ΠΡΑΚΤΙΚΑ ΔΙΕΘΝΩΝ ΣΥΝΕΔΡΙΩΝ ΑΘΗΝΩΝ ΚΑΙ ΛΕΜΕΣΟΥ
SUMARIOS DE LOS CONGRESOS INTERNACIONALES DE ATENAS Y LEMASOL DE CHIPRE
Ο ΑΓΙΟΣ ΓΡΗΓΟΡΙΟΣ ΠΑΛΑΜΑΣ
ΣΤΗΝ ΙΣΤΟΡΙΑ ΚΑΙ ΤΟ ΠΑΡΟΝ
SAN GREGORIO PALAMAS EN LA HISTORIA Y EL PRESENTE
ΔΗΜΗΤΡΙΟΥ
ΤΣΕΛΕΓΓΙΔΗ: Ο ΧΑΡΑΚΤΗΡΑΣ ΤΗΣ ΕΛΕΥΘΕΡΙΑΣ
ΤΟΥ ΑΝΘΡΩΠΟΥ ΚΑΤA
ΤΟΝ ΑΓΙΟ ΓΡΗΓΟΡΙΟ ΠΑΛΑΜΑ.227
EL CARÁCTER DE
LA LIBERTAD DEL HOMBRE SEGÚN SAN GREGORIO PALAMÁS
(Por Dimitrio
Tseleguidis, profesor de la Escuela teológica de la Universidad de
Thesalónica)
La
libertad es de los temas más importantes que conciernen la
existencia del hombre. Cada operación y acto del hombre que le
caracterizan como persona conecta sólidamente con su libertad. Así
que se puede hablar de una gran variedad por la que se manifiesta
esta libertad, como por ejemplo la libertad del pensamiento, la
libertad del logos, la libertad de la conciencia, la libertad ética
y religiosa, etc.
Intentaremos
en brevedad posible a presentar cómo san Gregorio Palamás ve la
libertad del hombre de por sí misma. Después de referirnos a la
sumisión y la liberación del hombre, presentaremos cómo el hombre
desarrolla y manifiesta su libertad como partícipe de la experiencia
espiritual de la Iglesia y quién es el carácter particular
cualitativo de esta libertad.
Desde
el comienzo directamente debemos de decir que absolutamente libre e
estrictamente independiente es únicamente el Dios, puesto que como
Ων (Existente o
Ser) real, verdadero no se somete a ninguna necesidad metafísica1.
(1Porque
no de la esencia el Ων
(On, existencia, existente o ser) sino del Ων
la esencia, porque en este, al Ων
está contenido todo su ser. Sobre los Santos Hisijastas 3,2.12).
Entonces es obvio que hablar sobre la
auténtica y absoluta libertad sólo se puede hacer allí donde se
encuentra la fuente de la libertad, es decir, al mismo Dios. La
directa e inmediata manifestación de esta auténtica libertad en la
creación y la historia, sólo se hace con las energías increadas
del Dios Trinitario.
¿Pero,
si como libertad absoluta y auténtica, se encuentra sólo al mismo
Dios y sus energías increadas, qué clase de libertad tiene el
hombre como creación y dónde se fundamenta su libertad?
La
libertad del hombre, según la enseñanza de la Iglesia, tal como
ella está representada por san Gregorio Palamás, está vinculada
estrechamente con la manera de su existencia. El hombre que su origen
ontológico se encuentra al no ser, vino al ser, como es conocido,
por la energía increada creativa de Dios. Por eso es dependiente de
la causa de su existencia, es decir, dependiente del mismo Dios. Pero
más allá de esta dependencia del ser, el hombre se ha creado como
imagen de su creador (Gen 1,27), como ser o existencia lógica e
independiente3.
La lógica (o racionalidad) de los seres, según Palamás, conecta y
está unida ontológicamente con la independencia de ellos4.
Por consiguiente, la independencia y la libertad del hombre
constituyen un atributo ontológico del “como imagen”.
Dios
creando al hombre como imagen suya, fundamentó su independencia
sobre una realidad, la que proporciona en la libertad unas
condiciones de significado decisivo para el posterior itinerario
perfeccionador del hombre.
Lo
“como imagen” constituye aquel cimiento de la existencia humana
que da la capacidad al hombre poder moverse hacia el bien y la
bondad, cuando hace buen uso de su independencia. Es decir, la base
ontológica de la referencia independiente del hombre al Dios
Trinitario, se encuentra en su creación como imagen de Dios. Si el
hombre alzara siempre libre e independientemente el “como imagen”
hacia su arquetipo, no recaería de la kinonía-comunión de Dios, ya
que el Dios, según Palamás, provee todo con particular providencia
hacia el hombre”5.
San
Gregorio Palamás, mientras localiza lo “como imagen” en toda la
existencia del hombre6,
da un énfasis especial al nus7.
Pero el nus y la lógica conectan inevitablemente con la
independencia y la voluntad o intención del hombre, y estas le
proporcionan la capacidad de alterarse y dirigirse unas veces hacia
el bien y otras hacia el mal8.
Si
la independencia es reducida de la lógica, entonces la lógica
resulta sin contenido esencial. Sin libre voluntad y decisión no es
comprensible ninguna responsabilidad. Sólo cuando el hombre “tiene
resuelta o liberada la opinión, el juicio de toda necesidad”,
observa el héroe del hisijasmo (Palamás), puede mantenerse en su
vida natural y estar acercándose y abordando a Dios o estar
desviándose de la comunión e unión con Dios dirigiéndose hacia la
muerte (espiritual)9.
El
Dios creando al hombre independiente, privó la capacidad y poder del
astuto maligno a ejercer violencia sobre él. Sólo por
convencimiento, dolo o engaño puede el diablo influir a la voluntad
humana y hacerle partícipe de su apostasía (deserción)10.
Entonces, el hombre desde su creación ha recibido la fuerza de su
independencia y libertad, por la que puede resistir al astuto maligno
y contribuir decisivamente a la realización de su finalidad, que es
su semejanza a Dios.
La
caída ancestral (atávica) tuvo consecuencias ontológicas al propio
ser del hombre, es decir, lo «como imagen» aunque se oscureció no
fue destruido por el pecado. Aquello que el hombre perdió, dice san
Gregorio, no fue la imagen, sino lo “como semejanza”11.
El oscurecimiento del como imagen significó deterioro y corrupción
también a la independencia del hombre, que en vez de caminar con
dirección a la libertad de su prototipo se encontró dentro de la
región que está influida por el astuto maligno, el cual maligno, no
pudo destruir la independencia del hombre, pero le oscureció e
impidió a moverse hacia su perspectiva perfeccionadora. Así que
cualquier cosa que hiciese el hombre admirable o no, se encontraba,
según san Gregorio, bajo las consecuencias generales de la caída
ancestral12.
Pero
la independencia del hombre no impidió la libertad de Dios a
reestructurar filantrópicamente al hombre; y así sobre lo peor de
las caídas y desviaciones del hombre por la dependencia, ha
economizado su sanación y salvación, sin violar para nada su
independencia y libertad13.
Es decir, mientras que la libre infracción voluntaria e
independiente del mandamiento de Dios condujo del hombre alinearse
con el diablo y su sumisión a la muerte, el Dios con su sabiduría y
bondad encontró la manera para redimirle de la muerte, y mantener la
independencia (o libre albedrío) del hombre. El Dios no ha permitido
que se convierta la muerte el final obligatorio, «el último sótano»
de todos los hombres. En primer lugar porque el hombre no llegó
auto-movido hacia el mal, sino por calumnia del diablo a la voluntad
de Dios, después de la infracción no progresó “extremadamente e
irreversiblemente” hacia el mal como hicieron los demonios15,
sino que se hizo receptivo al ofrecimiento de Dios para su liberación
de carácter ontológico.
Con
la obra de la divina economía que se ha realizado a la persona de
Cristo, el hombre se libera ontológicamente del pecado, el diablo y
la muerte esjatológica y obtiene la libertad carismática.
Especialmente,
el Dios movido por extrema misericordia para el hombre tomó la
fisis, naturaleza humana “como hipostasis (base substancial)” a
la persona del Logos de Dios para liberar al hombre, reestructurar y
renovar su imagen oscurecida y vivificarle con la jaris (gracia,
energía increada) del prototipo.16
El Cristo como Θεάνθρωπος
(zeánzropos,
Dios y hombre), como único hombre verdadero e impecable17
y como libre de la esclavitud del diablo18,
era según san Gregorio, el único que podía liberar al hombre de la
esclavitud anterior19.
El
cimiento de la liberación de la naturaleza humana del poder del
diablo, el pecado, la corrupción y la muerte ya se puso con la
humanización del Logos de Dios, en cambio con la resurrección se
selló la liberación ontológica del hombre de su múltiple
esclavitud20.
La liberación del hombre de la esclavitud y la tiranía del diablo
la aseguró y certificó el Cristo de forma clarividente durante su
presencia histórica en la tierra. Es decir, el Cristo sanando los
claramente endemoniados y también el cuerpo, observa san Gregorio
Palamás, “mediante esta operativa libertad manifestada...
certificaba la invisible libertad en la psique del hombre de la
escondida o secreta tiranía del diablo21.
Con la liberación de los endemoniados de la soberanía del diablo,
el Cristo daba a conocer a los hombres que él es quien puede liberar
las psiques de sus esclavitudes al astuto maligno y regalarles la
eterna libertad22.
La liberación del hombre de la esclavitud anterior no se limitó,
según Palamás, al período de la vida terrenal de Cristo. Continúa
realizándose a los marcos de la Iglesia siempre con su doble
carácter, que se refiere a la psique y al cuerpo del hombre23.
La
humanización, la muerte y la resurrección de Cristo constituyen
hechos históricos de su vida, pero tienen sentido liberador para el
hombre.24
La única capacidad que tiene el hombre para liberarse de la
esclavitud del pecado, del maligno y de la muerte es participar
mistéricamente (sacramentalmente, participando a los Misterios
Ortodoxos) en la muerte y resurrección de Cristo. El hombre
participando de manera mistiríaca (sacramental) a la muerte
vivificadora y la resurrección de Cristo, con el bautismo participa
a las condiciones ontológicas de su libertad y recibe real y
carismáticamente su liberación de la triple esclavitud anterior. Es
decir, así como la responsabilidad de la muerte a causa de Adán
pasó a todos los humanos, así también pasa, según san Gr.
Palamás, también la vida eterna, que es vida de libertad de todos
aquellos que renacen espiritualmente del Zeántropos (Dios y
hombre)25.
Con
la creación de la Iglesia, el Cristo se convierte y se hace la
fuente inagotable de la divina jaris (gracia, energía increada), que
ha liberado al fiel del pecado y sus consecuencias26
a través de los misterios. La liberadora jaris increada del bautizo
no se pierde, porque el Dios no se arrepiente de sus carismas, cuando
el hombre peca y no explota y desarrolla la oferta de Dios, la jaris
increada permanece inenergizada e inoperante27.
Sin embargo, cuando con la potencia y energía de los misterios y la
sinergia humana se mantiene esta jaris energizante, operante, esto a
la vez significa la presencia también de su verdadera libertad.
Refiriéndose san Gregorio al versículo del Apóstol Pablo “porque
la ley del espíritu de la vida me ha liberado de la ley del pecado y
la muerte” (Rom 8,2), observa que la liberación del hombre del
pecado y la muerte que se realiza con la potencia de la jaris
increada del Espíritu Santo, no sólo contiene inmortalidad sino
también impecabilidad. El hombre teniendo su naturaleza liberada de
los pazos, el desgaste, la corrupción, la muerte y su conducta y
actitud liberada del pecado, entonces puede moverse a la región de
la libertad pragmática (real). Además, la libertad pragmática sin
la liberación ontológica del pecado es inconcebible. Con la
ascensión a los cielos del encarnado y resucitado Logos de Dios se
aseguró, según Palamás, la libertad del hombre para la eternidad,
puesto que la creada naturaleza humana se introdujo con el Cristo al
seno del Dios Padre30.
Es decir, con la humanización del Logos de Dios nuestra naturaleza
se unió hipostáticamente con la divina y se ha hecho omotea
(semejante a Dios o similar a la deidad)31,
así también con la ascensión de Cristo nuestra naturaleza se hizo
omótrona (mismo trono), puesto que el Cristo con ella “se sentó a
la derecha de la grandeza en los cielos”32.
Pero
la libertad que se proporciona de Cristo en los marcos de la Iglesia,
presenta una antinomia exterior, porque esta libertad se manifiesta
como una esclavitud total a Cristo. La esclavitud o sumisión total
de los fieles a Cristo es voluntaria, proviene como correspondencia
de ellos a la oferta de Cristo. Pero cuando los fieles ofrecen su
voluntad a Cristo uniéndose enteramente con él, no significa que se
privan de sus libertades. Precisamente lo contrario, se apropian el
espíritu de Cristo. Pero el espíritu de Cristo que reciben los
hombres dentro en la Iglesia, no es “espíritu de esclavitud”
sino “espíritu de adopción”33,
cosa que significa, según San Gregorio, que es “espíritu de
libertad, el mismo espíritu santo”34.
Por consiguiente, los hombres en Cristo apropiándose del espíritu
de Cristo tienen y viven por excelencia sus libertades, puesto que
según el escrito bíblico: “el espíritu del Señor, es libertad”
(2ªCor 3,17). Pero esta libertad que habla el Apóstol Pablo a los
Corintios se apocalipta=revela, según Palamás, con la luz
(increada) de la divina jaris36.
Y
como se ha dicho, el Espíritu Santo como espíritu del Señor no es
un espíritu de esclavitud sino de adopción y libertad; la libertad
de los fieles, dentro de los marcos de la Iglesia, se entiende plena
y correctamente sólo cuando conecta inseparablemente con la adopción
carismática de ellos por Dios. La adopción carismática es
característica de aquellos que se libraron de la esclavitud del
diablo y del pecado y recibieron la fuerza y energía increada de
hacerse por la jaris increada hijos de Dios. Cuando hablamos sobre
adopción carismática de los fieles, observa san Gregorio, nos
referimos las adopciones de Dios Padre, pero que están dadas a ellos
por la jaris increada de Cristo37.
Con
la jaris increada del bautizo, Cristo renace a los hombres
espiritualmente y se hace Padre de ellos por la jaris, quien los
alimenta espiritualmente, no sólo con su cuerpo y sangre sino
también con su espíritu. De este modo les constituye “perpetua o
eternamente vivos” y por la jaris “hijos amados del Padre
celeste”38.
Pero como partícipe de la divina jaris increada el hombre adoptado
de Dios se convierte, según Palamás, no sólo “en lugar, o tesis”
hijo, sino también en espíritu39.
Aquí es imprescindible también una aclaración del visionario
teólogo de la luz increada (Palamás), que se debe tener en cuenta
muy seriamente para todo lo que vamos a decir a continuación sobre
el carácter de la libertad. Los fieles con sus nacimientos
carismáticos de Dios, realmente han sido adoptados por él, pero no
se han hecho de inmediato y en “energía” hijos de Dios.
Simplemente han tomado la fuerza y energía de convertirse y hacerse
hijos de Dios en los ésjatos tiempos, es decir, durante la futura
realeza increada de Dios. Apunta Palamás, que: “dijo que han
renacido de Dios y no dijo que se han hecho hijos de Dios40,
pero recibieron la fuerza y energía de hacerse o estar
convirtiéndose en hijos de Dios; (refiriéndose al Evangelio de Juan
1, 12-13). Viendo
al final también la apocatástasis (restablecimiento) de aquellos y
la perfección del futuro siglo”41.
¿Pero
finalmente cuál es el carácter de la libertad de los fieles, según
san Gregorio Palamás? Epigramáticamente diríamos que la libertad
de los fieles tiene carácter ontológico, carismático y a la vez
contenido teológico con clara perspectiva esjatológica. ¿Pero cómo
se entiende la importancia de estos atributos básicos de la libertad
en los marcos de la Iglesia?
Por
lo que hemos dicho en la primera parte de nuestra introducción, se
clarificó el carácter ontológico de la libertad del hombre sobre
su dimensión antropológica. Se dijo también que la independencia
del hombre constituye el atributo ontológico fundamental del como
imagen. En los marcos de la Iglesia y concretamente con el bautizo
del hombre, la independencia (o libre voluntad, albedrío) desgastada
y oscurecida por la caída, no sólo se hace saludable y se renueva,
sino que se enriquece carismáticamente con la libertad del Espíritu
Santo. Pero la libertad del hombre adquiere además del contenido
antropológico también el contenido literalmente teológico. Es
decir, el creyente tiene libertad natural y libertad carismática.
¿Pero
más detalladamente quién es el carácter carismático de esta
libertad y cuál es su relación con la libertad física o natural?
La
libertad carismática del hombre de acuerdo con la experiencia
espiritual de la Iglesia, que nos expone san Gregorio Palamás, tiene
existencia ontológica, porque es energía increada concreta del Dios
Trinitario. Palamás interpretando el versículo de san Gregorio el
Teólogo: “espíritu de adopción, de verdad, de libertad, de
sabiduría, de prudencia, de voluntad, de valor, de gnosis, de piedad
y de temor a Dios; porque también es creador de todos estos”42;
y dirigiéndose contra Akíndinos apunta rotundamente el carácter
increado de la libertad, calificándola como una de las propias,
naturales e innatas energías increadas del Espíritu Santo que son
proporcionadas de Dios al fiel a través de los Misterios dentro de
la Iglesia Ortodoxa43.
Así el testimonio bíblico: “porque el espíritu de Dios es
libertad”, significa que la presencia carismática del Espíritu
Santo al creyente es la presencia de la libertad increada44.
Pero
aquí se pone buenamente la pregunta: ¿Cuándo el hombre se apropia
de la libertad como natural energía increada del Espíritu Santo,
qué pasa con su propia libertad como energía y acción del libre
albedrío o independencia? ¿Se anula, se aparta, flaquea o se
mantiene plenamente su particularidad? ¿Si se anula, no se mutila la
personalidad humana? ¿Y si por otro lado, permanece, cómo se
concilian dos libertades a la misma persona y sobre todo una increada
y la otra creada? La respuesta a esta pregunta la da indirectamente
el tomo del 135145
en su referencia a la Regla o Canon del 6º Sínodo Ecuménico sobre
las dos voluntades de Cristo46.
Las dos voluntades de Cristo según la Regla o Canon como también
sus dos fisis o naturalezas se han unido “indivisiblemente,
sólidamente, inseparablemente e inconfundiblemente”, cosa que
asegura la unidad y la particularidad de las dos voluntades. Las
voluntades de Cristo mientras permanecen indivisiblemente unidas y
mantienen “sólida e inconfundiblemente” sus características
naturales y sus particularidades, no se contrarían entre ellas sino
que la humana se somete, sigue y disfruta de la divina. Exactamente
ésta sumisión de la voluntad humana a la divina constituye también
la expresión de la impecabilidad de Cristo.
Por
consiguiente, la respuesta a la pregunta anterior tiene base
cristológica. La existencia de dos independencias (o libres
albedríos)47
y voluntades en Cristo, a causa de la unión hipostática de sus dos
naturalezas, cimienta también la existencia en los creyentes de dos
libertades y voluntades, a causa de la adhesión carismática y
ontológica de ellos al cuerpo mistiríaco y deificado de Cristo.
Pero aquí debemos de apuntar también la diferencia fundamental
entre creyente y Cristo. El creyente tiene como propio de su
naturaleza sólo la voluntad y la libertad humana. La otra voluntad y
libertad suya, es increada energía natural del espíritu Santo, la
que el fiel se apropia y mantiene sólo por la jaris increada.
Pero
la relación de las dos independencias y voluntades naturales de
Cristo, proporciona la medida y el grado hacia el que debe aspirar la
relación de la independencia y voluntad humana con la independencia
y voluntad increadas del Dios Trinitario. Esta relación debe ser
sumisión de la libertad humana a la libertad carismática, que se
proporciona al creyente mientras permanece como miembro vivo del
cuerpo mistitríaco (participando en los misterios, sacramentos
ortodoxos) de Cristo. La ascesis por las virtudes con el libre y
agapítico (amoroso) cumplimiento de los mandamientos por un lado y
la participación por excelencia libre y concienciada del creyente a
los Misterios (sacramentos) de la Iglesia por otro lado, constituyen
la manera más concreta, por la que el creyente somete su creada
voluntad y libertad a la increada voluntad y libertad de Dios. La
sumisión del hombre a la voluntad de Dios, a pesar de su aparente
antinomia hacia la libertad, constituye prácticamente la apertura
concienciada del hombre a su verdadera libertad. De esta manera el
creyente se hace partícipe de la misma vida increada de Cristo, que
es vida de libertad en Espíritu Santo.
Por
consiguiente, la libertad del creyente en Cristo es carismática y
sobre todo a la medida de sumisión de la libertad humana a la
increada libertad de Dios. Es obvio, pues, que la libertad de los
creyentes en Espíritu Santo no es una realidad indeterminada,
nublada e indefinida. Al contrario, es una clara y muy concreta
energía increada y acto del Dios Trinitario, que determina una
realidad carismática e increada por participación, la que da
sentido al creyente en todas sus manifestaciones y toda su vida. En
los marcos de la Iglesia se dan algunos datos y elementos básicos
que describen, pero sin agotar los límites de manifestación y las
fronteras de desviación de esta libertad. Así que el Evangelio da
los indicadores que señalan la libertad de la vida, por eso es
calificado por el Apóstol Santiago como “la perfecta ley de la
libertad” (Sant 2,12); además, con esta base se interrogará y
juzgará toda la vida de los creyentes al juicio futuro 49.
San Gregorio Palamás refiriéndose a la anterior cita bíblica,
apunta que el Evangelio hermenéuticamente (interpretativamente) no
sólo es la ley de la libertad sino también “la ley de la jaris
increada”50.
Estas dos calificaciones sobre el Evangelio como ley de la libertad
y de la jaris, manifiestan indirectamente que el Evangelio no
constituye un código de leyes judiciales que llaman a moderarse por
la amenaza de castigo, sino que es el marco que demarca e indica la
vida de los creyentes y la orienta firmemente hacia la fuente de la
verdadera libertad que es el Dios Trinitario.
En
este punto debemos de clarificar que la libertad en Cristo de los
creyentes tiene una perspectiva esjatológica. Su culminación y
perfeccionamiento se encuentra en los ésjatos (fin de los tiempos).
Tal y como es conocido por la experiencia de nuestra Iglesia, los
esjatos son también presentes y como presentes se viven por
excelencia por los Misterios. Así que los creyentes también en la
vida presente por supuesto que viven la libertad carismática como
presabor o anticipo y arras de la libertad esjatológica. Pero la
libertad en Espíritu Santo en su plenitud se vivirá y se
manifestará después de la resurrección de los muertos en la futura
realeza increada de Dios, donde el cuerpo mistiríaco de Cristo será
compuesto de los gloriosos miembros, los creyentes y se irán
haciendo también más receptivos del Espíritu Santo
perfeccionándose interminablemente 51.
Resumiendo
todo lo que nos hemos referido en esta resumida introducción,
podemos epigramáticamente decir que la libertad del hombre como
atributo o cualidad ontológica del “como imagen” puede por la
jaris increada estar adquiriendo también el carácter increado con
aspecto esjatológico, cuando se enriquece establemente con la
libertad increada de Dios. Esta libertad increada se encuentra
ontológicamente allí donde se encuentra también la presencia
carismática del Espíritu Santo. El Espíritu Santo proporciona la
libertad carismática que por un lado el fiel se apropia y adquiere
con los misterios, pero por otro lado cuando se activa y se vive
concienzudamente cuando el creyente con el continuo y voluntario
cumplimiento de los mandamientos somete la creada libertad a la
increada libertad de Dios. Finalmente la Iglesia constituye el marco
de realización de la verdadera libertad del hombre, porque ella
constituye el espacio de realización, apropiación, familiarización,
vivencia y manifestación de la presencia carismática del Espíritu
Santo, el cual garantiza al hombre la verdadera libertad, puesto que
según el testimonio bíblico “donde está el espíritu del Señor
allí está la libertad”, (2ª Cor 3,17). Amín.
Dimitrios Tseleguidis profesor
dogmatólogo Universidad Thesalónica
Traducido
por: χΧ jJ
www.logosortodoxo.com
(en español)
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