ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ
ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo B. 9 Cómo debemos prepararnos contra
los enemigos que nos guerrean durante el tiempo de la muerte.
Capítulo B. 10 Cuáles son los cuatro asaltos
que traen nuestros enemigos durante la hora de la muerte. Primero, el
asalto contra la fe y su terapia.
Capítulo B. 11 El asalto del oscurantismo y la
desesperación y su curación
Capítulo B. 12 El asalto de la vanagloria y su
terapia.
Capítulo B. 13 El asalto de las fantasías y
su terapia.
Capítulo B. 9 Cómo
debemos prepararnos contra los enemigos que nos guerrean durante el
tiempo de la muerte.
Toda nuestra vida encima
de la tierra es una guerra continua y debemos guerrear siempre hasta
el final de nuestra vida, como hemos dicho al capítulo 15 de la
primera parte. Pero el día más interesante y principal de la guerra
es durante la última hora de la muerte. Porque el que cae durante
aquella última hora ya no se puede levantar.
Por eso no te
sorprendas, si el enemigo se atrevió ir al impecable Señor nuestro
al final de su vida, quizás para encontrar en él algún error
pequeño, como dijo el Señor: “viene el príncipe de este mundo
pecaminoso, pero no tiene ningún poder sobre mí” (Jn 14,30);
pues, mucho más se atreve a venir al final de nuestra vida contra
nosotros que somos pecadores.
110.
Dice san Basilio el Grande en su interpretación
al salmo 7 sobre la frase: “3.
no sea que, como leones, me desgarren, me despedacen sin que haya
quien me libre”; dice que estos valientes atletas, los que en toda
su vida han peleado con los demonios y se salvaron de las trampas y
los ataques de ellos, sin embargo, al final de sus vidas son
examinados por el príncipe de este siglo, y si se encuentren con
algunas herida, infección o suciedad del pecado, son retenidos por
él; pero si se encuentran sin infección o sin mancha, reposan como
libres de Cristo. Por otro lado, aquello que dijo Dios a la serpiente
“él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal o
talón” algunos lo han entendido alegóricamente de la siguiente
manera: de que el diablo siembre observa al final de la vida del
hombre e intenta encontrar algún pecado para recibirle. Es decir,
calcañal o talón significa el final de la vida, porque este es el
fin y el extremo del cuerpo.
Por eso aquello que debes
hacer para encontrarte entonces bien preparado, es guerrear con valor
en este tiempo de tu vida que se te ha concedido: porque aquel que
guerrea bien en esta vida, con el buen hábito que ha adquirido,
fácilmente gana la victoria durante la hora de la muerte. Incluso
pensar muchas veces con atención a la muerte. Porque cuando venga
menos te asustarás y tendrás menos miedo y tu nus (espíritu
de tu psique) estará libre y bien dispuesto para la guerra. Los
hombres del mundo evitan este pensamiento y el recuerdo de la muerte,
para no cortar el deseo, el ansia y las ganas que tienen para las
cosas mundanas, en los cuales están apegados y se entristecen mucho
si piensan que tendrán que abandonarlas. Por eso tampoco disminuye
la declinación desordenada que tienen a las cosas, si no que
adquiere más fuerza. Por eso cuando se trata de separarse de esta
vida y de sus cosas queridas, sienten una gran e inexplicable
tristeza y pena y sufren un dolor grande.
Entonces, tú para hacer
mejor esta imprescindible preparación, debes con tu loyismós
pensamiento y reflexión meditar, encontrándote sólo sin ninguna
ayuda, expuesto dentro en las aflicciones y las penas de la muerte y
pensar en aquellas cosas que pueden guerrearte en aquel último
tiempo. Aquí te hablaré sobre la terapia de esto, para que puedas
afrontar mejor aquella última tristeza, perturbación y aflicción.
Porque aquel golpe y aquella guerra que será una vez, debes
conocerla bien, para que en aquel momento no te equivoques, porque
después no hay lugar de reparación y rectificación.
Capítulo B. 10 Cuáles
son los cuatro asaltos que traen nuestros enemigos durante la hora de
la muerte. Primero, el asalto contra la fe y su terapia.
Cuatro son los
principales asaltos o ataques y los más peligrosos con los que nos
atacan los enemigos durante la hora de la muerte. 1) La guerra contra
la fe, 2) el oscurantismo o desesperación, 3) la vanagloria y 4) los
distintos fantasmas y las transformaciones de los demonios en ángeles
de luz.
Sobre el primer asalto te
digo que si el enemigo empieza a atacarte con falsos argumentos, vete
inmediatamente con tu nus (espíritu) en tu voluntad,
diciendo: “Sal detrás satanás padre de la mentira, yo no quiero
ni oírte, porque me es bastante creer lo que cree mi Santa Iglesia”.
Y para nada dejes espacio
en tu corazón a los loyismí-pensamientos de increencia, como
se dice: “Si el espíritu del enemigo te ha atacado, no te muevas
de tu sitio” (Ecl 10,4). Estos pensamientos que los consideres como
movimientos del diablo que en aquel momento intenta escandalizarte. Y
si no puedes sostener tu nus, detente con valor y permanezca
firme con tu voluntad para que no caigas en algún
loyismós-pensamiento y reflexión o en algún versículo de
la Santa Escritura que te ofrecerá el enemigo. Por muchos versículos
de la Santa Escritura que te recuerde en aquel momento sepas que
están tergiversados y con faltas, ofreciéndolos con mala intención
mal explicados, aunque que parezcan evidentes, claros y buenos.
Y si la maldita serpiente
te dice con el pensamiento de que él cree en la Iglesia, depréciala
totalmente y no la respondas. Sino que viendo su mala astucia y
mentira y que intenta captarte con palabras, entonces con todo tu
corazón cree y ten fe sin dudar. Por otro lado, en caso que estés
fuerte en la fe y tienes pensamiento-loyismós potente, y
quieres hacer que el enemigo se avergüence, respóndele que mi Santa
Iglesia cree en la verdad. Y sí te dice cuál es esta verdad,
respóndele: aquello que ella cree. Por encima de todo, mantén tu
corazón siempre firme, atento y girado hacia al Crucificado Cristo
Dios, diciendo: “Dios mío, Creador y Redentor mío, ayúdame
rápidamente y no concedas que caiga nunca de la verdad de tu santa
fe. Pero sea complaciente, igual que con tu jaris (gracia, energía
increada) he nacido en esta verdad, así también que termine en esta
vida mortal para la doxa-gloria de tu nombre.
Capítulo B. 11 El
asalto del oscurantismo y la desesperación y su curación
El segundo ataque que
utiliza el malvado para apresarnos totalmente es el miedo que nos
provoca el recuerdo de nuestros pecados, para hacernos caer al fondo
del oscurantismo, la desesperación y la decepción.
También en este peligro
hermano mío, mantén a ti mismo firme en esta regla segura, es
decir, que el recuerdo de nuestros pecados entonces es de la jaris
(energía increada) de Dios con el objetivo de nuestra sanación y
salvación, es entonces cuando te hace humilde y te hace sentir dolor
al corazón y pena, porque tú has apenado a Dios; es entonces cuando
te hace tener ánimo y esperanza a la bondad de Dios. Pero cuando
este recuerdo te molesta y te conduce a la incredulidad, a la
pusilanimidad y a la mezquindad y te hace pensar que estás infernado
y que para ti ya no hay tiempo de salvación, sepas que proviene del
diablo. Por eso humilla tu egoísmo, humíllate y ten más esperanza
a Dios. Y con esta manera vencerás al enemigo con sus armas y
glorificarás a Dios.
En efecto, hermano mío,
debes apenarte cada vez que recuerdas tus pecados y te duela por
haber perdido la jaris (gracia, energía increada) de Dios,
pero ten todo tu ánimo a Su pazos-pasión y le pidas perdón.
Incluso si te parece que el mismo Dios te dice que no eres de sus
ovejas, tú de ninguna manera no debes perder tu ánimo y esperanza
que tienes en él, sino humildemente decirle: “Sí, Dios mío,
tienes razón de reprenderme por mis pecados. Pero tengo mayor ánimo
y esperanza en tu compasión de que me perdonarás. Por eso también
de ti pido la salvación de esta pobre criatura tuya, el cual por
supuesto por su maldad fue juzgada y condenada, pero redimió con el
honor de tu santa sangre. Redentor mío, quiero salvarme, con la
esperanza de tu inmensurable compasión y para tu doxa-gloria.
Por eso me he dejado entero en tus manos y que se haga en mí lo que
es gustado por ti. Porque tú eres mi único Señor. Y aún si me
matas, yo sostengo vivas mis esperanzas en ti”.
Capítulo B. 12 El
asalto de la vanagloria y su terapia.
Tercer asalto es el de la
vanagloria y el aprecio que tienes a la confianza de ti mismo para
salvarte. Por eso y especialmente aquella última hora de tu muerte
no dejes tu nus (espíritu) y tu mente a pensar ni el más
mínimo aprecio de ti mismo, ni de tus obras, incluso si has logrado
todas las virtudes de los santos. Sino que tu apreciación sea sólo
a Dios, teniendo esperanza clara a su compasión, a las obras de su
vida y a su pazos-pasión para salvarte. Siempre ante tus ojos
despréciate a ti mismo hasta el último respiro. Y si ocurre que
pienses en alguna obra tuya buena, sólo debes reconocer que la ha
hecho Dios y no tú, y que provino sólo de él.
En efecto, debes recurrir
a la ayuda de Dios. Pero no esperas recibir como si supuestamente lo
merecieras y lo vales por tus grandes y muchas luchas que has hecho y
has vencido. Sostente siempre en un temor sagrado, confesando
verdaderamente que todas tus luchas, previsiones, trabajos y
esfuerzos serían vanos, si el Dios no ayudara y no los tomara bajo
la sombra de sus alas. Tener toda tu esperanza sólo en su defensa.
Si sigues a estos
consejos, durante la hora de la muerte los enemigos no podrán
aparecer como superiores a ti. Sino que se te abrirá el camino de
pasar con alegría desde esta tierra y este exilio a la Jerusalén
celeste, a la dulce patria. Mira también el capítulo A 32, donde
encontrarás más ampliamente sobre la terapia de la vanagloria, la
soberbia y el orgullo
Capítulo B. 13 El
asalto de las fantasías y su terapia.
Si el astuto maligno y
tenaz enemigo nuestro, que nunca se cansa a tentarnos, quisiera
alguna vez guerrearte, especialmente a la hora de la muerte con
algunas apariciones falsas y con transfiguraciones en ángel de luz,
tú debes permanecer firme en el conocimiento de tu humildad y la
nimiedad de ti mismo. Y decir con corazón firme, con valor y con
atrevimiento: “Miserable que te transformes en tu propia oscuridad,
porque yo no tengo necesidad de visiones, ni de ninguna otra cosa,
sino sólo de la compasión de mi Jesús y de las súplicas y
oraciones de la Siempre Virgen María y los demás santos”. Pero
aunque percibas y entiendas que todas estas señales son verdaderas y
provienen de Dios, a pesar de esto, tú tienes que rechazarlas
siempre y expulsarlas lo más lejos posible de ti. Y no tengas miedo
no vaya a ser que no gusta a Dios esta aversión que haces pensando
en tu indignidad. Porque si estas visiones son de Dios, él conoce
bien en limpiártelas y no le molestará si no las aceptas. Porque él
concede la jaris (gracia, energía increada) a los humildes, y no la
reduce de ellos por praxis que ellos mismos hacen a causa de la
humildad.
Esta son las armas más
acostumbradas que el enemigo acostumbra utilizar contra nosotros
aquella última hora de la muerte. Pero a cada uno le ataca también
según sus inclinaciones personales y los pazos que tiene, en los
cuales conoce que cae a menudo. Por eso amigos míos, antes de que se
acerque aquella hora terrible de la gran guerra, debemos armarnos
contra lo pazos, los más fuertes que nos dominan y nos roban el
tiempo y guerrear con valentía para facilitar la victoria en aquel
tiempo.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de
la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas
www.logosortodoxo.com
(Blog en español)
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