Κυριακὴ
του Θωμά - Ένα σπουδαιότατο ευαγγέλιο
(+Μητροπολίτου Φλωρίνης Αυγουστίνου
Καντιώτου)
Domingo
de Tomás, un importantísimo evangelio.
Homilía
del +Obispo de Flórina Agustín Kantiotis
Hoy
queridos míos
es Domingo de
Contrapascua o de Tomás.
Y en relación de esto es la lectura evangélica que hemos escuchado
hoy (Jn 20,19-31). Esta lectura evangélica de hoy es importantísima.
Las palabras que dijo el resucitado Señor durante su aparición a
Tomás, no conciernen solamente a sus discípulos, sino cada hombre,
en cualquier lugar y tiempo que viva. Porque por mucho que progrese
uno científicamente y técnicamente, dentro en el interior de su
existencia tiene un drama. Vive el sentimiento de culpa que crea el
pecado. El evangelio de hoy debería escucharlo todo el mundo.
¿Qué dice? Dice que los discípulos estaban
encerrados en una casa y no se atrevían a salir de allí, ni
siquiera abrir las ventanas, “por el miedo a los judíos” (Jn
20,19). ¿Pero esto no ocurre hoy? Las naciones, pequeñas y
grandes, están encerradas en sus espacios y tienen miedo el uno al
otro.
Domina
el miedo. La angustia y la ansiedad ahogan el mundo, no vaya ser que
de un error demoníaco caiga el fuego de la energía atómica.
¡Cuan
feliz sería
el atormentado
mundo, si en
los congresos
internacionales que
se reúnen
los grandes y
rompen sus
cabezas para
encontrar solución
a los problemas
de Oriente y
Occidente, imploraran
a Cristo! Igual que
entonces “vino el Jesús y estaba
entre medio” de los asustados
discípulos, así vendría otra vez, para decir la palabra que hoy
hemos escuchado, “Paz en vosotros”,
y ofrecer el regalo más precioso, la paz. Porque el Cristo es la paz
y da la paz. Pero cada uno de nosotros y todos debemos ser dignos en
recibir este regalo de valor inestimable.
Dentro
al mundo atormentado, el evangelio de hoy deberían escucharlo todos,
especialmente los incrédulos y los de poca fe, los intelectuales
(escribas) y los científicos de nuestra época, estos que piden
pruebas y certificaciones como Tomás. Así era él. Durante una
semana tenía grandes dudas e interrogantes, balanceaba entre la fe y
la infidelidad. Dudó que se hubiera resucitado el Cristo. Pero el
Señor no le echó, ni le recriminó, tampoco descartó la
investigación. Apareció especialmente para él, le llamó y le
dijo: Hijo mío, ¿tienes dudas? Ven e investiga, toca con tus manos
mis heridas y te convencerás que yoSoy. Y realmente Tomás que
decía: “Nunca creeré si no lo veo”, después de ver y tocar él
mismo confesó su fe. Una fe no ciega, sino certificada con
documentos y muestras. Ahora también existen muchos Tomás.
Estos
que hoy celebran su santo. El Domingo de hoy es el día de los Tomás,
metafóricamente son los desconfiados y los incrédulos. A estos
llama hoy el Cristo y les dice: venid hijos míos vosotros que dudáis
de mí; acercaos a mí, palpadme, buscadme, investigad el Evangelio
una, dos, tres y muchas veces; y después de la investigación seréis
convencidos.
¿Quiénes
más deberían
escuchar el evangelio de hoy? Pues, Arrio. Pero ha muerto, me diréis.
Desgraciadamente Arrio no ha muerto; en nuestros días se han
presentado sus nietos y bisnietos, los agentes de Bruklin, los
milenaristas o testigos de Jehová que son parientes del Arrio;
porque dicen lo que aquel decía. Ellos toman una goma de borrar y
borran dentro del Evangelio lo que dice que Cristo es Dios. Pero que
escuchen hoy a Tomás que estaba junto con Cristo, le vio, le palpó
y le tocó, y dice: ¡Mi Señor y mi
Dios! (Jn 20,28). Y si el incrédulo
Tomás hoy confiesa con toda su convicción ¡Mi
Señor y mi Dios! ¿Quién eres tú
milenarista u otro hereje que niegas los dogmas de la deidad de
Cristo?
Finalmente
el evangelio de
hoy deberían
escucharlo también
algunos heréticos como los
protestantes o los evangelistas. Estos toman otro tipo de goma
diabólica de borrar y borran la santidad del sacerdocio. Ni
sacerdocio, ni cura o sacerdote, ni misterios (sacramentos) admiten.
Cada uno se considera a sí mismo cura. Pero junto con ellos, que lo
escuchen también algunos ortodoxos que mientras aceptan la santidad,
en cambio al sacerdocio no muestran el respeto debido. Todos ellos
que escuchen lo que dice el evangelio de hoy. De todo esto es lo más
importante:
22
Diciendo esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid Espíritu
Divino.»
22.
Al decir esto, les sopló en sus rostros el vivificante aliento de
la nueva vida la celeste, y les dijo: «Recibid divino Espíritu; es
decir, la increada energía, la Jaris–Gracia, (tal como al
principio Dios sopló al rostro de Adán.)
23 A quienes perdonéis o remitiereis
los pecados les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les
serán retenidos.» (Jn 20,22-23).
¿Qué
significan todas estas cosas? Significan que el Cristo antes de que
se fuera a los cielos entrega su poder. ¿Dónde lo
entrega? ¿en todos? No. A los
discípulos. ¿Y
cuándo ellos
mueran? A los
sucesores. Y los
sucesores a sus
sucesores. Así
tenemos una
sucesión
apostólica. Así
una cadena de
oro, un poder
con orden divino,
de generación
en generación llega
hasta nosotros, hasta el último sacerdote de hoy. “Recibid
Espíritu divino…”, sobre estas
palabras está sostenido el poder sacerdotal.
Sí, queridos míos, este cura con su
sotana rasgada, este analfabeto de quien se burlan los supuestos
científicos, éste, cuando se pone el patrajili (estola) y oficia,
ya no es la persona tal o cual, Antonio, Kostantino, Juan. En aquel
momento tiene las llaves del cielo, que nadie más las tiene.
«Recibid Espíritu Divino; a quienes perdonéis o remitiereis
los pecados les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les
serán retenidos» (Jn 20, 22-23). Este poder, el resucitado Cristo
no lo ha dado ni a los ángeles tampoco a los arcángeles. Lo ha dado
a los sacerdotes. Y los sacerdotes ejercen en nombre del Cristo. Sí;
en el momento que el pecador se arrodilla con lágrimas ante su padre
espiritual, entonces está delante de Cristo y el sacerdote en nombre
de Cristo le dice: “Hijo mío tus pecados son perdonados” (Mt 9,2
Mrc 2,5). Pero aún no he dicho nada.
La
altura del sacerdocio se ve en la Divina Liturgia. ¿Tienen fe? ¿qué
es lo que está encima del santo altar? Pan y vino. ¿Quién
convertirá el pan en cuerpo de Cristo y quién el vino en Su sangre?
Aunque se junten millares de personas, y todo el mundo, incluso todos
los ángeles, no pueden hacer este misterio. Un sacerdote tiene este
carisma, ¡oh milagro de los milagros! Por eso un santo dijo: si
encuentras un cura y un ángel besa primero la mano del cura y
después del ángel. Porque al
sacerdote, el Cristo le ha dado mayor poder que a
los ángeles.
¿Así
que el de la sotana es un ángel, me
dirán?
Entonces debe vivir como un ángel. Pero tal cura hace esto, el otro
obispo hace lo otro… Por eso yo no voy a la Iglesia… Hermano mío,
no soy seguidor del encubrimiento de los errores del clero. Al
contrario, pido que la Iglesia sea limpiada de los sucio y podrido
para que retorne la vieja gloria, la de los Padres. Pero desde este
punto hasta el punto de que digas yo no voy a la Iglesia porque el
cura supuestamente es pecador –y tu eres santo- hay gran distancia.
Querido mío, cualquiera que celebre el oficio, sea el cura más
santo o el más pecador, mientras sea canónicamente ordenado, tiene
la misma fuerza y poder. No tengas ninguna duda.
Un
Cristiano criticaba los curas y los encontraba todos falsos. Nadie
era digno para que él se confesara. Esperaba a encontrar un cura que
fuera ángel o arcángel. Un día se encontró en un lugar desierto y
tenía sed. Observando ha visto un arroyo, se arrodilló y bebió
agua. ¡Qué agua tan buena dijo! ¡por dónde estará emanando?
Avanzó y llegó hasta la fuente. Y allí encontró suciedad y hedor.
Dentro de la fuente había un perro muerto y dentro de sus entrañas
pasaba el agua. Dijo ¡ay qué me ha pasado!. Entonces se presentó
un ángel y le dice: el agua que te ha refrescado es nuestra
Ortodoxia. El perro muerto es el cura pecador. Pero aunque sea un
perro muerto, el río de la divina jaris (energía increada) llega
hasta a ti por él.
Queridos
míos, honran al sacerdocio. Honrando al sacerdote honramos a Cristo
Dios, “a quien jóvenes alabad y glorificad en todos los siglos”,
Amín.
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