ΟΣΙΟΥ
ΝΙΚΟΔΗΜΟΥ ΤΟΥ ΑΓΙΟΡΕΙΤΟΥ
ΑΟΡΑΤΟΣ
ΠΟΛΕΜΟΣ
La guerra
invisible, san Nicodemo el Aghiorita
SEGUNDA
PARTE
Capítulo B. 1 El santísimo misterio de la
Divina Εὐχαριστία Efjaristía Eucaristía.
Capítulo B. 2 Cómo uno debe recibir y
aceptar el divino Misterio de la Divina Efjaristía, es decir, cómo
debe recibir y aceptar a Cristo sacramental o mistéricamente.
Capítulo B. 3 Cómo debemos prepararnos
para la comunión o divina efjaristía para que seamos incitados y
estimulados a la agapi de Dios.
Capítulo B. 4 La Comunión Espiritual y
mental, es decir, como se comulga y se conecta con el nus espiritual
y mentalmente con el Cristo.
Capítulo
B. 1 El santísimo misterio de la Divina Εὐχαριστία
Efjaristía Eucaristía.
Añadido por el
traductor, del gran léxico Alfa Omega: Εὐχαριστία,
Θεία
(Efjaristía
Zía)
Eucaristía
divina, divina Comunión, ef-jaris=buena
jaris.
Uno de los siete Misterios de nuestra Iglesia, el más importante que
se celebra durante la Divina Liturgia. Los puntos visibles son: el
pan (con levadura) y el vino.
En la celebración del Misterio con la
Epíclisis (imploración) del sacerdote el Pan y el Vino se
transforman en Cuerpo y Sangre de Cristo. Este “cambio” no tiene
sentido físico-químico, es decir, no se hace desnaturalización
(percepción romanocatólica), sino “metabole, transubstanciación”,
o sea, cambio espiritual y superlógico o lógica divina del Pan y el
Vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, sin que se cambie la sustancia del
Pan, etc., por razones de Economía divina para que sean sensibles
por el hombre.
Hasta aquí querido
lector, como has visto te he ofrecido cuatro armas que te son
imprescindibles en esta guerra para poder vencer a tus enemigos; es
decir, a) no te fíes de ti mismo, b) tener confianza y esperanza
sólo en Dios, c) luchar y d) orar. Ahora te indico uno más. Este es
el santísimo misterio de la Divina Εὐχαριστία Efjaristía
Eucaristía. Debido a que este misterio es superior a todos los
demás, igualmente es un arma superior de todas las demás armas. Las
cuatro armas que hemos dicho, toman la potencia y energía de los
salarios dignos y de la jaris (gracia, energía increada) que
nos ha concedido la sangre de Cristo. Pero esta arma es esta misma
Sangre y Cuerpo con la psique-alma y la Deidad de Cristo. Con ellas
se hace la guerra contra los enemigos con la fuerza de Cristo. Pero
con esta arma nosotros luchamos contra los enemigos junto con Cristo
y Cristo lucha con nosotros. Porque el que come el cuerpo de Cristo y
bebe su Sangre, queda con Cristo y Cristo con él. “Cada uno que
come mi sarx (cuerpo) y bebe mi sangre, se une conmigo en un cuerpo
espiritual, de modo que éste permanece dentro de mí y yo en su
interior y se convierte en templo mío” (Jn 6,56).
Por eso también nosotros
si vencemos al enemigo, le vencemos con la fuerza de la sangre de él,
como se refiere en el libro del Apocalipsis: “Han vencido con la
sangre del Cordero” (12,11).
Y como este misterio es
el más santo y divino, y que esta arma o más bien el mismo Cristo
que se encuentra dentro de este misterio, se puede realizar de dos
maneras; es decir, uno que lo reciba mistéricamente o
sacramentalmente, o sea, con devoción, muy a menudo y las veces que
pueda, (por su puesto si no tiene algún impedimento de su guía
Espiritual) con la preparación adecuada, es decir, contrición,
quebrantamiento del corazón, confesión y ayuno según sus fuerzas;
y uno debe recibirlo también mental y espiritualmente en cada
momento y hora; por eso tú también no te detengas en recibirlo con
la segunda manera muchas veces, y cuando puedas, de acuerdo con la
primera forma que describimos más abajo.
Capítulo
B. 2 Cómo uno debe recibir y aceptar el divino Misterio de la Divina
Efjaristía, es decir, cómo debe recibir y aceptar a Cristo
sacramental o mistéricamente.
En muchos casos podemos
acercarnos a este divino misterio, el cual para conseguirlo y tener
éxito, debemos hacer varias cosas que están divididas en tres
períodos: Antes, durante y después de la divina Comunión o
Eucaristía. Antes de la Comunión debemos limpiarnos, purgarnos con
el misterio (sacramento) de la Metania (introspección y
arrepentimiento) y Confesión, tanto de la infección o contaminación
del pecado mortal o no mortal que hemos cometido y cumplir con el
canon que nos dará el guía Espiritual. Y con la disposición y
ánimo de todo nuestro corazón entregarnos enteramente con toda
nuestra psique-alma, con toda nuestra voluntad y con todas nuestras
fuerzas a Cristo y en lo que a él gusta. Porque el mismo en este
misterio nos da su Cuerpo y Sangre con la psique y la Deidad y con
sus dignos salarios. Y pensando que nuestro regalo, en comparación
con el suyo, es pequeño y casi nulo, debemos desear tener un regalo
tan grande como nunca le han ofrecido todas las creaciones humanas y
celestes, para que podamos entregarlo a su divina Majestuosidad.
Por eso, pues, cuando
quieras recibir este Misterio, para que sean destruidos tus propios
enemigos y los suyos, antes de comulgar, empieza desde la víspera o
incluso antes, pensar cuánto desea el Hijo de Dios que le concedas
tú con este Misterio un lugar en tu corazón para unirse contigo y
ayudarte a vencer cada pazos pasión y vicio maligno tuyo.
Este deseo del Señor es
tan grande e inmensurable que el nus creado del hombre no
puede entender y llegar a su altura y grandeza. Pero tú para que
puedas hacerlo caber de alguna manera en tu nus, debes poner
en tu nus y mente dos cosas: Uno es el inexpresable deseo que
tiene el Hijo de Dios en encontrarse en nuestro interior. Porque esta
unión con los hombres la llama júbilo, alegría y felicidad suya.
“Mi alegría y felicidad está con los hijos de los hombres”. Lo
otro es pensar bien que Dios odia mucho el pecado que es contrario a
sus divinas perfecciones, porque este es la causa en que Dios se une
con nosotros, cosa que lo desea mucho. Porque el Dios siendo por
naturaleza bien absoluto, luz pura increada y belleza infinita, no
puede hacer otra cosa que por naturaleza odiar y asquearse del pecado
innumerables veces, el cual no es otra cosa que el absoluto mal,
oscuridad, falta e insoportable fealdad en nuestras psiques. Y este
odio de Dios contra el pecado es tan grande y fuerte, de modo que
para su destrucción mandó y se hicieron todas las obras del Antiguo
y Nuevo Testamento y sobre todo aquellas obras del Santísimo
Pazos-Pasión de su Hijo. Por eso dicen algunos teólogos y
maestros que el Dios para extinguir de nosotros toda falta y culpa,
incluso la más mínima, está preparado si fuera necesario a
entregarse también de nuevo en millares de muertes.
Pues, de estos estudios y
pensamientos, aunque sea en grado pequeño, entendiendo la magnitud
del deseo que tiene el Dios en introducirse en tu corazón para
vencer totalmente los enemigos tuyos y suyos, encenderás en tu
corazón un deseo vivo de recibirle y llevar en tu interior este
resultado. Y así mientras te llenes de valor, envalentado y animado
de la esperanza de que el capitán celeste Jesús vendrá a habitar
en tu interior, llama fuertemente muchas veces en guerra aquel pazos
que quieres vencer y abátelo con dobles y triples deseos y ganas,
odiándolo y proyectándolo las praxis de virtud contrarias hacia
aquel pazos. Así harás durante la víspera.
Por otro lado, por la
mañana, un poquito antes de la Divina Comunión, echa una ojeada
breve en tu interior para ver los errores que has cometido desde el
tiempo que has comulgado hasta ahora, los que hiciste sin temor como
si el Dios no existiera para verte y juzgarte, ni ha sufrido para ti
los pazos-padecimientos encima de la cruz. Porque tú has
preferido tus detestables y nimios deseos y no la voluntad y el honor
de Dios. Y pensando así con mucha vergüenza y con temor sagrado,
sentirás vergüenza por tu ingratitud y tu indignidad. Pero otra vez
pensando después de esto de que el inmensurable abismo de la bondad
de tu Dios te llama y te invita a sus Misterios para sacarte del
abismo de tu ingratitud y de tu poca fe, acércate en él con ánimo
y valor y regálale el espacio ancho de tu corazón, para que se
convierta entero en Soberano y Dominador. ¿Cómo y de qué manera?
Cuando expulses del interior de tu corazón todo ánimo, disposición
y amor a las creaciones, cerrándolo para que no entre algún otro
sino solamente tu Dios.
Y cuando comulgues entra
inmediatamente en los lugares ocultos de tu corazón reverenciando
primero al Señor con toda humildad y devoción y háblale
espiritualmente de esta manera: “Señor, tú ves mi único bien,
qué fácil yo te perjudico y cuánta fuerza tiene contra mí este
pazos que me combate, sólo no tengo la fuerza de liberarme.
Por eso esta guerra principalmente es tuya y sólo de ti espero la
victoria, a pesar de que es necesario que yo también guerree y
luche”.
Después de todo esto,
gira tu nus hacia al Padre celeste y también hacia su bendito
Hijo en agradecimiento por tu victoria, porque él te ha dado los
Misterios y que ya los contienes en tu corazón. Y combatiendo
valientemente contra el pazos aquel que te domina, espera con
fe la victoria de Dios. Y en ningún caso te privará de la victoria,
si tú hicieses lo que pudieras, incluso si el Dios tarda en dártela.
Capítulo
B. 3 Cómo debemos prepararnos para la comunión o divina efjaristía
para que seamos incitados y estimulados a la agapi de Dios.
Para que seas estimulado
a este misterio de la agapi hacia Dios, reflexionarás con tu
pensamiento sobre la agapi (amor, energía increada) que tiene
el Dios hacia ti, pensando desde la noche anterior que aquel Dios
Pantocrator y Grande, no sólo te ha creado a imagen y semejanza y
que ha mandado en la tierra Su Hijo Unigénito a caminar treinta y
tres años para buscarte y sufrir los pazos-padecimientos
duros y la muerte torturadora de la cruz, para sacarte y redimirte de
las manos del diablo, sino que quiso dejártelo para tu necesidad y
como alimento tuyo en este divino Misterio. Piensa bien, hijo mío,
las incomprensibles grandezas y bellezas de esta agapi que es
muy perfecta y extraordinaria en todo.
1) ¡Porque si pensamos
que el Dios nos ha amado eterna e incondicionalmente, y mientras él
es eterno sobre su Deidad, tanto más eterna es su agapi
(amor, energía increada), con la que antes de los siglos decidió a
darnos su Hijo de esta manera admirable! Por eso deleitando
interiormente, puedes decir lo siguiente con alegría espiritual: “En
aquel abismo de la eternidad estaba mi pequeñez, tan calculada y
amada del absoluto Dios y de tal manera que él con la voluntad de su
inexpresable agapi pensaba para mí y deseaba darme para
alimento Su Hijo Unigénito”.
2) Todas las demás
ágapes-amores del mundo, por muy grandes que sean, tienen límite y
medida y no se pueden extender más. Pero sólo esta agapi
(amor, energía increada) de Dios hacia nosotros es sin medida e
increada. Por eso el Dios queriendo que se sanara totalmente el
hombre, ha dado su Hijo, igual de infinito y grandeza que él y de la
una y misma esencia y naturaleza. Por eso es tan grande su agapi
como también su carisma, y viceversa, tan grande el carisma como la
agapi. Lo uno y lo otro son tan grandes e increados que mayor
magnitud no puede imaginar ningún creado nus-espíritu y
mente humana.
3) Dios no fue promovido
de ninguna necesidad para amarnos, sino sólo de su bondad natural y
de su gran agapi hacia nosotros, que no podemos entenderla,
porque es infinita e increada.
4) Tampoco alguna obra u
otra praxis nuestra pudo preceder, para que el infinito Dios nos
muestre una agapi de este tipo para nuestra fatiga. Pero sólo
a causa de su libertad, se nos fue dada enteramente a nosotros que
somos sus creaciones e indignos totalmente.
5) Si piensas bien la
pureza de esta agapi, verás que no es como las ágapes del
mundo mezcladas con algún beneficio personal. Porque el Dios no
tiene necesidad de nuestras bondades y bienes. Porque él solo por sí
mismo está muy feliz, bienaventurado y gloriado. ¡Así que, utiliza
su inexpresable e increada agapi y bondad hacia nosotros, no
para beneficio suyo sino para beneficio nuestro!
Meditando bien estas
cosas, te dirás a ti mismo: “¿Cómo se hace esto que un Dios
Altísimo ponga su corazón en una creación tan baja? ¿Rey de la
Doxa (gloria, luz increada), qué quieres y
qué esperas de mí que no soy otra cosa más que un poco de polvo de
la tierra? Dios mío, veo bien que en la luz increada de tu agapi,
que es como fuego que me lo muestra ya claramente tu agapi
hacia mí que es sin dolo, ni engaño. Porque te entregas a mí como
alimento y bebida sólo con el fin que yo me transforme y convierta
como tú, no porque tienes necesidad de mí, sino que viviendo tú en
mí y yo en ti, podré hacerme a través de tu unión amorosa como tú
mismo; y de la unión de mi corazón terrenal y del tuyo celeste, se
convierta en mi interior un corazón espiritual y divino”.
De este tipo de
pensamientos, loyismí, pues, tú debes llenarte de alegría y
sorpresa, viéndote a ti mismo haber sido tan honrado y amado de
Dios; y conociendo que él con su omnipotente agapi no pide ni
quiere algo de ti, sino sólo atraer toda tu agapi hacia su sí
mismo y separarte como el primero de todas las creaciones y después
también de ti mismo, porque eres creación, para que ofrezcas
a ti mismo enteramente a Dios como sacrificio y que a partir de aquí
estimule tu nus hacia su única agapi y su divina
voluntad, y en tu voluntad y en tu memoria y que gobierne él todos
tus sentidos. Y viendo después de esto que otra cosa no puede
provocar en ti semejantes resultados divinos como el santísimo
Misterio de la Divina Efjaristía (eucaristía), entonces abre
tu corazón con las siguientes inspiraciones amorosas y cariñosas
diciendo sobre esto:
«¡Oh
alimento celeste, cuándo vendrá aquella hora que yo me sacrificaré
entero para ti, con el aquel fuego de la agapi (amor energía
increada) tuya; oh Dios, cuánto viviré sólo de ti y para ti y
únicamente para ti; oh Vida bella, agradable y eterna, maná
celeste, cuándo yo repulsaré toda comida terrenal y desear ser
alimentado únicamente de ti! Oh Señor mío, encantador y
omnipotente, libera este miserable corazón mío de cada apego y de
cada pazos maligno. Adórnalo con
tus divinas virtudes y con aquel verdadero fin por lo que puedo hacer
cualquier cosa para que yo te guste. De esta manera vendré para
abrirte mi corazón. Señor mío, quiero
agradecerte y rogarte a que te introduzcas
en mi corazón, dentro del cual sin resistencia traerás los
resultados que siempre deseas».
En estas intenciones y
disposiciones amorosas puedes estar ejercitándote desde la víspera
y por la mañana para la preparación de la divina Comunión o
Efjaristía. Después, cuando se aproxime el tiempo, piensa
quién es aquel que tienes para vivir, es decir, ¡aquel es el Hijo
de Dios, que tiene majestuosidad que no podemos entenderla, ante la
cual tiemplan los cielos y todos los poderes! ¡Que es Santo de los
Santos, el espejo más limpio! ¡La pureza que no es posible ser
comprendida, con la que en analogía no hay ninguna creación pura!
¡Y que es Aquel que, como un gusano de la tierra, quiso para tu
propia agapi ser despreciado, burlado y crucificado de la
maldad y de la ilegalidad del mundo!
Y que es Dios, al que en
Sus manos se encuentra la vida y la muerte de todo el mundo. Y tú
que tratas de comulgar con él eres todo lo contrario, un nada, un
cero y a causa de tu maldad te has convertido peor que la nada y peor
que toda creación sucia; sólo eres digno de avergonzarte y ser
burlado por los entenebrecidos demonios; y que tú en vez de
agradecerle por sus innumerables beneficencias, has despreciado con
tus fantasías, ilusiones y apetitos su preciosa Sangre. Pero Él, a
pesar de todo esto, a causa de su eterna agapi e inalterable
bondad, te llama y te invita en su divina Cena. Y algunas veces
amenazándote con la muerte te presiona diciéndote: “Amín, amín,
de verdad en verdad os digo que, si no coméis la sarx (cuerpo y
carne) del hijo del hombre y no bebéis su sangre, a través del
misterio de la divina Efjaristía, no tendréis vida en vosotros”
(Jn 6,53). ¡Y no te cierra la puerta de su caridad, ni te gira sus
espaldas divinas, aunque por tu propia naturaleza tú estás lleno de
la lepra del pecado, cojo, ciego, endemoniado y esclavizado en los
pazos (pasiones, emociones y vicios) de la infamia y de la
deshonra!
Sólo esto pide de ti: 1)
que sientas dolor de corazón por las calamidades que le has
provocado. 2) que odies más que nada el pecado, sea pequeño o
grande; 3) que te ofrezcas a ti mismo enteramente y te entregues con
buena disposición y amor de corazón siempre en su voluntad y en su
obediencia para cada cosa; 4) que tengas esperanza y fe firme de que
él te perdonará, te sanará, te purgará y te protegerá de todos
tus enemigos.
Y cuando ya te has
consolidado de esta inexpresable agapi (amor, energía
increada) de Dios, irás a la Divina Comunión con un temor sagrado,
un temor que produce la agapi-amor desinteresado diciendo:
“Señor mío, yo no soy digno de recibirte, porque tantas y tantas
veces que yo te he entristecido, aún no he llorado como es debido
por hacerte esto. Señor mío, yo no soy digno de recibirte, porque
aún no me he entregado con sinceridad en tu agapi, en tu
voluntad y en tu obediencia. Oh Dios mío, Todopoderoso e
infinitamente bondadoso, hazme digno de acogerte con esta fe firme”.
Y una vez que hayas
comulgado, inmediatamente enciérrate en la parte oculta de tu
corazón y olvidando toda cosa creada habla a tu Dios de esta manera
similar: “Oh Altísimo Rey del cielo, qué es lo que te ha traído
en mi corazón, en mi que soy pobre, ciego, miserable y desnudo
(espiritualmente)?” Y él te contestará: “La agapi”.
Y de nuevo: “¡Oh agapi increada! ¡Oh agapi dulce!
¿Qué quieres de mí?”. Y él te responderá diciéndote: «No
quiero nada sino sólo la agapi. No quiero que se encienda
otro fuego en el altar de tu corazón y en todas tus obras, sino sólo
el fuego de mi agapi, para quemar toda otra agapi y
toda tu voluntad personal me la entregues en olor de fragancia. Esto
he pedido y esto pido siempre de ti. Porque yo deseo ser todo tuyo y
tú todo mío propio, cosa que no se realizará nunca si permaneces
apegado en la agapi de ti mismo, en tu propia opinión, en
toda ilusión tuya y en el honor del mundo. Te pido el odio y el
aborrecimiento de ti mismo para entregarte mi agapi. Pido tu
corazón unirse con el mío, porque por esta razón se me fue abierto
con la espada encima de la cruz. Y te pido a ti entero, para que yo
sea enteramente tuyo. Tú ves que yo soy de un valor incomparable,
sin embargo me convierto tanto, lo que tú vales. Hijo mío, muy
amado, yo quiero que no quieras otra cosa, ni escuches nada más que
a mí y mi voluntad, para que yo quiera toda cosa para ti, pensar
para ti, escucharte, obedecerte y verte metamorfoseado, convertido, y
así en mí no sentirás el vacío y serás lleno de contenido y muy
feliz y bienaventurado, y yo seré de ti muy feliz y agradecido».
Ocúpate diariamente en
aumentar y hacer sobrar en tu psique-alma la fe en este Santísimo
Misterio de la Efjaristía o Comunión y no ceses nunca de
admirar este inefable Misterio y alegrarte pensando cómo se ve el
Dios bajo de aquellas humildes especies de pan y vino, para hacerte
más divino, más digno y feliz. Según el logos del Señor: «Porque
me has visto, has creído, a partir de ahora en los siglos de los
siglos, bienaventurados y felices los que creen sin haberme
visto. Y creerán así las futuras generaciones de mi Iglesia»
(Jn 20,29). No desees que te aparezca Dios en esta vida bajo otro
tipo de manifestación o aparición, sino sólo de esta forma con los
Misterios. Intenta incitar tu voluntad a este Misterio y diariamente
seas mejor y más dispuesto a realizar la voluntad de Dios en todas
las cosas. Y siempre, cuando con este Misterio te ofreces a Dios, es
decir, cuando comulgas, debes estar dispuesto y preparado a padecer
por su agapi todas las fatigas, tormentos, dolores,
sufrimientos y los desprecios que te sucederán y toda enfermedad
física o corporal (97).
97.
San Basilio el Grande apunta un otro deber para los que comulgan.
Porque los que comulgan con la Comunión anuncian la muerte del
Señor, como dice san Pablo: «Así, pues, todas las veces que
comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga» (1Cor 11,26). Y la muerte del Señor
se hizo para todos aquellos que comulgan y para todos los hombres en
general según otra vez el apóstol Pablo: “que si uno murió por
todos, luego todos murieron, y por todos murió” (2Cor 5,15).
Pues,
los que comulgan, deben para la agapi, la fe y los mandamientos de
Dios mostrar obediencia hasta la muerte y que no vivan ya al mundo
del pecado y en sí mismos, sino sólo en Dios, comulgando en él que
por ellos ha muerto y resucitado, según otra vez Pablo que dice: “y
por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos” (2Cor 5,15). Y esto
dice san Basilio es un dogma que se ha entregado de Pablo.
Por último, ofrecerás
al Padre Celeste su Hijo, primero para su agrado y después para tus
necesidades, para toda la santa Iglesia, para todos tus parientes,
para todos aquellos a los que estás en deuda y para las
psiques-almas que han dormido. Y esta oferta la harás en recuerdo y
unión de aquella misma oferta, con la que el Hijo de Dios se ofreció
a sí mismo, es decir, cuando él estaba entero manchado de sangres y
colgado encima de la cruz, se ofreció al Padre. Y de esta manera
puedes ofrecerle todos tus sacrificios, es decir, las celebraciones,
los oficios y las oraciones, que se hacen aquel día en la santa
Iglesia.
Capítulo
B. 4 La Comunión Espiritual y mental, es decir, como se comulga y se
conecta con el nus espiritual y mentalmente con el Cristo.
Aunque mistéricamente o
sacramentalmente no podemos recibir a nuestro Señor más que una vez
al día, en cambio espiritualmente con el nus (nuestro
espíritu del corazón) y mentalmente podemos estar recibiéndole
cada momento y cada hora mediante el trabajo de todas las virtudes,
aplicación de los logos (mandamientos) y especialmente con la divina
oración sobre todo con la oración monologa del corazón o de Jesús
(99).
99.
Porque todas las demás virtudes con la
similitud que tienen hacia el Dios hacen al hombre virtuoso y capaz
de unirse con el Dios, pero no le unen. En cambio la oración Noerá
o del Corazón o de Jesús tiene este tipo de fuerza y energía de
unir con el Dios (ver también el capítulo 45). Y de una manera
todas las demás virtudes se asemejan con los instrumentos que
ajustan y enderezan dos planchas, mientras que la oración se asimila
con el pegamento que une las dos planchas enderezadas. Por eso
también san Gregorio Palamás el gran obispo de Salónica dijo que:
“la fuerza de la oración oficia la elevación y unión del hombre
con el Dios, porque es un lazo entre las creaciones lógicas y el
Creador” (Filocalía).
También como el Señor
se encuentra oculto dentro en sus santos mandamientos y logos, y
aquel que hace una virtud o realiza un mandamiento, recibe
inmediatamente en el interior de su psique-alma también al Señor
que está escondido en estos, el cual ha prometido que habitará
junto con su Padre en el interior de aquel que aplicará y guardará
sus logos (mandamientos), diciendo: «El que me ama, aplicará y
cumplirá la enseñanza de mi logos, y mi Padre lo amará y vendremos
a él y en él nos alojaremos permanentemente, metamorfoseando,
convirtiendo su corazón y su cuerpo en templo vivificado del Dios
vivo» (Jn 14,23) (100).
100.
De este versículo san Máximo el Confesor
concluye que aquel que trabaja y aplica los logos (mandamientos) del
Señor, no recibe sólo al Señor en su psique-alma, sino junto con
él al Padre que está junto e inseparable del Espíritu Santo.
Recibe en su interior toda la Santa Trinidad y se convierte su casa.
Esta κοινωνία
(kinonía) comunión, conexión y unión no puede quitarla o
desconectarla de nosotros ninguna creación, sino sólo nuestra
indiferencia o cualquier otro error nuestro. Y algunas veces esta
Comunión es tan fructífera y tan agradable a Dios, que ninguna otra
es comparable de las muchas comuniones misteriosas que otros reciben.
Pues, las veces que estás bien dispuesto y preparado para una
κοινωνία (kinonía) Comunión semejante, encontrarás
bien dispuesto y preparado al Hijo de Dios para alimentarte solo él
espiritualmente con sus propias manos.
Para que te prepares,
pues, a esta comunión con el nus (espíritu del corazón
humano), haz lo siguiente: Gira tu mente y tu nus con su
atención a Dios y mirando con una ojeada rápida por un lado tus
pecados y por otro lado a Dios, aflígete por el perjuicio que le has
provocado y con toda humildad y fe ruégale que acepte a venir en tu
humilde psique-alma para sanarte y fortalecerte contra los enemigos.
O cuando tratas de
ejercitarte y fortalecerte contra algún deseo tuyo o para realizar
alguna nueva praxis de virtud o para aplicar y guardar algún logos
(mandamiento), todo esto hazlo con el propósito de preparar tu
corazón para el Dios que siempre te lo pide. Y después girando tu
atención hacia Él, invócale con gran deseo y anhelo que venga su
jaris (gracia, energía increada) para sanarte y liberarte de
los enemigos, para que sólo él tenga tu corazón en su poder.
O acordándote de las
oraciones de la comunión de los misterios, que antes nos hemos
referido, di con corazón ardiente: “Cuándo, Señor mío, te
recibiré una vez más, cuándo, cuándo…” Y si quisieras
comulgar espiritualmente de una forma aún mejor, prepárate y pon
desde la noche anterior todos tus esfuerzos físicos, las praxis de
las virtudes y cada obra tuya buena que piensas hacer con este
propósito, es decir, lo de aceptar y recibir espiritualmente tu
Señor. Y por la mañana, cuando amanezca, piensa, ¡qué bien! ¡Qué
felicidad y riqueza! ¡Qué bienaventuranza hay en la psique aquella
que dignamente comulga mistéricamente el santísimo Misterio de la
Efjaristía! Porque con esto se adquieren de nuevo las
virtudes que se han perdido, y otra vez la psique-alma retorna en su
anterior belleza y ella se hace partícipe de las recompensas,
salarios del pazos (padecimiento, pasión) del Hijo de Dios,
(en la psique-alma se comulgan los frutos y los salarios del
pazos-pasión del Hijo de Dios). Y de la comunión mistérica o
sacramental pasa a la mística κοινωνία (kinonía)
comunión, conexión y unión y reflexionando espiritualmente,
disfrutas de los mismos bienes que la comunión mistérica, y procura
a encender en tu corazón con un gran deseo y anhelo en recibirle
espiritualmente con el nus y la mente y cuando te colmes de
este deseo gira hacia tu Señor y di esto: «Señor mío, como no
puedo recibirte mistéricamente este día, hazlo tú, que eres
bondad, fuerza y energía increada, en recibirte dignamente ahora
espiritualmente , cada hora y cada día dándome fuerza nueva y jaris
(energía) increada para combatir contra todos mis enemigos, y sobre
todo contra aquel pazos del enemigo al que me opongo y hago la guerra
con tu ayuda (101).
101.
Pero los que quieren muy a menudo y no pueden
recibir la mistérica (sacramental) Divina Comunión, es decir,
comulgar a Cristo que se encuentra dentro en los Misterios, o porque
se encuentran en un lugar solitario donde no existen sacerdotes ni
altar ni Iglesia; o se encuentran en el mundo pero por sus guías
espirituales están impedidos no por algún error propio, sino por la
costumbre pervertida que domina, estos como desean y quieren recibir
a Cristo mistéricamente o sacramentalmente en sus interiores, pero
por todo que se ha dicho y por otras razones no puedan, pues, que
reciban a Cristo en sus interiores mental y espiritualmente, como
dice san Nicolás Kabásilas en la interpretación sobre la Divina
Liturgia (capítulo 42). Porque el Cristo que se encuentra en los
misterios espiritualmente y sin ser visto les transmite
invisiblemente la santificación, divinización y la divina jaris
(energía increada) de los misterios de forma que el mismo conoce.
San Nicodemo el
Aghiorita, autor de la Filocalía.
Traducido por: χΧ jJ.
Jristos Jrisoulas www.logosortodoxo.com (Blog en español)
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου