ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ
ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ
ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA PARTE
Capítulo A. 28: Qué táctica tiene y
utiliza el diablo para hacer la guerra en general y engañar a los
hombres que están en diferentes situaciones y estados interiores.
Capítulo A. 29: La guerra, la estafa y el
engaño que utiliza el diablo para aquellos que sostiene y mantiene
al servicio del pecado.
Capítulo A. 30: La guerra, el fraude y el
engaño que utiliza el diablo para aquellos que conocen su propio mal
y quieren liberarse; y por qué nuestras decisiones muchas veces no
traen sus resultados.
Capítulo A. 31: El engaño que utiliza el
enemigo para aquellos que creen que caminan en la perfección.
Capítulo A. 32: La guerra y el engaño que
utiliza el diablo para que abandonemos el camino que utilizamos para
la virtud.
Capítulo A. 33: El último engaño que
utiliza el diablo para que las virtudes que hemos adquirido se
conviertan en causa de maldad.
Capítulo 28
Qué
táctica tiene y utiliza el diablo para hacer la guerra en general y
engañar a los hombres que están en diferentes situaciones y estados
interiores.
Conozca, hermano mío,
que el diablo no se ocupa de otra cosa más que para nuestra
perdición, y no nos hace la guerra a todos de una y misma manera. Y
para empezar a describirte algunas de sus guerras, tácticas, fraudes
y engaños, te presento cinco situaciones o estados interiores del
hombre.
Algunos están al
servicio del pecado sin ningún pensamiento para liberarse; otros
quieren liberarse, pero no lo intentan; hay otros que después de la
adquisición de las virtudes caen en la mayor corrupción del pecado.
Otros creen que caminan en la perfección, y otros dejan el camino
que tienen para la virtud y otros, que tienen la virtud la convierten
en motivo y causa de la maldad. Para todos estos hablaré por
separado.
Capítulo 29
La
guerra, la estafa y el engaño que utiliza el diablo para aquellos
que sostiene y mantiene al servicio del pecado.
Cuando el diablo
retiene alguien al servicio del pecado, no se ocupa de otra cosa más
que cegarle más y quitarle de cada buen loyismós que puede
forzarle y estimularle a conocer la vida tan desgraciada que tiene; y
no sólo le saca de los loyismí que llaman al retorno y a la
metania, sino que pone en su nus otros loyismí
malos y contrarios, pero también el maldito con motivos preparados y
rápidos le hace caer a menudo en el mismo pecado o en otros más
grandes, por los que resulta más oscurecido y ciego, de modo que con
la ceguera llega a derrumbarse al hábito del pecado; y así el
miserable corriendo en la praxis del pecado por la ceguera cae en
mayores pecados, y así circula miserablemente casi en toda su vida
hasta su muerte, si el Dios con su jaris (gracia, energía
increada) no economiza su sotiría (redención,
sanación y salvación).
Entonces pues, aquel
que se encuentra en esta situación muy desgraciada, si quiere
psicoterapiarse y sanarse, debe aceptar inmediatamente lo
antes posible aquel loyismós (pensamiento, reflexión) e
inspiración que le invita y le llama salir de la oscuridad a la luz
y desde el pecado a la metania, clamando con todo su corazón
a su Creador: “Señor mío, ayúdame rápidamente y no me dejes ya
más en la oscuridad y en las tinieblas del pecado”; que no deje de
repetir muchas veces lo mismo clamando de esta similar manera; e
inmediatamente, si es posible, pedir ayuda y consejo para poder
liberarse del enemigo; pero si no puede ir enseguida a pedir ayuda y
consejo, pues, que recurra rápidamente al crucificado Jesús y se
arrodille en Sus santos pies con la cara hacia el suelo y en la
Zeotokos (Madre de Dios) María, pidiendo compasión, piedad y ayuda;
y la victoria está en esta prontitud y rapidez.
Capítulo 30
La
guerra, el fraude y el engaño que utiliza el diablo para aquellos
que conocen su propio mal y quieren liberarse; y por qué nuestras
decisiones muchas veces no traen sus resultados.
Aquellos que conocen
la mala vida que viven y quieren cambiarla, en su mayoría permanecen
engañados y vencidos por el enemigo con estas armas; estas cosas son
para después, para mañana, ahora no, mañana, primero terminaré
esta cuestión y después de todo esto me entregaré con más
descanso en la jaris (energía increada) de Dios y en la vida
espiritual; hoy voy hacer primero esto y mañana haré metania
(penitencia, arrepentimiento, introspección y confesión).
Hermano mío, la trampa del enemigo es esta la que ha captado y
aún capta mucha gente. La causa de esta trampa es nuestra
negligencia e ignorancia. Porque de una cuestión así, por la que
está colgada y depende toda nuestra sotiría (redención,
sanación y salvación) de nuestra psique y todo el honor a Dios,
no tomamos rápidamente aquel arma tan poderosa y decir a nosotros
mismos: hoy mismo, sólo a partir de ahora, voy hacer vida espiritual
y no después de estas cosas; hoy y sólo por hoy voy hacer la
metania y no mañana; el ahora y el hoy está en mis manos, el
después de esto y el mañana está en las manos de Dios. Pero aunque
se me ha dado el después de esto y el mañana, ¿qué camino de
sotiría (redención, sanación y salvación) y
victoria será esta, si primero quiero ser herido y después
psicoterapiarme y sanarme al hacer primero mis travesuras y
después corregirme?
Por lo tanto, hermano
mío, si quieres salir de este engaño y vencer el enemigo, tu
psicoterapia y sanación está en obedecer rápidamente a los buenos
loyismí (pensamientos, reflexiones) y las divinas
inspiraciones que te llaman a la metania (arrepentimiento,
introspección y confesión) y no dejar ningún espacio en
absoluto entre medio, ni pensar y decir que yo he decidido
definitivamente a arrepentirme (metanoizarme) después de todo
esto y ya no puedo cambiarlo; no, porque estas decisiones muchas
veces son equivocadas y muchos teniendo gran confianza en ellas,
fueron engañados y por varias razones se han quedado sin metania.
A´ Porque nuestras
decisiones no están basadas sobre la desconfianza de nosotros mismos
y en la confianza, esperanza y ánimo a Dios; y después de esto
ocurre que no podamos ver nuestra gran soberbia u orgullo, por el que
movidos, damos más confianza a nuestras decisiones, creyendo que son
estables. Pero la luz para conocer esta soberbia y enfermedad nuestra
y la ayuda para psicoterapiarnos y sanarnos proviene de la
bondad de Dios, el que concede, como hemos dicho antes, que caigamos
y con la caída nos llama e invita en vez de tener confianza,
esperanza y ánimo a nosotros mismos, tengamos confianza, animo y
esperanza sólo en Él. ¿Quieres conocer, hombre, cuándo son
fuertes y firmes tus decisiones? Cuando no tienes ninguna confianza
de ti mismo y cuando todas están fundamentadas con humildad en la
esperanza, confianza y ánimo a Dios.
B´ Cuando nosotros
nos movemos para tomar alguna decisión, pensamos sólo en la belleza
y la fuerza de la virtud, la que arrastra nuestra voluntad hacia su
parte, por muy enferma y débil que sea; pero después de todo esto,
cuando se presenta alguna dificultad y esfuerzo por los que se logra
la virtud, al ser débil también nuestra voluntad, empequeñece y se
retira para atrás y a continuación nuestras decisiones quedan sin
ejecutarse. Por eso acostúmbrate amar mucho más las dificultades
que traen el logro de la virtud en vez de las mismas virtudes; y de
estas dificultades que sea siempre alimentada tu voluntad, unas veces
con lo poco y otras con lo mucho, si realmente quieres adquirir las
virtudes. Y estate seguro que, cuanto más rápido y valientemente te
venzas a ti mismo y a tus enemigos, tanto más valientemente
abrazarás y amarás las dificultades.
C´ Porque nuestras
decisiones muchas veces no piensan las virtudes y la voluntad de Dios
que hacemos para el deleite espiritual y la adquisición de los
carismas divinos, sino su propio interés, el cual suele acompañar
las decisiones. Por lo tanto, nosotros en nuestros sufrimientos y
aflicciones que nos hacen sufrir mucho, otra ayuda no encontramos que
poner como propósito cómo entregarnos y rendirnos enteramente a
Dios y a los ejercicios por las virtudes. Y sí, hermano mío, tú
quieres entregarte en esto, pues, en el tiempo de los deleites
espirituales que seas cauteloso y humilde en tus decisiones; sobre
todo ten cuidado y protégete en no darte mandamientos a ti mismo y
no hacer promesas, para que no los transgredas y caigas en el pecado;
y cuando te encuentras triste, tu decisión y tu opinión que sea
sufrir agradablemente tu cruz y tu sufrimiento, como quiere el Señor,
evitando toda ayuda terrenal y alguna vez también la celeste; y que
en tu búsqueda sea uno tu deseo, en ser ayudado de Dios, para que
puedas sufrir cualquier cosa contraria, sin contaminar la virtud de
la paciencia y sin hacer que se indigne tu Dios.
Capítulo
31
El
engaño que utiliza el enemigo para aquellos que creen que caminan en
la perfección.
Cuando el enemigo no
puede vencer ni a los que han dependido del pecado, ni los que buscan
liberarse del pecado, como antes se ha mencionado, entonces el
malvado se va a los virtuosos y lucha el granuja como guerrero astuto
a hacerlos olvidar los enemigos que están cerca de ellos y
fehacientemente los atacan y los perjudican, haciéndoles pensar,
imaginar y desear las cosas altas y grandes, (67)
que están por encima de sus fuerzas, y así antes del tiempo
adecuado tener objetivos y propósitos decisivos para llegar a la
perfección. El resultado de esto es que ellos no se cuidan por las
heridas que tienen, sino que se enorgullecen de distintas maneras
creyendo como si fueran cosas y obras ya hechas estos deseos y
decisiones de la perfección. Así que, no queriendo sufrir en acción
algo contrario u opuesto, ni el mínimo impedimento, ni un logos
corto, después pierden su tiempo en grandes estudios y decisiones,
es decir, decidiendo con su nus tengo que sufrir grandes
pruebas por la agapi de Dios. Y como toman decisiones fantasiosas, no
sienten ninguna tristeza o sufrimiento y contrariedad en sus cuerpos,
por eso los miserables creen que se encuentran a la altura de los
virtuosos que activamente sufren grandes sufrimientos y pruebas. Y no
saben que una cosa son las palabras y las decisiones y otra cosa son
las obras y la realidad. Por tanto, hermano mío, si quieres evitar
este engaño, decídete luchar contra los enemigos que realmente te
atacan y guerrean de cerca, y así conocerás claramente si las
decisiones que tomas son verdaderas o falsas, fuertes o débiles; y
así caminarás en la virtud y la perfección a través del camino
seguro y real.
67.
Quiero que sepas hermano mío, que de seis
partes nos atacan los demonios, como dicen los santos Padres y sobre
todo san Máximo el Confesor: desde arriba y abajo; desde delante y
atrás; por la derecha y la izquierda. De arriba con nuestras
exageraciones que hacemos para la virtud que son superiores a
nuestras fuerzas; de abajo con las faltas que tenemos en la misma
virtud por nuestra negligencia; por eso los Padres dijeron que los
extremos son de los demonios; y por la derecha se dice cuando los
demonios con causa derecha y pretexto del bien nos lanzan al mal; por
la izquierda cuando por causa clara del mal nos hacen pecar; y de
delante cuando los demonios nos atacan con los loyismí
y los recuerdos de las cosas que tratarán de venir de atrás, y
cuando nos guerrean con recuerdos y supersticiones de cosas pasadas.
Y en general todos los malos loyismí
infectan la psique interior y exteriormente; e interiormente la
atacan e infectan con la idea y la imagen que se imprime
contemplativamente en la fantasía, o con el logos interno (la
vocecita de la conciencia) del corazón que se imprime esencialmente
en la misma fantasía. Exteriormente nos
infectan a través de las cosas visibles, las oídas, las tangibles,
las olfateadas y las saboreadas. (Ver capítulo 23 cómo rectificar
nuestros sentidos). Las causas de los movidos loyismí
interiores y exteriores son tres: primero los demonios, segundo los
pazos, es decir, las heridas que hemos recibido al corazón por el
hábito o por el odio de alguna cosa o amándola apasionadamente; y
tercero es el estado corrupto de la naturaleza humana.
Contra aquellos
enemigos que no te molestan, no te aconsejo que hagas la guerra, sino
solamente si has percibido que posiblemente con el paso del tiempo
vendrán a atacarte. Porque con la prognosis y la premeditación
puedes prepararte a resistir con decisiones valientes; y cuando
vengan, se quedan inactivos y con las manos vacías, puesto que te
encuentran preparado. Por eso nunca creas que tus decisiones se han
convertido en obras y praxis, aún aunque te hayas ejercitado con los
métodos adecuados; pero en estas cosas que seas humilde y tengas
temor de ti mismo y de tu debilidad, y así teniendo esperanza en
Dios, corre a él con continuas súplicas para que te fortalezca y te
guarde de los peligros, sobre todo de toda pequeña superstición y
esperanza de ti mismo. Porque si tú de esta manera eres humilde,
posiblemente aunque no estés liberado totalmente de algunos pequeños
defectos, (los cuales algunas veces deja el Dios para hacerte conocer
la debilidad de ti mismo y protegerte de algún bien que tienes), a
pesar de todo esto, se te permite que tomes grandes decisiones para
que subas en grados de perfección más altos.
Capítulo
32
La
guerra y el engaño que utiliza el diablo para que abandonemos el
camino que utilizamos para la virtud.
El cuarto engaño con
el que nos ataca el mal astuto diablo, es cuando nos ve que estamos
al camino correcto de la virtud, entonces despierta distintos deseos
e ilusiones y los pone contra nuestro para despojarnos de las
virtudes y hacernos caer en las maldades. Por ejemplo, cuando un
enfermo sufre con entereza y paciencia su enfermedad, el enemigo que
conoce con qué manera este hombre puede lograr el hábito de la
paciencia, le presenta ante él muchas obras buenas que podría hacer
si se encontrara en otra situación y se ocupa en presionarle que si
estuviera curado podría servir mejor a Dios y beneficiar a sí mismo
y a los demás.
Cuando el diablo ya le
ha puesto estos deseos e ilusiones va poco a poco aumentándolas de
manera que le hace agitarse y perturbarse, sin poder terminarlas
según su voluntad. Y cuando más grandes y más fuertes se le hacen
las similares ilusiones y deseos, tanto más aumentan las molestias y
las agitaciones de su corazón; y después poco a poco el enemigo con
habilidad consigue que el enfermo no pueda aguantar más su
enfermedad, no como enfermedad sino como impedimento para aquellas
virtudes que con muchas ganas desea hacer para mayor beneficio. Y
cuando ya le lleva a este punto con mucha destreza le roba del nus
aquel propósito que tenía para servir mejor a Dios y lograr más
virtudes. Y así, no le deja más que el único deseo de liberarse de
la enfermedad. Pero como no ocurre según su voluntad, se atormenta y
se confunde en tal punto que se convierte totalmente desesperado, y
así el miserable llega en la maldad de la desesperación, y cae de
la virtud de la paciencia que de antes se estaba ejercitando sin
darse cuenta de nada. (68)
68.
Así también aquel que progresa bajo un
Yérontas
(anciano guía espiritual) deseando conseguir mayores virtudes, se
engaña y deja la obediencia y se va al desierto para la ascesis; y
allí cayendo en la negligencia pierde también el poco progreso que
había conseguido en la obediencia, tal y como dice san Juan el
Clímaco. Lo mismo le ocurre también el eremita y anacoreta, cuando
deja el desierto y se va a la obediencia para supuestamente adquirir
más virtudes y beneficio; porque en la obediencia pierde también la
poca hisijía
(paz y serenidad del corazón) que disfrutaba al desierto.
El método, pues, para
resistir a este engaño del diablo es el siguiente: cuando te
encuentres en este estado de enfermedad y te estás molestando y
agitando, ten cuidado, no aceptar o para nada te eches para atrás
por tus deseos e ilusiones por muy buenos que parezcan que sean.
Porque entonces al no poder hacer ninguna obra buena, forzosamente te
mareas, te confundes y no te pacificas. Debes, pues, con toda
humildad, paciencia y obediencia creer que estos deseos tuyos no
pueden tener aquel resultado y finalidad que deseas, siendo tú mucho
más débil y sin sostén en aquello que tú calculas; o piensa que
el Dios por tus pensamientos ocultos o por tus pecados no quiere de
ti aquellos bienes que deseas, sino más bien quiere tenerte en
humildad con paciencia bajo su dulce y potente mano de su voluntad.
Igual que cuando
tienes algún canon de tu Guía Espiritual por algún pecado tuyo y
por eso no puedes seguir, como tú deseas, las acciones por la
piedad, especialmente de la Divina Comunión o Eucaristía, no te
disgustes ni te molestes por estos deseos; sino que una vez hayas
expulsado cada voluntad tuya, vístete aquello que gusta a Dios con
dolor de corazón, diciendo en tu interior: Ay, si el ojo de la
divina providencia no viera en mí las indecencias y los defectos,
por supuesto que yo ahora no me encontraría en esta miseria, estando
privado de la jaris (gracia, energía increada) de los
santísimos Misterios (sacramentos), viendo que mi Señor con esto me
revela mi ineptitud, y alabo y canto en los siglos su nombre,
diciendo: “Caritativo Soberano mío, teniendo esperanza en tu
bondad, aunque soy miserable e indigno de recibirte en mi psique-alma
a través de tus dignos Misterios, a pesar de todo esto, Creador y
Salvador mío no paro de abrirte mi corazón para que entres
espiritualmente en él para alegrarlo y fortificarlo contra los
enemigos que quieren separarlo de ti; y sólo este favor te pido
querido mío; que mi psique se quede liberada de cada cosa que no te
gusta y permanezca siempre vestida con la prenda de tus santos
mandamientos, y esté preparada para tu venida espiritual o de
cualquier otra cosa que deseas darme”.
Si guardas estas
peticiones, estate seguro que cada deseo de bien que tú no puedas
completar, y que proviene de la naturaleza o del diablo quien siempre
quiere estar molestándote, sacándote siempre del camino de la
virtud o también alguna vez de Dios para que sea probada tu
obediencia en su voluntad; y como digo, en cada deseo tuyo
incumplido, estar motivado siempre en agradecer a Dios como le gusta.
Porque de esto está constituida la verdadera piedad y tarea que pide
el Dios de nosotros.
Todavía quiero que
conozcas esto, para que no te enfades, te exasperes y pierdas tu
paciencia en las aflicciones, sufrimientos y tentaciones, de
cualquier parte que vengan, debes utilizar aquellos medios justos y
prudentes que acostumbran a utilizar los servidores de Dios; es
decir, que tú no seas motivo de estas tentaciones, rogando a Dios
que te libere de estas y otras cosas similares; pero no con fuerte
deseo y dedicación plena para que seas liberado de estas
aflicciones, sino porque el Dios quiere que utilicemos medios y
órganos similares (69). Porque nosotros
no conocemos si el Dios quiere con estos medios liberarnos de aquella
aflicción. Por lo tanto, si tú actúas de otra manera, pidiendo que
seas liberado totalmente de las aflicciones, sufrimientos, serás
derrumbado en muchos males, por no hacerse esta libertad según tu
deseo y esfuerzo y fácilmente caerás en la desesperación; o tu
paciencia será defectuosa y no será toda gustada a Dios, sino que
será digna de salario muy pequeño.
69.
Es decir, rogamos para no entrar en tentación, porque dice: “No
nos dejes caer en tentación” (Mt 6,13), y “orad para no caer en
tentación” (Lc 22,40). Esto san Teofilacto de Bulgaria
interpretándolo dice que uno se lance a sí mismo solo en
tentaciones es una cosa demoníaca y orgullosa. Debemos, pues,
también antes de la tentación rogar para no caer en ella, y cuando
hemos caído rogar para que no seamos vencidos por ella. Pero no
debemos preocuparnos, inquietarnos y sufrir cuando por casualidad nos
ocurren varias tentaciones y sufrimientos, sino que nos alegremos y
agradecemos, tal como nos dice el Apóstol Santiago: “Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas y
tentaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”
(San 1,2). Realmente estando informados que la tentación que
padecemos, sólo molesta por su nombre, es decir, la tentación nos
prueba y reluce la fe y la agapi
hacia el Dios, igual que el fuego reluce el oro al crisol.
En definitiva, te
informo aquí sobre un engaño oculto de la φιλαυτία
filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y
al cuerpo), la que acostumbra cubrir nuestros defectos y de una
manera rechazarlos, como en el ejemplo siguiente; uno está enfermo y
con poca paciencia por su enfermedad, y éste esconde su
desesperación con un aparente celo para alguna supuesta virtud,
diciendo que su sufrimiento y tristeza no es una verdadera
desesperación por el martirio que sufre de la enfermedad, sino que
se entristece fácilmente y sufre porque él ha dado motivo para su
enfermedad o porque aquellos que le sirven, se asquean y se
perjudican de su enfermedad. Así que, uno puede decir que el
vanaglorioso que está confundido y enfadado por la gloria y la fama
que no ha recibido, no acepta que el motivo de su fracaso es su
propia soberbia y vanidad, sino de otros motivos, pretextos y
excusas. En cambio está claro que la raíz de la pusilanimidad y la
confusión de ellos no es para otros o para otra causa, sino porque
ellos odian y evitan aquello que es contrario a sus deseos; porque,
el enfermo anterior ni se ocupa ni se indigna porque los que le
sirven, se cansan lo mismo o se asquean y se perjudican por la
enfermedad de algún otro, sino sólo por la suya propia; ni el
vanaglorioso que se ha dicho, se perturba tanto por otras cuestiones
tristes que le suceden como por el fracaso de recibir los halagos y
la posición que él deseaba. Por lo tanto, tú para que no caigas en
este error y en otros, aguanta con paciencia todo esfuerzo, fatiga e
instrucción que te venga por cualquier tipo de motivo que sea.
Capítulo
33
El
último engaño que utiliza el diablo para que las virtudes que hemos
adquirido se conviertan en causa de maldad.
La serpiente mala
astuta y malvada nunca cesa de molestarnos y tentarnos con sus
vilezas, astucias y engaños, incluso aquellas virtudes que hemos
adquirido para nosotros se hacen causa de corrupción y maldad;
porque siendo congratulados en estas y a nosotros mismos, llegamos a
ensalzarnos y así después caemos en la maldad y en el precipicio
del orgullo, la soberbia y la vanagloria, (¡ojalá que así no
sea!). Por lo tanto, hermano mío, para que te protejas de este
peligro, recoja todo tu nus en tu corazón y lucha para
siempre este demonio, como si estuvieras en una amplia tronera de
guerra, en la verdadera y muy profunda gnosis de la nimiedad de ti
mismo, pensando que de verdad no eres más que un cero a la
izquierda, y que no puedes hacer nada, y que no tienes otra cosa más
que molestias, enfermedades, maldades y defectos, y que no mereces
otra cosa más que castigo continuo. Una vez te hayas asegurado y
afianzado en esta verdad, no dejes nunca tu nus a ocuparse de
cosas externas del mundo, ni siguiera de un pequeño loyismós
o acontecimiento que te ocurra, por supuesto que teniendo seguro que
todas tus cosas externas son tan hostiles y enemigas, que si te
hubieses entregado en las manos de ellas seguro que estarías muerto
o herido (espiritualmente).
Y para que te
ejercites bien y mantengas esta tronera de la verdadera gnosis
(conocimiento) de tu nimiedad, utiliza este canon o regla: Cuantas
veces pongas en tu nus el pensamiento de ti mismo y de tus
obras, calcula que aquello que eres no es obra tuya sino de Dios y de
su jaris (energía increada); y después piensa al
tiempo que había antes de que tú fueras creado y verás que en todo
aquel abismo de la eternidad eras un claro cero; no podías hacer
nada para tener tu existencia; por otro lado, en el tiempo que tienes
tu existencia es sólo por la bondad de Dios, dejando en él lo suyo
que es la continua providencia con la que ahora te está protegiendo,
¿y qué otra cosa eres sino un nada o cero? Porque no hay ninguna
duda de que en tu primer cero del que te ha traído el Dios con su
mano omnipotente, al mismo momento podrías retornar si él te
abandonase sólo por un momento.
Está pues claro que
permaneciendo es esta existencia natural con tu propia fuerza, nunca
puedes tener en cuenta a ti mismo de que eres algo o quieras que los
demás te tengan en cuenta.
Después, si
permaneces en el “bien estar y ser” de la jaris (gracia,
energía increada), debes pensar que si tu propia naturaleza
queda desnuda de la divina ayuda y jaris, ¿qué cosa buena y
digna podrás hacer tú por ti mismo? Por supuesto que nada. Así que
tú también puedes decir con Pablo: “no me he cansado yo sino la
jaris (gracia, energía increada) que está conmigo” (1Cor
15,10). Después por otro lado, pensando en la multitud de tus
errores pasados, y sobre todo en los males que hubieras hecho, si el
Dios con su mano caritativa no hubiera impedido, con la
multiplicación, no sólo de los días y los años que se han
cometido, encontrarás que la multitud de ilegalidades, de malas
praxis, hábitos y pazos, pueden llegar a ser incontables y tú
te hubieras convertido en otro eosforos (lucifer) infernado.
Por lo tanto, si no
quieres ser un codicioso, rapaz y ladrón de la bondad y la doxa
(gloria, luz increada) de Dios, debes creer que tú eres el peor e
inferior de todos los hombres (70);
porque todo los demás lo ha dado el Dios también a sus creaciones,
pero Su gloria la ha guardado él para que sea glorificado y alabado
como Creador de todo, por eso dice, “mi doxa-gloria no la
entregaré a otro” (Is 42,8), pero permanecerás siempre con tu
Señor glorificando sólo a él, como es lo justo, en cada praxis
tuya como principio, medio y fin de todos los bienes.
70.
Cuánto beneficioso es que uno se tenga a sí
mismo como el peor e inferior de todos los hombres, lo testimonian
los santos; el divino Juan el Crisóstomo dice: “no hay nada más
amado de Dios que se considere uno a sí mismo el peor de todos”. Y
el gran Barnasufio dijo: “si realmente quieres salvarte, escucha lo
que tienes que hacer; levanta los pies de la tierra y eleva tu nus
a Dios. Y tu estudio que esté allí día y noche y con todo tu
fuerza despreciar a ti mismo, creyendo que estás por debajo de todos
los hombres; este es el camino verdadero; fuera de este camino no
existe otro camino para aquel que quiere salvarse con la potencia de
Cristo; aquel que quiere llegar que corra; le conjuro en el nombre
del Dios vivo que quiere regalar la vida eterna en aquel que lo
desea”. San Gregorio el Sinaíta añade: “Debemos tener a
nosotros mismos como los peores de todas las creaciones y más
miserables que los demonios, porque dice que hay dos tipos de
humildad tal y como dicen los Padres. Uno es que uno se considere por
debajo de todos y el otro referir sus hazañas a Dios; lo primero es
el principio y lo segundo es el final. Y esta humildad se adquiere de
los que buscan, cuando con conocimiento piensan que estas tres cosas
para sí mismos; de que son los más pecadores de todos; y que son
los más indecentes de todas las creaciones, porque se encuentran en
un astado contranatural; y que son más miserables que los demonios,
porque sirven a los demonios” (Filocalía c.115).
Y sepas bien, que este
juicio que haces sobre ti mismo, no es ninguna exageración para
tener algún motivo de enorgullecerte. Pero es justo, verdadero y
motivo de humildad, es decir, de que eres peor que todos los demás.
Pero si tú crees que conociendo tu mala astucia y vileza, supera de
una manera al otro que se imagina de sí mismo que es superior; sepas
que tú te estás haciendo peor que él, aunque quieras que los
hombres te tengan en cuenta como tal, que en realidad sabes que no lo
eres.
Si quieres pues, que
la gnosis de tu mala astucia y tu nimiedad mantenga alejados tus
enemigos y hacerte amado a Dios, es necesario no sólo que te
desprecies a ti mismo, y a continuación merecido de todos los males,
sino que quieras ser despreciado también de los demás, detestando
los honores y alegrándote de las culpas, las acusaciones y haciendo
todo aquello que los demás, los que tienen conducta mundana,
desprecian. La opinión y las palabras de ellos no las aceptes de
ninguna manera, (71), ni abandones esta
praxis santa y divina de desprecio de ti mismo, y que esto se haga de
ti sólo con el propósito de tu humildad y no para gustar a los
hombres y te tengan en cuenta de que eres algo.
71.
De acuerdo con esta enseñanza aquel gran profeta y santo Barnasufio
dice lo siguiente: “El que seas despreocupado de toda cosa te
acerca en la ciudad, y el que no te tengan en cuenta los hombres te
hace habitar en la ciudad; y morir por cada hombre te convierte en
heredero de la ciudad y sus tesoros. Si quieres redimirte y salvarte,
mantente en lo que no te tengan en cuenta los hombres, y corre hacia
este propósito”. El que no te tengan en cuenta los hombres, según
Juan discípulo de san Barnasufio, es que no te equipares y te
compares a ti mismo con algún otro. Ni tampoco dirás por alguna
obra buena que yo lo he hecho esto.
Si por casualidad
alguna vez los demás te quieren mucho y te elogian por algo bueno
que te ha dado el Dios, estate bien recogido y no te muevas para nada
de tu verdadera gnosis de tu nimiedad, la que antes se ha dicho, sino
primero gira hacia el Dios diciendo con todo tu corazón: “Señor
mío, que nunca me convierta en ladrón de tu honor y tu jaris
(gracia, energía increada); para ti la alabanza, el honor y
la doxa-gloria, y para mí la vergüenza”. “Tuya es,
Señor, la justicia, y nuestra la confusión y vergüenza de nuestros
rostros” (Dan 9,7). “Tuya es la doxa-gloria y yo soy tu
esclavo” (Esd 4,29).
Después gira hacia al
que te alaba, hablando silenciosamente en tu interior con el
loyismós: ¿de dónde éste me tiene como bueno, puesto que
no hay otro bueno sino sólo el Dios? “Nadie es bueno, sino sólo
el Dios” (Mt 19,17). Porque haciendo así atribuyes a Dios lo suyo,
y mantendrás lejos los enemigos y te harás digno de recibir mayores
carismas y beneficencias de Dios.
Pero cuando el
recuerdo de las virtudes y de las obras buenas que haces te incitan
al orgullo, a la soberbia y a la vanagloria, inmediatamente piensa
que las obras son de Dios y no tuyas (72)
y como si estuvieras hablando con ellas, di: “¡Yo no conozco cómo
os habéis venido y manifestado en mi nus! Porque yo no soy
vuestro principio sino el Dios bondadoso y su jaris (gracia,
energía increada), aquel os creó, os alimentó y os guardó, a
él sólo quiero reconocer como padre inicial y causa, a él
agradezco y a él atribuyo todo elogio y alabanza”.
72.
Y a continuación reflexiona sobre esta
verdadera y certera reflexión, es decir, cuantas más virtudes
adquieras y cuantos más carismas, dones recibas, tanto más
beneficiado eres de Dios; y cuanto más beneficiado eres, tanta más
deuda tienes hacia el Dios y tanto más obligado te haces; así de
esta reflexión no solo no te enorgullecerás ni te vanagloriarán
por tus virtudes y tus carismas, sino que lucharás y bajarás al
fondo de la humildad no teniendo algo equivalente y digno para
agradecer a Dios por sus carismas divinos.
Después piensa que
todas las obras que has hecho, no han llegado en la analogía y la
simetría de la luz y de la jaris que te fue dada para conocer
y hacerlas, sino que están muy lejos e imperfectas de aquel
propósito claro y de la diligencia adecuada con la que deberías
hacerlas.
Entonces, si piensas
bien, debes avergonzarte más de tus virtudes en vez que ellas te
gusten vanamente y enorgullecerte por ellas. Porque es verdad que las
virtudes naturales de Dios, las que debemos imitar, ellas por si
solas son puras, limpias y muy perfectas, pero se manchan de una
manera y se reducen por nuestras imperfecciones y la falta de
imitación nuestra (73).
73.
Aparte de esto, todas las virtudes al ser
energías increadas y acciones naturales de Dios y donaciones y
energías increadas del Espíritu Santo, después son sin principio e
interminables, según san Máximo el Confesor; e infinitas sobre su
magnitud e incontables sobre la multitud, como dice san Basilio el
Grande. ¿Cómo pues puede uno ensalzarse y enorgullecerse que ha
adquirido virtudes, cuando ha aprendido que las virtudes no tienen
principio ni fin, ni número? ¿Y cómo no bajará al fondo de la
humildad cuando piensa que por muchas virtudes que haya adquirido,
sabe otra vez que no ha llegado ni al principio de las virtudes? Sino
que ha recibido de ellas tanto como una gota del infinito océano; y
cómo no se moverá él también decir aquella oración del gran
Arsenio que dice: “Dios mío, no me abandones no hice ningún bien
ante tuyo, pero a causa de tu compasión ayúdame a comenzar”.
Además, compara tus
obras con aquellas obras de los santos, los verdaderos amigos y
servidores de Dios y conocerás que las mayores y mejores obras tuyas
son nada y muy pequeñas o dignas de poco honor, si las comparas con
las obras de nuestro Señor Jesús Cristo, que hizo para ti en los
Misterios de la vida y de la Cruz, y si piensas la pureza de su
agapi-amor y la impecabilidad que las hizo, conocerás que todas tus
obras y virtudes son casi pecados y suciedades. Porque se ha escrito:
Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la
hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is 64,6), o
mucho peor, peores que la nada.
Por último, si elevas
tu nus a la deidad y a la infinita grandiosidad de tu Dios,
“que ante él ni el cielo está limpio”, como se ha escrito (Job
15,15), y en el servicio y culto que se le debe, verás claramente
que no es el orgullo y la altanería que te debe venir, sino que en
cada obra tuya te venga gran temor y miedo, por muy santa y perfecta
que sea y decir con todo tu corazón, sólo lo debes a Dios, como
aquella voz humilde del publicano: “Dios ten misericordia de mí
que soy pecador” (Lc 18,13).
Aún te pido que no
seas fácil en manifestar los carismas que te da Dios. Porque esto
casi siempre, no gusta a Dios, como nos ha enseñado el mismo con la
siguiente historia.
Jesús Cristo apareció
una vez a un piadoso y virtuoso con un tipo de niño, y aquel
conociendo que es el Señor, le rogó con sencillez que le diga la
alabanza angélica, es decir, Teotocos Virgen; y comenzó aquel
santísimo niño a decir con alegría: “Alégrate María llena de
jaris, tu Señor está contigo; bendita tú entre las
mujeres”, y aquí paró y no quiso con el resto de palabras
alabarse a sí mismo y decir: “Bendito sea el fruto de tu vientre”.
Pero como aquel le rogaba que dijera el verso que continuaba y el
resto, el niño desapareció, dejando al fiel con gran alegría. Y
con su propio ejemplo manifestó en él esta enseñanza celeste, es
decir, que no se elogie uno a sí mismo nunca por las virtudes que
tiene. Pues, tú aprende hacerte humilde y no elogiarte por ti mismo,
conócete a ti mismo y sepas que todas tus obras buenas no son nada.
“Alábate el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los
labios tuyos” (Pro 27,2).
Este es el cimiento,
la base de todas las virtudes (74); el
Dios nos has creado de la nada y ahora que a causa suya somos
existencias, quiere cimentar todo el edificio espiritual encima de
esta gnosis (conocimiento), es decir, por nosotros mismos que seamos
un cero y cuanto más profundizamos en ella tanto más crece el
edificio; y cuanto más tierra sacamos de este fondo, es decir,
cuanto más conocemos nuestros defectos y nuestras miserias, tanto
más el arquitecto divino pondrá las piedras firmes y seguras para
aumentar este edifico espiritual. Y no creas, hijo mío, que puedes
profundizar alguna vez en esta gnosis y llegar hasta el fondo de
ella. Porque esto es imposible; más que nada reflexiona sobre esto,
que si fuera posible ser entregada en alguna creación una cosa así
de este tipo, no se podría encontrar otro fondo más profundo que
el que uno investigue su propia nimiedad. 74.
Por eso el Señor queriendo a edificar el
admirable edificio de las bienaventuranzas, el primer cimiento para
ellas puso la pobreza del espíritu, es decir, la humildad, diciendo:
“Bienaventurados los pobres del espíritu, porque de ellos es la
realeza increada (reinado en energía increada) de los cielos.
De esta gnosis bien
puesta en praxis, podemos tener todo bien; sin esta somos casi nada,
incluso aún si quisiéramos hacer las obras de todos los santos y
estar ocupados siempre con el Dios. ¡Oh bienaventurada gnosis
(increada) que nos haces felices en la tierra y glorificados en
cielo! ¡Oh luz increada que sacas de la oscuridad nuestras psiques y
las haces brillantes, lúcidas, puras y sanas! ¡Oh cero, el cual
cuando seas conocido nos haces señores del universo! Nunca puedo
saciarme, amigo mío, cuando hablo de esto. Si quieres elogiar a
Dios, humilla tu egoísmo, acúsate a ti mismo y que desees ser
acusado de los demás. Hazte humilde y debajo de todos, si quieres
elevar a Dios y a ti mismo en Él. Si deseas encontrarle, no te
ensalces, porque él se va; hazte humilde lo máximo que puedas y él
vendrá a buscarte y te abrazará; y tanto quiere recibirte y unirse
fuertemente contigo con tanta agapi, cuanto más humilde te estás
haciendo ante sus ojos, y te haces más humilde que los demás aunque
todos te dejen como una cosa despreciable.
Pues, hermano mío, tú
el afligido por tus pecados, por la abundancia de la jaris
(gracia, energía increada) que te concede el Dios, para
unirte consigo mismo, haz también tú lo mismo, es decir, creerte a
ti mismo como indigno y peor que todos los demás y no omitas
continuamente agradecer a Dios y que eres deudor de aquellas cosas
que son motivo para que te hagas humilde; es decir, de aquellos que
te han despreciado y te desprecian continuamente. Y si sin querer y
con mala gana de tu corazón sufres los desprecios de ellos, lucha a
medida de lo posible no mostrar exteriormente que te disgustan y
parecen mal.
Y si con todos estos
pensamientos y cálculos, que son muy verdaderos, la mala astucia del
diablo, el desconocimiento y nuestra mala tendencia quisieran
predominar sobre nosotros, de modo que los loyismí de la
vanagloria y de la altanería no cesen de molestarnos y herir
nuestros corazones, incluso entonces es tiempo adecuado hacernos más
humildes y despreciarnos más; y esta lucha es mayor que cuando
pasamos una prueba y luchamos para liberarnos de ella; pero no
podemos liberarnos de su tiranía porque padecemos de las molestias
del orgullo, el cual tiene la raíz y el principio en el vano
engreimiento de que somos algo, de nuestra reputación, y así uno
del veneno amargo sacará miel, de las heridas logrará salud y de la
misma soberbia u orgullo adquirirá humildad.
San Nicodemo el Aghiorita
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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