ΟΣΙΟΥ
ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA PARTE
Capítulos 3, 4, 5, 6
Capítulo 3: La
esperanza y la confianza en Dios
Es muy necesario que en esta guerra no
confiarnos en nosotros mismos, como hemos dicho; sin embargo, si sólo
nos desesperamos, es decir, si sólo expulsamos toda convicción de
nosotros mismos, por supuesto que o huiremos o seremos vencidos y
atrapados por los enemigos. Por eso junto con la completa abnegación
de nosotros mismos, nos hace falta también la plena confianza y
esperanza a Dios, es decir, esperando todo bien, ayuda y victoria
sólo de Dios. Debido a que nosotros no somos nada, pues, no
esperamos nada más que derribos y caídas de nuestro sí mismo, por
las que no debemos tener ninguna confianza en nosotros mismos, y de
esta manera seguro que disfrutaremos de Dios toda victoria,
inmediatamente apenas hayamos armado nuestro corazón con una
esperanza viva en él; y recibiremos su ayuda según el Salmo “en
él tuvo esperanza mi corazón y fui ayudado” (Sal 27,11).
Esta esperanza junto con la ayuda,
podemos conseguirlas por cuatro razones.
a) Debido a que pedimos de un Dios que
es Omnipotente puede hacer lo que quiere y a continuación puede
ayudar también a nosotros.
b) Porque pedimos de un Dios que
realmente es infinitamente sabio, conoce todo con absoluta
perfección, por lo tanto, conoce todo aquello que nos conviene para
nuestra sotiría (redención, sanación y salvación).
c) Porque pedimos esta ayuda de un Dios
quien al ser infinitamente bondadoso y con una agapi (amor, energía
increada) y voluntad que no se pueden describir, está siempre
preparado para darnos de un momento a otro toda la ayuda que nos hace
falta para la victoria espiritual total de nuestro sí mismo,
inmediatamente cuando corremos en sus brazos con esperanza firme y
estable.
¡Y cómo es posible que este buen
Pastor muestro, quien corría treinta y tres años buscando la oveja
perdida, quedándose ronco de tanto gritar, que caminó en un camino
duro y espinoso, que derramó toda su sangre, cómo es posible digo,
que no gire sus ojos ahora hacia este cordero que corre detrás suyo
con anhelo, gritándole y rogándole! ¡Cómo puede no escucharlo y
no ponerlo en sus hombros divinos, haciendo fiesta junto con todos
los Ángeles del cielo! Y si el Dios no deja de buscar con gran
esmero y amor, para encontrar, según la parábola, la moneda
perdida, el sordo y el ciego pecador, ¿cómo es posible ahora
abandonar a este que como cordero perdido, clama y llama a su propio
Pastor? ¿Y quién se va a creer alguna vez que el Dios que está
tocando al corazón del hombre, deseando entrar en el interior y
cenar, según el Apocalipsis dándole sus carismas; y cuando el
hombre le abre la puerta y le invita, él debería hacer de sordo y
no querer entrar? Los logos del Apocalipsis son: “Yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa,
cenaré con él y él conmigo” (Apoc 3,20).
d) Cuarta manera para obtener uno esta
ayuda y esperanza de Dios, es correr con su memoria a la verdad de la
divinas Escrituras, las cuales en tantas partes indican claramente
que aquel que tiene esperanza en Dios nunca se ha quedado sin ayuda y
avergonzado. “Observad las antiguas generaciones y reflexionad;
¿quién se ha confiado a Dios y se ha avergonzado?” (Sirac 2,9).
Por eso aquel rey Avgaro, mientras restauró aquel icono de nuestro
Señor hecho a mano, encima de la Puerta de entrada a la Ciudad de
Edesa escribió estas palabras: “Cristo Dios, el que tiene
esperanza en ti no fracasa nunca”.
Hermano mío, ármate con estas cuatro
maneras. Y comienza la obra y la lucha para vencer; y seguro que de
estas obtendrás no sólo la esperanza total y firme a Dios, sino
también tu desconfianza total en ti; por la que no dejo de
recordarte también en este capítulo, que tienes mucha necesidad del
conocimiento de ella; porque en el hombre está tan pegada la
confianza de sí mismo y de una manera tan fina y sutil que casi
siempre vive escondida en el interior del corazón, nos autoengaña y
parece que no tenemos confianza en nosotros mismo y tenemos esperanza
a Dios. Por tanto, para que tú te alejes lo más que puedas de esta
vana consideración y reputación, y trabajes la falta de confianza
en ti mismo y la esperanza a Dios, es necesario e importante que
preceda el pensamiento de tu debilidad antes que el pensamiento de la
omnipotencia de Dios, y con estos dos pensamientos juntos preceder
antes de toda praxis nuestra.
Capítulo 4
Cómo uno puede conocer si trabaja
con la desconfianza de sí mismo y con la confianza completa a Dios
Muchas veces creen algunos osados que
no se fían de sí mismos y toda su esperanza y convicción la tienen
en Dios; pero no es así. Y sobre esto se cercioran por el resultado
que les viene sobre su decadencia, cuando suceda. Porque por
casualidad ellos sufren y se entristecen por sus decaídas, y de una
manera se decepcionan y creen que de ahora en adelante pueden hacer
el bien, esto es una señal segura de que antes de su decaída creían
en sí mismos y no a Dios. Y si el sufrimiento y la desesperación de
ellos es grande, está claro que mucho creían en sí mismos y poco a
Dios; porque el que no confía mucho de sí mismo y tiene esperanza
en Dios, cuando recaiga no se extraña tanto ni puede sufrir y
entristecerse excesivamente, puesto que conoce que esto le ocurre por
la debilidad de sí mismo y la poca esperanza que tiene a Dios; sobre
todo entonces desconfía más de sí mismo y con más humildad tiene
esperanza a Dios, odiando más que nadie los pazos perversos y
desordenados que son la causa de su decaída con un gran dolor
pacífico y sereno, por la tristeza en Dios; y así por supuesto que
obtiene desconfianza de sí mismo, pero persigue con mayor valentía,
coraje y determinación hasta la muerte de los enemigos.
Estas cosas que he dicho, deseo que las
piensen algunos que creen que son virtuosos y espirituales, quienes
cuando caen en algún defecto no pueden ni quieren pacificarse; y
algunas veces queriendo liberarse del gran sufrimiento, aflicción y
molestia que están pasando a causa de su excesivo amor a sí mismos,
únicamente por esto corren inmediatamente a su padre espiritual, al
cual principalmente tenían que haber ido antes para que sean lavados
de la contaminación del pecado y tomar fuerza contra el sí mismo
con el divino misterio de la metania (confesión, arrepentimiento
e introspección).
Capítulo 5
El error que cometen muchos creyendo
como virtud la pusilanimidad.
En relación a esto, hay muchos que se
encuentran en engaño, porque los que creen como virtud la
pusilanimidad y la tristeza excesiva que les acompaña después del
pecado, no conociendo que el pecado proviene del orgullo oculto y la
superstición que se han cimentado sobre la esperanza y la confianza
que tienen de sí mismos y sus propias fuerzas. Porque estos creyendo
en sí mismos de que son algo se confiaron de una manera, y con la
prueba de la caída ven que no tienen ninguna fuerza, se atormentan y
se extrañan como si fuera una cosa nueva y se desaniman viendo caído
al suelo aquello que se habían confiado y depositado todo su ánimo
y todas sus esperanzas (es decir, en la confianza de sí mismos).
Pero esto no sucede al humilde, el cual sólo a Dios tiene la
esperanza y el ánimo, sin tener ninguna esperanza de sí mismo. Por
eso cuando cae en cualquier tipo de error, aunque siente dolor y
tristeza, no se atormenta ni se extraña. Porque conoce que esto le
ha ocurrido por su miseria y la debilidad de sí mismo, la que conoce
muy bien con la luz y energía (increada) de la verdad.
Capítulo 6
Otras experiencias por las que se
obtiene la desconfianza de nosotros mismos y el ánimo y la confianza
a Dios.
Debido a que toda la fuerza, con la que
vencemos a nuestros enemigos, nace de la desconfianza a nosotros
mismos y de la esperanza a Dios, es necesario hermano mío que te
suministres de estas noticias, para que con la ayuda de Dios logres
esta fuerza; Sepas, pues, con certeza que no te servirán ni las
cualidades, sean naturales o adquiridas, ni todos los carismas que se
dan gratis, ni la gnosis de toda la Santa Escritura, ni la manera que
hemos trabajado tantos años y nos hemos acostumbrado en este
ejercicio, sin una especial ayuda y refuerzo de Dios en nuestro
corazón para que nos fortalezca para hacer todo esto; todas estas
cosas no nos harán cumplir con la voluntad divina, aunque en cada
bien gustado de Dios que debemos hacer y en cada peligro que debemos
evitar y en cada cruz que debemos levantar según su voluntad, digo,
si no eleva nuestro corazón una fuerza especial de Dios y no nos
fortalezca para realizar estas cosas, como dijo el Señor: “Sin mí
no podéis hacer nada” (Jn 15,15). Así que nosotros debemos en
toda nuestra vida, en todos los días, horas y momentos tener esta
opinión determinante de que de ninguna manera y con ningún loyismós
confiaremos y tendremos esperanza en nosotros mismos, nunca.
Junto que aquella cosas que te dije al
tercer capítulo para la esperanza a Dios, , conozca que no hay nada
más fácil para Dios que vencer tus enemigos, tanto lo pocos como
los muchos, tanto los antiguos como los fuertes, tanto los nuevos
como los débiles. Pues, una psique aunque esté cargada de pecados,
aunque tenga todos los defectos del mundo; aunque esté tan
contaminada que uno no puede imaginar, aunque haya probado y
utilizado todos los medios y luchas para dejar el pecado y hacer el
bien y no ha podido nunca obtener ni una pequeña parte del bien, y
que progresa más en el mal, a pesar de todo esto, no debe parar
nunca de tener esperanza a Dios, ni debe abandonar nunca las armas y
las luchas espirituales, sino que siempre debe luchar con valentía y
coraje. Porque debe conocer que en esta guerra invisible nunca pierde
aquel que no cesa de luchar y tiene esperanza a Dios; quien nunca
deja de ayudar a sus guerreros, a pesar que algunas veces deja que
queden heridos; Que luche pues, cada uno, porque de esta guerra
depende y se sostiene todo. Y lo medicinal, curativo está preparado
y efectivo para que sea dado a los guerreros que buscan a Dios y su
ayuda, con esperanza firme. Porque en tiempo que menos lo esperan
desaparecerán sus enemigos, tal y como se ha escrito: “Ha perdido
su fuerza luchadora el guerrero, enemigo de Babilonia” (Jer 51,30).
San Nicodemos el Aghiorita
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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