ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ
ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo 8 El examen
de conciencia
Para el examen de conciencia piensa
tres cosas: los errores de cada día, la causa de estos y la
mezquindad y la predisposición que tienes para luchar y adquirir las
virtudes contrarias. Para los errores haz aquello que te dije al
capítulo 26 (qué debemos hacer cuando estamos heridos, etc.). Para
la causa de estos oblígate y esfuérzate a ti mismo a luchar para
destruirla y echarla por tierra. Para que estés con buen ánimo y
deseo de hacer esto y adquirir las virtudes, debes fortalecer tu
voluntad en no tener fe en ti mismo, es decir, no confiar de ti mismo
y tener la confianza, la esperanza y el ánimo a Dios, con la oración
y con el odio a las praxis de la maldad y con el deseo a las praxis
de la virtud correspondiente.
Hermano mío, ocúpate siempre en cada
pensamiento, logos y obra a tener la conciencia sin remordimiento, es
decir, que no te acuse tu conciencia por alguna cosa. Porque el que
examina al fondo la correcta, ortodoxa y divina conciencia, nunca
puede errar o si comete algún error no queda sin rectificarlo.
Porque la conciencia es la ley natural que ha dado el Dios al corazón
de los hombres para que les conduzca siempre como una linterna a
todos los bienes. Como dijo san Nilos: “utiliza tu conciencia como
linterna pera tus praxis, acciones”. Y el apóstol Pablo: “los
mandamientos o logos de la ley de Dios están escritos en los
corazones” (Rom 2,15).
Tu conciencia debes tenerla intachable
ante cuatro cosas: a) ante Dios, b) ante ti mismo, c) hacia tu
prójimo y d) hacia las otras cosas. En lo que concierne a Dios debes
examinar tu conciencia si has guardado todas aquellas cosas que estás
obligado a salvaguardar ante él; Es decir, aplicar y cumplir todos
los mandamientos hasta los más insignificantes (109);
y si le has amado y servido con toda tu psique-alma y estás
preparado a morir para él, como tienes obligación. Y si estas cosas
no lo has cumplido y salvaguardado ocúpate de aquí en adelante a
cumplirlas y salvaguardarlas.
Respecto a ti mismo, salvaguardarás tu
conciencia intachable sin acusarte, si no eres indiferente y haces lo
que debes y que estás obligado hacerlo y que esté de acuerdo con tu
fuerza, tanto hacia el Dios como hacia tu prójimo y las demás
cosas. Además de todo esto, si no caes en excesos y deficiencias
destruyendo fuera de tiempo tu salud, tu vida y tus fuerzas físicas
con el ejercicio inadecuado y excesivo y no atribuyes al cuerpo su
medida justa, cuidándolo para su composición y mantenimiento.
Porque esto es contrario a la conciencia y la razón o logos
correcto.
Ante tu prójimo guardarás tu
conciencia limpia, si no haces algo que es contrario a la agapi
que debes ante él, atribuyendo a tus mayores, a tus semejantes y a
tus inferiores aquello que es debido para cada uno, de acuerdo con el
grado y el oficio, y vigilando a no escandalizarlos con logos, con
obras, con formas y guiños, como dice el apóstol Pablo: “A esto
tened cuidado: no pongáis impedimentos al hermano” (Rom 14,13) y
Salomón dice: “Pensad correctamente ante el Señor y los hombres”
(Prov 3,4).
Pero aunque te sucedan algunas cosas
que no están de acuerdo con el mandamiento de Dios, sino que según
tu juicio son permitidas, sobre estas cosas digo, si tu conciencia se
informa que supuestamente eres fuerte y puedes guardarlas o no, pero
que se escandaliza la conciencia de tu hermano que es débil,
entonces tú estás obligado a no ser motivo de escándalo para él,
sino dar alivio y descanso a la conciencia de él: “Pero si alguno
os dice: "Esto ha sido ofrecido a los ídolos", no comáis
en atención al que lo dijo y por motivos de conciencia. No de tu
conciencia, sino la del otro. Pues, ¿por qué mi libertad ha de ser
juzgada por conciencia ajena?” (1 Cor 10, 28). Pero en cosas que
son mandamiento de Dios y se escandaliza la conciencia del otro,
entonces tú debes despreciar la conciencia de aquel para que no
transgredas el mandamiento, dice san Basilio Grande.
Ante las demás cosas tendrás tu
conciencia tranquila sin acusaciones, si tienes la medida justa y no
utilizas exageraciones y deficiencias tanto de las comidas y bebidas,
como de ropa, dinero y fortuna. Porque como cosa inconsciente o
contra conciencia no sólo se comprende que uno desprecie y deje que
se estropeen las buenas comidas y la ropa o el dinero y la fortuna
con los que uno puede satisfacer necesidades físicas; sino también
querer y pedir comidas sibaritas y hedónicas, prendas de lujo,
dinero y elementos de la fortuna que no son necesarias para su
atención y servicio.
Y hablando en general, cada cosa que
está fuera de la lógica correcta, se llama para-conciencia o
contra-conciencia. Por eso tú hermano mío, `para cada cosa que
trates de hacer sea pequeña o grande, primero tienes que examinar y
aconsejarte de tu conciencia, pero no examinarla superficialmente y
con negligencia, sino al fondo con mucho cuidado y con exactitud.
Porque igual que los pozos, cuanto más profundos se hacen, más
buena y limpia agua se extrae de estos, así también nuestra
conciencia, cuanto más se examina y se destapa de los pazos
(pasiones, emociones y vicios) que está cubierta, tanto más y mejor
nos enseña qué debemos hacer.
Pero como existen también varias
conciencias, no sólo buenas y limpias, sino también cauterizadas y
sucias, como dice Pablo, es decir, viles con mala astucia,
inconscientes, insensibles e infectadas de los pazos; sin
embargo, a causa de su insensibilidad y suciedad o porque no son
examinadas con mucho cuidado, no enseñan siempre bien y
correctamente; por esta razón no es correcto que confíes siempre
sólo a tu conciencia, sino que las cosas que ella te aconseja, tú
las compares si son de acuerdo con aquellas que enseña la Santa
Escritura o que las presentes a los Guías Espirituales y te digan si
son correctas para que no seas engañado.
“Porque no se examinan las
conciencias con tanto cuidado y diligencia”, esto lo he añadido
porque la conciencia del hombre por muy inconsciente, vil y maligna
con pazos que sea, sin embargo cuando se examina con
exactitud, diligencia y cuidado no cesa nunca de controlar y tener
remordimientos, acusar al hombre de que está pecando y será
infernado por sus pecados si no hace la metania (penitencia,
confesión y arrepentimiento). Porque ella fue puesta de Dios en
nuestro interior como adversario, según el logos evangélico: “Ponte
de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él
en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez
al alguacil, y seas echado en la cárcel” (Mt 5,25); y testigo fiel
y verdadero, como san Pablo dice: “En esto da testimonio también
la conciencia de ellos” (Rom 2,15); y a la vez es juez implacable,
vital, muy justo, estricto y logos correcto, por eso no puede
callar. Pero el hombre cuando sea dominado por sus pazos
pasiones, emociones y vicios y quiere hacer sus deseos sin ningún
tipo de brida, tal y como desobedece y transgrede la ley de Dios, así
también desobedece y transgrede los exámenes de la divina
conciencia. Y para que no sea examinada ya por ella, como otro
Herodes corta la cabeza de Juan, es decir, no calcula ni hace caso su
conciencia y toma la decisión de infernarse. Por eso Salomón
conociendo esto, no dijo que la conciencia cuando es examinada bien
no examina al pecador, sino que cuando el pecador llega al punto
extremo de los males, entonces menosprecia y deshonra. “Cuando
viene el mal, viene también el desprecio; y con el deshonor, la
vergüenza” (Prov 18,3).
Aún te aconsejo una cosa más que vale
la pena que seas informado: es decir, nunca te fíes de tu
conciencia, si alguna vez te acusa por alguna cuestión tuya, porque
se llama conciencia por aquellas cosas que sabemos y no para las que
no conocemos. Porque según el profeta Jeremías, “el corazón está
más complejo y profundo que toda otra cosa” (el corazón
psicosomático es el subconsciente según los santos Padres), y
dentro en el corazón se encuentran ocultos muchos sutiles pazos
(pasiones, emociones y vicios), de los cuales nada conoce aquel que
los tiene, y por los que David suplica que sea sanado y purgado,
diciendo: “sáname, límpiame y púrgame de los pazos
ocultos” (Sal 18,13); por eso tú también nunca debes creer que
tu corazón está sanado, purgado y limpiado de los ocultos y sutiles
pazos, los cuales sólo son conocidos por Dios que sólo Él
examina los corazones, como dice Salomón: “solo Tú conoces
totalmente el corazón de todos los hombres” (3 Re 8,39). Y ten
como seguro aquello que dice Juan: “el Dios es superior que la
conciencia de nuestro corazón y conoce todo” (1 Jn 3,20).
Por eso el Apóstol Pablo conociendo
esto decía: “No me siento culpable de nada; pero no por esto quedo
justificado, porque quien me juzga es el Señor” (1 Cor 4,4). No
conoce que su conciencia le acuse y tenga remordimientos de alguna
cosa, pero a causa de esto no cree que él sea inocente.
Y cuantas buenas obras y victorias has
logrado, considéralas sospechosas. Estas cosas te aconsejo que no
las pienses mucho con tu conciencia, porque existe el peligro de la
oculta vanagloria y soberbia. Porque dice san Diádoco de Fótica en
la Filocalía: “Condición de humildad para uno es tratar de
olvidar su propio mérito de sus buenas obras.” Así dejando atrás
todas estas cosas cualquieras que sean y mandándolas a la caridad de
Dios, dirige tu loyismós pensamiento en el camino de este día
que te espera.
Después de todo esto, cuando acabe
este día, examínate a ti mismo si has utilizado bien todas las
cosas que te han sucedido. Y para las que te has equivocado, pues,
que te arrepientas y pidas de Dios que te perdone y en adelante
intenta subsanarte. Después agradécele por los favores y
benevolencias que te ha regalado este día. Reconócele como Creador
de todo bien, y agradécele más porque te ha salvado de tantos
enemigos visibles como de los invisibles. Porque te ha dado buenos
loyismí (pensamientos, reflexiones e ideas) y motivos para la
virtud y cualquier otra beneficencia que tú no conoces.
109. San
Basilio el Grande en su prólogo sobre los términos amplios, muy
sabia y extensivamente demuestra que todos los cristianos, pequeños
y grandes, están obligados a cumplir y aplicar los mandamientos o
logos que nos manda el Señor en el Santo Evangelio sin excepción
alguna:
A) Porque el
Señor enviando sus discípulos para predicar, los dijo que en sus
kerigmas enseñen todas las naciones y que cumplan y apliquen todos
los logos que él ha proclamado: “Id y haced discípulos míos en
todas las naciones… enseñándoles a cumplir y aplicar todo lo que
yo os he mandado” (Mt 28,19). Es decir, no unas guardarlos y otros
evitarlos, sino todos sin ninguna excepción.
B) Porque si
todos los mandamientos no fueran necesarios e indispensables para
nuestra sanación y salvación, no se escribirían en la Santa
Escritura, ni el Señor daría la orden de guardarlas todas
obligatoriamente.
C) Si el Señor
nos manda “hacernos perfectos” (Mt 5,48) y Pablo nos pide que: el
hombre de Dios sea adiestrado, correcto e instruido entero a Dios
(2Tim 3,17); está claro que esta perfección y compleción nos la
regalará la aplicación y ΛΑ
vigilancia de los mandamientos de
Cristo.
D) Porque los
mandamientos de Cristo están conectados uno con el otro como una
cadena, de manera que cuando uno transgrede sólo uno de estos
transgrede todos los demás y no recibe salario por los mandamientos
que ha guardado sino castigo por aquel que no ha guardado. Por eso
Santiago dice: “Porque el que guarda toda la ley, pero peca aunque
sea un mandamiento, se hace culpable de todos los mandamientos o
logos” (Sant 2,10). Y el mismo san Basilio dice: ¿De qué me
beneficiarán los demás mandamientos que he conseguido, si digo a mi
hermano idiota y por eso seré considerado como culpable para la
gehena del fuego ardiente?
Termino con la
nota en pie de página y te digo: Hermano, si perteneces a la
categoría de los esclavos o servidores y temes a Dios a que no te
infierne, pues, aplica y guarda todos los mandamientos. “Feliz es
aquel que teme al Señor y en sus mandamientos encuentra felicidad y
alegría” (Sal 111,1). Si subes a la categoría de los asalariados
y esperas recibir el salario por tu virtud en la realeza increada de
los cielos, guarda todos los mandamientos: “Decliné mi corazón
para hacer tus decretos para recompensa” (118,111). Si subes a la
categoría de los hijos y trabajas a Dios sólo por agapi
hacia Él, guarda todos los mandamientos: “Elevo mis manos hacia
tus mandamientos que he amado” (118,49). Y en otro lado: “¿Si
soy Padre, dónde está mi doxa-gloria?”, dice el Dios. Doxa-gloria
del padre es la obediencia del hijo hacia los mandamientos
espirituales.
Porque debes
saber lo siguiente: si transgredes sólo un mandamiento, no tendrás
franqueza en el día del juicio, sino vergüenza. Por eso David
decía: “Entonces no tendré vergüenza alguna en mirar a todos tus
mandamientos” (Sal 118,6). Te recuerdo también que todos los
mandamientos del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre todo se dicen
con el verbo imperativo, como: “amad a vuestros enemigos, bendecid
a los que os maldicen…”, rara vez se dicen en indicativo, como
“amarás al Señor tu Dios, no matarás…” y rarísima vez se
expresan con otros modos verbales.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de
la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas
www.logosortodoxo.com
(Blog en español)
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