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Πέμπτη 1 Οκτωβρίου 2015

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

 
ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita

PRIMERA PARTE

Capítulo A. 28: Qué táctica tiene y utiliza el diablo para hacer la guerra en general y engañar a los hombres que están en diferentes situaciones y estados interiores.
Capítulo A. 29: La guerra, la estafa y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que sostiene y mantiene al servicio del pecado.
Capítulo A. 30: La guerra, el fraude y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que conocen su propio mal y quieren liberarse; y por qué nuestras decisiones muchas veces no traen sus resultados.
Capítulo A. 31: El engaño que utiliza el enemigo para aquellos que creen que caminan en la perfección.
Capítulo A. 32: La guerra y el engaño que utiliza el diablo para que abandonemos el camino que utilizamos para la virtud.
Capítulo A. 33: El último engaño que utiliza el diablo para que las virtudes que hemos adquirido se conviertan en causa de maldad.

Capítulo 28

Qué táctica tiene y utiliza el diablo para hacer la guerra en general y engañar a los hombres que están en diferentes situaciones y estados interiores.

Conozca, hermano mío, que el diablo no se ocupa de otra cosa más que para nuestra perdición, y no nos hace la guerra a todos de una y misma manera. Y para empezar a describirte algunas de sus guerras, tácticas, fraudes y engaños, te presento cinco situaciones o estados interiores del hombre.
Algunos están al servicio del pecado sin ningún pensamiento para liberarse; otros quieren liberarse, pero no lo intentan; hay otros que después de la adquisición de las virtudes caen en la mayor corrupción del pecado. Otros creen que caminan en la perfección, y otros dejan el camino que tienen para la virtud y otros, que tienen la virtud la convierten en motivo y causa de la maldad. Para todos estos hablaré por separado.

Capítulo 29

La guerra, la estafa y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que sostiene y mantiene al servicio del pecado.
Cuando el diablo retiene alguien al servicio del pecado, no se ocupa de otra cosa más que cegarle más y quitarle de cada buen loyismós que puede forzarle y estimularle a conocer la vida tan desgraciada que tiene; y no sólo le saca de los loyismí que llaman al retorno y a la metania, sino que pone en su nus otros loyismí malos y contrarios, pero también el maldito con motivos preparados y rápidos le hace caer a menudo en el mismo pecado o en otros más grandes, por los que resulta más oscurecido y ciego, de modo que con la ceguera llega a derrumbarse al hábito del pecado; y así el miserable corriendo en la praxis del pecado por la ceguera cae en mayores pecados, y así circula miserablemente casi en toda su vida hasta su muerte, si el Dios con su jaris (gracia, energía increada) no economiza su sotiría (redención, sanación y salvación).
Entonces pues, aquel que se encuentra en esta situación muy desgraciada, si quiere psicoterapiarse y sanarse, debe aceptar inmediatamente lo antes posible aquel loyismós (pensamiento, reflexión) e inspiración que le invita y le llama salir de la oscuridad a la luz y desde el pecado a la metania, clamando con todo su corazón a su Creador: “Señor mío, ayúdame rápidamente y no me dejes ya más en la oscuridad y en las tinieblas del pecado”; que no deje de repetir muchas veces lo mismo clamando de esta similar manera; e inmediatamente, si es posible, pedir ayuda y consejo para poder liberarse del enemigo; pero si no puede ir enseguida a pedir ayuda y consejo, pues, que recurra rápidamente al crucificado Jesús y se arrodille en Sus santos pies con la cara hacia el suelo y en la Zeotokos (Madre de Dios) María, pidiendo compasión, piedad y ayuda; y la victoria está en esta prontitud y rapidez.

Capítulo 30

La guerra, el fraude y el engaño que utiliza el diablo para aquellos que conocen su propio mal y quieren liberarse; y por qué nuestras decisiones muchas veces no traen sus resultados.
Aquellos que conocen la mala vida que viven y quieren cambiarla, en su mayoría permanecen engañados y vencidos por el enemigo con estas armas; estas cosas son para después, para mañana, ahora no, mañana, primero terminaré esta cuestión y después de todo esto me entregaré con más descanso en la jaris (energía increada) de Dios y en la vida espiritual; hoy voy hacer primero esto y mañana haré metania (penitencia, arrepentimiento, introspección y confesión). Hermano mío, la trampa del enemigo es esta la que ha captado y aún capta mucha gente. La causa de esta trampa es nuestra negligencia e ignorancia. Porque de una cuestión así, por la que está colgada y depende toda nuestra sotiría (redención, sanación y salvación) de nuestra psique y todo el honor a Dios, no tomamos rápidamente aquel arma tan poderosa y decir a nosotros mismos: hoy mismo, sólo a partir de ahora, voy hacer vida espiritual y no después de estas cosas; hoy y sólo por hoy voy hacer la metania y no mañana; el ahora y el hoy está en mis manos, el después de esto y el mañana está en las manos de Dios. Pero aunque se me ha dado el después de esto y el mañana, ¿qué camino de sotiría (redención, sanación y salvación) y victoria será esta, si primero quiero ser herido y después psicoterapiarme y sanarme al hacer primero mis travesuras y después corregirme?
Por lo tanto, hermano mío, si quieres salir de este engaño y vencer el enemigo, tu psicoterapia y sanación está en obedecer rápidamente a los buenos loyismí (pensamientos, reflexiones) y las divinas inspiraciones que te llaman a la metania (arrepentimiento, introspección y confesión) y no dejar ningún espacio en absoluto entre medio, ni pensar y decir que yo he decidido definitivamente a arrepentirme (metanoizarme) después de todo esto y ya no puedo cambiarlo; no, porque estas decisiones muchas veces son equivocadas y muchos teniendo gran confianza en ellas, fueron engañados y por varias razones se han quedado sin metania.
A´ Porque nuestras decisiones no están basadas sobre la desconfianza de nosotros mismos y en la confianza, esperanza y ánimo a Dios; y después de esto ocurre que no podamos ver nuestra gran soberbia u orgullo, por el que movidos, damos más confianza a nuestras decisiones, creyendo que son estables. Pero la luz para conocer esta soberbia y enfermedad nuestra y la ayuda para psicoterapiarnos y sanarnos proviene de la bondad de Dios, el que concede, como hemos dicho antes, que caigamos y con la caída nos llama e invita en vez de tener confianza, esperanza y ánimo a nosotros mismos, tengamos confianza, animo y esperanza sólo en Él. ¿Quieres conocer, hombre, cuándo son fuertes y firmes tus decisiones? Cuando no tienes ninguna confianza de ti mismo y cuando todas están fundamentadas con humildad en la esperanza, confianza y ánimo a Dios.
B´ Cuando nosotros nos movemos para tomar alguna decisión, pensamos sólo en la belleza y la fuerza de la virtud, la que arrastra nuestra voluntad hacia su parte, por muy enferma y débil que sea; pero después de todo esto, cuando se presenta alguna dificultad y esfuerzo por los que se logra la virtud, al ser débil también nuestra voluntad, empequeñece y se retira para atrás y a continuación nuestras decisiones quedan sin ejecutarse. Por eso acostúmbrate amar mucho más las dificultades que traen el logro de la virtud en vez de las mismas virtudes; y de estas dificultades que sea siempre alimentada tu voluntad, unas veces con lo poco y otras con lo mucho, si realmente quieres adquirir las virtudes. Y estate seguro que, cuanto más rápido y valientemente te venzas a ti mismo y a tus enemigos, tanto más valientemente abrazarás y amarás las dificultades.
C´ Porque nuestras decisiones muchas veces no piensan las virtudes y la voluntad de Dios que hacemos para el deleite espiritual y la adquisición de los carismas divinos, sino su propio interés, el cual suele acompañar las decisiones. Por lo tanto, nosotros en nuestros sufrimientos y aflicciones que nos hacen sufrir mucho, otra ayuda no encontramos que poner como propósito cómo entregarnos y rendirnos enteramente a Dios y a los ejercicios por las virtudes. Y sí, hermano mío, tú quieres entregarte en esto, pues, en el tiempo de los deleites espirituales que seas cauteloso y humilde en tus decisiones; sobre todo ten cuidado y protégete en no darte mandamientos a ti mismo y no hacer promesas, para que no los transgredas y caigas en el pecado; y cuando te encuentras triste, tu decisión y tu opinión que sea sufrir agradablemente tu cruz y tu sufrimiento, como quiere el Señor, evitando toda ayuda terrenal y alguna vez también la celeste; y que en tu búsqueda sea uno tu deseo, en ser ayudado de Dios, para que puedas sufrir cualquier cosa contraria, sin contaminar la virtud de la paciencia y sin hacer que se indigne tu Dios.

Capítulo 31
El engaño que utiliza el enemigo para aquellos que creen que caminan en la perfección.
Cuando el enemigo no puede vencer ni a los que han dependido del pecado, ni los que buscan liberarse del pecado, como antes se ha mencionado, entonces el malvado se va a los virtuosos y lucha el granuja como guerrero astuto a hacerlos olvidar los enemigos que están cerca de ellos y fehacientemente los atacan y los perjudican, haciéndoles pensar, imaginar y desear las cosas altas y grandes, (67) que están por encima de sus fuerzas, y así antes del tiempo adecuado tener objetivos y propósitos decisivos para llegar a la perfección. El resultado de esto es que ellos no se cuidan por las heridas que tienen, sino que se enorgullecen de distintas maneras creyendo como si fueran cosas y obras ya hechas estos deseos y decisiones de la perfección. Así que, no queriendo sufrir en acción algo contrario u opuesto, ni el mínimo impedimento, ni un logos corto, después pierden su tiempo en grandes estudios y decisiones, es decir, decidiendo con su nus tengo que sufrir grandes pruebas por la agapi de Dios. Y como toman decisiones fantasiosas, no sienten ninguna tristeza o sufrimiento y contrariedad en sus cuerpos, por eso los miserables creen que se encuentran a la altura de los virtuosos que activamente sufren grandes sufrimientos y pruebas. Y no saben que una cosa son las palabras y las decisiones y otra cosa son las obras y la realidad. Por tanto, hermano mío, si quieres evitar este engaño, decídete luchar contra los enemigos que realmente te atacan y guerrean de cerca, y así conocerás claramente si las decisiones que tomas son verdaderas o falsas, fuertes o débiles; y así caminarás en la virtud y la perfección a través del camino seguro y real.
67. Quiero que sepas hermano mío, que de seis partes nos atacan los demonios, como dicen los santos Padres y sobre todo san Máximo el Confesor: desde arriba y abajo; desde delante y atrás; por la derecha y la izquierda. De arriba con nuestras exageraciones que hacemos para la virtud que son superiores a nuestras fuerzas; de abajo con las faltas que tenemos en la misma virtud por nuestra negligencia; por eso los Padres dijeron que los extremos son de los demonios; y por la derecha se dice cuando los demonios con causa derecha y pretexto del bien nos lanzan al mal; por la izquierda cuando por causa clara del mal nos hacen pecar; y de delante cuando los demonios nos atacan con los loyismí y los recuerdos de las cosas que tratarán de venir de atrás, y cuando nos guerrean con recuerdos y supersticiones de cosas pasadas. Y en general todos los malos loyismí infectan la psique interior y exteriormente; e interiormente la atacan e infectan con la idea y la imagen que se imprime contemplativamente en la fantasía, o con el logos interno (la vocecita de la conciencia) del corazón que se imprime esencialmente en la misma fantasía. Exteriormente nos infectan a través de las cosas visibles, las oídas, las tangibles, las olfateadas y las saboreadas. (Ver capítulo 23 cómo rectificar nuestros sentidos). Las causas de los movidos loyismí interiores y exteriores son tres: primero los demonios, segundo los pazos, es decir, las heridas que hemos recibido al corazón por el hábito o por el odio de alguna cosa o amándola apasionadamente; y tercero es el estado corrupto de la naturaleza humana.
Contra aquellos enemigos que no te molestan, no te aconsejo que hagas la guerra, sino solamente si has percibido que posiblemente con el paso del tiempo vendrán a atacarte. Porque con la prognosis y la premeditación puedes prepararte a resistir con decisiones valientes; y cuando vengan, se quedan inactivos y con las manos vacías, puesto que te encuentran preparado. Por eso nunca creas que tus decisiones se han convertido en obras y praxis, aún aunque te hayas ejercitado con los métodos adecuados; pero en estas cosas que seas humilde y tengas temor de ti mismo y de tu debilidad, y así teniendo esperanza en Dios, corre a él con continuas súplicas para que te fortalezca y te guarde de los peligros, sobre todo de toda pequeña superstición y esperanza de ti mismo. Porque si tú de esta manera eres humilde, posiblemente aunque no estés liberado totalmente de algunos pequeños defectos, (los cuales algunas veces deja el Dios para hacerte conocer la debilidad de ti mismo y protegerte de algún bien que tienes), a pesar de todo esto, se te permite que tomes grandes decisiones para que subas en grados de perfección más altos.

Capítulo 32
La guerra y el engaño que utiliza el diablo para que abandonemos el camino que utilizamos para la virtud.
El cuarto engaño con el que nos ataca el mal astuto diablo, es cuando nos ve que estamos al camino correcto de la virtud, entonces despierta distintos deseos e ilusiones y los pone contra nuestro para despojarnos de las virtudes y hacernos caer en las maldades. Por ejemplo, cuando un enfermo sufre con entereza y paciencia su enfermedad, el enemigo que conoce con qué manera este hombre puede lograr el hábito de la paciencia, le presenta ante él muchas obras buenas que podría hacer si se encontrara en otra situación y se ocupa en presionarle que si estuviera curado podría servir mejor a Dios y beneficiar a sí mismo y a los demás.
Cuando el diablo ya le ha puesto estos deseos e ilusiones va poco a poco aumentándolas de manera que le hace agitarse y perturbarse, sin poder terminarlas según su voluntad. Y cuando más grandes y más fuertes se le hacen las similares ilusiones y deseos, tanto más aumentan las molestias y las agitaciones de su corazón; y después poco a poco el enemigo con habilidad consigue que el enfermo no pueda aguantar más su enfermedad, no como enfermedad sino como impedimento para aquellas virtudes que con muchas ganas desea hacer para mayor beneficio. Y cuando ya le lleva a este punto con mucha destreza le roba del nus aquel propósito que tenía para servir mejor a Dios y lograr más virtudes. Y así, no le deja más que el único deseo de liberarse de la enfermedad. Pero como no ocurre según su voluntad, se atormenta y se confunde en tal punto que se convierte totalmente desesperado, y así el miserable llega en la maldad de la desesperación, y cae de la virtud de la paciencia que de antes se estaba ejercitando sin darse cuenta de nada. (68)
68. Así también aquel que progresa bajo un Yérontas (anciano guía espiritual) deseando conseguir mayores virtudes, se engaña y deja la obediencia y se va al desierto para la ascesis; y allí cayendo en la negligencia pierde también el poco progreso que había conseguido en la obediencia, tal y como dice san Juan el Clímaco. Lo mismo le ocurre también el eremita y anacoreta, cuando deja el desierto y se va a la obediencia para supuestamente adquirir más virtudes y beneficio; porque en la obediencia pierde también la poca hisijía (paz y serenidad del corazón) que disfrutaba al desierto.
El método, pues, para resistir a este engaño del diablo es el siguiente: cuando te encuentres en este estado de enfermedad y te estás molestando y agitando, ten cuidado, no aceptar o para nada te eches para atrás por tus deseos e ilusiones por muy buenos que parezcan que sean. Porque entonces al no poder hacer ninguna obra buena, forzosamente te mareas, te confundes y no te pacificas. Debes, pues, con toda humildad, paciencia y obediencia creer que estos deseos tuyos no pueden tener aquel resultado y finalidad que deseas, siendo tú mucho más débil y sin sostén en aquello que tú calculas; o piensa que el Dios por tus pensamientos ocultos o por tus pecados no quiere de ti aquellos bienes que deseas, sino más bien quiere tenerte en humildad con paciencia bajo su dulce y potente mano de su voluntad.
Igual que cuando tienes algún canon de tu Guía Espiritual por algún pecado tuyo y por eso no puedes seguir, como tú deseas, las acciones por la piedad, especialmente de la Divina Comunión o Eucaristía, no te disgustes ni te molestes por estos deseos; sino que una vez hayas expulsado cada voluntad tuya, vístete aquello que gusta a Dios con dolor de corazón, diciendo en tu interior: Ay, si el ojo de la divina providencia no viera en mí las indecencias y los defectos, por supuesto que yo ahora no me encontraría en esta miseria, estando privado de la jaris (gracia, energía increada) de los santísimos Misterios (sacramentos), viendo que mi Señor con esto me revela mi ineptitud, y alabo y canto en los siglos su nombre, diciendo: “Caritativo Soberano mío, teniendo esperanza en tu bondad, aunque soy miserable e indigno de recibirte en mi psique-alma a través de tus dignos Misterios, a pesar de todo esto, Creador y Salvador mío no paro de abrirte mi corazón para que entres espiritualmente en él para alegrarlo y fortificarlo contra los enemigos que quieren separarlo de ti; y sólo este favor te pido querido mío; que mi psique se quede liberada de cada cosa que no te gusta y permanezca siempre vestida con la prenda de tus santos mandamientos, y esté preparada para tu venida espiritual o de cualquier otra cosa que deseas darme”.
Si guardas estas peticiones, estate seguro que cada deseo de bien que tú no puedas completar, y que proviene de la naturaleza o del diablo quien siempre quiere estar molestándote, sacándote siempre del camino de la virtud o también alguna vez de Dios para que sea probada tu obediencia en su voluntad; y como digo, en cada deseo tuyo incumplido, estar motivado siempre en agradecer a Dios como le gusta. Porque de esto está constituida la verdadera piedad y tarea que pide el Dios de nosotros.
Todavía quiero que conozcas esto, para que no te enfades, te exasperes y pierdas tu paciencia en las aflicciones, sufrimientos y tentaciones, de cualquier parte que vengan, debes utilizar aquellos medios justos y prudentes que acostumbran a utilizar los servidores de Dios; es decir, que tú no seas motivo de estas tentaciones, rogando a Dios que te libere de estas y otras cosas similares; pero no con fuerte deseo y dedicación plena para que seas liberado de estas aflicciones, sino porque el Dios quiere que utilicemos medios y órganos similares (69). Porque nosotros no conocemos si el Dios quiere con estos medios liberarnos de aquella aflicción. Por lo tanto, si tú actúas de otra manera, pidiendo que seas liberado totalmente de las aflicciones, sufrimientos, serás derrumbado en muchos males, por no hacerse esta libertad según tu deseo y esfuerzo y fácilmente caerás en la desesperación; o tu paciencia será defectuosa y no será toda gustada a Dios, sino que será digna de salario muy pequeño.
69. Es decir, rogamos para no entrar en tentación, porque dice: “No nos dejes caer en tentación” (Mt 6,13), y “orad para no caer en tentación” (Lc 22,40). Esto san Teofilacto de Bulgaria interpretándolo dice que uno se lance a sí mismo solo en tentaciones es una cosa demoníaca y orgullosa. Debemos, pues, también antes de la tentación rogar para no caer en ella, y cuando hemos caído rogar para que no seamos vencidos por ella. Pero no debemos preocuparnos, inquietarnos y sufrir cuando por casualidad nos ocurren varias tentaciones y sufrimientos, sino que nos alegremos y agradecemos, tal como nos dice el Apóstol Santiago: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas y tentaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (San 1,2). Realmente estando informados que la tentación que padecemos, sólo molesta por su nombre, es decir, la tentación nos prueba y reluce la fe y la agapi hacia el Dios, igual que el fuego reluce el oro al crisol.
En definitiva, te informo aquí sobre un engaño oculto de la φιλαυτία filaftía (egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo), la que acostumbra cubrir nuestros defectos y de una manera rechazarlos, como en el ejemplo siguiente; uno está enfermo y con poca paciencia por su enfermedad, y éste esconde su desesperación con un aparente celo para alguna supuesta virtud, diciendo que su sufrimiento y tristeza no es una verdadera desesperación por el martirio que sufre de la enfermedad, sino que se entristece fácilmente y sufre porque él ha dado motivo para su enfermedad o porque aquellos que le sirven, se asquean y se perjudican de su enfermedad. Así que, uno puede decir que el vanaglorioso que está confundido y enfadado por la gloria y la fama que no ha recibido, no acepta que el motivo de su fracaso es su propia soberbia y vanidad, sino de otros motivos, pretextos y excusas. En cambio está claro que la raíz de la pusilanimidad y la confusión de ellos no es para otros o para otra causa, sino porque ellos odian y evitan aquello que es contrario a sus deseos; porque, el enfermo anterior ni se ocupa ni se indigna porque los que le sirven, se cansan lo mismo o se asquean y se perjudican por la enfermedad de algún otro, sino sólo por la suya propia; ni el vanaglorioso que se ha dicho, se perturba tanto por otras cuestiones tristes que le suceden como por el fracaso de recibir los halagos y la posición que él deseaba. Por lo tanto, tú para que no caigas en este error y en otros, aguanta con paciencia todo esfuerzo, fatiga e instrucción que te venga por cualquier tipo de motivo que sea.
Capítulo 33
El último engaño que utiliza el diablo para que las virtudes que hemos adquirido se conviertan en causa de maldad.
La serpiente mala astuta y malvada nunca cesa de molestarnos y tentarnos con sus vilezas, astucias y engaños, incluso aquellas virtudes que hemos adquirido para nosotros se hacen causa de corrupción y maldad; porque siendo congratulados en estas y a nosotros mismos, llegamos a ensalzarnos y así después caemos en la maldad y en el precipicio del orgullo, la soberbia y la vanagloria, (¡ojalá que así no sea!). Por lo tanto, hermano mío, para que te protejas de este peligro, recoja todo tu nus en tu corazón y lucha para siempre este demonio, como si estuvieras en una amplia tronera de guerra, en la verdadera y muy profunda gnosis de la nimiedad de ti mismo, pensando que de verdad no eres más que un cero a la izquierda, y que no puedes hacer nada, y que no tienes otra cosa más que molestias, enfermedades, maldades y defectos, y que no mereces otra cosa más que castigo continuo. Una vez te hayas asegurado y afianzado en esta verdad, no dejes nunca tu nus a ocuparse de cosas externas del mundo, ni siguiera de un pequeño loyismós o acontecimiento que te ocurra, por supuesto que teniendo seguro que todas tus cosas externas son tan hostiles y enemigas, que si te hubieses entregado en las manos de ellas seguro que estarías muerto o herido (espiritualmente).
Y para que te ejercites bien y mantengas esta tronera de la verdadera gnosis (conocimiento) de tu nimiedad, utiliza este canon o regla: Cuantas veces pongas en tu nus el pensamiento de ti mismo y de tus obras, calcula que aquello que eres no es obra tuya sino de Dios y de su jaris (energía increada); y después piensa al tiempo que había antes de que tú fueras creado y verás que en todo aquel abismo de la eternidad eras un claro cero; no podías hacer nada para tener tu existencia; por otro lado, en el tiempo que tienes tu existencia es sólo por la bondad de Dios, dejando en él lo suyo que es la continua providencia con la que ahora te está protegiendo, ¿y qué otra cosa eres sino un nada o cero? Porque no hay ninguna duda de que en tu primer cero del que te ha traído el Dios con su mano omnipotente, al mismo momento podrías retornar si él te abandonase sólo por un momento.
Está pues claro que permaneciendo es esta existencia natural con tu propia fuerza, nunca puedes tener en cuenta a ti mismo de que eres algo o quieras que los demás te tengan en cuenta.
Después, si permaneces en el “bien estar y ser” de la jaris (gracia, energía increada), debes pensar que si tu propia naturaleza queda desnuda de la divina ayuda y jaris, ¿qué cosa buena y digna podrás hacer tú por ti mismo? Por supuesto que nada. Así que tú también puedes decir con Pablo: “no me he cansado yo sino la jaris (gracia, energía increada) que está conmigo” (1Cor 15,10). Después por otro lado, pensando en la multitud de tus errores pasados, y sobre todo en los males que hubieras hecho, si el Dios con su mano caritativa no hubiera impedido, con la multiplicación, no sólo de los días y los años que se han cometido, encontrarás que la multitud de ilegalidades, de malas praxis, hábitos y pazos, pueden llegar a ser incontables y tú te hubieras convertido en otro eosforos (lucifer) infernado.
Por lo tanto, si no quieres ser un codicioso, rapaz y ladrón de la bondad y la doxa (gloria, luz increada) de Dios, debes creer que tú eres el peor e inferior de todos los hombres (70); porque todo los demás lo ha dado el Dios también a sus creaciones, pero Su gloria la ha guardado él para que sea glorificado y alabado como Creador de todo, por eso dice, “mi doxa-gloria no la entregaré a otro” (Is 42,8), pero permanecerás siempre con tu Señor glorificando sólo a él, como es lo justo, en cada praxis tuya como principio, medio y fin de todos los bienes.
70. Cuánto beneficioso es que uno se tenga a sí mismo como el peor e inferior de todos los hombres, lo testimonian los santos; el divino Juan el Crisóstomo dice: “no hay nada más amado de Dios que se considere uno a sí mismo el peor de todos”. Y el gran Barnasufio dijo: “si realmente quieres salvarte, escucha lo que tienes que hacer; levanta los pies de la tierra y eleva tu nus a Dios. Y tu estudio que esté allí día y noche y con todo tu fuerza despreciar a ti mismo, creyendo que estás por debajo de todos los hombres; este es el camino verdadero; fuera de este camino no existe otro camino para aquel que quiere salvarse con la potencia de Cristo; aquel que quiere llegar que corra; le conjuro en el nombre del Dios vivo que quiere regalar la vida eterna en aquel que lo desea”. San Gregorio el Sinaíta añade: “Debemos tener a nosotros mismos como los peores de todas las creaciones y más miserables que los demonios, porque dice que hay dos tipos de humildad tal y como dicen los Padres. Uno es que uno se considere por debajo de todos y el otro referir sus hazañas a Dios; lo primero es el principio y lo segundo es el final. Y esta humildad se adquiere de los que buscan, cuando con conocimiento piensan que estas tres cosas para sí mismos; de que son los más pecadores de todos; y que son los más indecentes de todas las creaciones, porque se encuentran en un astado contranatural; y que son más miserables que los demonios, porque sirven a los demonios” (Filocalía c.115).
Y sepas bien, que este juicio que haces sobre ti mismo, no es ninguna exageración para tener algún motivo de enorgullecerte. Pero es justo, verdadero y motivo de humildad, es decir, de que eres peor que todos los demás. Pero si tú crees que conociendo tu mala astucia y vileza, supera de una manera al otro que se imagina de sí mismo que es superior; sepas que tú te estás haciendo peor que él, aunque quieras que los hombres te tengan en cuenta como tal, que en realidad sabes que no lo eres.
Si quieres pues, que la gnosis de tu mala astucia y tu nimiedad mantenga alejados tus enemigos y hacerte amado a Dios, es necesario no sólo que te desprecies a ti mismo, y a continuación merecido de todos los males, sino que quieras ser despreciado también de los demás, detestando los honores y alegrándote de las culpas, las acusaciones y haciendo todo aquello que los demás, los que tienen conducta mundana, desprecian. La opinión y las palabras de ellos no las aceptes de ninguna manera, (71), ni abandones esta praxis santa y divina de desprecio de ti mismo, y que esto se haga de ti sólo con el propósito de tu humildad y no para gustar a los hombres y te tengan en cuenta de que eres algo.
71. De acuerdo con esta enseñanza aquel gran profeta y santo Barnasufio dice lo siguiente: “El que seas despreocupado de toda cosa te acerca en la ciudad, y el que no te tengan en cuenta los hombres te hace habitar en la ciudad; y morir por cada hombre te convierte en heredero de la ciudad y sus tesoros. Si quieres redimirte y salvarte, mantente en lo que no te tengan en cuenta los hombres, y corre hacia este propósito”. El que no te tengan en cuenta los hombres, según Juan discípulo de san Barnasufio, es que no te equipares y te compares a ti mismo con algún otro. Ni tampoco dirás por alguna obra buena que yo lo he hecho esto.
Si por casualidad alguna vez los demás te quieren mucho y te elogian por algo bueno que te ha dado el Dios, estate bien recogido y no te muevas para nada de tu verdadera gnosis de tu nimiedad, la que antes se ha dicho, sino primero gira hacia el Dios diciendo con todo tu corazón: “Señor mío, que nunca me convierta en ladrón de tu honor y tu jaris (gracia, energía increada); para ti la alabanza, el honor y la doxa-gloria, y para mí la vergüenza”. “Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión y vergüenza de nuestros rostros” (Dan 9,7). “Tuya es la doxa-gloria y yo soy tu esclavo” (Esd 4,29).
Después gira hacia al que te alaba, hablando silenciosamente en tu interior con el loyismós: ¿de dónde éste me tiene como bueno, puesto que no hay otro bueno sino sólo el Dios? “Nadie es bueno, sino sólo el Dios” (Mt 19,17). Porque haciendo así atribuyes a Dios lo suyo, y mantendrás lejos los enemigos y te harás digno de recibir mayores carismas y beneficencias de Dios.
Pero cuando el recuerdo de las virtudes y de las obras buenas que haces te incitan al orgullo, a la soberbia y a la vanagloria, inmediatamente piensa que las obras son de Dios y no tuyas (72) y como si estuvieras hablando con ellas, di: “¡Yo no conozco cómo os habéis venido y manifestado en mi nus! Porque yo no soy vuestro principio sino el Dios bondadoso y su jaris (gracia, energía increada), aquel os creó, os alimentó y os guardó, a él sólo quiero reconocer como padre inicial y causa, a él agradezco y a él atribuyo todo elogio y alabanza”.
72. Y a continuación reflexiona sobre esta verdadera y certera reflexión, es decir, cuantas más virtudes adquieras y cuantos más carismas, dones recibas, tanto más beneficiado eres de Dios; y cuanto más beneficiado eres, tanta más deuda tienes hacia el Dios y tanto más obligado te haces; así de esta reflexión no solo no te enorgullecerás ni te vanagloriarán por tus virtudes y tus carismas, sino que lucharás y bajarás al fondo de la humildad no teniendo algo equivalente y digno para agradecer a Dios por sus carismas divinos.
Después piensa que todas las obras que has hecho, no han llegado en la analogía y la simetría de la luz y de la jaris que te fue dada para conocer y hacerlas, sino que están muy lejos e imperfectas de aquel propósito claro y de la diligencia adecuada con la que deberías hacerlas.
Entonces, si piensas bien, debes avergonzarte más de tus virtudes en vez que ellas te gusten vanamente y enorgullecerte por ellas. Porque es verdad que las virtudes naturales de Dios, las que debemos imitar, ellas por si solas son puras, limpias y muy perfectas, pero se manchan de una manera y se reducen por nuestras imperfecciones y la falta de imitación nuestra (73).
73. Aparte de esto, todas las virtudes al ser energías increadas y acciones naturales de Dios y donaciones y energías increadas del Espíritu Santo, después son sin principio e interminables, según san Máximo el Confesor; e infinitas sobre su magnitud e incontables sobre la multitud, como dice san Basilio el Grande. ¿Cómo pues puede uno ensalzarse y enorgullecerse que ha adquirido virtudes, cuando ha aprendido que las virtudes no tienen principio ni fin, ni número? ¿Y cómo no bajará al fondo de la humildad cuando piensa que por muchas virtudes que haya adquirido, sabe otra vez que no ha llegado ni al principio de las virtudes? Sino que ha recibido de ellas tanto como una gota del infinito océano; y cómo no se moverá él también decir aquella oración del gran Arsenio que dice: “Dios mío, no me abandones no hice ningún bien ante tuyo, pero a causa de tu compasión ayúdame a comenzar”.
Además, compara tus obras con aquellas obras de los santos, los verdaderos amigos y servidores de Dios y conocerás que las mayores y mejores obras tuyas son nada y muy pequeñas o dignas de poco honor, si las comparas con las obras de nuestro Señor Jesús Cristo, que hizo para ti en los Misterios de la vida y de la Cruz, y si piensas la pureza de su agapi-amor y la impecabilidad que las hizo, conocerás que todas tus obras y virtudes son casi pecados y suciedades. Porque se ha escrito: Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is 64,6), o mucho peor, peores que la nada.
Por último, si elevas tu nus a la deidad y a la infinita grandiosidad de tu Dios, “que ante él ni el cielo está limpio”, como se ha escrito (Job 15,15), y en el servicio y culto que se le debe, verás claramente que no es el orgullo y la altanería que te debe venir, sino que en cada obra tuya te venga gran temor y miedo, por muy santa y perfecta que sea y decir con todo tu corazón, sólo lo debes a Dios, como aquella voz humilde del publicano: “Dios ten misericordia de mí que soy pecador” (Lc 18,13).
Aún te pido que no seas fácil en manifestar los carismas que te da Dios. Porque esto casi siempre, no gusta a Dios, como nos ha enseñado el mismo con la siguiente historia.
Jesús Cristo apareció una vez a un piadoso y virtuoso con un tipo de niño, y aquel conociendo que es el Señor, le rogó con sencillez que le diga la alabanza angélica, es decir, Teotocos Virgen; y comenzó aquel santísimo niño a decir con alegría: “Alégrate María llena de jaris, tu Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”, y aquí paró y no quiso con el resto de palabras alabarse a sí mismo y decir: “Bendito sea el fruto de tu vientre”. Pero como aquel le rogaba que dijera el verso que continuaba y el resto, el niño desapareció, dejando al fiel con gran alegría. Y con su propio ejemplo manifestó en él esta enseñanza celeste, es decir, que no se elogie uno a sí mismo nunca por las virtudes que tiene. Pues, tú aprende hacerte humilde y no elogiarte por ti mismo, conócete a ti mismo y sepas que todas tus obras buenas no son nada. “Alábate el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los labios tuyos” (Pro 27,2).
Este es el cimiento, la base de todas las virtudes (74); el Dios nos has creado de la nada y ahora que a causa suya somos existencias, quiere cimentar todo el edificio espiritual encima de esta gnosis (conocimiento), es decir, por nosotros mismos que seamos un cero y cuanto más profundizamos en ella tanto más crece el edificio; y cuanto más tierra sacamos de este fondo, es decir, cuanto más conocemos nuestros defectos y nuestras miserias, tanto más el arquitecto divino pondrá las piedras firmes y seguras para aumentar este edifico espiritual. Y no creas, hijo mío, que puedes profundizar alguna vez en esta gnosis y llegar hasta el fondo de ella. Porque esto es imposible; más que nada reflexiona sobre esto, que si fuera posible ser entregada en alguna creación una cosa así de este tipo, no se podría encontrar otro fondo más profundo que el que uno investigue su propia nimiedad. 74. Por eso el Señor queriendo a edificar el admirable edificio de las bienaventuranzas, el primer cimiento para ellas puso la pobreza del espíritu, es decir, la humildad, diciendo: “Bienaventurados los pobres del espíritu, porque de ellos es la realeza increada (reinado en energía increada) de los cielos.
De esta gnosis bien puesta en praxis, podemos tener todo bien; sin esta somos casi nada, incluso aún si quisiéramos hacer las obras de todos los santos y estar ocupados siempre con el Dios. ¡Oh bienaventurada gnosis (increada) que nos haces felices en la tierra y glorificados en cielo! ¡Oh luz increada que sacas de la oscuridad nuestras psiques y las haces brillantes, lúcidas, puras y sanas! ¡Oh cero, el cual cuando seas conocido nos haces señores del universo! Nunca puedo saciarme, amigo mío, cuando hablo de esto. Si quieres elogiar a Dios, humilla tu egoísmo, acúsate a ti mismo y que desees ser acusado de los demás. Hazte humilde y debajo de todos, si quieres elevar a Dios y a ti mismo en Él. Si deseas encontrarle, no te ensalces, porque él se va; hazte humilde lo máximo que puedas y él vendrá a buscarte y te abrazará; y tanto quiere recibirte y unirse fuertemente contigo con tanta agapi, cuanto más humilde te estás haciendo ante sus ojos, y te haces más humilde que los demás aunque todos te dejen como una cosa despreciable.
Pues, hermano mío, tú el afligido por tus pecados, por la abundancia de la jaris (gracia, energía increada) que te concede el Dios, para unirte consigo mismo, haz también tú lo mismo, es decir, creerte a ti mismo como indigno y peor que todos los demás y no omitas continuamente agradecer a Dios y que eres deudor de aquellas cosas que son motivo para que te hagas humilde; es decir, de aquellos que te han despreciado y te desprecian continuamente. Y si sin querer y con mala gana de tu corazón sufres los desprecios de ellos, lucha a medida de lo posible no mostrar exteriormente que te disgustan y parecen mal.
Y si con todos estos pensamientos y cálculos, que son muy verdaderos, la mala astucia del diablo, el desconocimiento y nuestra mala tendencia quisieran predominar sobre nosotros, de modo que los loyismí de la vanagloria y de la altanería no cesen de molestarnos y herir nuestros corazones, incluso entonces es tiempo adecuado hacernos más humildes y despreciarnos más; y esta lucha es mayor que cuando pasamos una prueba y luchamos para liberarnos de ella; pero no podemos liberarnos de su tiranía porque padecemos de las molestias del orgullo, el cual tiene la raíz y el principio en el vano engreimiento de que somos algo, de nuestra reputación, y así uno del veneno amargo sacará miel, de las heridas logrará salud y de la misma soberbia u orgullo adquirirá humildad.

San Nicodemo el Aghiorita

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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