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Κυριακή 20 Μαρτίου 2016

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita SEGUNDA PARTE Capítulo 8

ΟΣΙΟΥ ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ ΠΟΛΕΜΟΣ

La guerra invisible, san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA PARTE
Capítulo 8 El examen de conciencia
Para el examen de conciencia piensa tres cosas: los errores de cada día, la causa de estos y la mezquindad y la predisposición que tienes para luchar y adquirir las virtudes contrarias. Para los errores haz aquello que te dije al capítulo 26 (qué debemos hacer cuando estamos heridos, etc.). Para la causa de estos oblígate y esfuérzate a ti mismo a luchar para destruirla y echarla por tierra. Para que estés con buen ánimo y deseo de hacer esto y adquirir las virtudes, debes fortalecer tu voluntad en no tener fe en ti mismo, es decir, no confiar de ti mismo y tener la confianza, la esperanza y el ánimo a Dios, con la oración y con el odio a las praxis de la maldad y con el deseo a las praxis de la virtud correspondiente.

Hermano mío, ocúpate siempre en cada pensamiento, logos y obra a tener la conciencia sin remordimiento, es decir, que no te acuse tu conciencia por alguna cosa. Porque el que examina al fondo la correcta, ortodoxa y divina conciencia, nunca puede errar o si comete algún error no queda sin rectificarlo. Porque la conciencia es la ley natural que ha dado el Dios al corazón de los hombres para que les conduzca siempre como una linterna a todos los bienes. Como dijo san Nilos: “utiliza tu conciencia como linterna pera tus praxis, acciones”. Y el apóstol Pablo: “los mandamientos o logos de la ley de Dios están escritos en los corazones” (Rom 2,15).
Tu conciencia debes tenerla intachable ante cuatro cosas: a) ante Dios, b) ante ti mismo, c) hacia tu prójimo y d) hacia las otras cosas. En lo que concierne a Dios debes examinar tu conciencia si has guardado todas aquellas cosas que estás obligado a salvaguardar ante él; Es decir, aplicar y cumplir todos los mandamientos hasta los más insignificantes (109); y si le has amado y servido con toda tu psique-alma y estás preparado a morir para él, como tienes obligación. Y si estas cosas no lo has cumplido y salvaguardado ocúpate de aquí en adelante a cumplirlas y salvaguardarlas.
Respecto a ti mismo, salvaguardarás tu conciencia intachable sin acusarte, si no eres indiferente y haces lo que debes y que estás obligado hacerlo y que esté de acuerdo con tu fuerza, tanto hacia el Dios como hacia tu prójimo y las demás cosas. Además de todo esto, si no caes en excesos y deficiencias destruyendo fuera de tiempo tu salud, tu vida y tus fuerzas físicas con el ejercicio inadecuado y excesivo y no atribuyes al cuerpo su medida justa, cuidándolo para su composición y mantenimiento. Porque esto es contrario a la conciencia y la razón o logos correcto.
Ante tu prójimo guardarás tu conciencia limpia, si no haces algo que es contrario a la agapi que debes ante él, atribuyendo a tus mayores, a tus semejantes y a tus inferiores aquello que es debido para cada uno, de acuerdo con el grado y el oficio, y vigilando a no escandalizarlos con logos, con obras, con formas y guiños, como dice el apóstol Pablo: “A esto tened cuidado: no pongáis impedimentos al hermano” (Rom 14,13) y Salomón dice: “Pensad correctamente ante el Señor y los hombres” (Prov 3,4).
Pero aunque te sucedan algunas cosas que no están de acuerdo con el mandamiento de Dios, sino que según tu juicio son permitidas, sobre estas cosas digo, si tu conciencia se informa que supuestamente eres fuerte y puedes guardarlas o no, pero que se escandaliza la conciencia de tu hermano que es débil, entonces tú estás obligado a no ser motivo de escándalo para él, sino dar alivio y descanso a la conciencia de él: “Pero si alguno os dice: "Esto ha sido ofrecido a los ídolos", no comáis en atención al que lo dijo y por motivos de conciencia. No de tu conciencia, sino la del otro. Pues, ¿por qué mi libertad ha de ser juzgada por conciencia ajena?” (1 Cor 10, 28). Pero en cosas que son mandamiento de Dios y se escandaliza la conciencia del otro, entonces tú debes despreciar la conciencia de aquel para que no transgredas el mandamiento, dice san Basilio Grande.
Ante las demás cosas tendrás tu conciencia tranquila sin acusaciones, si tienes la medida justa y no utilizas exageraciones y deficiencias tanto de las comidas y bebidas, como de ropa, dinero y fortuna. Porque como cosa inconsciente o contra conciencia no sólo se comprende que uno desprecie y deje que se estropeen las buenas comidas y la ropa o el dinero y la fortuna con los que uno puede satisfacer necesidades físicas; sino también querer y pedir comidas sibaritas y hedónicas, prendas de lujo, dinero y elementos de la fortuna que no son necesarias para su atención y servicio.
Y hablando en general, cada cosa que está fuera de la lógica correcta, se llama para-conciencia o contra-conciencia. Por eso tú hermano mío, `para cada cosa que trates de hacer sea pequeña o grande, primero tienes que examinar y aconsejarte de tu conciencia, pero no examinarla superficialmente y con negligencia, sino al fondo con mucho cuidado y con exactitud. Porque igual que los pozos, cuanto más profundos se hacen, más buena y limpia agua se extrae de estos, así también nuestra conciencia, cuanto más se examina y se destapa de los pazos (pasiones, emociones y vicios) que está cubierta, tanto más y mejor nos enseña qué debemos hacer.
Pero como existen también varias conciencias, no sólo buenas y limpias, sino también cauterizadas y sucias, como dice Pablo, es decir, viles con mala astucia, inconscientes, insensibles e infectadas de los pazos; sin embargo, a causa de su insensibilidad y suciedad o porque no son examinadas con mucho cuidado, no enseñan siempre bien y correctamente; por esta razón no es correcto que confíes siempre sólo a tu conciencia, sino que las cosas que ella te aconseja, tú las compares si son de acuerdo con aquellas que enseña la Santa Escritura o que las presentes a los Guías Espirituales y te digan si son correctas para que no seas engañado.
“Porque no se examinan las conciencias con tanto cuidado y diligencia”, esto lo he añadido porque la conciencia del hombre por muy inconsciente, vil y maligna con pazos que sea, sin embargo cuando se examina con exactitud, diligencia y cuidado no cesa nunca de controlar y tener remordimientos, acusar al hombre de que está pecando y será infernado por sus pecados si no hace la metania (penitencia, confesión y arrepentimiento). Porque ella fue puesta de Dios en nuestro interior como adversario, según el logos evangélico: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel” (Mt 5,25); y testigo fiel y verdadero, como san Pablo dice: “En esto da testimonio también la conciencia de ellos” (Rom 2,15); y a la vez es juez implacable, vital, muy justo, estricto y logos correcto, por eso no puede callar. Pero el hombre cuando sea dominado por sus pazos pasiones, emociones y vicios y quiere hacer sus deseos sin ningún tipo de brida, tal y como desobedece y transgrede la ley de Dios, así también desobedece y transgrede los exámenes de la divina conciencia. Y para que no sea examinada ya por ella, como otro Herodes corta la cabeza de Juan, es decir, no calcula ni hace caso su conciencia y toma la decisión de infernarse. Por eso Salomón conociendo esto, no dijo que la conciencia cuando es examinada bien no examina al pecador, sino que cuando el pecador llega al punto extremo de los males, entonces menosprecia y deshonra. “Cuando viene el mal, viene también el desprecio; y con el deshonor, la vergüenza” (Prov 18,3).
Aún te aconsejo una cosa más que vale la pena que seas informado: es decir, nunca te fíes de tu conciencia, si alguna vez te acusa por alguna cuestión tuya, porque se llama conciencia por aquellas cosas que sabemos y no para las que no conocemos. Porque según el profeta Jeremías, “el corazón está más complejo y profundo que toda otra cosa” (el corazón psicosomático es el subconsciente según los santos Padres), y dentro en el corazón se encuentran ocultos muchos sutiles pazos (pasiones, emociones y vicios), de los cuales nada conoce aquel que los tiene, y por los que David suplica que sea sanado y purgado, diciendo: “sáname, límpiame y púrgame de los pazos ocultos” (Sal 18,13); por eso tú también nunca debes creer que tu corazón está sanado, purgado y limpiado de los ocultos y sutiles pazos, los cuales sólo son conocidos por Dios que sólo Él examina los corazones, como dice Salomón: “solo Tú conoces totalmente el corazón de todos los hombres” (3 Re 8,39). Y ten como seguro aquello que dice Juan: “el Dios es superior que la conciencia de nuestro corazón y conoce todo” (1 Jn 3,20).
Por eso el Apóstol Pablo conociendo esto decía: “No me siento culpable de nada; pero no por esto quedo justificado, porque quien me juzga es el Señor” (1 Cor 4,4). No conoce que su conciencia le acuse y tenga remordimientos de alguna cosa, pero a causa de esto no cree que él sea inocente.
Y cuantas buenas obras y victorias has logrado, considéralas sospechosas. Estas cosas te aconsejo que no las pienses mucho con tu conciencia, porque existe el peligro de la oculta vanagloria y soberbia. Porque dice san Diádoco de Fótica en la Filocalía: “Condición de humildad para uno es tratar de olvidar su propio mérito de sus buenas obras.” Así dejando atrás todas estas cosas cualquieras que sean y mandándolas a la caridad de Dios, dirige tu loyismós pensamiento en el camino de este día que te espera.
Después de todo esto, cuando acabe este día, examínate a ti mismo si has utilizado bien todas las cosas que te han sucedido. Y para las que te has equivocado, pues, que te arrepientas y pidas de Dios que te perdone y en adelante intenta subsanarte. Después agradécele por los favores y benevolencias que te ha regalado este día. Reconócele como Creador de todo bien, y agradécele más porque te ha salvado de tantos enemigos visibles como de los invisibles. Porque te ha dado buenos loyismí (pensamientos, reflexiones e ideas) y motivos para la virtud y cualquier otra beneficencia que tú no conoces.
109. San Basilio el Grande en su prólogo sobre los términos amplios, muy sabia y extensivamente demuestra que todos los cristianos, pequeños y grandes, están obligados a cumplir y aplicar los mandamientos o logos que nos manda el Señor en el Santo Evangelio sin excepción alguna:
A) Porque el Señor enviando sus discípulos para predicar, los dijo que en sus kerigmas enseñen todas las naciones y que cumplan y apliquen todos los logos que él ha proclamado: “Id y haced discípulos míos en todas las naciones… enseñándoles a cumplir y aplicar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19). Es decir, no unas guardarlos y otros evitarlos, sino todos sin ninguna excepción.
B) Porque si todos los mandamientos no fueran necesarios e indispensables para nuestra sanación y salvación, no se escribirían en la Santa Escritura, ni el Señor daría la orden de guardarlas todas obligatoriamente.
C) Si el Señor nos manda “hacernos perfectos” (Mt 5,48) y Pablo nos pide que: el hombre de Dios sea adiestrado, correcto e instruido entero a Dios (2Tim 3,17); está claro que esta perfección y compleción nos la regalará la aplicación y ΛΑ vigilancia de los mandamientos de Cristo.
D) Porque los mandamientos de Cristo están conectados uno con el otro como una cadena, de manera que cuando uno transgrede sólo uno de estos transgrede todos los demás y no recibe salario por los mandamientos que ha guardado sino castigo por aquel que no ha guardado. Por eso Santiago dice: “Porque el que guarda toda la ley, pero peca aunque sea un mandamiento, se hace culpable de todos los mandamientos o logos” (Sant 2,10). Y el mismo san Basilio dice: ¿De qué me beneficiarán los demás mandamientos que he conseguido, si digo a mi hermano idiota y por eso seré considerado como culpable para la gehena del fuego ardiente?
Termino con la nota en pie de página y te digo: Hermano, si perteneces a la categoría de los esclavos o servidores y temes a Dios a que no te infierne, pues, aplica y guarda todos los mandamientos. “Feliz es aquel que teme al Señor y en sus mandamientos encuentra felicidad y alegría” (Sal 111,1). Si subes a la categoría de los asalariados y esperas recibir el salario por tu virtud en la realeza increada de los cielos, guarda todos los mandamientos: “Decliné mi corazón para hacer tus decretos para recompensa” (118,111). Si subes a la categoría de los hijos y trabajas a Dios sólo por agapi hacia Él, guarda todos los mandamientos: “Elevo mis manos hacia tus mandamientos que he amado” (118,49). Y en otro lado: “¿Si soy Padre, dónde está mi doxa-gloria?”, dice el Dios. Doxa-gloria del padre es la obediencia del hijo hacia los mandamientos espirituales.
Porque debes saber lo siguiente: si transgredes sólo un mandamiento, no tendrás franqueza en el día del juicio, sino vergüenza. Por eso David decía: “Entonces no tendré vergüenza alguna en mirar a todos tus mandamientos” (Sal 118,6). Te recuerdo también que todos los mandamientos del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre todo se dicen con el verbo imperativo, como: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen…”, rara vez se dicen en indicativo, como “amarás al Señor tu Dios, no matarás…” y rarísima vez se expresan con otros modos verbales.
San Nicodemo el Aghiorita, autor de la Filocalía.
Traducido por: Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (Blog en español)

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