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Δευτέρα 2 Μαΐου 2016

«Tribulación», «paciencia» y « realeza increada»

Unidad 5ª
Introducción, parte a´
«Tribulación», «paciencia» y « realeza increada»
La lucha del Cristiano que anhela al Juez.
Con la ayuda de Dios, amigos míos, entramos al tema principal del libro del Apocalipsis.
9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe en vuestra tribulación1, en la realeza increada y en la paciencia de Jesús Cristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa del logos de Dios y el testimonio de Jesús Cristo.
9 Ἐγὼ Ἰωάννης, ὁ ἀδελφὸς ὑμῶν καὶ συγκοινωνὸς ἐν τῇ θλίψει καὶ βασιλείᾳ καὶ ὑπομονῇ ἐν Ἰησοῦ Χριστῷ, ἐγενόμην ἐν τῇ νήσῳ τῇ καλουμένῃ Πάτμῳ διὰ τὸν λόγον τοῦ Θεοῦ καὶ διὰ τὴν μαρτυρίαν Ἰησοῦ Χριστοῦ.
9. Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación1 (tristeza, calamidad y sufrimiento) que estáis pasando a causa de las persecuciones en el nombre de Jesús Cristo, pero también copartícipe en la gloriosa realeza increada, que disfrutaremos gracias a nuestra paciencia por Jesús Cristo, he venido en la isla de Patmos exiliado a causa del logos de Dios y el testimonio que doy para Jesús Cristo.

9 Εγώ ο Ιωάννης, ο αδελφός σας και συμμέτοχος εις την θλίψιν, που δοκιμάζετε εξ αιτίας των διωγμών δια το όνομα του Χριστού, συμμέτοχος όμως και εις την ένδοξον βασιλείαν, που θα απολαύσωμεν χάρις εις την υπομονήν μας δια του Ιησού Χριστού, ήλθα εις την νήσον, που λέγεται Πατμος, εξόριστος εξ αιτίας του λόγου του Θεού και της μαρτυρίας, που δίδω και διαλαλώ δια τον Ιησούν Χριστόν.
Amigos míos, ¡la consolidación de un libro es una cosa grandiosa! El santo Evangelista tratando de consolidar la historicidad del libro profético –sigue el ejemplo de los Profetas del Antiguo Testamento, como el de Jeremías (1,1-3), Ezequiel (1,1-2), Isaías (1,1· 6,1) y muchos otros Profetas. Así pues, en el presente versículo, que es el primero del tema principal, pone el lugar que se apocaliptó-reveló la profecía, que es la isla Patmos. Patmos como todos sabréis pertenece a un conjunto de doce islas pequeñas en el mar Egeo. Incluso pone la razón de su permanencia en Patmos, pero también el tiempo de la apocálipsis-revelación, que se hizo día Domingo, como nos dirá al versículo 10 del mismo capítulo.
Pues, cuando nos habla sobre el lugar, sobre el motivo de su estancia allí y sobre el tiempo, nos posiciona cronológicamente; porque precisamente estas cosas constituyen los elementos que dan una dimensión histórica. Es decir, que el Apocalipsis no es un mito. Diríamos que: en Patmos, en aquella isla sucedió esto; es decir, tenemos la historicidad del libro.
Insisto mucho en estas cosas, porque si vais por ahí oiréis que os digan que estas cosas son cuentos… y para resistirlos, yo os ayudo a entender que no nos encontramos ante cuentos, sino delante de verdades históricamente consolidadas.
Realmente, según la antigua tradición, san Juan fue exiliado por el emperador Domiciano a Patmos durante la persecución contra los cristianos, “a causa del logos de Dios y el testimonio a Jesús Cristo” (Apo 1,9), tal y como nos salvaguarda el mismo Apóstol en el libro del Apocalipsis, es decir, “que he venido aquí en Patmos, exactamente porque hacía el kerigma para Cristo y daba testimonio sobre Él”. Es cierto que no se dice el verbo exiliar, pero se entiende de la palabra θλίψη zlipsi (tribulación, tristeza, pena y sufrimiento). Dice que es copartícipe en la θλίψη tribulación. Porque si tuviese que hacer un viaje a Patmos, supongamos que tuviera muchos habitantes, y fue allí para predicar, y exactamente allí recibió el Apocalipsis, no diría “copartícipe en la θλίψη tribulación”. Por lo tanto detrás de la palabra “θλίψη tribulación” se encuentra la realidad de su exilio.
Realmente san Irineo, el cual ha vivido apenas el 2º siglo, nos dice lo siguiente: “El libro del Apocalipsis no hace mucho tiempo que se ha visto a la luz pública, sino casi en nuestra generación, hacia el final de Domiciano” (Contra herejías, 555, 26, 5-6 TLG)
Por otro lado, Clemente de Alejandría nos apunta lo siguiente: “Cuando murió Domiciano, Juan se marchó de Patmos y vino en Éfeso”, (“Qué rico se salva”, t. 8, pag 372,13).
Pero también san Andrés de Kesarea nos dice: “Fue condenado a vivir en la isla de Patmos; es decir, fue exiliado, condenado al exilio” (Apocalipsis, Ming P.G Tomo 106, logos A).
Pero también Eusebio de Kesarea, en su Crónica, posiciona este exilio al año 14º del reinado de Dometiano, que corresponde al año 94 - 95 d. C. (Historia Eclesiástica, tomo 3, TLG 18,5,5 Paris 1952). Por tanto el Apocalipsis se escribió entonces.
Pero no se escribió en Éfeso sino en Patmos. Porque, ¿cómo sería posible que el Cristo le dijera: “Escribe epístola al ángel de Éfeso, al obispo y mándasela” (Apo 2,1), si se supone que Juan se encuentra en Éfeso? Por lo tanto, no está en Éfeso cuando escribe el Apocalipsis. Así pues, bajo el poder de estas impresiones y de estas experiencias muy fuertes, escribe el libro del Apocalipsis, allí en Patmos. De hecho, debemos tener en cuenta que también hasta hoy, según la tradición, la cueva del Apocalipsis en Patmos se indica como el lugar que se ha escrito el libro. Esto sobre todo es también un testimonio interior en el mismo libro, porque dice: “Escribe y manda la epístola al obispo de Éfeso…”. Sobre todo si tenemos en cuenta que hasta hoy en día, según la tradición, la cueva de la Apocalipsis en Patmos es indicada como el lugar donde se ha escrito el libro.
Todas estas cosas, con los testimonios que me he referido, indican que el libro del Apocalipsis fue escrito en la isla de Patmos por el Evangelista Juan, cuando estaba exiliado en ella.
Es característico que pone delante de su nombre el pronombre yo, dice: “Yo Juan”. Esto para recalcar el nombre: “Yo Juan”. Igual que decimos yo Atanasio; además para que sea confirmada su identidad; era necesario que se pusiera su nombre, porque como veis, se trata de un libro profético, y por supuesto que se debería confirmar y certificar su procedencia. Algo parecido hace también el santo Evangelista en su Evangelio, pero se esconde muy gráficamente detrás de aquello: “…a quien Cristo amaba especialmente, (Jn 13, 23. 19, 26. 21, 7· 20), tal y como entonces que se había recostado al lado y le había dicho: ¿Señor quién es el que te va a entregar? (Jn 21,20). Pero aquí la cosa es muy seria, el contenido del libro es profético, y el Evangelista debe manifestar su nombre.
Pero tanto el nombre, como el pronombre, vienen a recordarnos el libro de Daniel, donde aquel para confirmar históricamente y que es el mismo testigo auténtico de las cosas, pone los dos, el nombre y el pronombre.
Dice Daniel, en el capítulo 8º: “En el año tercero del reinado del rey Baltasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes“(Dan 8,1). Habéis visto, dice: “a mí, Daniel”.
El versículo que analizamos comienza con una familiaridad muy tierna: “Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tristeza y el sufrimiento que estáis pasando a causa de las persecuciones en el nombre de Jesús Cristo, pero también copartícipe en la gloriosa realeza increada, que disfrutaremos gracias a nuestra paciencia por Jesús Cristo, he venido en la isla de Patmos exiliado a causa del logos de Dios”. ¡Yo… vuestro hermano!
Aquí vemos que el Escritor sagrado no utiliza el título de Apóstol: “apóstol o enviado de Jesús Cristo” (Α΄ καί Β΄ Cor 1,1. Ef. 1,1. Col. 1,1. Tim 1,1. Α΄ καί Β΄ Ped 1,1) ni siquiera: “siervo de Jesús Cristo” (2 Ped 1,1), nada de todo esto, pone directamente el nombre: “Yo Juan”. ¿Por qué esto?
Quizás a causa de la situación por la tribulación y la persecución que predominaba y que era común para todos los Cristianos. Y por un lado es expulsado, ya exiliado a Patmos, por otro lado, los Cristianos hacia los que se envía su libro ellos también sufren persecuciones.
Amigos míos, como vemos san Juan el Teólogo aquí en el libro del Apocalipsis (1,9) toca tres temas y puntos grandiosos. ¿Qué dice? Dice que: “Soy copartícipe en vuestra tribulación, en la paciencia y en la realeza increada”. ¡Son temas grandiosos! Vamos a verlos.
Primer tema: «θλίψη zlipsi tribulación»
¿Qué es «θλίψη zlipsi tribulación1»? Es la compresión, opresión, estrechez, agobio, congoja y a la vez también la pena que proviene de esta adversidad de aflicción moral y tormento.
1Tribulación por la RAE.: Del latín tribulatio, -ōnis.
1. f. Congoja, pena, tormento o aflicción moral.
2. f. Persecución o adversidad que padece una persona.
(Aquí utilizaremos el término tribulación)
Como vemos aquí en el texto, hay comúnmente θλίψη zlipsi tribulación1 y al ser común siempre hace hermanar.
Si la alegría, la alegría en Cristo es el fruto de la cualidad cristiana, por favor poned atención a esto, entonces la «θλίψη zlipsi tribulación1» es la cáscara del fruto. En el exterior está la «θλίψη zlipsi tribulación1», y en el interior está la alegría; exteriormente rodea la cáscara y dentro está la almendra. La almendra no está sola, tiene también la cáscara, porque debe protegerse. ¡La «θλίψη zlipsi tribulación1» protege la alegría! Atención, esto a primera vista parece tonto! ¿Lo habéis imaginado alguna vez? Pero estas cosas son posibles sólo dentro de la vida y experiencia cristiana. Si no las vivimos así, debemos dudar de nuestra cualidad cristiana. Es decir, si falta la «θλίψη zlipsi tribulación1», no se puede desarrollar y salvaguardar la alegría y la espiritualidad.
Pero la «θλίψη zlipsi tribulación1 en Señor», no es algo que proviene desde el interior sino desde el exterior, puesto que la alegría es el fruto y la «θλίψη zlipsi tribulación1» es la cáscara. Esto anotadlo bien. La «θλίψη zlipsi tribulación1» es la situación o estado de ánimo que se crea en los creyentes a través de las reacciones exteriores del mundo y del diablo.
El Señor, ya lo sabéis, nos ha avisado en relación: “Entonces os entregarán a tribulación…” (Mt 24,9). Por tanto, la cosa está y viene desde el exterior, nos producirán «θλίψη zlipsi tribulación1». ¿Qué es la «θλίψη zlipsi tribulación1»? ¡Son las persecuciones, las calamidades, las cárceles, las privaciones, la muerte, el martirio…! Pero todo esto es exterior, no es desde el interior. Esta situación es llamada por el Señor “la puerta estrecha” (Mt 7, 13-14 y Lc 13,24), por la que nos ha hablado con más precisión cuando dijo: “en el mundo tendréis tribulaciones, penas y aflicciones; pero confiad y tened ánimo, yo he vencido al mundo. 33…Puesto que estáis en el mundo tendréis tribulaciones, aflicciones; pero tened ánimo y confiad en mí, yo he vencido al mundo y con esta victoria he asegurado también vuestra victoria y la doxa (gloria, luz increada) para vosotros» (Jn 16,33).
Sin embargo, esta «θλίψη zlipsi tribulación1» da alegría inefable y sobreabundada. Demasiada alegría, tanta que el apóstol Pablo escriba a los Corintios: “…lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones y penas” (2 Co 7,4). ¡Cosa extraña… muy extraña! ¡Está desbordante de alegría, a pesar de toda aquella «θλίψη zlipsi tribulación1»!... oh san Pablo…!
He aquí porque el fruto es la alegría y la cáscara es la «θλίψη zlipsi tribulación1». Si quitas la «θλίψη zlipsi tribulación1» perderás la alegría; si quitas la cáscara perderás la almendra.
Pero atención, la «θλίψη zlipsi tribulación1» es atributo de aquellos que heredarán el reinado de la realeza increada de Dios. En los Hechos otra vez dijo Pablo, después de su apedreamiento en Listra, la célebre frase: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones y penas entremos en el reinado y tengamos la realeza increada de Dios” (He 14,22). ¡Esto “es necesario” es exactamente lo que conecta y une lo interior con lo exterior, la alegría con la «θλίψη zlipsi tribulación1». Estas cosas no se pueden separar; por eso dice que es necesario entrar en el reinado y obtener la realeza increada de Dios no con tribulaciones y tristezas simplemente sino con muchas!
Pero aquí amigos míos me gustaría apuntar algo que debemos tener cuidado. Nuestra época intenta crear un Cristianismo lleno de conciliaciones y comodidades, sin tribulaciones, ni aflicciones. No queremos ser presionados absolutamente por nada. Se trata de uno de los dos peligros que amenazan a nuestra Iglesia en el “siglo presente” (Mt 12, 32.1 Tim 6,17. 2Tim 4,10. Tit 2,12) en nuestra época. Uno de los peligros se llama secularización o mundificación y el otro se llama ecumenismo, es decir, el contemporáneo y nuevo sincretismo religioso. Estos dos peligros grandiosos amenazan nuestra Iglesia en este momento. Lo repito: el ecumenismo y la secularización. No es la renovación o modernización, porque no es exactamente lo mismo, sino la secularización de la Iglesia, la mundificación de la moral y del carácter. En la parábola del “rico insensato” el Señor dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, codicia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc 12,14) y a esto se refiere. “No debéis tener diferencias. Yo resolveré vuestras diferencias. ¿Pero Señor, soy perjudicado, me tratan injustamente! No, en el fondo hay codicia y a ti también al hermano pequeño que crees que el hermano mayor te es injusto”.
Esto nos lo dice el apóstol Pablo: «¿No sabéis que los injustos no heredarán el reinado de la realeza increada de Dios?» (1 Cor 6,9). Sobre todo, «¿no os da vergüenza? ¿No hay entre vosotros algún hombre prudente, capaz de hacer justicia entre sus hermanos? Al contrario, el hermano pleitea con el hermano, ¡y encima ante jueces paganos! ¡Ya es una desgracia para vosotros andar pleiteando unos con otros! ¿Por qué más bien no sufrís el agravio? ¿Por qué más bien no aguantáis ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos» (1 Cor 6. 6-8). ¡Esto si se dice hoy en día, la gente se reirá y se burlará del que lo dice!
Por eso os he dicho este ejemplo, para que veáis que la secularización es comenzar las conciliaciones (empezar los pactos) y colocar el Evangelio en las fórmulas de nuestra época. Éste es el peligro. Pero nosotros diremos la verdad, lo que dice el Evangelio, tanto si los hombres lo escuchan y hacen caso como no, eso es lo correcto. Por tanto, éste es el gran peligro: el de la secularización o mundificación. Es decir, comenzar haciendo el Evangelio cosa mundana o secularizada; anteponer nuestro racionalismo, pensar y hablar racionalmente: ¿Por qué esto es así o asá? ¡Es un peligro terrible!
Voy a aclarar esto; el cristiano contemporáneo exige una fe sin perjuicio, una fe sin la cruz y una espiritualidad contraria a la cruz o anti-cruciforme, y como os he dicho tantas veces, la espiritualidad deja ya de ser una espiritualidad en el sentido de la presencia del Espíritu Santo y se convierte en un sucedáneo de ella. Este tipo de espiritualidad requiere una fe ya sin la presencia del Espíritu Santo, sino una espiritualidad con el sentido de los escritos de la segunda página de los periódicos que hablan sobre la vida espiritual, y por espiritualidad entienden redacciones de un libro, presentaciones de un Conservatorio, poemas y no sé cuántas cosas más por el estilo. ¡Y todas estas se llaman vida espiritual!... Con este sentido entienden la espiritualidad hoy en día, ya no con la presencia del Espíritu Santo. ¡Ya se ha fugado el Espíritu Santo!...
El libro del Apocalipsis, amigos míos, nos avisa y nos dice que: “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Apo 13,7). ¿Habéis oído? ¡Fue concedido por el Dios que los creyentes sean vencidos por la bestia!... y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre *χξς 666”; ¡Veis el aislamiento y el bloqueo económico! La “marca o sello”, es decir, si eres masón, laions, rótary, o cualquier otra cosa de las que hay… no lo sé, hay muchas. Esta es la marca o sello del Anticristo: toda operación, acción y actitud anticristo, vivencia, colocación, plano y figura; esto es la marca o sello. Por tanto si uno está así, entonces todas las puertas se le abren; pero si no está así, entonces estará aislado y bloqueado por la vida; no podrá comprar ni vender. “¡Aquí está la paciencia y la fe de los santos!” (Apo 13,10).
(*χξς 666 Xριστός ξε-σταυρωμενος X=600=Cristo, ξ=60=no, des y ς=6=crucificado y las tres letras en la numerología helénica dan el 666)
Como vemos, esperamos guerra y persecuciones contra los cristianos y aislamiento o bloqueo económico, que significa, con cualquier manera exterminio y aniquilación de ellos. Todas estas cosas constituyen la «θλίψη zlipsi tribulación1», la cáscara de la alegría, la condición de la Realeza increada de Dios. Aquí el texto sagrado no habla de confort ni de pactos y acuerdos, sino que recalca: “¡aquí está la paciencia y la fe de los santos!” (Apo 13,10). Queridos míos, no sabemos lo que amanecerá mañana, por eso vayamos preparándonos.
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestra en la tribulación, tristeza, pena y aflicción en la realeza (increada) y en la paciencia de Jesús Cristo” (Apo 1,9). Aquí vemos las tres características, las que el apóstol Juan utiliza para indicar la Iglesia que se encuentra en el camino.
Amigos míos, sea como sea la cosa, estos tres elementos «tribulación1, paciencia y realeza increada» existirán siempre dentro a la Iglesia, incluso en los tiempos más pacíficos. Pero tengamos cuidado, porque aquí no se trata de la paciencia común, ni de las tribulaciones diarias que posiblemente puedan tener también los hombres mundanos, como veremos a continuación sobre la paciencia y la Realeza increada.

Segundo tema: la paciencia
Ya que nos hemos referido a la θλίψη zlipsi tribulación1, ahora queda hablar sobre la paciencia y después sobre la realeza increada. La paciencia es el segundo tema del Apocalipsis, que éticamente es inseparable del primero, es decir, de la θλίψη zlipsi tribulación1.
Muchas veces cuando un hermano padece y no podemos ofrecerle nada, le decimos ten paciencia. Cuando no podemos curar su enfermedad, cuando no podemos ayudarle económicamente o cuando se encuentra en una situación muy agobiante y no podemos ofrecerle nada, le decimos ten paciencia. Pero tanto para nosotros que lo decimos como para el que lo oye, parece que sean sólo palabras, porque para nosotros en nuestra perplejidad es un callejón sin salida, puesto que de hecho no le podemos ofrecer nuestra ayuda, en él se oye como un consejo sin contenido que cae al vacío.
Cuántas veces decimos a alguien: “Ten paciencia”, y él mueve la cabeza y responde: “Paciencia…”, ¿qué es esto? No sale nada con esto. ¡Y a pesar de esto, queridos míos, lo decimos al otro como consejo, es decir, que la paciencia es el mejor consejo más que cualquier otro!
Nuestra época está privada del elemento de la paciencia. Quizás hoy en día la paciencia sea considerada como inconcebible. Más bien no se considera como virtud, sino una cualidad patética del hombre. Si la paciencia es una situación patética, ¿por qué se tiene que considerar como una virtud? Por tanto si un hombre es paciente, esto de muchos se considera como defecto.
No sé qué decir; los hombres hoy en día son terriblemente impacientes. En ninguna parte y para nada pueden esperar o tolerar algo. No sé, quizás la cultura y la ciencia son las que nos obligan continuamente estar corriendo. ¡Los hombres contemporáneos siempre estamos corriendo, siempre con prisas! ¿Todos, yo y vosotros corremos, corremos…! Ya que corremos y tenemos prisa, es normal que no exista el elemento de la paciencia, es decir, no poder aguantar absolutamente nada de las cosas que nos ocurren en la vida.
Os lo repito, la paciencia constituye el mejor antídoto contra la tribulación, la angustia, la calamidad, la penumbra y la depresión. Con esta paciencia llevamos la cruz de la tribulación y finalmente vencemos. El mismo Señor nos dice: “el que tenga paciencia y persevera hasta el final, éste se sanará y se salvará” (Mt 10,22).
Pero debo deciros que toda θλίψη zlipsi tribulación que hay en la vida y toda posible paciencia que la acompaña, si no está acompañada con el Cristo, está sin valor, sin contenido y no aguanta en la Eternidad.
Quizás uno, en esta vida presente, pueda también lograr algunos bienes con su paciencia en las tribulaciones y calamidades. Y lo primero, que no es de poca importancia, es que no acabe en una clínica neurológica. ¡Es poco esto! Sabéis amigos míos, ¡me santifico y ruego a Dios que me guarde a que no acabe en alguna clínica neurológica! Nuestra época es terrible. Muchas veces las tribulaciones y las calamidades que nos vienen no sabemos dónde pueden acabar. Por tanto, algo que podemos conseguir en esta vida teniendo paciencia es no llegar en esta puerta; es un gran beneficio. Pero tanto la tribulación1 que se produce en nuestra vida, como también la paciencia que es la camilla que levanta y soporta la tribulación, si no están conectadas con el Cristo no aguantan en la Eternidad.
Fijaos qué dice Juan el evangelista: «en la tribulación, en la paciencia y en la realeza increada en Jesús Cristo! ἐν τῇ θλίψει καὶ βασιλείᾳ καὶ ὑπομονῇ ἐν Ἰησοῦ Χριστῷ!». Esto “en Jesús Cristo” quiere decir que el móvil y el resultado de la tribulación deberá ser el Cristo. ¿Por qué tengo tribulación y calamidad? Porque sufro y persevero al Evangelio.
Decidme por favor: ¿qué valor tiene la tribulación si se supone que he perdido jugando a cartas... que fui un derrochador y enfermé, y ahora me apeno y deprimo por esta situación... cuando fui un insensato y perdí mi fortuna o perdí unas oportunidades de la vida y estoy deprimido y triste? ¿Esas tribulaciones aguantan en la Eternidad? Pues, no aguantan. Al contrario, seré regañado de Cristo porque fui hombre derrochador, pródigo, insensato y tonto. ¡Mis tribulaciones y sufrimientos deben ser por la gracia del Evangelio y la vida espiritual! Por ejemplo, cuando hoy acepte una ironía porque soy cristiano o mañana tenga un bloqueo económico –y esto vendrá- y que el otro me dirá: “tú no puedes comprar de mi tienda, no te vendo mi mercancía”. También hoy existe este bloqueo y aislamiento económico, pero de otras maneras. Cuando no progreso en posiciones altas y superiores laborales o políticas sólo porque no soy masón, ¿esto no es bloqueo o aislamiento económico? Por supuesto que es, pero con la diferencia que no está en el grado de llegar hasta morir de hambre. Pero vendrá el día que esto empeorará y será evidente. Ahora no se ve, está fuera de la escena.
Así pues, cuando me aflijo y me entristezco porque fui impedido en mi vida solamente y exclusivamente porque soy cristiano, esta tribulación aguanta en la Eternidad porque es tribulación1 “en Jesús Cristo”. Igual que la paciencia que haré por llevar esta tribulación1 esta también es “en Jesús Cristo” Y el ladrón como sabéis también tiene mucha paciencia; porque acecha horas interminables para ver cuándo se irá el dueño para robar. Pero esta paciencia del ladrón ¿es elogiable?

Tercer tema: «la realeza increada βασιλεία vasilía».
Hemos visto la «tribulación θλίψη zlipsi» y «la paciencia ὑπομονή». Ahora vamos a ver «la realeza increada βασιλεία vasilía», siempre en Cristo
¿Pero qué es la realeza o el reinado de la realeza increada? Es la participación mística de los fieles de todos los siglos en los padecimientos, pasiones de Jesús Cristo, (Col 1,24. Rom 6, 8. Β΄ Tim 2, 11. etc.).
Estas tres cualidades son las cualidades del verdadero Cristiano, del Cristiano que tiene consecuencia ética, y constituyen una cadena: tribulación-paciencia-realeza. La tribulación para que sea soportada necesita de la paciencia y las dos, por la jaris (gracia, energía increada) de Jesús Cristo conducen a la Realeza increada de Dios (Rom 5, 3-5. Β΄ Tim 2,12. etc.).
Cuando aconsejamos a alguien para que tenga paciencia, como antes os decía, nuestro consejo por regla general cae al vacío. ¿Por qué será, lo habéis pensado? Porque por costumbre la paciencia la ofrecemos y la sugerimos independientemente sin el fruto que es el reinado de la Realeza increada.
Preguntaos a vosotros mismos, pero yo también a mí mismo, porque os aseguro que yo me inspecciono sobre este punto: ¿cuándo decimos a alguien que tenga paciencia en las tribulaciones y calamidades que sufre, le decimos también que le espera la Realeza increada de Dios? Veréis que por regla general esto no lo decimos. Ya que recortamos la Realeza que es el fin, el propósito y el fruto de la paciencia en las tribulaciones, entonces el otro reacciona con desestimar nuestro consejo. Dirá: “¡Paciencia… para qué!” Mientras que la paciencia debe tener el sentido de: ¡haré y tendré paciencia porque me espera la Realeza increada de Dios!
Es la segunda vez que se refiere en el mismo capítulo hasta ahora el término «realeza βασιλεία vasilía». Todo el Nuevo Testamento está lleno de este término «realeza βασιλεία vasilía», «realeza de Dios βασιλεία τοῦ Θεοῦ». Por tanto, amigos míos, el Cristianismo es realmente un “reinado de la realeza increada”, donde reina la energía increada y no una religión. El tipo o modelo del Cristianismo no es un estado teocrático del antiguo reino de Israel.
Como sabréis, los hebreos cuando habitaron en la tierra prometida no tenían jefe. No había rey ni presidente de la república, no, nada de esto; simplemente había los Jueces, hombres que operaban por mandamiento de Dios, y el Dios les revelaba Sus voluntades. ¡Por tanto, el Dios era el señor de ellos, Él era el rey de Israel verdaderamente!
Hoy hemos escuchado el versículo de Nataniel que dice al Señor: “Rabí, tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel” (Jn 1,50). Esto de “rey de Israel”, amigos míos, es algo que resuena el espíritu del Antiguo Testamento, es decir, cómo veían exactamente los judíos su rey. Pera ellos era el Dios. Por eso Natanael primero dijo “hijo de Dios”, e inmediatamente “rey de Israel”; estas dos cosas estaban conectadas. Esto por supuesto que lo había predicho el Dios, es decir, dijo a Moisés que se predijera y se escribiera esto.
Más tarde los hebreos pidieron de los Jueces un rey, y en concreto a Samuel el último Juez. ¿Sabéis por qué? ¡Porque los pueblos de alrededor tenían reyes y ellos los envidiaron y querían rey! Dijeron: “Queremos rey”. Samuel los responde: “¿Nos os gusta el Dios?”. Y el Dios les dijo esto: “¿En qué os he afligido y qué os he privado y queréis rey? Bien os daré rey” –pero permitidme decirlo no con palabras que se han dicho sino con el espíritu- “¡el rey os arruinará! ¡Os daré rey pero después no os quejéis!”.
Y realmente vino el rey Saúl, después David y después Salomón. Pero el Salomón fue llamado rey pacífico porque reinó cuarenta años en paz sin guerra, puso fuertes impuestos que los hebreos se enojaron mucho. Pero el Dios ya les había avisado. Pues esto, hasta aquí.
De todas formas lo que aquí nos interesa en este momento no es el Israel histórico en sus detalles, sino el Israel histórico que tenía como rey a Dios. Pero también con la condición de que cada rey que entraría no haría nada si antes no preguntaba a Dios mediante al pontífice. ¡No podía hacer absolutamente nada! Si hiciese algo por su cuenta sería castigado. Por eso Saul cayó, porque actuaba sin el mandamiento de Dios. Por lo tanto, ¿qué era el rey al Israel? Era un representante de Dios-Rey.
¡Amigos míos, todas estas cosas son pre-tipificaciones o prototipos de que el Cristianismo es reinado de la «realeza βασιλεία vasilía increada» y el Rey es el Cristo!
Como os he dicho el Cristianismo no es una religión; religión es culto a lo Divino para aplacar, apaciguar o satisfacer las peticiones y las necesidades, pero sin que esto signifique también participación del hombre en la vida de Dios. ¿Lo habéis entendido? Es decir, religión quiere decir, presento a Dios mis peticiones, mis necesidades para eventualmente satisfacérmelas o no, pero sin participar en la vida de Cristo. Con este sentido existen todas las religiones en la tierra, todas. Pero, ¿qué significa “realeza increada βασιλεία vasilía»? Significa que el Dios por su energía increada gobierna todos los aspectos y facetas de la vida del Cristiano, no hay ni lo más mínimo de lo que el Dios es ausente, pero también el Cristiano disfruta de todos los bienes de Dios.
Por ejemplo, los antiguos helenos cuando hacían sacrificios a los dioses, sus conciencias estaban conformes. Se supone que sus dioses simplemente querían un sacrificio: pero cuál sería la vida personal de los que ofrecían sacrificios no les importaba a los dioses. ¡Haz lo que quieras! Por eso vemos en los antiguos griegos que podían ofrecer sacrificios ricos, hecatombes (cien bueyes), toda una fortuna, a pesar de que sean adúlteros, lujuriosos, asesinos, inmorales, mezquinos y miserables. Esto a los dioses no les importa. Se supone que sólo una cosa les interesaba, bastaba que les hicieran sacrificios; así se imaginaban por lo menos los antiguos helenos. Y de esta manera aplacaban y apaciguaban a los dioses y daban a los hombres lo que pedían.
Así que esto quiere decir religión y esto «realeza increada βασιλεία vasilía». Pero el Cristianismo ortodoxo qué es: ¿religión o «realeza increada βασιλεία vasilía»? Cuando decimos que me convierto y me hago divino, deificado como el Cristo, me cristifico etc., ¿qué significa esto? Significa que entro en la vida de Dios; precisamente esto quiere el Dios. Veis pues, que hay diferencia entre el Cristianismo ortodoxo y las religiones.
Incluso hoy en día el que vivamos al Cristianismo como una religión y no como una «realeza increada βασιλεία vasilía», esto principalmente tiene dos consecuencias malas.
La primera es que hemos separado el dogma de la ética; es decir, la fe separada de la manera de vivir, y hemos caído a la doctrina del moralismo impositivo u obligatoriedad de deberes. ¡El colmo de esta consecuencia es que existan hombres de cualquier otra fe extranjera –que sean budistas, masones, teosofistas, espiritistas y cualquier otra cosa- y te apelan la ética del Evangelio! ¿Pero cuando uno apela la ética del Evangelio y no es Cristiano, en qué se basa? Simplemente en el que considera al Cristianismo como una religión, y cree que el principal punto es su ética; mientras que no es esto. Así pues llegamos a separar la fe, es decir, el dogma de la ética.
Y si lo queréis, en una forma muy extendida, es aquello que escucha la esposa de su marido cuando le dice que vaya a la Iglesia. Venga vamos a la Iglesia y el marido contesta: Vete tú, yo soy mejor cristiano que tú que vas a la Iglesia; ¡yo cumplo los mandamientos mejor que tú! Y la esposa que por supuesto no conoce muchas cosas viene y me dice: ¡Páter, realmente mi marido me habla así, es mejor persona que yo!
Pero la cuestión, amigos míos, no está allí, si es mejor o no. Es decir, en este caso no hay salvación, porque el Cristianismo simplemente no es una religión, o sea, hacer nuestra ofrenda y sacrificio y no nos interese nada más abajo, igual que los antiguos helenos.
Por tanto, la separación de nuestra vida del dogma de la fe nos ha traído este mal; ver al Cristianismo como una doctrina de imposición de obligaciones y deberes. Hasta un punto tienen razón aquellos que rechazan al cristianismo, porque se lo presentamos como una doctrina de imposición de obligaciones y deberes. Y el hombre, como sabéis, sobre todo el hombre contemporáneo, odia y detesta esta doctrina y sólo por escuchar este moralismo de debes, tienes obligación, debes, debes…, esta doctrina de imposiciones de obligaciones le suena mal y extraño en sus oídos.
Incluso la separación del culto de la vida se ve también de esto que te dicen: Voy a la Iglesia, alabo a Dios; pero por la tarde y la noche hago lo que me da la gana; si voy a los cabarés, etc., no importa es otra cosa. Así, pues, hemos separado el culto y la vida con el resultado de caer en un una tipolatría.
Es cierto que el culto se ofrece con algunos tipos; pero en el corazón de los tipos se encuentra la esencia. Si yo, pues, no descubro la esencia, porque mi vida está separada de la esencia, ¿entonces dónde quedo? Quedaré en la cáscara, en el tipo. Y cuando digo: “debo ir a la Iglesia, debo, debo…”, entonces acabo de convertirme un tipólatra.
El segundo mal, es consecuencia de que hemos rebajado al Cristianismo ortodoxo en religión, mientras que es “realeza increada βασιλεία vasilía», y que llegamos a la comparación del Cristianismo ortodoxo con otras religiones, aunque consideremos al Cristianismo ortodoxo la religión superior y mejor. Y si tomáis cualquier manual religioso del colegio o libro religioso que se refiere sobre este tema, veréis que contiene este error fundamental, el error de comparación o sincretismo.
Cuando algún cristiano nuestro, por un momento gira sus ojos hacia el budismo, le decimos: ¿No es el Cristianismo buena religión? Y sobre todo añadimos: ¡Te demostraré que es mejor religión que el budismo! Desde el momento que diré que el Cristianismo es mejor religión, ya he cometido el error. La cosa no está allí, no hay comparación, el Cristianismo ortodoxo no se compara con otras cosas. Todas estas cosas que se ofrecen por las demás religiones no redimen, ni sanan, tampoco salvan; son “cosmos-mundo”, simplemente porque son por invención del ser humano, es decir, creación del cerebro humano.
Así que, amigos míos, démonos cuenta alguna vez que el Cristianismo no vino a confrontarse con las demás religiones. El tema es muy importante y actual, porque nuestra pobre Grecia y en toda Europa cristiana se han introducido varias corrientes de religiones, principalmente del lejano Oriente. Por lo tanto, es un tema muy interesante y de mucha actualidad y debemos tenerlo muy en cuenta. El Cristianismo no ha venido a confrontarse con las otras religiones, ni mucho menos anular las demás religiones y neutralizarlas totalmente. No viene a decir: ¡“mirad, en aquella religión encontramos algo bueno y en aquella otra también”, conociendo que todas las religiones del mundo son obras y días del diablo!
¡No me digan que el budismo no es obra del diablo! ¡Incluso no me digan que el Buda que ha vivido antes de Cristo, tenía una disposición y éxtasis espiritual, etc.! El Buda está justificado, puesto que ha vivido antes de Cristo; pero ahora que ha venido la Luz increada (Is 9,2. Sal 106, 4. Mt 4, 16), ¿se permite que exista el budismo?... Y lo peor de todo: ¡en la Europa Cristiana y en Grecia ortodoxa, lo bautizados cristianos se permite que se conviertan en budistas, dejar la espiritualidad Ortodoxa, la del Espíritu Santo y caer en la meditación budista…! ¿Se permite o no esto? El Cristo pues vino a neutralizar y abolir todas estas cosas.
Dice el Señor en el Evangelio de Juan, -un logos duro y fuerte pero real y verdadero: “Todos que han venido antes de mí son ladrones y salteadores” (Jn 10,8). Todos, globalmente sin excepción alguna. No hizo alguna distinción y decir: ¡qué bella es la filosofía de Platón tiene una ética buena; no dice qué cosas bellas tiene el Budismo, Confucio, etc.! Escuchad lo que dijo Cristo: “Todos que han venido antes de mí son ladrones y salteadores” (Jn 10,8). ¡Todos... globalmente! ¿Qué han robado? La psique-alma humana, que es patrimonio del Dios vivo y su sitio está en la Realeza increada de Dios.
Acordaos del sueño de Nabucodonosor, vio aquella estatua con frisos de varios materiales, oro, plata, cobre, hierro y ostra, que simbolizan los reinados de la tierra o incluso las religiones de la tierra. Y vio Nabucodonosor “la piedra de la montaña sin manos” que no la arrancó ni recortó mano humana sino que se recortó sola. “Salve o alégrate montaña no desbastada…” (Versículo del Acatisto). La Virgen Santísima es la montaña no desbastada porque de ella ha nacido el Hijo de Dios. ¡El Cristo es la piedra (espiritual) que se desprendió! ¡Es Él! Además así lo interpretó Daniel a Nabucodonosor. Por supuesto que no dijo la palabra Cristo, sino que habló en general de un rey celeste, sobre una realeza celeste (Dan 2,44). ¡Vino pues y cayó encima de la estatua y la hizo polvo! ¡Este polvo fue arrebatado y esparcido por el viento y no se encontró lugar para la estatua! ¡Esto es el Cristianismo! ¡No vino a co-caminar ni co-complacer con las otras religiones; vino a neutralizarlas! ¿Decidme, pues, según estas tesis o posiciones por las que el Cristianismo es reinado de “realeza increada βασιλεία vasilía», cómo podemos ya comparar al Cristianismo con las otras religiones falsas?
¿Pero qué es el Cristianismo? Es el reinado “realeza increada βασιλεία vasilía», es κληρονομία clironomía herencia (Deut 12,9. Num 18, 20. Hec 20,32. Ef 1,14· 18. Col 3, 24. Heb 9, 16. Α΄ Ped. 1,4, y otros). De aquí viene la palabra clero, es decir, herencia divina. El Cristiano no es el religioso, es decir, aquel que permanece en un culto típico, sino el que “está invocando al Señor” (Hec 7,59. Rom 10,12. Α΄ Cor 1,2 y otros), como se llama en el Nuevo Testamento; es el “discípulo” (Hec 6, 1· 7. 9, 1· 10· 25· 26· 36. 11, 29 y otros); es el “cristiano” (Hec 11, 26. 26, 28); es el “santo” (Hec 9, 10· 19. 11, 26. 26, 28. Α΄ Ped 4, 16 y otros).
Esto de “copartícipe”, que dice Juan en su Apocalipsis: “copartícipe en vuestra tribulación, en la paciencia y en la realeza increada de Jesús Cristo”, muestra que esta participación y comunión no existe sólo entre los fieles, sino entre los fieles y el Cristo, porque el Cristo es el que ha padecido.
Muy bien el apóstol Pablo recapitula: “Logos fiel es este: si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también co-reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará” (2Tim 2,11-12).
Aquí vemos que “moriremos con él” se refiere en la tribulación, el “sufriremos” en la paciencia y el co-reinaremos en la realeza increada, es decir, se refiere a éste tríptico que dice san Juan el Evangelista en su Apocalipsis.
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Ahora el Evangelista Juan en el libro del Apocalipsis continúa describiendo lo relacionado con él, es decir, aquellas cosas que le hicieron escribir este libro. Escribe, pues, a los fieles que los llama “hermanos, copartícipes en la tribulación, en la paciencia y en la realeza increada”, lo siguiente: “Caí en éxtasis o estaba en espíritu el Domingo día del Señor” (Apo 1,10).
Con una finura el Evangelista califica las descripciones auténticas de las apocalipsis-revelaciones sobrenaturales y apunta que cayó en estado de éxtasis (extensión o dimensión espiritual). Esta situación “en espíritu” es un aislamiento del mundo espiritual del hombre, del conocido ambiente exterior, con el propósito de que él venga en conexión y contacto con el mundo sobrenatural.
Dos son las tesis o posiciones en las que puede caer el sujeto hombre en éxtasis: la energética o activa y la pasiva. Esta segunda, la pasiva que toma el hombre cuando se encuentra en éxtasis, es decir, en aislamiento de su ambiente exterior con el propósito de unirse con unas fuerzas, es demoníaca. ¿Así que el diablo crea éxtasis?... ¡Por supuesto que sí! Atención amigos míos: ¡el Diablo crea éxtasis!
La palabra éxtasi ἔκσταση proviene de ἐκ ek e ἵσταμαι ístame; es decir, voy más allá de donde me encuentro, me encuentro en otro lugar, y por costumbre no siento mi ambiente exterior. Uno puede que esté hablándome y yo no perciba nada, no saber dónde me encuentro, en mi casa, en la montaña, no sé, de una manera “estoy arrebatado” (2 Cor 12,2), vivo este éxtasis.
Me diréis: ¿el diablo hace esto? Sí, lo hace. ¿Y el Dios? Sí también el Dios. Pero el caso del éxtasis pasivo es demoníaco. ¿Cuándo es demoníaco? Cuando el hombre se aísla y su subconsciente no trabaja, la conciencia no trabaja y no puede percibir u operar en nada; ¡alguna vez ni siquiera existe su memoria
Me diréis: Entonces si no existe la conciencia y la memoria en uno que se extasía, ¿cuál sería su valor?
Por supuesto que existe algún valor; son los conocidos médium; los médium son los intermediarios, que quiere decir medio o intermediario. ¡Por lo tanto, es el intermediario, es la persona aquella que está detenida o presente entre el mundo espiritual-el mundo de los demonios- y del ambiente real de los hombres. Y el médium informa y nos dice cosas sorprendentes. Y el médium cuando vuelve del éxtasis en sí mismo y en su forma natural, no conoce ni se acuerda nada absolutamente de lo que ha dicho. ¿Por qué? Porque en el éxtasis demoníaco tenemos aislamiento o delimitación de la conciencia; la conciencia se aísla se va totalmente de lado.
Al contrario, en el éxtasis divino tenemos pleno mantenimiento de todas las fuerzas de la psique-alma. Es característico el caso de san Juan, el cual se encuentra en éxtasis, recibe la Apocálipsis-Revelación y participa en ella; es decir, ve, escucha y conversa. Pero además de este caso, os diré uno más, que igualmente lo conocéis; es la visión del apóstol Pedro.
Cuando el Apóstol ve aquella pantalla con varios animales que bajan del cielo, no sólo conoce, ve y siente sino reacciona también. “Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (Hec 10, 10-16). ¿Habéis visto cómo reacciona? Tiene plena conciencia, conoce la ley; no tiene pérdida de memoria de su vida aquella que tiene fuera de el éxtasis. Éste es el éxtasis divino.
Así pues el evangelista Juan “estaba en espíritu”, como el mismo nos dice aquí; es decir, que las fuerzas del cuerpo quedaron de una manera inoperativas. Lo mismo cuando tenemos fijado nuestro cerebro en alguna parte y no percibimos los ruidos, ni el hambre y ningún peligro. Incluso si una serpiente pasa de al lado nuestro no la percibimos porque nuestro cerebro está fijado atentamente en algo. Esto quiere decir “me hice en espíritu”.
¿Y cuándo se hizo esto? “En el día del Señor o Domingo” (Apo 1,10).
Es la única vez que se nombra el día Domingo en el Nuevo Testamento.
Los santos Evangelistas, como sabréis muy bien, tratando de referirse al acontecimiento de la Resurrección del Señor, que se hizo en Domingo, le llama “uno de los Sábados o primer día de la semana”, (Mt 28, 1. Mrc 16, 2. Lc 24, 1. Jn 20, 1· 19. Hec 20, 7. Α΄ Cor 16, 2). ¿Pero qué significa “uno de los Sábados”. Significa que es el primer día de la semana, porque Sábado quiere decir semana, y por consiguiente es la que después se llamará Domingo. Realmente es la primera vez que en el Nuevo Testamento se refiere la palabra Domingo.
El Sábado en el Antiguo Testamento, como sabréis, se llamaba “el día del Señor” (Jo 1, 15. 2, 1· 11. 4, 14. Abd 15. Mal 4, 1. Is 13, 6· 9 y otros). Por tanto, Domingo quiere decir “día del Señor”.
Durante el primer día de la semana, es decir, “primer o uno de los Sábados” o el Domingo como decimos hoy en día, se ha resucitado de los muertos el Señor. El primer día también fue creada la luz (Gén 1, 3-5). Pero también Su Espíritu Santo lo envío el día Domingo para que se insufle en los Apóstoles y en la Iglesia (Hechos 2).
En consecuencia de esto, diríamos que en vez de Sábado que representa la primera creación, porque todo el mundo creado fue completado en los seis primeros días creativos, ahora se establece desde el primer siglo cristiano el día Domingo; que es el primer día de la semana. No el séptimo sino el primer día. Pero como es el primer día después del séptimo, se llama octavo día, y se establece ya como de la segunda creación o la recreación de la creación, porque la creación envejeció dentro en la corrupción y en la muerte.
Así que éste día tenemos la Resurrección de Cristo, y también el descenso del Espíritu Santo; pero existe también la convicción que la Segunda Presencia de Cristo se hará en día Domingo.
Tal vez duden y me digan que el Señor nos dijo que: “Sobre este día y hora nadie conoce” (Mt 24,36. Hec ,7). Sí, pero nadie sabe cuál será este Domingo. Por lo tanto la fe de la Iglesia de que la Segunda Presencia de Cristo será Domingo, igual que la Resurrección y el Pentecostés, no contradice para nada el logos del Señor de que nadie conoce el día que el Cristo volverá aquí en la tierra.
¿Pero no os llama la atención que la entrega del Apocalipsis a Juan se hizo el día Domingo? He aquí un elemento más. Por tanto, Resurrección, Pentecostés y entrega del Apocalipsis y quizás la Segunda Presencia de Cristo será en día Domingo.
Además amigos míos, la Iglesia festeja cada semana el día del Domingo, es decir, el día de la Resurrección de Cristo. ¡El Domingo es una fiesta con un significado fino de la palabra! De hecho las vísperas son de una tonalidad resurrectiva o pascual. De todas formas el día Domingo es un gran día.
La epístola de Bernabé nos dice lo siguiente: “Por eso vamos y celebramos el deleite el día octavo, en la que el Jesús también resucitó de los muertos”, veis que dice el octavo día (Barnabae epistula 15.9.1-2, Cerf, Paris 1971).
También el libro de Didajés de los Apóstoles nos informa de lo siguiente: “Durante el Domingo del Señor reuníos y partir y repartir el pan”, es decir, celebrar el Misterio de la Divina Efjaristía y hacer la Divina Liturgia durante el Domingo.
De hecho aquí uno diría que la percepción que hay en algunos Cristianos de no comulgar el Domingo, puesto que no ayunamos el Sábado, es equivocada, es herética. ¿Pero cómo vamos a ayunar el Sábado puesto que existe el canon del Sínodo que prohíbe ayunar el Sábado? Veis que es absurdo...
Por tanto, el Domingo que es día resurrectivo, pascual y festivo de nuestra Iglesia, se consolida como día de descanso, sosiego, gozo y Culto divino, y también día de obras bondadosas.
Y continua el Evangelista diciendo: “Yo estaba en Espíritu en el día del Señor o Domingo, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía” (Apo 1,10).
Esto de “oí detrás de mí” revela algo repentino. Es conocido que cuando uno viene hacia nosotros y está en el campo visual, para nosotros no es algo repentino porque lo vemos, pero cuando viene de detrás nuestro sin haberlo visto y nos toca en la espalda entonces para nosotros es repentino. Por lo tanto esta aparición fue repentina.
Aún dice que era “una voz grande como de trompeta”, fuerte y tronante. En otro lugar nos dirá que “su voz era como estruendo de muchas aguas” (Apo 1,15). Si alguna vez habéis estado en una catarata que cae el agua con ímpetu desde la altura, se habrán enterado con qué ruido cae. Se asimila la voz de Dios con las aguas que caen de gran altura.
Pero una voz así se volverá a oír, se abrirán todas las tumbas y resucitarán los muertos. “Sonará” como dice el Apóstol Pablo: “y en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al final del último toque de trompeta; porque sonará la trompeta (por el ángel), y los muertos serán resucitados incorruptibles” (1Cor 15,52. 1Tes 4,6). ¡Cosas curiosas… “sonará”! Y quién sonará? El Ángel- ¿Qué sonará? La orden de Dios.
Generalmente la voz de la trompeta es siempre la voz de Dios. Acordaos en Sinaí. El Dios habló con voz de trompeta y con voz de trueno. Y el pueblo tiempla al oír este tipo de voz (Ex 19, 16. 20, 18. Apo 6, 1. 14, 2 y otros).
¿Y qué escuchó el evangelista Juan? ¿Qué le decía la voz? “Escribe en libro lo que ves y mándalo en las siete Iglesias” (Apo 1,11).
Permitidme aquí preguntar: ¿Cómo se mandará el libro en las siete Iglesias? Deberíamos tener copias. Ya que estas Iglesias distan entre sí, ¿no deberíamos tener siete copias? La conclusión es que el logos de Dios se puede imprimir y repartir. ¿Lo habéis entendido? No es posible que haya sólo un libro y de éste oír todos.
Antiguamente así se hacía; había un libro y teníamos que ir todos a escuchar de este. Ninguno tenía en su casa una copia del logos de Dios. En el Antiguo Testamento no había copias en las casas, iban en la Sinagoga a escuchar el logos de Dios. Pero aquí dice: “Escribe este libro para las siete Iglesias”; es decir, saca siete copias y envíalas a las siete Iglesias; es como si dijera: ¡imprima al logos de Dios, la Santa Escritura y libros y mándalos en todas partes; manda mi logos en papel escrito hasta los confines de la tierra!
Aquí veréis cómo se intercambia el ver con el escuchar. Dice el Evangelista: ¡“Escuché una voz; escriba lo que ves” y más abajo: “he visto… he oído…”! Es decir, tenemos una irritación y estimulación de los sentidos oído y vista. Así que estos dos, vista y oído se intercambian.
Dice san Andrés de Kesarea: “es la misma cosa si hablamos de vista espiritual u oído espiritual, son lo mismo. La vista y el oído indican la dinámica de las imágenes reveladas. Cuando decimos a alguien, he visto como mis ojos o he oído con mis oídos, esto indica una dinámica de los elementos, las imágenes y los temas que se revelan. Por lo tanto el Evangelista sobre lo que va a escribir es testigo presente, con sus ojos ha visto y con sus oídos ha escuchado.
Escribe en libro”. Por mandamiento divino lo que veía debería ser escrito al libro. Pero las cosas que se deberían escribir, esto presupone también lectores. Por tanto la orden divina no es sólo escribir el libro y repartir en los confines de la tierra, sino también su lectura, o sea, su estudio. ¡Amigos míos, estudiemos el logos de Dios, día y noche si hace falta!
Pero sobre esto: “Escribe en libro”, permitidme compartir unos pensamientos más para cerrar nuestro tema.
Me pregunto, si acaso de aquel libro original que escribió el Evangelista se salvaguardó algo. Las siete reproducciones por supuesto que las ha escrito él. De hecho, según la tradición, el que escribía era Prócoro, uno de los siete Diáconos (servidores) (Hec 6, 1-7). Por eso en los iconos del Apocalipsis tenemos a Juan que recibe el Apocalipsis en una cueva y a lado de él san Prócoro escribir dictado de Juan. Reproductor pues, no es Juan sino Prócoro. ¿Si acaso el libro original que fue escrito allí, se ha salvado? No lo sé si alguna vez lo habéis pensado esto. ¿Quizás allí en Patmos o en alguna biblioteca de la Santa Montaña Athos donde tienen muchos códigos y libros antiquísimos esté el libro original del Apocalipsis?
Pero no tiene importancia esto. Lo mismo sucede también con la virtud de la caridad. Damos a uno un vaso de agua o un plato de comida pero volverá a tener sed y hambre. Sin embargo el Señor dijo: ”Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua solamente refrescante, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis, (Mt 10, 42. 25, 35). Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mrc 9,41). Esta praxis como espíritu y energía tiene valor; la virtud quedará en la Eternidad, porque fue conectada con la voluntad de Dios. La virtud quedará, no la cosa material, el portador. Lo mismo ocurre aquí, no tiene importancia si se ha salvaguardado el portador material… ¡Lo que tiene importancia es que el logos de Dios no se vincula ni se encierra por la materia. ¡Tenemos el logos de Dios en millones de reproducciones!
Pero sobre esto me gustaría deciros una cosa más. Muchas cosas en nuestra vida las hacemos para que aguanten en la eternidad. Construimos una casa, una Iglesia, compramos algo… Decimos: Compra esta ropa con tal tejido te aguantará eternamente…! Es una tentación que queremos hacer algo para permanecer eterno. Hacer un monasterio o una Iglesia para que permanezcan hasta el final de la historia.
Pero el Dios no queda atado y comprometido de portadores materiales- os lo dije, esto es una tentación. Aunque se derrumben por alguna causa. Por supuesto que nosotros debemos construir, para servir en un momento histórico, de nuestra época y nuestra generación; la siguiente generación, pues, que construya ella. Una cosa tiene valor; ¡el espíritu! El espíritu no se ata, éste es el que debemos mantener. ¿Y los portadores? Pues,… no interesan. Es cierto que muchas veces por cuestiones sentimentales nos interesamos; pero tomadlo como queráis, pues, no nos interesan.
Es verdad que del antiguo mundo ascético de Egipto y Oriente, Siria, Palestina, etc., no se ha salvaguardado nada. Pero se ha salvado el espíritu ascético y existe dentro en la Iglesia. Por lo tanto, no nos quedemos en los portadores materiales, como si fuera todo, sino al espíritu debemos permanecer.
Y nosotros aquí tenemos el Apocalipsis de Dios. No tiene importancia si este libro que tenemos en nuestras manos es el primero o el último de un billón de libros. Lo importante es que tenemos el libro con la Apocálipsis-Revelación de Dios para redimirnos, sanarnos y salvarnos.

Yérontas Atanasio Mitilineos

Copyright: Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220
Traducido por Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (en español)



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