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Σάββατο 2 Μαΐου 2015

Yérontas Mitilineos: “El Misterio del Matrimonio”. Resumen 1ª parte: la primera y la segunda agapi

ΤΟ ΜΥΣΤΗΡΙΟ ΤΟΥ ΓΑΜΟΥ
π. Αθανασίου Μυτιληναίου
LA PERFECTA AGAPI-AMOR A LAS PAREJAS
Yérontas Mitilineos: “El Misterio del Matrimonio”.
Resumen 1ª parte: la primera y la segunda agapi
En esta homilía de hoy me quedaré al punto que se dice durante la celebración del Misterio de la Boda o Matrimonio que dice: “…oremos para que el Dios envíe a ellos la perfecta agapi…”, es decir, a los novios que se están casando.
Αγάπη (agapi) amor. “Ὁ θεόςγάπηστίν (O zeós agapi estín) Dios es agapi-amor (1ª Jn 4,8)” La agapi es la energía increada superior de la Jaris. “Porque la agapi proviene de Dios” (1ªJn 4,7). Dicen los Santos Padres Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi como energía increada de Dios, si no es a través de la energía increada Χάρις (Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. Éste es el propósito de la psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir mediante la continua metania y confesión, la φιλαυτία (filaftía, egolatría) que es el creado amor interesado egocéntrico y enfermizo a uno mismo, en la desinteresada divina e increada agapi de Dios. Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y zéosis, deificación o glorificación. Dios creó al cosmos (adorno, ornamento) de la nada y libremente sin ninguna necesidad, por agapi. No sólo creó al cosmos, mundo, sino que lo mantiene por Sus energías increadas. Los occidentales ignoran la existencia de las energías increadas Dios, “la mayor de ellas la agapi” (Cor. 12,13).


Amigos míos, cuando vamos a una boda para admirar al novio y la novia, no vamos por un deber social, porque la novia o novio son amigos nuestros o conocidos. Pero queridos míos, en el Misterio o Sacramento vamos a la Iglesia para orar, desear y bendecir para aquellos que participan en este Misterio. Oraremos para los novios; pediremos que el Dios les proporcione lo que dice de su boca el sacerdote o diácono: “…que les envíe desde el Cielo la perfecta agapi” y nosotros diremos Kirie eléison; Amín; es decir, ojalá que Señor les des lo que acaba de pedir el sacerdote con su boca. ¡En el Misterio de la Boda pues, recogimiento, silencio y sobre todo oración!
Aquí, pues, pedimos que sea enviada la perfecta agapi.
Quizá algunos novios/as protesten y digan: “Bien, si la razón por la que estamos aquí en este momento es exactamente porque entre nosotros hay agapi-amor: ¿por qué, pues, pedís que nos la dé el Dios? Vale la pena quedarnos un poco más en este punto para analizarlo.
Queridos míos, a pesar de la protesta y la afirmación de que los novios se aman mucho, debemos ver qué es la agapi. Es verdad: ¿qué es la agapi?
Uno podría decir mucho sobre la agapi, precisamente porque no podemos definir su esencia. San Crisóstomo proclama la agapi como misterio; “el misterio de la agapi”. Y realmente la agapi es uno de los misterios más profundos. Nunca alguien pudo, ni podrá jamás entrar en la más profunda contextura de la agapi. (San J. Crisóstomo: “Colosenses” y “Génesis”).
La agapi sólo se vive; la agapi es una experiencia; no es una gnosis (conocimiento), que puede transmitirse de boca en boca y de libro en libro. Exactamente lo mismo cuando pruebo una fruta exótica, de África o Australia que en nuestros climas y tierras no existen, y me preguntan decir algo sobre el sabor de esta fruta, cualquier cosa que diga sobre el sabor de esta fruta no la entenderán mis oyentes, puesto que ellos no la han probado. Igual que un ciego, quien podría conocer muy bien toda teoría sobre el tacto de la luz y la explicaría, pero si le dijerais verde, rojo o amarillo os diría: ¿Qué quiere rojo, verde y amarrillo?, porque nunca lo ha visto con sus ojos. Lo que cae en nuestros sentidos crea experiencia; y la agapi es una cuestión de experiencia, es una cuestión personal y no se transmite.
Sin embargo podríamos compartir algunas reflexiones y pensamientos sobre este enorme misterio de la agapi-amor.
La agapi es la base del misterio del matrimonio; constituye el gran punto de partida de la existencia del matrimonio. Dice un dicho latino: ¡«amo, ergo sum» Amo, por lo tanto existo!
¿Por qué existimos? ¿Por qué existe el mundo, el universo? ¿Por qué existo yo? ¿Quería el Dios que fuéramos creados? ¿Quizás querría hacer una demostración de fuerza y de sabiduría? No, amigos míos, ¡simplemente quería expresar Su agapi-amor! Existimos porque el Dios ama. La existencia, pues, y cada existencia está conectada con la agapi, este gran y profundo misterio de la agapi de Dios.
Así pues, para que haya Matrimonio debe existir la agapi. La agapi y la existencia del Matrimonio son dos cosas inseparables y cohesivas. No podemos hablar sobre Matrimonio si de este quitamos la agapi.
Apuntar aquí y es triste, que muchas bodas o matrimonios se hacen sin este fondo de la agapi. ¡Si supierais cuántos seres humanos toman y tienen la boda o matrimonio como intercambio comercial, como una acomodación, un arreglo!... ¡ay esta acomodación! ¡Sólo el Cristianismo no ha conocido acomodaciones! El matrimonio, queridos míos, no es acomodación, no es arreglo, tampoco apaño. Cuántos dicen: “vamos apañar las cosas”. La boda, el Matrimonio no es un apaño, ni un acomodo. Es terrible creer esto.
El Cristo en la parábola de los “barriles nuevos”, con “el nuevo vino”, etcétera, y en otra parábola dice: Nadie remienda con paño nuevo un vestido viejo, (ver Mt 9,16-17 Mc 5,36-38 Lc 5, 36-38). Lo que ofrece el Cristo con Sus Misterios (Sacramentos) es siempre nuevo, es algo nuevo. Lo mismo aquí, no podemos progresar al matrimonio sin la agapi-amor.
Pero la agapi tiene dos caras o faz. Os ruego que tengan atención a este punto. Dos caras, o mejor dicho, podemos hablar de la primera agapi y de una segunda agapi.
La característica de la primera agapi es que es provocada principalmente por las cualidades exteriores; como por ejemplo una persona, una cara, una voz, un color y un cuerpo, etc. Uno ve una persona e inmediatamente siente algo; este “algo” es lo que llamamos agapi-amor; pero que está basado en las cualidades exteriores de la persona amada.
Sobre este punto encontramos algo bello en el Antiguo Testamento. Cuando Eleazar fue a Mesopotamia y encontró novia para Isaac, Rebeca y se prepararon ya para el gran viaje; cuando se acercaban en la tierra de Canaán, Isaac estaba escondido en un lugar haciendo su oración y estaba auto concentrado (Gen 24,43). Esto es un punto importante y vale la pena hacer un pequeño análisis.
Isaac era el candidato a novio. No va de juergas, no corre por aquí ni por acá con sus amigos, sino que se concentra en sí mismo, reflexiona con pensamientos serios, porque el tema de su matrimonio es muy serio, pero también ora. Allí donde oraba, vio que se acercaban unos camellos, venía una caravana del desierto. Rebeca estaba sentada encima de un camello y vio un joven que estaba detrás de unas ramas. Inmediatamente por respeto, bajó del camello y preguntó a Eleazar: ¿Quién es este joven allí? Eleazar sonrió y dijo: “Es el novio”. Y fueron a casa.
Rebeca era una mujer muy bella. Lo veis, cómo lo dice la Santa Escritura: “La joven era muy bella y virgen; ningún varón la había conocido y tocado… Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de Sara, la tomó y fue su mujer. La amó, y se consoló de la muerte de su madre”, porque su madre Sara había muerto (Gen 24,1-67).
He aquí, pues, las características exteriores que hemos dicho. Rebeca era muy bella e Isaac la amó. Esta es la primera agapi como os he dicho, la que se sostiene en las cualidades exteriores.
Pero en esta primera agapi debemos hacer una anatomía o análisis. Sin que nos parezca extraño, que aquí tenemos reflejo de los dos yo o egó. El yo del hombre es reflejado sobre una mujer, la que hace el papel de un espejo, y el yo de la mujer que es reflejado al hombre, quien hace de espejo. Exactamente cuando me miro en el espejo me veré a mí mismo, no veré otro, así lo mismo entre aquellos dos domina esta la “primera agapi” que se ve a sí misma al rostro del otro.
Esto es algo muy básico, y debemos conocerlo. En otras palabras, la base de la primera agapi es egoísta. Cada uno quiere satisfacer el sí mismo, sea corporalmente sea emocionalmente con objeto al otro. Por supuesto que a estas dos personas que se acaban de conocer y se aman, si les dices que la base de su agapi-amor es egoísta, abiertamente te mirarán y te dirán: ¡No estás bien! A pesar de esto, amigos míos, es cierto que la base de esta agapi es egoísta.
Muchas veces, cuando uno o una pedirán algo que quizás aún no es permitido, y cuando no se le da, entonces se enfada. Por qué. Porque el enfado, la ira es fruto del egoísmo. Se enfadó porque no se ha hecho lo que quiso. ¿Entonces esto qué es? Pues, fruto del egoísmo. Y así, muchas veces, de un enorme salto, de la agapi llegamos al odio y a la maldad.
Creéis que esto es raro, no; muchas veces personas que comenzaron con un eros o enamoramiento fulminante, como se le caracteriza, para resultar en un divorcio rápido, o acabar en la indiferencia y al odio. Incluso, no lo vean raro, que la mujer tome sulfato o cualquier cosa venenosa y lo eche al hombre o viceversa que el hombre pegue o mate a la mujer.
Y al tribunal le preguntan: ¿por qué lo has hecho esto? Porque le amaba y no quería que se marchara. Pero si le amabas, ¡tú les has echado sulfato y le has cegado!… ¿Por qué le has matado?, le pregunta el juez y responde: ¡por que le amada, señor juez! Pero si le amabas, ¿por qué la has matado?
He aquí, pues, el por qué; simplemente porque la base de esta primera agapi-amor es egoísta. No logra uno de los dos ganar al otro, y ya que no lo consigue, el egoísmo se pica y emprende lo que emprende. En otras palabras la primera agapi se mueve sobre el eje emocional, del cual un polo es la agapi erótica, y el otro polo es el odio -y el odio es emoción- y con un salto enorme nos encontramos de un extremo al otro, al odio.
Es cierto que las cosas que leemos en los periódicos y escuchamos en las noticias y nos quedamos sorprendidos, son extremos; pero la mayoría de las veces esta primera agapi, la erótica, resulta a la indiferencia. No se divorcian, pero uno frente al otro son indiferentes como extranjeros. ¡Si veis un hombre y una mujer caminando por la calle y el hombre esté un par de pasos delante de la mujer, estad seguros que son matrimonio! ¡Es un matrimonio en el que desgraciadamente ha entrado la indiferencia, y esto porque se fue la primera agapi, se ha desfogado, marchitado! Es una desgracia.
Me preguntaréis: “¿Entonces el Matrimonio este camino tiene? ¡Tan rápida y tan fugaz es la agapi!
Oh amigos míos, es necesario que se busque otra agapi, la otra cara o faz de la agapi, la segunda agapi. Pero para que esto se realice, es necesario que se fusionen los dos yo o egó, el yo del hombre y el yo de la mujer, y dentro del común crisol que se llama Matrimonio, dentro de este crisol salir una cosa nueva, esto que se llama “nosotros”. No yo y tú, ¡sino nosotros! Agapi significa salida del yo y entrada al tú. Cuando mi propio yo se va para encontrar el yo tuyo, y cuando tu yo sale para encontrar el mío, entonces precisamente, dentro de este movimiento mutuo tenemos la fusión de los dos yo o egó, y si quieren de los dos egoísmos, para componernos en este fruto admirable de la segunda agapi, que se llama nosotros. No existen aquellas expresiones mi “hijo”, sino nuestro “hijo”; no “mi casa” sino “nuestra casa”; no mi “familia”, sino nuestra “familia”; no mi “madre” sino nuestra “madre”. ¿Por qué dices “tu madre”? Tu suegra no es tu madre sino nuestra madre. Amigos míos, si entra el nosotros y no el yo y el tú, entonces por supuesto que tenemos esta prosopografía o retrato, diríamos, de la segunda agapi... (Aquí desgraciadamente la cinta se corta dejando un vacío de 15 minutos).
Un gran enemigo de la agapi es principalmente la satisfacción individual y el engreimiento; ¡yo quiero conseguir lo que quiero, y tú haz lo que quieras! Uno dice: no puedo esto o aquello, y el otro responde: a mí qué me importa. Y empiezan las amenazas, y no sé qué más. ¡Es la satisfacción individual; lo que yo haré!
Estas son las cualidades de la primera agapi; ¿pero cuáles son las de la segunda?
Me permitiréis que copie de Apóstol Pablo, de la Santa Escritura, algunas de estas cualidades y características de la segunda agapi.
1ª Epístola a los Corintios, capítulo 13
Canto a la agapi increada, amor divino
1 Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo agapi-amor no soy más que una campana que suena o como unos platillos o címbalos resonantes.
2 Aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y las voluntades de Dios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo agapi-amor, no soy nada.
3 Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres, y entregue mi cuerpo a las llamas para gloriarme, sino tengo agapi-amor, de nada me sirve.
4 La agapi-amor aleja la ira, es magnánima, paciente, tolerante; la agapi no tiene envidia, no es presumida, ni se infla de orgullo y prepotencia,
5 no hace nada feo e indebido, no es grosera ni egoísta y no busca sus intereses, no piensa mal para su prójimo, ni se irrita, no toma en cuenta el mal del otro;
6 La agapi-amor no se alegra por la injusticia; se alegra y goza cuando domina la verdad,
7 todo lo disimula, sufre y aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
8 La agapi-amor jamás decae y nunca falla; Pero, las profecías que hay ahora como dones del Espíritu Santo desaparecerán, las lenguas cesarán y las gnosis, conocimientos caducarán.
9 Todo esto en la vida futura quedará abolido, porque parcialmente conocemos y profetizamos.
10 Cuando en la vida futura llegue lo perfecto e integral, entonces desaparecerá lo parcial e imperfecto. 11 Esto que os escribo, lo comprenderéis con el siguiente ejemplo: Cuando yo era niño pensaba, razonaba y hablaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, se despojaron y desaparecieron las cosas de niño, las niñerías.
12 Porque ahora vemos confusamente como en un espejo de manera que quedan muchos enigmas e interrogantes que no podemos explicar. Entonces veremos y será claramente cara a cara, (en persona a Persona o hipóstasis a Hipóstasis). Ahora conozco parcialmente la verdad, pero entonces tendré perfecta la gnosis, tan perfecta como cuando fui reconocido por Dios, (tal como energizaba y operaba el omnipotente Señor en mi regreso como reconocimiento y proclamación de mi axioma apostólico.)
13 Esto se hará en el futuro. Ahora hay tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y la agapi. Pero la más grande de ellas es la agapi (energía divina increada y amor desinteresado).
«La agapi no tiene envidia». Amigos míos, tengamos cuidado con la envidia; ¡es el gusano que con seguridad come la médula del matrimonio! Si hay una desgracia dentro del matrimonio es la envidia. Ella se puede pegar como un microbio, como una sanguijuela al hombre o la mujer, y desgraciadamente no se va fácilmente. ¿Dónde estabas? ¿Por qué has tardado?, ¿qué has hecho?... Todas estas cosas empiezan a marchitar el matrimonio con la sospecha, con el recelo, con el control el uno detrás del otro… La mujer dice: qué es esto que he encontrado en tu bolsillo; el hombre dice: dónde has gastado el dinero, etc. ¡Es un gusano terrible! Pues, que lo sepan los que tienen envidia, no tienen, no existe la agapi en su matrimonio. La cualidad de la verdadera agapi es que no tiene envidia. Aunque uno se encuentre al polo norte y el otro al polo sur, aunque estén tiempo separados, uno tiene confianza al otro, uno ama al otro y uno espera al otro, con anhelo y con amor de corazón.
La agapi no es presumida, no busca autoalabanzas. No empieza a decir el uno al otro: sabes quién soy yo, sabes de casa vengo y me he casado contigo etc. Estas cosas, por favor, no existen dentro en el matrimonio. Hemos dicho que existe el “nosotros”. No se busca la autoalabanza y no se jacta de sí mismo.
La agapi no hace cosas feas”. ¡Sí, es verdad no hace cosas feas! No hace cosas feas dentro en el matrimonio que tendría vergüenza sacarlas en público. ¡Ay, si supierais las cosas que oyen los guías confesores sobre este punto!... Y uno se pregunta: ¿hay personas que piden y sobre todo exigen situaciones que quizá serían vergonzosas que salgan a la luz?... desgraciadamente, sí existen. Por qué, porque su agapi no es perfecta. Si amas a tu esposa, a tu marido, entonces tendrás dignidad para ti mismo y respetarás también al otro. Amigos míos, dentro en la agapi y la familiaridad conyugal el respeto no se destruye, sino lo contrario, va creciendo.
La agapi no busca los suyo no pide que cada uno haga lo que quiera. No. Lo que a ti te contenta esto haré.
¡El himno de la agapi! Me parece que todos los casados este trozo que está en la epístola 1 Corintios capítulo 13, deberán copiarlo y ponerlo en una parte visible de sus casas para que lo lean y lo estudien los dos, que se sientan a profundizar juntos sobre esto. ¡Profundizar, ahondar! Incluso hacer autocrítica sobre el texto, la petición al Espíritu Santo, por boca del Apóstol Pablo. ¿Cómo vamos; vamos bien? Pero sobre todo, los cónyuges que lo marquen esto en el interior de sus corazones.
Sobre este punto escuchad algo maravilloso; es del periódico “el Diario” de 20 febrero 1966. El título es: “La Agapi”. Elías Zafiris de 43 años, llevó a hombros su mujer durante quince horas, porque su pueblo Santa Bárbara había quedado incomunicado; ¡su esposa Cristina había quedado enferma gravemente y la bajó a hombros, durante 15 horas, llevándola a la clínica! Esto quiere decir que amo al otro.
Dentro de esta agapi, en el fondo existe la agapi de Cristo con Su Iglesia. Aún no hemos hablado sobre esta agapi; pero hablaremos cuando llegaremos al Oficio de la Boda o Matrimonio. Allí bellamente se refleja el matrimonio entre los hombres, los cónyuges.
Una vez una pareja se peleaba mucho. La mujer se había desesperado tanto, ¡que deseaba la muerte del marido! Un día rebuscando en los armarios abandonados, encontró una libreta, estaba escrita de su abuela. Empezó a leerla. Por sorpresa leyó las siguientes palabras: «Cuando estaba triste, afligida por mi marido o con cualquier otro tema, miraba siempre el icono del Novio Cristo con la clámide y la corona de pinchos, y así me animaba. Y treinta años, manteniendo la misma táctica, delante del icono de Cristo decía tres veces el “Padre nuestro”, así disolvía todo tipo de resentimiento y pensamiento malo contra mi marido». ¡Lo probó también la chica joven, es decir, la nieta y encontró su medicina!
Realmente, queridos míos, ¿por qué el Cristo puso la corona de espinas? Y ¿por qué puso la falsa púrpura y por qué se crucificó? Para la Novia-Iglesia, que era la humanidad. ¡Habéis visto cómo el Novio sufre para Su Novia la Iglesia! He aquí, pues, por qué los cónyuges deben aspirar hacia aquel misterio, el misterio de la unión Cristo e Iglesia, Novio y Novia. Y el marido y la esposa deben decir: Que me ponga la corona de espinas. Ya que conozco que el matrimonio es una sociedad de defectos”. No es posible que en el matrimonio exista un camino cómodo, de flores y cantos; el matrimonio es un camino duro, es un yugo, y este yugo lo tienen que levantar en común los cónyuges para llegar al final común que es la Realeza increada de Dios.
La agapi pues; toda gnosis (conocimiento) comienza por el interés y la agapi. Como decía un gran filósofo, la gnosis es hija de la gran agapi. ¿Quieres aprender algo, pero que no sea intelectualmente, sino viviéndolo, por experiencia?, entonces no tienes otra cosa que amarlo. El Cristo amó, y “en el padecimiento sufriendo aprendió” (Heb 5,8).
Incluso cada individuo es una “terra incógnita”, dos desconocidos. Los dos cónyuges están llamados hacer una mutua investigación de sus mundos; la mujer investigar el mundo psíquico del hombre y el hombre el de la mujer. ¡Precisamente dentro en esta mutua investigación hay tanta riqueza y tanto interés! En una tierra o país desconocido buscan a encontrarse a sí mismos; y con la ayuda mutua, como veremos más abajo –el tema ayuda tiene un sentido totalmente distinto- uno busca al otro, de modo que pueda ayudarle por el objetivo común, por el que se crearon los primeros en ser creados, que es, lo repito, la Realeza increada de Dios, es la zéosis (deificación o glorificación).
La segunda agapi por tanto es la agapi de las psiques-almas. Por supuesto que los cuerpos comenzarán a marchitarse, empezarán las primeras arugas y el pelo a ponerse blanco, la belleza física empezará a abandonar las caras; y a pesar de esto allí donde va muriendo la primera agapi, empieza a resucitar y nacer la segunda agapi. Si uno antes de la necrosis no se ha ocupado pasar y resucitar de la primera agapi a la segunda agapi, se encontrará en el caos, la decepción (demoníaca) y asustado, se encontrará sin contenido en su vida; para este el matrimonio ya no tendrá ningún sentido.
Pero para que sea nacida esta segunda agapi, antes es necesario que nazca en nuestro interior el Cristo. Lo repito: ¡la llave del éxito para que sea nacida esta segunda agapi, antes es necesario que nazca en nuestro interior el Cristo!... Por eso nuestra Iglesia ora y pide “que el Dios les envía y proporcione la perfecta agapi”. Esto no es una exageración, no es algo que sea obvio, y que los nuevos en ser casados puedan decir: por qué lo decís esto, ya que tenemos agapi, estamos enamorados. Tenemos agapi, pero es algo que tiene que venir de arriba. Lo de “que les envíe” de la oración quiere decir que venga de arriba hacia abajo. Esta agapi es la presencia del mismo Cristo. Esta agapi, la perfecta agapi es fruto y regalo del Espíritu Santo, por lo tanto es fruto de esta misma vida espiritual.
Cuando los dos cónyuges comienzan mano a mano la vida espiritual la que nos llevará a la zéosis, como dice un poeta; entonces por supuesto que el fruto de este comienzo será la perfecta agapi.
Esta perfecta agapi existía sólo en los Santos.
Amigos míos, la agapi es una escuela que uno aprende cómo vivir, cómo hablar y cómo comportarse; pero también en cada escuela existe siempre el esfuerzo, el empeño, el dolor y el cansancio. Así pues, aquel que no tiene miedo al esfuerzo, al cansancio y al dolor, sólo este luchando puede acabar esta escuela.
Incluso la agapi abre los ojos (espirituales). El egoísmo ciega, el egoísmo no ve; ¡sólo la agapi ve y ve tan lejos y tan profundamente!
Naturalmente, antes de esta segunda agapi, por supuesto que debe haber la primera. La primera no es una nimiedad y esto debemos recalcarlo. Pero el error de muchos es que permanecen en la primera agapi, la agotan y llegan a donde llegan. Pero por supuesto que comenzaremos de la primera agapi; esta no es sin contenido.
Esto lo encontramos en la misma naturaleza de las cosas. El Dios hace las flores muy bellas, con colores, con varias formas y fragancias: ¿Por qué? Para que atraigan a los insectos en ir de flor en flor y transportar el polen, de modo que se haga la polinización y después la fecundación. ¿Por qué hace esto el Dios? Esto tiene su propósito. Esto tan pasajero, en poco tiempo flor, se marchitará, se secará y caerá. Pero permanecerá lo que ya se ha realizado en el fondo de la flor, allí donde están las semillas, y darán el fruto real. Así exactamente se parece la primera agapi. Es necesario que exista también esta; no la vamos a tirar, -¡por Dios!- pero con la diferencia que no permaneceremos allí.
Así, cuando una agapi estará muriendo, estará entrando en escena la otra, la espiritual, la agapi de las psique-almas. La primera agapi es de los cuerpos y la segunda es de las psiques. Es obvio que las dos son imprescindibles. Porque si tuviéramos sólo agapi de los cuerpos, caeríamos a la bestialidad; si tuviéramos sólo la agapi de las psiques caeríamos en la amistad. Pero la boda o matrimonio es unión perfecta, tanto de las psiques como de los cuerpos. Las dos son agapi, la primera y la segunda. ¡Perfecta unión!
Por eso un verso de una oración en el Misterio de la Boda dice: “Señor, dales a ellos concordia de psiques y cuerpos” (Oficio de la Boda). Muchos a lo mejor se escandalizarían de este verso y preguntarían: ¿por qué dice concordia de cuerpos? Aquellos que sacan el cuerpo fuera de la naturaleza de las cosas, fuera del matrimonio y fuera del Cristianismo, están fuera de la realidad. El Cristianismo y lo hemos repetido y recalcado muchas veces esto, no abraza sólo la psique y el espíritu; ¡abraza también la materia, el universo entero, hasta el último electrono! Por consiguiente, matrimonio perfecto significa unión de psiques-almas y cuerpos. “Señor, dales a ellos concordancia de psiques y cuerpos”. Amín. (Con cariño y agapi especial para los matrimonios de mis hijos y sus amigos, continuaremos un resumen de la 3 y 4 homilía, ¡que son preciosas!)

Resumen 2ª Parte: varios sobre la agapi en la pareja, del Misterio y de la Santa Escritura.
Homilía 3 pag 63
Con la ayuda de Dios, vamos a la primera breve oración: “Dios, Tú que eres eterno que has reunido y recogido todo lo que estaba esparcido, lo has conducido a la unidad y has puesto el vinculo indisoluble de modo que has creado un cuerpo indestructible; Te oramos Señor Dios eterno que bendigas a Tus siervos en este vínculo y unión”.
¡Unidad!... que es el elemento básico en el misterio del matrimonio. Y esta unidad tiene su principio en Dios. El Dios es la fuerza y la causa unificadora de todo. Fuera de Dios existe esparcimiento. Nuestro Señor lo dijo claro: “El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama”, (Mt 12,30 Lc 11,2). Y cualquier otra cosa, sea riqueza, salud, ciencia, arte y aún virtud, cuando está fuera de Dios trae esparcimiento.
Debemos recalcar en este punto, porque hoy en día está muy de moda la separación de la virtud de la fe. Esto dominaba también antiguamente fuera de la Iglesia con el gnosticismo…
Esta primera oración es efjarística (eucarística o de agradecimiento); y muestra el gran lazo que hay entre el Misterio del Matrimonio con el Misterio de la Divina Efjaristía. Y como hemos recalcado otras veces, los cónyuges para que tengan siempre este lazo de agapi y unión, deberán siempre estar unidos y empezar del Cáliz de la Vida, el Cáliz de la Divina Efjaristía, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo…
El Dios tomó de la costilla de Adán y creó Eva la esposa (Gen 2,21-22). Esto, amigos míos es simbólico, y quiere indicar la igualdad y la equivalencia. Si el Dios hubiera tomado de delante, esto quizás significaría que la mujer sería impedimento del hombre. Ni de atrás, porque significaría que la mujer sería algo insignificante, mezquino. Ni de la cabeza porque debería gobernar al hombre, tampoco de los pies porque debería ser pedestal del hombre, o sea, algo inferior. Aquí vemos que los dos géneros existen para la procreación del género humano. Así que los padres se convierten en cooperantes, colaboradores del plan de Dios…
El Cristo antes de encarnarse, como Logos de Dios, es el que está caminando en el Paraíso de Edén, pero el mismo es también el conductor al matrimonio, el padrino diríamos. Él condujo Eva a Adán. Él puso en éxtasis a Adán y creó Eva y es el creador de todo. Condujo la Eva en Adán, es pues, el padrino, intercesor. Ahora estos dos deberán encontrar Aquel que los ha creado, el Divino Logos, y constituir una sociedad y comunión con Él. Este es el propósito principal del Matrimonio… El segundo es la virtud… y el tercero la procreación del género humano, teniendo hijos…
Un resumen corto: El primer objetivo o propósito del matrimonio es la ayuda mutua de los cónyuges para llegar a la zéosis (deificación o glorificación); es aquello que dijo el Dios para Adán, y Eva “hagamos un ayudante para y como él”, este “como él” significa que sea similar a Adán, es decir, ser humano. Sin duda podría hacer un animal para que ayude a Adán. Pero dice que le hagamos que sea ayudante. ¿En qué? En que se salven y se deifiquen. Este era el primer propósito. Pero como somos post caída, tenemos el segundo propósito del matrimonio, que es el apaciguamiento de los instintos sexuales, para que no caigamos a la lujuria y la prostitución. Por eso san Crisóstomo procuraba que se casasen jóvenes, para que no caigan a la prostitución. Pero las condiciones de la vida de entonces y ahora han cambiado. El tercer propósito del matrimonio es tener hijos. Con el cumplimiento de estos tres propósitos del Misterio, amigos míos, se asegura el camino del matrimonio pacífico y bendito, que finalmente conduce a la unión con el Dios a través de la jaris (gracia, energía increada) que es el destino definitivo de todos.
Homilía 5 pág. 135
Hemos hablado sobre los tres objetivos, propósitos básicos del Matrimonio. Porque si se supone que no conocemos los objetivos del matrimonio con la prioridad que pone la Iglesia a través de la Santa Escritura, del Logos de Dios, entonces seguro que el matrimonio no tendrá el camino correcto; sino que será influenciado de elementos ajenos del Evangelio y la Iglesia, y será un matrimonio fracasado.
De la primera oración escogemos un punto bello y muy característico para la pareja que entra al camino del matrimonio. La Iglesia a través del sacerdote, ora y pide: “Señor, dales de la frescura del cielo y de la calidad de los frutos de los bienes de la tierra, llénales la casa de trigo, vino, aceite y de todos los bienes materiales, con el propósito que den también caridad para los necesitados de bienes materiales”; es decir, para que puedan ayudar a los pobres.
Este punto como hemos dicho es de la primera oración, que realmente pide que sean dados para la pareja todos los bienes materiales y espirituales. Los cónyuges de esta manera son economistas de Dios y sobre todo valientes economistas de Dios, que deben estar siempre preparados para suplir cualquier falta material “de los bienes de la tierra”, o espiritual “de la frescura del cielo”, de sus semejantes. Es decir, podemos decir que el calor de la agapi del nuevo hogar deberá dejar siempre la puerta abierta para cualquiera que pidiera contribución material o espiritual.
¡La hospitalidad o filoxenía, pues el espíritu de hospitalidad! Que uno pueda siempre dar, para que no se cierren las puertas de la casa; este hogar que sea alegre, risueño, bendito… el hogar aquel que el Dios con las manos de los cónyuges estará dando hacia los demás semejantes, ricos elementos materiales y bienes espirituales. Aquí pues la palabra filoxenía o hospitalidad en el sentido amplio.
Podríamos poner algo de la Santa Escritura sobre la filoxenía: “Perseverad en el amor fraterno. No olvidéis la hospitalidad, ya que, gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acordaos de los presos, de los que sufren torturas, como si estuvieseis en su mismo cuerpo. Que el matrimonio sea tenido en gran honor y el lecho conyugal esté sin mancha, porque Dios juzgará a los lujuriosos y a los adúlteros. Que la avaricia no se apodere de vosotros” Heb 13,1-5). Sin saberlo, hospedaron a ángeles, aquí es obvio que se refiere a Abraham que hospedó los tres ángeles.
“…tales como haber educado bien a sus hijos, haber ejercitado la hospitalidad, haber socorrido a los atribulados, haber practicado toda clase de obra buena” (1Tim 5, 10).
Veis pues, que la Iglesia pide que sean dados a la pareja abundancia de bienes, no para que se apeguen a estos, ni para que sean la causa y motivo para la vida mundana (de los pecados), sino causa y motivo de alabanza a Dios, que ha cubierto las necesidades de sus fieles y santos.
Continúa la oración pidiendo a Dios que bendiga a los recién casados, como bendijo a Abraham con Sara, a Isaac con Rebeca, a Jacob y todos los Patriarcas, a José con Asinez, a Moisés con Séfora, a Joaquín con Ana, a Zacarías con Elisabet; ¡Benditas parejas! ¡De verdad un catálogo bello que vale la pena acordarse!
Pide pues, que el Dios bendiga la pareja; ¡sobre todo pide bendición! Amigos míos, la bendición es el punto de partida de todo éxito en la vida.
En el Antiguo Testamento la bendición era un elemento tan básico, de modo que no era posible comenzar una obra, si antes se pedía la bendición de Dios. Por eso vemos en el Antiguo Testamento el Alfa (principio) y el Omega (final) de todo trabajo era la bendición. Si se asegurara la bendición, entonces por supuesto que se podría vencer toda dificultad y el fruto sería el éxito. La misma cosa también aquí; todo intento de la casa y del hogar sin la bendición de Dios es un esfuerzo vano. ¡Los cónyuges deben concienciarlo y entenderlo bien esto, que necesitan la bendición de Dios!
Dicen muchos: “Que mi bolsillo esté lleno, lo demás sobra…! Y si tu bolsillo está lleno, hermano mío, ¿quién te lo ha llenado? ¡Te lo ha hecho el Dios, porque te ha bendecido y tú no ves Su bendición…!
San Nicodemo el Aghiorita dice que algunos hacen otra cosa; besan sus manos y dicen: ¡benditos sean mis manos que me ayudan a mi trabajo y me dan dinero, y estoy feliz en mi casa! ¿Pero las manos hermano mío, quién te las ha dado? Un microbio puede tirarte en la cama y gastar toda tu fortuna en los médicos, entonces veremos si tus manos están bien o tu cartera llena para que te ayuden en tu hogar y en el camino de tu vida. Queridos míos, la bendición de Dios es lo primero y lo último. ¿La tenemos en nuestro hogar? ¡Lo tenemos todo!
Una vez san Cosme de Etolia había ido en la isla de Kefalonia y vio que unos estaban construyendo un palacete y entonces por iluminación del Espíritu Santo dijo: ¿Para qué construyen este palacete si no van a habitar? Realmente en aquella casa no dio tiempo que habitara nadie, antes que se acabara de construir murieron todos.
Casa y hogar son dos cosas muy estrechamente vinculadas, casa son las paredes, en cambio hogar son las personas que viven en la casa. Y dice la Santa Escritura: “Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el centinela” (Sal 126,1). Es decir, si Dios no pone Su mano (que es el Espíritu Santo) y no bendice el hogar vanamente luchan los cónyuges para crear algo. Por eso, queridos míos, tened cuidado en esto: el ideal no es hacer una casita –así dicen los cónyuges- el ideal es tener la bendición de Dios para hacer una casita.
Aún diría que el matrimonio es una cosa muy delicada, sensible y frágil, que le hace falta mucha protección y cariño. Por eso después de la bendición es necesario que protejamos y cuidemos el nuevo hogar y la nueva pareja. Precisamente por esto ora y pide la Iglesia: “Dios nuestro, cuídales y protégeles tal como has cuidado a Noé en el arca; cuídales y protégeles tal como has protegido a Jonás en la barriga del cetáceo.; protégeles tal como has protegido a los tres santos Jóvenes del fuego, enviándoles la frescura del cielo” (Pequeñas bendiciones para el Matrimonio).
Amigos míos, muchos vientos violentos golpearán el hogar; vendrán muchas situaciones que ofenderán la nueva pareja. Vendrán tentaciones malignas y calumnias; quizás venga alguien a decir al hombre: “he visto tu mujer, estaba hablando con un vecino” y aunque no haga nada la mujer entra el pensamiento diabólico y la perturbación. Quizá venga alguna a decir a la mujer: “He visto tu marido, y estaba sonriendo bobamente con otras. Vendrán muchas acusaciones y desprecios de parientes y amigos, posiblemente según la situación económica de cada uno, vendrá la suegra, la que despreciará la chica y no la acepte en casa, aunque sea una chica buena y honesta, etc.
De todas estas situaciones la pareja es sacudida; vienen muchos enemigos a atacar las paredes del hogar y su existencia. ¿Qué se deberá hacer? Aquí que Dios nos proteja, que proteja mucho la pareja, para que salgan de estos ataques. Pero deben escapar también de un enemigo terrible: de las influencias del siglo presente, de este mundo, escapar de las influencias de la llamada conducta mundana (2Tim 4,10 1Jn 2,15-17). ¿Quién será el que protegerá a los cónyuges? ¡El Dios!
Quería deciros algo sobre este último, la conducta mundana o carácter o espíritu mundano. La conducta mundana se parece a la humedad. No podemos fácilmente delimitar la humedad. Cuando el tiempo es húmedo, un hombre que se haya roto un hueso de su cuerpo, aunque este hombre esté con calor en el calefactor, este hueso roto del cuerpo duele, porque la humedad traspasa en todo. Lo mismo aquí; si la pareja está unida con amor, es posible que se escape las embestidas malignas, las calumnias, las acusaciones y los desprecios; ¿Pero podrá escapar de la conducta mundana o espíritu mundano? Aquí está la cuestión, el gran tema y problema.
Amigos míos, la conducta mundana es un enemigo insidioso o mal astuto. ¿Qué es la conducta mundana o espíritu mundano? Es pensar tal y como piensa y actúa el mundo; es movernos y vivir de modo (moda) como quiere el mundo. Cuando decimos: puesto que todos actúan y se mueven así, lo mismo haremos también nosotros como el mundo. Y así no tenemos discernimiento con sano juicio, por ejemplo: cuando todos los demás en verano los domingos por la mañana van a la playa, decimos que no tiene importancia, no pasa nada si no vamos a la Iglesia, porque todos hacen así; mientras que podemos decir: primero me voy a la Iglesia y después me iré a la playa. Actuar no como hace el mundo sino como hacen los cristianos. Cuando decimos: El mundo así se viste, es de moda, y no decimos: No nosotros no nos vestiremos así, sino decente y moderadamente, porque el Cristo quiere modestia; etcétera.
Por favor tengamos mucho cuidado en este tema, la conducta mundana o espíritu mundano. No os escondo que aquel que podría jactarse, incluso clérigos, de que totalmente se ha liberado de la conducta mundana, miente o no sabe dónde se encuentra ni entiende su posición. Me parece que no podemos escapar totalmente, sino que debemos estar vigilantes y estar observándonos y diciéndonos: “Quizás yo también me influyo de los efectos mundanos.
Esta oración aquí, invoca tres acontecimientos históricos: con Noé, con Jonás y los tres Jóvenes. La oración dice: tal como has protegido a Noé del cataclismo, proteja también este hogar; y como has protegido a Jonás que estaba en la barriga del cetáceo, proteja también esta casa; y también, tal y como has protegido a los tres Jóvenes que el rey Nabucodonosor arrojó al horno candente y no les ha pasado nada, así también proteja este hogar.
¿Por qué hace memoria y referencia a estos tres acontecimientos? Porque estos tres acontecimientos son tipo, imagen de nuestra Fe. El horno candente con los tres Jóvenes, es tipo o imagen de la Santa Trinidad, el primer dogma básico, esencial de nuestra Fe. Jonás en la barriga del cetáceo, que el mismo Cristo lo interpretó, es el tipo o imagen de la Resurrección de Cristo; la piedra angular de nuestra Fe. Y tercero, el Arca de Noé es tipo de nuestra Iglesia.
Estos tres acontecimientos históricos, tres tipos, vienen a dar estos tres grandes dogmas de la Fe: el dogma de la Santa Trinidad, el de la Resurrección de Cristo, y, el de la Iglesia. Estos son los puntos culminantes de la Fe para cada cristiano.
El primer dogma, el de la Santa Trinidad es tan básico, que si no lo concienciamos y no lo investigamos, entonces posiblemente caeremos en caminos muy feos. Si no creemos en el dogma de la Santa Trinidad, significa que inmediatamente no aceptamos la deidad de Jesús Cristo; y cuando no aceptamos la deidad de Jesús Cristo, entonces nuestra redención, sanación y salvación…desaparece; no podemos hablar de salvación. Todo pues, procede de la fe en el dogma de la Santa Trinidad.
Sin embargo, la Santa Trinidad es tipo o modelo de la Iglesia; y si quieren aún es tipo el matrimonio. ¿Por qué? Porque tal y como en la Santa Trinidad tenemos tres Personas, una esencia, así también en el matrimonio tenemos dos personas, una esencia; “y serán los dos en cuerpo uno”  (Gen 2,24 Mt 19,5 Mc 10,7 Ef 5,31). Por lo tanto los cónyuges deben en cada momento realizar aquello que ya cae sobre ellos como luz y reflejarla a su alrededor; el dogma de la Santa Trinidad, con la honestidad dentro en su matrimonio.
En lo referente al dogma de la Resurrección; la fe en este dogma determina también la vida práctica de ellos. Si los dos cónyuges no creen que el Cristo ha resucitado y que ellos tampoco van a resucitar, entonces que digan: ¡Comamos y bebamos porque mañana moriremos!
¿Y en lo referente al dogma de la Iglesia? La Iglesia es la que les facilitará sus Misterios (sacramentos) que les proporcionarán la jaris (gracia, energía increada) y les dará el camino correcto más la sanación, redención y salvación.
Estos tres puntos culminantes de la Fe deben ser los indicadores en la vida y en el camino de los recién casados. Estos tres dogmas protegerán la pareja de toda influencia mundana, de toda imposición exterior, de cada corriente contraria, atea, medio-atea y mundana que pueden golpear las costillas del matrimonio. Debemos decir que cada época, y nuestra época es bastante materialista, atea y reaccionaria, que significa que no cree en los dogmas de la Santa Trinidad, ni en la deidad de Jesús Cristo. ¿Cómo, pues, una pareja permanecerá; cómo podrá mantener su fe y su camino estable, si no comienza por la fe en estos tres dogmas culminantes de nuestra Fe?
Amigos míos, veis que el oficio del Matrimonio viene a apocaliptarnos-revelarnos muchos aspectos de la vida de los recién casados, que deben conocer nuestros jóvenes, cuando empiezan su propia andadura de matrimonio.
Y el tercer punto; aún la pareja en su camino de vida tiene necesidad también de una continua memoria de parte de Dios, por eso oramos y pedimos: “Acuérdate de ellos Señor, tal y como te has acordado de Enoc, de Sim y de Elías”. El Dios se acuerda de los que están escritos en el libro de la vida (Fil 4,3). Lo dice claramente esto la Santa Escritura, que el Dios no se acuerda de los pecadores (Sal 9,7· 15,4· 33,6· Sab Sirac 10,17· Apoc 17,8· 20,15). No porque el Dios no tiene memoria, sino que no los reconoce como suyos. Y esto significa cuando decimos: Kirie eléison, Señor ten compasión, misericordia, piedad o caridad de nosotros. Cuando el ladrón encima de la Cruz decía: “acuérdate de mí Señor” (Lc 23,42), esto daba a entender; que el Dios se acordara y tuviese misericordia de él. Lo que el Dios se acuerde de uno es una cuestión muy grande. Por eso creo que muchas veces los cónyuges deben decir esta pequeña oración desde las profundidades de su corazón: ¡Señor acuérdate de nosotros! ¡Señor acuérdate de nosotros! Será un eco en su Matrimonio.
Pero fijémonos en algo aquí. Estos tres nombres que se refieren aquí que dice –“acuérdate Señor tal y como a Elías, a Enoc y a Sim”,- no se han puesto así por casualidad. No.
Estas tres personas ascendieron al cielo. La Santa Escritura nos dice que se perdieron las huellas de Enoc y no se encontraba en ninguna parte, porque el Dios le traspasó, le tomó al cielo porque agradó a Dios. Fue un hombre muy fiel y justo y el Dios le ascendió, subió vivo, no probó la muerte. Para Sim no dice nada la Escritura, pero está en la tradición Judía. Y para Elías en muchas partes nos habla la Santa Escritura que fue arrebatado al cielo (4Re 2,1-11). No en la Realeza increada de Dios, sino en algún lugar del cielo, allí donde el Dios sabe. Los tres fueron ascendidos corporalmente. La ascensión de ellos en una protiposis o pre-afirmación de la Ascensión de Cristo; pero también la Ascensión de Cristo es una protiposis o pre-afirmación de nuestra ascensión.
Antes de avanzar, uno podría decir que primero lo tomaré éticamente y que no es otra cosa que el giro de los ojos y del corazón hacia el Cielo. Por supuesto que los cónyuges deben tener como ideal la agapi para que les ate fuertemente, hasta la muerte y más allá de la muerte. Pero tengamos cuidado en algo: que la agapi no sea el principal objetivo de sus vidas sino de su matrimonio. Eso porque viendo uno al otro puede caer en la idolatría, haciendo el uno al otro ídolo. Pero deberán estar atados con la agapi mirando hacia arriba, a un objetivo común.
¿Pedir las cosas de arriba!, dice el Apóstol Pablo, e inmediatamente lo ata dogmáticamente: “Donde está el Cristo”. No allí donde están las estrellas, ni en un reino o una patria deseada separada de Cristo, ¡sino allí donde está el Cristo! Además, allí donde está el Cristo está también Su realeza increada, porque la Realeza increada de Dios es el Cristo. La Realeza increada de Dios no es algo que está fuera de Cristo; el Cristo es la Realeza increada; nos dice que: “el Cristo está sentado a la derecha del Dios Padre”. Pero atención: ¡está como hombre! Y “¡Pensad y buscad las cosas de arriba, no las terrenales!”. Los bienes materiales son los instrumentos, de una manera, para la vida biológica, pero que se hagan el objetivo y propósito de nuestras vidas.
Por lo tanto, la memoria de estos tres santos deberá recordarnos que los cónyuges tienen un camino, un camino hacia arriba, que deberá en cada momento reanimarse para que sea evitado el peligro de apego a las riquezas materiales.
Por supuesto que los bienes materiales enmarcan el matrimonio… Pero atención, no vaya ser que las riquezas materiales comiencen hacer olvidar el camino hacia el Cielo. ¡Peligro! ¡Buscad las cosas de arriba! En otras palabras, lo cónyuges debe tener cuidado, de manera que cuando vengan las llamadas de parte de Dios: cónyuges venid a la Iglesia, venid a confesaros y comulgar; ellos que no digan la frase tan conocida: Estoy casado/a no puedo venir. Dice san Crisóstomo: aquí calumnias a Dios, porque Le dices que tienes como impedimento el matrimonio, que el Dios ha bendecido. Porque el Dios no te ha dado el matrimonio para impedimento para tu sotiría (sanación, redención y salvación), sino todo lo contrario, para ayudarte a esto, por eso no calumnies a Dios.
Más abajo en la última oración del oficio, veremos el punto que el sacerdote saca las coronas de los novios y dice: “reciba las coronas de ellos en Tu Realeza increada”. Otro código dice que las coronas las lleva el sacerdote al altar para que sean bendecidas y liturgizadas (oficiadas) en “doxa-gloria de Dios”.
Pero aquí se entiende que junto con las coronas están también las cabezas de los recién casados. Por tanto hacia la Realeza increada de Dios beben ir caminando también los cónyuges. Este tipo de ascensión se debe hacer.
Alguna vez llegará la hora de la muerte, y los cónyuges morirán; y cuando pasen a la otra orilla del río, que será la Realeza increada de Dios, entonces allí estarán juntos. Pero atención: no ya cómo cónyuges, aunque hayan trabajado para que estén otra vez juntos. Porque esto es el propósito del matrimonio, ser ayudados mutuamente llegar allí, a la zéosis (deificación, glorificación), pero con otros nuevos grados de parentesco. Ya no en el grado de parentesco de matrimonio, sino un nuevo parentesco: ¡en la Realeza increada de Dios todos seremos hermanos! El camino del matrimonio no acaba en la tumba, sino que continúa más allá. ¡Bienaventurados y felices son los cónyuges que permanecerán fieles, puros y prudentes hasta la tumba!
Y continúa con la oración: “Señor, acuérdate de ellos, tal y como de has acordado de tus Cuarenta Mártires, que les has enviado del Cielo las coronas”.
Aquí no hay una comparación exterior sino algo muy profundo, es decir, que el matrimonio tiene algo de martirio. …Todo esto indica en el fondo del matrimonio existe un martirio silencioso; ¡el martirio que dos personas totalmente distintas están llamadas a juntarse, conversar y adoptar sus vidas bajo del mismo yugo!
¿Creéis que el yugo del matrimonio es fácil? La mayoría de vosotros ciertamente estaréis casados y estaréis de acuerdo que el yugo del matrimonio no es nada fácil. El yugo de la convivencia conyugal es pesado. Es un martirio de paciencia y tolerancia del uno al otro. Es el martirio de formación y perfeccionamiento, es decir, que uno espere cuando el otro aprenderá algo sobre la Fe. Porque si se supone que uno de los dos cónyuges no es muy fiel, el otro luchará para convertirle en fiel; o si es indecente o derrochador, el otro luchará para ayudarle. ¿Qué creéis? ¿Todo esto no es un martirio? Así que, si los cónyuges consiguen llegar al final con algún éxito, sin lamentaciones ni sollozos, por supuesto que tomarán la corona del martirio; igual que la corona del martirio que han recibido los Mártires que han dado sus vidas confesando a Jesús Cristo.
Dice claramente el apóstol Pablo que los cónyuges se salvarán y por supuesto tomarán esta corona “si perseveran con modestia en la fe, en el amor y en la santidad” (1Tim 2,15). Paro para que se cumpla y se realice todo esto, la fe, la agapi, la divinización y la prudencia, más todo lo demás, hace falta mucho sudor, esfuerzo y sangre; ¡es un martirio!
Las coronas pues, son símbolos tanto de la doxa (gloria) como también del martirio. ¡Y nuestro Señor Jesús Cristo, amigos míos, el Novio de nuestra Iglesia se ha puesto la corona del martirio para la gracia de Su Novia Iglesia!
Dice un teólogo contemporáneo: “Qué cosa magnífica y tremenda!...el eterno e infinito Dios da en nuestras manos una criatura, en las manos de una mujer o de un varón, que esta criatura debemos conducirla de cualquier modo posible a la redención y salvación. ¡Un peso pesado, insoportable!
Pero estemos atentos en algo: aquello que hace el peso ligero será sólo una agapi colocada dentro de la agapi de Jesús Cristo. Cuando la agapi de los cónyuges está colocada en aquella agapi de Jesús Cristo, entonces el peso se hace ligerísimo y los pies rápidos para la realización del propósito y objetivo de la existencia de estas dos personas.
Habéis visto qué dice en la oración, bendición: “Dios, bendícelos, protégelos y acuérdate de ellos”. Bendición, protección y memoria, estas tres son la pared que protegerá a los cónyuges y les llevará a la virtud.
Homilía 6
Amigos míos, es el último capítulo de nuestro tema sobre el matrimonio. Como veis el tema es muy extenso; pero espero que os haya sido útil y hayáis sacado algún beneficio. Porque se trata de un tema muy importante y básico de nuestra vida. Diríamos que es una etapa cumbre y muy básica para nuestra vida terrenal y también para la Realeza increada de Dios. Por esta razón el Dios ha creado la mujer, para ayudar a Adán y facilitar la realización del objetivo de la vida de los dos que es la zéosis (deificación o glorificación). Por lo tanto el matrimonio no es sólo una etapa de nuestra vida, sino también un punto de partida para la salvación en la vida eterna. Pero cuando el matrimonio se hace el punto de partida de desgracias, de muchos males, entonces… ¡ay de nosotros!
Aquello que conducirá los cónyuges a la salvación, no es el simple deseo de salvar al otro, sino el sentimiento de agapi-amor. Es decir, si el hombre quiere ver su mujer salvada, esto sólo lo conseguirá si la ama, lo mismo la mujer para el marido. O sea que nunca debemos decir te amo para salvarte; sino quiero salvarte porque te amo. El Dios no vino para salvarnos y de la salvación nacerse la agapi, sino que nos amó y amándonos nos ha salvado. “16 Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo aquel que en él cree no perezca, sino que tenga vida eterna. 16. Porque de tal manera Dios amó a los hombres del mundo hundido al pecado, hasta el punto de entregar, por muerte en la cruz, a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree tenga vida eterna y no sea autocondenado a la perdición eterna (Jn 3,16).
Aquí permitidme decir algo que es muy importante, y nosotros los clérigos, los guías espirituales, a veces en esto sufrimos mucho, es decir, el hecho del adulterio. Como precisamente el adulterio ofende y atenta contra la agapi, por eso no tiene razón de que exista ya el matrimonio, del cual la base es la agapi; por eso el Cristo ha dado el derecho de divorcio. No dijo que se permite el divorcio, sino “sólo en caso de adulterio” (Mt 5,32).
Muchos creen que aquí el Cristo de una manera les indica el camino del divorcio, es decir, que el Cristo le dice pidan el divorcio, como son susceptibles, especialmente los hombres, por eso van al divorcio, y no están preparados ni dispuestos a perdonar, si se supone que haya habido un accidente.
Primero, el Cristo no da mandamiento, sino derecho; igual que apóstol Pablo, tenía el derecho de alimentarse de la Iglesia y no trabajar pero no lo hizo (1Cor 9, 4-15). Pero cuando se me da el derecho, tengo la libertad de utilizar o no el derecho. Allí donde no tengo libertad de hacer uso del derecho es en el mandamiento. Estoy mandado hacer esto y se acabó. Pero cuando se me dan derechos estoy libre a utilizarlos o no. Por eso el Apóstol Pablo no hace uso del derecho que da el Señor que no trabaje. Sino Pablo trabaja. ¿Por qué? Porque tiene en su programa trabajar para que no le digan que vive y come del Evangelio…
¡Es una desgracia el divorcio, cuántas casas se disuelven hoy en día diariamente! Las causas quizás sean muchas. Pero yo os diría que en realidad la causa es solo una, la falta de agapi. ¿Por qué? Por incompatibilidad de caracteres, dicen. Esta causa está de moda. Empieza de América y ha llegado hasta Grecia. Incompatibilidad de caracteres significa que no toleras; y no teleras significa que no amas, porque si amaras tolerarías. Si tu hijo llora lo toleras. Si no lo toleraras lo tirarías de la ventana. No lo tiras de la ventana porque lo toleras y lo amas. ¿Por qué, pues, a tu cónyuge no le toleras?...
¡Qué desgraciada es la frase que se oye de muchos: acabó el dinero y se acabó el amor y llegan al divorcio!…
Pues, de ninguna razón el divorcio, no hay margen para el divorcio; ¡por ninguna razón! ¡Cualquier cosa que me digáis, la causa es la que os dije: la falta de agapi-amor verdadero!
El matrimonio realmente es una unión ontológica, real, una base substancial. ¿Qué significa unión ontológica? Significa que la unión de dos personas no es ética, ni figurativa, tampoco mecánica, ni química, sino ontológica, existencial. No es tomar azufre y hierro y hacer hierro sulfúrico, y así tener una unión química. No es tomar azúcar y agua para hacer un jarabe, así tener una unión natural o mecánica. El matrimonio es unión ontológica. Unión ontológica significa la misma relación que tiene el dedo con la palma, la palma con la mano, la mano con el brazo, el brazo con el cuerpo, que se alimentan de la sangre común, la misma relación tiene también el varón con la mujer. Esto es el matrimonio. Por eso el matrimonio es indisoluble. Aquello que dice la Escritura: “serán los dos en cuerpo y carne una”, exactamente esto expresa. El apóstol Pablo lo dice claro: el hombre para la mujer y la mujer para el hombre.
Leemos en el Antiguo Testamento que cuando Adán vio su primer hijo Caín –por favor que leáis la Santa Escritura es un tesoro- dijo: “Hemos tenido o creado un hombre gracias al Señor” (Gen 4,1). Es decir, de Dios he adquirido un hombre según mi imagen; como si dijera: he adquirido una creación nueva que se parece a mí, pero yo me extraño cómo se ha hecho este niño; ¡misterio! Esto lo hizo el Dios. Por lo tanto Adán aquí confiesa que tiene como cooperante a Dios. ¡Los padres pues, son cooperantes, co-creadores con el Dios!
Realmente con la unión biológica del hombre y la mujer, vemos la manifestación de Dios Creador dentro de la historia; vemos que el Dios continúa Su obra creadora en el tiempo. ¡Qué cosa maravillosa, los cónyuges cooperantes del mismo Dios!...
Y algo muy maravilloso. El código 968 del Monte Sinaí, termina con la imploración hacia Jesús Cristo: “Tú que eres la corona que se dará…” Dirán algunos: ¿El Cristo es la corona que nos ponemos?
Pues, aquí tenemos unas relaciones, imágenes que las vemos en el Nuevo Testamento; el Cristo dijo: “YoSoY el camino”; significa que el medio para llegar en alguna parte. También dijo: “YoSoY la vida” (Jn 14,6); La vida es el fin o final; el camino es el modo, manera para llegar uno a la vida. Aquí ahora el Cristo es la corona y también es Él que nos corona…
Ahora de la lectura evangélica sobre el milagro de la boda de Caná del Evangelio de san Juan: “1 Al tercer día después de estos acontecimientos se celebró una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
2 Y fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos.
3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
4 Jesús le contestó: ¿Hay mujer, qué hay de común entre yo y tú? Aún no ha llegado mi hora.
4 Jesús le contestó: ¿Hay mujer, qué hay de común entre yo que soy el Mesías y tú, que me has dado la luz como hombre? Aún no ha llegado mi hora de hacer milagros delante de los hombres y revelarme públicamente como Mesías.
5 Dijo la madre a los servidores: Haced todo lo que él os diga.
5 La madre, por el tono de su voz, entendió que iba a realizar su petición y por eso dijo a los sirvientes: Haced todo lo que él os diga.
6 Y estaban allí seis tinajas de piedra, que en cada una cabían unos 100 litros de agua para los ritos de la purificación de los Judíos, (por costumbre de los judíos se lavaban las manos antes de comer).
7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
8 Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino - sin saber de donde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua- llamó al novio y le dijo:
10 «Todos sirven primero el mejor vino, y cuando se ha bebido en abundancia, y están ebrios, entonces no les sirve de nada la calidad sino la cantidad, aunque el vino sea el peor. Tú, en cambio, has reservado el buen vino hasta ahora.»
11 Así comenzó Jesús la demostración de señales y milagros que hizo en Caná de Galilea, y manifestó su doxa (gloria, luz increada) y sus discípulos creyeron en él” (Jn 2, 1-11).
No sé qué sentís cuando escucháis la lectura evangélica en cada Boda. Nos recuerda una imagen idílica, cuando al punto de partida, a sus comienzos que todo es tan bello. El Cristo aún no había salido a la vida pública; aún no había hecho ningún milagro; diríamos que todo era de color de rosas y las cosas prometían bellos éxitos. Cada comienzo empieza con sueños, con anhelos, con esperanzas y con promesas, todo bello.
El Cristo fue llamado en Caná de Galilea a una boda como también Su Madre y Sus primeros discípulos; porque aún no se había formado todo el equipo de los Doce. Y el Cristo fue; no los despreció. Era un tema que debería incluirse a la redención y salvación que traería “el Ángel de la Gran Voluntad” (Is 9,6. Jer 39,19). Y como dice san Crisóstomo, lleva también el regalo, no va con las manos vacías, el agua de ellos lo hace vino.
Mientras tanto, vamos a ver las cosas por orden. La Zeotocos (santísima Madre) se dirige al Señor y Le dice: “que no tienen vino”. ¿Qué significa esto? Significa que el perfumado vino de la agapi se ha esfumado, y sobró el pazos, pasión de la carne; como si dijéramos que ya no existe aquella agapi fuerte e intensa que trae el Dios a los hombres “no tienen vino”.
El Señor pide que sean llenadas las tinajas con agua. Significa que pide que Le sea ofrecida aquella realidad humana débil y pérdida, para convertirla en vino perfumado fuerte que sólo el Dios puede ofrecer.
¡Y el agua se hizo vino! ¡Es el gran milagro; el milagro que el Dios transforma las debilidades humanas, los pazos y las emociones destrozadas, todo esto lo transforma en fuerte vino de agapi!
Y protesta aquel maestresala: «Todos sirven primero el mejor vino, y cuando se ha bebido en abundancia, y están ebrios, entonces no les sirve de nada la calidad sino la cantidad, aunque el vino sea el peor. Tú, en cambio, has reservado el buen vino hasta ahora.» Significa que la agapi que da el Cristo, es Su propia agapi, la que une realmente los hombres, es una agapi que comienza desde la Boda, mejor diría que desde el día del compromiso hasta el último respiro, pero también más allá de la tumba. Es aquello que vemos algunas veces en los cónyuges, cuando uno de los dos se ha quedado solo en el mundo, pero él o ella continúa amando al que se ha ido; ¡todavía le ama! Es la agapi que está hasta al borde de la tumba, entera y fuerte como el vino fuerte y perfumado.
Moisés, amigos míos, comenzó su primer milagro transformando el agua en sangre; la ley de la maldición (Ex 7,20). El Cristo comenzó Su primer milagro con la transformación del agua en vino; es la ley de la jaris (gracia, energía increada); es la jaris y la bendición que es dada precisamente dentro en el sentido de la agapi, que es la esencia del Evangelio.
Ahora terminando vamos a un pequeñísimo resumen.
El matrimonio es el misterio (sacramento) de la agapi; es la imagen de unión de Cristo e Iglesia.
La primera agapi en el matrimonio es la carnal; la segunda agapi es la profunda agapi en Señor, que debe estar conquistando espacio continuamente en el corazón de los cónyuges.
El primer objetivo del matrimonio es la zéosis (deificación o glorificación), la mutua zéosis con la ayuda de la agapi; y el segundo es la virtud, humildad, prudencia; y tercero es la procreación, tener hijos.
Los criterios para que uno escoja pareja son: la fe o piedad y la identificación de caracteres.
Pero cerraremos con un bellísimo pensamiento de Tertuliano sobre el matrimonio cristiano: “¡Qué unión esta que conecta y une dos cónyuges cristianos! Tienen la misma esperanza y la misma tendencia en sus anhelos. Obedecen en la misma enseñanza y a un Señor en común. Es una unión del espíritu, como también del cuerpo; un espíritu y un cuerpo. Estudian juntos la Santa Escritura, oran juntos, ayunan y se instruyen juntos, se animan y se ayudan mutuamente. Los veis juntos en la Iglesia, en el banquete y mesa del Señor. Sufrimientos, aflicciones, persecuciones, alegrías, esperanzas todo es común. No esconde el uno al otro nada; nunca uno molesta al otro. Pueden libremente visitar a los enfermos y dar caridad a los pobres. Himnos y cantos se oyen entre ellos y luchan quien va a glorificar y alabar mejor a Dios. El Cristo se alegra viendo y escuchando realmente estas cosas, y en estas personas manda Su paz. Dónde hay dos reunidos en Su nombre, allí está Él (Mt 18,20).
Amigos míos, que el Dios bendiga de modo que sea dado siempre a los fieles de nuestra Iglesia el matrimonio bendito, tal y como el Dios lo ha legislado. Amín.
Yérontas Atanasio Mitilineos 25-2-1969.
Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)

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