ΟΣΙΟΥ
ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ
ΠΟΛΕΜΟΣ
La
guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA
PARTE
Capítulo 15: Cómo uno debe luchar siempre
valientemente con todas sus fuerzas.
Capítulo 16: De qué manera
amaneciendo, por la mañana el soldado de Cristo debe salir al
combate para guerrear.
Capítulo 15.
Cómo uno debe
luchar siempre valientemente con todas sus fuerzas.
Si quieres estar
venciendo a tus enemigos más rápido y fácilmente, hermano mío, es
necesario luchar siempre valientemente contra todos tus pazos, pero
más y especialmente contra tu filaftía (egolatría, excesivo
amor a sí mismo y al cuerpo), acostumbrándote a tener como amigos
queridos los desprecios y los sufrimientos, que alguna vez te provoca
el mundo; porque por no conocer uno esta guerra de sí mismo y contar
poco con ella, ha ocurrido y ocurre siempre que las victorias sean
difíciles, imperfectas, poco frecuentes y casi inexistentes.
Entonces pues, esta
guerra se debe hacer siempre, incesantemente, es decir, continuamente
hasta la hora de tu muerte y con una psique valiente que fácilmente
conseguirás esta valentía, valor en tu psique si la pides de Dios;
si por un lado, piensas al impulso o ímpetu maniático y el odio
permanente que tienen contra ti los enemigos demonios y su multitud
de legiones y ejércitos, pero por otro lado piensa y reflexiona que
es mucho más potente la fuerza de Dios y la agapi (amor, energía
increada) que te tiene y que son muchísimos más los ángeles del
cielo y las oraciones de los Santos que están luchando
silenciosamente a favor tuyo, como se ha escrito para Amalik: “El
Señor lucha con una mano mística e invisible” (Ex 17,16). Por eso
con este pensamiento fueron movidas tantas mujeres y muchachos y han
conquistado toda la fuerza y la sabiduría del mundo y han vencido
todos los asaltos, ataques del diablo con toda su furia y manía.
Por lo tanto, no debes
asustarte y tener miedo nunca, aunque te parezca que la guerra de los
enemigos es muy fuerte y que permanecerá para toda tu vida, aunque
te amenace con varias recaídas de distintas partes. Porque toda
fuerza y conocimiento de nuestros enemigos se encuentra en las manos
del Comandante supremo Jesús Cristo que por el honor de él te están
atacando. El cual solo te llama y te invita con insistencia a esta
guerra, no sólo no te dejará que tengas como peso fuerte ningún
poder de los enemigos y ninguna victoria de ellos, porque esto lo
considera una ofensa para él, sino que él luchando por ti, los
entregará vencidos en tus manos, cuando a él le parece agradable,
tal como se ha escrito: “El Señor, tu Dios, está en medio de tu
campamento va y viene para protegerte y librarte de tus enemigos y
para captarlos y entregarlos en tus manos” (Deut 23,14).
Pero si el Señor
retrasa hasta el último momento de tu vida, para que tú tengas esta
victoria, esto será tu mayor beneficio (27).
Tú sólo debes luchar con valentía; y si algunas veces en la guerra
quedas herido nunca dejes las armas y te marches; en definitiva, para
que seas movido valientemente en esta guerra debes saber que no la
puede evitar ningún hombre sea en vida, sea en la hora de la muerte;
y el que no lucha para vencer sus pazos y sus enemigos,
obligatoriamente debe ser capturado de aquí o de allá y morir.
27. Como el
Dios no exterminó todas las naciones de la tierra prometida sino que
ha dejado en ella las cinco regiones con otras razas, los Sidonios y
los Hebreos; primero para probar si los hebreos guardan los
mandamientos y la fe firme; segundo para que sean enseñados siempre
en la guerra, como se ha escrito: “Los cinco principados sirvieron
para probar a Israel… para ver si guardaban los preceptos del
Señor. Y enseñarlos la guerra” (Jue 3, 4-5). De esta manera no
extermina todos los pazos de nosotros, sino que nos deja algunos para
que nos combatan hasta nuestra muerte, no por debilidad o causa suya,
sino por causa nuestra, como interpreta Teodórito: 1) para que no
caigamos en la negligencia, sino que estemos vigilantes, cuidadosos y
cautelosos; 2) para que no olvidemos la guerra y de repente nos
ataquen y nos venzan los pazos y los enemigos; 3 ) para que
recurramos siempre a Dios y pidamos con más fuerza y ardor Su ayuda;
4) para no enorgullecernos y vanagloriarnos, sino que seamos humildes
de conducta y carácter. 5) para que odiemos con todo nuestro corazón
los pazos y los enemigos que incansablemente nos atacan tanto; 6)
para que seamos probados si guardamos hasta el final el honor y la
alabanza a Dios y la agapi-amor y la fe. 7) para que seamos
estimulados a guardar todos los logos o mandamientos y no
transgredirlos, ni siquiera el más pequeño; 8) para que aprendamos
con la prueba lo que vale la virtud y a continuación no caer al
pecado; 9) para que la guerra continua se convierta en una cuestión
de mayores coronas; 10) para que glorifiquemos y alabemos más a Dios
y avergonzar más al diablo y el pecado con nuestra paciencia hasta
el final; y 11) para que seamos entrenados con la costumbre de la
guerra a no tener miedo o terror el día de la muerte, cuando la
guerra ya nos será más fuerte;
Por eso debemos luchar
siempre valientemente, debido a que tenemos que tratar con este tipo
de enemigos, los cuales nos odian tanto que no es posible que
tengamos alguna esperanza de paz de ellos, ni tregua y cese de la
guerra. Por eso sería bueno desde el principio no abrir la puerta y
poner los enemigos y los pazos en nuestra psique y corazón. Puesto
que si los hemos dejado entrar una vez, no podemos ya quedarnos
indiferentes, sino que debemos luchar para expulsarlos, porque estos
descarados y sin vergüenzas no salen de otra manera que con la
guerra.
(28)
San Basilio el Magno en su logos sobre la castidad, dice en relación
un bello ejemplo: “Si los soldados reales en tiempo de guerra no
pueden encerrar sus armas en casas cerradas sino en aquellas casas
que encuentran abiertas y mientras los ponen dentro ellos salen fuera
y caminan por la calle sin tener miedo que alguien le eche las armas
fuera; de la misma manera los malignos demonios cuando encuentran la
puerta de nuestro corazón abierta ponen en su interior sus armas que
son los malos loyismí (reflexiones y pensamientos unidos con la
fantasía) y los pazos dejándolos allí si nosotros no luchamos para
expulsarlos fuera.
Capítulo 16
De qué manera amaneciendo, por la mañana el
soldado de Cristo debe salir al combate para guerrear.
Mientras te has
despertado por la mañana y hayas orado bastante rato diciendo Κύριε,
Ἰησοῦ Χριστέ, Υἱὲ τοῦ Θεοῦ, ἐλέησόν
με, Kirie-Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, eleisón me, la
primera cosa que debes pensar es esto: creer que te ves a ti mismo
encerrado en un lugar o un estadio, el cual no es otra cosa que tu
propio corazón y todo tu hombre interior; y con esta ley, aquel que
allí dentro no lucha, permanecerá para siempre muerto; y dentro en
esto imagínate que ves delante de ti aquel enemigo y aquel mal deseo
tuyo que has decidido pelear y estás preparado hasta herirte y
morir, basta sólo con vencerlo. Y de la parte derecha del estadio,
piensa que ves a tu triunfador Capitán general, a nuestro Señor
Jesús, con Su Santísima Madre y con muchas legiones de Ángeles y
de Santos y sobre todo el Arcángel Miguel; y de la parte izquierda
piensa que ves el diablo terrenal con sus demonios preparados para
levantar aquel pazos y deseo malo contra tuyo, y te fuerzan a que
abandones la guerra y seas sometido a esto; Imagínate que escuchas
una voz como si fuera de tu Ángel de la guarda que te diga lo
siguiente:
Tú hoy lucharás
contra este pazos y los otros enemigos, pero tu corazón que no se
acobarde plenamente y así por miedo o por cualquier otra limitación,
de ninguna manera evites esta guerra; porque nuestro Señor y Capitán
general Jesús está aquí de pie rodeado junto con todas sus
legiones gloriosas para luchar contra todos tus enemigos y no
dejarlos que te opriman y te venzan. “El Señor combatirá por
vosotros…" (Ex 14,14), Por tanto, permanezca estable,
esfuérzate a ti mismo y sufre con paciencia el dolor que alguna vez
puedas sentir y grita muchas veces desde las profundidades de tu
corazón: “Señor, no me entregues al capricho o voluntad de mis
enemigos” (Sal 26,12).
Clama al Señor, a la
Virgen, a todos los Santos y Santas y seguro que vencerás; por que
dice: “Os escribo jóvenes para aseguraos que habéis vencido el
astuto maligno” (1 Jn 2,3). Y si tu eres débil, mal acostumbrado y
mal criado, mientras que tus enemigos son fuertes y muchos, muchas
más son las ayudas de aquel que te ha creado y redimido, e
incomparablemente más fuerte es el Dios en esta guerra, como se ha
escrito: “Tu Señor es el héroe y el poderoso de la guerra” (Sal
23,8). Él anhela más para sanarte y salvarte, que el enemigo para
arruinarte. Por eso lucha y no te aburras nunca de este esfuerzo
tuyo. Porque del esfuerzo, de la violencia y de la prueba que
sientes, por la costumbre que has mostrado al mal, nace la victoria y
el gran tesoro, con el cual se compra la realeza increada de los
cielos y se une la psique para siempre con el Dios.
Así que, comienza en
el nombre de Dios a luchar con los vehículos de la desconfianza de
ti mismo, la esperanza, confianza y todo tu ánimo a Dios con la
oración y la practica (entrenamiento); sobre todo con el vehículo
de la oración noerá y del corazón, que es, Κύριε, Ἰησοῦ
Χριστέ, Señor Jesús Cristo, nombre tan terrible que como un
cuchillo con doble filo y boca gira hacia el interior del corazón
tragando y haciendo pedazos a los demonios y los pazos; por eso, en
relación con esto, dijo san Juan el Clímaco: “Con el nombre de
Jesús Cristo azota los enemigos”, sobre esto hablaremos por
separado en el capítulo 45. Con estas cosas, que digo, lucha contra
aquel enemigo y pazos y el mal deseo que te ataca y te combate por el
cual estás decidido vencer con el orden que te he dicho al capítulo
13; es decir, unas veces con la resistencia herirle hasta la muerte,
otras con el odio y otras veces con las praxis opuestas de la virtud;
y así harás cosas que gustan a Dios, el cual con toda la Iglesia
triunfante del cielo está a lado tuyo vigilante viendo esta guerra
tuya.
Guerra por la que no
debes afligirte pensando que por un lado son las obligaciones que
tenemos todos para trabajar y gustar a Dios y por otro lado la
necesidad que tenemos para luchar, como te dije antes. Porque si
abandonamos esta guerra seguro que falleceremos. Después, si te has
ido por momento de la guerra según Dios y te entregas al mundo y en
todos sus disfrutes, reposos y al bien estar de la carne, después
otra vez con presión contra tantas contrariedades debes luchar con
sudor en tu cara y tu corazón sea herido con lipotimias mortales.
¿Cuándo? Pues, durante tu vejez y en la hora de tu muerte. Cuando
los demonios y todos tus pazos posiblemente te habrán rodeado. Y
tanto te arrollarán y abatirán que tú no pudiendo a quien combatir
primero te entregará en la muerte eterna. Por eso amigo mío, no
seas tan tonto e insensato, que quieras luchar y pelear entonces en
una hora desfavorable, sino como un prudente, sufre con paciencia
ahora el cansancio de la guerra, para que venzas y seas coronado y
unirte con el Dios aquí en Su realeza (increada) celeste. “Y
acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que
vengan los días malos y lleguen los años de los que tú dirás ya
no tengo fuerza”.
San Nicodemo el Aghiorita
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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