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Κυριακή 28 Ιουνίου 2015

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita PRIMERA PARTE,Capítulos 15,16

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA PARTE
Capítulo 15: Cómo uno debe luchar siempre valientemente con todas sus fuerzas.
Capítulo 16: De qué manera amaneciendo, por la mañana el soldado de Cristo debe salir al combate para guerrear.

Capítulo 15.
Cómo uno debe luchar siempre valientemente con todas sus fuerzas.
Si quieres estar venciendo a tus enemigos más rápido y fácilmente, hermano mío, es necesario luchar siempre valientemente contra todos tus pazos, pero más y especialmente contra tu filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo), acostumbrándote a tener como amigos queridos los desprecios y los sufrimientos, que alguna vez te provoca el mundo; porque por no conocer uno esta guerra de sí mismo y contar poco con ella, ha ocurrido y ocurre siempre que las victorias sean difíciles, imperfectas, poco frecuentes y casi inexistentes.

Entonces pues, esta guerra se debe hacer siempre, incesantemente, es decir, continuamente hasta la hora de tu muerte y con una psique valiente que fácilmente conseguirás esta valentía, valor en tu psique si la pides de Dios; si por un lado, piensas al impulso o ímpetu maniático y el odio permanente que tienen contra ti los enemigos demonios y su multitud de legiones y ejércitos, pero por otro lado piensa y reflexiona que es mucho más potente la fuerza de Dios y la agapi (amor, energía increada) que te tiene y que son muchísimos más los ángeles del cielo y las oraciones de los Santos que están luchando silenciosamente a favor tuyo, como se ha escrito para Amalik: “El Señor lucha con una mano mística e invisible” (Ex 17,16). Por eso con este pensamiento fueron movidas tantas mujeres y muchachos y han conquistado toda la fuerza y la sabiduría del mundo y han vencido todos los asaltos, ataques del diablo con toda su furia y manía.
Por lo tanto, no debes asustarte y tener miedo nunca, aunque te parezca que la guerra de los enemigos es muy fuerte y que permanecerá para toda tu vida, aunque te amenace con varias recaídas de distintas partes. Porque toda fuerza y conocimiento de nuestros enemigos se encuentra en las manos del Comandante supremo Jesús Cristo que por el honor de él te están atacando. El cual solo te llama y te invita con insistencia a esta guerra, no sólo no te dejará que tengas como peso fuerte ningún poder de los enemigos y ninguna victoria de ellos, porque esto lo considera una ofensa para él, sino que él luchando por ti, los entregará vencidos en tus manos, cuando a él le parece agradable, tal como se ha escrito: “El Señor, tu Dios, está en medio de tu campamento va y viene para protegerte y librarte de tus enemigos y para captarlos y entregarlos en tus manos” (Deut 23,14).
Pero si el Señor retrasa hasta el último momento de tu vida, para que tú tengas esta victoria, esto será tu mayor beneficio (27). Tú sólo debes luchar con valentía; y si algunas veces en la guerra quedas herido nunca dejes las armas y te marches; en definitiva, para que seas movido valientemente en esta guerra debes saber que no la puede evitar ningún hombre sea en vida, sea en la hora de la muerte; y el que no lucha para vencer sus pazos y sus enemigos, obligatoriamente debe ser capturado de aquí o de allá y morir.
27. Como el Dios no exterminó todas las naciones de la tierra prometida sino que ha dejado en ella las cinco regiones con otras razas, los Sidonios y los Hebreos; primero para probar si los hebreos guardan los mandamientos y la fe firme; segundo para que sean enseñados siempre en la guerra, como se ha escrito: “Los cinco principados sirvieron para probar a Israel… para ver si guardaban los preceptos del Señor. Y enseñarlos la guerra” (Jue 3, 4-5). De esta manera no extermina todos los pazos de nosotros, sino que nos deja algunos para que nos combatan hasta nuestra muerte, no por debilidad o causa suya, sino por causa nuestra, como interpreta Teodórito: 1) para que no caigamos en la negligencia, sino que estemos vigilantes, cuidadosos y cautelosos; 2) para que no olvidemos la guerra y de repente nos ataquen y nos venzan los pazos y los enemigos; 3 ) para que recurramos siempre a Dios y pidamos con más fuerza y ardor Su ayuda; 4) para no enorgullecernos y vanagloriarnos, sino que seamos humildes de conducta y carácter. 5) para que odiemos con todo nuestro corazón los pazos y los enemigos que incansablemente nos atacan tanto; 6) para que seamos probados si guardamos hasta el final el honor y la alabanza a Dios y la agapi-amor y la fe. 7) para que seamos estimulados a guardar todos los logos o mandamientos y no transgredirlos, ni siquiera el más pequeño; 8) para que aprendamos con la prueba lo que vale la virtud y a continuación no caer al pecado; 9) para que la guerra continua se convierta en una cuestión de mayores coronas; 10) para que glorifiquemos y alabemos más a Dios y avergonzar más al diablo y el pecado con nuestra paciencia hasta el final; y 11) para que seamos entrenados con la costumbre de la guerra a no tener miedo o terror el día de la muerte, cuando la guerra ya nos será más fuerte;
Por eso debemos luchar siempre valientemente, debido a que tenemos que tratar con este tipo de enemigos, los cuales nos odian tanto que no es posible que tengamos alguna esperanza de paz de ellos, ni tregua y cese de la guerra. Por eso sería bueno desde el principio no abrir la puerta y poner los enemigos y los pazos en nuestra psique y corazón. Puesto que si los hemos dejado entrar una vez, no podemos ya quedarnos indiferentes, sino que debemos luchar para expulsarlos, porque estos descarados y sin vergüenzas no salen de otra manera que con la guerra.
(28) San Basilio el Magno en su logos sobre la castidad, dice en relación un bello ejemplo: “Si los soldados reales en tiempo de guerra no pueden encerrar sus armas en casas cerradas sino en aquellas casas que encuentran abiertas y mientras los ponen dentro ellos salen fuera y caminan por la calle sin tener miedo que alguien le eche las armas fuera; de la misma manera los malignos demonios cuando encuentran la puerta de nuestro corazón abierta ponen en su interior sus armas que son los malos loyismí (reflexiones y pensamientos unidos con la fantasía) y los pazos dejándolos allí si nosotros no luchamos para expulsarlos fuera.
Capítulo 16
De qué manera amaneciendo, por la mañana el soldado de Cristo debe salir al combate para guerrear.
Mientras te has despertado por la mañana y hayas orado bastante rato diciendo Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν με, Kirie-Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, eleisón me, la primera cosa que debes pensar es esto: creer que te ves a ti mismo encerrado en un lugar o un estadio, el cual no es otra cosa que tu propio corazón y todo tu hombre interior; y con esta ley, aquel que allí dentro no lucha, permanecerá para siempre muerto; y dentro en esto imagínate que ves delante de ti aquel enemigo y aquel mal deseo tuyo que has decidido pelear y estás preparado hasta herirte y morir, basta sólo con vencerlo. Y de la parte derecha del estadio, piensa que ves a tu triunfador Capitán general, a nuestro Señor Jesús, con Su Santísima Madre y con muchas legiones de Ángeles y de Santos y sobre todo el Arcángel Miguel; y de la parte izquierda piensa que ves el diablo terrenal con sus demonios preparados para levantar aquel pazos y deseo malo contra tuyo, y te fuerzan a que abandones la guerra y seas sometido a esto; Imagínate que escuchas una voz como si fuera de tu Ángel de la guarda que te diga lo siguiente:
Tú hoy lucharás contra este pazos y los otros enemigos, pero tu corazón que no se acobarde plenamente y así por miedo o por cualquier otra limitación, de ninguna manera evites esta guerra; porque nuestro Señor y Capitán general Jesús está aquí de pie rodeado junto con todas sus legiones gloriosas para luchar contra todos tus enemigos y no dejarlos que te opriman y te venzan. “El Señor combatirá por vosotros…" (Ex 14,14), Por tanto, permanezca estable, esfuérzate a ti mismo y sufre con paciencia el dolor que alguna vez puedas sentir y grita muchas veces desde las profundidades de tu corazón: “Señor, no me entregues al capricho o voluntad de mis enemigos” (Sal 26,12).
Clama al Señor, a la Virgen, a todos los Santos y Santas y seguro que vencerás; por que dice: “Os escribo jóvenes para aseguraos que habéis vencido el astuto maligno” (1 Jn 2,3). Y si tu eres débil, mal acostumbrado y mal criado, mientras que tus enemigos son fuertes y muchos, muchas más son las ayudas de aquel que te ha creado y redimido, e incomparablemente más fuerte es el Dios en esta guerra, como se ha escrito: “Tu Señor es el héroe y el poderoso de la guerra” (Sal 23,8). Él anhela más para sanarte y salvarte, que el enemigo para arruinarte. Por eso lucha y no te aburras nunca de este esfuerzo tuyo. Porque del esfuerzo, de la violencia y de la prueba que sientes, por la costumbre que has mostrado al mal, nace la victoria y el gran tesoro, con el cual se compra la realeza increada de los cielos y se une la psique para siempre con el Dios.
Así que, comienza en el nombre de Dios a luchar con los vehículos de la desconfianza de ti mismo, la esperanza, confianza y todo tu ánimo a Dios con la oración y la practica (entrenamiento); sobre todo con el vehículo de la oración noerá y del corazón, que es, Κύριε, Ἰησοῦ Χριστέ, Señor Jesús Cristo, nombre tan terrible que como un cuchillo con doble filo y boca gira hacia el interior del corazón tragando y haciendo pedazos a los demonios y los pazos; por eso, en relación con esto, dijo san Juan el Clímaco: “Con el nombre de Jesús Cristo azota los enemigos”, sobre esto hablaremos por separado en el capítulo 45. Con estas cosas, que digo, lucha contra aquel enemigo y pazos y el mal deseo que te ataca y te combate por el cual estás decidido vencer con el orden que te he dicho al capítulo 13; es decir, unas veces con la resistencia herirle hasta la muerte, otras con el odio y otras veces con las praxis opuestas de la virtud; y así harás cosas que gustan a Dios, el cual con toda la Iglesia triunfante del cielo está a lado tuyo vigilante viendo esta guerra tuya.
Guerra por la que no debes afligirte pensando que por un lado son las obligaciones que tenemos todos para trabajar y gustar a Dios y por otro lado la necesidad que tenemos para luchar, como te dije antes. Porque si abandonamos esta guerra seguro que falleceremos. Después, si te has ido por momento de la guerra según Dios y te entregas al mundo y en todos sus disfrutes, reposos y al bien estar de la carne, después otra vez con presión contra tantas contrariedades debes luchar con sudor en tu cara y tu corazón sea herido con lipotimias mortales. ¿Cuándo? Pues, durante tu vejez y en la hora de tu muerte. Cuando los demonios y todos tus pazos posiblemente te habrán rodeado. Y tanto te arrollarán y abatirán que tú no pudiendo a quien combatir primero te entregará en la muerte eterna. Por eso amigo mío, no seas tan tonto e insensato, que quieras luchar y pelear entonces en una hora desfavorable, sino como un prudente, sufre con paciencia ahora el cansancio de la guerra, para que venzas y seas coronado y unirte con el Dios aquí en Su realeza (increada) celeste. “Y acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos y lleguen los años de los que tú dirás ya no tengo fuerza”.

San Nicodemo el Aghiorita

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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