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Τετάρτη 15 Μαΐου 2013

Domingo de Tomás, un importantísimo evangelio. Homilía del +Obispo de Flórina Agustín Kantiotis

 
Κυριακὴ του Θωμά - Ένα σπουδαιότατο ευαγγέλιο (+Μητροπολίτου Φλωρίνης Αυγουστίνου Καντιώτου)
Domingo de Tomás, un importantísimo evangelio.
Homilía del +Obispo de Flórina Agustín Kantiotis
Hoy queridos míos es Domingo de Contrapascua o de Tomás. Y en relación de esto es la lectura evangélica que hemos escuchado hoy (Jn 20,19-31). Esta lectura evangélica de hoy es importantísima. Las palabras que dijo el resucitado Señor durante su aparición a Tomás, no conciernen solamente a sus discípulos, sino cada hombre, en cualquier lugar y tiempo que viva. Porque por mucho que progrese uno científicamente y técnicamente, dentro en el interior de su existencia tiene un drama. Vive el sentimiento de culpa que crea el pecado. El evangelio de hoy debería escucharlo todo el mundo.
¿Qué dice? Dice que los discípulos estaban encerrados en una casa y no se atrevían a salir de allí, ni siquiera abrir las ventanas, “por el miedo a los judíos” (Jn 20,19). ¿Pero esto no ocurre hoy? Las naciones, pequeñas y grandes, están encerradas en sus espacios y tienen miedo el uno al otro.

Domina el miedo. La angustia y la ansiedad ahogan el mundo, no vaya ser que de un error demoníaco caiga el fuego de la energía atómica.
¡Cuan feliz sería el atormentado mundo, si en los congresos internacionales que se reúnen los grandes y rompen sus cabezas para encontrar solución a los problemas de Oriente y Occidente, imploraran a Cristo! Igual que entonces “vino el Jesús y estaba entre medio” de los asustados discípulos, así vendría otra vez, para decir la palabra que hoy hemos escuchado, “Paz en vosotros”, y ofrecer el regalo más precioso, la paz. Porque el Cristo es la paz y da la paz. Pero cada uno de nosotros y todos debemos ser dignos en recibir este regalo de valor inestimable.
Dentro al mundo atormentado, el evangelio de hoy deberían escucharlo todos, especialmente los incrédulos y los de poca fe, los intelectuales (escribas) y los científicos de nuestra época, estos que piden pruebas y certificaciones como Tomás. Así era él. Durante una semana tenía grandes dudas e interrogantes, balanceaba entre la fe y la infidelidad. Dudó que se hubiera resucitado el Cristo. Pero el Señor no le echó, ni le recriminó, tampoco descartó la investigación. Apareció especialmente para él, le llamó y le dijo: Hijo mío, ¿tienes dudas? Ven e investiga, toca con tus manos mis heridas y te convencerás que yoSoy. Y realmente Tomás que decía: “Nunca creeré si no lo veo”, después de ver y tocar él mismo confesó su fe. Una fe no ciega, sino certificada con documentos y muestras. Ahora también existen muchos Tomás.
Estos que hoy celebran su santo. El Domingo de hoy es el día de los Tomás, metafóricamente son los desconfiados y los incrédulos. A estos llama hoy el Cristo y les dice: venid hijos míos vosotros que dudáis de mí; acercaos a mí, palpadme, buscadme, investigad el Evangelio una, dos, tres y muchas veces; y después de la investigación seréis convencidos.
¿Quiénes más deberían escuchar el evangelio de hoy? Pues, Arrio. Pero ha muerto, me diréis. Desgraciadamente Arrio no ha muerto; en nuestros días se han presentado sus nietos y bisnietos, los agentes de Bruklin, los milenaristas o testigos de Jehová que son parientes del Arrio; porque dicen lo que aquel decía. Ellos toman una goma de borrar y borran dentro del Evangelio lo que dice que Cristo es Dios. Pero que escuchen hoy a Tomás que estaba junto con Cristo, le vio, le palpó y le tocó, y dice: ¡Mi Señor y mi Dios! (Jn 20,28). Y si el incrédulo Tomás hoy confiesa con toda su convicción ¡Mi Señor y mi Dios! ¿Quién eres tú milenarista u otro hereje que niegas los dogmas de la deidad de Cristo?
Finalmente el evangelio de hoy deberían escucharlo también algunos heréticos como los protestantes o los evangelistas. Estos toman otro tipo de goma diabólica de borrar y borran la santidad del sacerdocio. Ni sacerdocio, ni cura o sacerdote, ni misterios (sacramentos) admiten. Cada uno se considera a sí mismo cura. Pero junto con ellos, que lo escuchen también algunos ortodoxos que mientras aceptan la santidad, en cambio al sacerdocio no muestran el respeto debido. Todos ellos que escuchen lo que dice el evangelio de hoy. De todo esto es lo más importante:
22 Diciendo esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid Espíritu Divino.»
22. Al decir esto, les sopló en sus rostros el vivificante aliento de la nueva vida la celeste, y les dijo: «Recibid divino Espíritu; es decir, la increada energía, la Jaris–Gracia, (tal como al principio Dios sopló al rostro de Adán.)
23 A quienes perdonéis o remitiereis los pecados les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos.» (Jn 20,22-23).
 ¿Qué significan todas estas cosas? Significan que el Cristo antes de que se fuera a los cielos entrega su poder. ¿Dónde lo entrega? ¿en todos? No. A los discípulos. ¿Y cuándo ellos mueran? A los sucesores. Y los sucesores a sus sucesores. Así tenemos una sucesión apostólica. Así una cadena de oro, un poder con orden divino, de generación en generación llega hasta nosotros, hasta el último sacerdote de hoy. “Recibid Espíritu divino…”, sobre estas palabras está sostenido el poder sacerdotal.
Sí, queridos míos, este cura con su sotana rasgada, este analfabeto de quien se burlan los supuestos científicos, éste, cuando se pone el patrajili (estola) y oficia, ya no es la persona tal o cual, Antonio, Kostantino, Juan. En aquel momento tiene las llaves del cielo, que nadie más las tiene. «Recibid Espíritu Divino; a quienes perdonéis o remitiereis los pecados les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (Jn 20, 22-23). Este poder, el resucitado Cristo no lo ha dado ni a los ángeles tampoco a los arcángeles. Lo ha dado a los sacerdotes. Y los sacerdotes ejercen en nombre del Cristo. Sí; en el momento que el pecador se arrodilla con lágrimas ante su padre espiritual, entonces está delante de Cristo y el sacerdote en nombre de Cristo le dice: “Hijo mío tus pecados son perdonados” (Mt 9,2 Mrc 2,5). Pero aún no he dicho nada.
La altura del sacerdocio se ve en la Divina Liturgia. ¿Tienen fe? ¿qué es lo que está encima del santo altar? Pan y vino. ¿Quién convertirá el pan en cuerpo de Cristo y quién el vino en Su sangre? Aunque se junten millares de personas, y todo el mundo, incluso todos los ángeles, no pueden hacer este misterio. Un sacerdote tiene este carisma, ¡oh milagro de los milagros! Por eso un santo dijo: si encuentras un cura y un ángel besa primero la mano del cura y después del ángel. Porque al sacerdote, el Cristo le ha dado mayor poder que a los ángeles.
 ¿Así que el de la sotana es un ángel, me dirán? Entonces debe vivir como un ángel. Pero tal cura hace esto, el otro obispo hace lo otro… Por eso yo no voy a la Iglesia… Hermano mío, no soy seguidor del encubrimiento de los errores del clero. Al contrario, pido que la Iglesia sea limpiada de los sucio y podrido para que retorne la vieja gloria, la de los Padres. Pero desde este punto hasta el punto de que digas yo no voy a la Iglesia porque el cura supuestamente es pecador –y tu eres santo- hay gran distancia. Querido mío, cualquiera que celebre el oficio, sea el cura más santo o el más pecador, mientras sea canónicamente ordenado, tiene la misma fuerza y poder. No tengas ninguna duda.
Un Cristiano criticaba los curas y los encontraba todos falsos. Nadie era digno para que él se confesara. Esperaba a encontrar un cura que fuera ángel o arcángel. Un día se encontró en un lugar desierto y tenía sed. Observando ha visto un arroyo, se arrodilló y bebió agua. ¡Qué agua tan buena dijo! ¡por dónde estará emanando? Avanzó y llegó hasta la fuente. Y allí encontró suciedad y hedor. Dentro de la fuente había un perro muerto y dentro de sus entrañas pasaba el agua. Dijo ¡ay qué me ha pasado!. Entonces se presentó un ángel y le dice: el agua que te ha refrescado es nuestra Ortodoxia. El perro muerto es el cura pecador. Pero aunque sea un perro muerto, el río de la divina jaris (energía increada) llega hasta a ti por él.
Queridos míos, honran al sacerdocio. Honrando al sacerdote honramos a Cristo Dios, “a quien jóvenes alabad y glorificad en todos los siglos”, Amín.

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)



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