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Δευτέρα 21 Μαρτίου 2016

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita SEGUNDA PARTE,Capítulos B.9-13

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE

Capítulo B. 9 Cómo debemos prepararnos contra los enemigos que nos guerrean durante el tiempo de la muerte.
Capítulo B. 10 Cuáles son los cuatro asaltos que traen nuestros enemigos durante la hora de la muerte. Primero, el asalto contra la fe y su terapia.
Capítulo B. 11 El asalto del oscurantismo y la desesperación y su curación
Capítulo B. 12 El asalto de la vanagloria y su terapia.
Capítulo B. 13 El asalto de las fantasías y su terapia.

Capítulo B. 9 Cómo debemos prepararnos contra los enemigos que nos guerrean durante el tiempo de la muerte.
Toda nuestra vida encima de la tierra es una guerra continua y debemos guerrear siempre hasta el final de nuestra vida, como hemos dicho al capítulo 15 de la primera parte. Pero el día más interesante y principal de la guerra es durante la última hora de la muerte. Porque el que cae durante aquella última hora ya no se puede levantar.
Por eso no te sorprendas, si el enemigo se atrevió ir al impecable Señor nuestro al final de su vida, quizás para encontrar en él algún error pequeño, como dijo el Señor: “viene el príncipe de este mundo pecaminoso, pero no tiene ningún poder sobre mí” (Jn 14,30); pues, mucho más se atreve a venir al final de nuestra vida contra nosotros que somos pecadores.
110. Dice san Basilio el Grande en su interpretación al salmo 7 sobre la frase: “3. no sea que, como leones, me desgarren, me despedacen sin que haya quien me libre”; dice que estos valientes atletas, los que en toda su vida han peleado con los demonios y se salvaron de las trampas y los ataques de ellos, sin embargo, al final de sus vidas son examinados por el príncipe de este siglo, y si se encuentren con algunas herida, infección o suciedad del pecado, son retenidos por él; pero si se encuentran sin infección o sin mancha, reposan como libres de Cristo. Por otro lado, aquello que dijo Dios a la serpiente “él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal o talón” algunos lo han entendido alegóricamente de la siguiente manera: de que el diablo siembre observa al final de la vida del hombre e intenta encontrar algún pecado para recibirle. Es decir, calcañal o talón significa el final de la vida, porque este es el fin y el extremo del cuerpo.
Por eso aquello que debes hacer para encontrarte entonces bien preparado, es guerrear con valor en este tiempo de tu vida que se te ha concedido: porque aquel que guerrea bien en esta vida, con el buen hábito que ha adquirido, fácilmente gana la victoria durante la hora de la muerte. Incluso pensar muchas veces con atención a la muerte. Porque cuando venga menos te asustarás y tendrás menos miedo y tu nus (espíritu de tu psique) estará libre y bien dispuesto para la guerra. Los hombres del mundo evitan este pensamiento y el recuerdo de la muerte, para no cortar el deseo, el ansia y las ganas que tienen para las cosas mundanas, en los cuales están apegados y se entristecen mucho si piensan que tendrán que abandonarlas. Por eso tampoco disminuye la declinación desordenada que tienen a las cosas, si no que adquiere más fuerza. Por eso cuando se trata de separarse de esta vida y de sus cosas queridas, sienten una gran e inexplicable tristeza y pena y sufren un dolor grande.
Entonces, tú para hacer mejor esta imprescindible preparación, debes con tu loyismós pensamiento y reflexión meditar, encontrándote sólo sin ninguna ayuda, expuesto dentro en las aflicciones y las penas de la muerte y pensar en aquellas cosas que pueden guerrearte en aquel último tiempo. Aquí te hablaré sobre la terapia de esto, para que puedas afrontar mejor aquella última tristeza, perturbación y aflicción. Porque aquel golpe y aquella guerra que será una vez, debes conocerla bien, para que en aquel momento no te equivoques, porque después no hay lugar de reparación y rectificación.
Capítulo B. 10 Cuáles son los cuatro asaltos que traen nuestros enemigos durante la hora de la muerte. Primero, el asalto contra la fe y su terapia.
Cuatro son los principales asaltos o ataques y los más peligrosos con los que nos atacan los enemigos durante la hora de la muerte. 1) La guerra contra la fe, 2) el oscurantismo o desesperación, 3) la vanagloria y 4) los distintos fantasmas y las transformaciones de los demonios en ángeles de luz.
Sobre el primer asalto te digo que si el enemigo empieza a atacarte con falsos argumentos, vete inmediatamente con tu nus (espíritu) en tu voluntad, diciendo: “Sal detrás satanás padre de la mentira, yo no quiero ni oírte, porque me es bastante creer lo que cree mi Santa Iglesia”.
Y para nada dejes espacio en tu corazón a los loyismí-pensamientos de increencia, como se dice: “Si el espíritu del enemigo te ha atacado, no te muevas de tu sitio” (Ecl 10,4). Estos pensamientos que los consideres como movimientos del diablo que en aquel momento intenta escandalizarte. Y si no puedes sostener tu nus, detente con valor y permanezca firme con tu voluntad para que no caigas en algún loyismós-pensamiento y reflexión o en algún versículo de la Santa Escritura que te ofrecerá el enemigo. Por muchos versículos de la Santa Escritura que te recuerde en aquel momento sepas que están tergiversados y con faltas, ofreciéndolos con mala intención mal explicados, aunque que parezcan evidentes, claros y buenos.
Y si la maldita serpiente te dice con el pensamiento de que él cree en la Iglesia, depréciala totalmente y no la respondas. Sino que viendo su mala astucia y mentira y que intenta captarte con palabras, entonces con todo tu corazón cree y ten fe sin dudar. Por otro lado, en caso que estés fuerte en la fe y tienes pensamiento-loyismós potente, y quieres hacer que el enemigo se avergüence, respóndele que mi Santa Iglesia cree en la verdad. Y sí te dice cuál es esta verdad, respóndele: aquello que ella cree. Por encima de todo, mantén tu corazón siempre firme, atento y girado hacia al Crucificado Cristo Dios, diciendo: “Dios mío, Creador y Redentor mío, ayúdame rápidamente y no concedas que caiga nunca de la verdad de tu santa fe. Pero sea complaciente, igual que con tu jaris (gracia, energía increada) he nacido en esta verdad, así también que termine en esta vida mortal para la doxa-gloria de tu nombre.

Capítulo B. 11 El asalto del oscurantismo y la desesperación y su curación
El segundo ataque que utiliza el malvado para apresarnos totalmente es el miedo que nos provoca el recuerdo de nuestros pecados, para hacernos caer al fondo del oscurantismo, la desesperación y la decepción.
También en este peligro hermano mío, mantén a ti mismo firme en esta regla segura, es decir, que el recuerdo de nuestros pecados entonces es de la jaris (energía increada) de Dios con el objetivo de nuestra sanación y salvación, es entonces cuando te hace humilde y te hace sentir dolor al corazón y pena, porque tú has apenado a Dios; es entonces cuando te hace tener ánimo y esperanza a la bondad de Dios. Pero cuando este recuerdo te molesta y te conduce a la incredulidad, a la pusilanimidad y a la mezquindad y te hace pensar que estás infernado y que para ti ya no hay tiempo de salvación, sepas que proviene del diablo. Por eso humilla tu egoísmo, humíllate y ten más esperanza a Dios. Y con esta manera vencerás al enemigo con sus armas y glorificarás a Dios.
En efecto, hermano mío, debes apenarte cada vez que recuerdas tus pecados y te duela por haber perdido la jaris (gracia, energía increada) de Dios, pero ten todo tu ánimo a Su pazos-pasión y le pidas perdón. Incluso si te parece que el mismo Dios te dice que no eres de sus ovejas, tú de ninguna manera no debes perder tu ánimo y esperanza que tienes en él, sino humildemente decirle: “Sí, Dios mío, tienes razón de reprenderme por mis pecados. Pero tengo mayor ánimo y esperanza en tu compasión de que me perdonarás. Por eso también de ti pido la salvación de esta pobre criatura tuya, el cual por supuesto por su maldad fue juzgada y condenada, pero redimió con el honor de tu santa sangre. Redentor mío, quiero salvarme, con la esperanza de tu inmensurable compasión y para tu doxa-gloria. Por eso me he dejado entero en tus manos y que se haga en mí lo que es gustado por ti. Porque tú eres mi único Señor. Y aún si me matas, yo sostengo vivas mis esperanzas en ti”.

Capítulo B. 12 El asalto de la vanagloria y su terapia.
Tercer asalto es el de la vanagloria y el aprecio que tienes a la confianza de ti mismo para salvarte. Por eso y especialmente aquella última hora de tu muerte no dejes tu nus (espíritu) y tu mente a pensar ni el más mínimo aprecio de ti mismo, ni de tus obras, incluso si has logrado todas las virtudes de los santos. Sino que tu apreciación sea sólo a Dios, teniendo esperanza clara a su compasión, a las obras de su vida y a su pazos-pasión para salvarte. Siempre ante tus ojos despréciate a ti mismo hasta el último respiro. Y si ocurre que pienses en alguna obra tuya buena, sólo debes reconocer que la ha hecho Dios y no tú, y que provino sólo de él.
En efecto, debes recurrir a la ayuda de Dios. Pero no esperas recibir como si supuestamente lo merecieras y lo vales por tus grandes y muchas luchas que has hecho y has vencido. Sostente siempre en un temor sagrado, confesando verdaderamente que todas tus luchas, previsiones, trabajos y esfuerzos serían vanos, si el Dios no ayudara y no los tomara bajo la sombra de sus alas. Tener toda tu esperanza sólo en su defensa.
Si sigues a estos consejos, durante la hora de la muerte los enemigos no podrán aparecer como superiores a ti. Sino que se te abrirá el camino de pasar con alegría desde esta tierra y este exilio a la Jerusalén celeste, a la dulce patria. Mira también el capítulo A 32, donde encontrarás más ampliamente sobre la terapia de la vanagloria, la soberbia y el orgullo

Capítulo B. 13 El asalto de las fantasías y su terapia.
Si el astuto maligno y tenaz enemigo nuestro, que nunca se cansa a tentarnos, quisiera alguna vez guerrearte, especialmente a la hora de la muerte con algunas apariciones falsas y con transfiguraciones en ángel de luz, tú debes permanecer firme en el conocimiento de tu humildad y la nimiedad de ti mismo. Y decir con corazón firme, con valor y con atrevimiento: “Miserable que te transformes en tu propia oscuridad, porque yo no tengo necesidad de visiones, ni de ninguna otra cosa, sino sólo de la compasión de mi Jesús y de las súplicas y oraciones de la Siempre Virgen María y los demás santos”. Pero aunque percibas y entiendas que todas estas señales son verdaderas y provienen de Dios, a pesar de esto, tú tienes que rechazarlas siempre y expulsarlas lo más lejos posible de ti. Y no tengas miedo no vaya a ser que no gusta a Dios esta aversión que haces pensando en tu indignidad. Porque si estas visiones son de Dios, él conoce bien en limpiártelas y no le molestará si no las aceptas. Porque él concede la jaris (gracia, energía increada) a los humildes, y no la reduce de ellos por praxis que ellos mismos hacen a causa de la humildad.
Esta son las armas más acostumbradas que el enemigo acostumbra utilizar contra nosotros aquella última hora de la muerte. Pero a cada uno le ataca también según sus inclinaciones personales y los pazos que tiene, en los cuales conoce que cae a menudo. Por eso amigos míos, antes de que se acerque aquella hora terrible de la gran guerra, debemos armarnos contra lo pazos, los más fuertes que nos dominan y nos roban el tiempo y guerrear con valentía para facilitar la victoria en aquel tiempo.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (Blog en español)

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