La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
PRIMERA PARTE
Capítulo 20.
Cómo uno debe luchar
contra la negligencia.
Para que no caigas en la deplorable
maldad de la negligencia, la que te impide el camino de la perfección
y te entrega en las manos de los enemigos, debes evitar toda
curiosidad, todo apego terrenal y todo tipo de comentarios y
ocupaciones que no convienen a tu situación. Después debes
esforzarte a ti mismo en obedecer rápidamente a todo buen consejo de
tus superiores y tus guías espirituales, haciendo cada cosa en el
tiempo y la manera que les guste. En cada obra que tienes que hacer
no tardes mucho en hacerla; porque aquella pequeña demora trae
consigo la segunda, la tercera y el resto, en las cuales el sentido
se desvía más fácil que en la primera. Porque fue absorbida y
cautivada más por el placer que probó de la segunda, la tercera y
las demás demoras. Por eso la praxis o comienza muy tarde o es
abandonada totalmente muchas veces como molestosa; y así poco a poco
se hace el hábito de la negligencia, la que después de todo esto
llega a tal punto que no se reconoce de otra manera sino sólo si
nosotros nos hartemos ya de ella y nos entregamos totalmente en obras
importantes y cuidadosamente.
Porque de esta última ocupación
nuestra nos hemos enterado que hasta entonces hemos sido muy
descuidados, negligentes y perjudicándonos y tenemos vergüenza por
tantas buenas obras que podríamos haber hecho.
Esta la negligencia corre por todas
partes con su veneno; envenena la voluntad y la hace apartarse de
todo trabajo, espiritual, manual y de cualquier servicio, y no sólo
la voluntad sino también oscurece al nus para que no se dé
cuenta y considere en qué logismós insensato se sostiene
esta voluntad; y también por esta consideración y observación no
promueva la voluntad a ocuparse en hacer rápidamente todos los
servicios requeridos y demorarlos para otro tiempo. Porque no basta
sólo hacer la obra que debes rápidamente, sino hacerla también en
tiempo justo que requiere la calidad de aquella obra, con todo el
esmero y cuidado que merece para que se perfecta. Porque está
escrito: “Maldito aquel que hace las obras del Señor con
negligencia” (Jer 48,10). Y todo este mal sucede porque no piensas
la fuerza que tiene aquella obra buena si la haces en su debido
tiempo y con decisión firme, para vencer la dificultad y el
cansancio que trae la negligencia, sobre todo a los soldados
principiantes.
Pues, tú debes pensar muchas veces que
sólo con una elevación del nus a Dios y con una reverencia
de arrepentimiento hacia la tierra que se hace en el nombre y el
honor de Dios, vale más que todos los tesoros del mundo. Cada vez
que dejamos la negligencia y nos ponemos a nosotros mismos en obras
diligentes y esmeradas, los Ángeles traen de la realeza increada de
los cielos una corona de la gloriosa victoria; y por el contrario, a
los negligentes no sólo el Dios no da coronas, sino que poco a poco
quita también las alegrías y favores que les había dado,
dejándoles privados de su realeza increada por sus negligencias.
Porque se ha escrito: “Los llamados para las bodas celestes
permanecieron indiferentes y fueron unos en sus terrenos y otros en
sus negocios” (Mt 22,5).
Sin embargo aumenta estos favores a los
diligentes, cuidadosos y forjadores de sí mismo haciéndolos con
esto entrar a su realeza increada celeste; “La realeza increada de
los cielos se gana con esfuerzo y la ganan aquellos que luchan” (Mt
11,12).
Pero si el mal loyismós, lucha
y pelea para tirarte a la negligencia, te trae en el nus el
pensamiento de que te cansarás mucho y por muchos días para poder
obtener la virtud que deseas, y que tus enemigos son fuertes y
muchos, mientras que tú eres un hombre débil y necesitas esforzarte
mucho y hacer muchas praxis para conseguirla. Te aconsejo que si
estas cosas te las trae en el nus el loyismós de la
negligencia no le hagas caso ni le escuches. Pero comienza a traer en
tu nus praxis como si fueran pocas, como que te cansarías lo
mínimo y durarán pocos días, pensando que tienes que luchar sólo
con un enemigo y que con la esperanza y la ayuda de Dios eres más
fuerte que ellos. Porque si actúas así, empezará a debilitarse de
ti la negligencia y así después tendrás la disposición para que
poco a poco entre en tu psique la virtud contraria que es la
diligencia o cuidado con esmero.
Lo mismo haz también para la oración;
por ejemplo, si el tiempo requiere hacer una hora de oración y eso
parece duro en tu negligencia, empieza la oración como si tuvieras
que orar la mitad de un cuarto de hora y después fácilmente pasará
el siguiente cuarto y el siguiente etc. Y si alguna vez en este
espacio tienes alguna dificultad y resistencia muy fuerte, deja de
momento la oración para que no te caiga antipática y después de un
rato vuelve hacer la oración que querías hacer antes. Lo mismo y de
la misma manera debes hacer también para tu trabajo manual y tu
servicio, cuando ocurre que tengas que hacer cosas que a causa de tu
negligencia parecen muchas y difíciles, mientras tú te perturbas
entero. Por eso con tu corazón tranquilo empieza de una cosa como si
no tuvieras que hacer otra cosa. Y así actuando con diligencia,
esmero y cuidado harás todas las cosas con mucho menos esfuerzo y
dificultad que aquello que te parece difícil en tu negligencia. Por
eso, si no haces así y no piensas luchar contra el esfuerzo y la
dificultad que se te muestra por el enemigo para cada virtud, para
que predomine en tu interior la negligencia, y así no sólo cuando
está presente el esfuerzo y la dificultad sino aún cuando está
lejos te hará desesperarte y estar asustado de que siempre tendrás
cansancios y dificultades y que tus enemigos siempre te estarán
tentando. También cuando estés en descanso y reposo siempre tendrás
molestias de tus loyismí.
Conozca hijo mío que el pazos
de la negligencia con su veneno oculto, poco a poco pudre no sólo
las primeras y pequeñas raíces, las que trataban de brotar los
hábitos de las virtudes, sino que pudre también las raíces de los
buenos hábitos que anteriormente se habían adquirido. Y tal como el
gusano carcome la madera, así también este pazos carcomiendo
progresa imperceptiblemente y desgasta la vida espiritual del nus.
Y con este medio, el diablo conoce poner las trampas y los lazos en
cada hombre, pero especialmente en las psiques espirituales,
conociendo que fácilmente cae en los deseos todo aquel que es
descuidado, perezoso y negligente, como está escrito: “Todo
perezoso, desocupado y parado se encuentra en deseos e
ilusiones”(Prov 13,4).
Así pues, tú estate en vigilia,
siempre orando y vigilándote bien como un luchador valiente; “Las
manos de los hombres trabajadores trabajan con dinámica, valentía y
diligencia” (Prov 13,4). Y no esperes a tejer tu prenda nupcial
cuando vas allí para encontrar al Novio Cristo. Y acuérdate cada
día que el hoy es tuyo y el mañana está en la mano de Dios; y que
aquel que te ha dado la mañana no te promete que te dará también
la tarde. Por eso no escuches al diablo que te dice que le des el hoy
y el mañana darlo a Dios, no; sino que gasta todos los momentos de
las horas de tu vida tal y como gusta a Dios. Piensa como si se
tratara que no te vaya a dar otro tiempo. Y calcula que para cada
momento darás cuentas exactas porque el tiempo que tienes en tus
manos de verdad es oro, precioso y vendrá el tiempo que lo estarás
buscando pero no lo encontrarás.
Piensa también este día como perdido,
(aunque hayas hecho muchas otras obras), en la que no has obtenido
muchas victorias contra tus malas tendencias y voluntades, y que
durante este día no has agradecido tanto a Dios, no sólo por las
donaciones que te ha hecho, y sobre todo sobre el tormentoso
padecimiento que ha sufrido para ti; y también por la dulce
instrucción paternal por las aflicciones que algunas veces te envía.
Terminando te pido: “Luchar siempre el buen combate” (1Tim 6,12),
porque muchas veces sólo una hora de diligencia se ha ganado el
paraíso y por una hora de negligencia se ha perdido. Y hazte
diligente y cuidadoso si quieres tener segura la esperanza de tu
salvación en Dios. “Aquel que confía a Dios lo tiene todo” Prov
28,25). (37) Porque
dos son las esperanzas, según Isaac el Sirio, una es verdadera y muy
sabia y la otra tonta y falsa. Y los que se han dedicado enteramente
a sí mismos a Dios no se preocupan de ninguna cosa mundana por estar
enteramente dados a la diligencia y al trabajo por las virtudes;
estos realmente tienen esperanza en Dios de que los redimirá y
salvará de cada mal, tanto en la vida presente como en la futura;
pero todos que pasan con negligencia sus vidas y no se ocupan con las
virtudes, aunque dicen que tienen esperanza en Dios, es falsa y tonta
la esperanza de ellos. Es como si dijera que uno debe cansarse para
sembrar virtudes y obras buenas y después tener la esperanza que
tiene que segar para recibir su salario de la sotiría
(sanación, redención y salvación) de su psique.
San
Nicodemo el Aghiorita
Traducido por: χΧ
jJ www.logosortodoxo.com
(en español)
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