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Παρασκευή 24 Μαΐου 2013

Domingo de las Mirroforas

 
ΚΥΡΙΑΚΗ ΤΩΝ ΜΥΡΟΦΟΡΩΝ
Domingo de las Mirroforas
«José de Arimatea… vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús» (Mrc 15,43).
Una de las personas del evangelio del Domingo de las Mirroforas es José de Arimatea, quien es proyectado con su principal rasgo de la valentía, audacia por la que en aquella época logró algo inalcanzable: ir a Pilato y pedirle el cuerpo muerto de Jesús, que por supuesto después con la ayuda de otros lo enterró. Para nuestra época principalmente su valentía, atrevimiento se constituye en un modelo y ejemplo a seguir; puesto que, por regla general, desgraciadamente comprobamos en la mayoría de nosotros o por lo menos una gran parte de nuestra población, existe una cobardía y timidez, que son frutos, como lo vamos a ver a continuación, de la falta de la presencia del Santo Espíritu en nuestra vidas. En otras palabras la falta de valentía coraje y atrevimiento revela la poca fe y aún la incredulidad, incluso de muchos de nosotros los Cristianos; y por consiguiente esta situación hace más necesaria nuestra referencia a la valentía de san José.
Primero: qué es la valentía.

Podríamos definirla como aquella fuerza y disposición psíquica que mueve al hombre a vencer sus soportes y seguridades, incluso hasta el punto de desafiar su propia vida. Por supuesto, esta fuerza psíquica la vemos muy a menudo en distintos tipos de personas y en muchos niveles de vida, como el nacional, profesional y social, pero a nosotros aquí nos interesa aquella valentía que es relacionada con el Dios y por consiguiente con la sanación y salvación del hombre. Hablamos pues, sobre la valentía del cristiano, que emana de esta fe en Cristo y la esperanza de Su Realeza increada (estado de unión con la energía increada), como la de José “quien también había creído a Cristo y esperaba la realeza (increada) de Dios” (Mrc 15,43). Es decir, el Cristiano dependiendo su existencia no de la “seguridad” de los sentidos y la creación material, sino del invisible y no medido Dios, por lo tanto, del Dios que no ofrece “seguridad” según los criterios mundanos, entonces esto manifiesta que la característica de su vida debe ser la valentía, el atrevimiento y el coraje.
¿Qué es pues, aquello que le hace tener esta valentía y manifestarla como elemento imprescindible de todos los hombres? Tal y como apuntamos al principio: la presencia del Espíritu Santo en la psique del hombre, que le hace estar no simplemente apoyado a Dios, sino que esté preparado y entero para sacrificarse a Él. Porque ciertamente el santo Espíritu como Dios omnipresente proporciona valentía y fuerza al hombre y por consiguiente le aleja de la esclavitud de la cobardía. Recalca Pablo: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”, (2Tim 1,7).
Y realmente toda la historia de la Iglesia es una confirmación de la verdad anterior. Recordemos por ejemplo los apóstoles antes y después del Pentecostés. Antes del Pentecostés vivían asustados y encerrados en sus casas “por miedo a los judíos”, algo que proyecta aún más intensamente el coraje y la valentía de José y las mujeres mirroforas (portadoras de mirra). Pero después con la bajada del santo Espíritu el día del Pentecostés, son metamorfoseados, transformados en valientes predicadores del Evangelio, confirmando con sus testimonios sobre la Resurrección del Señor con sus martirios. “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hec 4,20). Pero esto se hizo porque “fueron investidos con la fuerza y energía increada de lo alto” (Lc 24,49) y no porque se apoyaron en sus propias fuerzas. Lo mismo vemos también en el períordo de las persecuciones y hostigamientos, en la época de los Padres, pero también en cada época, donde hay cristianos, clérigos y laicos serios. Así que el cristiano es un hombre atrevido, audaz y valiente, que está inspirado de conducta y espíritu con fortaleza y coraje.
¡Pero cuál es el campo que expresa esta valentía? ¿Cómo se manifiesta en concreto?
1. En principio, al mismo acontecimiento de la fe. Para que el hombre pueda llegar al punto de “saborear” a Dios, de la presencia sentida del santo Espíritu en su interior, hará falta también que el mismo hombre corresponda a la llamada de Dios y seguirle. Porque en la fe cristiana prevalece la llamada de Dios, que llama al hombre hacia a Jesús Cristo y sigue Su invitación. “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo atrae (con su jaris-gracia energía increada.) Y yo lo resucitaré en el ésjato-último gran día del juicio”(Jn 6,44). La aceptación de esta invitación se ve que es un “salto al vacío”, puesto que, como hemos observado antes, el hombre no está sostenido en la seguridad de sus sentidos, sino solamente a la llamada de Dios. Pero este “salto” valiente es lo que produce la mayor sorpresa al hombre: cae en el calor de los brazos de Dios. Así que la valentía de la fe, trae también la mayor seguridad posible que existe al mundo: la seguridad del omnipotente Dios. «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Rom 8,31).
2. Además, la valentía del cristiano se manifiesta en la vivencia de la vida espiritual, es decir, del camino hacia el crecimiento de su relación con el Dios y adquiriendo más santo Espíritu. Y esto, porque en este camino suyo se ponen en contra las malignas y mal astutas fuerzas espirituales, los elementos de este mundo. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef 6,12). Así que, sin valentía no se puede llevar esta lucha espiritual, que consiste en la resistencia del creyente contra los ataques del diablo y su apertura a la existencia de Dios. En esta lucha por supuesto co-participa también la misma jaris (gracia, energía increada) de Dios, como también el bondadoso mundo de los ángeles. Debido a que el Cristiano sólo por su cuenta no puede hacer nada para su sanación y salvación, Porque sin mí no podéis hacer nada. (Separados de mí, sin mi jaris que es mi energía increada, vivificadora, sanadora y salvadora no podéis hacer nada bondadoso.)” (Jn 15,5). Es imprescindible también su propia co-participación. Nuestros Padres espirituales nos explican sobre todo que cuando el diablo ve la psique combatir contra él con valentía, se aleja de ella; en cambio cuando la ve tener miedo y acobardarse, ya el camino está abierto para pisotearla. Son muy características las palabras del padre del monaquismo san Antonio, tal y como nos las escribe san Atanasio en su biografía: “Si la psique permanece por mucho al miedo, entonces allí están presentes los enemigos. Porque los demonios no sacan el miedo de los hombre… Más bien cuando ven que los hombres que tienen miedo, aumentan sus fantasías, de modo que les aterrorizan más. Y después de haberlos conquistado, juegan con ellos diciéndoles: - Ahora arrodillaos a venerarnos… Que no nos engañemos, pues, de esta manera y no seamos cobardes… Al contrario debemos ser siempre valientes y alegres, como si estuviéramos salvados, pensando que el Señor está con nosotros”.
3. La valentía del cristiano se manifiesta también en sus propias caídas. El cristiano que lucha en el camino de su progreso espiritual, es muy posible que tendrá también momentos de debilidad y caídas. Pero el santo, en nuestra fe, nos es el impecable, sino el luchador que está en el camino de la metania (introspección, arrepentimiento y confesión). En estos momentos se requiere valentía para permanecer en sus pies y no desesperarse. Poder girar su vista hacia el Cielo, implorando la jaris (gracia, energía increada) de Dios para la metania. Como el joven monje en el libro “Gerontikón”, que desesperado por algunas de sus caídas fue conducido a un gran Yérontas que tenía el don del discernimiento. Y cuando le contó su caída al pecado, aquel con su característica sencillez le dijo que se levantara. –Pero he vuelto a caer, susurró otra vez el joven monje. Otra vez levantarte, le insta el Yérontas. Y esto tienes que hacer, poner siempre el comienzo o principio de la metania hasta el final de tu vida. Sólo ruega que la muerte te encuentre en metania y no en caída. Por lo tanto, se requiere valentía también en la metania, para que pueda tener esperanza en la infinita filantropía de Dios, que es mayor que todas mis caídas y pecados.
4. Finalmente hace falta valentía también para nuestra confesión y testimonio como cristianos. Especialmente en nuestra época que el mal se ha desparramado y se presenta como algo normal y regular, se requiere valentía y coraje para que uno sea cristiano consecuente, dando testimonio de esta fe suya. Y este testimonio es de logos, pero sobre todo debe ser de modo de vida. Es necesario que los cristianos concienciemos que la tibiez en nuestra fe es la peor situación para nosotros, pero también para las personas que se encuentran en nuestro alrededor. Yo diría que es más preferible que el hombre sea ateo militante que indiferente y tibio, puesto que hay mayor posibilidad de cambiar para el primero que el segundo. El Espíritu de Dios en el libro del Apocalipsis nos dice: «¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc 3, 15-16).
ΑΚΟΛΟΥΘΕΙΝ παπα Γιώργης Δορμπαράκης Padre Jorge Dorbarakis

Traducido por: χΧ jJ www.logosortodoxo.com (en español)



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