Protopresbítero
Geor. Metalinós y catedrático de Universidad de Atenas
1.
Demanda de
los
tiempos
El
logos
sobre
renovación
“dentro
de
la
Iglesia
ha
llegado
al
colmo los
últimos
años.
En los rápidos avances
de nuestra época, uno ve también la Iglesia como un espacio
cósmico, mundano (un equipo u organización social). Desde la época
de la segunda reunión Vaticana (1962-65), el término
“Aggiornamiento” (modernización o actualización) se ha hecho el
mensaje más repetido y acostumbrado dentro de la vida del
cristianismo occidental.
Es
realmente
verdad,
que
muchos
de nuestros métodos
tradicionales, parecen incapaces de dar
los frutos renovados. Así que se crea la impresión de que
necesitamos una renovación profunda de la “Iglesia”, para que
tengamos algún éxito en nuestra obra. Debemos pues contestar a las
siguientes preguntas fundamentales:
α)
¿Qué es esto que puede cambiar dentro de la Iglesia?
β)
¿Cómo se entiende teológicamente la renovación?
c)
¿Qué se puede considerar como proceso renovador auténtico?
2.
Iglesia
y
renovación
Es
conocido que la Iglesia no se puede definir con exactitud absoluta.
Pero sabemos, que no es una magnitud mundana (organización social),
sino realidad teantrópina (divino-humana), y es posible conocerse
por el hombre sólo por experiencia, empíricamente, existencialmente
y con la jaris
(gracia, energía increada) de Dios y la participación en su vida.
La Iglesia es misterio, vida santo-trinitaria y comunión dentro del
mundo. Su principio se encuentra “antes de los siglos”,
en la eterna voluntad de Dios.
Pero
la
Iglesia
fue
sembrada
al
mundo
(san
Irineo),
para
que
el
cosmos-mundo
vaya
sanándose
y
salvándose
dentro
de
ella.
Vive
pues
en el
mundo
como
una
realidad
concreta
teantrópina
(divino-humana), y se
realiza
en
el tiempo y el espacio,
aquí y ahora.
Sana y salva
al
cosmos-mundo
no
con
medios
cósmicos-mundanos, sino con
la divina Jaris (energía increada) que contiene.
La
única
manera
con
la
que
la
Iglesia
puede
ayudar
al
cosmos-mundo,
es
la
toma
por
parte
ella
del
mundo
alrededor
y la incorporación de éste a
Cristo, la Cabeza de la Iglesia. Porque
sólo
participando
en
la
vida
de
Cristo,
podemos
sanarnos,
salvarnos
y
librarnos
de
la
muerte. Σωτηρία
(sotiría, sanación y salvación) es la misma incorporación a la
Iglesia, la eclesiación (hacerse miembro de la Iglesia) no la
clericación (hacerse clérigo), es decir, la “cristificación del
mundo.
Por
lo tanto, en la Iglesia coexisten dos elementos: Lo increado y lo
creado, lo intemporal y lo temporal, lo divino y lo humano. Lo
primero es lo que sana, salva y santifica y lo segundo es lo que es
sanado, salvado y santificado. Naturalmente
el
elemento
divino
es
inalterable.
Si
esto
debiera
estar
cambiando,
entonces
el
mundo
de
cada
época
no
tendría
la
misma
posibilidad,
poder y certeza de sanación y
salvación. Pero
como el elemento humano en la Iglesia no se sana y salva
inconscientemente ni mágicamente, sino concienzudamente y con su
“sinergia, cooperación”, entonces uno puede hablar de continua
renovación, pero no de “la Iglesia”, sino de los que están en
la “Iglesia”, es decir, de la vida de los creyentes, del elemento
humano de la Iglesia. (Sinergia la energía de la voluntad humana
colaborando con la energía increada de la voluntad divina).
Esto
ocurre,
porque
la
Iglesia
tiene
dos
lados.
Uno
es
“la
Iglesia
de
Dios”
pero
que
se
constituye
también
de
humanos,
y
sobre todo de personas
fácilmente vulnerables
por el pecado.
Vive dentro en el espacio y el tiempo, y no consiste sólo una
realidad divina, sino también una magnitud histórica, y así,
mientras está dentro en el mundo, nunca llega a la perfección de
“la realeza increada de los cielos”, sino que permanece como
“lazo de la herencia
futura, el principio de los bienes eternos” (Divina Liturgia de san
Basilio).
Pero
la
Ortodoxia
no
habla
de
renovación
de
la
misma
Iglesia
y
su
vida,
porque
la
Iglesia
permanece
siempre
nueva
“en
Cristo”
y
la
vida
de
la
Iglesia
es
la
misma
vida
de
Cristo
(Cristovida).
Lo
que
existe
auténticamente dentro de la
Iglesia, vive en Cristo, por lo tanto es “nueva creación”, que
no necesita ninguna renovación, (Efesios 5,27).
Aquello
que
nos
hace
viejos,
antiguos
es
el
pecado,
porque
nos
conduce
a
la
corrupción de la muerte.
Entonces,
renovación
en sentido y
concepto
cristiano
ortodoxo significa
nuestra
continua
liberación
de
la
tiranía del pecado.
Como
dentro
de
la
Iglesia
esta
posibilidad
y
poder
se ofrece
continuamente,
con
la
lucha
espiritual
y
con
los
santos
Misterios
y
con la
jaris
increada
y divina
que
opera
mediante
ellos, entonces el pecado que
es la fuente de nuestra corrupción y envejecimiento, no es sino un
simple acontecimiento de terapia sanable y que cada momento de
nuestra vida se puede superar. Esto
significan las palabras del Apóstol Pablo:”Renovaos en el espíritu
de vuestro corazón y
revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y
santidad de la verdad” (Ef 4,23-24).
Υ
aquí
debo
recordar
que
también
la
herejía
es
pecado.
Este retorno es un
procedimiento que ocurre constantemente dentro de la Iglesia, y lo
podemos llamar “proceso renovador”. Por
lo tanto, la renovación implica reencuentro constante con Cristo,
fuente de nuestra vida nueva. Nuevo
es aquello que permanece fijo, estable a Cristo (2ªCor 5,17 y Ef
4,22). Para que uno sea “creación nueva” significa que existe en
Cristo y está viviendo en Él.
Bajo
esta
condición,
mientras
uno
“está en Cristo”,
es
“hombre
nuevo”
y
no
necesita
ninguna
renovación. Por
lo
tanto,
como somos elemento humano de
Cristo, lo
único que necesitamos todos
en nuestras vidas, es un constante retorno a la verdad de Cristo, de
la que nos alejamos con cada tipo de pecado.
Por
lo
tanto,
existe
diferencia
esencial
sobre
la
manera
que
el
mundo
utiliza
y
entiende
el
término
“renovación”.
Para
el
mundo
lo
“nuevo”
es
categoría
del
tiempo.
Pero
para
la
Iglesia
es
categoría
cualitativa
y
espiritual.
En
la
“semántica”
del
mundo lo “nuevo” tiene un
significado relativo. Cada vez toma el lugar de un otro, y este por
orden será sustituido por otro, porque nada en este mundo puede
escapar de la ley del envejecimiento. Pero
en
la
Iglesia
hablamos
sobre
el
“eterno
nuevo”,
y
esto
es
el
Cristo,
el siempre
“Hombre nuevo”,
el
nuevo
Adán.
El
Cristo
no
envejece
nunca, porque es lo “nuevo”
por sí mismo, es lo que necesitaba el mundo para redimir, el
absoluto “nuevo”, porque
está completamente libre de pecado.
Por lo tanto, lo que
vive en Cristo, es también nuevo. Entonces, la auténtica
renovación, tal como la entiende la Iglesia,
no es reemplazar el viejo con algo nuevo,
sino la permanencia en Cristo, la continuada e incesante existencia
dentro de la verdad de Cristo Dios, es el hombre deificado por la
jaris la energía increada.
(Απόσπασμα
από το
βιβλίο: «Η
ΕΚΚΛΗΣΙΑ
ΜΕΣΑ ΣΤΟΝ
ΚΟΣΜΟ»,
Έκδοση της
«Αποστολικής
Διακονίας
της Εκκλησίας
της Ελλάδος»
Fragmento del libro” “La iglesia dentro en el mundo”, Editado
por: “Diaconía Apostólica de la Iglesia de Grecia”
Traducido por: χΧ
jJ http://logosortodoxo.wordpress.com/
(En español)
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