Ὁ Σταυρός τοῦ Χριστοῦ καί ἡ σημασία του στή ζωή μας, Ἀρχιμ. Γεώργιος Καψάνης
LA CRUZ DE CRISTO Y SU IMPORTANCIA EN NUESTRA VIDA
+YERONTAS
GHEORGIOS KAPSANIS, ATHONITA
Santo
Monasterio de san Gregorio, Athos
CONTENIDOS
Prólogo
1. La
Santa Cruz como símbolo y señal de Cristo
2. La
dinamis (potencia o fuerza) de la Cruz
3. La
participación de los Cristianos en la Cruz de Cristo
3.1)
Crucifico al antiguo hombre, es decir, mis pazos
3.2)
Soporto las pruebas involuntarias de la vida con esperanza y
efjarísticamente (agradecidamente).
3.3)
Asumo dolores involuntarios, privaciones y luchas por la agapi
de Dios.
4. La
Cruz y el mundo contemporáneo
Léxico
con los términos: 1. Agapi, 2. Anticristo
3. Jaris 4. Logos 5. Loyismí
6. Metania 7. Pazos 8.
Psique,
PRÓLOGO
La
vida en Cristo no es una vida despreocupada, irresponsable y sin
esfuerzo. Tiene una felicidad real, alegrías grandes y esenciales,
mucha y profunda paz, pero se consigue poco a poco, y se mantiene y
crece dentro de una vida cruciforme.
La
Cruz de Cristo coexiste y se repite en la vida de los Santos, en la
vida de los fieles, de los discípulos de Cristo también hasta hoy
en día. La cruz embellece nuestra vida, nos forma en Cristo, nos
hace madurar y nos prepara para la Resurrección, la vida eterna.
El
mundo que está fuera de la Iglesia teme la Cruz de Cristo, se burla
de él, le rechaza y le niega con todo tipo de formas. Así se queda
sin Su bendición, sin Su fuerza y energía increada y sin esperanza
en el siglo presente y futuro. Los humildes discípulos del Sanador y
Salvador Cristo, con mucha paciencia aguantan la Cruz en sus vidas, a
pesar de sus imperfecciones y debilidades que cada día se suprimen y
en la posición de ellas se imprimen los “estigmas de la agapi
cruciforme de Jesús” en sus psiques y sus cuerpos.
Son
estos que provienen de la gran aflicción, sufrimiento y tristeza, y
las vestimentas de ellos se blanquean con la sangre del Cordero.
Son
estos que pueden amar realmente a Cristo y comprender a su semejante
con sus pecados, defectos y debilidades, aceptándole tal y como es,
aún cuando no lo merece, igual que el mismo Señor nos ha amado a
nosotros sin merecerlo.
Son
estos que llevando la Cruz de Cristo en sus vidas, contienen la Jaris
(gracia, energía increada) de Dios en nuestro mundo enfermo,
manteniéndolo y embelleciéndolo. Y no son pocos que hoy en día los
que aman la Cruz de Cristo en sus vidas. No son pocos los que escogen
la cruz y en vez de las fáciles soluciones mundanas, aguantan
“caminos duros” únicamente “por los logos de los labios de
Cristo”.
Con
estos deseamos incluirnos con la Jaris (energía
increada) de Dios también nosotros que tenemos dificultades a causa
de nuestras debilidades y estar crucificando en la Cruz de Cristo
nuestro antiguo hombre, nuestra orgullosa razón, y decir con nuestra
praxis diaria: “Soberano alabamos y reverenciamos Tu Cruz…”.
Marzo
1997
LA
CRUZ DE CRISTO Y SU IMPORTANCIA EN NUESTRA VIDA
1.
La Santa Cruz como símbolo y señal de Cristo
La
Santa Cruz es la más divina Señal y Símbolo de nuestra Fe. Todos
los santos Misterios terminan con la imploración del Espíritu Santo
y el sello de la Cruz: el Bautismo, la Crismación, la Divina
Efjaristía…
Todas
las oraciones sacerdotales son cruciformes.
Los
Templos Sagrados, los utensilios sacros y las vestimentas
eclesiásticas se santifican con la Santa Cruz.
No
se concibe una praxis litúrgica o una reunión de fieles sin el
sello de la Santa Cruz.
La
Cruz es también el compañero más fiel de cada cristiano ortodoxo
desde el momento que nacemos hasta nuestra muerte. Y el sepulcro del
cristiano se bendice con la Cruz.
Nos
santiguamos repetidamente, llevamos nuestra Cruz en el pecho, en
nuestras casas, en nuestros coches, en nuestros trabajos, tal como
psalmodía, canta nuestra Iglesia: “Cruz guardián de la tierra,
Cruz belleza de la Iglesia, Cruz el sostén de los fieles, Cruz la
gloria de los ángeles y la herida de los demonios”.
Además,
la Cruz no sólo es el símbolo más santo y querido sino el símbolo
cristiano insustituible. Sin la Cruz no se entiende la Iglesia del
crucificado Cristo. Por eso los heréticos no manifiestan la debida
devoción y respeto a la Santa Cruz, como los Protestantes, los
Evangélicos, le niegan totalmente y le insultan, blasfeman como los
testigos de Jehová.
Escribe
en el Gerontikón, un hombre santo y con poder contra los espíritus
malignos y sucios, San Juan Bostrinós: “preguntó a los demonios
que habitaban en unas chicas y a causa de ellos sufrían
terriblemente y estaban dominadas por manía: ¿Cuáles son las cosas
que más teméis de los Cristianos?, y ellos contestaron: Tenéis
tres grandes cosas, aquello que colgáis en vuestro cuello, aquello
que os bañáis en la Iglesia y aquello que coméis en la Divina
Liturgia. El santo preguntó otra vez: ¿Cuál de estos tres teméis
más?, y respondieron: “si guardaseis bien aquello que comulgáis,
nadie de nosotros podría perjudicar al Cristiano”. Estas cosas,
pues, son las que más temen los demonios: la Cruz, el Bautismo y la
Divina Comunión o Efjaristía. (Filocalía t. 5 pag 118-119).
2.
La dinamis (potencia o fuerza) de la Cruz
La
jaris (energía increada) y la potencia de la Santa
Cruz, no se deben en su figura o forma de cruz, sino en que la Cruz
de Cristo es el instrumento por el que el Cristo ha salvado al mundo.
Es el altar o sacrificadero, al que se ofreció por sí mismo para
todo el mundo. Toda la kenosis-vaciamiento, despojamiento,
empobrecimiento, tribulación, castigo, sufrimiento y muerte que ha
sufrido para nosotros, se culminan en la Cruz. En la Cruz ha vivido
el dolor más profundo, y el mayor desprecio para nosotros. Se hizo
maldición para nosotros, para librarnos del pecado y de la ley. Toda
la obra de Cristo, toda Su filantropía (amigo y amor al hombre) se
resumen en Su Cruz. Como se refiere san Gregorio Palamás: uno
preguntó irónicamente a uno de nuestros padres santos si cree al
Crucificado, y él respondió: sí, creo en Él que ha crucificado el
pecado, (San Gregorio Palamás, EPE t.9 pag 285).
En
la Cruz el Θεάνθρωπος
(zeánzropos) Dios y hombre Cristo ha disuelto la tragedia de
la libertad humana que había provocado la desobediencia de los
primeros en ser creados, “haciéndose obediente hasta la muerte,
muerte en la Cruz” (Fil 2,8), y reorientó nuestra libertad en su
creador, el Dios Triádico. En la Cruz ha vencido la muerte -“por
la muerte pisoteó la muerte”- con hacer Suya nuestra muerte, y con
Su Resurrección, nos ha regalado la vida y la incorruptibilidad.
Por
la Cruz nos ha reconciliado con el Dios Padre y nos ha regalado la
absolución, perdón de nuestros pecados.
Por
la Cruz, a nosotros los esparcidos hijos de Dios, nos ha congregado y
unido en un cuerpo, derrumbó las insuperables paredes que nos
separaban y “ha formado, creado en sí mismo al hombre nuevo” (Ef
2, 15). En la Cruz ha limpiado, purificado y santificado cielo, aire
y tierra, porque se crucificó bajo del cielo, se elevó al aire y Su
Santísima Sangre goteó en la tierra.
En
la Cruz ofreció sacrificio universal para toda la tierra y expiación
común para toda naturaleza humana, por eso padeció fuera de la
ciudad y fuera del templo de Salomón, como teologiza san Juan el
Crisóstomo.
En
la Cruz con Su propia elevación plena de humildad, como dice una
oración, elevó nuestra naturaleza que “por la falsa elevación y
la vana arrogancia, había bajado hasta al Hades (infierno)”. En la
Cruz reveló que este mundo no es la realidad definitiva, sino el
camino hacia la definitiva realidad, si dentro en este mundo luchamos
cruciformemente contra nuestro egoísmo. Así restableció el sentido
positivo del cosmos-mundo, (Dimitri Staniloae: “En el interior de
la Luz de la Cruz y la Resurrección”).
En
la Cruz se ha apocaliptado, revelado a Sí Mismo como el único
benefactor y salvador, redentor y vivificador del mundo y del
universo, y abolió definitivamente la obra del diablo, los métodos
y sus astucias malignas, los engaños, la fuerza y su poder en los
hombres. Por eso el diablo tiempla y se horroriza viendo que ya no
tiene la fuerza, mientras nosotros cantamos en la Iglesia: “Te has
crucificado para mí, para que venga la absolución en mí: te has
pinchado en la costilla, se abre la llave que emana mi vida; con los
clavos clavados en tus manos, para que yo por tus profundos
padecimientos, como creyente clame: vivificador Cristo, gloria
Salvador a Tu Cruz y tu pazos-pasión”.
La
muerte del Señor en la Cruz es vivificante y redentora, ofrece vida
y liberación:
Porque
es voluntaria.
El
Señor camina hacia la muerte, no como un condenado, sino como un rey
sacrificado por sus súbditos, como dice: “De un bautismo tengo que
ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lc
12,50). Por eso los Bizantinos escriben sobre la Cruz: “el rey de
la doxa-gloria”, e iconizan, representan al Señor no dominado por
el dolor (colgado el cuerpo de las manos en debilidad absoluta), sino
el Señor también del dolor (las manos horizontalmente en la Cruz).
Porque
es muerte real
El
sin pazos, in-pasivo Señor, según su deidad, padeció para nosotros
en carne. Su divina naturaleza concedió, de modo que Su naturaleza
humana pasase la agonía antes de la muerte y el dolor de la Cruz.
Sin embargo, por un momento en el jardín de Getszimaní, la
naturaleza humana se debilitó y se acobardó, pero la naturaleza
humana y la voluntad fueron sometidas a la divina naturaleza y
voluntad, padeció y murió para la gracia de la vida, la sanación y
la salvación del mundo.
Porque
el padeciente es impecable
El
impecable padeció, sufrió y murió para los pecadores. Es verdad
fundamental que el Señor fue impecable, porque Su naturaleza humana
por extrema concepción estaba unida con la divina naturaleza a causa
de la unión hipostática (substancial) a la persona del Logos de
Dios.
La
Cruz de Cristo fue y es “para los Judíos escándalo, para los
Helenos (idólatras) tontería, pero para los creyentes, la fuerza y
la sabiduría de Dios” (ver 1Cor 1,23). Es el acontecimiento más
paradójico de la historia: Por la muerte la Vida. Por la maldición
la elevación. Como dice san Gregorio Palamás: “esto es la
sabiduría y la fuerza de Dios, vencer por la enfermedad, elevarse
por la humildad, enriquecerse por la pobreza” (San Gregorio
Palamás, EPE t.9 pag 285).
No
es casualidad que el Señor no quiso permanecer en la doxa (gloria,
luz increada) de la Metamorfosis y evitar la Cruz, pero el que bajó
del Tabor preparaba Sus discípulos para “las cosas que iban a
ocurrir después” (Mar 10,32).
Cuando
Pedro le aconsejó evitar la muerte cruciforme, el Señor le
recriminó severamente. “¡Quítate de delante de mí, Satanás!;
me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino
en las de los hombres” (Mt 16,23).
Caminando
hacia padecimiento o la pasión voluntaria decía: “Ahora ha sido
glorificado el hijo del hombre” (Jn 13,31). Tal y como dice san
Juan el Crisóstomo: “La Cruz antes era cuestión de castigo y
vergüenza, pero ahora se hizo motivo de gloria y honor. El que la
Cruz es gloria, escucha a Cristo que dice: “Y ahora, Padre,
glorifícame tú a mí
como hombre a lado tuyo,
con la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo fuese” (Jn
17,5), dando a entender la gloria increada de la Cruz” (San Juan
Crisóstomo, EPE t.36 pag 37).
3.
La participación de los Cristianos en la Cruz de Cristo
Después
de la recriminación a Pedro, el Señor pidió de Sus discípulos que
caminen ellos también cruciformemente: “Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt 16,24).
A
los hijos de Zebedeo y la madre de ellos, que pedían presidencias,
el Señor dijo: “No sabéis lo que pedís; ¿podéis tomar el cáliz
que yo tomaré o el bautismo que yo me bautizaré?” Está
manifiesto de estas palabras del Señor, “ya que también Cristo
sufrió por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus
huellas” (1Ped 2,21).
La
Cruz no es “el tipo” o el “símbolo” de Cristo, sino la
forma, manera de vida de los Cristianos.
Tal
y como no se entiende Cristo verdadero sin la Cruz, así no se
entiende Cristiano verdadero sin la Cruz, es decir, sin la
coparticipación en la Cruz de Cristo, como el mismo Salvador nuestro
nos dice: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no
puede ser mi discípulo” (Lc 14,27).
***
¿Pero
qué significa seguir a Jesús Cristo llevando mi cruz, es decir,
vivir cruciformemente?
3.1)
Crucifico al antiguo hombre, es decir, mis pazos
“Pero
los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasos,
patologías, pasiones y deseos” (Gal 5,24). Repudio al antiguo
hombre y lucho para desarraigar de mi interior los pazos
egoístas y pecadores, el egocentrismo y la filaftía (egolatría)...
Las
formas de la filaftía-egolatría son: poca fe e incredulidad; la
indiferencia para mi semejante, y lo peor, la explotación de él; la
filaftía-egolatría, la filidonía-hedonismo, la codicia y la
avaricia, el resentimiento y la calumnia, y cualquier acción con la
que herimos y fastidiamos a nuestros semejantes; la ambición y la
vanagloria.
El
hombre ególatra, según los Padres, no puede ser filoteo-amante de
Dios ni filántropo (amigo del hombre). Puede fingir que es filoteo y
filántropo pero en el fondo ama solamente a sí mismo con una agapi
(amor) enfermiza.
Si
no crucificamos nuestra egolatría en la Cruz de Cristo, no podríamos
ser verdaderos discípulos Suyos, porque no podemos adquirir la
verdadera agapi (amor desinteresado) propia de Él.
Por
eso también el imitador de Cristo, Pablo dice: “En cuanto a mí
¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor
Jesús Cristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo
un crucificado para el mundo!” (Gal 6, 14).
Kosmos-mundo,
según Isaak el Sirio, es nuestra relación pasional y enfermiza con
el mundo, es decir, nuestros pazos. Por consiguiente,
el mundo se ha crucificado para mí y yo para el mundo, significa que
evito no solo los pecados propios, sino también los loyismí
y los deseos pecadores.
Esta
mortificación podemos lograrla, porque místicamente o
espiritualmente hemos co-muerto y co-resucitado con el Cristo: “Todos
los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte”, y así podemos caminar también “en nueva vida”
(Rom 6, 3-4).
Dentro,
en nuestra vida muerta, se nos ha sido regalada la nueva vida en
Cristo a través del Bautismo.
La
vida cristiana después del santo Bautismo es una lucha para que lo
“en dinami-potencia” se convierta y se haga “en energía”.
La
nueva vida en Cristo, inaugurada y regalada en nuestro interior,
tiene que vencer y metamorfosear (transformar) todo elemento del
antiguo y muerto hombre nuestro. Esta lucha es la Cruz.
Profundizando
sobre este misterio, san Gregorio Palamás nos habla de nuestra huida
del mundo (el primer misterio de la Cruz), cuando el mundo nos impide
dedicarnos y darnos a Dios, y de huida del mundo de nuestro interior,
cuando el mundo continúa ocupándonos con malos recuerdos y loyismí
(segundo misterio de la Cruz). Lo primero corresponde en la praxis y
lo segundo en la zeoría-contemplación.
Aquí
san Gregorio Palamás recalca que sin la zeoría-contemplación no
podemos sanar, limpiar y purificar nuestro hombre interior de los
malos y apasionados loyismí. “Cuando por la práctica
en la virtud llegamos a la zeoría-contemplación y cultivamos y
limpiamos a nuestro hombre interior, buscando dentro de nosotros el
tesoro que está escondido y examinando la realeza increada de Dios
que está en nuestro interior, entonces nosotros nos crucificamos
para el mundo y los pazos. Porque por este examen y
estudio se crea en nuestro corazón un calor que ahoga los malignos y
astutos loyismí, como las moscas y trae en la psique
paz, consuelo y súplica y al cuerpo proporciona la santificación o
santidad (San Gregorio Palamás, EPE t.9 pag 319).
También
san Isaac el Sirio recalca que: “La praxis de la Cruz es doble…
una consiste en la paciencia de las aflicciones de la carne, cuerpo,
y se llama praxis; y la otra es el trabajo fino del nus, el dialogo
con Dios y la oración incesante, y se llama zeoría-contemplación,
(todo sobre Abad Isaac pag 129).
Lo
admirable es que la Cruz de Cristo, según san Gregorio Palamás,
pre-energizaba, actuaba antes, en el Antiguo Testamento. En el A.
Testamento había el tipo de la Cruz, es decir, muchas praxis
milagrosas se terminaron con la figura de la Cruz, como cuando Moisés
trazó la señal de la Cruz para separar el mar rojo, por la que se
salvaron los Israelitas y fueron destruidos sus enemigos. En el A.
Testamento se refieren más o menos veinte protiposis o
pre-tipificaciones de la Cruz.
Había
también seres humanos que eran modelos o protipos del Cristo
crucificado, como por ejemplo Isaac, que con su obediencia
pre-tipificó a Cristo, el cual fue obediente al Padre hasta la
muerte; también Josef que injustamente fue perseguido y sufriendo
muchas pruebas también pre-tipificó al injustamente degollado
Señor.
Finalmente
en los Justos del A. Testamento, pre-energizaba, pre-operaba el
misterio de la Cruz como praxis y zeoría, y con la energía increada
y potencia de la Cruz vencieron el pecado y se reconciliaron con el
Dios.
La
Cruz operaba en Abraham, cuando mortificó en su interior el amor a
su patria y se marchó en tierra desconocida, por mandamiento de
Dios.
La
Cruz operaba en Moisés, cuando despreciaba los honores que tenía en
la corte de Faraó, prefiriendo al añorado Cristo.
Otra
vez, la Cruz operaba, cuando el Dios llamó a Moisés, antes de subir
en la Montaña, quitarse los zapatos de sus pies, es decir,
mortificar la conducta carnal con la fuerza de la expectación
divina.
San
Gregorio Palamás termina de la siguiente manera: “No me bastará
tiempo para describir sobre Jesús de Nineví y los jueces y Profetas
después de él; de David y los después de él, los cuales activados
con el misterio de la Cruz cortaron el curso o las corrientes del
agua de los ríos, pararon el sol, derrumbaron ciudades de infieles,
se proclamaron vencedores de guerras, se escaparon de las espadas,
apagaron la fuerza del fuego, cerraron las bocas de leones,
amonestaron reyes, resucitaron muertos, con su logos cerraron el
cielo y volvieron abrirlo…”(San Gregorio Palamás, EPE t.9 pag
309).
Si
la energía increada de la Cruz de Cristo pre-operaba en todos los
Justos del A. Testamento, es obvio que por excelencia pre-operaba en
la Señora Zeotocos, la siempre virgen María, la que desde el
principio logró “que el ser humano pueda constituirse en inactivo
hacia toda cosa que no gusta a Dios”, (San Gregorio Palamás, EPE
t.9 pag 311). Nunca se manchó por sí misma, ni con un loyismós
fino y desde muy joven hizo cosas que Abraham hizo en su vejez: salió
de su casa y sus parientes y se introdujo al altar de los altares,
donde elevada por encima de todo loyismós terrenal,
unió su nus (la energía de su corazón de la psique)
con el Dios y tuvo una zeoría-contemplación de Dios continua.
Por
supuesto que la Cruz en la vida de nuestra Panayía como praxis y
zeoría, no se entiende como en la vida de los justos del A.
Testamento que participaban al pecado. Cruz para ellos era la lucha
para superar el pecado, en cambio para inmaculada y sin mancha
Zeotocos, la Cruz se entiende elevación de fuerza en fuerza, de
doxa-gloria en doxa y de teoría-contemplación en teoría. Dice san
Nicolaos Kabásilas: “Desde el momento que ha nacido, edificaba
alojamiento para Aquel que podría salvar al hombre, luchaba para
hacer de sí mismo la bella casa de Dios, de modo que fuera digna
para Él” (San Nikolaos Kabásilas: La Madre de Dios pag 129).
Sobre
esta lucha de la Panayía y la visión, expectación, contemplación
de Dios que tuvo en el Altar de los Altares, nos hablan San Gregorio
Palamás y san Nicodemo el Aghiorita en sus famosas homilías: “Sobre
la introducción de la Panayía en el Altar de los Altares”.
3.2)
Soporto las pruebas involuntarias de la vida con esperanza y
efjarísticamente (agradecidamente).
Las
dolorosas e incurables enfermedades como la muerte de personas
queridas, nuestra muerte, la injusticia, la ingratitud, el desprecio
y las persecuciones que a veces sufrimos, la enfermedad y otras
pruebas, son ocasiones que si las utilizamos correctamente, nos
crucifican y nos levantan con el Cristo.
Si
nos enfadamos e indignamos, nos perjudicamos espiritualmente. Si las
aceptamos pasivamente, estoicamente, porque no podemos hacer de otra
manera, otra vez no nos beneficiamos. Pero si las aceptamos como
visita de Dios y como oportunidades para nuestro perfeccionamiento
espiritual, entonces nuestro beneficio es mucho y grande. La
voluntaria aceptación del dolor como Cruz, como regalo de la agapi
de Dios para nuestro perfeccionamiento espiritual, nos eleva a la
altura de los santos mártires. Por ejemplo, el cristiano que en la
cama del dolor, soporta y agradece a Dios, se convierte en confesor
de la fuerza de la fe y en mártir contemporáneo, puesto que con la
aceptación de la Cruz transforma el dolor involuntario en
voluntario.
Un
asceta aghiorita dijo: «Un “doxa-gloria
y gracias a Dios” en el momento del dolor
tiene más valor que mil “Señor Jesús Cristo, eléison” cuando
no tenemos dolor».
Pablo
co-crucificado con Cristo, trayendo en su cuerpo los estigmas de
Cristo, nos afirmó que: “Si sufrimos, también co-reinaremos
con Él” (2Tim 2,12). Esta actitud mostraron en su vida todos
los Santos, con puntal el bienaventurado Job, que es considerado como
prótipo o pre-tipificación de Cristo. Job era justo, no era impío
y pecador. A pesar de esto el Dios le concedió pasar dolores
insoportables, mientras que los impíos prosperaban y disfrutaban.
El
distinguido teólogo ortodoxo Dimitri Staniloae, refiriéndose al
tema que nos ocupa, enseña: “El Dios tiene el derecho de dar
regalos y retirarlos también. Y el hombre no debería apegarse a
Dios en proporción de las donaciones que él le ha dado. Una actitud
de este tipo no sería la verdadera agapi para el Dios,
sino una fijación en los mismos regalos y eso significaría poner
las donaciones por encima de Dios. En este caso la relación con el
Dios se basaría simplemente en un contrato y el hombre diría:
“Permaneceré consagrado a Ti mientras me das”. Una actitud así
por parte del hombre significaría que el Dios no valía amarle de
por sí. Entonces esta relación dependería de la utilidad que el
hombre saca de los regalos que el Dios le da. En realidad el hombre
entonces sólo amaría a sí mismo. De esta manera las donaciones
perderían su sentido como señales de agapi (amor
desinteresado y energía increada) de Dios y como formas por las que
el hombre se introduce y mantiene una relación con Él…
Cuando
tenemos una relación por encima de todas las creaciones, sólo
entonces es cuando entramos en una relación personal con Él. Esta
relación ya no es dominada por los ídolos materiales. Todas
nuestras ideas para las cosas y los regalos que el Dios nos da,
desaparecen totalmente delante de la luz increada del mismo. Así
sanados y purificados nos ofrecemos a nosotros mismos totalmente a
Dios y nos elevamos a un diálogo de agapi con Él.
Entonces sentimos y percibimos que el Dios es infinitamente mayor que
todas Sus donaciones y todas Sus creaciones, y que con esta relación
con Él nos conducimos a un nivel distinto, en el cual nivel
recuperamos por Él todo lo que habíamos perdido.
El
cristiano que tiene la agapi de Dios en su interior y
que así tiene agapi para cada uno, -aquella agapi
que es una realidad incorruptible e inagotable- siente una alegría
mayor que todas las alegrías que las cosas de este mundo le puedan
proporcionar, mayor que su propia existencia. Esto es un
acontecimiento que los virtuosos lo descubren dentro de su pasión.
Esta cruz se da al hombre para llegar a descubrir a Dios en otro
nivel, en un fondo apofático (sí a lo que no es, confirmación
negativa) y para mostrar a los demás que existen aquellos que pueden
permanecer unidos con el Dios de esta manera, aún cuando pierden
todas sus existencias y cuando el mismo Dios parece ser que ha
desaparecido delante de ellos” (Periódico Sinaxis t.26 pag 11-12).
Según
san Gregorio Palamás: “La Zeotocos de una manera particular
coparticipaba y copadecía con cooperar en la elevadora kenosis
(vaciamiento) del Logos (San G. Palamás: “En la dormición”. EPE
t.10 pág 443).
Desde
la concepción por el Espíritu Santo de su Unigénito Hijo, en su
santo vientre, comenzaron también sus pruebas. José no pudiendo
explicar su sobrenatural concepción y embarazo “quiso dejarla
secretamente” (Mt 1,19). Entonces debería ser grande el
sufrimiento y dolor de la sencilla y desconocida hija María.
Pasó
pruebas y dificultades para encontrar un lugar para dar a luz a su
Unigénito hijo. Raramente una mujer embarazada a punto de dar a luz
no encuentra un lugar para parir.
La
prueba y el intento de Herodes para matar al Niño Divino, prueba y
huida a Egipto. Sin hogar en Belén, refugiada en Egipto.
Prueba
y agonía, cuando fue a Jerusalén a venerar y perdió por tres días
a su hijo de doce años.
Cada
dolor y persecución de Cristo durante sus tres años de acción fue
también su propia prueba.
Escuchemos
a san Kabásilas lo que dice: “Participaba con el Hijo a las
vergüenzas, deshonras e insultos y todo lo que revelaba la pobreza
en la que vino para gracia nuestra. Aceptaba el oficio del
aparentemente padre, José, y toleraba tomando parte de su Hijo para
mi sanación y salvación…
Cuando
aquellos que se beneficiaban, le calumniaban y odiaban, la Virgen
sufría con Él y aceptaba las flechas del odio de ellos…
¡Cuando
hizo falta el Salvador sufrir para nosotros y morir, cuán grandes
serían las penas con las que le apoyaba la Virgen! ¡Qué flechas
venenosas la traspasaron! Porque aunque fuera sólo hombre y nada
más, qué cosa más dolorosa que esta podía sufrir una madre. Pero
ahora su Hijo está solo y ella que le trajo al mundo está sola, de
manera paradójica, la que nunca afligió e hizo daño a ninguno de
los hombres; al contrario, los ha beneficiado tanto a todos de modo
que sobrepasaba sus esperanzas. ¿Qué sentimientos, pues, es normal
que tuviera la Virgen, cuando veía su Hijo con tantos sufrimientos y
dolores terribles, éste que era el benefactor de la naturaleza
humana, “el apacible y humilde de corazón”, al que nadie nunca
podría acusarle de lo más mínimo, cuando le veía arrastrado de
aquellas bestias salvajes, siendo desnudado y azotado, siendo juzgado
como merecedor de la peor condena y morir por muerte más
despreciativa junto con los hombres más pecadores, fuera de
cualquier concepto de justicia y ley, como ocurría en los regímenes
tiránicos? Personalmente creo que este tipo de pena y sufrimiento
nunca puede haber en ningún hombre…
Por
eso durante el momento de sus padecimientos, la Virgen fue apoderada
de enorme e indescriptible tristeza, de tal forma que semejante dolor
nunca ser humano ha sentido. Porque ella vio la crucifixión como
madre y como ser humano con sano juicio, como uno que puede discernir
claramente la injusticia.
Porque
debería tomar parte en cada cosa que hacía su Hijo para nuestra
sanación y salvación. Tal y como le transmitió su sangre y su
cuerpo y tomó recíprocamente las jaris (energías
increadas), de la misma manera ha tomado parte también en todos sus
dolores y sufrimientos. Y él por supuesto clavado en la Cruz,
recibió en la costilla el pinchazo de la espada, mientras que la
espada traspasó en el corazón de la Virgen, tal y como había
anunciado san Simeón. De la misma manera también todos los demás
martirios que provocaban aquellos “cerdos” en común al Hijo y a
la madre. Lo mismo cuando utilizando logos antiguos de él, le
acusaban de arrogante, y cuando le llamaban falso, engañoso luchando
para demostrar sus engaños y errores” (San Nikolaos Kabásilas: La
Madre de Dios pag 209-213).
San
Simeón el justo durante la Presentación había profetizado que como
una espada pasaría de la psique de la Zeotocos.
Esta
espada muchas veces la hizo daño. Pero siempre la soportaba y la
llevaba, según san Gregorio Palamás, como “una hazaña
incomparable en perseverancia y resignación”. Y después de la
Ascensión de su Hijo, otra vez entre los Apóstoles y los primeros
Cristianos, ella primera levanta y lleva la Cruz de las
persecuciones, les apoya y les conduce a la obra apostólica. Así
como entonces en la Crucifixión de su Hijo “estaba en pie a lado
de la Cruz” y co-padecía y se co-crucificaba junto con Él, así
también después de Su Ascensión, ella levanta y lleva la Cruz de
la Iglesia y ella es la co-padeciente madre de los Cristianos.
3.3)
Asumo dolores involuntarios, privaciones y luchas por la agapi
de Dios.
El
mismo Señor nos ha enseñado que la entrada del Evangelio es
estrecha y el camino torcido y que la Realeza increada de Dios se
arrebata con violencia y los rebeldes la arrebatan.
Con
el ayuno, vigilia, prosternaciones y toda la bendita ascesis
ortodoxa, se doman los pazos y el cristiano de carnal,
materialista se convierte espiritual. Se ejerce a no apegarse
apasionadamente en las personas y en los bienes materiales.
Gobernarse como imagen de Dios y no como animal. No utilizar el mundo
consumistamente, sino efjarísticamente (agradecidamente). Es
conocido el sabio lema patrístico: Dar sangre y recibir espíritu.
El ayuno del Gran Cuaresma es muy agotador. Pero sin el agotador
ayuno –co-crucifixión con Cristo- no se puede vivir la alegría de
la Resurrección.
En
nuestra Iglesia Ortodoxa, donde nos ejercitamos cruciformemente,
recibimos la experiencia de la Resurrección. Todo en nuestra Iglesia
es resucitador, porque todo es cruciforme. Nuestra Iglesia es Iglesia
de Cruz y Resurrección. Sin la Cruz no hay Resurrección. Pero
tampoco hay Cruz que no sea seguida de la Resurrección. Por eso los
Ortodoxos festejamos el Viernes Santo de modo resucitado, mientras
que los Occidentales hasta la Pascua la celebran cruciformemente. “Tu
Cruz veneramos, Soberano, y Tu divina Resurrección glorificamos”,
psalmodiamos en la Pascua.
Así
también el divino Crisóstomo empieza en su homilía “en la Cruz”,
con los siguientes logos: “Hoy tenemos fiesta y romería, porque
nuestro Señor se encuentra clavado encima de la Cruz… La Cruz es
la base de nuestra sanación y salvación; la Cruz es cuestión de
miríadas de bienes…” (San Juan Crisóstomo, EPE t.36 pag 29).
Dentro
del dolor y el esfuerzo de la ascesis y la vida cruciforme, se
esconde la más mística, profunda y verdadera alegría y consuelo,
tal y como nos lo ha prometido el mismo Señor: “Bienaventurados
los que están en luto, (por sus pecados) porque ellos serán
consolados”. El luto, tristeza por la metania y la
ascesis (ejercicio espiritual), según los Santos Padres, es la
alegre-pena o pena-alegre, la emoción más equilibrada.
Vida
ascética era también la vida de nuestra Panayía, especialmente
como hemos dicho en el Altar de los Altares. Pero también después
de la Ascensión de su Hijo a los cielos, como nos dice san Gregorio
Palamás, “las grandezas que habían ocurrido en ella eran
sobrenaturales, que hombre no puede concebir y las competía con
resignación, firmeza y multiforme ascesis” (San Gregorio Palamás,
EPE t.9 pag 443).
Del
Salvador Cristo y de la Señora Zeotocos fueron enseñados los santos
Apóstoles y lo entregaron a la Iglesia.
En
nuestra Iglesia Ortodoxa nuestro pueblo (griego) fue instruido y
adquirió una moral y carácter ascético y crucifico-resucitado.
Esta conducta le ayudó mucho a soportar la dureza de los bárbaros
conquistadores (los turcos) durante 400 años; y también hacerse
cargo desnudo y débil de las penas, los sufrimientos y las
contrariedades y los peligros de la lucha liberadora de 1821. Las
simples y analfabetas madres, pero sabias según Dios, que enseñaban
a los hijos la fe, la oración, el ayuno, la metania,
preparaban realmente hombres libres que se convertirían en artífices
de la liberación y libertad nacional.
¿Acaso
hoy qué educación damos a los jóvenes y cuánto los ayudamos a
superar su egocentrismo y hacerse hombres verdaderamente libres?
Hoy
en día se promueven y anuncian también otras formas de ascesis, no
ortodoxas y cristianas. La ascesis evangélica y ortodoxa no tiene
ninguna relación con los métodos ascéticos de distintas herejías
orientales, hinduistas tipo yoga, donde la ascesis tiene carácter
humanocéntrico, es un ejercicio de la voluntad, y no una
co-crucifixión con el Cristo.
En
nuestra Iglesia Ortodoxa la ascesis nunca es un fin en sí mismo que
resulta a la autosalvación y autojustificación. Siempre es el medio
para adquirir la Jaris (gracia, energía increada) del
Espíritu Santo y la verdadera agapi a Dios y al
prójimo.
Para
los cristianos Ortodoxos el levantamiento de la Cruz es expresión de
obediencia y agapi a Dios. Es el contra-regalo y
contra-oferta hacia al Señor que se sacrificó para nosotros.
Incluso,
los padecimientos por Cristo se pueden ofrecer a Dios a favor de la
Iglesia, como hacía el apóstol Pablo: “Ahora me gozo en lo que
padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las
aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).
En
los martirios de muchos santos mártires como san Jaralambus, san
Modesto, santa Anastasia la romana…, vemos que los santos mártires
ofrecen su dolor y su muerte a Dios, para los hombres dolidos que les
invocarían. Es muestra de perfecta agapi que el fiel
ofrezca su paciencia en las pruebas y las fatigas de la ascesis a
Dios, no sólo para su propia sanación y salvación sino también
para su semejante.
4. La Cruz y el mundo
contemporáneo
Vivimos
en un mundo al que domina el espíritu anti-cruz. Un mundo ególatra
que tiene como ideales la satisfacción de los pazos
sin ética, el bienestar material y la comodidad que coloca la
libertad al egoísmo y no al sacrificio y la agapi, es
decir, a la Cruz.
Este
mundo no quiere oír para contención, dominio de los pazos,
sacrificio, ayuno y ascesis. En el fondo niega la Cruz y así no
puede encontrarse con el Cristo. Permanece en la corrupción, en la
muerte, en el vacío, en el tedio, en el aburrimiento y en el impase.
Se divierte, pero no se alegra.
La
psicología, la educación, formación y estudios, la política y las
relaciones sociales, la justicia y la diversión son regadas
intensamente de este espíritu.
Acertadamente
observa el padre Dimitri Dusco en su libro “Nuestra esperanza”:
“¡Que estemos atentos, porque muchas veces a pesar de nuestra fe
en Cristo, intentamos hacer cómodo aún hasta el camino de la
realeza increada de Dios! El mundo con sus bienes materiales y su
tecnología nos ha vuelto locos. Y sí alguna vez se habla de dolor y
pazos, de repente te dicen: “El cristianismo es
alegría. Todo debe ser alegría. Pero la alegría no viene así. La
alegría no se compra con dinero. La alegría del Cristiano se compra
con sacrificio, dolor y padecimientos. Otros medios de compra no hay.
Para que el hombre se sane y salve, nuestro Señor subió en la Cruz.
Voluntariamente. Se crucificó. Y murió. Después resucitó. Después
vino la alegría. El que quiera venir en pos mío que se niegue a sí
mismo y tome su cruz y me siga, dijo el Cristo. Es imprescindible
llevar nuestra cruz. El que sigue a Cristo sin cruz no es digno de
Cristo. Es indigno. Esto nos lo ha dicho el mismo Cristo. Y nos lo
dijo bien claro: “este no es digno de mí”, es decir, su fe y
agapi para el Cristo no son auténticas, no valen nada.
La
cruz nos asusta. Y esto es natural. Porque nos ha destruido nuestra
comodidad. El dolor para nosotros es algo aterrador. Pero el dolor no
es terrible. La comodidad es terrible. Esta debería aterrarnos.
Realmente todas las maldades contemporáneas tienen como fuente la
vida cómoda. El dolor, los padecimientos, la cruz -dijo el Cristo-
son algo bueno y así Su carga se hace ligera”.
Este
mundo que rechaza la Cruz de Cristo, está obligado hoy en día a
afrontar azotes penosos y terribles, que son también consecuencias
de su camino anti-cruciforme y de su egolatría: el sida, las drogas
y la terrible catástrofe ecológica.
Y
la solución no se encuentra allí donde la coloca el hombre actual,
es decir, en tomar unas medidas preventivas. Todo esto es útil pero
insuficiente. La solución más profunda es una: la metania.
Esta que ha salvado Nineví de la catástrofe.
Los
judíos pedían de Cristo una “señal”. Y el Cristo les dijo que
se les dará la señal de Jonás el profeta. Es decir, Su muerte,
entierro y resurrección (Mt 12,39). Esta también es la señal para
la solución de nuestro impase y de la venidera catástrofe. La
elección de la vida cruciforme como único modo de verdadera vida.
Un
padre de occidente san Agustín, dijo: “Conozco tres cruces: una es
la cruz que sana y salva al hombre y es la cruz de Cristo; otra es la
cruz del buen ladrón que estaba a la derecha de Cristo, por el cual
se sana y se salva el hombre; y una tercera cruz, la del ladrón que
estaba a la izquierda de Cristo, que te hace perderte en la
eternidad. Los tipos de estos hombres, los dos ladrones simbolizan
toda la humanidad. La cruz del ladrón de la derecha toma en su
interior, sobre sí mismo, la cruz de Cristo y se salva. La cruz del
ladrón de la izquierda representa aquella parte de los hombres que
no aceptan la cruz de Cristo y se pierden. Pero en definitiva y
generalmente no podemos evitar la cruz de ninguna manera” (Dimitri
Staniloae: La cruz y la alegría en la vida de los monjes” pag 16).
Los
Cristianos que viven en este mundo contra-cruciforme, deben hacer un
gran esfuerzo y lucha para que no sean arrastrados por este ambiente
de espíritu materialista y anticruz. Cada momento deben escoger
entre estos dos modos de vida. La vida cruciforme en Cristo y la vida
anti-cruciforme según el mundo, es decir, entre la agapi
cruciforme y el egoísmo anti-cruciforme.
Con
la agapi nos co-crucificamos con el Cristo, mientras
que con el egoísmo crucificamos a Cristo y nos hacemos enemigos de
la Cruz de Cristo. Para los antiguos y los contemporáneos
crucificadores de Cristo, el apóstol Pablo dice: “Porque por ahí
andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales
será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su
vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Fil 3, 18-19).
El
diablo intenta asustar los Cristianos que si escogen la vida
cruciforme no progresarán, no predominan –con la cruz en la mano
no progresas-, y se convertirán en víctima de la explotación de
los demás, y los incita a explotar a los demás para que los demás
no les exploten a ellos.
Así
por la poca fe desconocen la Jaris (gracia, energía
increada), la fuerza y la protección de Dios para los que aplican y
cumplen Sus mandamientos.
Incluso
tienen que afrontar las tentaciones de gente de su ambiente que
repetidamente les dicen lo que dijeron los crucificadores al Señor
crucificado: “Tú que derribas el templo, y en tres días lo
reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de
la cruz” (Mt 27, 40).
Los
hebreos querían a Jesús Cristo Mesías pero sin la cruz. Hoy
también la gente con espíritu mundano, quieren hacer un paraíso
terrenal sin Cruz. Nos llaman también a nosotros que somos
cristianos a abandonar la forma de vida cruciforme.
¿Cuántas
reacciones tienen de su ambiente los padres piadosos que adoptando un
espíritu de vida cruciforme son familia numerosa? ¿Cuántas
tentaciones tienen los jóvenes que quieren vivir con pureza,
devoción y piedad?
Si
el espíritu Anticristo combate contra Cristo, lo hace
porque el Cristo es crucificado y por eso resucitado. Este, el
Anticristo, como pseudomesías y pseudoprofeta, promete
la gente un paraíso terrenal, redención y salvación sin la cruz.
¿Pero, cómo puede haber paraíso sin agapi y cómo
puede haber verdadera agapi sin la crucifixión del
egoísmo? La revolución contra el egoísmo es la revolución más
radical del mundo, que sin esta no se puede conseguir ningún cambio
para mejor. Es característica la interpretación que se ha dado al
número simbólico 666 que en griego se escribe: ΧΞΣτ,
Χριστός Ξένος Σταυρού (jristós xenos
stavrú) Cristo Extranjero o ajeno de la Cruz, es decir,
un Cristo, un Mesías sin la Cruz es el Anticristo y
todos los precursores del Anticristo.
***
Pidamos,
pues, hoy en día la Jaris (energía increada) del
Señor Crucificado y Resucitado a que no seamos arrastrados y
engañados por el Anticristo.
No
negar, pues, Su Cruz y nuestra cruz, la agapi, el
espíritu de sacrificio y ofrecimiento, la humildad y la paciencia en
las pruebas, la continencia y la ascesis ortodoxa.
Especialmente
en los momentos que el egoísmo tiende a dominarnos, fijémonos al
Crucificado, igual que se fijaban en la serpiente de cobre los
envenenados hebreos en el desierto.
Crucifiquemos
en Su Cruz todo nuestro deseo egoísta, cada pazos
carnal pecador, cada desobediencia, cada desesperación, cada ira y
enfado nuestro y cada poca fe.
Y
si por debilidad humana y descuido caemos y actuamos
anti-cruciformemente, pues, hagamos la metania
retornando en nuestra vida cruciforme.
Pidamos
por eso también la ayuda de nuestra Panayía, que no sólo eludió a
su Hijo unigénito de la Cruz, sino que la misma vivió
cruciformemente, y con discernimiento ayudaba a su Hijo en llevar Su
cruz. Ahora ayuda también a nosotros llevar nuestra cruz que conduce
a la Resurrección. Nuestra Iglesia ortodoxa con sabiduría nos
mistagoyiza (instruye místicamente) a la vida
cruciforme-resucitadora. En nuestra Iglesia cruciforme-resucitadora
también nosotros nos hacemos Cristianos cruciforme-resucitados.
El
baile de Santos de nuestra Iglesia es un baile de crucificados y
resucitados, co-crucificados y co-resucitados con el Cristo, que
alrededor del Cordero Degollado con puntal la Señora Zeotocos
psalmodean oda nueva. Es la Pascua eterna.
En
esta Pascua llama a todos nosotros el Cristo por Su Cruz. Amín.
+Yérontas
Gheorgios Kapsanis, Santo Monasterio Grigoriu de Athos
1.
Agapi,
Αγάπη
(agapi)
amor. “Ὁ
θεός
ἀγάπη
ἐστίν
(O zeós agápi
estín)
Dios agapi-amor es (1Jn 4,8)” La
agapi es la energía increada superior de la Jaris. “Porque la
agapi proviene de Dios” (1Jn 4,7). Dicen los Santos Padres
Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi, como energía
increada de Dios, si no es a través de la energía increada Χάρις
(Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. Éste es el propósito de la
psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir mediante la
continua metania y confesión, la φιλαυτία
(filaftía, egolatría) que es el creado amor interesado, egocéntrico
y enfermizo a uno mismo, en la desinteresada divina e increada agapi
de Dios. Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y
zéosis o glorificación. Dios creó al cosmos (adorno, ornamento) de
la nada y libremente sin ninguna necesidad, por agapi. No sólo creó
al cosmos, mundo, sino que lo mantiene por Sus energías increadas.
Para nosotros los Ortodoxos Dios es el gran presente y para los
occidentales es el gran ausente, ya que ignoran la existencia de las
energías increadas, “la mayor de ellas la agapi” (Cor 12,13).
Nada tiene que ver con ágapes de banquetes donde se come y bebe,
tampoco quiere decir caridad, puesto que en helénico, caridad es
φιλανθρωπία
(filanzropía)
o ευσπλαχνία
(efsplajnía).
2.
Anticristo, Αντίχριστος
(antíjristos)
anticristo, si analizamos la etimología
de la palabra está compuesta por anti y Cristo. Anti significa aquel
que se opone y también en vez de, en lugar de, aquel que se
encuentra en la posición de otro; es decir, el ilegal que vendrá
para engañar al mundo simulando a Cristo e intentará a imitarle en
todo.
3.
Jaris, Χάρις τού Ζεοῦ
(jaris tu Zeú) Gracia de Dios " (Jn. 1. 14, 16,17)
es energía divina increada, innata e inherente riqueza de la Deidad.
Especialmente en el campo de la redención, la Jaris es en particular
el don de Dios, que se derramó del sacrificio de la Cruz de Cristo,
y funcionando dentro en la Iglesia, envuelve al hombre débil y
pecador, lo santifica cuando colabora libre y voluntariamente y le
hace conseguir la zéosis. De la palabra Jaris viene c-jarisma, don,
que es regalo de Dios en todos los hombres sin excepción alguna. No
se puede exigir como "recompensa" por obras buenas. Pero se
atrae especialmente con la ταπεινοφροσύνη
(tapinofrosini, actitud sensata y humilde interior), por la
metania y el corazón quebrantado (cf.1P 5. 5). La divina Jaris se da
con los santos Misterios ortodoxos de nuestra Iglesia. Esencia y
energía están relacionadas; no hay esencia sin energía ni energía
sin esencia. San Gregorio Palamás nos dice apofáticamente "No
de la esencia conocemos a Dios sino de Sus energías y de increada
esencia tenemos increada energía y de la creada esencia creada
energía". Los heterodoxos están muy confundidos y oscurecidos
sobre éste tema.
4.
Logos
Λόγος
(Logos), los
Sabios Santos Padres Ἑlénicos
Ortodoxos y todos los Helenos, según el contexto
en general cuando el
término está escrito con la “L” mayúscula aludimos a Cristo.
“Logos” significa el desarrollo del pensamiento expresado con la
voz propia del lenguaje, y también causa, razón, motivo, relato,
opinión, dicho, discurso, expresión, tratado. Del logos provienen
la lógica y λογισμοί
(los
loyismí) del verbo
λέγω
(lego); “digo”, “hablo”, “expreso” y también λέξιs
(lexis); “palabra”, que poco tendría que ver con el “logos”
que tan mal se ha traducido en Occidente,: es vergonzoso, traducen
”todo se hizo por Ella”, (Jn 1,3) “sin Ella nada se hizo, de
todo de lo que está hecho”, es decir, llaman Ella al Logos de
Dios, Cristo.
En
la Iglesia Ortodoxa, Santa, Apostólica y Católica (no confundirlo
con el sentido que da a “Católica” con el romanocatolicismo del
César papa), el “Logos” es la Segunda Persona e Hipóstasis de
la Santa Trinidad. Logos es la Sabiduría de Dios del A.T. y el nus
divino de los filósofos Elenos que rige todo. Es Providencia Divina
en la que se concibió toda la creación; así tenemos el Dios
Trinitario: Nus,
Logos,
Pnevma,
(Νοῦς,
Λόγος,
Πνεῦμα),
“Nus,
Logos,
Espíritu”
sin principio ni fin, inseparables e increados, el Cual creó al
hombre dotado de libre voluntad, como imagen y semejanza del
encarnado Logos Cristo, el Zeántropos (Dios-hombre), confiriéndole
de nus,
logos,
pnevma,
(νοῦς,
λόγος,
πνεῦμα),
“nus,
logos
y espíritu”
semejante a Él. La espiritual psique del hombre se compone de nus y
logos y son inseparables. El Logos,
como principio cósmico unificador, contiene todos los logos
(los principios, las esencias interiores, los pensamientos de Dios)
con los cuales se crean y desarrollan todas las cosas en el tiempo y
el espacio, más las formas que son dadas, conforme con las cuales
cada objeto contiene los principios de su propio desarrollo. Estos
son los logos
contenidos en el Logos,
y aparecen en distintas formas en el universo creado, constituyendo
la segunda etapa en la contemplación del universo. En el Evangelio
de San Juan empieza con un himno (Jn 1.1-5, 9-12,14,16), el cual,
combinando representaciones que se habían transformado en el
pensamiento judaico con términos filosóficos helénicos de la
época, proclama la gloria y la obra sanadora y salvadora de Jesús
como "Logos de Dios". Con base al acontecimiento de la
encarnación o hecho hombre (1,14), se aclara totalmente en el
Evangelio de San Juan el carácter personal del Logos, el cual
preexistía en Dios (1,12, 10,30), todo se hizo por Él (1,2). Al
contrario que el pensamiento de aquella época, en los que se refiere
el himno, las representaciones y los términos recalcan que el
"Logos", que se humanizó en Jesús, no es una creación,
sea el primero y mejor, sino el mismo Dios (1,2), que se hizo
realmente hombre. Logos
de los seres:
constituyen medios de elevación del
nus a Dios por la
creación. Existen dos clases de logos de los seres, 1) los logos
increados e idénticos con Dios y 2) los logos creados y naturales
que se ven en las creaciones de Dios.
5.
Loyismós
Λογισμós,
οί y los loyismí:
en la escritura
patrística, se llaman los pensamientos simples o compuestos unidos
con la fantasía, ideas, razonamientos, reflexiones, concepciones o
las tendencias conscientes e inconscientes de la psique, o vivencias
enteras (en que actúan todas las fuerzas de la psique: nus, diania
(mente-intelecto,) corazón, conciencia y voluntad). En el último de
los casos tenemos la forma total de los loyismí. Éstos conectan con
imágenes y con varios estímulos, que provienen de los sentidos
físicos y de la fantasía. Sobre todo los loyismí pecaminosos
(avaricia, gula, ira, vanidad, soberbia, pereza, lamentación,
lujuria). Mediante los loyismí, entran en la psique los pazos por el
siguiente proceso: choque del nus y el loyismós; conversación del
nus con
él; aceptación por la psique; cautiverio de la psique por el
loyismós; deseo, ansia y praxis caída al pecado, pazos.
6.
Metania Μετάνοια
Metania del verbo μετά-νοώ,
metá=después, con, y noó= concibo, percibo con el nus como
energía de la psique y el corazón como esencia. Quiere decir giro
del nus (metanús), introspección y conversión de la
conducta y mentalidad del hombre y sobre todo giro, cambio de actitud
de la vida en pecado y del mal por la vida en Cristo. La metania
en la Tradición Ortodoxa no proviene de una percepción psicológica
de culpabilidad, sino de la apocálipsis (revelación) de la
deformación de la psique y esta apocálipsis se manifiesta de la
energía increada de la Luz divina en el corazón psicosomático del
hombre. El nuevo Testamento empieza y acaba con la metania (Mt 3,2 Lc
24,47)
Metania
se llama también uno de los Misterios de nuestra Iglesia Ortodoxa,
con el cual se facilita la absolución y perdón de los pecados,
aceptación, confesión, arrepentimiento, rectificación y terapia,
sanación. También se llama así a un gesto reverente que se
acostumbra hacer en la veneración Ortodoxa. Hay dos
metanias-genuflexiones distintas: una es un simple movimiento de la
cabeza hacia abajo y otra grande reverencial, arrodillándose.
7.
Pazos, Πάθος pazos, padecimiento, pasión,
emoción, hábito, mala costumbre, vicio,
patología; En la terminología patrística se llama así a
todo movimiento anormal, en el sentido de no natural, de las fuerzas
de la psique. Fuerzas que con su energía de la voluntad han tomado
el camino equivocado. Todos los pazos que nacen de algún pecado que
se repite, y así se consolida en la psique una tendencia pecadora o
apego/adictiva, que con el tiempo llega a ser una segunda
"naturaleza", influyendo en los pensamientos y decisiones,
dominando la voluntad y sellando toda su “psicosíntesis”. Es
preferible reeducarlos, convertirlos y sanarlos, que oprimirlos o
reprimirlos y finalmente se usarán de forma fructífera y no
negativa.
8.
Psique, Ψυχή (psijí)
Psique alma, ánima, el término viene desde la antigüedad y se
usa igual hasta hoy. En el Nuevo Testamento y los santos Padres, se
usa a menudo en vez de la palabra άνθρωπος
(anzropos), ser humano, hombre, (Rom 13,1). A veces en
la Sagrada Escritura significa simplemente la vida. (Mt 2,20 Jn 10,11
y Rom 16,4), Pero psique se dice sobre todo del elemento espiritual,
no material de nuestra existencia (Mt 10,28); Es la base substancial
que vivifica el cuerpo. Es un componente de
las dos partes de nuestra naturaleza; el otro es el soma, cuerpo. El
cuerpo no contiene la psique sino que la psique contiene y conjunta
al cuerpo. La prueba está cuando la psique sale el cuerpo se
convierte en cadáver y se disuelve. Los hombres tienen psique con
esencia y energía, por eso tienen nus, logos (lógica) y espíritu,
el cual espíritu, es la increada energía Jaris que vivifica el
conjuntado cuerpo; nus y logos están unidos e inseparables de la
psique después de la muerte física; los animales tienen psique por
energía por eso no tienen nus y logos (lógica).
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