ΟΣΙΟΥ
ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA PARTE
Capítulo 17: Con qué orden debemos
luchar contra nuestros pazos.
Capítulo 18: Cómo debe
guerrear uno contra los inesperados movimientos de los pazos.
Capítulo 19: Cómo uno debe luchar
contra los pazos carnales.
Capítulo 17.
Con qué orden debemos luchar contra
nuestros pazos.
(Pazos la terminología patrística
se llama así a todo movimiento anormal, en el sentido de no natural,
de las fuerzas y energías de la psique; padecimiento,
pasión, emoción, hábito, mala
costumbre, vicio, patología
también fervor, manía u obsesión según el contexto).
Mucho te interesa, hermano mío,
conocer también el orden que debes mantener para luchar como es
debido, no simplemente por azar como hacen muchos y son perjudicados.
En la guerra contra los enemigos y tus malos deseos, el orden es
esto; entrar en tu corazón e investigar con esmero de cuáles
loyismí, deseos e tentativas está rodeado tu corazón y de
qué pazos está dominado y castigado. Y primero tienes que
tomar las armas contra aquel pazos y luchar; pero si sucede
que te tienten también otros pazos, tú siempre tienes que
luchar contra el pazos más cercano que entonces te ataca y
guerrea contra ti y otra vez dirigir la guerra hacia aquel pazos
que más te domina y te somete.
Capítulo 18
Cómo debe guerrear uno contra los
inesperados movimientos de los pazos.
Si aún amigo mío, no estás
acostumbrado a luchar contra los inesperados golpes y ataques de los
asaltos o de algunas otras cosas adversarias que te suceden, te
aconsejo que hagas lo siguiente:
Acostúmbrate siempre sentado en tu
casa antes investigar que te van a suceder muchos asaltos, ataques y
deshonras, muchas veces también heridas y otras cosas contrarias.
Así estate preparado de manera que no seas atormentado, sino que los
soportes con paciencia y gratitud, sin perturbación, ni trastorno.
De hecho esta preparación debes hacerla cuando estás listo para
salir de casa y vas a ir en otro lugar, sobre todo cuando vas a
conversar con personas que se enfadan fácilmente. Porque dice el
Salmo: “Me preparé y no fui perturbado” (Sal 118, 60); con una
preparación y ejercicio de este tipo uno cree que son bien
despreciables hasta los más terribles e inesperados acontecimientos
y también el pazos de la ira. (30).
Muy sabiamente y verdaderamente aprendemos
esto, que la premeditación y la preparación, es el mayor arma y el
más efectivo para la protección de los movimientos repentinos de
los pazos,
porque como un tornado, como también todas estas cosas que se llaman
borrascas, cuando caen de repente en el mar, revuelcan los barcos y
hacen a los experimentados marineros desesperarse, así de la misma
manera y de repente estos encuentros y movimientos de los pazos
hacen perder el discernimiento hasta en los perfectos en la virtud.
Junto con la premeditación y la
preparación, utiliza también esta manera. Cuando en algún caso,
alguien inesperadamente sin esperarlo comienza a insultarte y
provocarte cualquier otra deshonra, detente por un momento y cuando
ya has recogido y reunido tus pensamientos en el corazón, pon tu nus
en atención, vigilancia y guardia para no ser perturbado y molestado
en tu corazón por el pazos de la ira del otro; porque dice el
Salmo: “en mi interior se perturba mi corazón” (Sal 14); pero si
le ha dado tiempo y te ha molestado no dejes que el pazos
salga fuera y te arrastre a insultar y a vengarte; (31)
Es decir, no salió hacia fuera este pazos
y esta perturbación; sino igual que la ola del mar salvaje no sale
hacia la costa, sino que queda destruida en pedazos y se serena
dentro en el mar; de la misma manera la ira o el enfado; así
interpreta esto san Basilio el Magno (Logos contra los iracundos).
A continuación esfuérzate a elevar tu
nus a Dios, pensando y reflexionando en Su infinita agapi
(amor, energía increada) que te tiene, por la que te ha enviado esta
tentación y prueba inesperada para limpiarte y purgarte más y para
unirte mejor junto con él. Así pensando estas cosas gira hacia ti
mismo, contrólate y dite en tu interior: “eh desgraciado y
miserable, ¿por qué tú no quieres abrazar esta cruz y esta prueba
que te ha enviado, nadie más que el mismo Padre celeste tuyo?, y
después gira hacia la cruz y abrázala espiritualmente con la máxima
alegría que puedas, diciendo: ¡oh cruz que fuiste creada por la
providencia de Dios, antes que yo naciera! ¡Oh cruz que fuiste
endulzada por la dulce agapi del crucificado, clávame y
conságrame en ti para que pueda unirme totalmente con aquel que me
ha redimido muriendo encima tuyo. Pero si el pazos de la ira
le ha dado tiempo para moverse en tu interior y no te deja desde el
principio elevar tu nus a Dios, de nuevo piensa a elevarle lo
antes posible como si no te hubieras perturbado para nada; porque así
serás ayudado.
Pero la mejor terapia y más eficaz
para los pazos, para que no se muevan inesperadamente, es que
se alejen y expulsen las causas por las que proviene este movimiento.
Estas causas son dos: la agapi-amor y el odio. Así que, si tú
amigo mío, has llegado a tener amor apasionado en alguna persona, o
en cualquier otra cosa grande o pequeña e inmediatamente cuando veas
que te la arrebatan o la molestan, de repente te perturbas y se
escandaliza la simpatía o el ánimo de tu corazón, entonces debes
estar luchando para quitar de tu corazón aquel amor malo que tienes
en esta cosa mayor o menor, cuanto mayor o menor es también el
movimiento repentino del pazos.
Al contrario, si tienes odio a alguien
o cualquier otra cosa, y de esto eres perturbado improvisadamente y
te repugna cuando ves o escuchas alguna acción elogiable hacia
ellos, debes presionar tu voluntad hasta que los ames; porque este
también es una criatura de Dios, es como tú, creada a imagen y
semejanza de la mano sublime de Dios; porque este también como tú
está renacido con la preciosa sangre de Cristo, y no sólo porque es
hermano y miembro tuyo no debes odiarlo, incluso ni siquiera con tu
pensamiento y tu loyismós, como se ha escrito: “No guardes
maldad y rencor contra tu prójimo” (Lev 19,37). Y el amado Juan
dice: «15 Todo aquel que odia a su hermano
es homicida. 14 Pero aquel que no ama al hermano permanece en estado
de muerte espiritual» (1Jn 3:15,14). Pero
si aquella persona es mala y digna de odio, tú cuando la amas te
asemejas a Dios, el cual ama a todas sus creaciones y nunca se
repugna de ellas, como dice Salomón: “Señor tú que amas la vida,
todo es tuyo por eso te preocupas” (S. Sal 11). Y sobre todo porque
el Dios perdona las maldades de los hombres y “que hace salir el
sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt
5,45).
Capítulo 19
Cómo uno debe luchar contra los
pazos carnales.
Contra los pazos carnales,
hermano mío, lucharás de modo distinto que los otros. Para conocer
a luchar en orden, debes pensar que existen tres guerras antes de
cada tentación: antes, durante y después cuando ha pasado la
tentación.
La guerra antes de la tentación será
contra las causas, que por regla general se convierten en motivos de
esta tentación; es decir, tú primero debes luchar contra este
pazos; no resistiendo a este, tal como te dije que hagas para
los demás pazos, sino que tienes que evitarlo con toda tu
fuerza de todo tipo de motivos y de personas que te provocan la
tentación en la carne o cuerpo. Y si alguna vez es necesario hablar
con alguien que es de este tipo, pues, háblale en breve y con cara
seria y dignamente, tus palabras que sean más bien duras que blandas
o dulces.
“Nunca confíes en tu enemigo”,
dice Sirac (12,11). Y tú nunca confíes en ti mismo. Porque, igual
que el cobre por sí solo genera el óxido u orín, así también tu
naturaleza corrupta genera por sí sola la maldad; “Igual que el
cobre se oxida, así también tu maldad” (Idem). Otra vez te digo,
no confíes en ti mismo, aunque lleves mucho tiempo que no sientes
los pinzamientos y las indirectas de la carne; porque esta maldita
maldad, aquello que no ha hecho en muchos años, lo hace en una hora
y muchas veces hace sus preparaciones ocultamente y cuando más se
hace ver como amigo, dando menor sospecha sobre ella, tanto más
perjudica e hierre incurablemente. (33)
Aquel gran Nilos el Asceta dijo: “Y si crees
que estás con el Dios, protégete del demonio de la lujuria, porque
es un gran estafador, envidioso y quiere ser más rápido que el
movimiento y la atención de tu nus”
(Filocalía C.3). La causa por la que el deseo carnal siempre nos
tienta y molesta es la egolatría, el excesivo amor al cuerpo y a sí
mismo. Igual que la vanagloria siempre nos engaña, así también del
deseo carnal difícilmente nos protegemos.
Por eso, como la experiencia ha
demostrado y lo demuestra, uno muchas veces debe tener miedo más de
aquellas personas con las que cree que es bueno que esté en
compañía, sea porque son parientes suyos o porque son virtuosos y
piadosos o porque ha sido beneficiado de ellas y tiene como
obligación a saludarlos a menudo (34).
Porque con esta compañía imprudente se enreda el sentido y
sentimiento con el agrado venenoso, de modo que imperceptiblemente
traspasa poco a poco también al nus de la psique y oscurece
tanto la lógica de manera que después empiezan a no tener en cuenta
para nada las causas peligrosas del pecado; es decir, las miradas
eróticas, las palabras dulces del uno al otro, después los gestos y
tocamientos con las manos, y acaban cayendo en el pecado total o en
otros pazos diabólicos, de los cuales difícilmente se pueden
liberar. (34) Muchos
muchas veces fueron engañados de similares personas virtuosas y
devotas, sea mujeres u hombres y cohabitaron entre sí, o se
relacionaron sin tener cuidado y cayeron en pazos
de vergüenza, siendo engañados por la derecha; es decir, de la
virtud, de la devoción y de la modestia; pero nosotros aquí
añadimos que uno no sólo se ocupa con fuerte deseo y eros carnal
con estas personas, sino que si se supone que estos son hijos de
padres ricos, nobles, con lenguaje educado o con órganos musicales y
con imagen y cara bella o astucia intelectual o hábiles en las artes
y trabajos manuales o si tienen cualquier tipo virtudes adquiridas;
porque todas estas cosas aumentan fuertemente el deseo y el amor, por
eso debemos tener mucho cuidado y protegernos de semejantes cosas.
Por eso, hermano mío, debes evitar el
fuego, porque eres como una tela y no debes confiarte nunca como si
fueras una esponja llena de agua de buena y fuerte voluntad; no.
Debes pensar que eres como una esponja seca que inmediatamente que se
acerca al fuego se prende en llamas. Según con lo que se ha escrito
sobre Sansón: “rompió los nervios como una cuerda fina que se
acerca al fuego” (Jue 16,9). Tampoco pensar que tienes tu decisión
y deseo firme de que mejor morir que afligir a Dios con el pecado.
Porque si suponemos que eres una esponja mojada, pero con la continua
compañía y expectación, el fuego con el calor poco a poco seca el
agua de tu buena voluntad y sin esperarlo te apegarás tanto al eros
diabólico, de modo que no tengas vergüenza a los hombres, ni
respetarás el parentesco o la amistad, ni la vida, ni todos los
castigos del infierno, y cometerás el pecado. Por eso vete, aléjate
lo más que puedas:
A´ De las compañías de las personas
que escandalizan, si verdaderamente no quieres ser capturado por el
pecado y morirte (espiritualmente). (35)
Por eso también Salomón llama por
una parte sabio aquel que teme y evita las causas de los males, y por
otro lado, insensato aquel que confía en sí mismo y no evita las
causas (18,16). El sabio José el bueno, también mientras dejó su
prenda, evitó la causa del pecado y evitó también el pecado;
porque si no lo evitara seguro que pecaría con su señora, como
opinan muchos maestros. Por eso el apóstol Pablo decía: “evitad,
huid de la lujuria” (1Cor 6,18).
B´ Evita la inactividad y la pereza,
mantente vigilante y sobrio con tus loyismí y con las obras
que convienen con tu actitud.
C´ No desobedezcas nunca, sino obedece
y sométete fácilmente a tus superiores y Padres Espirituales,
haciendo con presteza, diligencia y rapidez aquellas cosas que te
mandan y sobre todo aquellas que te hacen humilde y son contrarias a
tu voluntad y tu tendencia natural.
D´ No juzgues nunca arrogantemente a
tu prójimo; es decir, criticarle malamente y sobre todo por el
pecado carnal por el que estamos hablando, aunque está claramente
caído en ello, sino que le trates con simpatía y no burlarte de él,
y que con su ejemplo, hazte humilde tú y conócete a ti mismo de que
eres enfermo, polvo y ceniza, diciendo: él ha caído hoy, yo caeré
mañana. Porque si fácilmente juzgas a los demás y los desprecias,
el Dios ejemplarmente te instruirá concediendo que caigas tú
también al mismo defecto. “No juzguen para que no sean juzgados”,
dice Cristo Dios en el Evangelio de Mateo; para que conozcas tu
orgullo y te hagas humilde y así pedirás terapia para los dos, para
tu orgullo y para tu prostitución o lujuria. Pero si el Dios te ha
protegido y no caes, no cambies de loyismós, tampoco te
confíes en ti mismo, sino ten siempre miedo y duda sobre tu actitud.
E´ Ten mucho cuidado, si has obtenido
algún c-jarisma divino o te encuentras en una situación
buena, no pongas al loyismós alguna idea y fantasía
superflua e innecesaria de que eres alguien y que tus enemigos ya no
lucharán contra ti, y aparecer que de momento los odias y los
apartas. Porque si no estás protegido contra esto, fácilmente
caerás.
Estas son las cosas que debes vigilar
antes de la tentación del pazos carnal.
Pero en el tiempo de la tentación,
debes pensar de dónde proviene esta guerra, de una causa interior o
exterior. La causa exterior es la curiosidad de los ojos, palabras
dulces de audición y canciones; suavidad y adorno de ropas, olor de
perfumes para el olfato, conversaciones, gestos y tocamientos que
promueven al pecado; la terapia de todos estas cosas es la modestia y
la humildad en las prendas de ropa, no querer escuchar ni ver, ni
oler, ni tocar todas aquellas cosas que promueven a esta maldad y
sobre todo apartarte de las malas compañías, como hemos dicho
antes. La causa interior proviene del bienestar de la carne o de los
loyismí del nus que provienen de nuestros malos
hábitos, de los pazos o por la incitación de los demonios.
Y por una parte, el bienestar de la
carne, cuerpo, se debe endurecer con ayunos, vigilias y sobre todo
con prosternaciones y otros ejercicios similares; tal y como explica
el discernimiento y la enseñanza de los divinos Padres; por otra
parte, las terapias de los loyismí, por donde sea que
provengan, son las siguientes; ocuparte con varios ejercicios
adecuados a tu situación, que son el estudio, la oración y la
lectura de los libros sagrados, y sobre todo de san Efrén, de Juan
de la Escalera, de los libros Filocalía, de Evergetinós y los
similares; pues, que así sea. Cuando comienzan a molestarte estos
loyismí de la lujuria, inmediatamente acuérdate con tu nus
al crucificado y desde el fondo de tu psique, di esto: “Jesús,
dulce Jesús, ayúdame rápido para no ser cautivado de este
enemigo”. Y unas veces abrazando (espiritualmente, como si
estuviera presente), la cruz que está colgado tu Señor, abraza sus
heridas muchas veces, diciendo con agapi-amor: “bellísimas
heridas, heridas santísimas y purísimas, herir a este corazón
sucio e indecente e impedidme que os perjudique”.
Por otro lado, tu terapia durante el
período que se multiplican los loyismí de los placeres
carnales, que no sea directamente contra ellos, (cosa que algunos
libros así lo escriben; como es, pensar el mal olor y el asco del
placer carnal; el examen de la conciencia que te provocará, las
amarguras que siguen, los peligros, el gasto, corrupción de tu
fortuna y tu pureza, la acusación de tu honor y otros similares); te
digo que tu estudio no sea sobre estos, porque cuidarse de estos no
es siempre el medio seguro para que venzas la tentación de la carne;
sobre todo si puede provocar algún daño. Porque con similar estudio
aunque el nus expulse los loyismí provisionalmente,
pero como está débil y habituado maliciosamente, cuando estudia
estas cosas marca mejor el agrado, se deleita y condesciende en
estos. Por lo tanto, la verdadera terapia de los placeres carnales
son: evitar siempre no sólo estos, sino cualquier otra cosa que nos
los recuerda. Por eso el estudio tuyo que sea en otras cosas; es
decir, sobre la vida y el pazos-pasión del crucificado Jesús,
la memoria de su terrible muerte, el terrible Juicio Final y los
distintos tipos del infierno.
Pero si estos loyismí carnales
te atacan más de lo acostumbrado, (y esto ocurre), no te acobardes
ni te asustes, ni dejes el estudio de las anteriores girando hacia
ellos para resistirlos, no, sino sigue lo más sinópticamente que
puedas este estudio y no te preocupes para nada sobre estos loyismí,
como si no fueran tuyos. Porque, aunque continuamente te atacan, no
hay mejor manera para resistir de ellos que despreciarlos y no
quieras para nada acordarte de ellos; después de todo esto
terminarás tu ocupación con esta súplica o similar a esta:
“Creador y redentor mío, libérame
de mis enemigos, en honor a tu pazos-pasión y tu inenarrable
bondad”. Y no gires tu nus y atención en esta maldad
carnal. Porque sólo un simple recuerdo no está sin peligro. Pero
tampoco te detengas y converses con esta tentación y te descubres a
ti mismo si has condescendido en ella o no. Porque aunque este examen
parezca que sea bueno, en realidad es un engaño del diablo, para
molestarte, decepcionarte y desanimarte o para mantenerte siempre
liado en estos loyismí y de estos hacerte caer también en
este u otro pecado.
Por eso, para esta tentación (cuando
el consentimiento no está claro) es suficiente que la confieses en
brevedad a tu guía espiritual, habiendo tranquilizado tu opinión,
sin que pienses ya nada. Y manifiéstale claramente cada loyismós
tuyo en relación con esto sin que te detenga ninguna vergüenza o
contracción. Porque si con todos nuestros enemigos necesitamos la
fuerza de la humildad para vencerlos, cómo no la vamos a necesitar
en esta guerra carnal más que cualquier otra cosa. Porque esta
maldad es producto y resultado del orgullo o soberbia y casi siempre
es un castigo. (36) Por
eso san Juan el de la Escalera dice que aquel que ha caído en la
lujuria u otro pecado carnal, éste antes tenía orgullo, por eso el
Dios ha permitido caer para que se haga humilde. Después
cuando pase la tentación, aquello que debes hacer es lo siguiente;
por mucho que te parezca que estés liberado de esta guerra de la
carne y seguro por todo, sin embargo debes estar con el nus
alejado de estas cuestiones y de las personas que fueron la causa de
la tentación; y no pienses que debes estar en compañía con ellas,
aunque sean parientes o virtuosos o tus benefactores; porque también
esto es un engaño de la mala naturaleza y una trampa del enemigo
diablo que fácilmente se metamorfosea, transforma en ángel de luz
para meternos a la oscuridad o a las tinieblas como dijo san Pablo
(2Cor 11,14).
San Nicodemo el Aghiorita
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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