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Πέμπτη 6 Ιουνίου 2013

EL CARÁCTER DE LA LIBERTAD DEL HOMBRE SEGÚN SAN GREGORIO PALAMÁS

 

ΠΡΑΚΤΙΚΑ ΔΙΕΘΝΩΝ ΣΥΝΕΔΡΙΩΝ ΑΘΗΝΩΝ ΚΑΙ ΛΕΜΕΣΟΥ

SUMARIOS DE LOS CONGRESOS INTERNACIONALES DE ATENAS Y LEMASOL DE CHIPRE

Ο ΑΓΙΟΣ ΓΡΗΓΟΡΙΟΣ ΠΑΛΑΜΑΣ

ΣΤΗΝ ΙΣΤΟΡΙΑ ΚΑΙ ΤΟ ΠΑΡΟΝ

SAN GREGORIO PALAMAS EN LA HISTORIA Y EL PRESENTE

ΔΗΜΗΤΡΙΟΥ ΤΣΕΛΕΓΓΙΔΗ: Ο ΧΑΡΑΚΤΗΡΑΣ ΤΗΣ ΕΛΕΥΘΕΡΙΑΣ ΤΟΥ ΑΝΘΡΩΠΟΥ ΚΑΤA ΤΟΝ ΑΓΙΟ ΓΡΗΓΟΡΙΟ ΠΑΛΑΜΑ.227
EL CARÁCTER DE LA LIBERTAD DEL HOMBRE SEGÚN SAN GREGORIO PALAMÁS
(Por Dimitrio Tseleguidis, profesor de la Escuela teológica de la Universidad de Thesalónica)
La libertad es de los temas más importantes que conciernen la existencia del hombre. Cada operación y acto del hombre que le caracterizan como persona conecta sólidamente con su libertad. Así que se puede hablar de una gran variedad por la que se manifiesta esta libertad, como por ejemplo la libertad del pensamiento, la libertad del logos, la libertad de la conciencia, la libertad ética y religiosa, etc.
Intentaremos en brevedad posible a presentar cómo san Gregorio Palamás ve la libertad del hombre de por sí misma. Después de referirnos a la sumisión y la liberación del hombre, presentaremos cómo el hombre desarrolla y manifiesta su libertad como partícipe de la experiencia espiritual de la Iglesia y quién es el carácter particular cualitativo de esta libertad.

Desde el comienzo directamente debemos de decir que absolutamente libre e estrictamente independiente es únicamente el Dios, puesto que como Ων (Existente o Ser) real, verdadero no se somete a ninguna necesidad metafísica1. (1Porque no de la esencia el Ων (On, existencia, existente o ser) sino del Ων la esencia, porque en este, al Ων está contenido todo su ser. Sobre los Santos Hisijastas 3,2.12). Entonces es obvio que hablar sobre la auténtica y absoluta libertad sólo se puede hacer allí donde se encuentra la fuente de la libertad, es decir, al mismo Dios. La directa e inmediata manifestación de esta auténtica libertad en la creación y la historia, sólo se hace con las energías increadas del Dios Trinitario.
¿Pero, si como libertad absoluta y auténtica, se encuentra sólo al mismo Dios y sus energías increadas, qué clase de libertad tiene el hombre como creación y dónde se fundamenta su libertad?
La libertad del hombre, según la enseñanza de la Iglesia, tal como ella está representada por san Gregorio Palamás, está vinculada estrechamente con la manera de su existencia. El hombre que su origen ontológico se encuentra al no ser, vino al ser, como es conocido, por la energía increada creativa de Dios. Por eso es dependiente de la causa de su existencia, es decir, dependiente del mismo Dios. Pero más allá de esta dependencia del ser, el hombre se ha creado como imagen de su creador (Gen 1,27), como ser o existencia lógica e independiente3. La lógica (o racionalidad) de los seres, según Palamás, conecta y está unida ontológicamente con la independencia de ellos4. Por consiguiente, la independencia y la libertad del hombre constituyen un atributo ontológico del “como imagen”.
Dios creando al hombre como imagen suya, fundamentó su independencia sobre una realidad, la que proporciona en la libertad unas condiciones de significado decisivo para el posterior itinerario perfeccionador del hombre.
Lo “como imagen” constituye aquel cimiento de la existencia humana que da la capacidad al hombre poder moverse hacia el bien y la bondad, cuando hace buen uso de su independencia. Es decir, la base ontológica de la referencia independiente del hombre al Dios Trinitario, se encuentra en su creación como imagen de Dios. Si el hombre alzara siempre libre e independientemente el “como imagen” hacia su arquetipo, no recaería de la kinonía-comunión de Dios, ya que el Dios, según Palamás, provee todo con particular providencia hacia el hombre”5.
San Gregorio Palamás, mientras localiza lo “como imagen” en toda la existencia del hombre6, da un énfasis especial al nus7. Pero el nus y la lógica conectan inevitablemente con la independencia y la voluntad o intención del hombre, y estas le proporcionan la capacidad de alterarse y dirigirse unas veces hacia el bien y otras hacia el mal8.
Si la independencia es reducida de la lógica, entonces la lógica resulta sin contenido esencial. Sin libre voluntad y decisión no es comprensible ninguna responsabilidad. Sólo cuando el hombre “tiene resuelta o liberada la opinión, el juicio de toda necesidad”, observa el héroe del hisijasmo (Palamás), puede mantenerse en su vida natural y estar acercándose y abordando a Dios o estar desviándose de la comunión e unión con Dios dirigiéndose hacia la muerte (espiritual)9.
El Dios creando al hombre independiente, privó la capacidad y poder del astuto maligno a ejercer violencia sobre él. Sólo por convencimiento, dolo o engaño puede el diablo influir a la voluntad humana y hacerle partícipe de su apostasía (deserción)10. Entonces, el hombre desde su creación ha recibido la fuerza de su independencia y libertad, por la que puede resistir al astuto maligno y contribuir decisivamente a la realización de su finalidad, que es su semejanza a Dios.
La caída ancestral (atávica) tuvo consecuencias ontológicas al propio ser del hombre, es decir, lo «como imagen» aunque se oscureció no fue destruido por el pecado. Aquello que el hombre perdió, dice san Gregorio, no fue la imagen, sino lo “como semejanza”11. El oscurecimiento del como imagen significó deterioro y corrupción también a la independencia del hombre, que en vez de caminar con dirección a la libertad de su prototipo se encontró dentro de la región que está influida por el astuto maligno, el cual maligno, no pudo destruir la independencia del hombre, pero le oscureció e impidió a moverse hacia su perspectiva perfeccionadora. Así que cualquier cosa que hiciese el hombre admirable o no, se encontraba, según san Gregorio, bajo las consecuencias generales de la caída ancestral12.
Pero la independencia del hombre no impidió la libertad de Dios a reestructurar filantrópicamente al hombre; y así sobre lo peor de las caídas y desviaciones del hombre por la dependencia, ha economizado su sanación y salvación, sin violar para nada su independencia y libertad13. Es decir, mientras que la libre infracción voluntaria e independiente del mandamiento de Dios condujo del hombre alinearse con el diablo y su sumisión a la muerte, el Dios con su sabiduría y bondad encontró la manera para redimirle de la muerte, y mantener la independencia (o libre albedrío) del hombre. El Dios no ha permitido que se convierta la muerte el final obligatorio, «el último sótano» de todos los hombres. En primer lugar porque el hombre no llegó auto-movido hacia el mal, sino por calumnia del diablo a la voluntad de Dios, después de la infracción no progresó “extremadamente e irreversiblemente” hacia el mal como hicieron los demonios15, sino que se hizo receptivo al ofrecimiento de Dios para su liberación de carácter ontológico.
Con la obra de la divina economía que se ha realizado a la persona de Cristo, el hombre se libera ontológicamente del pecado, el diablo y la muerte esjatológica y obtiene la libertad carismática.
Especialmente, el Dios movido por extrema misericordia para el hombre tomó la fisis, naturaleza humana “como hipostasis (base substancial)” a la persona del Logos de Dios para liberar al hombre, reestructurar y renovar su imagen oscurecida y vivificarle con la jaris (gracia, energía increada) del prototipo.16 El Cristo como Θεάνθρωπος (zeánzropos, Dios y hombre), como único hombre verdadero e impecable17 y como libre de la esclavitud del diablo18, era según san Gregorio, el único que podía liberar al hombre de la esclavitud anterior19.
El cimiento de la liberación de la naturaleza humana del poder del diablo, el pecado, la corrupción y la muerte ya se puso con la humanización del Logos de Dios, en cambio con la resurrección se selló la liberación ontológica del hombre de su múltiple esclavitud20. La liberación del hombre de la esclavitud y la tiranía del diablo la aseguró y certificó el Cristo de forma clarividente durante su presencia histórica en la tierra. Es decir, el Cristo sanando los claramente endemoniados y también el cuerpo, observa san Gregorio Palamás, “mediante esta operativa libertad manifestada... certificaba la invisible libertad en la psique del hombre de la escondida o secreta tiranía del diablo21. Con la liberación de los endemoniados de la soberanía del diablo, el Cristo daba a conocer a los hombres que él es quien puede liberar las psiques de sus esclavitudes al astuto maligno y regalarles la eterna libertad22. La liberación del hombre de la esclavitud anterior no se limitó, según Palamás, al período de la vida terrenal de Cristo. Continúa realizándose a los marcos de la Iglesia siempre con su doble carácter, que se refiere a la psique y al cuerpo del hombre23.
La humanización, la muerte y la resurrección de Cristo constituyen hechos históricos de su vida, pero tienen sentido liberador para el hombre.24 La única capacidad que tiene el hombre para liberarse de la esclavitud del pecado, del maligno y de la muerte es participar mistéricamente (sacramentalmente, participando a los Misterios Ortodoxos) en la muerte y resurrección de Cristo. El hombre participando de manera mistiríaca (sacramental) a la muerte vivificadora y la resurrección de Cristo, con el bautismo participa a las condiciones ontológicas de su libertad y recibe real y carismáticamente su liberación de la triple esclavitud anterior. Es decir, así como la responsabilidad de la muerte a causa de Adán pasó a todos los humanos, así también pasa, según san Gr. Palamás, también la vida eterna, que es vida de libertad de todos aquellos que renacen espiritualmente del Zeántropos (Dios y hombre)25.
Con la creación de la Iglesia, el Cristo se convierte y se hace la fuente inagotable de la divina jaris (gracia, energía increada), que ha liberado al fiel del pecado y sus consecuencias26 a través de los misterios. La liberadora jaris increada del bautizo no se pierde, porque el Dios no se arrepiente de sus carismas, cuando el hombre peca y no explota y desarrolla la oferta de Dios, la jaris increada permanece inenergizada e inoperante27. Sin embargo, cuando con la potencia y energía de los misterios y la sinergia humana se mantiene esta jaris energizante, operante, esto a la vez significa la presencia también de su verdadera libertad. Refiriéndose san Gregorio al versículo del Apóstol Pablo “porque la ley del espíritu de la vida me ha liberado de la ley del pecado y la muerte” (Rom 8,2), observa que la liberación del hombre del pecado y la muerte que se realiza con la potencia de la jaris increada del Espíritu Santo, no sólo contiene inmortalidad sino también impecabilidad. El hombre teniendo su naturaleza liberada de los pazos, el desgaste, la corrupción, la muerte y su conducta y actitud liberada del pecado, entonces puede moverse a la región de la libertad pragmática (real). Además, la libertad pragmática sin la liberación ontológica del pecado es inconcebible. Con la ascensión a los cielos del encarnado y resucitado Logos de Dios se aseguró, según Palamás, la libertad del hombre para la eternidad, puesto que la creada naturaleza humana se introdujo con el Cristo al seno del Dios Padre30. Es decir, con la humanización del Logos de Dios nuestra naturaleza se unió hipostáticamente con la divina y se ha hecho omotea (semejante a Dios o similar a la deidad)31, así también con la ascensión de Cristo nuestra naturaleza se hizo omótrona (mismo trono), puesto que el Cristo con ella “se sentó a la derecha de la grandeza en los cielos”32.
Pero la libertad que se proporciona de Cristo en los marcos de la Iglesia, presenta una antinomia exterior, porque esta libertad se manifiesta como una esclavitud total a Cristo. La esclavitud o sumisión total de los fieles a Cristo es voluntaria, proviene como correspondencia de ellos a la oferta de Cristo. Pero cuando los fieles ofrecen su voluntad a Cristo uniéndose enteramente con él, no significa que se privan de sus libertades. Precisamente lo contrario, se apropian el espíritu de Cristo. Pero el espíritu de Cristo que reciben los hombres dentro en la Iglesia, no es “espíritu de esclavitud” sino “espíritu de adopción”33, cosa que significa, según San Gregorio, que es “espíritu de libertad, el mismo espíritu santo”34. Por consiguiente, los hombres en Cristo apropiándose del espíritu de Cristo tienen y viven por excelencia sus libertades, puesto que según el escrito bíblico: “el espíritu del Señor, es libertad” (2ªCor 3,17). Pero esta libertad que habla el Apóstol Pablo a los Corintios se apocalipta=revela, según Palamás, con la luz (increada) de la divina jaris36.
Y como se ha dicho, el Espíritu Santo como espíritu del Señor no es un espíritu de esclavitud sino de adopción y libertad; la libertad de los fieles, dentro de los marcos de la Iglesia, se entiende plena y correctamente sólo cuando conecta inseparablemente con la adopción carismática de ellos por Dios. La adopción carismática es característica de aquellos que se libraron de la esclavitud del diablo y del pecado y recibieron la fuerza y energía increada de hacerse por la jaris increada hijos de Dios. Cuando hablamos sobre adopción carismática de los fieles, observa san Gregorio, nos referimos las adopciones de Dios Padre, pero que están dadas a ellos por la jaris increada de Cristo37.
Con la jaris increada del bautizo, Cristo renace a los hombres espiritualmente y se hace Padre de ellos por la jaris, quien los alimenta espiritualmente, no sólo con su cuerpo y sangre sino también con su espíritu. De este modo les constituye “perpetua o eternamente vivos” y por la jaris “hijos amados del Padre celeste”38. Pero como partícipe de la divina jaris increada el hombre adoptado de Dios se convierte, según Palamás, no sólo “en lugar, o tesis” hijo, sino también en espíritu39. Aquí es imprescindible también una aclaración del visionario teólogo de la luz increada (Palamás), que se debe tener en cuenta muy seriamente para todo lo que vamos a decir a continuación sobre el carácter de la libertad. Los fieles con sus nacimientos carismáticos de Dios, realmente han sido adoptados por él, pero no se han hecho de inmediato y en “energía” hijos de Dios. Simplemente han tomado la fuerza y energía de convertirse y hacerse hijos de Dios en los ésjatos tiempos, es decir, durante la futura realeza increada de Dios. Apunta Palamás, que: “dijo que han renacido de Dios y no dijo que se han hecho hijos de Dios40, pero recibieron la fuerza y energía de hacerse o estar convirtiéndose en hijos de Dios; (refiriéndose al Evangelio de Juan 1, 12-13). Viendo al final también la apocatástasis (restablecimiento) de aquellos y la perfección del futuro siglo”41.
¿Pero finalmente cuál es el carácter de la libertad de los fieles, según san Gregorio Palamás? Epigramáticamente diríamos que la libertad de los fieles tiene carácter ontológico, carismático y a la vez contenido teológico con clara perspectiva esjatológica. ¿Pero cómo se entiende la importancia de estos atributos básicos de la libertad en los marcos de la Iglesia?
Por lo que hemos dicho en la primera parte de nuestra introducción, se clarificó el carácter ontológico de la libertad del hombre sobre su dimensión antropológica. Se dijo también que la independencia del hombre constituye el atributo ontológico fundamental del como imagen. En los marcos de la Iglesia y concretamente con el bautizo del hombre, la independencia (o libre voluntad, albedrío) desgastada y oscurecida por la caída, no sólo se hace saludable y se renueva, sino que se enriquece carismáticamente con la libertad del Espíritu Santo. Pero la libertad del hombre adquiere además del contenido antropológico también el contenido literalmente teológico. Es decir, el creyente tiene libertad natural y libertad carismática.
¿Pero más detalladamente quién es el carácter carismático de esta libertad y cuál es su relación con la libertad física o natural?
La libertad carismática del hombre de acuerdo con la experiencia espiritual de la Iglesia, que nos expone san Gregorio Palamás, tiene existencia ontológica, porque es energía increada concreta del Dios Trinitario. Palamás interpretando el versículo de san Gregorio el Teólogo: “espíritu de adopción, de verdad, de libertad, de sabiduría, de prudencia, de voluntad, de valor, de gnosis, de piedad y de temor a Dios; porque también es creador de todos estos”42; y dirigiéndose contra Akíndinos apunta rotundamente el carácter increado de la libertad, calificándola como una de las propias, naturales e innatas energías increadas del Espíritu Santo que son proporcionadas de Dios al fiel a través de los Misterios dentro de la Iglesia Ortodoxa43. Así el testimonio bíblico: “porque el espíritu de Dios es libertad”, significa que la presencia carismática del Espíritu Santo al creyente es la presencia de la libertad increada44.
Pero aquí se pone buenamente la pregunta: ¿Cuándo el hombre se apropia de la libertad como natural energía increada del Espíritu Santo, qué pasa con su propia libertad como energía y acción del libre albedrío o independencia? ¿Se anula, se aparta, flaquea o se mantiene plenamente su particularidad? ¿Si se anula, no se mutila la personalidad humana? ¿Y si por otro lado, permanece, cómo se concilian dos libertades a la misma persona y sobre todo una increada y la otra creada? La respuesta a esta pregunta la da indirectamente el tomo del 135145 en su referencia a la Regla o Canon del 6º Sínodo Ecuménico sobre las dos voluntades de Cristo46. Las dos voluntades de Cristo según la Regla o Canon como también sus dos fisis o naturalezas se han unido “indivisiblemente, sólidamente, inseparablemente e inconfundiblemente”, cosa que asegura la unidad y la particularidad de las dos voluntades. Las voluntades de Cristo mientras permanecen indivisiblemente unidas y mantienen “sólida e inconfundiblemente” sus características naturales y sus particularidades, no se contrarían entre ellas sino que la humana se somete, sigue y disfruta de la divina. Exactamente ésta sumisión de la voluntad humana a la divina constituye también la expresión de la impecabilidad de Cristo.
Por consiguiente, la respuesta a la pregunta anterior tiene base cristológica. La existencia de dos independencias (o libres albedríos)47 y voluntades en Cristo, a causa de la unión hipostática de sus dos naturalezas, cimienta también la existencia en los creyentes de dos libertades y voluntades, a causa de la adhesión carismática y ontológica de ellos al cuerpo mistiríaco y deificado de Cristo. Pero aquí debemos de apuntar también la diferencia fundamental entre creyente y Cristo. El creyente tiene como propio de su naturaleza sólo la voluntad y la libertad humana. La otra voluntad y libertad suya, es increada energía natural del espíritu Santo, la que el fiel se apropia y mantiene sólo por la jaris increada.
Pero la relación de las dos independencias y voluntades naturales de Cristo, proporciona la medida y el grado hacia el que debe aspirar la relación de la independencia y voluntad humana con la independencia y voluntad increadas del Dios Trinitario. Esta relación debe ser sumisión de la libertad humana a la libertad carismática, que se proporciona al creyente mientras permanece como miembro vivo del cuerpo mistitríaco (participando en los misterios, sacramentos ortodoxos) de Cristo. La ascesis por las virtudes con el libre y agapítico (amoroso) cumplimiento de los mandamientos por un lado y la participación por excelencia libre y concienciada del creyente a los Misterios (sacramentos) de la Iglesia por otro lado, constituyen la manera más concreta, por la que el creyente somete su creada voluntad y libertad a la increada voluntad y libertad de Dios. La sumisión del hombre a la voluntad de Dios, a pesar de su aparente antinomia hacia la libertad, constituye prácticamente la apertura concienciada del hombre a su verdadera libertad. De esta manera el creyente se hace partícipe de la misma vida increada de Cristo, que es vida de libertad en Espíritu Santo.
Por consiguiente, la libertad del creyente en Cristo es carismática y sobre todo a la medida de sumisión de la libertad humana a la increada libertad de Dios. Es obvio, pues, que la libertad de los creyentes en Espíritu Santo no es una realidad indeterminada, nublada e indefinida. Al contrario, es una clara y muy concreta energía increada y acto del Dios Trinitario, que determina una realidad carismática e increada por participación, la que da sentido al creyente en todas sus manifestaciones y toda su vida. En los marcos de la Iglesia se dan algunos datos y elementos básicos que describen, pero sin agotar los límites de manifestación y las fronteras de desviación de esta libertad. Así que el Evangelio da los indicadores que señalan la libertad de la vida, por eso es calificado por el Apóstol Santiago como “la perfecta ley de la libertad” (Sant 2,12); además, con esta base se interrogará y juzgará toda la vida de los creyentes al juicio futuro 49. San Gregorio Palamás refiriéndose a la anterior cita bíblica, apunta que el Evangelio hermenéuticamente (interpretativamente) no sólo es la ley de la libertad sino también “la ley de la jaris increada”50. Estas dos calificaciones sobre el Evangelio como ley de la libertad y de la jaris, manifiestan indirectamente que el Evangelio no constituye un código de leyes judiciales que llaman a moderarse por la amenaza de castigo, sino que es el marco que demarca e indica la vida de los creyentes y la orienta firmemente hacia la fuente de la verdadera libertad que es el Dios Trinitario.
En este punto debemos de clarificar que la libertad en Cristo de los creyentes tiene una perspectiva esjatológica. Su culminación y perfeccionamiento se encuentra en los ésjatos (fin de los tiempos). Tal y como es conocido por la experiencia de nuestra Iglesia, los esjatos son también presentes y como presentes se viven por excelencia por los Misterios. Así que los creyentes también en la vida presente por supuesto que viven la libertad carismática como presabor o anticipo y arras de la libertad esjatológica. Pero la libertad en Espíritu Santo en su plenitud se vivirá y se manifestará después de la resurrección de los muertos en la futura realeza increada de Dios, donde el cuerpo mistiríaco de Cristo será compuesto de los gloriosos miembros, los creyentes y se irán haciendo también más receptivos del Espíritu Santo perfeccionándose interminablemente 51.
Resumiendo todo lo que nos hemos referido en esta resumida introducción, podemos epigramáticamente decir que la libertad del hombre como atributo o cualidad ontológica del “como imagen” puede por la jaris increada estar adquiriendo también el carácter increado con aspecto esjatológico, cuando se enriquece establemente con la libertad increada de Dios. Esta libertad increada se encuentra ontológicamente allí donde se encuentra también la presencia carismática del Espíritu Santo. El Espíritu Santo proporciona la libertad carismática que por un lado el fiel se apropia y adquiere con los misterios, pero por otro lado cuando se activa y se vive concienzudamente cuando el creyente con el continuo y voluntario cumplimiento de los mandamientos somete la creada libertad a la increada libertad de Dios. Finalmente la Iglesia constituye el marco de realización de la verdadera libertad del hombre, porque ella constituye el espacio de realización, apropiación, familiarización, vivencia y manifestación de la presencia carismática del Espíritu Santo, el cual garantiza al hombre la verdadera libertad, puesto que según el testimonio bíblico “donde está el espíritu del Señor allí está la libertad”, (2ª Cor 3,17). Amín.
Dimitrios Tseleguidis profesor dogmatólogo Universidad Thesalónica
Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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