ΚΥΡΙΑΚΗ
ΤΩΝ
ΒΑΪΩΝ
DOMINGO
DE RAMOS
Domingo
de
Ramos
hoy
y
nuestra
iglesia
celebra
la
entrada
triunfal
de
Jesús
Cristo
a
Jerusalén.
Una gran cantidad de personas se habían
reunido en la ciudad, no sólo para ver el Cristo, sino también a su
amigo Lázaro, que había resucitado hace unos días. Jesús Cristo
entrando sentado en un mulo que precedían los discípulos y la
multitud llevando en sus manos ramos de palmera, arrojando sus ropas
y ovacionándole, con las siguientes palabras: ¡Hosaná,
(gloria, gracias y honor) a él que viene en nombre del Señor! ¡El
verdadero Rey de Israel! (Jn 12,13). La
ciudad realmente fue sacudida por el pulso y la multitud de los
reunidos, grandes y pequeños, hombres, mujeres y niños. Pero este
acontecimiento crea problemas y dudas de las que dos veremos y
comentaremos.
1.
La multitud que hoy ovaciona y alaba al Señor, ella misma en pocos
días, conducido por los judíos y sus adláteres se alzarán en
contra Él y gritarán maniáticamente: “῾ἆρον,
ἆρον,
σταύρωσον
Αὐτόν!᾽
fuera llévenlo de aquí, no queremos ni verlo, crucifícalo,
crucifícalo”, (Jn 19,15). Y eso quiere decir que uno no puede
tener mucha confianza en las manifestaciones de la multitud. La
multitud fácilmente se arrastra y es tambaleada cuando aparecen los
especialistas demagogos. Y esto porque desgraciadamente la cualidad
de la multitud es la falta de sano juicio. Muchos, por regla general
fanáticos juntados, no ponen en funcionamiento sus cerebros y sus
nus (energía
superior o espíritu del corazón).
Se dejan en manos de pocos que tienen como propósito la conducción
de ellos y conocen muy bien en exaltar las emociones y los impulsos
más oscuros de la gente. Por eso
el
Señor
no
dio,
y
por regla general, no
daba
importancia
particular
a
estas
manifestaciones
triunfales
de
la
multitud
sobre
Él. “Él no creía en
ellos, porque Él es conocedor de todo. Porque conocía como
funcionaba y pensaba el corazón y el nus de ellos”.
2.
La multitud que aplaudía y clamaba al Señor, vitoreaba a alguien
que Su verdadera imagen no era esta que pensaba la gente. ¿Qué
queremos decir? Principalmente los judíos los últimos dos siglos
antes de Cristo y por lo tanto todos los reunidos allí, mas hasta
los mismos discípulos de Cristo, esperaban un Mesías que vendría
como triunfador, como un rey fuerte, bajando de los cielos, trayendo
consigo fuerzas y riquezas, sobre todo expulsando las fuerzas
militares de ocupación, en este caso los romanos. Las profecías de
los profetas del Antiguo Testamento, principalmente de Isaías, sobre
el Mesías hablaba: “del servidor paciente por Dios”, como uno
que recibiría castigos de los hombres, las habían olvidado o más
bien las habían tergiversado. Un Mesías
paciente
era
considerado
como
escándalo
y
blasfemia.
Evidentemente era contrario
también a la omnipotencia de Dios. Uno debería cambiar
radicalmente, convertirse y entrar al espacio de la jaris (gracia) de
la llamada de Cristo, para poder verle como realmente es: como Hijo
de Dios que se hizo hombre y debería sufrir, padecer para sanar y
salvar la humanidad caída al pecado. Un Dios encima de la Cruz no
puede caber en la lógica de cualquier hombre aún hasta del judío.
Siempre permanecería para los “Judíos escándalo y para los
Helenos tontería” según Pablo.
3. Las
cosas anteriores que realmente inquietan, funcionan ejemplarmente
también para nosotros.
Lo
primero
es
que
no
debemos
tener
como
criterio
la
opinión
de
muchos,
sobre
todo
cuando
estos
se
mueven
al
nivel
de
la
multitud,
porque
desgraciadamente
la
mayoría
de
las
veces
siguen
“el
camino
más
amplio,
el
que
conduce
a
la
perdición”.
El Dios y Su santa voluntad es el elemento regulador de la vida del
cristiano, sobre todo cuando esta voluntad es conocida también desde
la primera apocálipsis=revelación de Dios, en el espacio del A.
Testamento; pero mucho más después de la venida de Jesús Cristo,
nuestro Dios hecho hombre. “Caminando conforme la voluntad de Dios”
nos exhorta san Pablo, por supuesto siguiendo lo que el mismo Señor
decía: “…hágase tu voluntad” y “bienaventurados los que
escuchan, aplican y cumplen el logos de Dios”. En este caso el
Cristiano se convierte verdadero discípulo y acólito de Cristo;
y
esto
quiere
decir
que
está
preparado
a
enfrentarse
con
el
mundo
caído
al
pecado
y
sumiso
al
diablo;
por
lo
tanto
debe
estar
preparado también
a
subir
junto
con
Aquel
a
la
cruz. Cristo nos dice: “Si a
mí me han perseguido, a vosotros también” y “Todos los que
quieren vivir en la fe y piedad en Cristo serán perseguidos”.
Lo
segundo
que
siempre
debe
inquietarnos
es
si
la
imagen
de
Jesús
Cristo
que
tenemos
ya
nosotros
los
cristianos,
es
realmente
esta
que
ha
revelado
Jesús
Cristo. Esto porque muchas
veces esta imagen es distorsionada por nuestras opiniones. Por
desgracia no son pocas las veces que nuestro elemento personal es lo
que tiene la prioridad, algo que lo vemos cada vez en la historia
trágica de las herejías. Los diversos heréticos por los siglos
exactamente eso es lo que hacían: ponían bajo su propio juicio y
criterio lo que el logos de de Dios apocaliptaba=revelaba. En vez de
ser juzgados por Dios, juzgaban ellos a Él.
Así le tergiversaban, por lo tanto el Cristo era para ellos más que
una idea de sus mentes y no una realidad histórica. El arrianismo,
el nestorianismo, el monofisismo y aún hasta los iconoclastas, son
muestras clásicas de las desviaciones históricas de la verdad de la
persona de Cristo.
¿Qué
es
lo
que
mantiene
la
verdad
de
Cristo
y
por
lo
tanto
nos
mantiene
“abiertos”
a
la
realidad
de
Su
relación?
Sólo
la
Iglesia y la permanencia en
Ella. La Iglesia como cuerpo de Cristo mantiene pura Su imagen y nos
Lo ofrece tal y como fue revelado. Esto significa que: debemos
confirmar nuestra cristianidad con el grado de nuestra participación
en la Iglesia. La vida en la Iglesia, nuestra adhesión al ritmo de
ella mediante los oficios sagrados y la imitación, especialmente con
hombres eclesiásticos, los santos es lo que debe ser nuestra
preocupación constante. En definitiva, no hace falta para nada estar
ovacionando y aplaudiendo sobre el Cristo, sino tener este profundo
anhelo de escuchar la verdad de Su vida. Y esto nos remite a un
estilo y ética totalmente distintos: nos manda a tomar una decisión
de muerte de nuestro egoísmo, para participar a Su Cruz, que quiere
decir, que resucitemos junto con Él ya desde el aquí y el ahora.
Amín.
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