ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ
ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra invisible,
san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo B. 22 El esclavo o siervo de Dios no
debe inquietarse incluso cuando siente en su interior alguna
resistencia para la paz que hemos mencionado.
Capítulo B. 23 Cuál es el cuidado que tiene
el diablo para molestar esta paz espiritual de nuestra psique.
Nosotros debemos evitar sus malas astucias, engaños y artimañas.
Capítulo B. 24 La psique no debe confundirse
por las tentaciones interiores y los loyismí.
Capítulo B. 22 El
esclavo o siervo de Dios no debe inquietarse incluso cuando siente en
su interior alguna resistencia para la paz que hemos mencionado.
Debes conocer que muchas
veces te sentirás a ti mismo ser molestado y faltar de tu interior
esta paz divina y dulce y la amada libertad; y algunas veces puede
ser que por los movimientos de tu corazón sea levantado un polvo que
te estará molestando en el camino que tratarás de realizar. Y esto
te lo concede el Dios para tu bien mayor. Acuérdate que esta es la
guerra de la que los santos han recibido las coronas y los grandes
salarios. En todo aquello que te confunde y te marea, debes decir:
“Señor mío, aquí ves a tu siervo, hágase tu voluntad. Conozco y
confieso que la verdad de tus logos permanece siempre firme y estable
y tus promesas son reales y en estas tengo esperanza. Yo estoy sólo
para ti”. En efecto, la psique-alma que se ofrece con esta manera a
su Señor, está feliz cada vez que es molestada o confundida. Y si
esta guerra permanece y no puedes unir tu voluntad rápidamente como
quieres con la voluntad de Dios, no te asustes, ni te acobardes y te
aflijas por eso. Pero continúa ofreciéndote a ti mismo, y
reverenciando así vencerás. Echa una ojeada también al jardín
donde estaba el Cristo cuando la humanidad le giraba la espalda y le
aborrecía, cuando dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí
esta copa”; pero inmediatamente mandó a poner su psique en la
soledad y con una voluntad simple y libre, dijo con profunda
humildad: “pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mt 26,39).
Cuando te encuentras en
alguna dificultad, no cedas para nada, si antes no has elevado tus
ojos a Cristo encima de la cruz, y allí verás marcado con letras
grandes de que tú serás conducido en aquella aflicción y
sufrimiento. Y este tipo, forma o modelo, cópialo en ti mismo con
obras, y cuando alguna vez seas molestado por tu egolatría o amor a
ti mismo, no te acobardes ni te separes de la cruz, sino vete rápido
a la oración y muestra paciencia en tu humildad hasta que venzas tu
voluntad y quieras que se haga en ti la voluntad de Dios. Y una vez
hayas salido de la oración, reuniendo sólo este fruto, debes estar
alegre. Pero si tu psique no ha llegado aún en esto, quiere decir
que aún está hambrienta y sin su alimento. Lucha de manera que
habite sólo el Dios en tu psique y ninguna otra cosa, ni siquiera
por poco tiempo. No te apenes ni te amargues para ninguna cosa, ni
observes las malas astucias, malicias y malos ejemplos de los otros,
sino que seas como un niño que no sufre de ninguna de estas
amarguras y todo lo supera sin ninguna avería.
Capítulo B. 23 Cuál
es el cuidado que tiene el diablo para molestar esta paz espiritual
de nuestra psique. Nosotros debemos evitar sus malas astucias,
engaños y fraudes.
Nuestro enemigo, el
diablo, se alegra por cualquier confusión y perturbación de nuestro
corazón, tal y como se alegra el lobo durante el invierno y de los
vientos fuertes. Por esta razón él intenta absorber nuestras
psiques y a medida que pueda, alejarlas de la humildad y la
sencillez; incluso atribuir a nosotros mismos la preocupación de
alguna reputación y así no vemos la obra preliminar de la llamada
divina jaris (gracia, energía increada), sin la cual uno no
puede decir al Señor Jesús Cristo, como dice el apóstol Pablo: “y
nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1
Cor 12,3). Podemos con nuestra libre voluntad recibir esta jaris,
pero si no podemos recibirla, la causa somos nosotros mismos; pero si
logramos recibirla, entonces no podemos hacer ninguna obra sin esta
jaris que en principio se da a todos los hombres.
El enemigo, pues, intenta
hacernos juzgar y creer que uno muestra más diligencia que el otro y
pone mejor predisposición para recibir los carismas de Dios; y
después intenta que el hombre haga obras buenas con soberbia, sin
pensar en su debilidad, y de esta manera aceptar el pensamiento de
despreciar a los otros. Por eso tú también si no muestras mucha
atención y cuidado y no cambias rápidamente, de modo que te
avergüences, humilles a tu egoísmo y desprecies a ti mismo, tal
como dijimos, te hará caer a la soberbia y al orgullo como el
Fariseo que dice el Evangelio, el cual presumía de sus obras buenas
y condenaba las obras malas de los demás.
Y cuando el enemigo una
vez domine tu voluntad, seguro que después te dominará muchas
veces, y te derrumbará en todo tipo de maldad. Así sufrirás daño
grande y peligrarás mucho. Por eso el Señor nos pidió que estemos
en alerta y oración: “Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne
es débil” (Mt 26,41).
Por tanto, es
imprescindible que tengas mucho cuidado, lo más que puedas con todo
detalle, para que el enemigo no te haga perder un tesoro tan grande,
como es la hisijía la paz y la serenidad de la psique. Porque
el enemigo con toda su fuerza intenta expulsar de tu interior este
reposo y sosiego y la paz de la psique y hacerla vivir en inquietud y
confusión, puesto que él conoce que en esto se encuentra todo el
daño y el desastre de la psique. Porque cuando una psique está en
paz, entonces cada cosa suya la hace con facilidad, y también hace
muchas obras y todas buenas, persiste con su voluntad y fácilmente
resiste a cualquier cosa que le suceda. Al contrario, si está
confundida, inquieta y mareada, hace pocas obras y estas en un grado
grande imperfectas, se cansa fácilmente y finalmente vive un
martirio sin beneficio.
Por eso tú, si quieres
vencer y que el enemigo no estropee tu mercancía, debes tener
cuidado más que cualquier otra cosa en no permitir que sea
perturbada tu psique y no aceptar que permanezca perturbada ni un
momento. Y para que conozcas a cuidarte y protegerte mejor de los
fraudes, engaños y artimañas de este evento, guarda como regla lo
siguiente: cada pensamiento-loyismós que te separa y te aleja
de la agapi de Dios y generalmente de toda tu esperanza en
Dios, es un demonio terrible del hades (infierno) y como tal debes
alejarlo, ni siquiera escucharlo. Porque la obra del Espíritu Santo
no es otra cosa que en cada caso y por cualquier motivo unir las
psiques con Dios, calentándolas y fortaleciéndolas en su dulce
agapi (amor, energía increada), poniendo en sus interiores
nueva convicción y agapi hacia el Dios; mientras que la obra
del diablo es totalmente contraria.
Como él utiliza todos
los medios, métodos y maneras que puede para este propósito, es
decir, pone al corazón miedo más de lo normal, aumenta la
acostumbrada debilidad de la psique, no la deja que esté con buen
ánimo ni endulzarse como es debido, ni en la confesión, ni en la
divina comunión o efjaristía, ni tampoco en la oración,
sino que la empuja a tratar todas estas cosas sin ánimo, ni
agapi-amor y con confusión y miedo. La falta de piedad
sensible y la privación de la dulzura interior, que muchas veces
ocurre en la oración y en otros ejercicios, hace que la psique
acepte estos ejercicios con una tristeza impaciente, dándola a
entender que esto se hace de Dios, no para probarla, sino porque sus
obras están perdidas y que es mejor abandonar los ejercicios o las
ascesis espirituales. Y al final la trae en tan grande confusión y
desesperación de manera que piense que cualquier cosa que haga es
totalmente inútil y sin fruto. Así aumenta en el interior de la
psique el miedo, la tristeza y la depresión, y cree que el Dios la
ha abandonado. Pero la verdad no es esta. Porque la psique puede ser
que pruebe la sequedad y la falta de dulzura espiritual, sin embargo
siempre puede hacer incontables obras buenas, siguiendo sólo la fe
sencilla, teniendo paciencia y perseverancia en hacer el bien como
pueda.
Por tanto, para que tú
esto lo entiendas mejor y no te cause daño, aquel bien y beneficio
que te va a dar el Dios con la privación de la piedad y de la
dulzura, te pondré en el siguiente capítulo los bienes que
provienen de la humilde paciencia y perseverancia que uno mostrará
durante la sequedad de la piedad; para que tú también aprendas y no
pierdas la paz espiritual por esta razón; por si acaso alguna vez te
sucede y te encuentres en una similar sequedad del nus
(espíritu) y tristeza del corazón, tanto por la privación del
fervor de la piedad y de la dulzura espiritual que tenías, como por
la amargura que saboreas de cada tentación interior y de los
malignos loyismí (pensamientos y reflexiones).
Capítulo B. 24 La
psique no debe confundirse por las tentaciones interiores y los
loyismí.
Aunque anteriormente en
el capítulo 7, hemos hablado sobre la amargura y la sequedad
interior de la piedad, ahora diremos las cosas que hemos omitido
allí; es decir, que son muchos los bienes que produce en la psique
esta amargura y sequedad espiritual; o sea, la privación de la
alegría espiritual y de la dulzura, si las aceptamos con humildad y
paciencia, cosas que si el hombre las entendiera, sin ninguna duda
esto no le molestaría mucho y no se entristecería tanto cuando le
sucediesen; porque recibiría y aceptaría esta amargura y privación
que le muestra el Dios no como señal de odio, sino como una señal
de gran agapi excepcional y un favor excelente que le hace el
Dios.
Porque estas situaciones
similares no suceden a todos, sino en aquellos hombres que quieren
entregarse totalmente al servicio de Dios y alejarse de aquellas
cosas que pueden dañarlos. Y en general estas cosas no suceden al
principio del regreso de los hombres a Dios, sino cuando hayan
servido a Dios por algún período de tiempo y una vez que se hayan
sanado, limpiado moderadamente en sus corazones con la santa oración
y la compunción y han sentido en sus corazones alguna dulzura
espiritual, calor y alegría, y cuando ya han comenzado la obra
decidan a dedicarse por completo a Dios y servirle con mayor
perfección. Porque nunca vemos a quejarse por semejantes tentaciones
los pecadores y aquellos que están entregados a las cosas del mundo.
Así se ve claramente que esta amargura es una comida honorífica y
cara, con la que el Dios invita aquellos que ama a convidar. Y si en
nuestro sabor no es delicioso, a pesar de esto, nos beneficia sin
entonces conocer lo que saboreamos. Porque la psique que se encuentra
en esta clase de sequedad y sabor amargo y tiene este tipo de
tentaciones y loyismí, que sólo si los pensamos nos
perturban, aunque amargan el corazón y casi paralizan todo el hombre
interior, sin embargo de esta manera la psique adquiere temor, odio y
aborrecimiento de sí misma y obtiene aquella humildad que nos pide
el Dios; además adquiere agapi más ferviente hacia el Dios,
atención más exacta a los loyismí y estómago más fuerte
para digerir las tentaciones sin daño y tiene sentidos espirituales
ejercitados en el discernimiento fácil del bien y del mal, como dijo
Pablo (Heb 5,14). Pero la psique que entonces no entiende estos
motivos misteriosos, se asquea y evita la amargura que se ha dicho,
como si no quisiese nunca permanecer sin sabor del placer espiritual
y cualquier otro ejercicio lo considera como tiempo perdido y
esfuerzo sin progreso ni fruto.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de
la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas
www.logosortodoxo.com
(Blog en español)
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