia, como manifestación, cubre todo el campo, desde la praxis y el logos hasta la disposición. Puede ser que no tengas nada para dar, nada, pero al corazón tener la disposición de dar.
Y por encima de todo es preocuparse para la sanación y salvación de las psiques. Liberar al otro de la mortal ignorancia, mostrarle como llevar y cómo estudiar el Evangelio: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (San 5,20); al que duda hacerle volver a la fe, al hombre pródigo retornarle al camino de Dios, decirle un par de palabras de agapi y edificación. Dice la Sabiduría de Sirac: “¿Es que el rocío no templa el ardor del sol? Así una buena palabra es mejor que un regalo. Mira, ¿no vale más un logos que un rico presente? Pues, el hombre misericordioso o caritativo sabe unir las dos cosas” (Sir 18,17-18). ¿El logos bueno no es más bueno que el no dar algo? Pero las dos cosas el logos y el regalo, coexisten al hombre que está gratificado o pleno de jaris (energía increada).
Finalmente, misericordia aún es perdonar a los que nos han perjudicado. Parece raro, pero cuando hacemos esto damos misericordia al de al lado, a nuestro prójimo.
Acordaos de la parábola del siervo deudor: “Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mt 28, 32-33). El señor perdonó la miríada de tálantos que debía el siervo, pero aquel no perdonó la mínima de su deudor. La deuda de uno diríamos que era de dos dólares y la del otro era de dos mil dólares. ¿No podía este ser filántropo y misericordioso? Bien, podía no perdonárselos pero por lo menos podía esperar un tiempo para que el otro le devolviera su deuda.
Ahora viene también la recompensa de la misericordia. Los misericordiosos tendrán misericordia de Dios o serán misericordiados”.
San Crisóstomo comenta que: Ellos dan misericordia al otro pero como personas son misericordiados de Dios. Pero la misericordia que muestra el Dios a ellos es incomparablemente superior de la que ellos mostraban.
El apóstol Pablo compara la misericordia con la siembra: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda jaris (gracia energía increada), a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra (2Cor 6-8). Has dado abundantemente, en abundancia serás bendecido. Con este ejemplo, por supuesto que se refiere también a las cosas materiales, porque en estas también hay bendición.
Recordemos aún a Abraham (Heb 13, 6-8), como también al profeta Elías aquella viuda que le dio el trozo de pan que le quedaba (3Re 17, 8-16). Recordemos también aquella admirable mujer Dorcada que era el sostén de los pobres (Hec 9, 36-41). También recordemos a Cornilio, que vino el ángel y le dijo que no sólo sus oraciones fueron escuchadas sino también su misericordias llegaron al Cielo (Hec 10,1-4). Como dicen los Proverbios: “Aquel que da a los pobres -de cualquier manera aún hasta a los que están pobres de conocimiento- no quedará nunca pobre” (Prov 28,27).
Pero la recompensa está principalmente en las cosas espirituales. Es la misericordia de Dios, aquel “Kirie eleison” que invocamos continuamente, que cubre pequeños y grandes, y que es indescriptible.
Hoy pues, en el camino de nuestra vida también podemos encontrar al pobre Lázaro de la parábola. La viuda de Naín, el que nos ha insultado, a nuestro enemigo… y darle misericordia. Mostremos pues, nuestra misericordia a todos. Todos estos nos proporcionan de distintas maneras la ocasión de ser misericordiosos. Y la misericordia increada (energía) de Dios vendrá a nosotros como recompensa, y escucharemos durante el día del Juicio: “¡Venid, benditos de mi Padre, heredad la realeza increada preparada para vosotros!” (Mt 25,34).
Domingo 17 Diciembre 1995 Yérontas Atanasio Mitilineos

San Juan de Cronstandt: 5ª Bienaventuranza
Bienaventurados y felices aquellos que son compasivos, piadosos y dan misericordia a los pobres, porque ellos tendrán la misericordia de Dios. ¿Qué es lo que más necesitan los pecadores? Ἒλεος (eleos) misericordia, caridad de Dios, de manera que no los juzgue de acuerdo con sus pecados. Tienen necesidad de la tolerancia de Dios, para así tener bastante tiempo delante para hacer la metania (introspección, arrepentimiento y confesión). Debe sentir el corazón de ellos un empuje interior para la metania, les hace falta la absolución de sus pecados y finalmente ἔλεος (eleos) la misericordia de Dios al terrible criterio. Esta es la razón por la que la Iglesia psalmodia tan frecuentemente y para nosotros el “Κύριε ἐλέησον Kirie eléison”.*
  1. Κύριος kirios Señor y «Κύριε ελέησον Kirie eleison»: Κύριος kirios Señor con mayúscula Dios, Señor, Don o Cristo y con minúscula: dueño, propietario, amo, lo más importante, principal, esencial. De Kirios viene Kiriakí Domingo.
Eléison ἐλέησον significa ten compasión, caridad, misericordia, clemencia, sanación, ayuda, alivio, consuelo, socorro... No tiene nada que ver con piedad que muchos lo traducen en castellano. Piedad en griego es ευσέβια (efsevia) de aquí viene el nombre Eusebio, piadoso en español.
«Κύριε, ἐλέησον» “Kirie eleison” es la oración más corta, condesada y concisa que lo dice todo. El “Kirie eleison” hace milagros. «Κύριε, ἐλέησον» “Kirie eleison” es una calificación, petición general de cada necesidad mía, de cada caso mío, de lo que me pasa y de lo que quiero y como no sé lo que voy a pedir, entonces digo a Dios, eleisón me” o “kirie eléison”, y Él sabe lo que me va a dar.  (Gran léxico ortodoxo heleno-español).
El mismo Señor nos recuerda algunas de nuestras praxis de misericordia: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad la realeza (increada) preparado para vosotros antes de la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí, (Mt 25, 31-36).
Las obras espirituales de misericordia son los siguientes:
1) convertir con tus consejos un pecador y sacarlo del camino del pecado. Esto se puede hacer a un infiel, un heterodoxo cristiano, cismático, alcohólico, adúltero, derrochador, etc.
2) enseñar a los ignorantes y conducirlos al bien y la verdad. Esto quiere decir, que enseñes alguien a orar o enseñarle los mandamientos de Dios y cómo aplicarlos y cumplirlos a uno que no los conoce.
3) dar a tu prójimo un buen consejo en el momento adecuado, sea porque está pasando por un momento difícil, sea porque se encuentra en peligro y no lo sabe; como por ejemplo, si está enfermo, o piensa privarse de su vida o la fortuna de alguien.
4) orar a Dios para todos: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Sant 5,16).
5) consolar a los deprimidos y afligidos, como dice el apóstol Pablo: “…que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos (1Tes 5,14).
6) no vengarse y no buscar represalia por el mal que te han hecho los hombres: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Rom 12,17), o “finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición y bienaventuranza, (1Ped 3, 9). “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios” (Rom 12,19).
7) el perdonar los pecados de los otros desde el fondo de tu corazón, conociendo que aquel que perjudica al otro, primero se perjudica a sí mismo, porque atrae encima de él la ira de Dios. Recuerda que el otro peca mediante la incitación del enemigo, o quizás nos son merecidas las heridas por culpa de nuestros pecados; y así el Dios con Su grandeza perdona nuestros pecados, ofensas y ataques que Le hacemos.
Finalmente, acordaos de estos mandamientos e intentar aplicarlos y cumplirlos: “Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes, (Lc 12,47).
Ahora, hermanos míos, hablaremos sobre los motivos que nos provocan a dar misericordia; sobre el espíritu y la manera que debemos tener cuando mostramos misericordia y para las personas que daremos caridad.
No hay nada superior que pueda caracterizar al verdadero cristiano que la misericordia o caridad que da al prójimo. ¿Por qué? Porque la fe cristiana y nuestra Iglesia nos recuerdan continuamente ἔλεος (eleos) misericordia o caridad del Señor y Dios hacia los hombres. A pesar que lo vemos continuamente en nuestra vida, más se revela en el hecho que el Dios Padre ha mandado a Su Hijo Unigénito al mundo para sanarlos y salvarlo del desastre y la desgracia eterna. Lo ἔλεος (eleos) misericordia o caridad de Dios se revela también por la creación de la Iglesia de Cristo para los hombres; es decir, comunión de los hombres salvados, como también con los siete Santos Misterios. Lo ἔλεος (eleos) la misericordia de Dios es testimoniado especialmente con el bautismo a través del cual nos convertimos en Sus hijo; y con la divina Comunión o Efjaristía donde tomamos el mismo Cuerpo y Sangre del Señor Jesús Cristo, Quien nos regala también la vida eterna…
El mismo Señor nos anima a ser caritativos hacia al prójimo exactamente Él es caritativo hacia nosotros: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). En todo el Nuevo Testamento de nuestro Señor, nos anima hacia una caridad y agapi mutua. Esto nos lo enseña con varias parábolas como el “Buen Samaritano” (Lc 10,30-37), “la diez vírgenes” (Mt 25), el “siervo ingrato” que debía mil talantos (euros) (Mt 18, 24-35), etc. Otras veces nos lo enseña directamente: “Misericordia quiero, y no sacrificio…” (Mt 12, 7 y 8,13), “Sed, pues, misericordiosos…” (Lc 6,36), “Vended lo que poseéis, y dad limosna” (Lc 12,33), etc. Pero principalmente el Nuevo Testamento nos enseña la caridad y la misericordia con el comportamiento de Jesús Cristo hacia los hombres, que no era otra cosa que obra de Sus manos, de Su ἔλεος (eleos) misericordia o caridad…
Pero por encima y más que todo, la misericordia debe ser la característica del cristiano, porque este es miembro del cuerpo de la Iglesia de Cristo y juntos todos los miembros componen un cuerpo… El Apóstol Pablo recalca: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu… De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1Cor 12, 12-14 y 26-27).
Muchas son las cosas que pueden motivar para aplicar el mandamiento de la misericordia. Existe la infinita agapi (amor, energía increada) y el infinito ἔλεος (eleos) de Dios hacia los hombres en general y principalmente hacia los cristianos. Existe el claro mandamiento evangélico. Existe el ejemplo de nuestro Señor Jesús Cristo. Existe el nombre del cristiano que lo llevamos todos, es decir, que somos miembros de Cristo, de Su cuerpo… Cuando pedimos de los demás que sean cariñosos y simpáticos para nosotros y que nos ayuden cuando estamos sufriendo de enfermedades o distintas necesidades, entonces es justo que esperen también los demás lo mismo de nosotros. “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mt 7,12). El Dios ha repartido Sus talentos para cada uno de nosotros para el bien común. ¿Estos talentos no nos motivan para ayudar a nuestros hermanos y hermanas en sus dificultades?
¿Veis cuántos pocos hay que nos inciten para hacer caridades? El Señor Jesús Cristo y los santos del Antiguo y Nuevo Testamento en ninguna otra cosa no incitan y animan más que en la obra de la misericordia. El Mismo Señor dijo: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lc 6,35).
Ninguna virtud es tan agradable a Dios como la misericordia. Porque esta está más cerca al misericordioso y justo Dios, a Quien como sacrificio debemos ofrecerle misericordia en vez de juicio…
San Gregorio el Teólogo señala nuestra unión con la de los pobres y nos incita a la agapi y caridad diciendo: Ellos también tienen la misma naturaleza que tú. Están creados del mismo material que tú o quizás mejor que el tuyo. Pero lo más importante es que ellos también son imágenes de Dios… El Cristo el que “levanta el pecado del mundo”, ha muerto y resucitado también para ellos como para nosotros. Son herederos de la celeste realeza increada, aunque se encuentren aún lejos de este punto; también para ellos mueren con Cristo para encontrarse con Él, co-padecen con Cristo para co-glorificarse con Él.
No desprecies a tu hermano, no tengas prisa adelantarle, no le evites como si fuera una cosa sucia y contaminante… Mediante él se te da la ocasión de demostrar tu agapi hacia los hombres, pero el enemigo intenta desviarte de tu verdadera felicidad. Que seas enseñado por las desgracias de los demás… Si no tienes mucho para dar, da cariño y agapi. ¿No tienes nada? Consuela al hombre desgraciado llorando junto a él. Para el hombre desgraciado es una cosa grandiosa cuando uno co-participa en su sufrimiento. La desgracia se supera más fácilmente cuando uno siente a lado suyo verdadero cariño y simpatía. Esto nos lo enseña la lógica, nuestra experiencia y todos los hombres santos…
Dice san Basilio el Grande: «Cuando repartes los frutos de tus buenas obras es como si recogieras para ti mismo. Porque el beneficio que proviene de las obras buenas regresa otra vez en aquel que reparte. ¿Has dado a un hambriento? Entonces lo que has dado no simplemente se hace fortuna tuya sino que vuelve a ti con intereses. Igual que el grano de arena que cae en la tierra es multiplicado para aquel que ha sembrado, así también el pan que has dado al pobre volverá a ti multiplicado por cien. El Dios te aceptará. Todos los hombres que han vivido en la tierra desde el principio del mundo te glorificarán. Gloria eterna, corona de justicia y realeza increada de los cielos será tu recompensa si has hecho buen uso de los bienes materiales y corruptibles». San Basilio.
San Gregorio el Teólogo escribe: «Prudentes y sensatos son aquellos que no confían en bienes provisionales sino que reúnen tesoros para la vida futura; aquellos que ven la inconsecuencia e inestabilidad de la riqueza humana, aman la misericordia que no los traicionará nunca» (Homilía sobre amor a los pobres).
Ahora, ¿cómo debemos dar misericordia y de qué manera? Jesús Cristo dice: “Todo el que te pida, dad”. Esto significa que debemos donar y dar caridad sin distinguir los hombres de su situación, su pasado social o su religión; a cualquiera que realmente tiene necesidad. San Gregorio el Teólogo dice debemos de ser caritativos hacia los pobres y los que son desgraciados por cualquier causa… Todos tienen derecho de nuestra simpatía. Miran con espera tus manos, como todos miramos las manos de Dios cuando pedimos algo. Es mejor que uno abra su mano para alguien indigno, que privar la caridad de aquel que la necesita, por miedo a ser engañado.
Debemos ayudar a los hombres no por vanagloria o exaltación y arrogancia, no por nuestro deseo de ser alabados o para recibir recompensa, sino altruistamente, para agradar a Dios y también por agapi (amor desinteresado) a nuestro prójimo. San Juan el Crisóstomo dice que la misericordia o caridad que se ha manchado por la vanagloria ya no es misericordia o caridad, sino jactancia, fanfarronería y corazón duro crueldad. Porque cuando das con orgullo es como si infamaras a tu hermano públicamente. La misericordia no es solamente dar dinero, sino entregar el sentimiento del cariño y de la simpatía cristiana. No debe contenernos ningún sentimiento de desprecio, indignación, ira o enfado. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2Cor 9,7). “Repartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no eludir al que es tu propia carne” (Is 58,7). Y todo esto uno debe hacerlo con su corazón como dice san Gregorio el Teólogo. El apóstol Pablo nos da la medida, cómo debemos actuar en estos casos: “…el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento (Rom 12,8).
Cuando te comportas así, con buena disposición doblarás el valor de tu praxis buena. Pero cuando la praxis se hace con pena o por necesidad, no puede traer alegría. Cuando haces el bien debes tener alegría no pena. Dice san Juan el Crisóstomo: “Misericordia no significa simplemente dar dinero, sino lo que haces hacerlo con alegría, con celo y un sentimiento de agradecimiento hacia la persona que recibe tu donación. Si uno no da con esta disposición, mejor sería que no diera nada, porque entonces esto que da como caridad es un gasto inútil y estéril… El bien debes hacerlo utilizando fortuna propia y no de algún otro. La fortuna debe ser adquirida con medios honrados y no de robos, engaños y mentiras. Reduciendo nuestros gastos, más misericordia daremos… Tu fe y tu misericordia que no se reduzcan. No hacer el bien una vez, dos, tres…cien, esta obra no debes abandonarla. (Homilía a la 1ª epístola a los Filipenses).
Cuando das misericordia es bueno que distingas entre los realmente pobres y en aquellos que lo parecen. Debes dar preferencia a los más pobres, en tus parientes más cercanos y después a los extranjeros. Como no es fácil conocer con exactitud estas cosas, algunos santos padres nos aconsejan que nos confiemos en aquellos que son experimentados y nos dirán adónde hay que dar. Pero esto no debe ser para nosotros un problema. No debemos rebuscar mucho el tema de los pobres, porque así podemos privar de nuestra ayuda aquellas personas que realmente tienen necesidad...
Finalmente quería decir que no debemos tener mucho en cuenta de que hacemos algo importante cuando damos caridad o misericordia, más bien debemos pensar que somos administradores de los bienes de Dios.
Pues: Bienaventurados y felices los misericordiosos y caritativos, más los que se compadecen por las desgracias del prójimo, porque ellos el día del juicio alcanzarán la misericordia increada de Dios (Mt 5,7). ¡Ay si supieras qué felices son aquellos que son caritativos y misericordiosos, qué gran recompensa los espera por la caridad que dan a los pobres! El Dios durante el día del juicio ante los ángeles y los hombres te mostrará misericordia y heredarás la realeza increada de los cielos que se ha preparado antes de la creación del mundo. Amín. San Juan de Cronstandt.
© Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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