ΚΑΤΑ
ΙΩΑΝΝΗΝ
ΕΥΑΓΓΕΛΙΟΝ
El
Evangelio de San Juan
Capítulo
20
(En
letra normal traducción más literal del texto original en griego
clásico y en letra cursiva en griego moderno ampliando un poco el
sentido de cada frase, por memorable Panagiotis Trémpelas,
teólogo y catedrático, cualquier error por favor avisarnos).
1-2 La
resurrección. 3-10 María, Pedro y Juan al sepulcro. 11-18 La
aparición del señor a María. 19-25 La aparición a los discípulos.
26-29 La aparición después de ocho días. 29-31 Primer epílogo.
1
El primer día de la semana, (es decir, el domingo), María Magdalena
fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio la piedra
quitada del sepulcro.
2
Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien
Jesús amaba especialmente, y les dijo: Se han llevado del sepulcro
al Señor y no sabemos dónde le han puesto.
3
Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
4
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápido
que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5
Se asomó y vio los lienzos puestos en el suelo, pero por respeto no
entró al sepulcro.
6
Luego llegó Simón Pedro después de él y entró en el sepulcro y
ve los lienzos allí puestos y no faltaban, como sería lo normal
si se hubiera robado el cuerpo.
7
Y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no estaba en el
suelo con los lienzos sino doblado cuidadosamente en lugar aparte.
8
Entonces, entró también el otro discípulo que había llegado
primero, vio de cerca estas cosas paradójicas y creyó, que no se
había robado el cuerpo, sino que Jesús se había resucitado.
9
Porque hasta entonces aún no habían entendido las profecías de la
Santa Escritura, según la cual había profetizado que Cristo debía
resucitar de entre los muertos.
10
Los discípulos se volvieron a los suyos a casa.
11
Pero María se quedó fuera cerca del sepulcro llorando, porque
había creído que habían robado el cuerpo de Jesús Cristo.
12
Tal y como estaba llorando se asomó al sepulcro y de golpe ve dos
ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a
los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Cristo.
13
Le dijeron: Mujer ¿por qué lloras? Ella les respondió: Porque se
han llevado a mi Señor y no sé dónde le han puesto.
14
Al decir esto, se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí
de pie, pero no percibió que era Jesús.
15
Le dijo Jesús: «Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella
creyendo que era el hortelano le dijo: Señor, si tú lo has llevado,
dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo.
16
Jesús le dijo: ¡María! Ella inmediatamente reconoció la voz y
girando hacia él, le dijo en hebreo: ¡Rabuní! Que quiere decir
Didáscalos, Maestro.
17
Jesús le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre;
ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre natural y vuestro
Padre por la jaris (gracia energía increada), a mi Dios y
vuestro Dios.»
18
María la Magdalena fue a decir a los discípulos que había visto al
Señor y anunciarles lo que él le había dicho, es decir,
anunciarles su resurrección.
19
En la tarde de aquel mismo día, el primero de la semana, (es decir,
el domingo,) estando cerradas las puertas en el lugar donde los
discípulos estaban reunidos por temor de los judíos, de repente
vino Jesús, y puesto en medio de ellos, les dijo: «La paz con
vosotros.»
20
Y diciendo esto, les enseño las manos y el costado, para que vean
las señales de las heridas y creer que él es el maestro de ellos.
Entonces los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor
resucitado.
21 Jesús
les dijo otra vez: «La paz esté con vosotros. Como el Padre me
envió mí, así yo os envío a vosotros.
21.
Jesús les dijo otra vez: «La paz esté con vosotros. Tal y como el
Padre me ha enviado a mí para terminar la obra de la sanación y
salvación de los hombres, así yo también os envío a vosotros para
continuar transmitiendo mi obra.»
22
Diciendo esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid Espíritu
Divino.»
22.
Al decir esto, les sopló en sus rostros el vivificante aliento de la
nueva vida celeste, y les dijo: «Recibid divino Espíritu; es decir,
la energía increada Jaris–Gracia, tal y como al principio el Dios
sopló al rostro de Adán.
23
A quienes perdonéis o remitiereis los pecados les son perdonados o
remitidos; a quienes se los retengáis, les son retenidos.»
24
Pero Tomás, uno de los doce, a quien llamaban Mellizo, no estaba con
ellos cuando llegó Jesús.
25
Le dijeron, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor, pero
aquel les dijo: si no veo en sus manos la señal de los clavos y no
meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no
creeré.
26
Pasados ocho días, de nuevo estaban dentro en la casa los discípulos
y Tomás con ellos. Mientras las puertas estaban cerradas, de repente
se presentó Jesús en medio de ellos y dijo: «La paz esté con
vosotros»
27
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo, y mira mis manos; acerca
tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino
creyente.»
28
Entonces Tomás contestó, diciendo: ¡Señor mío y Dios mío!
29
Jesús le dijo: «Porque me has visto, has creído, a partir de
ahora en los siglos de los siglos, bienaventurados y felices los
que creen sin haberme visto. Y creerán así las futras
generaciones de mi Iglesia.»
30
Aparte de este milagro de la resurrección y de los que había hecho
anteriormente Jesús hizo muchos más milagros y señales en
presencia de sus discípulos, los cuales demostraban su deidad y no
están escritas en este libro sagrado.
31 Pero
éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
31.
Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo,
Hijo y Logos de Dios; y creyendo en él con fe operativa e iluminada
tengáis vida nueva, divina y eterna inalienable, la que se transmite
en el nus (espíritu o energía del corazón de la psique) de los
hombres por la oración implorando su nombre.
(Es
decir, Jesús Cristo Hijo y Logos de Dios, eleisón me, compadécete
de mí pecador, o ten misericordia, caridad o alíviame, sáname,
ayúdame, consuélame).
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