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Κυριακή 6 Απριλίου 2014

ΓΕΡΟΝΤΑΣ ΑΘΑΝΑΣΙΟΣ ΜΥΤΙΛΗΝΑΙΟΣ (1927-2006)



YERONTAS ATANASIO MITILINEOS (1927-2006)

Novena bienaventuranza

Bienaventurados y felices seréis los que os habéis convertido en mis discípulos cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros todo tipo de calumnias, difamaciones y mentiras por causa mía. Alegraos y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable. Porque también persiguieron a los profetas que ha mandado Dios antes que vosotros.

Queridos amigos míos desde entonces que ha venido el Señor en la tierra, el mundo se ha separado en dos campos: en aquellos que han creído y se hicieron Sus discípulos y en aquellos que Le han negado como Dios y han tomado una actitud enemiga hacia Él.

Toda esta situación la atribuye con la profecía san Simeón el Receptor de Dios – su onomástica la celebramos el día 3 de febrero- que recibió en sus brazos el recién nacido Jesús. Le llamó “signo contradictorio” (Lc 2,34). Signo quiere decir milagro y también elemento de referencia. Aquí mejor considerado es como milagro; un milagro que los hombres tomarán posición y actitud distinta ante Él; es decir, estará produciendo fe y también contradicción, infidelidad. Es muy natural, pues, que los que han creído en Jesús Cristo ellos también se conviertan en signos contradictorios en la Historia. Atención a esto, tenemos que concienciarlo.


El Cristo dijo lo siguiente: Acordaos siempre del logos que yo os he dicho: no es el siervo mayor que su señor. Si los hombres del mundo me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si guardaren mi logos, también guardarán el logos vuestro. Todas estas cosas las harán con vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. (Pero todas estas cosas las harán con vosotros a causa de la fe que tenéis por confesar y predicar en mi nombre, porque no conocen ni quieren conocer aquel que me ha enviado) (Jn 15, 20-21). Todas estas cosas sea aceptándolas, sea rechazándolas os las harán a vosotros por mi nombre, -el signo contradictorio.

Esto debemos conocerlo, sino de otra manera estaremos viviendo en un tipo de crisis en nuestra vida que muchas veces puede ser que no nos resulte en buen camino.

Así que la octava bienaventuranza, que hemos hablado la vez anterior, bendice y considera felices aquellos que están perseguidos por su firmeza y estabilidad en la santidad; la novena bienaventuranza bendice y considera felices aquellos que están perseguidos, difamados, burlados y calumniados a causa de la confesión a la persona divino-humana de Jesús Cristo.

Y ahora la novena bienaventuranza que es la última, nos dice: “Bienaventurados y felices seréis los que os habéis convertido en mis discípulos cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros todo tipo de calumnias y mentiras por causa mía. Alegraos y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable. Porque también persiguieron a los profetas que ha mandado Dios antes que vosotros” (Mt 5,11-12).

Aquí tenemos una confesión exterior con palabras y hechos. Esta misma actitud del hombre con sus palabras puede provocar. Es decir, aquello que os he leído la otra vez de que el creyente y piadoso “está visto como pesado, molesto”, aún hasta verlo, porque su presencia provoca control, inspección al ambiente. Por supuesto que esto es la mejor confesión de Cristo, es decir, vivir vida espiritual ortodoxa; y naturalmente en aquellos que caemos mal nos convertimos en escándalo para ellos.

Como ejemplo os digo así improvisadamente, ahora que es el Gran Cuaresma; si vamos a una cena por un difunto veremos que nos ponen carne. Existe esta costumbre mundana que debemos dar carne este día, aunque sea Gran Cuaresma. Si no lo hacemos esto es considerado por algunos como tacañería, que hemos invitado a los parientes y no queremos gastar en carne… y cosas así parecidas. Entonces caemos y comemos carne. Cierto que los parientes están llamados para orar a Dios por la psique del muerto. Pero exactamente de esta manera le entristecen. Si nosotros decimos que no comemos carne, aunque fue puesta en la mesa, dirán que les escandalizamos. Pero pregunto: ¿Señores, en qué os escandalizamos, en qué?

Como comprendéis el mundo es curioso. ¡Y el “mundo” está constituido de Cristianos bautizados! Hubo una vez que el cosmos-mundo no eran los bautizados Cristianos, y hablábamos de bautizados y no. Hoy la posición del mundo, en el sentido espiritual, lo contienen los hombres bautizados. ¡Es trágico!

Sin embargo, la novena bienaventuranza nos dice que nuestra confesión debe ser con obras y palabras. El mundo, a los que confiesan al Señor, se opone con las tres maneras que nos ha expuesto el Señor en la novena bienaventuranza.

La primera manera es la burla, es decir, “se burlarán, se mofarán o se reirán de vosotros”.

La burla es ironía, es decir, un arma muy fina en las manos de los hombres mundanos, un arma maligna, vil, artística, psicológica y efectiva. Dicen una ironía que es como si te dieran un navajazo y se van. Uno te tira un logos despectivo y ridículo, un insulto, una burla, un comentario socarrón que te pica y que muchas veces te afecta al centro de tu personalidad, de tu hombría o de tu dignidad en general. Toca las cuerdas finas de tu pundonor; en el fondo pica las cuerdas más finas de nuestro egoísmo, y esto vigilémoslo bien, porque es el punto principal.

Pero, si ocurre que tenemos egoísmo, es decir, que no nos hayamos limpiado o hecho la catarsis de nuestro corazón, entonces por supuesto que no tendrá buen término la confesión de Cristo; en alguna parte caeremos. Si no hemos hecho la catarsis de nuestro corazón, de modo que tengamos humildad, de modo que no proyectemos nuestro egoísmo, cuando el otro se burla y se ríe de nosotros, entonces lo tiramos todo. En este punto tened mucho cuidado. Generalmente en el ambiente de cada uno, en la escuela, en el ejército, en el trabajo…, cuando el otro nos dice algo nos picamos, e inmediatamente para que no parecer que somos inferiores ante los demás nos retiramos de la confesión de Cristo, olvidamos la novena bienaventuranza, porque la burla o la ironía de los demás ya nos ha segado, dominado y ganado.

Por eso diría que la burla es un arma muy bien psicologado y pensado por los hombres mundanos, y es muy vil, maligno y efectivo. Tengamos cuidado, no podemos empezar hacer de apologetas (confesores) de Cristo sin una elemental catarsis de la psique, de nuestro corazón. Tengamos cuidado pues. Necesitamos humildad y fuerza de la psique. Y todo esto única y exclusivamente porque somos cristianos ortodoxos, no hay otra razón.

En el palatino de Roma se encontró debajo del suelo –yo he visto la foto- una caricatura marcada que presenta un burro encima de la cruz, y abajo está la siguiente epígrafe: “Alexamenos respeta a Dios”. Obviamente el origen es de los soldados del Palatino, querían burlarse de algún compañero suyo cristiano. Marcaron pues, a Jesús Cristo como burro encima de la cruz, diciendo que el Alexamenos respeta a Dios, y este Dios no es otra cosa que el burro. ¡Imaginaos!...

Pero dentro de la cotidianidad tenemos incontables casos de este tipo, incluso hasta en nuestra casa. Por eso para nuestra casa el Señor dijo: “…y los enemigos del hombre sus familiares” (Mt 10,36).

Veis, pues, que esto es un punto especialmente importante. Uno habla con prudencia para el Cristo y los demás le consideran un fanático, un santurrón, un desajustado y un hombre oxidado con ideas antiguas. ¡Habla sobre la moral evangélica, que son dos cosas: la fe cristiana y la ética evangélica, es decir, ortodoxia y ortopraxía, habla sobre el modo que uno va a vivir y es considerado como un hombre anómalo y raro!

Hace muchos años, una madre decía sobre su hija que en el colegio sólo iba en compañía con chicos y cuando la preguntó porque no con chicas, la contestó: “¿Qué quieres, que me consideren como anómala?... Os digo que esta chica se casó y tuvo hijos, pero está a las puertas de la separación, lo está pasando muy mal, simplemente porque no ha abrazado la vida espiritual, en cambio su marido parece que esto lo quería.

La segunda manera después de la burla que aplican los que quieren tentar al Cristiano, es algo más dinámico: es la persecución. Privan la libertad, maltratan –cuando han avanzado en situaciones, sobre todo en un estado ateo- privan al hombre de los bienes sociales o cualquier otra cosa…

¡El confesor socialmente es considerado peligroso! ¡Cuántas veces, en regímenes análogos, estos hombres no han sido encerrados en psiquiátricos como socialmente peligrosos! Sí es verdad. Todas estas cosas por supuesto que son un martirio.

Es característico que nuestra Iglesia tiene una clase especial de Santos que se llaman Omologetas-Confesores. Tenemos Confesores y Mártires. Confesor es el Santo que ha sufrido persecuciones porque ha confesado con franqueza su fe a Cristo. Ejemplo tenemos a san Atanasio que luchó con valentía contra los heréticos, especialmente a los seguidores de Arriano. El Mártir es el Confesor que a causa de su confesión de fe a Cristo ha llegado a la muerte por martirio.

En realidad no tenemos gran diferencia, puesto que el Mártir con su martirio confiesa a Cristo, pero también el Confesor por la misma razón tiene persecuciones y humillaciones. Por eso, desde entonces que ha aparecido el Cristo encima de la tierra, tenemos una nube interminable de Mártires, y sobre todo, todos ellos han confesado a Cristo con logos y obras.

Se calcula que solamente en los primeros tres siglos los Mártires son once millones más o menos y el resto de los siglos se calculan hasta cuarenta millones. Y sólo el Dios sabe cuántos más se añadirán hasta el final de la Historia, sobre todo los días del Anticristo. San Cirilo de Jerusalén dice que entonces el martirio será mucho mayor en el fondo y ancho de este que fue en los primeros siglos; es decir, ¡será un martirio que no puede imaginar el hombre, si pensamos que hoy tenemos martirios de forma científica! Sólo esto dice mucho. Es decir, ¡cambian la personalidad del creyente! No hay peor martirio que esto. Le inyectan, digamos insulina. ¡Le meten una gran dosis de insulina, porque con la insulina uno pierde su personalidad, y puede estar diciendo cosas que no las creería ni diría nunca en su estado natural, y después este hombre le meten al psiquiátrico por supuesto sosteniendo que está enfermo! ¿Es una cosa terrible! Tenemos y circulan muchos libros en relación contemporáneos, leedlos y veréis cosas que os horrorizaréis.

De todos modos, el caso es que en nuestra época estamos en una profunda recesión y degeneración a todos los niveles, hombres que no pueden aceptar el Cristianismo, llámense masones, ateos, materialistas en general... llamadlos como queráis. El caso es que hoy la persecución continúa y como os he explicado antes se hace científicamente.

Hay una tercera manera y son las calificaciones viles, malignas o mal astutas. Atención a esto. Los contrarios se meten en muy viles, malignas y calumniadoras calificaciones. Calumnia es la acusación falsa. “Sí yo le he visto con mis ojos a tal sitio al Padre Atanasio”. Esto se llama calumnia. En cambio la acusación es que comento simplemente el mal que hizo el otro, pero no lo falseo, no añado informaciones inexistentes, porque si lo hago entonces avanzo en la calumnia.

Es muy mala la calumnia. Por eso el Psalmista dice: “Señor, sálvame de las calumnias de los hombres y guardaré tus mandamientos” (Sal 118,134). Diríamos que es un contrapeso, un contra-reembolso del Psalmista hacia el Dios, cumplirá Su ley pero le pide que le salve de sus calumniadores. ¡Es una cosa terrible la calumnia!

Así, pues, cuando el Señor dice “que mintiendo, dirán de todo tipo de logos falsos y malignos contra vosotros”, da a entender la calumnia. El que hablen maliciosamente contra ti y mintiendo es calumnia cien por cien.

Además de los martirios somáticos (corporales) que uno puede sufrir están también los martirios psíquicos como es la difamación. Finalmente han quedado en la Historia estas calumnias y difamaciones para hombres inocentes.

Cierto que hay otra cosa muy fea que desgraciadamente lo aplican los hombres, si se pueden considerar así y son espirituales. Pero cuánto espirituales pueden ser dejadlo; os aseguro que me asombro. Uno dice una cosa para el otro en voz baja y tú le dices que no le has entendido bien y quieres una explicación repetida más clara. Pero éste se niega a repetir, dejando insinuaciones para aquel que quiere calumniar. Esto me ha ocurrido muchas veces. Es trágico. Estos hombres se llaman susurradores, calumniadores. San Pablo dice sobre ellos: estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Rom 1, 29-30).

El evangelista Luca sobre el mismo tema se refiere en el 6º capítulo: “Y os pondrán nombres viles y malignos”. ¡Diríamos que acusarán a los santos como cerdos, sucios! ¡Es decir, los sátiros y payasos acusarán a los hombres puros como inmorales, degenerados y falsos, no normales, esto que decíamos antes!

Es conocido y ha quedado en la historia que a los Cristianos primitivos los calumniaban de que celebraban cenas antropófagas (comer carne humana) y orgias tipo Edipo (orgias de hijos con madres, etc.). ¡Y qué no han dicho, y seguirán diciendo para los santos hombres de Dios los hombres pervertidos y degenerados, estos instrumentos del Satanás!

Por ejemplo, san Atanasio el grande fue calumniado como criminal. Desgraciadamente no tengo tiempo de contarlo. Aún le han calumniado que había cortado el dedo de un monje, etc. ¡También le difamaron de inmoral! En un Sínodo presentaron una mujer que sacaba salivas diciendo: ¡Sí, sí…Atanasio era mi amigo! Pero se demostró que esta mujer ni siguiera había visto y conocido alguna vez a san Atanasio.

Algo parecido le ocurrió también a san Gregorio el Teólogo que se encontraba en Alejandría. Le llamaron puto. Unos para calumniarle y difamarle pusieron una mujer que decía: “Dame el dinero que me debes…” No te conozco, respondía san Gregorio. “Eh no te hagas el loco como si no me conocieras”. ¡Es horrible! Y como esta mujer prostituta gritaba y hacía ruido, san Gregorio dijo a un amigo suyo: “Por favor dale el dinero que pide para que me deje tranquilo”. Pero al darla el dinero significa que aceptaba aquello por lo que le calumniaba. Apenas tomó el dinero, por la divina Providencia, ésta mujer saltó tres metros más allá, cayó al suelo y sacaba espumas de la boca, se endemonió y gritaba: “¡No, no… Gregorio es inocente!

Y a san Nektario nuestro santo contemporáneo decían que era inmoral. ¿Quién? ¡Pues, sí, san Nectario inmoral!...

Incluso calumnias muy malas vertieron contra san Nicodemo el Aghiorita, y sobre todo recientemente, ¡Aún hasta hoy! Aquel que le súper-calumnió era uno de estos llamados neo-ortodoxos. Le calumnió porque apoyaba la pronunciación de las bendiciones en la Divina Liturgia, como también tomar la Divina Efjaristía frecuentemente. ¡Imaginaos si escribiese un libro sobre la frecuente toma de la Divina Efjaristía, le quitarían el pellejo! Escribió anónimamente el libro “sobre la frecuente, continua Divina Efjaristía”. También le alteraron algunas posiciones de su libro “el Pedalion”, para convertirle en herético. Y lo peor es que han hecho desaparecer un libro con comentarios sobre san Gregorio Palamás, porque los libros entonces se editaban en Europa, y san Nicodemo el Aghiorita decía que le han destruido su mejor libro. ¿Qué más queréis que os diga?

Como entenderán, todo esto tiene como causa la envidia del diablo, y también la envidia y la maldad de hombres viles y malignos, aunque estos hombres se hayan bautizado, pero por supuesto no tienen el Espíritu de Dios.

Pero como el tiempo ha pasado, si el Dios quiere continuaremos en la próxima homilía. (4 febrero 1996).

2ª parte sobre la 9ª Bienaventuranza. La vez anterior hablamos sobre la 9ª bienaventuranza, os la recuerdo: “Bienaventurados y felices seréis los que os habéis convertido en mis discípulos cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros todo tipo de calumnias y mentiras por causa mía. Alegraos y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable. Porque también persiguieron a los profetas que ha mandado Dios antes que a vosotros”. Aquí como os prometí hablaremos sobre el valor de la Antigua Grecia; casualmente he encontrado y trozo característico del filósofo Epícteto. Epícteto nació en el año 55 en Hierápolis de Frigia. Era un hombre admirable, lo siento que no tengo tiempo de contaros muchas cosas sobre él. Os leeré una parte del libro que es una aportación positiva: “Si quieres hacerte filósofo, prepárate a escuchar muchas burlas y ser despreciado de muchos que dirán: «¿De dónde nos ha salido otra vez éste filósofo y de dónde nos ha salido esta soberbia?». Pero tú no tengas soberbia u orgullo, sino sólo intenta mantenerte estable en aquellos principios que te parecen los mejores, como si fuera que esta es la posición que te ha puesto el Dios. Piensa que si permaneces firme en tus principios, aquellos que antes se burlaban de ti, más tarde te admirarán; pero si fueres vencido por ellos se reirán y burlarán lo doble”.

Imaginaos que Epícteto era idólatra, no Cristiano. ¡Y si estas cosas ocurren con el filósofo que debe permanecer firme por cualquier cosa que le digan, tanto más para un cristiano confesor! Por eso cuando encontré este trozo del texto me ha impresionado y dije: Lo voy a contar a mis amigos.

Pues, continuamos nuestro tema sobre la bienaventuranza. Tenemos la siguiente pregunta: “¿Qué calificación podemos dar a este tipo de persecución de los fieles, que se refiere aquí la novena bienaventuranza? El Señor dijo:Si el mal astuto y maligno mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, antes yo os elegí y os saqué del mundo, por eso el mundo os odia. (Si fueseis del mundo pecaminoso y tuviereis vida pecaminosa, entonces el mundo os amaría, porque os consideraría como suyos. Pero como yo os he escogido del mundo, por eso el mal astuto o el maligno y la gente del mundo sin metania os odia) (Jn 15.18-19). Mirad aquí se ve el fondo teológico del fenómeno de la persecución y del rechazo.

Así que el fiel permanece forastero del mundo, y el mundo le odia y le persigue porque no se asemeja a este. La persecución por el nombre de Cristo tiene un fondo interpretativo teológico. De la parte positiva a los confesores les hace partícipes de los padecimientos de Cristo. Esto nos importa mucho si logramos a entenderlo.

Como dice el Apóstol Pedro en su primera epístola: “Tened alegría porque participáis en los padecimientos de Cristo” (1Ped 4,13).

Aquel que acepta la persecución continúa el padecimiento de Cristo. El Cristo -honradamente para los fieles y deshonradamente para los infieles- se encontró encima de la cruz, el fiel continúa Su pazos-padecimiento, pasión crucificante. ¡Cada fiel continúa el pazos-padecimiento de Cristo en sí mismo!

Escuchad como lo dice esto el Apóstol Pablo en un precioso pasaje, que muestra, permitidme decirlo así, el misticismo del Cristianismo. Misticismo quiere decir que uno entre en el espíritu del Cristianismo, es decir, instruirse y entender el significado más profundo. Esto se llama misticismo. Escuchadlo: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y suplo, sustituyo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

Sustituye a alguien en su lugar que se ha marchado. Por lo tanto, el Cristo fue crucificado una vez, se acabó, resucitó y se marchó. Ahora nosotros continuamos la crucifixión de Cristo, porque el Cristo es crucificado continuamente en la Historia, el mundo sin parar crucifica a Cristo en la Historia. Atentos a este punto místico. Así, ahora que el Cristo ha resucitado, Su sitio encima de la cruz lo toma el Cristiano.

Las privaciones de los pazos de Cristo” son aquellas que el Cristo no le ha dado tiempo padecer encima de la cruz. Pero el apóstol Pablo habla de privaciones “en la carne”; no dice “en su psique”. Se refiere a la carne humana, esta que ven los perseguidores, los enemigos que persiguen al fiel. Y esta sustitución se hace “por el cuerpo de él”, a cuenta del cuerpo de Cristo. “El cuerpo de Cristo” por supuesto es la Iglesia.

Pensad que los padecimientos de Pablo para la Iglesia eran a favor del Cuerpo de Cristo; por eso exactamente toma esta posición y actitud. Particularmente esto es muy importante. Sólo una cosa merece la pena: que pueda el creyente concienciar el por qué padece.

Atención: no interesa si eres estudiante, trabajador, soldado, ministro… cualquier cosa que seas. Los otros se burlan única y exclusivamente porque eres creyente. Puedes concienciar la posición negativa de la persecución –porque no te pareces al mundo, si te parecieras al mundo no se burlarían ni perseguirían- pero también en su posición y actitud positiva, es decir, que eres crucificado junto con Cristo y continúas Su crucifixión en el mundo presente. ¡Si esto logras conciéncialo, entonces manifiestamente eres μακάριος (macarios feliz, dichoso y bienaventurado)!

Y añade el apóstol Pablo: “Ahora me alegro de sufrir por vosotros” (Col 1,24), por la Iglesia de los Colosenses.

En los padecimientos, sufrimientos de Cristo se hace una identificación con los padecimientos del creyente, para que se haga identificación y resurrección del creyente con la Resurrección de Cristo. Todo esto constituye el misticismo cristiano.

Por eso exactamente los padecimientos por Cristo son considerados por apóstol Pablo como regalo divino: “Porque a vosotros os es regalado a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Fil 1,29). Veis lo que dice: ¡que ha sido un regalo! No se regaló la fe sólo a los elegidos, -porque la fe también es un regalo; en otra parte dice “porque no es de todos la fe” (2Thes 3,2), porque hay hombres que son infieles- sino que se les fue regalado también el regalo de los padecimientos, sufrimientos. ¡Gran regalo!...

Si uno, queridos míos, llega a entender bien y moverse en este espacio, podríamos decir que ha entrado a lo más interior del Cristianismo ortodoxo. Sí. Después de aquí provendrán las demás cosas que tendrán que ver con su vida.

¿La retribución de los que confiesan a Cristo cuál será?

El Señor dijo: “alegraos y gozaos”. Es la χαρά (jará, alegría), la de este mundo y del otro allí en el Cielo.

¡Sabéis que esto es curioso! Es muy extraño padecer y alegrarse. ¡Por eso si preguntáis ¿existe la alegría? Por supuesto que sí. La alegría es una realidad, lo único que no es un objeto que podamos adquirir, como es el dinero, la gloria y la riqueza. La alegría es el fruto, es fruto de la unión del fiel con el Cristo y además es fruto del Espíritu Santo. El apóstol Pablo refiriéndose a los nueve frutos entre ellos habla también de la alegría. (Gal 5,22). Fuera de esta unión de Cristo con el fiel no hay alegría. Toda la alegría que disfrutamos en nuestra vida es una forma de alegría superficial no es real.

Ayer por ejemplo hemos festejado en memoria de san Jaralambus, en su honor está este templo que nos encontramos. ¿Saben lo que es que te hagan desuello y te quiten la piel y estés alegre? ¡Es asombroso! ¿Pero no tienes dolor? Por supuesto como hombre tienes dolor, pero en un punto el dolor es borrado dentro a la agapi (amor, energía increada) y a la alegría de Cristo. ¡Es asombroso! Todos los Mártires estaban alegres. No hubo ningún Mártir que no tenía alegría. Si el Cristo padeció, entonces también para el fiel la alegría saldrá de los padecimientos, de la persecución, de la burla y de la difamación que pueden hacerle los otros.

¿Y lo admirable, sabéis cuál es? Leemos en el capítulo 5º de los Hechos que los Discípulos de Cristo los capturaron y los metieron en la cárcel, porque predicaban en el patio del templo de Salomón; ¡y cuando los pegaron despiadadamente los sacaron de la cárcel y los pidieron que no predicaran en el nombre de Jesús Cristo! Pero como escribe el libro de los Hechos: “Y ellos salieron del tribunal, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre(Hec 5,41). ¡Esta alegría fueron dignísimos de recibir – fueron ultrajados y deshonrados para la gracia del nombre de Cristo!

Hoy, si se supone que uno nos ultraja y deshonra, es cierto que para nada nos alegramos. Por supuesto que no debemos de tener alegría, si nos deshonran por algo. Pero si esto se hace porque estamos cerca de Cristo y lo hacemos por la gracia de Cristo, entonces debemos tener esta alegría. ¡Y el Cristo da alegría completa, no la mitad! El mismo dice: “para que tengan la plenitud de mi alegría” (Jn 17,13).

Me preguntaréis: ¿Por qué ahora muchos de nuestros cristianos no tienen alegría?

La mayoría no la tiene porque dudan y tienen miedo participar a los padecimientos de Cristo; porque son cristianos inconsecuentes, se han cansado antes de trabajar y se desviaron antes de correr. En cada momento con el primer impedimento que encuentran traicionan a Cristo, porque con un pie se prosternan a Cristo y con el otro pie a sus propios egoísmos, al mundo y a la inseguridad.

Esta recompensa, queridos míos, existe también en el Cielo. La bienaventuranza dice que “vuestra recompensa en el Cielo es mucha”.

Vamos a ver ahora la forma que tendrá esta recompensa en el Cielo.

En primer lugar, será la declaración pública de los confesores ante el Dios, los ángeles y los Santos. El Cristo dijo: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32). Una forma, pues es que el confesor vale y ha permanecido firme y correcto en su vida.

Después será aquella gran doxa (gloria, luz increada) como compensación de la sin gloria o desgracia que han sufrido estos aquí en la tierra, porque el Señor también dice: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en la realeza de su Padre” (Mt 13,43). Es la luz increada por la que serán colmados los confesores.

Y finalmente junto con la doxa=gloria viene también la alegría y la felicidad o bienaventuranza. San Juan el Evangelista dice en el libro del Apocalipsis: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y del logos del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos” (Apoc 12,11-12). Y continúa en otro pasaje san Juan: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria” (Apoc 19, 6-7).

¿Y nosotros qué hacemos? ¿Qué hacemos con las pruebas diarias y las tentaciones, puesto que hemos asumido, diríamos, la gran obra de confesar con obras y logos, con toda nuestra vida el santo nombre de Cristo?

Mientras nos encontramos en el mundo presente, escuchemos qué nos aconseja el apóstol Pablo en la Epístola a los Romanos y los Corintios, para que nos animemos: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom 8,18). Y “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2Cor 4, 17-18).

Por eso diríamos que seamos estables, firmes y consecuentes confesores de Cristo en toda nuestra vida.

San Juan de Crostanda (añadido por el traductor) en su libro “Interpretación de las Bienaventuranzas del Señor”, nos dice: “Queridos hermanos, nuestra fe ortodoxa realmente es un milagro continuo e impresionante. Es un milagro de la fuerza de Dios “…porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2Cor 12,9). La fe ortodoxa nos guarda y prepara grandes milagros en aquellos que creen realmente…

¿Dónde está pues, la descarada impiedad que niega los milagros que hace la fe ortodoxa y todo lo explica con las leyes de la naturaleza? Nosotros clamemos: “¿Qué dios es grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder” (Sal 86 14-15). “Admirable es el Dios en sus santos” (Sal 68, 36).

Amigos míos, amar la verdad y odiar todo tipo de mentira pecadora. Confesar la santa verdad con apacibilidad y paciencia. Así reinará la verdad, así como se lo merece y la mentira desaparecerá y oprobiará. No volverá a levantar cabeza el descaro y desfachatez. “Que se aparte de la injusticia el que pronuncia el nombre del Señor” (2Tim 2,19). Quizás los hombres se sentirán atacados por tus logos y al futuro no te amarán ni apreciarán. ¿Y qué? No pasa nada. Quizás te conviertas en desagradable a los hombres, como un pincho que se ha metido en sus costillas, pero tú serás la boca de Dios, Su ojo. Aún en esta vida los hombres justos y honrados te estarán respetando, en cambio los ángeles y todos los santos te glorificarán. Tomarán tu psique y la conducirán en residencias celestes.

Los ciudadanos, habitantes del cielo no observan indiferentes nuestras praxis virtuosas y las luchas contra el pecado y la injusticia aquí en la tierra. Nos observan con gran interés y simpatía, puesto que todos somos miembros del mismo Cuerpo de Cristo. Esto lo confirmó el mismo Señor que: “es grande la alegría en el cielo por un pecador que está en metania” (Lc 15,7). Y el Apóstol Pablo: “si un miembro es glorificado, todos los miembros se alegran” (1Cor 12,26). ¡Cuán serena está nuestra conciencia y qué satisfechos nos sentimos cuando confesamos la santa verdad! ¡Y al contrario cuantos remordimientos de conciencia tenemos cuando nos acobardamos o tenemos miedo a confesar la verdad cuando es debido! ¡Qué es aquello que hace que la mentira y la injusticia levanten descaradamente cabeza, sino el hecho que las dejamos circular libremente y las negamos!

Alegraos y deleitaos porque vuestra recompensa en los cielos será grande e incalculable. Al grado que los hombres justos y confesores sufran persecuciones, burlas y privaciones en el mundo, la recompensa de ellos será mucha en los cielos. Aquí muchas veces están privados de todo, paro allí recibirán todo y en abundancia, por ejemplo, doxa (gloria) increada, continuo gozo y una interminable realeza increada.

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis 3,21.

San Juan de Crostanda



Aquí queridos míos acabamos con las nueve bienaventuranzas de Cristo. Las bienaventuranzas constituyen una cadena de vida espiritual y de perfeccionamiento cristiano. Es un resumen de la ley evangélica, tanto hacia la fe como para la moral. Es un espejo de nuestra vida que muestra qué hemos tocado, acertado y dónde cojeamos.

Las nueve bienaventuranzas son un criterio de nuestra cualidad de cristianos. Y en concreto:

La primera bienaventuranza indica el grado de la humildad intelectual, mental y ética y de nuestro autoconocimiento físico y psíquico y también la voluntariosa pobreza para la Realeza increada de Dios.

La segunda bienaventuranza se refiere al luto por Dios, que es sustrato de la metania que nace la pena-alegre. En el luto por el Dios habita fijamente la alegría y la paz de Dios.

La tercera bienaventuranza se refiere a los apacibles, a los que no tienen ira, enojarse sin enfadarse y a los que no guerrean contra todos los demás hombres.

La cuarta bienaventuranza se refiere al hambre y la sed por la santidad. ¡Permitidme aquí decir que existen hermanos nuestros y niños, sí niños, que tienen hambre y sed para la santidad; os lo aseguro!

La quinta bienaventuranza se refiere a los misericordiosos, que se parecen al misericordioso Dios. Son hijos de Dios, misericordioso el Dios y misericordiosos ellos también.

La sexta bienaventuranza se refiere a la pureza, limpieza y nipsis del corazón, como condición básica de la contemplación a Dios. ¡Los que han hecho la catarsis, sanación de su corazón verán a Dios desde el mundo presente!

La séptima bienaventuranza bendice a los pacificadores, los que luchan por ayudar a los hombres que pelean entre ellos.

La octava bienaventuranza se refiere a los que están perseguidos por ser espirituales y cristianos.

Y finalmente la novena bienaventuranza se refiere a los que sufren burlas, desprecios y difamaciones por Cristo porque son confesores. Por eso escribe el apóstol Pablo en su epístola a los Hebreos: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio” (Heb 13,13). Es decir, salgamos, pues, nosotros hacia el Cristo, fuera de la ciudad, afuera del cuartel –porque el Cristo fue crucificado fuera de la ciudad, a Gólgota –cargados con los vituperios de Cristo. ¡Es asombroso!

Así, pues, deseemos y bendigamos que nos encontremos dentro a este espacio espiritual denso de las nueve bienaventuranzas de Cristo, para que vivamos toda la bienaventuranza o felicidad de la Realeza increada de Dios. Amín.

Domingo, 11 Febrero 1996.

Yérontas Athanasio Mitilineos. © Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio” 40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)




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