ΤΟ
ΜΥΣΤΗΡΙΟ ΤΟΥ ΓΑΜΟΥ
†
π.
Αθανασίου Μυτιληναίου
LA
PERFECTA AGAPI-AMOR A LAS
PAREJAS
Yérontas
Mitilineos: “El Misterio del Matrimonio”.
Resumen
1ª parte: la primera y la segunda agapi
En
esta homilía de hoy me quedaré al punto que se dice durante la
celebración del Misterio de la Boda o Matrimonio que dice:
“…oremos para que el Dios envíe a ellos la perfecta agapi…”,
es decir, a los novios que se están casando.
Αγάπη
(agapi) amor. “Ὁ
θεός
ἀγάπη
ἐστίν
(O zeós agapi estín) Dios es agapi-amor (1ª Jn 4,8)” La
agapi es la energía increada superior de la Jaris. “Porque la
agapi proviene de Dios” (1ªJn 4,7). Dicen los Santos Padres
Ortodoxos: Nadie puede conocer la increada agapi como energía
increada de Dios, si no es a través de la energía increada Χάρις
(Jaris, Gracia) del Espíritu Santo. Éste es el propósito de la
psicoterapia de la Iglesia Ortodoxa, el convertir mediante la
continua metania
y confesión, la φιλαυτία
(filaftía,
egolatría) que es el creado amor interesado egocéntrico y enfermizo
a uno mismo, en la desinteresada divina e increada agapi de Dios.
Ésta comprende tres estadios: catarsis, iluminación y zéosis,
deificación o glorificación. Dios creó al cosmos (adorno,
ornamento) de la nada y libremente sin ninguna necesidad, por agapi.
No sólo creó al cosmos, mundo, sino que lo mantiene por Sus
energías increadas. Los occidentales ignoran la existencia de las
energías increadas Dios, “la mayor de ellas la agapi” (Cor.
12,13).
Amigos
míos, cuando vamos a una boda para admirar al novio y la novia, no
vamos por un deber social, porque la novia o novio son amigos
nuestros o conocidos. Pero queridos míos, en el Misterio o
Sacramento vamos a la Iglesia para orar, desear y bendecir para
aquellos que participan en este Misterio. Oraremos para los novios;
pediremos que el Dios les proporcione lo que dice de su boca el
sacerdote o diácono: “…que les envíe desde el Cielo la perfecta
agapi” y nosotros diremos Kirie eléison; Amín; es decir,
ojalá que Señor les des lo que acaba de pedir el sacerdote con su
boca. ¡En el Misterio de la Boda pues, recogimiento, silencio y
sobre todo oración!
Aquí,
pues, pedimos que sea enviada la perfecta agapi.
Quizá
algunos novios/as protesten y digan: “Bien, si la razón por la que
estamos aquí en este momento es exactamente porque entre nosotros
hay agapi-amor: ¿por qué, pues, pedís que nos la dé el
Dios? Vale la pena quedarnos un poco más en este punto para
analizarlo.
Queridos
míos, a pesar de la protesta y la afirmación de que los novios se
aman mucho, debemos ver qué es la agapi. Es verdad: ¿qué es
la agapi?
Uno
podría decir mucho sobre la agapi, precisamente porque no
podemos definir su esencia. San Crisóstomo proclama la agapi
como misterio; “el misterio de la agapi”. Y realmente la
agapi es uno de los misterios más profundos. Nunca alguien
pudo, ni podrá jamás entrar en la más profunda contextura de la
agapi. (San J. Crisóstomo: “Colosenses” y “Génesis”).
La
agapi sólo se vive; la agapi es una experiencia; no es
una gnosis (conocimiento), que puede transmitirse de boca en boca y
de libro en libro. Exactamente lo mismo cuando pruebo una fruta
exótica, de África o Australia que en nuestros climas y tierras no
existen, y me preguntan decir algo sobre el sabor de esta fruta,
cualquier cosa que diga sobre el sabor de esta fruta no la entenderán
mis oyentes, puesto que ellos no la han probado. Igual que un ciego,
quien podría conocer muy bien toda teoría sobre el tacto de la luz
y la explicaría, pero si le dijerais verde, rojo o amarillo os
diría: ¿Qué quiere rojo, verde y amarrillo?, porque nunca lo ha
visto con sus ojos. Lo que cae en nuestros sentidos crea experiencia;
y la agapi es una cuestión de experiencia, es una cuestión
personal y no se transmite.
Sin
embargo podríamos compartir algunas reflexiones y pensamientos sobre
este enorme misterio de la agapi-amor.
La
agapi es la base del misterio del matrimonio; constituye el
gran punto de partida de la existencia del matrimonio. Dice un dicho
latino: ¡«amo, ergo sum» Amo,
por lo tanto existo!
¿Por
qué existimos? ¿Por qué existe el mundo, el universo? ¿Por qué
existo yo? ¿Quería el Dios que fuéramos creados? ¿Quizás querría
hacer una demostración de fuerza y de sabiduría? No, amigos míos,
¡simplemente quería expresar Su agapi-amor! Existimos porque
el Dios ama. La existencia, pues, y cada existencia está conectada
con la agapi, este gran y profundo misterio de la agapi
de Dios.
Así
pues, para que haya Matrimonio debe existir la agapi. La agapi
y la existencia del Matrimonio son dos cosas inseparables y
cohesivas. No podemos hablar sobre Matrimonio si de este quitamos la
agapi.
Apuntar
aquí y es triste, que muchas bodas o matrimonios se hacen sin este
fondo de la agapi. ¡Si supierais cuántos seres humanos toman
y tienen la boda o matrimonio como intercambio comercial, como una
acomodación, un arreglo!... ¡ay esta acomodación! ¡Sólo el
Cristianismo no ha conocido acomodaciones! El matrimonio, queridos
míos, no es acomodación, no es arreglo, tampoco apaño. Cuántos
dicen: “vamos apañar las cosas”. La boda, el Matrimonio no es un
apaño, ni un acomodo. Es terrible creer esto.
El
Cristo en la parábola de los “barriles nuevos”, con “el nuevo
vino”, etcétera, y en otra parábola dice: Nadie remienda con
paño nuevo un vestido viejo, (ver Mt 9,16-17 Mc 5,36-38 Lc 5,
36-38). Lo que ofrece el Cristo con Sus Misterios (Sacramentos) es
siempre nuevo, es algo nuevo. Lo mismo aquí, no podemos progresar al
matrimonio sin la agapi-amor.
Pero
la agapi tiene dos caras o faz. Os ruego que tengan atención
a este punto. Dos caras, o mejor dicho, podemos hablar de la primera
agapi y de una segunda agapi.
La
característica de la primera agapi es que es provocada
principalmente por las cualidades exteriores; como por ejemplo una
persona, una cara, una voz, un color y un cuerpo, etc. Uno ve una
persona e inmediatamente siente algo; este “algo” es lo que
llamamos agapi-amor; pero que está basado en las cualidades
exteriores de la persona amada.
Sobre
este punto encontramos algo bello en el Antiguo Testamento. Cuando
Eleazar fue a Mesopotamia y encontró novia para Isaac, Rebeca y se
prepararon ya para el gran viaje; cuando se acercaban en la tierra de
Canaán, Isaac estaba escondido en un lugar haciendo su oración y
estaba auto concentrado (Gen 24,43). Esto es un punto importante y
vale la pena hacer un pequeño análisis.
Isaac
era el candidato a novio. No va de juergas, no corre por aquí ni por
acá con sus amigos, sino que se concentra en sí mismo, reflexiona
con pensamientos serios, porque el tema de su matrimonio es muy
serio, pero también ora. Allí donde oraba, vio que se acercaban
unos camellos, venía una caravana del desierto. Rebeca estaba
sentada encima de un camello y vio un joven que estaba detrás de
unas ramas. Inmediatamente por respeto, bajó del camello y preguntó
a Eleazar: ¿Quién es este joven allí? Eleazar sonrió y dijo: “Es
el novio”. Y fueron a casa.
Rebeca
era una mujer muy bella. Lo veis, cómo lo dice la Santa Escritura:
“La joven era muy bella y virgen; ningún varón la había conocido
y tocado… Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de Sara, la tomó y
fue su mujer. La amó, y se consoló de la muerte de su madre”,
porque su madre Sara había muerto (Gen 24,1-67).
He
aquí, pues, las características exteriores que hemos dicho. Rebeca
era muy bella e Isaac la amó. Esta es la primera agapi como
os he dicho, la que se sostiene en las cualidades exteriores.
Pero
en esta primera agapi debemos hacer una anatomía o análisis.
Sin que nos parezca extraño, que aquí tenemos reflejo de los dos yo
o egó. El yo del hombre es reflejado sobre una mujer, la que hace el
papel de un espejo, y el yo de la mujer que es reflejado al hombre,
quien hace de espejo. Exactamente cuando me miro en el espejo me veré
a mí mismo, no veré otro, así lo mismo entre aquellos dos domina
esta la “primera agapi” que se ve a sí misma al rostro
del otro.
Esto
es algo muy básico, y debemos conocerlo. En otras palabras, la base
de la primera agapi es egoísta. Cada uno quiere satisfacer el
sí mismo, sea corporalmente sea emocionalmente con objeto al otro.
Por supuesto que a estas dos personas que se acaban de conocer y se
aman, si les dices que la base de su agapi-amor es egoísta,
abiertamente te mirarán y te dirán: ¡No estás bien! A pesar de
esto, amigos míos, es cierto que la base de esta agapi es
egoísta.
Muchas
veces, cuando uno o una pedirán algo que quizás aún no es
permitido, y cuando no se le da, entonces se enfada. Por qué. Porque
el enfado, la ira es fruto del egoísmo. Se enfadó porque no se ha
hecho lo que quiso. ¿Entonces esto qué es? Pues, fruto del egoísmo.
Y así, muchas veces, de un enorme salto, de la agapi llegamos
al odio y a la maldad.
Creéis
que esto es raro, no; muchas veces personas que comenzaron con un
eros o enamoramiento fulminante, como se le caracteriza, para
resultar en un divorcio rápido, o acabar en la indiferencia y al
odio. Incluso, no lo vean raro, que la mujer tome sulfato o cualquier
cosa venenosa y lo eche al hombre o viceversa que el hombre pegue o
mate a la mujer.
Y
al tribunal le preguntan: ¿por qué lo has hecho esto? Porque le
amaba y no quería que se marchara. Pero si le amabas, ¡tú les has
echado sulfato y le has cegado!… ¿Por qué le has matado?, le
pregunta el juez y responde: ¡por que le amada, señor juez! Pero si
le amabas, ¿por qué la has matado?
He
aquí, pues, el por qué; simplemente porque la base de esta primera
agapi-amor es egoísta. No logra uno de los dos ganar al otro, y
ya que no lo consigue, el egoísmo se pica y emprende lo que
emprende. En otras palabras la primera agapi se mueve sobre el
eje emocional, del cual un polo es la agapi erótica, y el
otro polo es el odio -y el odio es emoción- y con un salto enorme
nos encontramos de un extremo al otro, al odio.
Es
cierto que las cosas que leemos en los periódicos y escuchamos en
las noticias y nos quedamos sorprendidos, son extremos; pero la
mayoría de las veces esta primera agapi, la erótica, resulta
a la indiferencia. No se divorcian, pero uno frente al otro son
indiferentes como extranjeros. ¡Si veis un hombre y una mujer
caminando por la calle y el hombre esté un par de pasos delante de
la mujer, estad seguros que son matrimonio! ¡Es un matrimonio en el
que desgraciadamente ha entrado la indiferencia, y esto porque se fue
la primera agapi, se ha desfogado, marchitado! Es una
desgracia.
Me
preguntaréis: “¿Entonces el Matrimonio este camino tiene? ¡Tan
rápida y tan fugaz es la agapi!
Oh
amigos míos, es necesario que se busque otra agapi, la otra
cara o faz de la agapi, la segunda agapi. Pero para que
esto se realice, es necesario que se fusionen los dos yo o egó, el
yo del hombre y el yo de la mujer, y dentro del común crisol que se
llama Matrimonio, dentro de este crisol salir una cosa nueva, esto
que se llama “nosotros”. No yo y tú, ¡sino nosotros!
Agapi significa salida del yo y entrada al tú. Cuando mi
propio yo se va para encontrar el yo tuyo, y cuando tu yo sale para
encontrar el mío, entonces precisamente, dentro de este movimiento
mutuo tenemos la fusión de los dos yo o egó, y si quieren de los
dos egoísmos, para componernos en este fruto admirable de la segunda
agapi, que se llama nosotros. No existen aquellas expresiones mi
“hijo”, sino nuestro “hijo”; no “mi casa” sino “nuestra
casa”; no mi “familia”, sino nuestra “familia”; no mi
“madre” sino nuestra “madre”. ¿Por qué dices “tu madre”?
Tu suegra no es tu madre sino nuestra madre. Amigos míos, si entra
el nosotros y no el yo y el tú, entonces por supuesto que tenemos
esta prosopografía o retrato, diríamos, de la segunda agapi...
(Aquí desgraciadamente la cinta se corta dejando un vacío de 15
minutos).
Un
gran enemigo de la agapi es principalmente la satisfacción
individual y el engreimiento; ¡yo quiero conseguir lo que quiero, y
tú haz lo que quieras! Uno dice: no puedo esto o aquello, y el otro
responde: a mí qué me importa. Y empiezan las amenazas, y no sé
qué más. ¡Es la satisfacción individual; lo que yo haré!
Estas
son las cualidades de la primera agapi; ¿pero cuáles son las
de la segunda?
Me
permitiréis que copie de Apóstol Pablo, de la Santa Escritura,
algunas de estas cualidades y características de la segunda
agapi.
1ª
Epístola a los Corintios, capítulo 13
Canto
a la agapi increada, amor divino
1 Aunque
hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
agapi-amor no soy más que una campana que suena o como unos
platillos o címbalos resonantes.
2 Aunque
tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y las
voluntades de Dios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que
traslade las montañas, si no tengo agapi-amor, no soy nada.
3 Aunque
reparta todos mis bienes entre los pobres,
y entregue mi cuerpo a las llamas para gloriarme, sino tengo
agapi-amor, de nada me sirve.
4 La
agapi-amor aleja la ira, es magnánima, paciente, tolerante;
la agapi no tiene envidia, no es presumida, ni se infla de
orgullo y prepotencia,
5 no hace
nada feo e indebido, no es grosera ni egoísta y no busca sus
intereses, no piensa mal para su prójimo, ni se irrita, no toma en
cuenta el mal del otro;
6 La
agapi-amor no se alegra por la injusticia; se alegra y goza
cuando domina la verdad,
7 todo lo
disimula, sufre y aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
tolera.
8 La
agapi-amor jamás decae y nunca falla; Pero, las profecías
que hay ahora como dones del Espíritu Santo desaparecerán, las
lenguas cesarán y las gnosis, conocimientos caducarán.
9 Todo
esto en la vida futura quedará abolido, porque parcialmente
conocemos y profetizamos.
10 Cuando
en la vida futura llegue lo perfecto e integral, entonces
desaparecerá lo parcial e imperfecto. 11 Esto que os escribo, lo
comprenderéis con el siguiente ejemplo: Cuando yo era niño pensaba,
razonaba y hablaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, se
despojaron y desaparecieron las cosas de niño, las niñerías.
12 Porque
ahora vemos confusamente como en un espejo de manera que quedan
muchos enigmas e interrogantes que no podemos explicar. Entonces
veremos y será claramente cara a cara, (en persona a Persona o
hipóstasis a Hipóstasis). Ahora conozco parcialmente la verdad,
pero entonces tendré perfecta la gnosis, tan perfecta
como cuando fui reconocido por Dios, (tal
como energizaba y operaba el omnipotente Señor en mi regreso
como reconocimiento y proclamación de mi axioma apostólico.)
13
Esto se hará en el futuro. Ahora hay tres cosas que permanecen: la
fe, la esperanza y la agapi. Pero la más grande de ellas es la agapi
(energía divina increada y amor desinteresado).
«La
agapi no tiene envidia».
Amigos míos, tengamos cuidado con la envidia; ¡es el gusano que
con seguridad come la médula del matrimonio! Si hay una desgracia
dentro del matrimonio es la envidia. Ella se puede pegar como un
microbio, como una sanguijuela al hombre o la mujer, y
desgraciadamente no se va fácilmente. ¿Dónde estabas? ¿Por qué
has tardado?, ¿qué has hecho?... Todas estas cosas empiezan a
marchitar el matrimonio con la sospecha, con el recelo, con el
control el uno detrás del otro… La mujer dice: qué es esto que he
encontrado en tu bolsillo; el hombre dice: dónde has gastado el
dinero, etc. ¡Es un gusano terrible! Pues,
que lo sepan los que tienen envidia, no tienen, no existe la agapi
en su matrimonio. La cualidad de la verdadera agapi es que no
tiene envidia. Aunque uno se encuentre al polo norte y el otro al
polo sur, aunque estén tiempo separados, uno tiene confianza al
otro, uno ama al otro y uno espera al otro, con anhelo y con amor de
corazón.
La
agapi no es presumida, no busca autoalabanzas. No
empieza a decir el uno al otro: sabes quién soy yo, sabes de casa
vengo y me he casado contigo etc.
Estas cosas, por favor, no existen dentro en el matrimonio. Hemos
dicho que existe el “nosotros”. No se busca la autoalabanza y no
se jacta de sí mismo.
“La
agapi no hace cosas feas”. ¡Sí, es verdad no hace cosas feas!
No hace cosas feas dentro en el matrimonio que tendría vergüenza
sacarlas en público. ¡Ay, si supierais las cosas que oyen los guías
confesores sobre este punto!... Y uno se pregunta: ¿hay personas que
piden y sobre todo exigen situaciones que quizá serían vergonzosas
que salgan a la luz?... desgraciadamente, sí existen. Por qué,
porque su agapi no es perfecta. Si amas a tu esposa, a tu
marido, entonces tendrás dignidad para ti mismo y respetarás
también al otro. Amigos míos, dentro en la agapi y la
familiaridad conyugal el respeto no se destruye, sino lo contrario,
va creciendo.
“La
agapi no busca los suyo no pide que cada uno haga lo que quiera. No.
Lo que a ti te contenta esto haré.
¡El
himno de la agapi! Me parece que todos los casados este trozo
que está en la epístola 1 Corintios capítulo 13, deberán copiarlo
y ponerlo en una parte visible de sus casas para que lo lean y lo
estudien los dos, que se sientan a profundizar juntos sobre esto.
¡Profundizar, ahondar! Incluso hacer autocrítica sobre el texto, la
petición al Espíritu Santo, por boca del Apóstol Pablo. ¿Cómo
vamos; vamos bien? Pero sobre todo, los cónyuges que lo marquen esto
en el interior de sus corazones.
Sobre
este punto escuchad algo maravilloso; es del periódico “el Diario”
de 20 febrero 1966. El título es: “La Agapi”. Elías
Zafiris de 43 años, llevó a hombros su mujer durante quince horas,
porque su pueblo Santa Bárbara había quedado incomunicado; ¡su
esposa Cristina había quedado enferma gravemente y la bajó a
hombros, durante 15 horas, llevándola a la clínica! Esto quiere
decir que amo al otro.
Dentro
de esta agapi, en el fondo existe la agapi de Cristo
con Su Iglesia. Aún no hemos hablado sobre esta agapi; pero
hablaremos cuando llegaremos al Oficio de la Boda o Matrimonio. Allí
bellamente se refleja el matrimonio entre los hombres, los cónyuges.
Una
vez una pareja se peleaba mucho. La mujer se había desesperado
tanto, ¡que deseaba la muerte del marido! Un día rebuscando en los
armarios abandonados, encontró una libreta, estaba escrita de su
abuela. Empezó a leerla. Por sorpresa leyó las siguientes palabras:
«Cuando estaba triste, afligida por mi
marido o con cualquier otro tema, miraba siempre el icono del Novio
Cristo con la clámide y la corona de pinchos, y así me animaba. Y
treinta años, manteniendo la misma táctica, delante del icono de
Cristo decía tres veces el “Padre nuestro”, así disolvía todo
tipo de resentimiento y pensamiento malo contra mi marido».
¡Lo probó también la chica joven, es decir, la nieta y encontró
su medicina!
Realmente,
queridos míos, ¿por qué el Cristo puso la corona de espinas? Y
¿por qué puso la falsa púrpura y por qué se crucificó? Para la
Novia-Iglesia, que era la humanidad. ¡Habéis visto cómo el Novio
sufre para Su Novia la Iglesia! He aquí, pues, por qué los cónyuges
deben aspirar hacia aquel misterio, el misterio de la unión Cristo e
Iglesia, Novio y Novia. Y el marido y la esposa deben decir: “Que
me ponga la corona de espinas. Ya que conozco que el matrimonio es
una sociedad de defectos”. No es posible que en el
matrimonio exista un camino cómodo, de flores y cantos; el
matrimonio es un camino duro, es un yugo, y este yugo lo tienen que
levantar en común los cónyuges para llegar al final común que es
la Realeza increada de Dios.
La
agapi pues; toda gnosis (conocimiento) comienza por el interés
y la agapi. Como decía un gran filósofo, la gnosis es hija
de la gran agapi. ¿Quieres aprender algo, pero que no sea
intelectualmente, sino viviéndolo, por experiencia?, entonces no
tienes otra cosa que amarlo. El Cristo amó, y “en el
padecimiento sufriendo aprendió” (Heb 5,8).
Incluso
cada individuo es una “terra incógnita”, dos desconocidos. Los
dos cónyuges están llamados hacer una mutua investigación de sus
mundos; la mujer investigar el mundo psíquico del hombre y el hombre
el de la mujer. ¡Precisamente dentro en esta mutua investigación
hay tanta riqueza y tanto interés! En una tierra o país desconocido
buscan a encontrarse a sí mismos; y con la ayuda mutua, como veremos
más abajo –el tema ayuda tiene un sentido totalmente distinto- uno
busca al otro, de modo que pueda ayudarle por el objetivo común, por
el que se crearon los primeros en ser creados, que es, lo repito, la
Realeza increada de Dios, es la zéosis (deificación o
glorificación).
La
segunda agapi por tanto es la agapi de las
psiques-almas. Por supuesto que los cuerpos comenzarán a
marchitarse, empezarán las primeras arugas y el pelo a ponerse
blanco, la belleza física empezará a abandonar las caras; y a pesar
de esto allí donde va muriendo la primera agapi, empieza a
resucitar y nacer la segunda agapi. Si uno antes de la
necrosis no se ha ocupado pasar y resucitar de la primera agapi
a la segunda agapi, se encontrará en el caos, la decepción
(demoníaca) y asustado, se encontrará sin contenido en su vida;
para este el matrimonio ya no tendrá ningún sentido.
Pero
para que sea nacida esta segunda agapi, antes es necesario que
nazca en nuestro interior el Cristo. Lo repito: ¡la llave del éxito
para que sea nacida esta segunda agapi, antes es necesario que
nazca en nuestro interior el Cristo!... Por eso nuestra Iglesia ora y
pide “que el Dios les envía y proporcione la perfecta agapi”.
Esto no es una exageración, no es algo que sea obvio, y que los
nuevos en ser casados puedan decir: por qué lo decís esto, ya que
tenemos agapi, estamos enamorados. Tenemos agapi, pero
es algo que tiene que venir de arriba. Lo de “que les envíe” de
la oración quiere decir que venga de arriba hacia abajo. Esta agapi
es la presencia del mismo Cristo. Esta agapi, la perfecta
agapi es fruto y regalo del Espíritu Santo, por lo tanto es
fruto de esta misma vida espiritual.
Cuando
los dos cónyuges comienzan mano a mano la vida espiritual la que nos
llevará a la zéosis, como dice un poeta; entonces
por supuesto que el fruto de este comienzo será la perfecta
agapi.
Esta
perfecta agapi existía sólo en los Santos.
Amigos
míos, la agapi es una escuela que uno aprende cómo vivir,
cómo hablar y cómo comportarse; pero también en cada escuela
existe siempre el esfuerzo, el empeño, el dolor y el cansancio. Así
pues, aquel que no tiene miedo al esfuerzo, al cansancio y al dolor,
sólo este luchando puede acabar esta escuela.
Incluso
la agapi abre los ojos (espirituales). El egoísmo ciega, el
egoísmo no ve; ¡sólo la agapi ve y ve tan lejos y tan
profundamente!
Naturalmente,
antes de esta segunda agapi, por supuesto que debe haber la
primera. La primera no es una nimiedad y esto debemos recalcarlo.
Pero el error de muchos es que permanecen en la primera
agapi, la agotan y llegan a donde llegan. Pero por
supuesto que comenzaremos de la primera agapi; esta no es sin
contenido.
Esto
lo encontramos en la misma naturaleza de las cosas. El Dios hace las
flores muy bellas, con colores, con varias formas y fragancias: ¿Por
qué? Para que atraigan a los insectos en ir de flor en flor y
transportar el polen, de modo que se haga la polinización y después
la fecundación. ¿Por qué hace esto el Dios? Esto tiene su
propósito. Esto tan pasajero, en poco tiempo flor, se marchitará,
se secará y caerá. Pero permanecerá lo que ya se ha realizado en
el fondo de la flor, allí donde están las semillas, y darán el
fruto real. Así exactamente se parece la primera agapi. Es
necesario que exista también esta; no la vamos a tirar, -¡por
Dios!- pero con la diferencia que no permaneceremos allí.
Así,
cuando una agapi estará muriendo, estará entrando en escena
la otra, la espiritual, la agapi de las psique-almas. La
primera agapi es de los cuerpos y la segunda es de las
psiques. Es obvio que las dos son imprescindibles. Porque si
tuviéramos sólo agapi de los cuerpos, caeríamos a la
bestialidad; si tuviéramos sólo la agapi de las psiques
caeríamos en la amistad. Pero la boda o matrimonio es unión
perfecta, tanto de las psiques como de los cuerpos. Las dos son
agapi, la primera y la segunda. ¡Perfecta unión!
Por
eso un verso de una oración en el Misterio de la Boda dice: “Señor,
dales a ellos concordia de psiques y cuerpos” (Oficio de la Boda).
Muchos a lo mejor se escandalizarían de este verso y preguntarían:
¿por qué dice concordia de cuerpos? Aquellos que sacan el cuerpo
fuera de la naturaleza de las cosas, fuera del matrimonio y fuera del
Cristianismo, están fuera de la realidad. El Cristianismo y lo hemos
repetido y recalcado muchas veces esto, no abraza sólo la psique y
el espíritu; ¡abraza también la materia, el universo entero, hasta
el último electrono! Por consiguiente, matrimonio perfecto significa
unión de psiques-almas y cuerpos. “Señor, dales a ellos
concordancia de psiques y cuerpos”. Amín. (Con cariño
y agapi especial para los matrimonios de mis hijos y sus amigos,
continuaremos un resumen de la 3 y 4 homilía, ¡que son preciosas!)
Resumen
2ª Parte: varios sobre la agapi en la pareja, del Misterio y de la
Santa Escritura.
Homilía
3 pag 63
Con
la ayuda de Dios, vamos a la primera breve oración: “Dios, Tú
que eres eterno que has reunido y recogido todo lo que estaba
esparcido, lo has conducido a la unidad y has puesto el vinculo
indisoluble de modo que has creado un cuerpo indestructible; Te
oramos Señor Dios eterno que bendigas a Tus siervos en este vínculo
y unión”.
¡Unidad!...
que es el elemento básico en el misterio del matrimonio. Y esta
unidad tiene su principio en Dios. El Dios es la fuerza y la causa
unificadora de todo. Fuera de Dios existe esparcimiento. Nuestro
Señor lo dijo claro: “El que no está conmigo está contra mí,
y el que no recoge conmigo, desparrama”, (Mt 12,30 Lc 11,2). Y
cualquier otra cosa, sea riqueza, salud, ciencia, arte y aún virtud,
cuando está fuera de Dios trae esparcimiento.
Debemos
recalcar en este punto, porque hoy en día está muy de moda la
separación de la virtud de la fe. Esto dominaba también
antiguamente fuera de la Iglesia con el gnosticismo…
Esta
primera oración es efjarística (eucarística o de agradecimiento);
y muestra el gran lazo que hay entre el Misterio del Matrimonio con
el Misterio de la Divina Efjaristía. Y como hemos recalcado otras
veces, los cónyuges para que tengan siempre este lazo de agapi
y unión, deberán siempre estar unidos y empezar del Cáliz de la
Vida, el Cáliz de la Divina Efjaristía, que es el Cuerpo y la
Sangre de Cristo…
…El
Dios tomó de la costilla de Adán y creó Eva la esposa (Gen
2,21-22). Esto, amigos míos es simbólico, y quiere indicar la
igualdad y la equivalencia. Si el Dios hubiera tomado de delante,
esto quizás significaría que la mujer sería impedimento del
hombre. Ni de atrás, porque significaría que la mujer sería algo
insignificante, mezquino. Ni de la cabeza porque debería gobernar al
hombre, tampoco de los pies porque debería ser pedestal del hombre,
o sea, algo inferior. Aquí vemos que los dos géneros existen para
la procreación del género humano. Así que los padres se convierten
en cooperantes, colaboradores del plan de Dios…
El
Cristo antes de encarnarse, como Logos de Dios, es el que está
caminando en el Paraíso de Edén, pero el mismo es también el
conductor al matrimonio, el padrino diríamos. Él condujo Eva a
Adán. Él puso en éxtasis a Adán y creó Eva y es el creador de
todo. Condujo la Eva en Adán, es pues, el padrino, intercesor. Ahora
estos dos deberán encontrar Aquel que los ha creado, el Divino
Logos, y constituir una sociedad y comunión con Él. Este es el
propósito principal del Matrimonio… El segundo es la virtud… y
el tercero la procreación del género humano, teniendo hijos…
Un
resumen corto: El primer objetivo o propósito del matrimonio es la
ayuda mutua de los cónyuges para llegar a la zéosis
(deificación o glorificación); es aquello que dijo el Dios para
Adán, y Eva “hagamos un ayudante para y como él”, este “como
él” significa que sea similar a Adán, es decir, ser humano. Sin
duda podría hacer un animal para que ayude a Adán. Pero dice que le
hagamos que sea ayudante. ¿En qué? En que se salven y se deifiquen.
Este era el primer propósito. Pero como somos post caída, tenemos
el segundo propósito del matrimonio, que es el apaciguamiento de los
instintos sexuales, para que no caigamos a la lujuria y la
prostitución. Por eso san Crisóstomo procuraba que se casasen
jóvenes, para que no caigan a la prostitución. Pero las condiciones
de la vida de entonces y ahora han cambiado. El tercer propósito del
matrimonio es tener hijos. Con el cumplimiento de estos tres
propósitos del Misterio, amigos míos, se asegura el camino del
matrimonio pacífico y bendito, que finalmente conduce a la unión
con el Dios a través de la jaris (gracia, energía increada) que es
el destino definitivo de todos.
Homilía
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Hemos
hablado sobre los tres objetivos, propósitos básicos del
Matrimonio. Porque si se supone que no conocemos los objetivos del
matrimonio con la prioridad que pone la Iglesia a través de la Santa
Escritura, del Logos de Dios, entonces seguro que el matrimonio no
tendrá el camino correcto; sino que será influenciado de elementos
ajenos del Evangelio y la Iglesia, y será un matrimonio fracasado.
De
la primera oración escogemos un punto bello y muy característico
para la pareja que entra al camino del matrimonio. La Iglesia a
través del sacerdote, ora y pide: “Señor, dales de la frescura
del cielo y de la calidad de los frutos de los bienes de la tierra,
llénales la casa de trigo, vino, aceite y de todos los bienes
materiales, con el propósito que den también caridad para los
necesitados de bienes materiales”; es decir, para que puedan
ayudar a los pobres.
Este
punto como hemos dicho es de la primera oración, que realmente pide
que sean dados para la pareja todos los bienes materiales y
espirituales. Los cónyuges de esta manera son economistas de Dios y
sobre todo valientes economistas de Dios, que deben estar siempre
preparados para suplir cualquier falta material “de los bienes
de la tierra”, o espiritual “de la frescura del cielo”,
de sus semejantes. Es decir, podemos decir que el calor de la agapi
del nuevo hogar deberá dejar siempre la puerta abierta para
cualquiera que pidiera contribución material o espiritual.
¡La
hospitalidad o filoxenía, pues el espíritu de hospitalidad!
Que uno pueda siempre dar, para que no se cierren las puertas de la
casa; este hogar que sea alegre, risueño, bendito… el hogar aquel
que el Dios con las manos de los cónyuges estará dando hacia los
demás semejantes, ricos elementos materiales y bienes espirituales.
Aquí pues la palabra filoxenía o hospitalidad en el sentido
amplio.
Podríamos
poner algo de la Santa Escritura sobre la filoxenía: “Perseverad
en el amor fraterno. No olvidéis la hospitalidad, ya que, gracias a
ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acordaos de los
presos, de los que sufren torturas, como si estuvieseis en su mismo
cuerpo. Que el matrimonio sea tenido en gran honor y el lecho
conyugal esté sin mancha, porque Dios juzgará a los lujuriosos y a
los adúlteros. Que la avaricia no se apodere de vosotros” Heb
13,1-5). Sin saberlo, hospedaron a ángeles, aquí es
obvio que se refiere a Abraham que hospedó los tres ángeles.
“…tales
como haber educado bien a sus hijos, haber ejercitado la
hospitalidad, haber socorrido a los atribulados, haber practicado
toda clase de obra buena” (1Tim 5, 10).
Veis
pues, que la Iglesia pide que sean dados a la pareja abundancia de
bienes, no para que se apeguen a estos, ni para que sean la causa y
motivo para la vida mundana (de los pecados), sino causa y motivo de
alabanza a Dios, que ha cubierto las necesidades de sus fieles y
santos.
Continúa
la oración pidiendo a Dios que bendiga a los recién casados, como
bendijo a Abraham con Sara, a Isaac con Rebeca, a Jacob y todos los
Patriarcas, a José con Asinez, a Moisés con Séfora, a Joaquín con
Ana, a Zacarías con Elisabet; ¡Benditas parejas! ¡De verdad un
catálogo bello que vale la pena acordarse!
Pide
pues, que el Dios bendiga la pareja; ¡sobre todo pide bendición!
Amigos míos, la bendición es el punto de partida de todo éxito en
la vida.
En
el Antiguo Testamento la bendición era un elemento tan básico, de
modo que no era posible comenzar una obra, si antes se pedía la
bendición de Dios. Por eso vemos en el Antiguo Testamento el Alfa
(principio) y el Omega (final) de todo trabajo era la bendición. Si
se asegurara la bendición, entonces por supuesto que se podría
vencer toda dificultad y el fruto sería el éxito. La misma cosa
también aquí; todo intento de la casa y del hogar sin la bendición
de Dios es un esfuerzo vano. ¡Los cónyuges deben concienciarlo y
entenderlo bien esto, que necesitan la bendición de Dios!
Dicen
muchos: “Que mi bolsillo esté lleno, lo demás sobra…! Y si tu
bolsillo está lleno, hermano mío, ¿quién te lo ha llenado? ¡Te
lo ha hecho el Dios, porque te ha bendecido y tú no ves Su
bendición…!
San
Nicodemo el Aghiorita dice que algunos hacen otra cosa; besan sus
manos y dicen: ¡benditos sean mis manos que me ayudan a mi trabajo y
me dan dinero, y estoy feliz en mi casa! ¿Pero las manos hermano
mío, quién te las ha dado? Un microbio puede tirarte en la cama y
gastar toda tu fortuna en los médicos, entonces veremos si tus manos
están bien o tu cartera llena para que te ayuden en tu hogar y en el
camino de tu vida. Queridos míos, la bendición de Dios es lo
primero y lo último. ¿La tenemos en nuestro hogar? ¡Lo tenemos
todo!
Una
vez san Cosme de Etolia había ido en la isla de Kefalonia y vio que
unos estaban construyendo un palacete y entonces por iluminación del
Espíritu Santo dijo: ¿Para qué construyen este palacete si no van
a habitar? Realmente en aquella casa no dio tiempo que habitara
nadie, antes que se acabara de construir murieron todos.
Casa
y hogar son dos cosas muy estrechamente vinculadas, casa son las
paredes, en cambio hogar son las personas que viven en la casa. Y
dice la Santa Escritura: “Si el Señor no construye la casa, en
vano trabajan los que la construyen; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigila el centinela” (Sal 126,1). Es decir, si
Dios no pone Su mano (que es el Espíritu Santo) y no bendice el
hogar vanamente luchan los cónyuges para crear algo. Por eso,
queridos míos, tened cuidado en esto: el ideal no es hacer una
casita –así dicen los cónyuges- el ideal es tener la bendición
de Dios para hacer una casita.
Aún
diría que el matrimonio es una cosa muy delicada, sensible y frágil,
que le hace falta mucha protección y cariño. Por eso después de la
bendición es necesario que protejamos y cuidemos el nuevo hogar y la
nueva pareja. Precisamente por esto ora y pide la Iglesia: “Dios
nuestro, cuídales y protégeles tal como has cuidado a Noé en el
arca; cuídales y protégeles tal como has protegido a Jonás en la
barriga del cetáceo.; protégeles tal como has protegido a los tres
santos Jóvenes del fuego, enviándoles la frescura del cielo”
(Pequeñas bendiciones para el Matrimonio).
Amigos
míos, muchos vientos violentos golpearán el hogar; vendrán muchas
situaciones que ofenderán la nueva pareja. Vendrán tentaciones
malignas y calumnias; quizás venga alguien a decir al hombre: “he
visto tu mujer, estaba hablando con un vecino” y aunque no haga
nada la mujer entra el pensamiento diabólico y la perturbación.
Quizá venga alguna a decir a la mujer: “He visto tu marido, y
estaba sonriendo bobamente con otras. Vendrán muchas acusaciones y
desprecios de parientes y amigos, posiblemente según la situación
económica de cada uno, vendrá la suegra, la que despreciará la
chica y no la acepte en casa, aunque sea una chica buena y honesta,
etc.
De
todas estas situaciones la pareja es sacudida; vienen muchos enemigos
a atacar las paredes del hogar y su existencia. ¿Qué se deberá
hacer? Aquí que Dios nos proteja, que proteja mucho la pareja, para
que salgan de estos ataques. Pero deben escapar también de un
enemigo terrible: de las influencias del siglo presente, de este
mundo, escapar de las influencias de la llamada conducta mundana
(2Tim 4,10 1Jn 2,15-17). ¿Quién será el que protegerá a los
cónyuges? ¡El Dios!
Quería
deciros algo sobre este último, la conducta mundana o carácter o
espíritu mundano. La conducta mundana se parece a la
humedad. No podemos fácilmente delimitar la humedad. Cuando el
tiempo es húmedo, un hombre que se haya roto un hueso de su cuerpo,
aunque este hombre esté con calor en el calefactor, este hueso roto
del cuerpo duele, porque la humedad traspasa en todo. Lo mismo aquí;
si la pareja está unida con amor, es posible que se escape las
embestidas malignas, las calumnias, las acusaciones y los desprecios;
¿Pero podrá escapar de la conducta mundana o espíritu mundano?
Aquí está la cuestión, el gran tema y problema.
Amigos
míos, la conducta mundana es un enemigo insidioso o mal
astuto. ¿Qué es la conducta mundana o espíritu mundano? Es
pensar tal y como piensa y actúa el mundo; es movernos y vivir de
modo (moda) como quiere el mundo. Cuando decimos: puesto que todos
actúan y se mueven así, lo mismo haremos también nosotros como el
mundo. Y así no tenemos discernimiento con sano juicio, por ejemplo:
cuando todos los demás en verano los domingos por la mañana van a
la playa, decimos que no tiene importancia, no pasa nada si no vamos
a la Iglesia, porque todos hacen así; mientras que podemos decir:
primero me voy a la Iglesia y después me iré a la playa. Actuar no
como hace el mundo sino como hacen los cristianos. Cuando decimos: El
mundo así se viste, es de moda, y no decimos: No nosotros no nos
vestiremos así, sino decente y moderadamente, porque el Cristo
quiere modestia; etcétera.
Por
favor tengamos mucho cuidado en este tema, la conducta mundana o
espíritu mundano. No os escondo que aquel que podría jactarse,
incluso clérigos, de que totalmente se ha liberado de la conducta
mundana, miente o no sabe dónde se encuentra ni entiende su
posición. Me parece que no podemos escapar totalmente, sino que
debemos estar vigilantes y estar observándonos y diciéndonos:
“Quizás yo también me influyo de los efectos mundanos.
Esta
oración aquí, invoca tres acontecimientos históricos: con Noé,
con Jonás y los tres Jóvenes. La oración dice: tal como has
protegido a Noé del cataclismo, proteja también este hogar; y como
has protegido a Jonás que estaba en la barriga del cetáceo, proteja
también esta casa; y también, tal y como has protegido a los tres
Jóvenes que el rey Nabucodonosor arrojó al horno candente y no les
ha pasado nada, así también proteja este hogar.
¿Por
qué hace memoria y referencia a estos tres acontecimientos? Porque
estos tres acontecimientos son tipo, imagen de nuestra Fe. El horno
candente con los tres Jóvenes, es tipo o imagen de la Santa
Trinidad, el primer dogma básico, esencial de nuestra Fe. Jonás en
la barriga del cetáceo, que el mismo Cristo lo interpretó, es el
tipo o imagen de la Resurrección de Cristo; la piedra angular de
nuestra Fe. Y tercero, el Arca de Noé es tipo de nuestra Iglesia.
Estos
tres acontecimientos históricos, tres tipos, vienen a dar estos tres
grandes dogmas de la Fe: el dogma de la Santa Trinidad, el de la
Resurrección de Cristo, y, el de la Iglesia. Estos son los puntos
culminantes de la Fe para cada cristiano.
El
primer dogma, el de la Santa Trinidad es tan básico, que si no lo
concienciamos y no lo investigamos, entonces posiblemente caeremos en
caminos muy feos. Si no creemos en el dogma de la Santa Trinidad,
significa que inmediatamente no aceptamos la deidad de Jesús Cristo;
y cuando no aceptamos la deidad de Jesús Cristo, entonces nuestra
redención, sanación y salvación…desaparece; no podemos hablar de
salvación. Todo pues, procede de la fe en el dogma de la Santa
Trinidad.
Sin
embargo, la Santa Trinidad es tipo o modelo de la Iglesia; y si
quieren aún es tipo el matrimonio. ¿Por qué? Porque tal y como en
la Santa Trinidad tenemos tres Personas, una esencia, así también
en el matrimonio tenemos dos personas, una esencia; “y serán los
dos en cuerpo uno” (Gen 2,24 Mt 19,5 Mc 10,7 Ef 5,31). Por lo
tanto los cónyuges deben en cada momento realizar aquello que ya cae
sobre ellos como luz y reflejarla a su alrededor; el dogma de la
Santa Trinidad, con la honestidad dentro en su matrimonio.
En
lo referente al dogma de la Resurrección; la fe en este dogma
determina también la vida práctica de ellos. Si los dos cónyuges
no creen que el Cristo ha resucitado y que ellos tampoco van a
resucitar, entonces que digan: ¡Comamos y bebamos porque mañana
moriremos!
¿Y
en lo referente al dogma de la Iglesia? La Iglesia es la que les
facilitará sus Misterios (sacramentos) que les proporcionarán la
jaris (gracia, energía increada) y les dará el camino correcto más
la sanación, redención y salvación.
Estos
tres puntos culminantes de la Fe deben ser los indicadores en la vida
y en el camino de los recién casados. Estos tres dogmas protegerán
la pareja de toda influencia mundana, de toda imposición exterior,
de cada corriente contraria, atea, medio-atea y mundana que pueden
golpear las costillas del matrimonio. Debemos decir que cada época,
y nuestra época es bastante materialista, atea y reaccionaria, que
significa que no cree en los dogmas de la Santa Trinidad, ni en la
deidad de Jesús Cristo. ¿Cómo, pues, una pareja permanecerá; cómo
podrá mantener su fe y su camino estable, si no comienza por la fe
en estos tres dogmas culminantes de nuestra Fe?
Amigos
míos, veis que el oficio del Matrimonio viene a
apocaliptarnos-revelarnos muchos aspectos de la vida de los recién
casados, que deben conocer nuestros jóvenes, cuando empiezan su
propia andadura de matrimonio.
Y
el tercer punto; aún la pareja en su camino de vida tiene necesidad
también de una continua memoria de parte de Dios, por eso oramos y
pedimos: “Acuérdate de ellos Señor, tal y como te has acordado
de Enoc, de Sim y de Elías”. El Dios se acuerda de los que
están escritos en el libro de la vida (Fil 4,3). Lo dice claramente
esto la Santa Escritura, que el Dios no se acuerda de los pecadores
(Sal 9,7· 15,4· 33,6· Sab Sirac 10,17· Apoc 17,8· 20,15). No
porque el Dios no tiene memoria, sino que no los reconoce como suyos.
Y esto significa cuando decimos: Kirie eléison, Señor ten
compasión, misericordia, piedad o caridad de nosotros. Cuando el
ladrón encima de la Cruz decía: “acuérdate de mí Señor”
(Lc 23,42), esto daba a entender; que el Dios se acordara y tuviese
misericordia de él. Lo que el Dios se acuerde de uno es una cuestión
muy grande. Por eso creo que muchas veces los cónyuges deben decir
esta pequeña oración desde las profundidades de su corazón: ¡Señor
acuérdate de nosotros! ¡Señor acuérdate de nosotros! Será un eco
en su Matrimonio.
Pero
fijémonos en algo aquí. Estos tres nombres que se refieren aquí
que dice –“acuérdate Señor tal y como a Elías, a Enoc y a
Sim”,- no se han puesto así por casualidad. No.
Estas
tres personas ascendieron al cielo. La Santa Escritura nos dice que
se perdieron las huellas de Enoc y no se encontraba en ninguna parte,
porque el Dios le traspasó, le tomó al cielo porque agradó a Dios.
Fue un hombre muy fiel y justo y el Dios le ascendió, subió vivo,
no probó la muerte. Para Sim no dice nada la Escritura, pero está
en la tradición Judía. Y para Elías en muchas partes nos habla la
Santa Escritura que fue arrebatado al cielo (4Re 2,1-11). No en la
Realeza increada de Dios, sino en algún lugar del cielo, allí donde
el Dios sabe. Los tres fueron ascendidos corporalmente. La ascensión
de ellos en una protiposis o pre-afirmación de la Ascensión de
Cristo; pero también la Ascensión de Cristo es una protiposis o
pre-afirmación de nuestra ascensión.
Antes
de avanzar, uno podría decir que primero lo tomaré éticamente y
que no es otra cosa que el giro de los ojos y del corazón hacia el
Cielo. Por supuesto que los cónyuges deben tener como ideal la agapi
para que les ate fuertemente, hasta la muerte y más allá de la
muerte. Pero tengamos cuidado en algo: que la agapi no sea el
principal objetivo de sus vidas sino de su matrimonio. Eso porque
viendo uno al otro puede caer en la idolatría, haciendo el uno al
otro ídolo. Pero deberán estar atados con la agapi mirando
hacia arriba, a un objetivo común.
¿Pedir
las cosas de arriba!, dice el Apóstol Pablo, e inmediatamente lo
ata dogmáticamente: “Donde está el Cristo”. No allí
donde están las estrellas, ni en un reino o una patria deseada
separada de Cristo, ¡sino allí donde está el Cristo! Además, allí
donde está el Cristo está también Su realeza increada, porque la
Realeza increada de Dios es el Cristo. La Realeza increada de Dios no
es algo que está fuera de Cristo; el Cristo es la Realeza increada;
nos dice que: “el Cristo está sentado a la derecha del Dios
Padre”. Pero atención: ¡está como hombre! Y “¡Pensad y
buscad las cosas de arriba, no las terrenales!”. Los bienes
materiales son los instrumentos, de una manera, para la vida
biológica, pero que se hagan el objetivo y propósito de nuestras
vidas.
Por
lo tanto, la memoria de estos tres santos deberá recordarnos que los
cónyuges tienen un camino, un camino hacia arriba, que deberá en
cada momento reanimarse para que sea evitado el peligro de apego a
las riquezas materiales.
Por
supuesto que los bienes materiales enmarcan el matrimonio… Pero
atención, no vaya ser que las riquezas materiales comiencen hacer
olvidar el camino hacia el Cielo. ¡Peligro! ¡Buscad las cosas de
arriba! En otras palabras, lo cónyuges debe tener cuidado, de
manera que cuando vengan las llamadas de parte de Dios: cónyuges
venid a la Iglesia, venid a confesaros y comulgar; ellos que no
digan la frase tan conocida: Estoy casado/a no puedo venir. Dice san
Crisóstomo: aquí calumnias a Dios, porque Le dices que tienes como
impedimento el matrimonio, que el Dios ha bendecido. Porque el Dios
no te ha dado el matrimonio para impedimento para tu sotiría
(sanación, redención y salvación), sino todo lo contrario, para
ayudarte a esto, por eso no calumnies a Dios.
Más
abajo en la última oración del oficio, veremos el punto que el
sacerdote saca las coronas de los novios y dice: “reciba las
coronas de ellos en Tu Realeza increada”. Otro código dice que
las coronas las lleva el sacerdote al altar para que sean bendecidas
y liturgizadas (oficiadas) en “doxa-gloria de Dios”.
Pero
aquí se entiende que junto con las coronas están también las
cabezas de los recién casados. Por tanto hacia la Realeza increada
de Dios beben ir caminando también los cónyuges. Este tipo de
ascensión se debe hacer.
Alguna
vez llegará la hora de la muerte, y los cónyuges morirán; y cuando
pasen a la otra orilla del río, que será la Realeza increada de
Dios, entonces allí estarán juntos. Pero atención: no ya cómo
cónyuges, aunque hayan trabajado para que estén otra vez juntos.
Porque esto es el propósito del matrimonio, ser ayudados mutuamente
llegar allí, a la zéosis (deificación, glorificación),
pero con otros nuevos grados de parentesco. Ya no en el grado de
parentesco de matrimonio, sino un nuevo parentesco: ¡en la Realeza
increada de Dios todos seremos hermanos! El camino del matrimonio no
acaba en la tumba, sino que continúa más allá. ¡Bienaventurados y
felices son los cónyuges que permanecerán fieles, puros y prudentes
hasta la tumba!
Y
continúa con la oración: “Señor, acuérdate de ellos,
tal y como de has acordado de tus Cuarenta Mártires, que les has
enviado del Cielo las coronas”.
Aquí
no hay una comparación exterior sino algo muy profundo, es decir,
que el matrimonio tiene algo de martirio. …Todo esto indica en el
fondo del matrimonio existe un martirio silencioso; ¡el martirio que
dos personas totalmente distintas están llamadas a juntarse,
conversar y adoptar sus vidas bajo del mismo yugo!
¿Creéis
que el yugo del matrimonio es fácil? La mayoría de vosotros
ciertamente estaréis casados y estaréis de acuerdo que el yugo del
matrimonio no es nada fácil. El yugo de la convivencia conyugal es
pesado. Es un martirio de paciencia y tolerancia del uno al otro. Es
el martirio de formación y perfeccionamiento, es decir, que uno
espere cuando el otro aprenderá algo sobre la Fe. Porque si se
supone que uno de los dos cónyuges no es muy fiel, el otro luchará
para convertirle en fiel; o si es indecente o derrochador, el otro
luchará para ayudarle. ¿Qué creéis? ¿Todo esto no es un
martirio? Así que, si los cónyuges consiguen llegar al final con
algún éxito, sin lamentaciones ni sollozos, por supuesto que
tomarán la corona del martirio; igual que la corona del martirio que
han recibido los Mártires que han dado sus vidas confesando a Jesús
Cristo.
Dice
claramente el apóstol Pablo que los cónyuges se salvarán y por
supuesto tomarán esta corona “si perseveran con modestia en la
fe, en el amor y en la santidad” (1Tim 2,15).
Paro para que se cumpla y se realice todo esto, la fe, la
agapi, la divinización y la prudencia, más todo lo demás,
hace falta mucho sudor, esfuerzo y sangre; ¡es un martirio!
Las
coronas pues, son símbolos tanto de la doxa (gloria) como también
del martirio. ¡Y nuestro Señor Jesús Cristo, amigos míos, el
Novio de nuestra Iglesia se ha puesto la corona del martirio para la
gracia de Su Novia Iglesia!
…Dice
un teólogo contemporáneo: “Qué cosa magnífica y tremenda!...el
eterno e infinito Dios da en nuestras manos una criatura, en las
manos de una mujer o de un varón, que esta criatura debemos
conducirla de cualquier modo posible a la redención y salvación.
¡Un peso pesado, insoportable!
Pero
estemos atentos en algo: aquello que hace el peso ligero será sólo
una agapi colocada dentro de la agapi de Jesús Cristo.
Cuando la agapi de los cónyuges está colocada en aquella
agapi de Jesús Cristo, entonces el peso se hace ligerísimo y
los pies rápidos para la realización del propósito y objetivo de
la existencia de estas dos personas.
Habéis
visto qué dice en la oración, bendición: “Dios, bendícelos,
protégelos y acuérdate de ellos”. Bendición, protección y
memoria, estas tres son la pared que protegerá a los cónyuges y
les llevará a la virtud.
Homilía
6
Amigos
míos, es el último capítulo de nuestro tema sobre el matrimonio.
Como veis el tema es muy extenso; pero espero que os haya sido útil
y hayáis sacado algún beneficio. Porque se trata de un tema muy
importante y básico de nuestra vida. Diríamos que es una etapa
cumbre y muy básica para nuestra vida terrenal y también para la
Realeza increada de Dios. Por esta razón el Dios ha creado la mujer,
para ayudar a Adán y facilitar la realización del objetivo de la
vida de los dos que es la zéosis (deificación o
glorificación). Por lo tanto el matrimonio no es sólo una etapa de
nuestra vida, sino también un punto de partida para la salvación en
la vida eterna. Pero cuando el matrimonio se hace el punto de partida
de desgracias, de muchos males, entonces… ¡ay de nosotros!
…Aquello
que conducirá los cónyuges a la salvación, no es el simple deseo
de salvar al otro, sino el sentimiento de agapi-amor. Es
decir, si el hombre quiere ver su mujer salvada, esto sólo lo
conseguirá si la ama, lo mismo la mujer para el marido. O sea que
nunca debemos decir te amo para salvarte; sino quiero salvarte porque
te amo. El Dios no vino para salvarnos y de la salvación nacerse la
agapi, sino que nos amó y amándonos nos ha salvado. “16
Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para
que todo aquel que en él cree no perezca, sino que tenga vida
eterna. 16. Porque de tal manera Dios amó a los hombres del mundo
hundido al pecado, hasta el punto de entregar, por muerte en la cruz,
a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree tenga vida
eterna y no sea autocondenado a la perdición eterna (Jn 3,16).
Aquí
permitidme decir algo que es muy importante, y nosotros los clérigos,
los guías espirituales, a veces en esto sufrimos mucho, es decir, el
hecho del adulterio. Como precisamente el adulterio ofende y atenta
contra la agapi, por eso no tiene razón de que exista ya el
matrimonio, del cual la base es la agapi; por eso el Cristo ha
dado el derecho de divorcio. No dijo que se permite el divorcio, sino
“sólo en caso de adulterio” (Mt 5,32).
Muchos
creen que aquí el Cristo de una manera les indica el camino del
divorcio, es decir, que el Cristo le dice pidan el divorcio, como son
susceptibles, especialmente los hombres, por eso van al divorcio, y
no están preparados ni dispuestos a perdonar, si se supone que haya
habido un accidente.
Primero,
el Cristo no da mandamiento, sino derecho; igual que apóstol Pablo,
tenía el derecho de alimentarse de la Iglesia y no trabajar pero no
lo hizo (1Cor 9, 4-15). Pero cuando se me da el derecho, tengo la
libertad de utilizar o no el derecho. Allí donde no tengo libertad
de hacer uso del derecho es en el mandamiento. Estoy mandado hacer
esto y se acabó. Pero cuando se me dan derechos estoy libre a
utilizarlos o no. Por eso el Apóstol Pablo no hace uso del derecho
que da el Señor que no trabaje. Sino Pablo trabaja. ¿Por qué?
Porque tiene en su programa trabajar para que no le digan que vive y
come del Evangelio…
…¡Es
una desgracia el divorcio, cuántas casas se disuelven hoy en día
diariamente! Las causas quizás sean muchas. Pero yo os diría que en
realidad la causa es solo una, la falta de agapi. ¿Por qué?
Por incompatibilidad de caracteres, dicen. Esta causa está de moda.
Empieza de América y ha llegado hasta Grecia. Incompatibilidad de
caracteres significa que no toleras; y no teleras significa que no
amas, porque si amaras tolerarías. Si tu hijo llora lo toleras. Si
no lo toleraras lo tirarías de la ventana. No lo tiras de la ventana
porque lo toleras y lo amas. ¿Por qué, pues, a tu cónyuge no le
toleras?...
¡Qué
desgraciada es la frase que se oye de muchos: acabó el dinero y se
acabó el amor y llegan al divorcio!…
Pues,
de ninguna razón el divorcio, no hay margen para el divorcio; ¡por
ninguna razón! ¡Cualquier cosa que me digáis, la causa es la que
os dije: la falta de agapi-amor verdadero!
El
matrimonio realmente es una unión ontológica, real, una base
substancial. ¿Qué significa unión ontológica? Significa que la
unión de dos personas no es ética, ni figurativa, tampoco mecánica,
ni química, sino ontológica, existencial. No es tomar azufre y
hierro y hacer hierro sulfúrico, y así tener una unión química.
No es tomar azúcar y agua para hacer un jarabe, así tener una unión
natural o mecánica. El matrimonio es unión ontológica. Unión
ontológica significa la misma relación que tiene el dedo con la
palma, la palma con la mano, la mano con el brazo, el brazo con el
cuerpo, que se alimentan de la sangre común, la misma relación
tiene también el varón con la mujer. Esto es el matrimonio. Por eso
el matrimonio es indisoluble. Aquello que dice la Escritura: “serán
los dos en cuerpo y carne una”, exactamente esto expresa. El
apóstol Pablo lo dice claro: el hombre para la mujer y la mujer
para el hombre.
Leemos
en el Antiguo Testamento que cuando Adán vio su primer hijo Caín
–por favor que leáis la Santa Escritura es un tesoro- dijo: “Hemos
tenido o creado un hombre gracias al Señor” (Gen 4,1). Es
decir, de Dios he adquirido un hombre según mi imagen; como si
dijera: he adquirido una creación nueva que se parece a mí, pero yo
me extraño cómo se ha hecho este niño; ¡misterio! Esto lo hizo el
Dios. Por lo tanto Adán aquí confiesa que tiene como cooperante a
Dios. ¡Los padres pues, son cooperantes, co-creadores con el Dios!
Realmente
con la unión biológica del hombre y la mujer, vemos la
manifestación de Dios Creador dentro de la historia; vemos que el
Dios continúa Su obra creadora en el tiempo. ¡Qué cosa
maravillosa, los cónyuges cooperantes del mismo Dios!...
Y
algo muy maravilloso. El código 968 del Monte Sinaí, termina con la
imploración hacia Jesús Cristo: “Tú que eres la corona que se
dará…” Dirán algunos: ¿El Cristo es la corona que nos ponemos?
Pues,
aquí tenemos unas relaciones, imágenes que las vemos en el Nuevo
Testamento; el Cristo dijo: “YoSoY el camino”; significa
que el medio para llegar en alguna parte. También dijo: “YoSoY
la vida” (Jn 14,6); La vida es el fin o final; el camino es el
modo, manera para llegar uno a la vida. Aquí ahora el Cristo es la
corona y también es Él que nos corona…
Ahora de
la lectura evangélica sobre el milagro de la boda de Caná del
Evangelio de san Juan: “1 Al tercer día después de estos
acontecimientos se celebró una boda en Caná de Galilea y estaba
allí la madre de Jesús.
2 Y
fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos.
3 Y
faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
4 Jesús
le contestó: ¿Hay mujer, qué hay de común entre yo y tú? Aún no
ha llegado mi hora.
4
Jesús le contestó: ¿Hay mujer, qué hay de común entre yo que soy
el Mesías y tú, que me has dado la luz como hombre? Aún no ha
llegado mi hora de hacer milagros delante de los hombres y revelarme
públicamente como Mesías.
5 Dijo la
madre a los servidores: Haced todo lo que él os diga.
5 La
madre, por el tono de su voz, entendió que iba a realizar su
petición y por eso dijo a los sirvientes: Haced todo lo que él os
diga.
6 Y
estaban allí seis tinajas de piedra, que en cada una cabían unos
100 litros de agua para los ritos de la purificación de los Judíos,
(por costumbre de los judíos se lavaban las manos antes de comer).
7 Jesús
les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
8
Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo
llevaron.
9 Cuando
el maestresala probó el agua convertida en vino - sin saber de donde
era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua-
llamó al novio y le dijo:
10 «Todos
sirven primero el mejor vino, y cuando se ha bebido en abundancia, y
están ebrios, entonces no les sirve de nada la calidad sino la
cantidad, aunque el vino sea el peor. Tú, en cambio, has reservado
el buen vino hasta ahora.»
11
Así comenzó Jesús la demostración de señales y milagros que hizo
en Caná de Galilea, y manifestó su doxa (gloria, luz increada) y
sus discípulos creyeron en él” (Jn 2, 1-11).
No
sé qué sentís cuando escucháis la lectura evangélica en cada
Boda. Nos recuerda una imagen idílica, cuando al punto de partida, a
sus comienzos que todo es tan bello. El Cristo aún no había salido
a la vida pública; aún no había hecho ningún milagro; diríamos
que todo era de color de rosas y las cosas prometían bellos éxitos.
Cada comienzo empieza con sueños, con anhelos, con esperanzas y con
promesas, todo bello.
El
Cristo fue llamado en Caná de Galilea a una boda como también Su
Madre y Sus primeros discípulos; porque aún no se había formado
todo el equipo de los Doce. Y el Cristo fue; no los despreció. Era
un tema que debería incluirse a la redención y salvación que
traería “el Ángel de la Gran Voluntad” (Is 9,6. Jer 39,19). Y
como dice san Crisóstomo, lleva también el regalo, no va con las
manos vacías, el agua de ellos lo hace vino.
Mientras
tanto, vamos a ver las cosas por orden. La Zeotocos (santísima
Madre) se dirige al Señor y Le dice: “que no tienen vino”. ¿Qué
significa esto? Significa que el perfumado vino de la agapi se
ha esfumado, y sobró el pazos, pasión de la carne; como si
dijéramos que ya no existe aquella agapi fuerte e intensa que
trae el Dios a los hombres “no tienen vino”.
El
Señor pide que sean llenadas las tinajas con agua. Significa que
pide que Le sea ofrecida aquella realidad humana débil y pérdida,
para convertirla en vino perfumado fuerte que sólo el Dios puede
ofrecer.
¡Y
el agua se hizo vino! ¡Es el gran milagro; el milagro que el Dios
transforma las debilidades humanas, los pazos y las emociones
destrozadas, todo esto lo transforma en fuerte vino de agapi!
Y
protesta aquel maestresala: «Todos sirven primero el mejor vino,
y cuando se ha bebido en abundancia, y están ebrios, entonces no les
sirve de nada la calidad sino la cantidad, aunque el vino sea el
peor. Tú, en cambio, has reservado el buen vino hasta ahora.»
Significa que la agapi que da el Cristo, es Su propia agapi,
la que une realmente los hombres, es una agapi que comienza
desde la Boda, mejor diría que desde el día del compromiso hasta el
último respiro, pero también más allá de la tumba. Es aquello que
vemos algunas veces en los cónyuges, cuando uno de los dos se ha
quedado solo en el mundo, pero él o ella continúa amando al que se
ha ido; ¡todavía le ama! Es la agapi que está hasta al
borde de la tumba, entera y fuerte como el vino fuerte y perfumado.
Moisés,
amigos míos, comenzó su primer milagro transformando el agua en
sangre; la ley de la maldición (Ex 7,20). El Cristo comenzó Su
primer milagro con la transformación del agua en vino; es la ley de
la jaris (gracia, energía increada); es la jaris y la bendición que
es dada precisamente dentro en el sentido de la agapi, que es
la esencia del Evangelio.
Ahora
terminando vamos a un pequeñísimo resumen.
El
matrimonio es el misterio (sacramento) de la agapi; es la
imagen de unión de Cristo e Iglesia.
La
primera agapi en el matrimonio es la carnal; la segunda agapi
es la profunda agapi en Señor, que debe estar conquistando
espacio continuamente en el corazón de los cónyuges.
El
primer objetivo del matrimonio es la zéosis (deificación o
glorificación), la mutua zéosis con la ayuda de la agapi; y
el segundo es la virtud, humildad, prudencia; y tercero es la
procreación, tener hijos.
Los
criterios para que uno escoja pareja son: la fe o piedad y la
identificación de caracteres.
Pero
cerraremos con un bellísimo pensamiento de Tertuliano sobre el
matrimonio cristiano: “¡Qué unión esta que conecta y une dos
cónyuges cristianos! Tienen la misma esperanza y la misma tendencia
en sus anhelos. Obedecen en la misma enseñanza y a un Señor en
común. Es una unión del espíritu, como también del cuerpo; un
espíritu y un cuerpo. Estudian juntos la Santa Escritura, oran
juntos, ayunan y se instruyen juntos, se animan y se ayudan
mutuamente. Los veis juntos en la Iglesia, en el banquete y mesa del
Señor. Sufrimientos, aflicciones, persecuciones, alegrías,
esperanzas todo es común. No esconde el uno al otro nada; nunca uno
molesta al otro. Pueden libremente visitar a los enfermos y dar
caridad a los pobres. Himnos y cantos se oyen entre ellos y luchan
quien va a glorificar y alabar mejor a Dios. El Cristo se alegra
viendo y escuchando realmente estas cosas, y en estas personas manda
Su paz. Dónde hay dos reunidos en Su nombre, allí está Él
(Mt 18,20).
Amigos
míos, que el Dios bendiga de modo que sea dado siempre a los fieles
de nuestra Iglesia el matrimonio bendito, tal y como el Dios lo ha
legislado. Amín.
Yérontas
Atanasio Mitilineos 25-2-1969.
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